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POR ROBERTO H Y E N N E
Mc0018904
INTRODUCCHON

                              I
    No hai un solo ambicioso de oro, de aquellos que visita-
ron a California durante 10s aiios de 1850,5 1 i 52, que no
conozca el nombre de ese famoso bandido cnyas terribles
aventuras vamos a narrar. Todo el pais del ora, desde NJP-
jico a Oregon. desde las montafias Rocosas hasta las mAr-
jenes del Pacific0 conserra aun el reciierdo de ese honibre
a quien el asesinato i el rob0 han hecho tan tristemente c&
 lebre.
    La Francia, como todo pais civilizadn, pnede, en cas0 de
necesidad, citar, rejistrando sue anaies, un gran nsmero de
bandidos, que parecen haberse esforzado por snperarse 10s
unos a 10s otros. Cartouche, llandrin, 10s Chauffers se han
 sefialado sucesivamente eu la carrera del crimen.
   En Italia el pueblo habla a m con cierto terror del cCle-
 bre Fra DiAvolo, que despnes de una existencia qne no pn-
do ilustrar mas, ha tenido la deegracia d e verse trasformado
en h6roe de 6pera c6mica por Mr. Scrib. iVaya un hdroe,
Dios mio! Que la responeabilidad de este 6ltimo crimen caiga
toda sobre el libretista.
   A pesar de la fama que tiene en Italia Fra Dirivolo, a pe-
 aar de la repntacion bien establecida de que gozan 10s Car-
 touche3 i Mandrin de nuestro pais, no podemos mdnos de
 confesar que joaquin Murieta, el bandido de California, 10s
 ha sobrepasado a todos.
    Lkjos de m i la pretension de presentarlo como una de
 esas figuras que deben adr?lirarse i! todo trance, tanto en el
- 4 -

bien como el mal. Sin duda Joaquin, no es, como tcda8
las jentes de su especie, mas que uu asesino, un !adron, nn
jefe de aartida; pero por lo m h o s , es menestar reconocerle
8u intrepidez, que algcna rez lo Ilegaba a ser temerrtrio, su
naturaloza jenerosa e n el fondo, comv lo prueban sus prece-
de:ltes, i 10s motivos que lo arrastraron a armarse contra la
sociedad en medio de la cual viria.
    California no es hoi Io qne fri8 desde el afio 48 ai 52. En
aquella Bpoca, a dcras penaa podia reconocerse alli un pais
civilizado. Kadie podr6 contradecirme: muchos han dicho lo
luismo antes que yo, que s u pobiacioti se c lmpmia ent6nces.
en su mayor parte, de jeotes s i n conciencia, de malhechores
escapados de las prisiones de su pais, hombres, en fin, que,
 poco mas o rn&ios, merecian ser colgados.
    Los E-tados Unidos habian proporciouado, por su parte,
nn buen continjente de evtos liltimos iodividuos, i 10s dia-
rios, en la dpoca a que me refiero, metieron mucho ruido
 con las fechorias de que 10s yanquees fie hicieron culpables,
alterntttiramente con 10s mineros de las demas nac’otles. No
 era. por cierto, por amor a las armas qne 10s estranjeros
 emigrados en California se incomodaban llevando todo u n
 arsenal a la cintura. Los ataq:ies de que se veian hechos el
 ob$o incesantemente, justificabxn de snbra las precauciones
de toda especie que se reian obligltdos a a d o p t v en nbsequio
 de la seguridad personal.
    Joaquin Mnrieta, por su parte no se encontr6 tampoco
libre de las kostilidades Su cnalidad de chileno le sefialaba
 particrilarmente a! turor de 10s pnquees, i no se decidi6 8
 entrar en esa guerra incesante, sino despnes de haber sido
atacado por ellos en lo que era mas caro. A fuerza de su-
 frimientos, le hicieron armarse para rengar el mal que le ha-
 5ian inferido.
    Cosa notable; Joaquin, a no ser cuando se veia precisado
 por las mayores necesidsdes, consecuencias ftttales de su
 posicion, jamas hizo mal a otros que a 10s :imericanos; solo
 para ellos se hizo bandido, i sobre ellos dirijia sus golpes.
 Xas de nna vez R le vi6 dejar lihres a 10s mineros i a 10s
                    e
 viajeros, solo porque no perteoecian a esa raztt detestada que
 se hnbia hecho una mision de perseguir.
    Los yanqnees, pa lo he dicho, se habian mostrado, con re-
-j-

lacion a 41, tan violentos como ingratos; lss hizo pagar cara
la deuda de sangre que habian contraido con 41.
   Dnrante meaes enteros no cee6 de asediarlos i acosarlos
por todrts partes i a toda hora. frecaentemeilte en muchos
puntos a la vez; les robaba su oro, sus caballos, incendiaba
JUS habitacionea, 10s asesinaba a ellos rnismos, i todo esto
sin que ellos lograsen aprehenderlo. LB actividad que des-
plegaba snpera todo lo que pudiel'a imajinarse: igualaba a 811
Budacia, qne es cuanto p e d e decirse.
   Se le suponia por do quiera i no estaba en parte alguna.
S u cabem habia sido pnesta a precio por una s u m 8 conbide-
rable; a pesar de esto, nadie pudo peecar su persona. Alas
de una vez se aiinnci6 con gran ruido de cornetas, en todas
las calles de San Francisco, que el gran Sanditlo acababa de
ser capturado; a1 dia signients se snbia por 10s correos, que
bajaban e9prestLrnent.e de las miuas, el incendio de nn ran-
cho, el robo de nn centenar de caballos, el asesinato de cier-
to nGrnero de arnericauos, todo enruelto e n circunstancias
tales, que era imposible dejar de conocer en esas fechorias la
mano de Joaqiuti.
   Esta habilldad para sustraerse a todas las persecuciones,
habia hecho pahar en vida a Joaqniu a1 estadr) de personaje
lejendario, i el it.teres que habia sabido inspirar el celebre
chileno 110 ha disminuido despnes. Per lo demws, se juzgar4
de toclos sus mkritos, leyerido las estrafias i terribles aventn-
ras que vamos a narrar. i c u p antencidad certifictrmoe.




                               I1
                    Jnventad de Joqniit
   Joaquin vi6 la luz en Santiago. S u f*milia, orijinaria de
la misma ciudad i mui honorable bajo todo sus aspectos, le
hizo educar convenientemente i tuvo excelentes maestros.
Dnrante toda PU juventud se hizo notar por las mas dnlces i
apacibles disposiciones; nada anunciaba, entdnces, el es-
piritu atrerido, indomable, que dospues le hizo tan c6lebre.
- 6 -
                                                               7
Todos 10s que le conocieron en 10s dias de su juventnd,
hablaban aun afectuosamente de esa bella natura!eza, tan no-
ble i tan jenerosa; i apenas han podido persnadirse despnes,
que el sangninario bandido californino, de qnien vamos a
contar la hiatoria, fnese el mismo Varieta que habian CO-
nocido.
   En 1845, Joaqnin tenia 15 afios; era grande, de una figu-
ra agradabte, bien formado i, ademas de todo esto, con espf-
ritu dispuesto a avetituras.
   Hsbiendo mnerto sn padre en e s h fecha, se traslad6 a
caw de un antiguo amigo de su familia, el seiior Estudillo, i
este bueri hombre le hizo objeto de una acojida excelente.
% h ipronto su protector obtuvo para 41 una plaza de oficial
en nna de Ias compafiiws del rejimiento que servia de escolta
a1 Presidente Bdnes. Esta pouicion, relativamen te mediocre,
debia, segun se le hizo entender, conducirio ri 10s mas altos
empleos de Gobivrno; este era un peldafio de la escala.
   Biiines se habia mostrado siempre mui aficionado a la
eqnitttcion Joaquin, a quien 6 3 s hazafias le habian hecho c6-
lebre en 10s campos vecinos, en donde mas de una vez se
habia divertido en domar 10s mas sltivos potros, vi6 e n esta
pasion del primer Ilsjistrado de Chils nn medio de hacerse
conocer de dl i de asegnrarse su bnetia voluntad.
   Sus esprianzlts ambiciosas no se realizaron, sin embargo,
tan rapidamente como 61 lo deseaba.
   Se vi6 obligado a rebajttr nn poco sus pretenciones en pre-
sencia de la envidia i de 10s celvs de sus camaradas. Eutre
10s tiltimos, uno llamado Cumplido, se qnejaba a cada papo
de 10s aires damasiaclo aristocrdticos que tomaba .Toaqnin*
Este, sin embargo, no se did por entendido de las miradas
desdeaopas con que se le trataba, i se eeforzaba en prescindir
de ellas ocnpdndose esclusivamente de su asnnto. Pero no era
ssto lo que queria. Cninplido. La ocasion que buscaba no tar-
d6 en presentarse
   Habiendo sonreido nn dit1 de la manera de montar a caba-
110 del j6ven Jtraquin, se signi6 nna qnerella. Se desafiaron i,
escojido el clia de la lucha, se trataba de saber endl de 10s dos
adversarios era mejor jinete.
   Llegado el dia, todos 10s compafieros de cuartel i la servi-
dumbre del Presidente se reunieron con la esperanza secreta
-7-
d e asistir a la derrota i a la completa hamillacion del envi
&ado Joaquin.
    Los dos campeones comenzaron. por correr la cancha, ha-
ciendo movimientos sin importancia,’ejecutados como jugan-
do; por fin, se lkg6 el salto final, que era el que debia decidir
i cuestion Jobre el merit0 de 10s dos oficiales rivales.
 s
   Se trataba de sdvar, sin que ni 10s cascos del caballo la
tocasen, nna murallti de adobe de cinco piCs de altura i tres
de espesor. Un espacio de cien metros se habia dejado libre
para que 10s dos adversarios pudieran tomar vnelo.
   Cnmplido se lanz6 primero; salv6 felizmente el mnro, i
tecibi6 de sus camaradas 18s felicitaciones mas entusiastas.
   P a Joaquin estabtt a cincnenta pi& de la mnralla, no qui-
s o emprender la carrera desde mas ICjns. tenia la rienda suel-
ta, i de repente clavd ]as espuelas a1 caballo i pes6 por sobre
el obstficnlo. Per0 miCntras estaba en el aire, ajit6 un pa-
liuelo blanco, clavado en una baqneta, alguo soldado de mm-
ligno espfritu, dr snerte que el caballo volvi6 la cabeza i por
aato alcanz6 a rozw con 10s cascos parte del adobe.
   Todos 10s concurrentes se echwon a reir a la vista del in-
cidente que habia sobrevenido a Jortqnin. Uno solo, nn j6ven
oficial Garcia, a qnien en 10s primerov tiempos de FU serricio
Ie habia ocurrido una cosa semejante, no tom6 parte en las
clemostraciones de 10s enemigos de Joaquin. Indignado de la
condacta vergonzosa de Cumplido, se lanzd eobre el, es;ada
en mano, i s DO haber sido por Joaquin, qne con rgpido mo-
vimiento detuvo el brazo ?a levantado, el infame habria pa-
gado con su vida el acto de traicion.
   Joaquin declar6 qne no permitiria que se derramase una
gota de sangre por 61. Despnes, con una sonrisa de desprecio
para su adversario, subi6 kjilmente a caballo, saIt6 de un gol-
po i sin tomar vnelo el mnro de adobe, i sali6 del circuito.
   Poco tiempo despnes dej6 la ciudad i parti6 a1 campo, de-
terminado a dejar a un lado todos sus deseos ambiciosos i
vivir feliz i tranquil0 en 10s lugares encantadores en que habia
pasado su juventnd.
   Con tocio, a1 poco tiempo se fastidi6 de esta rida pacifica.
i 41, qne tenia nn animo inquieto por naturaleza i amigo de
aventuras, determind partir para Sat, Francisco de Calitornia
e11busca de sn hermano Carlos, que habia concurrido all$
con la abundante emigracion chi!ena de 10s aiios 46 i 47,
 Cuando Zonquin se determitio a hacer este viaje. comenzatba
el aiio 48. Carlos habia obtenido en el pais del or0 una con-
 cesion de cuatro leguas de terreno. qne le hizo nno de aqne-
110s jenerosov gobernadores que tan frecuentemente se en-
contraban en ayilella epoca.
   Prescindiremos de 10s epieodios de la larga travesia de
Joaquin. E n las tempestades como en todo3 10s otros jdne-
ros de riesgos que hai en el mar, era el priaero en arrostrar
el peligro; durante el buen tiempo, arnenizabtt el viaje cos-
teando con su bello espiritu i felices ocurrencim la diversion
de toda la cempaiiiia.
    Lleg6 a California, per0 no &in ha5er desembarcado antes
en nn prqueiio puerto de la Sonora, en donde existia una
familis, ptra quieti lleveba cartas de recomcndacion. Alii co-
nocib, en el sriio de aqnel hogar, a nna hermosa niiia meji-
c a m , llamada CQrmela F4lix. Escusado es decir que el
ardiente corazon de Joaquin no permaneci6 insensible en
prebenvia de aqnella beldad, qne tan ben6volamente le aco-
jia. Carmela, pur su parte, no disimulaba la impresion que
le hacia estej6ven estranjero de veinte afios, de Bnimo tan
esforzndo. El carhcter emprendedor, 18andacia del que per-
sigue la furtuna, la t6 con que el aventurero acomete sus
propcjsitos, sin saber lo que ha de ocurrir el ditt d e mafiana.
aquel despreridimiento herdic0 con que el hombre se pre-
seuta aislaclo en medio del muntio, todo esto ha ejercido
siempre un misterioso imperio en el a l n a delicada de una
mujer.
   d q n i es oportuno hacer el retrato de estos dos fantdfiticos
serea. Joaquin, que en BU patria se habia cefiido a1 cinto una
espada i cargaba en e1 brazo un brillante galon, no tuvo in-
conreniente para disfrazarse, a1 salir de s i i pais, con el traje
popular. Este que llevado por jente ordinaria carece quizas
de todo atractivo, en la persona de nuestro jrntil viajero
aparecia con toda la gracia i toda la elegancia de un tl tarfo
de escena. Vestia u n pantalon charolado en In parte inferior
i sovtenido por una faja brillante de seda encarnada de la
China. En la cintura habia sustituido a1 acero militar una
fina IBmina del mrsmo metal, ocnlta en una magnifica vaina
(le cuero. Esfa es la arma favoric,a de 10s chilenos; se llama
cuchillo, i no es menos terrible qne el revfflver o ciialqnier
otro instrumento de fuego. E n vez de Casaca Ileraba ese CO-
nocido traje de toda la dm6rica espafiola, qne se llama pon-
cho. Este ronsiate en una tela de lana de vicuiia o de gna-
nttco, de dos Faras cuadradas, poco mas o m h o s , adornada
con vistosas frarijas de rarios colores, que, abierta por la
parte crntral, da paso a la cabeza-i cae elegmtemente sobre
!os hombros.
    Rste traje tiene la veutaja de dejar el brazo desembaraza-
 do para cnrtlqnier rnovimiento i de conservar siempre fresco
 a1 individuo La camiea, en Joaqnin sobre todo, era blanca
oomo un ampo de uieve, i atado a1 cue110 llevaba iiu aiicho i
 fino pafiuelo de seda lacre, cuyas pnntas le caian graciosa-
 mente sobre la espalda. Su eomhrero era construiao con la
 delicada pita que crece en las mbjenes del Guayae. Este era,
 sobre todo, su tesoro i acostumbraba mostrarlo siempre como
 una maravilltt del prte. Efectivamente, su tejido era tipenas
 perceptible, i el color de ia paja era can albo eomo eu misma
 camisa.
     Todo esto, rennido en perfecta armonia sobre la jenfil figu-
 ra de Joaqniii, hacia un hermosieimo efecto. El organism0
 de nuestro j6ven aparecia a la simple vista dispuesto para
 la mas admirable ajilidad. Estrecha su cintura i su muwu1a-
  tura fnerte i abultada. Sns miembros parecian detltinndos a
  la lucha.
     T7amos a su rostro. Bajo n n s frente anchrt i dekpejada.
  selncim 1111 par de ojos negros, sornbreRdos por unas pohla-
  da8 cejas. Su nariz agnileiia i agnda, manife-taba la erierjia
  de su alma. Habia installtes de pasion en que sue rentani-
  lIas se ensanehaban i se traspareiitaba e n ellas el fuego qne
  ardis en su interior. Su boca era mas bier1 grande que pe-
  queiia, i al -epitrar siis delgados l a t h , dejabx r e r dos 61as
  d e dientes fortisirnos, a CUJ-origor nads se htibia resictido.
  Sombreaba su car& una espesa barba negrrt como el szaba-
  che, que. merced a EO jurentnd, no habia llegado m n a1 fi1-
  timo grado de sn desarrollo. S u color, sin ser complrtamente
  blanco, no era tsmpoco sospechoso. La tinte de su fisonc~mia
  era mas bien la del hijo del desierto. S n mano era vigorosa-
  mente formada, i las venas las surcaban en todas direcciones
- 10 -
en cordones Pbnltados. Indudablemente habia sido hecha
para posarse aobre la empudadrira de una arma. Aquel hom-
bre, montado en cdlera, debia ser terrible. Era propiamente
m a de aquellas naturslezas destinadas a lo grtbnde, qne en
la senda del bien esttbba llamado a ser hgroe, i en la del crf-
men un bandido temible, sanguinario i atroz. S h embargo,
era susceptible, de sentimientos tiernos, i de nadie pudo de-
cirse mttjor que de 61: le Lion amoream.
   Carmela, por su parte, era una delicada criatnra. Su sim-
pdtica debilidad aparrcia mas encantadora a1 lado de la alti-
va presencia d e su huhsped.
   Pdlida como la^ hijae de 10s tr6picos, resplandecia an sus
ojos negros el brillo del sol de sn cielo. Sus redosos i ondea-
dos cabellos caian profusamente sobre EU frente i su torneado
cnello. Sn traje era modesto i como qe acostnmbra en su pais.
Llevaba un lijero FaEuelo de lino, doblado en singulo, tercia-
do sobre su hermoso seno.
   Eunca faltaban fragantes i frescas florcs que se veian mas
vivas sobre el Bbrtno de EU cabeza. Era Brta nna n i h mima-
da. Unica hijn, era el orgnllo i lfts delicias de sus padres.
   Joaquin i Carmela eran dos seres que se compldtaban.
   La delicadeza de la una iba a moderar 10s impetns del otro,
i la enerjia del estranjero parecia ectar destinada a servir de
proteccion a la tierna i delicada mejicana.
   Fama dejaron lcs chilenos, que risitaron aqnellas comar-
cas por esos tiempos, de osados en todo je'nero de asuntos.
Fuertes en el cocubate, constantes en el trabwjo, temerarios
en las esploraciones, no eran menos decididov cnando ee
trataba de amor. XO andame por las ramas, decian ellos, i
se dirijian inmediatamente a grano de la cuestion. Joaquin
                               1
tenia todas las ventajas del cariicter nacional; asi es que, sin
mas que una docena de miradas ardientce, hizo un dia a
Carmela, a la sombra de 1as jigantewas hojns de nn plkta-
no, la mas ferviente i la mas poe'tica de las declaraciones.
   La j6ven mejicana no se eorprendi6, Ella contaba con aque-
lla circunstancia, i se dceesperaba aguarddndola. Claro es
que por sn parte la acoji6 coma Joaquin lo merecia, i un
compromiso formal se sell6 alli con 10s mas locos i repeti-
dos juramentos. Se conrino en que Joaquin seguiria su mar-
cha en busca de su hermano, i que en seguida volviera a
F-

