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”Mantener la llama”. Una mirada que no juzga
“El voluntariado no puede ser solo algo
que hagamos –entre horas-, en el-tiempo
libre-. Ha se ser una actitud y una
vocación activamente presente en el
conjunto de nuestra vida”
Zubero, Imanol
Se trata de pasar la realidad por el filtro de la fe.
En los días anteriores, hemos observado la actitud de personajes como el levita o el sacerdote
de la parábola. Ambas actitudes se resumen en estos dos aspectos:
1. La actitudes de desconfianza y defensa tienden a contaminar nuestras relaciones, hasta el
punto de que uno ni siquiera termina por pararse a ayudar a quien puede definirse
literalmente como “prójimo”.
2. Se hace extraño incluso quien está “más cerca” , quien vive a nuestro lado compartiendo la
misma lengua y cultura.
También, nos hemos encontrado con la actitud del samaritano. Merece la pena detenerse en
esta.
Se trata, pues, de comparar las distintas actitudes y sus consecuencias:
¿Qué situaciones percibimos en la realidad provocadas por las actitudes del levita y el
sacerdote? ¿Cuándo me muestro como el levita o el sacerdote? ¿Qué o quién me aleja del
prójimo?
Detente ahora en el samaritano. ¿Cómo puedo afrontar la realidad desde su mirada? ¿En Quién
puedo fijarme?
1. La actitudes de desconfianza y defensa tienden a contaminar nuestras relaciones, hasta el
punto de que uno ni siquiera termina por pararse a ayudar a quien puede definirse
literalmente como “prójimo”.
2. Se hace extraño incluso quien está “más cerca” , quien vive a nuestro lado compartiendo la
misma lengua y cultura.
También, nos hemos encontrado con la actitud del samaritano. Merece la pena detenerse en
esta.
Se trata, pues, de comparar las distintas actitudes y sus consecuencias:
¿Qué situaciones percibimos en la realidad provocadas por las actitudes del levita y el
sacerdote? ¿Cuándo me muestro como el levita o el sacerdote? ¿Qué o quién me aleja del
prójimo?
Detente ahora en el samaritano. ¿Cómo puedo afrontar la realidad desde su mirada? ¿En Quién
puedo fijarme?
1) Se relata la parábola de “El Buen Samaritano”.
2) Se distribuyen en grupos de tres para elaborar un cuento, parábola…a partir de lo
reflexionado.
3) Exposición y relato de los cuentos elaborados.
Pasos
RELATOS DE LOS GRUPOS
El efecto boomerang
Jacinta es una chica de mediana edad. Nunca ha pensado en los demás; siendo hija única y consentida, nunca
ha tenido que compartir nada y eso es un claro reflejo de su ser. Comparte piso con otra joven llamada
Virginia, la cual es la pequeña de una familia numerosa y ha crecido en un ambiente basado en el compartir y
el respetar.
Virginia siempre termina haciendo todas las labores del hogar, como cocinar, limpiar los baños... Mientras
tanto, Jacinta trabaja justo para sobrevivir y no le interesa en absoluto el estado del piso, haciendo así
imposible la convivencia. La bonachona de Virginia siempre piensa en los demás; todas las tardes participa en
un proyecto, en el cual limpia a algunos de los vagabundos que viven en las oscuras calles de Logroño. Jacinta
no hace más que tumbarse en el sofá, viendo la tele y bebiendo Coca-Cola. Por las tardes, se prepara para ir a
las discotecas a ligar.
Pasaron los años y Virginia se fue a Colombia a trabajar como profesora. Continuó con su actitud de ayudar
siempre. Abrió algún que otro colegio y luchó por la escolarización de los más desfavorecidos y los derechos de
la mujer.
Jacinta, sin embargo, fue despedida de varios trabajos por su falta de interés y su mala actitud, viendo cada día
cómo la gente de su alrededor se distanciaba sin poder hacer nada para evitarlo.
Al cabo de unos años, las antiguas compañeras de piso se reencontraron en el Café Madrid de Logroño.
Empezaron a comparar sus vidas totalmente opuestas. Virginia, gracias a su carácter bondadoso, tuvo una vida
llena de felicidad y amistad, mientras que Jacinta no tuvo más que una vida de fracasos y una triste soledad.
