Un sapo y una cigarra discuten sobre cuál de los dos tiene la mejor voz. Ninguno puede ponerse de acuerdo, por lo que deciden pedir la opinión de un juez. Un grillo acepta ser el juez y los escucha cantar de forma alternada, toc toc toc y chirr chirr chirr. Sin embargo, el grillo no llega a una conclusión y les aconseja que lo más importante es que usen sus voces para alegrar a los demás.