                                -   11   -
     oelebrar sus desposorios con la bellrt Carmela. Los padres de
     is filtima admitieron complacidos porque amaban a Joaquin,
     este srreglo tan secretamente 1levttdo.a cabo por ambos inte-
     resados.
        B m barcdse, piles, Joaqain, i 11eg6 felizmente a California;
     per0 alli no pudo ni encontrar ni adquirir noticias de su her-
     Igano. Volvi6se, pues, a Sonora inmediatamente, a donde lo
     llltmaba s u corazon, i no tard6 e n despoeRrse con su qnerida
     Carmela.
        Hacia un afio que eetaba casado, feliz en su patria adopti-
     va, cnando reclroi6 una carta de sn hermano, en que le
     rogaba que faera lo mas pronto posible a la mision de San
     Jos8.
         C&rlosagEegaba que se habia descnbierto grandes canti-
     dades de or0 en las montaiias, i que si queria hacer fortnna,
     era meuester que no perdiera su tiempo i que fuera a ganar
      un lugar.
         Joaquin hizo todos 10s preparativos necesarios para ese
      viaje; per0 asnntos de familia i la enfermedad del padre de su
      mujer, le hicieron retardar dies meses su partida.
         Ent6nces se puso en marcha acompafiado de su rnujer.
      Cnando lleg6 a San Francisco, Joaqiiin se asombr6 del carn-
      bio estraordinario que se habia operado en aquella cindad
      deede su auterior visita, i determind pasarse alli algunos
      dias, para ver como 10s americanos plisaban la vida.
         Dos dias dwpnes de sn llegada, patse&rtdoseen uno de esos
      ricos salones destinados a1jiiego que habia e n la plaza pfihli-
      ca, eucontr6 R su hermano. Este, drspnes de haberle abraza lo
      tiernamerite i httberse informado de la familia, le hizo saber
      que lo* americanos le habian arrebatado con falsos tftnlos la8
      cuatro leguas de terreno qne se le hnbitrn concedido, i qne 81
      se rnitrchaba en ese momento a las minas en bnsca de un
      testigo de que tenia necesidad, dvspiies de lo cut11 ambos se
      embarcltriaii para M6jico, a visitar la nueva familia de Joa-
      qnin, para seguir despnes a Chile, su querida patria, donde
      Citrlos tenia todos sus afectos.
         JIlaqnin espres6 ent6nces a su hermano el deseo qne tenia
      de acompaiiarlo a Ias mioaa. para ver c6mo i en que cantidrtd
      se recojia all5 el oro. CArlos consinti6, pero aconsej6 a su
      hermano que dejsse a su mujer en la mision de Dolores, a1
- 12   -
 cuidado de un antiguo Rmigo que tenia aIli i que se llamaba
 Manuel Sepfilveda.
    Joaquin signirj esta recomendacion, i a1 dia siguiente, BI i
 su hermano fueron a Sacramento, en donde compraron caba-
 110s para llegar a Hangtown.
    Alli encontrarou el testigo qne CBrloq necesitaba: era nn
jdven, orijinario de Calitornia, llamado Flores. Ebte llegaba
 de nn campo de mineros, un poco lejano, con el objeto de
 render or0 en poloo.
    Chrlos lo present6 a sn hermano, i despues entraron 105
 tres a nn cafd, de qne eran dueEos otros chi!enos, i se hicie-
 ron servir de comer.
    Xientras discutian el merit0 de las tortillas i de las viaii-
dss. i mientras conversaban del rob0 qne se habia hecho :I
 Czirlos, dos americanos, que desde la partida de San Fran-
cisco no h a b k cesado de seguir tt Joaqnin i a s n hermanr-,
entraron en la casa, se hicieron servir de beber e el mos-
                                                     I

trsdor, i despues de haber Ianzado hhcia 10s tres hombies
una mirada en ttpariencia indiferente, salieron sin decir pa-
 labra.
    Despues de la comida, Flores suplic6 a Joaquiu que le
prestase su mnla para dar una vuelta por el pneblo con
 Chrlos.
    Joaqnin, qne estaba un poco indispuesto pnr la f v t i p drl
viaje, se qurd6 en la casa. fumando un clprriIlo, pensanc!o
ora en R U patria lejana, Chile, ora en su patrid fidoptiva, 116-
jico, en donde se habian permitido los ytrnqnees tantas i tail
inmensas invasiones.
    E! habia wnocido a bastantes hijos de 10s Estados Unid~~::
 en 3l&,jico,i habia tarrido tambien J u p r de penrtrar el CR-
racter de 10s mejicanos, en cnyo fondo hahia mncho de im-
 b k i l i do cobarde. Aunqne lor yanqnees no le habian hecho
mni buena impresion, no podia menos de jrizgar superior a
ese pais de independencia.
    Compsraba la doblez de la miseria de 10s mrjiranos, con
la eneriia, actividad i bravura de 10s americanos, sobre todo
 por SI] imperecedero amor por Ia libertad. i a no haber sido
 por su pequeEa casa tan feliz, tan apasible, tan pintoresca,
ocolta en una de 10s ralles mas encantallores de ia Sonora.
habria abandonado para siempre su pais adoptivo i sn propia
- 13 -
easa, para ir a respirar la atmcjsfera de la fibertsd de que go-
za todo cindadano americano.
   De repento Joaqnin tu6 interrpmpido en PUS reflexioues
por loa gritos salvxjes de unos centenares de miiwros qge
recorrian las cdles, esclamando: ;que se les ahorque! iqne se
les ahorqnel iqne se les eche la cuerda a1 cuello! ique ee
lea jnzgne a esos chilenos del infierno, a esos mejicanos en-
diablados!...
   Joaquio se precipit6 hacia afuera, precisaniente a tiempo
para ver a su hermano i a F!ores ahorcados en la rama de nn
arbol.
   Habian sido acusados de un robo de caballos por 10s do9
americanos llegados de San Francisco, que decian ser pro-
pietarios de esos animales.
   Era tal el furor de las tnrbas escitarlas por 10s yanquees.
que las dos victimas 110 hxbian podido defenderse, i qu6 todos
sus esfuerzos para, hacerse oir i probar qne sns caballos eran
propiedad lejitirna, se habiari estrellado contra !OF* gritos i
mnrmullos sa!vajes de esa multittid ciega.
   Herido de espanto i de horror, Joaquin no pudo mas qne
echar n n a mirada sobre 10s cuerpos de C'drlos i s n compile-
ro, i sobre 10s grnpos de demonios que 10s rodeaban, para s e -
gurarse que esa escena era verdadera; por hltimo, se deshizo
en Idgrimas, i sin drjarse llevar a nns debilidad peligrosn i
con !a sed de venganza en el corazon. se preparo nua mula i
volviG a Sacramento.
   Alli tom6 un vapor de San Francisco. en el cual se rolvih
a la llision i lleq6 a casa de Septdveda, en doi~de    cornunid
a FU miijer el nsesinato de 8u hermano.
   La narracion de Joaquin hizo pnlpitar de horror el corazou
de la pobre Camela, pero con esa voz que el ardor del sen-
timiellto da a la mnjer, ella conjiir6 a su marido para qne no
persiguicse una rengatiza peligrosa para 61, sino qne, al coo-
trario, dejasc a la eoncieocia de 10s cnlpahles el cuidado de
castigarlos tarde o temprano. Ella le awgur6 que tados ICE
americanos no eran deprarados. ni tan sanguinarios como 103
asesinos de SR herpano ('drlos, i con toda la fuerza, de un cci-
razon que ama einceramente, le snplic6 no cediera a sus de-
signios criminales.
   SUE   IQgrimas i sne sfiplicas, S ~ palabras de amor i de
                                        E
- I4 -
consnelo, prodnjeron un cambio en las intenciones de Joa-
quin, i dispusieron el espiritu a1 olvido del mal que se le ha-
bia hecho.
   -Aei sea, dijo 61 levanthdose, todo ha pasado. Olvidemos
i seamos felices. Cuando haya recojido nn poco de or0 en
p01v0, nos volveremos a nnestro pais i no lo dejaremos mas.
   Alganos dias despues, Joaqnin, acompaiiado de sn mujer,
se fud a las minas situadas sobre las riberas del Estanislao, en
donde edific6 una peqneiia casa de madera, i comenzb a la-
var la tierra para recojer las particnlas auriferas.
   El psis estaba ent6nces ajitado por un gran nfimero de in-
dividuos sin f6 i sin lei, que enorgulleci6ndose con el nombre
de americanos, miraban de reojo a 10s mejicauos i a 10s chi-
lenos, no viendo en todos ellos mas que una raza conqni’stada
sin derechos ni pririlejios, buena solo para el servicio i la
esclavitud. No pndieron ni podian vencer el perjuicio del color
i la antipatia innata de la8 razas, dos principios siempre mui
violentos. mni amargos, mui actiroe sobre las jentes ignoran-
tas; en efecto, descartados estos principios, ten d6nde habrian
encontrado escusa a su opresion inhnmana?
   Una partida de esos frenbticos, que se atribnian el poder
brutal de hacerlo todo a SR antojo, se diriji6 a Joaquin i le
iust6 a que tomara el portante, por Ine estaban dispnestos a
no permitir que ningun hombre de su raza viniera a bnscar
or0 a esa rejion.
   Joaqnin, que sentia bnllir en sn pecho el valor de un he‘roe,
que tenia la conciencia de su buen derecho i que jam$s habia
acostnmbrado a cegar ni ante las fuerzas superiores ni ante
el nhrnero, se neg6 redondamente a dejar nn punto que le
daba derecho a esperar una fortuna.
   Corn0 todo corazon varonil i decidido, que Antes de ocuriir
a la violencia, pru6ba todos 10s medios de la moderacion i de
la justicia, el chileno no respondia a las injurias de 10s mise-
rableR americanos ma8 que con una sonrisa de desprecio,
mortificante para el amor propio de Ics yanquees.
   Hal ciertas calmas e impasibilidades que son tan subli-
mes i que valen tanto como el acto mas grandioso del he-
roismo. Cuando se siente circular enardecida la sangre por lm
venas, i cuando, a1 oir el insnlto mezquino de nn contrario
mengnado, se enrojese el rostro, mantenerse en 10s limites
- 15 -
de la moderacion solo p e d e ser la obra'de un espiritn mui
fuerte i capaz de dominarse 8 si mismo. Tal era el de Joa-
quin, que disimulabs sn emocion cdanclo 10s enfurecidos yan-
quees le imprecaban llam&ndo!o ladron, salvaje, araucano i
otras lindezas por el estilo.
   Por fin, viendo 10s agresores que el bravo chileno perma-
necia decidido a no cederles un palmo de terreno, i que, lbjos
de temblar a las amenazas, desa6aba 10s furores de loa que
lo acometian. determinaron reducirlo a viva fuerza.
   Ocho o diez de 10s mas audaces se avalanzsron ent6nces
b b i a 61, i pudo verse a Joaquin, como a1 protagonisfa de una
epopeya, esccdar en su pecho a su espoBa, desoudar sn agu-
do puflak, terciarse el poncho, i con rebia en el corazon, fue-
go en las pupilas i espuma en sus trdmulos Iabios, esperar,
en la actitud mas hermosa i brillante, e momento de la lucha..
                                         !
   No defiende el monarca de 10s animaler, no defiende el leon
de Sahara, con mas decision ni con mas arrogancia, sn gua-
rida i el objeto de sn amor, que lo que defendi6 Joaquin de
aquel rndo ataqne a su qnerida Carmela i a su hogar.
   d primer enviste, tres de sus villanos adversarios roda-
    l
ron q s u s pies, heridos por el pnfial chileno que, mztnejado
por la mano de su dueiio, jiraba por el aire como un rayo
certero i esterminador, Per0 sin un auxilio estrbordinario del
cielo, sin nn milagro asombroso, no podia un solo hombre,
p r grande qne fuera sn esfaerzo i por heroic0 qne fuera su
denuedo, conquistar la victoria sobre todo un ejbrcito. Lo
natural era que el combate de Joaqnin fuese una segunda
edicion de las Term6pilas. El debil tenia que sucumbir ante
1 fuerza i el nfimero.
 s
   E n golpe asestado con el estremo del rev6lvers en el cere-
bro, trajo a Joaquin al suelo, bafiado en sangre. Los verdn-
gos dieron por terminada la obra respecto a 41, juzg&ndolo
muerto, i no pensaron ya mas que en la desdichada Carmela.
   Esta simphtica i desgraciRda criatnra, presa del terror mas
indescriptible, habia segnido a1 Iado de su esposo todos 10s
movimientos de la acerba lncha. Cuando Joaquin c ~ y 6exha-
                                                          ,
16 un jemido penetrador, en que parecia decir bien claro que
desmperaba de su snerte.
   El Gnico defensor qne podia impedir a1 asesino que llegara
hasta ella, habia caido inanimado a sus pi&,
- 16 -
    Sin embargo, antes de resignarse a la infamia, sacando
coraje de sn misma debilidad, arrmcb el ensangrentado pnfial
de la yerta mano de Joaquin, i lo ttjitt en su propia drfensa
con sn desnudo i torireado brazo. Ante tan jeneroso rasgo,
no pudieron menos 10s pnkees de detenerse admirados. Una
mujer que se dispone a sucambir luchando en un combate
mas que desigual, infame, era para aquellas riles naturalezas
algo mni superior a lo mas alto qiie hahian Ilegado a concabir.
    Aprovechemos esta causa que impone el heroism0 a1 cri-
men para describir la trsijictt escena.
    Un ser delicado, con su cabellera flotante a1 viento. rasga-
do el traje i desnudo el brazo, tieup, con actitud enhrjica, un
pafial homedecido, fuertemente empuiiado en su diestra. De
s u rostro h I desaparecido pa la patidez del espanto, i la san-
ta c6lera del que defiende su honra i s u vida ilnmina su fiso-
iiornia como un fuego sagrado.
    A sns pi& estsi tendido inerte el cnerpo del que hasta ese
instante ha sostenido la lucha. del hombre a q u i a la heroi-
na ama, del amante i raliente Joaquin.
    A pocos pasos, 10s cadhveres de unov pocos miserables,
que, ahogados con s u pr3pia sangre, espiran maldiciendo de
Dios i de la hnmmidad.
    I al fcente veinte hombres. poco mas o m6noa, con sus re-
vblvers iivtos i que vacilitn en acometsr a una mujer, que su-
pjra con sa valor a1 ideal de I n m ts ardieilte fitutauia.
    AgregPd ahora la natnral mrlsricolia de la hora i del lu-
gar en que todo est0 acontecia. Era la oracion, la hora del
trepfiscnlo, el mornento en qne el dis ee deqpide del mundo
i las sombras comienzau a invad:r loa climpos. La moribnn-
de luz que se e3tinguia por iuhtmtes, arrojabd mas horror
sobre aquella triste escenz
    Por fiil, un yaukae, mis vi1 i p3or intencionado que todos
~ G S e a n s . esclamb: iCompab;ro.i, que no se dig&que nos
      d
h e m x dejado domrnar i reucer por la avilantez de una mu-
jerl El haber resistido, la corlvierte e n uu reo digno de la 61-
t i m i pena. Lw seres de su sexo no dehen dirijme a noqotros
sin0 por medio de s6piicae i de 18grimas. iEa, compafieros,
 demos cuenta de esta nueva Jnana de Arco!
    Acometihonla en a t e instante todos CGU grandes escla-
 rnaciones, tomando Iti delantera el provocador. En vano Car-
- 17 -
mela, rpocuro desacirse de 10s nervndos brazns de aquellos
timoos, i eu vairo reparti6 cortes a suq nu’merocos enemigos;
herida en la frente e inundado si1 bel10 rostro con su purpa-
rina sangre, desfalleci6 i cay6 moriljunda a1 lado de su ama-
do Joaquin.
   No satisfechos 10s yankees con el homicidio, quisieron niiir
la veryu-nza a1 martirio. Asi muri6 victima del mas espttn-
toso da 104 crimenes la bella i l heroic% Carmela.
                                 a
   Consumada la obra, 10s infames americmos se retiraron
del campo, :IO dejando en 41 mas que desolacion i mnerte.
   ;Rlaldicion a 10s monstrnos!