Por lo tanto, el karma no es más que un claro reflejo de nuestras acciones y el ayudar a los demás conlleva una
vida feliz y completa.
El viejo
Había una vez una casa en la ladera de una montaña, en donde vivía un señor al que los niños del pueblo más
cercano acostumbraban a llamar el viejo enfurruñado. Recibía este apodo por su mal carácter e insolencia, pero
ellos no sabían del pasado del viejo.
Un día de verano, mientras los niños jugaban a la pelota, se les escapó y fue a parar al jardín del anciano. Un
valiente niño, cuyo nombre era Tomás, se atrevió a adentrarse en el mundo inexplorado de esa vieja casa, aun
sabiendo que se hablaba de un viejo cascarrabias que vivía allí.
Al llegar a la puerta, Tomás llamó. Al ver que no contestaba nadie, entró, ya que la puerta estaba
misteriosamente abierta. Entró sigilosamente, pero al darse cuenta de que la casa era un tanto siniestra, echó
a correr hacia el jardín.
Cuando se disponía a coger la pelota, oyó un extraño ruido. Al girarse, descubrió que el viejo estaba allí
plantado, con cara de pocos amigos. El niño se asustó y soltó la pelota, que rodó hasta los pies del hombre.
Este se agachó a cogerla e invitó al niño a entrar en la casa. A pesar de que e niño estaba temblando de pies a
cabeza, aceptó la invitación, ya que no le quedaba más remedio.
Pasadas dos horas y media, el niño salió de la casa, pelota en mano y con una gran sonrisa en la cara. Sus amigos
ya se habían ido
a casa, menos su mejor amiga, que, preocupada, se quedó esperando a ver si salía. Al ver que aparecía tan
contento, intrigada, le
preguntó qué era lo que había pasado ahí dentro. Ya de camino a casa, Tomás le contó a Clara su increíble
experiencia, prometiéndole volver al día siguiente y pudiendo disfrutar los dos de la compañía del viejo
enfurruñado.
Al día siguiente, y cumpliendo su promesa, Tomás llevó a Clara a la casa. Ya confiado, Tomás guio a su amiga hasta
el jardín, donde el anciano los esperaba con una refrescante limonada. Allí, el viejo les contó antiguas historias
de su infancia, que entusiasmaron a los niños, por las mágicas experiencias que salían de él.
A partir de ese momento, todos los niños acudían a la casa del viejo cuentacuentos y cayeron por fin en la cuenta
de que los rumores que corrían por el pueblo eran tan fantasiosos como las historias que corrían por esa casa.
También, se dieron cuenta de que no siempre se puede juzgar por lo que se oye, sino que cada uno debe
tener su propia opinión para saber en qué creer.
El empresario vagabundo
Se cuenta que, una vez en la ciudad de Logroño, había dos amigos a los cuales
la vida les había sonreído. Ambos eran propietarios de grandes fortunas y,
diariamente, solían pasear por las calles de la ciudad.
Al pasar por delante de la “Cocina Económica”, uno de los empresarios
mostraba su repulsión hacia la gente más desfavorecida.
Uno de esos días se cruzó con un vagabundo, que se disponía a entrar al
comedor social. Uno de los dos amigos le comentó al otro: “-Me parece
vergonzoso llegar a ese extremo. Yo nunca caería tan bajo como para compartir mi
comida y bebida con gente de esa calaña”.
Tras una errónea inversión, aquel hombre perdió todo su patrimonio y se vio obligado
a mendigar. Al no tener nada que llevarse a la boca, no le quedó más remedio que ir a
la “Cocina Económica”. Allí, el ex-empresario volvió a verse con el vagabundo. Pero
esta vez, el vagabundo había prosperado y ahora era voluntario. Este sintió compasión
por el ex-empresario y le sirvió su comida con una sonrisa en la cara.
La princesa de fuego
Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabía. Cansada de pretendientes falsos, que se
acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más
valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos de colores, de cartas
de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una
piedra. Una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad,
mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, que se explicó diciendo: “- Esa piedra representa lo más
valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es
duro como una piedra. Solo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro”.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que
llevaba consigo la piedra a todas partes y, durante meses, llenó al joven de regalos y atenciones, pero su
corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego;
al momento vio cómo se deshacía la arena y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces
comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego y transformar cuanto
tocaba, separando lo inútil de lo importante. Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en
el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante.
Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y
libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola presencia
transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa
de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido,
resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días.
De Pedro pablo Sacristán (web cuentos para dormir)

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2014 05-10

Juzgar2013

  • 1. ”Mantener la llama”. Una mirada que no juzga “El voluntariado no puede ser solo algo que hagamos –entre horas-, en el-tiempo libre-. Ha se ser una actitud y una vocación activamente presente en el conjunto de nuestra vida” Zubero, Imanol
  • 2. Se trata de pasar la realidad por el filtro de la fe. En los días anteriores, hemos observado la actitud de personajes como el levita o el sacerdote de la parábola. Ambas actitudes se resumen en estos dos aspectos: 1. La actitudes de desconfianza y defensa tienden a contaminar nuestras relaciones, hasta el punto de que uno ni siquiera termina por pararse a ayudar a quien puede definirse literalmente como “prójimo”. 2. Se hace extraño incluso quien está “más cerca” , quien vive a nuestro lado compartiendo la misma lengua y cultura. También, nos hemos encontrado con la actitud del samaritano. Merece la pena detenerse en esta. Se trata, pues, de comparar las distintas actitudes y sus consecuencias: ¿Qué situaciones percibimos en la realidad provocadas por las actitudes del levita y el sacerdote? ¿Cuándo me muestro como el levita o el sacerdote? ¿Qué o quién me aleja del prójimo? Detente ahora en el samaritano. ¿Cómo puedo afrontar la realidad desde su mirada? ¿En Quién puedo fijarme? 1. La actitudes de desconfianza y defensa tienden a contaminar nuestras relaciones, hasta el punto de que uno ni siquiera termina por pararse a ayudar a quien puede definirse literalmente como “prójimo”. 2. Se hace extraño incluso quien está “más cerca” , quien vive a nuestro lado compartiendo la misma lengua y cultura. También, nos hemos encontrado con la actitud del samaritano. Merece la pena detenerse en esta. Se trata, pues, de comparar las distintas actitudes y sus consecuencias: ¿Qué situaciones percibimos en la realidad provocadas por las actitudes del levita y el sacerdote? ¿Cuándo me muestro como el levita o el sacerdote? ¿Qué o quién me aleja del prójimo? Detente ahora en el samaritano. ¿Cómo puedo afrontar la realidad desde su mirada? ¿En Quién puedo fijarme?
  • 3. 1) Se relata la parábola de “El Buen Samaritano”. 2) Se distribuyen en grupos de tres para elaborar un cuento, parábola…a partir de lo reflexionado. 3) Exposición y relato de los cuentos elaborados. Pasos
  • 4. RELATOS DE LOS GRUPOS
  • 5. El efecto boomerang Jacinta es una chica de mediana edad. Nunca ha pensado en los demás; siendo hija única y consentida, nunca ha tenido que compartir nada y eso es un claro reflejo de su ser. Comparte piso con otra joven llamada Virginia, la cual es la pequeña de una familia numerosa y ha crecido en un ambiente basado en el compartir y el respetar. Virginia siempre termina haciendo todas las labores del hogar, como cocinar, limpiar los baños... Mientras tanto, Jacinta trabaja justo para sobrevivir y no le interesa en absoluto el estado del piso, haciendo así imposible la convivencia. La bonachona de Virginia siempre piensa en los demás; todas las tardes participa en un proyecto, en el cual limpia a algunos de los vagabundos que viven en las oscuras calles de Logroño. Jacinta no hace más que tumbarse en el sofá, viendo la tele y bebiendo Coca-Cola. Por las tardes, se prepara para ir a las discotecas a ligar. Pasaron los años y Virginia se fue a Colombia a trabajar como profesora. Continuó con su actitud de ayudar siempre. Abrió algún que otro colegio y luchó por la escolarización de los más desfavorecidos y los derechos de la mujer. Jacinta, sin embargo, fue despedida de varios trabajos por su falta de interés y su mala actitud, viendo cada día cómo la gente de su alrededor se distanciaba sin poder hacer nada para evitarlo. Al cabo de unos años, las antiguas compañeras de piso se reencontraron en el Café Madrid de Logroño. Empezaron a comparar sus vidas totalmente opuestas. Virginia, gracias a su carácter bondadoso, tuvo una vida llena de felicidad y amistad, mientras que Jacinta no tuvo más que una vida de fracasos y una triste soledad. Por lo tanto, el karma no es más que un claro reflejo de nuestras acciones y el ayudar a los demás conlleva una vida feliz y completa.