                              11
                               1

     Propbsito de Jsiiqiii~l.--Priocipio~(le   si1 Teuqanm

   Cuando Joaquin volvi6 a !a vida, record6 la terrible iucha
lmr qne habiii pasado, i a la vista del cadaver de si1 querida
esposs qne yacirt a sn lado, comprendi6 la desesperacion i sed
de verigxnza de qite estaba ajitado cu cnrazoii.
   Per0 al mismo tiempo que este Gltimo sentimiento lo tor-
turaba, 61 se sentia incapaz de snti*fdcerle; ebto habria sida
arriesgrtr a la vez su libertad i su rid+ i era U I I disparate
pelsar eii destruir por si solo a 10s feroces Lisebinos de su
mnjer i de SII hermano.
   Se resolvi6 a esperar i ii snfrir en sileucio, hasta que una
bnrria oraviori H presentase para cjecutar sii- pro!-rcsos.
                  e
   Coil este objeto se traslad6 en e! mes de Abril del aiio 50,
a condado de (Islaveras, i se deturo en Iwa minas l i a m d a s
 1
Xurphrys Diggins; pero Tiendo que no alcanzabd la realiza-
cion de s u a debeoe, abandon6 erte jknero de trtibajo i bm:6
la ftwtuna jiigarido a1 71zonte.
   El monte es nn juego miii comnn en Chiie, i en ese pais
es considerado por las jentes de mal vivir cum0 una de las
Iucrativw ocnpxciones.
   Dtiritute 10s primerns tiempon, la fortiina le sonrid, i pare-
cia haberse impuesto por tarea el probtrrle, con 10s mas dora-
dos tvores, sns bueuas intenciones para el porvenir , per0
mui pronto ella se deciar6 contra 61, brnsca i completamente,
-   18   -
i Joaquin se1:echd a rodar por 10s sombrioe abismos del
crimen.        g-;P
                 ; .: .
   t ' n dia que 61 Labia ido a visitar a nno de sns amigos, Ila-
mado Valenzuela, entr6 a Murpheys Diggins con uu caballo
que sn amigo le habia preehdo.
   De repente se encontrb rodeado por una tnrba furioea que
lo acusaba de robo; el caballo decian muchos qne habia sido
robado mnchas aemanad 6nteR.
   Joaquin les declar6 en d6nde i cdmo habia tomado en pr6s-
tamo el animal, tratando de convencerlos a1 mismo tiempo
de la honradez de Valeneuela. Per0 ellos no quisieron oir na-
da, se apoderaron del desgraciado jhven, lo ataron a un Arb01
i lo dzotaron vergonzosamente delante de todos.
   Despnes de lo cnal, hebihdose dirijido donde Valenznela,
colgaron a Bste sin dejarle ni el tiempo necesario para dar
BUS escusas.
   Esto fa8 bastante para provocar en el caracter de Joa-
quiu uno de esos cambios terriblee, tan implacables como re-
pentinus S u a1ma apasionada no reconoci6 limites; las ba-
rrems del houor perdieron todo au poder para su corazon ul-
cerado; hizo juramento de no vivir mas que para la vengrin-
za desde ese dia pars adelante, i de no dejar en su camino
un solo lngar sin regarlo con sangre.
   Poco tiempo despues del acontecimiento que acabamos d e
describir, en una hermosa tarde, nn americam segnia el ca-
mino de un sendero a poca distancia del pueblo.
    En el momento que descendfa de una colina que atrave-
saba el sendero, se encontr6 frente a frente a Joaquin; 10s
 ojos de 6st1ese iluminaron como 10s del tigre, bbrio de furor
i de eangre, todo eu cnerpo tembl6 como presa de nna ajita-
cion nerviosa.
   Durante un minuto, 10s dos hombres ee miraron con la
vista fija. Por bltimo, Joaquin se arrojcj contra 61, exhalando
 un grito espantoso, i le sepult6 el puiial en el pecho.
    -2QuB os he hecho yo? jPerdon! idispensadme!
    -2: th has perdonado, respondi6 Joaquin, cnando ayudae-
te a amarrarme i azotarme delante de toda nna turba; cuan-
 do, con la conciencia de vaestra fuerza i protejido por la brn-
 talidad de vuestros compatriotas, te apoderaste de un hombre
inocente, de un hombre como t6, creado por Dios con cora-
-13      .
zon i alma, de un hombre que por si solo tenia ma8 honor
qne todos 10s qne ayudaban a atormentarle LCuando te apo-
deraste de ese hombre que habeis agarroteado, que habeis
maltratado con golpes de lritigo, pe, os ocurri6 siquiera la
idea de perdonarlo? Ciiando vuestros compatriotas cotgaron
a mi hermnno del cuello como un perro, 210 perdonnsteitj?
Cuando asesinaron crnelmente a1 mas qnerido tesoro de mi
corazon, en mi presencia i casi 9. mi vista, i cnando su voz
anjelical, toda lIorosa, pedia perdon arrnjindose a vnestras
plantas, jatendiste, miserable, sue dplicas? iAh! con ese solo
recuerdo mi pecho se vnelve u n fiiego! agreg6 41 llev6,ndose
Itt mano a1 corazon, mientras qne con la otra dirijia contra
su victima otra nueva pniittlada.
    - Amsino, murmur6 el aiuericano levanttindose i apoyan-
dose sobre s n codo, implorando con bu mirada moribnnda a1
                                             ...
terrible Joaquin. iPerdon!... Oh .. perdon Per0 antes de
que 41 hubiera acebado, el acero hahia atravezado FU corazon
i 81 caia de ecpaldtt, no siendo mas qne un crtd4ver.
    El demonio de la venganza Re habia apoderado .le Joaquin,
que continnabit repitiendo wiis golpes, i no se detuvo httsta
que no vi6 el cadtiver hecho pedazos. por decirlo asi.
    - HB aqni, diJo 81, como mi tarea de matar hii comen-
zado!
    I sns dientes cerrados crujian convulsivamente, s u ciierpo
se ergnia, 811 mirada reaorria la inruensidad : zul qne se es-
tendia sobre su frente, su mano aangriente i crispada empu-
fiuba el puiial aun destilando la sangre de ltt victima.
    - H sqai, continu6, uuo de mi$ oferlsores trndido a mis
       A
pi&. Ahora qne les he en*r&do H. mi corazon i a mi mrtno
lo que han de hscer, no teudi-8, lo juro ni repouo rii paz
mientras no h a p esterminadl) hatbta el hltimo de estos ban-
didos: -1 tli, mi qnerida Carmela C I I espiritu espero vele
                                           ~
sobre mi para protejerme, t6 tamhien Reres vengada de una
manera terrible' Xi brazo se sirnte fiierte para la ttirea de
la dmtruccion; la sangre de 10s americanos correrd en ade-
lante en abundancia i turbulenla, como el agua de 10s torren-
h s de nnestras montaiias.
    A1 dia siguiente de esta siniestra jornada, el cadSver fud
encontrado por algnnos mine&, i aunque estaba horrible-
mente despedazado, lo reconocieron i vieron que era uno de
- so -
10s hombres que contriboperon mae poderosamente a hacer
Azotar a Joaquin.
   Un pwo despnes, habiendo renido un mkdico americano ii
10s alrededores del lugar en que se habia conkurnado el ase-
sinato. encontr6 a dos individuos a caballo qne descargaron
contra 81 sus rev6lvers.
   Gracias a la ajilidad de BUS piernas i a la designaldad del
terreno, t w o la fylicidad de escapar con nn agujero hecho
por una de lag bahs en el sombrero.
   Una pulgada mas absjo, i ya era un hombre muerto,
   Est0 motiv6 nn espanto, nna cor sternacinn jeneral entre
10s que habian dirijido el complot contra Joaquin, i desde
este mornento no $e atrevieron a pasar 10s limites de la ciu-
dad. Ap8nas se habian alejado fuern .de la vista del campo,
apCnas se aventuraban sobre el gran camino, una muerte
rnieteriosa i siiibitit 10s arrebataba.
   A cada instaitte R anunciaba por medio de informes, que
                        e
se habi:tn encont,rado cadkveres de americauos en 10s cami-
nos i en las colinas i siempre se coccluia por descubrir que
la victima pertenecia a uno de 10s grnpos qne se habian de-
clnrado contra Jtiailnin.
   Una cornisiori nombrada a prop6sito de estns asesinatos,
lo habian declariido friera de la lei, i su segnridtrd estaha en-
t6nces vincnlada a1 crimeu i a la continnacion de esa abomi-
nable carrertt de asesinatos.
    A3.f fu8 que se hizo baudido Antes de haber Ilegado a 10s 20
aiiios.
   Era de notoripdad jeneral en 1861 que una partida de sal-
teadorea devastabti a todo el pais, i ine eu jcfe no era otro
que Joaq iiin.
   Las caravanas eran sorprendidas en 10s caminos i obliga-
das a detenerhe i a elitregar lo que traian.
   Los que viajaban solos en esas rzjiones abandonadas i sal-
vaje, eran violentamente arrancailos de SUR sillas por medio
del lazo, i mnertos arrastrados p las piedras qne bordabari
                                     op
el cami!!o. LOQ    caballo.; eran robados en 10s misrnos ranchos,
a1 mismo tiempo qne todas las partidas del Esthdo se veiaii
hechas presas de tin pillaje qne no perdonaba nada.
   La intelijencia snperior i la instruceion de Joaqnin le habia
adquirido de todo punto el respeto de sus demas camaradaq.
-        -   ?.1__




                             - 21 -
    El hixo nu llamrtmiento a ese perjuicio innato contra 10.
Yankees, que ia9 desastroz-ts consehaencias de la guerra de
Jl6jtco no habian hecho mas que coilfirmar en el ehpiritu d6
10s mejicanos, i logr6 en I~OC'O fiempo reurtir en torno suyc
una banda poderosa de mejicanos i de chilenos, que :odiabac
tarnbien a 10s Yankees pnr la cnndncta qne ob*ervaban coi:
ellos, valikndose de si1 nbmern, en California. Erta bantia
aumeutaba cada dia, atrayendo jente coli las inauditas ham-
cas que coiieumala.
    Entre 10s que se juntarm coli 61, era ncttLble un j6vei:
llamado Rririaldo F6lis, hermailo de la mujer de Joaquin; lo
mismo que este 6ltimo, ardia en deseos de vcitger el ahesina-
to de su hermans en la sangre odiosa de 10s americatius. E!
jefe le hizo snbteniente, i se hizo notar mas de una vez a Id
cabez-i de m a compaiiia, a1 lado d e Jtiait Tresdodoe otro
bandido que se h;tbia alistado bajo el estnndarte de Joaquiri
por amnr a la sarigre.
    Fnria disfrazada d e hombre, e& Juan era couocido en
Ch le con el nombre de Manuel Garcia. ICn iina escarornuza
dirijidn contra una pertida de americano': a1 comenzar la9
aventnra.; de California, le habian c u r t d o dos dedw: h6 ayui
el orijen del sobrenombre con que se le conocia en t i d o el pais
del oro. E[ fid el que, en compaiiia de otro. sorprcndi6 en
 184s a do8 nmericmos en el camiuo entre Sonora i Bodega
10s despnj6 de R U S vestidoe, i cuando estuvieron desriudos, 10s
 tortnr6 hast8 que exhalaron el alum. lleiiaudolos de puiinla-
 dag, cortaodolee la lengna, arrmcaridoles 10s ojoq. arrqj8ndo-
 lo*, por f l r i , en medio de Ins llamas. eu doude se consiimieroii
 sus cerues piilpitantee.
    Citaremos ann entre ios satklites de Joaqnin. a Pedro Gw-
 ztClez, Luis Carrrra, Juan Cnrdozo i Joaquin 'alenzuels, to-
dos salientes i aetutos, dnros para la fattga i ardieiites PC 1s
venganza.
    GonzBlez, cnya priucipal cunlidad era ser periio en materia
 de caballos, pueeto que en Chile habia sido primer0 aman-
 sador de una de las haciendas vecinas n In capita!, es-
 taba eucargado de tener siempre provista de caballos fres-
 cos a la compafifa. Ademas, desempeiiaba el papel de espfa.
 i a c u a l p i e r parGe que se trasladara la partida, 61 le Fro-
- 22 -
porcionaba datos exactos sobre la situacion del pais i de SUB
alrededores.
   E n cuanto a Valenznela, era hermano de aquel que habian
colgado el mismo dia que azotaron a Joaquin, i hsbia servi-
do mucho tiempo con Querra en su patria, en el eikrcito del
Sur, destinado a tener a raya a 10s indios arancanos.
   La tropa de Joaquin no se componia ent6nces de m h o s
de 45 hombres, i le llegaban a cada instante nuevns compa-
iirros de la Baja California, de la Sonora i aun del mismo
San Francisco.
   A la cabeza de esta poderosa reunion de jentes arrqjadas,
Joaqnin, en el curso del aiio 51, desvast6 e1 Estado sin que
las numerosas personas con las yne tenia buenas relaciones,
puliiesen dudar, vihdolo tan frecuentemente en BUS pueblos,
que este hombre tnviese parte algnna e n 10s asnntos Ban-
grientos que no cesaban de annnciarse i que ilenaban de te-
rror a todo el pais.
   Permanecia muchas veces semanas enteras en el mismo
punto, ocupandn su tiempo en jugar i sin que nadie pudiera
sn poner ni soipechar sn carhcter verdadero.
   Durante el verano de 1851, mientras fiabitaba un punto
retirado del pueblo de San Jo?& fue' detenido una noche por
haberse mezclado en una pendencia nocturna en medio de
UQ fandango.
   El majistrsdo delante del cual fu6 condncido lo conden6 a
doce pesos de multa.
   Cuando se le dej6 en libertad, snplic6 a1 Sheriff Clark,
que estaba encargado cie la vijilancia, que lo acompaiiase
haGta sn casa, en donde le daria el precio de la multa i algn-
na cosa mas por la molestia que se tomaba en segnirlo.
   Marcharon juctos, converpandn alegremente en el camioo;
despues, habiendo llegado a1 borde de un barranco, uac6 Joa-
quin de repente un p u h l , declar6 a Clark que no lo habia
llevado ahi sino para matarlo, qna era el gran asesino de :a
California, i Antes que el otro pndiera sacar su rev6lvers. le
sepnlt6 sn lhmina de acero en el corazon.
   Mr. Clark se habia hechv odioso a toda la partida por la
vijilancia severa que ejercia sobre la condncta de sus miem-
bros; mnchas veces habia tratado de detener a algnno de
- 23 -
ellos, i su jete se aprovechaba ahom de I? ocasion de deeem-
barazarse de 61.
   Algunos mews mas tarde, Joaquin E estableci6 cerca de
                                          e
una reunion de tiendas i de bnrrancag. conocida con e1 nom-
brr del campo de 10s Sonorienses i colocada a tres o cuatro
millas de ,1arysville.
   En poco tiempo no se hablaba-en todo el pais mas que de
asesinatos ten ditibdiicos como frecnentes.
   Del 7 a1 12 de Xoviembre de 1851 no hnbo en nn pais que
ap4nas tiene 12 millas de estension, menos de once personas
aeesinadas por esta tropa
   Alganos ciudadanos de Marysville se conmovieron; se or-
ganizd inmediatamente una compaiifa para perseguir i entre-
gar a la justkia a 10s antores de tanta efusion de sangre.
   Despues de unos cuantos dias de investigacion, se encon-
traron Run, a poca distancia de Houmt-Grech, seis caddveres
i todos tenian seiiales de haber sido t,horcados por msdio
del Inzo.
   Habiendo recorrido todo el condado de Yubauin ein en-
contrar rastros de 10s aseainos, la pequefia compadia entrd
a Jlarysviile i se licenci6 a si misma, no sin lrtmentar de que
au C H Z ~hubiese resaltado infructnosa.
   AI dia siguiente se sup0 que muchos individuos habian
sido muertox i despojados cerca de VidewelLs Bar, i la cons-
ternacion st, hizo jeneral.
   El temor estaba en todos 10s corazones i nadie se atrevia
a vittjar en 10s grandes caminos.
   Por 6ltimo, las sospechas se dirijian sobre el campo de 10s
Sonorienses. esclusivamente formados por chilenos i mejica-
nos, en dond-, habia uti gran nfimero i porcion de caballos de
precio, magnificos trajes, numerosas alhajjss i or0 en abun-
dancia, sin que por eso ee viera trabajar mucho a SUB habi-
tantes.
   El Sheriff de Yuba, JIr. Bachanan, se pus0 en camino mLa
noche, a la Inz de una clarisima lnna en compefiia de 'i'ke
Bumen, a fin de reconocer la piaza i arrestar a trea hombres
sospectasos, qne se sabia salian a rondar por 10s alrededores.
   E n el momento en que pasaban por una palizada, cuatro
hombres, hablando espafiol, 10s atacaron por d e t r b , i el
Sheriff fn8 herido grayemente por una bala de rer61~ers    que
le atraves6 el cnerpo.
   Lus aqresores se retiraron inmediatamente, i Bnchanhn
fne cotiducido a Jiarybville por sn compafiero; esturo rilgun
tiempo en mncho peligro, i acab6 por restablecerse completa-
mente,
   Despnes de este acontecimiento, 10s bandidos prolongwon
lo mdnos posible su permanencia en la vecindad de Ilarys-
ville.
   Se retiraron a1 lado occidental del monte Sharta i se en-
Cerrttron durante muchos meses en su firme i salvaje altitud,
no deycendiendo a IRS   ciudadea siuo en raras ocasiones i so-
hmente pap" numentar sus provisioties de caballos.
   En esa rejion aislada, por donde no pasaban mas que
pocos mitierox, se encontraron solo unos cuantos esqneletos
 biancoi que pertenecerian, sin duda. a algunos seres huma-
 nos. Los uno8 no llevaban traza de la especie de muerte qne
 habian recihido; per0 las osamentas de 10s otros, perforadas
d e parte a parte, dejaban adirinsr perfectamente cnha
 secreta i repentina habia sido la obra de las balas del rev&
 vers.




   E:i lw primeros dias de primavera del aiio 52, Jnaquini
siis partidsri descendieron l e $u': montitfias. arrennclo 3 3 ca-
                                                               ~
Sitllos robmioi diirante el -invierno. Los cundujeron, no pn-
drerdo riajnr ~ H que de noche, a1 traves de 1% parts meri-
                      S
diolix, del Estado. a la proviicia de Sonora.
   De vurltn. a[ cabo de unas pocas semanss, esteblecieron el
cuartel jeiieral en nn magtiifico pais, lleno de ricos pastos i
conwido con el uombre de Arroyo Cantowa; era un vslle de
siete u octio millas cnadrada9, bien regado i defendido todo
alrededor por una cadena de montadas, que no tenia otra
entrada que un evtrecho pasaje, en donde la mas pequefia tro-
m podia detener fuerzss colosales.
   E-ttt campiEa fdrtil i rica est& situada entre 10s distritos
- 25    -
de Tejon i de Pacheco, a1 Este de la grau cadenrt i a1 Oesk
del l ~ a o Fnlare. Eriteramente ncuitz detras c!e esas rudas
            de
         D
montanas, forma tin retiro tanto' mas seguro CUT-'l u o mas
                                                        cl
distarite est6 de todo l u g x habitado. Alli abundan el mn, e:
antilope, el bisoute, todo jPnero de are# i una mulcitud de-
animtiles de especies mas peqneiias, destinatlok tocioe % servir
de aliment0 a1 hombre. Bdjo este aspectn, el cuaitel jeneral
no podia corresponder mejor a1 objeto qne habia moticado la
elec cion.
     Alli fii6, bajo el mRgnifico follaje de iin grnpo de enciuaf
siempre verdzs, donde f i ~ 6 jefe s n residencia.
                                el
     Mas de una vez, en medio del dia, se le vi6 arrojado sobre
la grama, de qne la natnlaleza habia adornado aqiiel nue'vo
e d h ; IL su ltido estnba recliuada una bella i dulce mnjer. que
habia conquistado en su ultima visita a Sonora.
     Clarina. este era el nombre de la encaritadora criatnra, era
hijsde debastian Balero, graiide de Espafia, que despueq de
 haberse empobrecido por s n excesiva I~rdigaltdwd. se habia
retirtldo a JlPjico con el mddico resto de su fortnna i hahitx
comprado un peqneiio espacio de terreno cerca del ranchc
 qne habitaba Joaquin.-
     La primera vez que estc Gltimo N encontr6 en presencia
                                           e
de Clarina, ztunqne ells no contbba mas qne cdtorce afios i el
 39, ella no pudu m h o s de admirm las formas graciosos i la
encantadora figura del j&en, miCntras qne el viror con qne
manejttba el eurcel quo montaba en sus escur,iones d o la ma-
fiana, i su espresion franca i vtironil la entnsia~rnahari,    de
snerte qne catla vez qne el se volvirt hacia ella. ella dejaba
caer sobre 61 una de esas miradas de amur p r o , de relijiosa
adoracion. Per0 10s grandes ojos nepos de Joaqiiin no re$-
pondian mas qne con una mirada de iudiferencia i un tanto
burloria. El tirite vivo de sus mejillas teuian nu orljen mu-
cho menos romariesco que la cfitis rosada que aniruaba la
fignra de la j6ven. El cortizon de la tierna n i b hahia latidr
r n H R de una vaz mieutras leia la historia de esow gAlantes ea-
balleros de 10s antignos tiernpos; i su excelente aya no habia
hecho mas que alentar esta inclioacion a la poesis, hacidndola
aprender de memoria algunas de las baladas i de las l e y e n h
favoritas de la vieja Espa&a,est8 entre otrrts:
- 26 -
          Las cnerdas recorriendo del bandolin vibrante,
       De j6bilo radiante se acerca el trorador
       Cantando: ahli sefiora, de Palestina vuelvo
       I veDgo a vuestras plantas a deponer mi amor.)
  I esta otra:
                    ERpiando 10s caballeros
                 Est$ la iiifia jentil,
                 Por saber que dicen de ella
         -       Los que conversan alli.