  • 6. El viejo Había una vez una casa en la ladera de una montaña, en donde vivía un señor al que los niños del pueblo más cercano acostumbraban a llamar el viejo enfurruñado. Recibía este apodo por su mal carácter e insolencia, pero ellos no sabían del pasado del viejo. Un día de verano, mientras los niños jugaban a la pelota, se les escapó y fue a parar al jardín del anciano. Un valiente niño, cuyo nombre era Tomás, se atrevió a adentrarse en el mundo inexplorado de esa vieja casa, aun sabiendo que se hablaba de un viejo cascarrabias que vivía allí. Al llegar a la puerta, Tomás llamó. Al ver que no contestaba nadie, entró, ya que la puerta estaba misteriosamente abierta. Entró sigilosamente, pero al darse cuenta de que la casa era un tanto siniestra, echó a correr hacia el jardín. Cuando se disponía a coger la pelota, oyó un extraño ruido. Al girarse, descubrió que el viejo estaba allí plantado, con cara de pocos amigos. El niño se asustó y soltó la pelota, que rodó hasta los pies del hombre. Este se agachó a cogerla e invitó al niño a entrar en la casa. A pesar de que e niño estaba temblando de pies a cabeza, aceptó la invitación, ya que no le quedaba más remedio. Pasadas dos horas y media, el niño salió de la casa, pelota en mano y con una gran sonrisa en la cara. Sus amigos ya se habían ido a casa, menos su mejor amiga, que, preocupada, se quedó esperando a ver si salía. Al ver que aparecía tan contento, intrigada, le preguntó qué era lo que había pasado ahí dentro. Ya de camino a casa, Tomás le contó a Clara su increíble experiencia, prometiéndole volver al día siguiente y pudiendo disfrutar los dos de la compañía del viejo enfurruñado. Al día siguiente, y cumpliendo su promesa, Tomás llevó a Clara a la casa. Ya confiado, Tomás guio a su amiga hasta el jardín, donde el anciano los esperaba con una refrescante limonada. Allí, el viejo les contó antiguas historias de su infancia, que entusiasmaron a los niños, por las mágicas experiencias que salían de él. A partir de ese momento, todos los niños acudían a la casa del viejo cuentacuentos y cayeron por fin en la cuenta de que los rumores que corrían por el pueblo eran tan fantasiosos como las historias que corrían por esa casa. También, se dieron cuenta de que no siempre se puede juzgar por lo que se oye, sino que cada uno debe tener su propia opinión para saber en qué creer.
  • 7. El empresario vagabundo Se cuenta que, una vez en la ciudad de Logroño, había dos amigos a los cuales la vida les había sonreído. Ambos eran propietarios de grandes fortunas y, diariamente, solían pasear por las calles de la ciudad. Al pasar por delante de la “Cocina Económica”, uno de los empresarios mostraba su repulsión hacia la gente más desfavorecida. Uno de esos días se cruzó con un vagabundo, que se disponía a entrar al comedor social. Uno de los dos amigos le comentó al otro: “-Me parece vergonzoso llegar a ese extremo. Yo nunca caería tan bajo como para compartir mi comida y bebida con gente de esa calaña”. Tras una errónea inversión, aquel hombre perdió todo su patrimonio y se vio obligado a mendigar. Al no tener nada que llevarse a la boca, no le quedó más remedio que ir a la “Cocina Económica”. Allí, el ex-empresario volvió a verse con el vagabundo. Pero esta vez, el vagabundo había prosperado y ahora era voluntario. Este sintió compasión por el ex-empresario y le sirvió su comida con una sonrisa en la cara.
  • 8. La princesa de fuego Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabía. Cansada de pretendientes falsos, que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos de colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra. Una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, que se explicó diciendo: “- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Solo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro”. El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes y, durante meses, llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego y transformar cuanto tocaba, separando lo inútil de lo importante. Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola presencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego". Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días. De Pedro pablo Sacristán (web cuentos para dormir)