   Cuando ella asistia todas las mafianas a la partida de Joa-
quin i de sus jbvenes camaradas, nada era mas sericillo para
Clarina que irnajinlirse que era una tropa de caballeros que
partia para la guerra; pero a la vuelta, a pesar del aspect0 de
10s caballos, que caracoleaban i -se rncabritaban lo mas boni-
tamente del muodo, le habria sido imposible decir qne victo-
rias traia i qrie despojos au caballero favorito. Ent6nces EU
corazon se dejsba invadir por el pesar i la malancolia; HUS la-
grimqs, semejantes a 16s perlss, venian a oscnrecer por algu-
nos instantes el brillo diamantino de SUB bellos ojos, hasta
que se cleslizaban por sus largas, sedosas i espesas pestaflas, i
entdnces las rosas que csian de su mano se abrictn i recojian
el llanto de sus pies, como gotas de rocio caidas del cielo.
   Algan tiempo despues; cnando Joaquin diRpuso delar el
lngar de su descanso, cuando di6 sus adioses a todos sus pa-
rientes i amigos, Clarina. con el corazon entristecido por el
pesar, pus0 en el dedo del j6ven un peqnefio anillo de oro, i
se retirb precipitadamente a su cuarto para buscar consuelo
en las ldgrimas i en la oracion.
   N o hai nada de imposible, pensaba ella; bien pnede ser
que este anillo tenga algun poder desconocido i pneda ser-
Firle estraordinarinmente en la hora del peligro!
   Joaquin dej6 escapzlr una sonriea ir6nica; per0 desde en-
t6nces jam& solt6 el pretendido talisman, hasta la hora fa-
tal que precedi6 a su muerte.
   Una sola vez dej6 de colccarlo en su dedo; ese fuC el dia
en que se vi6 t a n ignominiosamente azotado en el campo de
llurpheye.
El anillo se habira quedado olvidado en el cnarto de Joa-
quin, en medio de nnas alhajas encerradas en una cartera,
Desde ent6nces Joaqnin, obedecipdo, a pesar snyo, a una
idea superticiosa, no pudo dtjar de creer que la peqneiia
alhaja tenia, en efecto, el poder de preservarle de 10s peligros
qce le amenazaban.
   Quando el j6ven volvib a1 pais, Cfarina observ6 que el ta-
lisman estaba siempre en su dedo. Ella no vacil6 desde en-
t6nces en creerse amada por Joaquin, i poco tiempo despues
ella le confes6 el estado de BU ccirazon. Durante su perma-
nencia en California, Joaqnin habia tenido a1 corriente a la
rnadre de su mujer de todo lo qne le habia pasado.
   Clarina sabia. pues, qne su mujer habia muerto. i que el
mismo se habia hecho nn celebre bandido. A pesar de 10s in-
formes que no cesaban de estigmatizar sn criminal carrera,
C'arina lo amaba aun con toda esa ternura apdcionada que
es el secret0 de lap j6venes mrjicaues.
   Joaquin se content6 con admirar desde luepo esa encanta-
dora iuocencia con qne la tierna niiia se et.forzabs en probarle
su afecto; pero, poco a poco, cedl6 a la iuflnencia rn&jica de
sus beilox n , j m Por fin, se arroj6 a 10s pies de Claririri 151 mis-
mn, i lleg6 hasta jursrle qoe ku primer amor no habia sido
otra costtque una fantasia de la jnventud, i que por la pri-
mera vez se sentia fascinado por el encanto de una pasion tan
pura como violenta.
   Asi fuC cnmo se vi6 de nnevo en posesion de una amiga
fiel; asf es que cuando 10s dos j6veIjes se reclinaron fiobre ia
grama, a la sombra de las encinas del Arroyo Cantows. Fa se
habia. olvidado el nombre de la pobre Carmela, i la ternnra,
la fidelidad i abnegacion de aquella mhrtir habiau sido des-
terradas de la memoria de aqnel j6ven jefe.
   Despnes de algnnas semanas pasadas en el cuartel jeneral,
dividib su tropa, qne se componia de 78 hombres. en varias
compaiiias, cuyo mando dib a Talenznela, a Lais Guerra i a
Joan Tresdedos; despnes 10s envi6 o diferentes puntos, con
&den de emplear 6nicameute so tiempo en robar caballos i
mulas, siendo EU intento poner pronto en ejecncion un plan
que esijfa de mil qninientos a dos mil caballos.
   El mismo se pnso en camino en otra direccion, aeompaiia-
do de Reinaldo Felix, Jnan Cardozo i Pedro Gonzalez.
- 28 -
    Tres mnjeres chilenas, de aquellas amazonas atrevidas de
 que se cuentau numerosas historia4 i hazbnss, todas ellas de
 is estota de la sarjento Candelaria que acompaii6 a1 djQrcito
 espedicionario de Chile en el PerA, seguian dihfrazadas de
 hombres i bieu armadas, a aquella pequefiitt tropa; primer0
 iiabian sido qneridss de Joaquin, i d e s p e s mujeres de Gon-
 zaiez i de FClix. Todas modtaban admirablemente, per0 na-
 die. a no ser el jrfe, sabia la direccion en que marchaban.
    Llegtidos a 31t)ckelumen Hill, en el condado de Calaveras,
 ?e mezclaron con 10s me,jicanos que habitaban en ese pueblo
 i que totlos eran BUS amigos, i cnando visitaban 10s salones
 dejuego i recorrian las calles del pneblo; era imposible no
 tomarlos por mejicanos honrados, residentes en la rnisma
 oiadad. Era el mrs de Abril de 1852.
    llas mnjeres hnbian vuelto a tornar el tra,je de sn sexo, i
 tccto el murldo admiraba sn actitud rnodesta i su prudencia.
    Eri cuanto lo.: hombres, partian de tiernpo en tiempo,
 mon%IdCJsRobre G U S magnifico8 corceles, i recorrian nn espa-
 eio de miichw millas antes de venir clandeatinamente a1 lo-
 qar de PII retiro, en donde 10s esperaban siis Beles comprtiie-
 i-os. Joaqiiin tenia todo el eeterior de un elegtinte i feliz ja-
 Tador, con cugo papel, en sus escursiones nocturnas, se per-
 mitia sostener utm conrersacion con cnalquicr persona con
 toda seguridad.
    Duriute rste tiempo, fas otras partidas seguian con ardor
 en sns direcciones respectivas en cumplimie-#tod e sn mision,
 i Joaquin snbia por 10.c diarios que la mayor parte de 10s ran-
 chos de la Brt-jja California habian sido casi c7mpletamente
 despjados por Ins ladrones de cttballos; 10s papeles ptiblicos
 no ceeaban de pedir, con este motivo el mayor castigo para
 !os mai hechores.
    En 10s diversos asesinatos o robos en que habia tomado
 parte personalmente, habia aparecido siempre bajo dietintos
 didraces; asi es qiie nnncR era mas deaconocido qne cuando
 se mostraha bajo sn verdadera fisonomia; i de hecho, nn hom-
 Sre q:ie lo hubiera encontrado en e1 camino real, no hubiera
 yodido conocerlo en medio de la ciadad.
    Frecuentemente le acontecia mezclarse en un qrupo guar-
,dttndo el inc6,onito. i escuchar conversaciones mui animadas
 gn que es trataba de 41; rei%ent6nces en BUS barbas oyendo
- 29 -
las suposiciones que se haciau de su +la,. de su manera de
obrar i de sus iotenciones.
   Despnes de haber estado escondidp todo el tiempo que qui-
10 en I?lokelnmen Hill, se prepar6 a partir. Era el primer0
de Mayo: a media noche, ensillados 10s caballos, vestidas las
mnjeres con s n s trajes de hombres, tQdas IRS cows en estado
para su viaje, Jortqnin recorri6 las cal1e.s; por Tisitar, como
era su costumbre, las casas de juego o tabernas, dos especies
de eatablecirnientos qve ocupaban el primer rango en las cin-
dades, pueblos ialdeas de la California.
   Estaba arrimado a una mesa de monte, en dmde tenia des-
cuidaditmente derramada una pequriia canticiad de plata. a
fin de matar el tiempo, cuando de repeiite toda sn atencion se
lrvant6 de lrts cartas i fud atraida h$cia otro lado: acababa
de oir pronnnciar distintamente ru iiombre, precisamente a1
frente del punto don& estaba sentado.
   Su mirada se detnoo sobre cnatro o cinco americanos que
se ocupabitn acdoradamente, itunque en voz baja, de su per-
sona.
   UI!O ellos, un mozcl grande i robnsto que llevaba uu pu-
         de
iia1 i rev6lvers en su cintura, declar6 qne la lirtica cosa que
desetlba en el rnundo era encontrarse fre ite a fi ente cou Joa-
quin i qne, llegado el cltso, lo mataria con la misma pronti-
tud que si *e trtttaue de una serpiente.
   Concl yendo estas palabras, el audaz bnndido se laiiz6 so-
bre la mesa del monte, i a la vista de todog IOH   concarrentes,
sac6 de su cintura sn rev6lrers de seis tiros, i con el pecho
desnnrlo, sin mas defensa que el brazo doblado como escudo,
dirijici ebtas Palabras a la turba:
   -Yo soi Joaquin, si alguno de rosotros me qniere matar,
tie aqui el momento. Os desafio a que me dispareis:
   El rnosimiento del j6ren jefe habia sido tan inesperdo,
que todo el mundo fie ca116.
   Aprovechtiridoae de la consternacion i de la confusion je-
nerd, recoji6 de un golpe de mano 10s pliegues de 8u manta,
sali6 con In rapidez del ray0 i salt6 sobre sn csbttllo.
   Epe mornento de interralo habia bastado para qne 10sju-
pndores recobrasen el valor, i se r i d a Joaquin saludado en su
fuga p r nn hien nGmero de tiros de revdvers; per0 tuvo la
buena rentrira de escapar sin una sola herida. i la finica
- 30    -
contestacion que recibieron sus enemigos, en cambio de su
p6lvora perdida, fn8 nn g r i b de desaffo, hondo i prolougado
qne se abri6 paso entre el sileucio de la noche como el eco
de un trueno.
                               v
                    El capitan HwrS Love
   Ilegado a1 lngar de la reunion, a Arroyo Cantoma, Joa-
qnin encontrd de tres a cuatrocientos caballos reunidos para
sn partida: sus terrientes esteban acampados allf tambien
aguardaban nuevas 6rdenes. El jefe envi6 nna partida con la
comisioq de cotlducir Ius animales a la Souora, para mas se-
gnridad; a l misrno tiempo hizo remitir a uno de sus afiliadoe
secretos en aquella tierra la s u m a de 5.000 dolltlrs.
   H6cict e fiu del rues de Mayo, el tddio se apoder6 de 81; la
            !
inercia le roia. Volvi6 a seguir sns campanas en 10s caminos
reale~,  siempre acom,xaiizido de Gonzalez, FPlix i Cardozo, i
de treq miijeres jdvenes qne rumtadas sobre msgufficos ca-
ballos. furmhban el mils bello trio de caballeros qne hubierR
jam& imajiuado el cerebro de m a dama.
   Durante 10s diez primeros dias solo encontraron pobres via-
jeros que iban a pi8 a las mintis; la bolsa de Joaquin estaba
en mttido tan precario, que resoivi6 echarse sobre el primer
viajero qne le pareciera proristo de plata.
    i ese instante, nu j6ven llamado Allen Rundell aparecid
     h
conduciendo nn convoi de provisiones.
    Joaqnin dej6 R sus nmigos atras, se fu8 a1 galope en direc-
 cion a Rnndell i lleg6 h a s t a el supliciindole qne le prestara
lo q:ie pudiese llevar en plata consigo.
    Erigaiiado, sin dud&,por la figura j6ven de sn interlocntor.
 el arriero Grey5 tener que haberaelas con un ladron de cami-
 nos que practicaba su oficio con toda amabilidad; le respon-
 di6 con una sonriva burlona e hizo tomar a 10s cahallos UIII
 paeo mxs rhpido.
    Joaquin march6 sobre 81, sacando solamente ent6nces sn
 revdvers, i le mand6 con un tono brutal que se detnviese.
    Rnndell comenz6 a temblar i a obedecer.
    --Con todo, le dijo Joaqnin con una voz un poco man dul
 ce, amigo, mi unico deseo es qne nsted me preste su plata,
- 31 -
porque, annque soi nn ladron, no me gusta privar de sns ga-
nancias a un trabajador emprendedor, i corn0 que me llamo
Joaquin, le devolverd todo lo qne me preste.
                                    .
   Raddell, en vez de responderle, hizo un movimiento re-
petrtino para sacar su revdvers.
   Joaqnin lo detnvo.
   -Veamos, le dijo, no hagas locnras! Yo no me encuentro
frecnentemente sin plats, i puedes contar sobre mi promesa.
No tengo ningno empefio en matitrte; pero si sacas t u arma,
me sere en Itl obligacion de hacerlo.
   Ruddell no hizo caso del aviso; pero sea por efecto del te-
mor, sea que el rev6lvers estuviera, enredado en el forro, no
pndo armarse inmediatamente.
   En este momento, Reinaldo FBlix lleg6 a galope a fin d e
advertir a R U jefe que se apurase, pnes venian dos jinetes bien
montados en aqnella direccion.
   Joaquin repnso el rev6lvers a la cintora, lanzando a1 mis-
mo tiernpo un jwamento, i sacsndo despues un gran pn-
iial, lo hundi6 en el pecho del arriero, arrancslndole de su
eilta.
   Este hombre tenia en su bolsillo 400 pesos.
   Joaqnin dej6 tendido el cadaver, se volvi6 a sns compase-
ros i signi6 la marcha.
   Apdnas hsbian pasado veinte minutos, cuando se presenta-
ron 10s dos jinetes de que Antes he hablado.
   --Ahora, di-jo Joaquin, vamos a ver lo que esos gallardos
tienen en R U bulaill~,i esta vez no se burlarsln de mf.
   Una lijera espoleada hizo salir el caballo a1 frentti de la
tropa. Con el rev6lvers apuntando hacia 10s recien lleg~dos
el j6veti caudillo les mand6 pararse. Los caballos, detenidos
violeiitamente, se encabritaron i uno de 10s jinetes esclam6
ridndose:
   --Hob, Joaquin, &conque no me conoces? GHas olvidado
a, Bill Miller?
   -Es cierto, dijo Joaquin con nns sonrisa; ahora me acuer-
do. KO podias andar mejor montado:
   --iOh, si, bastante bien! P a ves que he elejido estos ani-
males en el valle del Sacramento. Por ahora, 70 voi tras nna
espedicion de ganado a aqnel bello pais; estoi casi en seco i
necesito dinero lo mas pronto posible.
--4
                           - 32    -
   --iC:ierto, Bill? Pues bien! tli eres americano, p r o te has
conducido Biempre como amigo; si un centenar de pesos te
pueden serrir; ah5 tienes el dinero, es tnyo.
   --rJracias dijn Bill, tomnndo Ia snma; h4 aqui una verda-
dera fortnria! Ahora te dtjo, buena suarte, hasta otrlt vez.
   --Adios, amigo, dijo Joaquin, i bnena suerte a ti tnmbienr
   Loe dos grnpos se &jaron cada uno por bn lado.
   A1 mismo tiernpo que exto tenia lugar, un capitan Harry
Love tuvo Irt idea de urganizar, por SI miamo i bajo su res-
ponsabibilidad personal, una peqneiia banda, encargada de
dar c 12% a1 atrevido sxlteador.
   Desde su juveiitrld el cxpitan Love habia Reguido el oficin
de esplorador o cnlonn; eu esistencia se hsbin consiterado a
desafiar !as fatigns i 10s peligros. Habia preabdo grandes ser-
vicios dnrante ia guerra de Sfijico, llevando tlespachos entre
10s dirersos c n e r p s militares, i est0 a traves de Ins puntos
mas motltafiosos i mas peligrosos del pais enemipo. Utla Fan-
gre fria a toda prueba en la3 horas del peligro, una habilidad
especial en el n s o del puaal, del revdveru i del rifle. hacian
de 61 el hombre mas apropiado para medirse con un adver-
sari0 como J<vnqnin.
   Despnes drl aqewinato de Allen RnddeI1, el capitan Harrp
Lore ee lanz6 tras las huellas del brtndido, i le c.igni6 hasta
el rancho de Sari Ltlis de Gonzaga, que sabia era el refujio
ordinario de su tropa.
   Lleg6 alii de noche, e informadn por on espiit snyo de que
aquel aqnien bascaba ee encontraba a1 otro estremo del ran-
cho. se diriji6 d lugar, a la cabeza de sus hombres.
   Antes de llegar a la puerta, u n a mnjer que habitaba la
tienda vecina d16 In alarms, i mas r&pido que la palabra.
Joaquin, Felix, GonzBlez i Cardozo, cortaron la tela de sns
tiendas por la parte inferior i se escaparon merced a la os-
curidad.
   Cnando Harry Love entr6, se encontr6 en presencia de cua-
tro o ciuco mujereF, de las cuales tres eran las queridas de.
10s sslteadorex. Esto lo ignoraba el capitan, pues apoderitn-
dose de ellas, 10s habia obligado a volver.
                                      .
   Harry Love, llamndo por otras atenciones, no creyd pru-
dente seguir mae adelante la cam, i otrs vez mas 10s bandi-
dos ee escaparon.
--   33   --
   Despues de haberse abierto un pasaje a fraves de sn tien-
da, Qstos se habian dirijido en linea recta hdcia el lugar de-
nomidado Orris Timbers, a ocho millas mas o m h o s del
rancho; allf robaron como treinta ricos 'caballos, IlevBndolos a
]as montafias vecinas.
   La noche siguiente, volvieron ellos donde sus compafieras;
dstas tomaron apresnradamente su, traje de hombre i Be lan-
zaron a galope a 10s montes; hicieron alto en la montafia,
despues toda la banda se diriji6 por 10s IIanos de Tulare a
10s Anjeles, arreando 10s animales robados. 8 1 llegar 81 pais
de 10s indios tejones, acamparon a la ribera de un pequefio
arroyo, que dista como cinco millas de la tolderia principsl.
    Todo parecis indicar que nada habia que temcr de parta de
estos iiidios iuofensivos. Determinaroa asi poner de nn lado
llts armas, reposar i divertirse durante algunos dias.
    Sin embargo. nn indio se pus0 a rondar pnr el campsmen-
to del caudillo chileno, observd sa elegante equipaje, SUB jo-
y ~ ,10s caballos precioeos que pastaban en la vecindad. i co-
       ,
rrio a la capital a dar parte al viejo cacique Sapatara de 10
que habia descnbierto.                               -
    Escitado por la codicia, este filtimo vi6 en ello nn favor
del Gran Espiritn, que enviaba tantas riquezns a su territo-
rio para beneficio de su tribu, i determiud apoderaree de
ellas.
    Una tarde en que lfnrieta, Gonzlllez i F6lis, distantes de
creerse en peligro, reposaban tranquilamente R la snmbra de
las encinas con sus amadas mejicrtnae, i miCotras que Cardo-
20, miiellemente recostado sobre la yerba, vijiiaba e n t r e ojos
a 10s caballos que pastaban alrededor, ee vieron de repente
acometidos i abrnmtldos por nn nGmero formidable de indioa
quienes lo ataron con correas de cnero.
    Los inctios estaban encantndos del rQpido t5xito de R U em-
presa; pues si realmente B hubieran encontrado con le me-
                           e
nor repistencia, si hnbiexm visto Facar u n so10 pnfia! o red!-
vers, habrian haido de alli con la rapidez del ciervo.
    Condncidoe a la capital de la tribu, 10s prisioneros fueron
deqojados de SRR alhajas i de sns vestidos, i solo se les per-
mitid, para cubrir su modestia: e! tomar algunos trnpos es-
parcidos por el suelo.
    J MURIETA
     .                                                     2
'
                                                                    1
                           - 34 -
   Dejaron en manos de sns ladrones 4,O?O pesos or0 i mas
e 2,000 pesos en alhajas, sin contsr todavia el peligro que
c
!
cwrian, a cada instante, de ser asesinadns.
   Ocho largos dias 10s tuvo prisioneros el viejo cacique, ma-
chacandose la cnbeza para descubrir sobre si 10s haria fusi-
lar, ahorcar, ahogar o quemar; a1 fin, creyendo qne cstaban
bastante castigados por la temeridad de haber entrado en su
territorio, el viejo Sapatara les diriji6 un largodiscurso, Robre
la enormidad i n6mero de crimenes que debian haber cometi-
do para poseer una cantidad tan grande de or0 i de alhajas,i
en segoida 10s hizo evcoltar a 10s limites de sns ektados por
un destacamento de indios armados de 10s puBales i rev6lvers
robados a 10s chilenos, 10s cuales hubieron de retirarse como
veucidos.

                               V1

                 Nnerte del bandido Gonzilez

   Joaquin soportd sn cautividad con la mas perfecta resig-
nation. X o habia podido mdnos de reirse de su ridicula PO-
sicion, i se asombraba de que 10s indios tejones, tan poco ra-
lientes por caturaleza, hubieseu tenido el coraje snficiente
pnra llertlr a cabo una victoria tan mda.
   De4pues de dos dias de camino, Irt peqneiia tropa lleg6 a la
entrada del paso del Tejon, situado a Jgunas millas del ran-
cho de San Francisco; alli tnvieron la felicidad de encontrar
a uno de 10s SUJ-os, llamado Mountain Jim, quien, despuss de
la narracioo que le hicieron ellos de su aventura, volvi6 in-
mediatamente a1 rancho, i trajo t d o s 10s vestidos que nece-
sitaban. i tambien les proporcion6 tres caballos. Uno de estos,
magnifico animal completamente negro, con riendas i cabe-
zadas espl&didas, bordadas de bruaida plata, fu6 presentado
a1 jefe con nn rer6Iveru de Colt i un puiial.
   Joaquin, fujitivo i sin defensa, se encontr6 asi en poco tiem-
po vestido, calzado con faertes botas granaderas i bien arma-
do; en una palabra, se encontr6 trasformado en poderoso i
elegante bandido, merced a 10s recursos de aqnella sociedad,
formads, i dirijida por sn jenio organizador.
- 35 -
   Una vez todo arreglado, Joaquin, FClix i GonzAlez monta-
ron a caballo, tomaron a !a pupa. a sns queridas i se lanza-
ron a1 gslope en direccion a San Gabriel.
   Cardozo s e p i a a pi&.
   Llegaron alli a una hora mai avanaada de la noche.
   HabiBndose dirijido al lngitr de sus reuniones ordinarias,
es decir, a una casa aislada. 10s bandidos se encontrnron re-
pentinamente con Gnerra, Valenzuela i eus partidae.
   Vueltos de la Sonora h t e s de lo qiie esperaban, i no ha-
biendo encontrado a sn jefe en Arroyo Cantoma, tktns habian
preferido lanzarse a una espedicion de salteos Antes que que-
dame sumidos en la inaction.
   Ta lievaban cometidas muchas depredaciones por 10s al-
rededores de San Gabriel; pero se habian visto perseguidos
por el jeneral Bean, que hacia todos 10s esfuerzos posihles por
tomarlos, i en muchas ocasiones se habian risto obligados a
buscar su *alvacion en la fuga.
   - Es menester que ese hombre perezca, dijo Joaqnin. Se
nos ha hecho peligroso, i tenemos que desembarazarnos de ti’!
Antes de abandonar el campn.
   Una aprobacion unhnime acojid estas palabras.
   Despue8 recay6 la conversacion sobre el viaje por la Sono-
ra. Los bandidos comunicaron a su jefe que 10s caballos
habian sido puestoq en seguridad 0n el rancho indicado
por 81.
   La partida se encontraba abundantemente provista de
municiones de boca, de mantas, de licores i cigsrros, i por
cocsigaiente resolvi6 pasarse en el campamento dos o tres se-
manas.
   Durante este tiempo, Gonzdlez i Cardozo habian sido en-
viados por su jefe, en cornision privada, a1 rancho de San
Bnenaventura. Ya se sabe que alli se refujiaba Joaquin cnan-
do lo juzgaba necewrio.
   Algunos dim despaes, el capitan Harry Love, qne ent6n-
ces era diputado Sheriff del condado de 10s Anjeles, a1 cnal
conocia perronalmente Gonzdlez, divis6 a 4ste con Cardozo
en 10s limites de San Bnenaventura, e inmediatamente resol-
vi6 hacer lo posible por prenderlos i entregarlos a la jus-
ticia.
   Dtspues de ha.berlos asechedo con paciencia, 10s vi6 entrar
- 36 -
  en un peqneiio bodegon, situado en un camino atravesado
  que desemboca en la montada.
     El capitan se ocultG tras de un pefiasco, i esper6 qne rol-
  viesen a aparecer.
     T'einte minntos habian trascurrido, cuando Harrj-, hallan-
. do un poco larga la permanencia de 10s bandidos, salib d e
  su escondite i SL'diriji6 a la choza.
     En el momento en qne se dirijia hdcia ella, ~ a l i 6Cardozo,
  pero soio, i se diriji6 h6cia la montafia.
     Harry Love R lanzn sobre 81.
                    e
     Pero el atrevido salteador se escurri6 de sus manos i tom6
  las de Villsdiego con la veiocidad de n n gamo,
     Dos batas lo siguieron; la una le roz6 el crBneo l$eramente
  i la otrn pulveriz6 el estremo de una roca tras de la cual de-
  saparecid el bandido.
     E l capitau, que no deseaba sobre todo la captnra de Car-
  dozo, diriji6 ent6nces toda su atencion hacia GonzLlez, a
  qaien tenia por un bellaco consumado. AI entrar a1 bodegon
  ernpufiatido el revblvers i temiendo una furiosa i ssngrientta
  resistencia, se asombr6 de hallar a1 bandido completamente
  Bbrio, lo que le permiti6 desarmarlo con euma facilidad.
  Media hora despnes, Ambos caracoleaban en cornpailia por el
  camino que condncz a la crtbecera del coudado de 10s Anjeles.
     Cardozo 10s vi6 desde 1djo3. Inmediatamente ocurri6 a no-
  tificar a su jefe aquel arresto.
      Este, acompaiiado de AIountain Jim i de la partida de
  Valenzuela. march6 a todit prisa con la intencion de rodear
  a Love i de salvar a sn bravo compaiiero.
      Corriendo toda I noche, solo a1 venir el dia divisaron a1
                       s
  prisionero i a su cuitodia.
      GonzBlez felicit6 el socorro que Ilegaba, ajitando su pa-
  iinelo en el aire.
      Love, por su parte, comprendi6 el peligro inminente que
  habia para 81 en viajar solo con tan riesgoso companero; asi
  e8 que coando vi6 que lhmabs por medio de seBales, apunM
  sn revblvers i sepnlt6 una bala en el corazon del preso.
      Vna mirada que di6 haciia atras le permiti6 ver, entre nn
  torbellino de polvo, a unp. partida de jinetes que llegaba con
  la rapidez del viento: 41 c l a d las eppnelas a eu caballo i se
  alej6 a media riends.
-   37   -
   Algunos minutos despues, 10s bandidos &e detenian en el
punto en que habia caido Gonziilez; a l a vista del cadfLver del
compafiero, un grito nnBnime de rabia i de veuganza atron6
ios aires.
   Nada qnedaba que hacer; se abandon6 el cnerpo, i se vol-
rieron a Ssn Gabriel, en donde Joaqoin sup0 que Juan Tres-
dedos i su destacatnento se hausban en 10s Anjeles, i sup0
tambien que el capitan Wilson, diputado Sheriff'del condado
4 e Santa Bhrbara, habian visitado a Ssn Gabriel, la vispera
por la tarde, con. el obdeto de investigdr el paradero del jefe
supremo de 10s bandidos, que habia jurado capturar mnerto
o vivo.
   Necesitando verse con Juan Tresdedos, Joaqnin llev6 con-
sigo dos hombres de 10s mas firmes de su partida i baj6 a
10s Anjeles, en donde encontr6 B su teniente. Est8 le comnni-
46 que habia incendiado a diez millas de San Gabziel, una
easa cuyos habitantes todos fueron asesinados, uno tras otro,
e n el momento en que salian escapando de Ins llamas.
   Joaquin permanecit varios dim en 10s Anjeles en sn retiro
de costumbre.
   Una tarde en que habia salido parasaber lo que ocnrria,
aupo qne el cspitan ViIson habia ido a1 primer caf6 de la
villa, i que proclsmaba de voz en cnello su resolucion de
poner fin en poco tiempo a la carrera criminel del j6ven
-
iefe.
   A la noche siguiente, hub0 una disputa a1 frente del hotel,
i el bajo pueblo form6 nn circulo en aqnel lugar para asistir
a una lucha R muerte trabada entre do3 mineros indios.
   Como todos 10- demas, tambien Wilson se diriji6 ai punto
para ver mas de cerca a Io que juzgaba un pasatiempo.
   De repente un actiro i encolerizado jinete, montado como
no se pnede estarlo mejor, se detuvo a un lado i le miinnurd
e n el oido:
   -;Po soi Joaquin!
   El capitan, sorprendido, levant6 la cabeza; pen, apenas
habia hecho este movimiento, cuando una bala le atraves6 el
CR-~CO lo llev6 ioerte a1 suelo.
       i
   Despues, i lanzando a1 aire sn grito de costumbre, clavd
las espuelas a nu caballo el audaz bandido, i desapareci6
como por ensalmo.
- 38 -
   La querella de 10s dos indios era un artificio inventado por
Juan ‘l‘resdedos para sacar a Wilson del hotel, i proporcionar
a Joaquin una ocasion para desembaraearse de 61.
   Despnes de una cortisima conferencia con sus tenientes, el
j6ven capitan mend6 a Calenzuela i su partida con Mountah
Jim i Cardozo a1 condadn de San Diego. Tenian 6rden de
rennir todos 10s caballos que pudiesen encontrar i de condn-
cirlas a1 cuartel jeneral de Arroyo Cantoma.
   Durante ese tiempo, Joaqnia tuvo que volverse a San Gs-
briel con Juan Tresdedos i algnnos otros.
   AI cabo de nna semana, poco mas o m h o s , Lnis Guerra,
que estaba encargado de espiar 10s movimientos del jeneral
Bean, lo vi6 una tarde dejar su residencia de San Gabriel i
trasladarse a caballo a una propiedad particnlar que tenia a   .
algunas leguas de allf.
   Joaquin, Gnerra i Juan Trebdedos marcharon en persona
hhcia esos lados, i se emboscaron en el camino como a un&
milla de distttncia de la casa.
   Tan pronto como el jeneral Bean apareci6, salieron 10s ban-
didos de sn escondite i lo atacaron.
   A pemr de una brillante i vigorosa defensa, 10s bandidos,
mas fnertes que 61, hicieron infitil el empleo de las armas que
llevaba pars protejerse. Gnerra i Juan Tresdedos lo arranca-
ron de la silla, i Joaqnix, por dos veces consecutivas, lo invi-
t6 a ccmbatir, i solo despues que el jeneral hizo un amago
para disparar sobre Joaquin su revblvers, se decidi6 este a se-
pultarle por dos veces el pubal en el corazon, tendikndolo
muerto a sns pi&.
   Juan Tresdedos quiso satisfacer BUS instintos brutales, i
tom6 sn parte en el drama, descargando tres venes sn rev61-
vers sobre la cabeza del moribundo.
   Terminada esta terrible ejecucion, Joaquin r e d 6 su tro-
pa i aranzc5 hticia el norte e n el condado de Calaveras, sebn-
lavdo sn marcha con una larga serie de robos.
   A fines del mes de Agosto de 1852 lleg6 a 10s alrededoree
del pueblo de Jackson.
   Una tarde, pasehndose solo por 10s caminoe, encontr6 k
un j6ven llamado Jose Lake, que habia conocido Antes de
hacerse bandido. Habian trabajado jnntos en las miaas del
Estanislao, i habian vivido mucho tiempo en la intimidad.
- 39 -
    Despnes de nn salndo mui amistosb, Joaqnin roIri6 la
rienda, i durante algnnos minutos march6 silencioso a su
                        -
lado.
    Por go, palmetindole la espalda con dulzura a L~lke, di-
                                                          le
jo con voiconmovida:
    --Pep, t6 sabes lo que fui e11 otro tiempo i lo que poi
&ora; pero, lo juro en presencia del cielo, que son la injns-
ticia i la tiritnia la que me lian conducido ha-tlt aqui! T o no
exijo ahora qoe me ames o qne me estimes, pues tG eres un
mnchacho honrado; pero reclamo de tf nu favor, i es el de qne
 no me delates ante aquellos que ignoran mi nombre i el ca-
 rkcter que he adoptado.
    --Joaquin, respondi6 el otro, es verdad que en otro tiem-
 po estuvimos ligttdos por 10s rioculos de la mas estrecha
 amistad; se nos hsbria tomado por dos hermanos. Las mis-
 mas relaciones tendrismos ahora, si tG hubierw peraeversdo
 en el b u m camino; per0 hoi dia se ha interpuesto entre no-
 sotros el insmdable abismo del deshonor, i el lazo que nos
 nnia se ha roto para siempre.
     -Si, Pepe; lo que dices es la verdad, replic6 Joaquin, pe-
 ro, a pesssr de todo, no debrs delatarme. Annqup 10s norte-
 americanos Sean mis enemigos, yo te amo en obsequio del
  pasado, i aeria iina pena profunda para mi almn el tener que
 asesioarte, porque indudablemente esto sera lo qne yo haga
 si dices una sola palabra acerca del encuentro que has tenido
 esta noche conmigo.
     -Nada temas, le respndi6 Lake; no corres peligro al-
 guno.
     I despnes de un politico adios, ambos personajes se sepa-
  mron,
     Joaqnin tom6 un camino estraviado para ir a sn cuartel
 jeneral, i su antiguo camarada sigui6 por la senda que debia
 conducirio a 1 pequeiia aldea de Omitas, en donde habi-
                  s
  taba.
     A1 dia aiguientc, Lake crey6 de su deber advertir a sus
  conciudadanos del peligroso vecino qne tenian,, i cont6 mali-
  ciosamente a muchos americanos que habia visto a1 famoso
  jefe de 10s bandidos, hlorieta, i qne hasta lo habia hablado.
     A pocos pasos de distancia de Lake, estaba nn chiieno en-
  snelto en rin r i b , que parecia preocuparse imicamente del
- eo -
hnmo de su cigarro, i qne habiBndoIe pedido fnego, estendie
la mano a1 j6oen con esa gracia encantadom i particular a
10s indijenas de la America del Sur.
   Tres horas mas tarde, un caballero, cuya fisonomh estabe
cubierta por una espesa barba negra, se adelant6 lentamente
a un almacen, delante del cnal Lake se entretenia con SUB
amigos, i con el tono de la mas esquisita polftica, le suplicb
que se acercase.
   -dSabes quien soi, Pepe? le pregunt6 el estraiio,
   -jAh! dijo Lake, retrocediendo uno o dos pasos. yo reco-
nozco tn voz;si tii eres...
   - Pes, s i r , yo soi Joaquin ... t d , tk me has truicionado
   I diciendo esto, Joaqnin le hendi6 el crane0 con una bala
de revdlvers.
   Merced a la asombrosa velocidad de su caballo, el asesino
escap6 en salvo de una descarga jenerd partida de nn grnpce
vecino, i a1 cabo de algunos minutos pndo divisarsrle en la
alturrt de una colifia, scompaiiado de cuareiita 0 cincuenta
hombres, a la cabeza de 10s cnales se alejaba tranquilamente
a1 paso ordinario de sn caballo.


  Ynn atroz earniceria.-Vnelta a1 caiiipaniaito de Arro;ro
                         Cantowa
   Joaqnin, que eskba inquieto por saber la suerte que hn-
brim corrido Valenznels, Cardozo i Monntain J : m i el resnl-
tad0 de su mision, se diriji6 con su tropa hdcia el punto de
rennion jeaeral.
   -41 dia siguiente, por I& tarde, acamparon en la falda de UD
cerro, i despues de haber encendido nna gran hnguera, CO-
menzaron a recobrar sns fuerzas comiendo sardinas i galle-
tas (cmckers), que llevaban siempre de provision. En medio
de la cena, Jaan Tresdedos llam6 l atencion de sus camarzt-
                                      a
das hdcia nn t h u e rayo de luz, que parecia salir a algnna
distancia, desde el fondo de una qnebrada.
   -Probablemente es el campo de algunos indios ociosos,
dijo Joaqnin, dejando cam una mirada indiferente sobre el
indicado lngar.
- a1 -
   E n seguida, volvi6ndose cariiiosamente hacia Juan Tsesde-
dos, agreg6 con una sonnsa.
   -Puesto que eres tfi el que Io has descubierto, Juan, i co-
m o probablemente ha de haber por all$ algo mas precioso
qne el or0 de 10s mineros, tb me vas a hacer el gusto de ade-
!antarte a esplorsr un poco.
   -De todo corazon, capitan mioi replic6 Juan, ponikndose
d e pi8 en el acto.
   I enjngdndose precipitadamente RU enorme boca con la
manga de la camisa, agreg6:
   --Yiempre estoi listo para esta clase dc empresas.
   -Est& bien, le dijo Joaqnin; pero Antes conclnye de cenar
tranqnilamente.
   -Le juro qne no acabo i qne me diri-io all6 sobre la mar-
eha; no hai peligro de que se incomoden las sardinas, ellas
me sabran esperar.
   I Juan Tresdedos, despues de haber metido en su cintura
su pufial i su revblver, se fu6 directrrmente i a paso largo a1
objeto de sa miuion.
   -Juan es nn bravo compafiero, observ6 FQiis,desgracia-
damente es mui aficionado a derramar Rangre.
    --;Oh! pero mncho m6nos que Pincheim, dijo Guerra, a
 qnien muchos de nosotros tuvimos qne combatir en Chile.
    -Nb, ciertameiite que n6, esclamaron a la vez una media
 docena de btrndidos.
    --Em si qne era un verdadero demonio! agreg6 Gnerra,
:Que monstruol Si lo habierais visto una noche que sorpren-
 did n n a comptlfiia de.. Pero no hablemos de eso!. . Mi Cora-
 zou v i d e sarrgre, i me sieato mal, a pesar mio, cuando re-
 cuerdo aqueilos bnenos tiempos.
    E n ese momento se vi6 venir a Juan Tresdedos, arreando
 a 8 verdaderos chinos, todos trbmulos.
    Cuando se vieron ante tantos hombres armados, cayeron
 de rodillas, i se pnsieroa a pedir perdon en el tono mas die-
 cordante.
    Sus 16gnbrea suplicas, 10s movimientos de sus ojos, SCLS 8s-
 traiios jestos, sns ridiculas actitndes, no hicieron mas que eg-
 aitar la hilaridad de toda la partida, que respondia a 10s ecoa
 doloridos de 10s hijos del Celeste ImperiQ con las mas formi-
 dabhe carcajadas.
- 42 -
   Juan orden6 a sus despciados prisioneros, por medio de
palabras i de signos entremszclados, que cambiasen de posi-
cion i qne se sentasen a1 borde de un peiiasco, a poca distan-
cia del fuego.
   Eeta &den fu8 ejecntada con la mas pronta obediencia:
despues de lo cnfil, Juan blandi6 su pndal sobre Ias frentes
de 10s chinos i les advirti6 qne si hacian un solo movimiento
les cortaba la cabeza.
   E n seguida se entreg6 de nuevo, con el mejor apetito, del
mundo, a devorar sardinas i a consumir galletas.
   -iHola: mi amigo Jnan, le pregunt6 Joaqnin, dqnd signifi-
ea esa sangre fresca que veo en la hoja de t u pniiiil?
   --;Ah! es que he tenido necesidad de matar a uno de esos
animales para rendir a 10s otros. Cuando ellos vieron a su
compafjero tendido en tierra, uno de ellos, mas razonable qne
10s demcis. R someti6 i me sigui6. haciendo otro tanto el res-
                 e
to de estu troya de carneros. Asi es como 10s he condncido
hasta aqui.
   - ahora que 10s tienes aqnf, dqu8 piensas hacer con ellos?
    1
le pregunt6 Antonio.
   -Trasqnilarlos como a carneros, contest6 Jnan.
   -Xejor seriu hacerlo todo de una vez, dijo FClix. iHClos
aqui medio muertos de miedo!
    -jAhi bien pneden ellos estar tranqnilos. replic.6 Juan,
 arrojando nna mirada de fiera sobre RUS prisioneros. Yo 10s
he traido aqui Dara divertir II la cnmpaiiia; pero es jueto que
acabe de c e n a r h t e s de comenzar el rspectriculo. Yo he adop-
 tado la maxima americana:--10s negocios a n f ~ Los pln-de
 ewes.
    AI cab0 de un cuarto de hora que emple6 Juan en comer i
10s otros en fnmar, aqu6l se dirijin hdcia 10s chinos, i despnes
de haber amarrado siete de ellos con RUS trenzas que parecen
colas, arraetr6 a1 octavo hdcia el fnego. *
   Los qne alli estaban tuvieron la precancion de hacerse a
 un Iado para darles lugar.
    - E s p h t e . e s p h t e , Jnan, grit6 Guerra. Espero que no
lo vayas a quemar. Solo nn estbmago lleno de sardinas po-
dria tener semejantes ideas.
   -X6, 10s he traido cerca del fuego para que podais ver
mejor la escena.
- 43 --
   Sacanda ent6nces nn pniial, el bandido lo sepult6 hasta el
pufio en el corazon del desgraciado chho, que temblaba de
espanto.
   El asesino retir6 su arma roja 'de sangre i levant6 sobre
3us brazos el cadhver de sn victima.
   Un chorro de sangre sali6 de la herida i apag6 el fuego.
   -Caramba! dijo uno de 10s hombres, me has salpicado
todo.
   -1 el fnego. dijo otro, ipara qn6 diablos lo fueron a
apsgar?
   A n a n , Fen para acd, le dijo Joaquin impacientemente.
De sobra hai con el espectaculo que acabas de dar. KOse
puede soportar una crueldad semejante. Despachalos de un
golpe donde eathn, i termiuemos de ana vez este asunto,
    EstA mui bien, capitan; como usted gaste. Yo creirr que la
compafiia necesitaba de distraccion; pero desde ahora me
guardark el placer solo para mi.
    Diciendo esto, arrastr6 el cadaver hhcia un ltldo i lo arroj6
a1 melo con descnido, se diriji6 a 10s otros prisioneros, i sin
escncbar sus clamores, RUY rnegos, sns S O ~ ~ O Z O Scomenz6,
                                                        ,
pero sin apresurarse, a desgollarlos i a pniialearlos unos tras
Qtro.
    Antes de la ejecucion de 10s tres primeros, las mujeres BB
habirrn cnbierto la cabeza con sas ritos, para no ser testigoa
de ese acto salvaje; temblaban de horror a la sola idea de en-
contrarse, a pesttr anyo, hechas c6mplicea del asevinato de
esos seres indafeosos i miserables.
    Clarina, que estaba seutada a1 lado del jefe, hrtbia oido 18
voz de desprtchar a 10s prisionerm; conmovida por*un verda-
dero sentimiento de cornpasion, trat6 de arrancar a su fatal
destino a 10s que Vivian ann.
    Sin descnbrir su fiaonomia, icclind la cabeza sobre I ea-
                                                            s
 palda de su amante, i le dijo con voz conmovida i temblo-
4osa :
    +Ah, Joaqninl dpor qn8 no impides eart terrible carnice-
 ria, esra inutil destrnccion de exijencias humsnas? Escucha
esos gritos desesperados, esas vanas rtiplicas! TG que lo pne-
des,p o detendds el brazo del asesino?
    -;Ail querida mia, no lo puedo. Garcia es violento, cruel;
3 1 por saciar su insaciable sed de sangre 88 ha juntado a
  00

                                                         .
- 44 -
nosotros; pero ea vtlliente i no conoce el peligro; seria untt
desgracia para mi perderlo.
   -dEnt6nces, e s t h irrevocablemente condenados? murmu-
r6 Clarints.
                                      ...
   --si, lo siento en el alma, escucha Solo se oyen ya dos
voces:. . P a no se oye mas que una!... HB aqui que pa se es-
tingue ... La triste necesidad se ha llenado, ya no sufrirtin
mas......
   --;Ah! Blurieta, dijo J u a n Tresdedos, volviendo a sentar-
se cerca del fikego; por todos 10s santos, esta si qne es una
verdadera noche para mi! jQuk deliciosos momeritos he pasa-
do con estos miserabIes! ;Oh! oi me han resistido siqniera:
Por San IIigneI, qn8 torrente de sangre!......
   4 la mafiana siguiente, a1 venir el dia, 10s bandidos se pn-
sieron en camino; a pesar de la trajedia de la nGche prece-
dente, todos tenian el corazon alegre i el espiritu contento,
acariciando la esperanza de una Iarga i tranquila permanen-
cia en el cnartel jeneral.
   Las mnjeres, sobre todo, sentian 10s benCficos efectos d e
me cambio de una noche de tinieblas i de horrores en un dia
eereno i reeplandeciente coli tcdas las bellezas de la natura-
leza. Era menester verlas palopar a1 lado de Joaquin i de
Felix, nn poco mas adelante la tropa, couversando de cosws
aleqres, propias para aiejar todo fastidio.
   De tiempo en tiempo, una carcajada clara i arjentina ha-
cia vibrar la sonora atmbsfera, i venin a agregar n n n u e m
encsnto a la fisonomia de las j6venes mujeres, cuyos ojos bri-
llabau COR ei mas vivo resplandor.
   Despnes de varias paradas sucesivas, la partida lleg6 a1 f i ~
del Arroyo CRntowib.
   Cud1 no fu6 la alegria del j6ven jefe a la vista de un es-
pectBculo admirable, qne heria desde lnego su vista a1 entrar
a1 inmenso valle! Hsbia ahi mas de mil caballos qne se apa-
centaban en las perbas de 10s campos, la crin flotante i ar-
diente las ternillas, describian cfrculos graciosc~s por el pla-
no. Despues la vista se detenia sobre nn gropo de tiendas
blancas como la nieve, levantadas sobre 10s troncoR macizoe
de las hayas siempre verdes, lo que probaba qne deapnes de
haber cumplido fielmente su mision, 10s bandidos habian ye-
nido a esperar nuevaB drdenes.
- 45    -
   Joaqnin exh~?4 grito S e n conocjdo i que debia annri-
                       sT:
ciar a 10s suyoa q u e era 61 el que Ilegaba, j todos se dirijieron
8 galope hacia la8 tiendas.
   Alii se desmmtaron inmediata'mente; lo rodearon Cardozo,
Valenznela iithgunos de la partida. Ifis demas habian salido
a cazar.
   Despues de m6tuos cumplimieritos, despues de felicitncio-
nes cambiadw For u n a i otra parte, deseneillaron 10s caballos
i 10s soltaron eon 10s otros; en cuanto a 10s jinetee, se ten-
dieron mw!lemente sobre el pasto, para gozar del descanao
que habian menester.
   Habian dormido cinco horas cuando !os despertaron para
cenar,
    Los cazdores habian vuelto, al mer e1 dia, COR 10s morra-
les Henos; se habia encendid? una gran fogata, i 9%se aspi-
ra.ba las deIiciosas emasaciones que exhalaba la liebre asada
5 la came deoso.
   Asaban perdices i pollos silrestres ensartado8 en varillae,
ditndoleu vuelta sobre 18s ilamas, en el rescoldo de Ia fogats.
habia ma.; ollm de barro lienas de ea%, cuyo esqnjsito aroma
incitaba a probarlo; un poco mas lPjos, habia uuas cien o mas
canastillas i n d h . co'gadas en las ramas de 10s drboles llenas
de darsznos i tortillas, o bien ostras conservadas o d m c n i
€rase08 d e frutas seeas o confitadae.
   A1 lado de cada nna de e s h s canasti?las estaba tambien
colgado nn morral, cajones i cigarros i muchas botellas,
cuyo vii:o brilIabit a traves del diftfano crista].
   El t o b l fijrluabib un banquete tan delicioso como abun-
dmte. que habria podido seducir a1 mas decidido disciynlo
de Epicuro.
   A una sefial dada pnr 10s cccineros. Ins bandidos se senta-
ron sctbre el pasto; cada c u d tom6 miento a1 frente de nnrt
de las canabtas, i SP pusieron a derorar, satiefaciendo lo mas
rApidamente sn apetito. -
   La cabecera estaba ocupada por Joaqnin i Clarina; a la de-
recha del jefe estaba sentndo Reinaljo FBlis i su encantado-
ra qnerida Jlargarita; a la izquierda, Juan Cardoza i la her-
mom Jlariqnita.
   Esta 6itima habia llevado For mucho tismpo el duelo de
8u primer amante, aquel GonzAlez que ejecut6 tan sumaria-
- 46 -
 mente el capitan Harry Love i habia tomado por sucesor a
Jnan Cardozo.
   A cada instante se escuchaba una pequefia risa alegre, que
respondia a las palabras de amor i a las galantes atenciones
de este nnevo adorador.
   Se acab6 de cenar, i la conversa’cion continnaba animtindo-
ae, cuando se dej6 oir el griLo de reconocimiento,
   Una compaiiia de veinte hombres se adelantaba a galope,
teniendo a la cabeza a Mountaiu Jim.
   Se dilat6 el clrcnlo; 10s cocineros se volvieron a poner a
I obra i 10s recien Ilegados cumenzaron a reskiblecerse, re-
 s
cibiendo ai mismo tiempo las felicitaciones de sus camara-
das. Los nuevos reclutas eran formados casi completammte
por chilenos, peruanos i sonorienses; habian sido reunidos
por un intimo amigo de ‘Joaquin, llamado Fernando Fuen-
tes, el cual 10s habia acompsaado a1 lagar de la reanion.   1




   Conducia como tributo de 8u bienvenida como sesenta i
cinco caballos, i Mountain Jim anunci6 a Joaqnin que dos-
cientos caballos mas, robados en e1,rancho de Sail Francieco,
!ea serian llevados a1 comenzar la semana siguiente.
   La conversacion, interrnmpida un instante, volvi6 a to-
mar su curso natural; 10s mas antigaos de la partida les hi-
cieron logar a 10s recien Ilepdos, i Dios sabe qn6 histo-
rias tan asombrosas, qu6 narraciones tan increibles 8e con.
taron en aquella nochel De cnando en cuando, m a de
aquellas muchachas j6venes cantaba nna deliciosa armonia,
baladas o leyendas, que hacian eoiiar con tiernas ilusionea
a esos bandidos de coraznn de fierro. De repente, la fiesta se
pertarb6 con una qnerella que snrjiri entre Joaquin, Juan
Tresdedos i Xoantain Jim. Como se va a ver, la cosa era
grave.
                            PIIT
   Una qnerella eutre Itls ban4idos.-tneros    asesinatos
   -Jam& habia dicho formalmente Juan Tresdedos, sufri-
r6 yo que esos malditos americanos pougsn el pi6 en el cnar-
tel jeneral, ni tolerare que ningano de ell- se inicie en 10s
secretos de esta tropa!
- a7 -
   Est&declaracion introdnjo nna qnerella entre Juan Tres-
dedos i Mountain Jim.
   Este filtimo, que era el finico que representaba en la par-
tida el elemento americano, le contest&de la Rigniente gracio-
sa manera: gk’atnkee de nacimiento, poi chileno de corazon. i
el interes que tengo en la segnridad de 18 lartida es tan sin-
cero como mi objeto; yo he entrad-o a la compaiiia finicamen-
te por simpatias i no por sPtisfttcer mis apetitos Pangninarios.2
   -Si dirije a m i esa indireeta, murmur6 inmediatttmente
Juan, el que acaba de hablar miente miserablemente i la de-
claro un cobarde.
   A1 mismo tiampo sac6 el bandido nn rev6lvers. A1 verle
jirar sns ojos dl: tigre i fruncir sus pobladas cejas; a1 per, SO-
bre todo, aqnella cara de demonio protejida por mirmbros de
jigante, el hombre mas valiente hHbria mirado dos vecee Bn-
tes de declararae su enemigo.
   AI oir la palabra cobarde, Jloiintain Jim sac6 tsmbien su
rev6lvers. Ibaya a disparar, cnando Joaquin se *levant6 de
repeote, i con la. coz mas respetable i el tono mas imperioso,
les mand6 que depusiesen sns armas I que pusieraii fin a su
querella.
   -Con todo mi corazon, dijo el montafies, obedezco espon-
thneamente la 6rdsu de nneatro jefe.
   --Un instante: mnrmur6 Jnan; asi no lo entiendo yo!. . .     .
   E n el instante mismo son6 un tiro, i nno de 10s iluevos
cdmpaiieros de la partida que estaba sentado jcnto a Noun-
tain J i m , cay5 de bruces a1 melo herido mortalmente.
    A la vista, de est0 se exhal6 un grito jeneral. AI golpe to&
la partida se pnso de pi4 i diriji6 sns rev6lvers sobre el asesi-
no; ya no esperaba mas qua la 6rden del jefe para disparar.
   -X6, dijo Joaqniu, estendiendo la mano, abajo todas lae
armas, todtts las armas!. . . .
   Habi6ndose ejecutado la 6rden a1 instante, todos 10s ojos
se volvieron hacia Juan qne de pi6 i con el rev6lvers en 1%
mano, mirando a1 jefe con un aira de estfipida iuditcrencia.
Joaquin sac6 entonces de sn forro u n revdlvers, cuyas chapas
de plata brillaban a1 resplendor de la hoguera como 01-0      bm-
nido, i dirijhdose h6cia J u a n Tresdedos:
-7
                          - 48 -
   --Juan, le dijo con FOZ eoI6rica i una mirada llena de rabia,
tu has desobedecido a tu jefe; no solo has cometido un acto
de rebelion abierta, sino que has asesinado a nno de tns corn-
paiieros. El qne has muerto no era el enemigo que tG que-
rim, sino un hombre que veias esta noche por la primera vez,
i con quieo no habias tenido hasta la fecha el menor alter-
cado. Juan, t u mereces la mnerte, i voi a probarte que no
tengo menos firme el pulso que tti'
    -Joaqnin, dijo Juan, arrojando a un lado su rev6lvers i
abriendo con sns dos manos la caihisa de.lana que cnbria su
                                   .
pecho; !-o no temo a la nner%. .pnedes disparar, estoi listo.
-Fnego!
   Acabando estas palabras, una pequega i encantsdora mano
se apor6 sobre la espalda del jefe i la dnlce voz de Clarina
mnrmnr6 a su oido:
    -Joaquin, perd6oalo!. . .te lo ruego.
   Nnrieta permaneci6 indeciso por algunos segnndos, i a1 fin,
 deponiendo sa rev6lvers, dijo:
    --Jiitln, yo no sabria matarb, eres demasiado valiente pa-
 ra morir mi; i annque tu coraje eatA unido a la barbsrie i a
 la crueldad mas brutal, te perdono, p o q u e tn natnraleza es
ad, i porqne no puedes enfrenar tus apetitos fercces.
                               .
    -Si, ei; cs su natnraleza . . perdon! perdon!. .griM a1 mis-
mo tiempo nn cierto nfimero de bsndidos, que lleitos de ad-
miracion por la inqwbrantable sangre fria de Juan, habian
olvidtLdo ya el crimen.
    Se alej6 el cadaver de la rictima, la paz fnd proclamada i
Ia fiesta comenz6 de nnevo mas entretenida i mas alegre que
nunca.
    Despues de una noche de placeres completamente cam-
  estre, Joaqnin despach6 a Antonio i n Guerra, a1 tJtimo a
ra cabeza de sn partida, a1 Estado de la Sonora, con mil qui-
nientos caballos. El mismo parti6 para San Luis, con Valen-
znelzt, Bbliz, Cardozo, Mountain Jim, Juan Tresdedos i 10s
tres sonorienses.
    A la macana sigaiente, viajando por la montaiia, a lo jar-
go de un sendero escarpado, apercibieron dos mineros frmce-
ses, qne se habian refujiado en una de las cavidadea de una
roca para almorzar sin aer incomodados por el sol de medio
dia.
- 49 -
    -Bueno seria, insinn6 Juan, sacando su pnnal, ver lo qne
lfrtien en plataestos companeros.        A.
    -Est& bien, pero acu6rdate de lo sncedido; no hai que de-
 rramar sangre!
    U n minuto de&pues, Juan ee hallaba delante de 10s dos
 hombres, i con una voz de trueno les orden6 vaciar sns bolsi-
 Ilos, bajo pena de per heohos pedazos. Los ojos inyectados
 del bandido, su actitud faroz, decian de sobra que su amenaza
 no eraen vano; tamhien 10s pobres franceses se apresuraron
a desatar sns bolsas de caero i a ofrxerlas a Juan, qui3 las
 vaci6; pero ap4nas habia contado, cuando desorientado por
 no encontrar mas que 40 pesos, se arroj6 sohre IOU mineros,
 10s degol16 i 108 dej6 baiiados e n su Pangre, .Joaquin, que se
 habia detenido a algana distancia, hrtbia visto toda la escena,
 pero se content6 con murmurar entre si i pssarlo por alto.
    A1 ponerse el sol. la pequeiia tropa llen6 a una egtrecha
 quebrada, a1 bode de la cual habia tres chinos, victimas sin
 duda del odio de 10s mineros americanos. A travesados de par-
 te parte a parte, dm de ellos estaban ya muertou, el tercero,
 aunque s n herida no era mortal, hubiera indudablemente su-
  cumbido en breves dias, pues estaba privado de toda asistencia
 zndriica. Viendo pasar a cabsllo la partidat.el pobre diabio
 levant6 la cabeza, i con un tono suplicante i u n a mirada dig-
 n a de compasion, se esforz6 en murmurar algunas palabrap
 que eqiiivalisn a nn ruego.
     -Es initti1 que nos detengamos, dijo Joaqnin, nada puede
 salvar ft este hombre del estado en que Be encuentra,
     E n momento deupneu, volrihndose, vi6 a Juan que inclina-
 do sobre el desgraciado chino, le clavsba bhbaramente 10s
 ojos con noa punta sacada de la misma eupuela del herido.
     -G~rcia! Garcia! grit6 Joaquin.
      Viendo qne sn jvfe lo miraba i adivinando su indignacion,
  Juan Tresdedos se apresurb a uacar RU pu8al i sepultarlo en
 el corazon de su victirna. Despues volviendo a montsr a ca-
  ballo, se fu6 a1 galctpe h b i a Joaquin.
     -Garcia, le dijo Bste, est0 ea mucha crueldad! este hombre
 habrira muertoen dos o tres dias a ma8 tardar.
     --E&    bien, dijo Jaan, limpiando en la crin de sa cabaIlo
- 50 -
BUpniial tenido en sangre; dque mal he hecho en matarlo?
Mi deseo era abreviar sn snfrimiento!
 --Linda modo de aliviar, tortnrando hasta la muerte!. . .
 -Ah! Jnan, no me digas una palabra m&s; t u corazon es
negro hasta lo profundo, como el de Satan&.
   Lltgado a la mision de San Luie, Joaqnin mand6 a Rei-
naldo FQlixa 10s Anjeles. i a Mountain Jim i Juan Tresdedos
(que parecian ?a 10s mejores amigos del mnndo) a Snn Die-
go, con 6rtlen (le ro'oar cuantos cttballos pudieran, i con en-
cargo de averiguar 10 qne se decia del aseeinato del capitan
Tilson i del jroeral Bean.
   Una semana habia pasndo ap4nas desde la partida de OF
tres cornpafieros, cnando lleg6 Juan Jrjas, otro miembro de
la partida, el cnal annnci6 que FClix habia sido ahorcado por
10s hatiitantes de 10s Anjeles. Jlie'iirras 41 descansaba en una
timhirimart, fu6 reconocido por nn americano, a quien habia
robado con otroe bandidoa cerca da Mockelume H111. Deteni-
do repentirramente, fu6 acnsado de coniplicidad en la muerte
del jetieral Bean, i antique no habia suficiente evidencia para
implicarle en este asnnto,' se d16 como prueba de culpabili-
dad, sn cslidad de ladron i de miembro de las partidas de
Joaquin. Xlguno< minutos bastarou para ponerle la cuerda
a1 cnello, i a p h a s b e d el crucifijo i baj6 el sacerdote, se iz6
la cnerda i el reo fui! ahorcado.
   Asi termind la vida de Reirialdo FBlix.
   Su querida, la j6t.en i linda Jlargarita, se neg6 a creer esta
terrible iroticia; pero Valenzneh, drspues de haberse trasla-
dado a 10s Anjeles, la confirm6 oficialmente. Inmediatamen-
te sacando de su cintillo un lindo pufialito que llevaba or-
dinariamente consigo, h t e s qne persona elguna se lo hubie-
ra podido impedir, se lo sepnlt6 en el seno, i murid pronun-
ciando el nombre de su amante.
   E-te desgraciado acontecimiento no sehabia olvidado aun,
cuacdo J u a n Tresdedos lleg6 a su vez trayendo la noticia de
la mnerte de Mountain Jim.
   Juan i su camarada habian entrgdo a una taberna, eituada
sobre el camino a algunas millas de San Diego. Iban a beber
uno o dos vaeos de mal licor, cuando una partida de ameri-
canos, desembocando repentinamente, se habia pnesto a con-
siderarlos con un aire de tal sospecha, que Juan habia creido
- 51 -
 prudente tomar aparte a su compaiiero i aconsejarle que se
 alejase lo mas pronto poGble.
     Jim, bajo la influencia del agua de’la vida que acababa de
 absorver, se habia echado a reir cbn. el consejo de Jaan, i 16-
j o s de hacer caso, se habia adeltlntado a1 mostrador para pe-
 dir otro vas0 de licor.
     Alganos momentos deupues, una naeva partida de ameri-
 canos llegd a aquei lugar.        *

     hp6nas la vi6 Juan Tresdedos, mont6 e hizo sefial a J i m
 para que lo siguiera. Jim solo conteet6 con an juramento de
 borracho i permaneci6 junto a1 mostrador. Los americanos
 sa lanzaron a la taherna, i sacando su revdlrers intimaron a
 >fountain J i m que se rindiese. Una lucha se signi6.
    Juan, perfe :trtmente a1 corriente de lo qae iba a pasar, i
 sabiendo demasiado bien que era i n ~ t i buscar querella con
                                             l
 fuerzas tan superiores, se content6 con mlrndar dos balas a1
 .media del grnpo, i perseguido por doj, se alej6 con la rapidee
 del viento. Loa americanos que se lanearon tras 41 que-
.daron atrtis, porque el animal que montaba Juan podia riva-
 lizar en valor i velocidad coti el famoso Buckfalo, i permitia
  hurlarse de todos 10s americanos del mnndo, i aea dicho en
 verdad, pillar a Juan era como intentar detener a una loco-
 motora lanzada a todo vapor.
     Macho mdnns trabitjo tuvieron vara apoderarse de Moun-
 tain Jim, que fu6 conducillo inmediatamente a San Diego, i
 colgado sin mas demcm que el tiempo estrictamente necesa-
 rio para hacer un nudo en el estremo de la currda.
    Un mes despues de estas desastrosas pQdidas, Joaquio, cu-
yos compdisros estaban reducidos a1 nhmero de cinco, con-
 tando Ias dos mnjerea; emprendi6 un viaje de placer a1 con-
 dhdo de Suolniiiine: s n hnico objeto era divertir a Clarina, B
qnien 18 muerte de Margarita, an amiga, habia sumerjido en
 una melancolia profunda.
    El vitlje fud mci aeradrtble, i a1 cabo de doa semanas lle-
 garon a la orilla del rio La Merced.
     Alli, sobre la orilla misma, a la sombra de un grupo de
 Qrboles viejos de abundante follaje, el jefe estableci6 su tien-
da, bien decidido a permanecer algun tiempo en aqnel tran-
qnilo lugar, en donde parecia que nada podria perturbar el
7
                           - 52    -
apetecido reposo. Ah! esa bella resolucion habia de ser mui
pronto i repentinamente destruida.
    A la manana siguiente, Joaquin fu8 despertado por Jnan
Tresdedos. Un grnpo compuesto de cuatro mineros, se ade-
lantabn a lo lttrgo de la ribera opuesta.
    -Si no no6 buscan a nosotros, dbjalos pasar, le dijo el           I



jefe
    I al mismo tiempo que hsblaba, dirijia una mirada a la ri-
berrt por 1 1 1 1 ~
                  iendija de su tienda.
    -Ah! per0 no; por todos 10s santos.. . dijo inmediatamente
 con una horribie espresion en la fisonomia. Pen, Juan. De
 pic Cardozo! Arribn Valeuznela! Segnidme.
    Despnes, sin escnchar 10s ruegos, sin prestar atencion A
 las 1Agrim:rs de las mujeres, tom6 su rev6lrers i se lanz6 fue-
 ra de Is tienda, segnido de sns compaiieros.
    LOR  viwjeros estaban y't a pocos metros de distancia, cami-
 neban con un paso tranqnilo, sin pensar en el menor peligro,
 cuando se dej6 oir nna cuadruple detonaciou, i tres de aque-
 110s mineros, condenados por Joaquin, cayeron muertos en
 medio del camino. El cuarto, Q U O solo habiarecibido una pe-
 qriena herjda, se volvi6 para ver con que enemigoa tenia que
 Inabdrselas.
    --Ah: candenado Yankee, grit6 el jefe, ;me reconoces aho-
 ra? Yo soi Joaquinl... _...
    I haciendo fuego tres veces segaidas, di6 un grito pro!on-
 gado de aleqria, viendo a1 americano caer mnerto a1 lado de
 sus cornpsiieros.
    --3 uan, dijo ent6nces Joaquin. mostrando B u s cadriveres,
 ahnra no solo te doi permiso, sino qne te ordeno sati$facer
 todos 10s eanguinarios instintos de tu naturaleza. Puede ser
 que algnno de esos hombres respire ann, yo te 10s en-
 trego.
    A las primeras palabras del jefe, pe lanzd hiicia allii J u a n
 Tresdedos. Ya estaba en medio del rio, con el agua hasta las
 espaldas i lnchando contra la corriente. En dos minntos 11eg6
 a la m8rLienopuesta, e inmediatamente se pus0 a la obra.
     Con cnbrita alegritt observo el iufernal bandido que doa de
 aqnellos infelices respiraban todavia, i que, aunque p o h n
 sofrir, no podian escapdrseles! Aturdido por sus gritos, i para
 cortar toda resistencia, el demonio, en unos pocos segundm.
-
                          - 53 -
les vaci6 las entmfias i termin6 aquella abominable escena
arranczindoles el corazon.
   Cuando a su vuelta entr6 en la tienda de si1 jefe, qniso ea-
ber el mntivo del odio i de la venganzn de Joaqnin sobre
aquellos hombres.
   -Juan. reFpondi6 Mnrieta, tree de ellos se encontraron
entre 10s asesinos de mi Carmela, entre aqnellos qne me arro-
jaron de mis posesiones de las minas. Quien fnera el curtrto,
es 10 que no 6 6 : pero ha nierecido su suerte For haberse ha-
llado en semejante cotupafiia.
   -; Mieerebles!. .mnrmur6 Jnan, con un jesto feroz, que le
hizo aparecer verdaderamente terrible. Pnes bien, capitan,
tengo esperanza de qne nos hemoe de encontrar ann con al-
gnnos de esos caballeros!
   -Si aei sucede, tu cnchillo no ee enmohecerd por f d t a de
 sangre. Per0 abandonemos este Ingar; esta tarde acampare-
mcs en otro punto.
   Media horn despues, Joaquin caminaba con P U pequefirt
tropa hacia hlariposas No lejos de alli, en nn rancho de sus
 amigos. era donde el jdven jefe hnbia determinado descansar.

                              IS
      YIWT~M corrcl.it~s.--Eiicneiitro con   UII   aniericano
  Despues de treinta dias, poco mas a m h o s ; pasadoe en
gran partP en la vecindnc! de Mariposas, empleados por el in-
satiable Jlian Tresdedos en la perpetracion d e no m h o s de
uRa docen3 de rubos i de otros tantos asesinatos, la partida
se volvi6 a porier en camino.
   Se atraved La Merced en un punto que la corriente era un
poco profunda. i continumon el viaje ya internhdoae en loe
bosqnes, ya snbiendo las montefias, hats que se erxontraron
con nn camino q n e les permitia llegar a 10s campos de TRO-
lnmme. 8111, tan pronto como pudo paearse el vitdo con loa
animales, se volvi6 a poner en camino i a marchar COE rapi-
dez, i mui pronto lleg6 a nn pnnto llamado S h a m Flat.
  Por todos lados resonaba el ruido de 10s picos, de las palas
i de todos 10s instrnmentos de qne 10s mineros se sirven
1
                           - 54 -
para separar el or0 de la tierra. Muchos chinos habias plan-
tado sus tiendas sobre diversos puntos vecinos, i todos, reu-
nidos por compadias, trabajaban asiduamente i realizaban
beneficios razonables en 10s larederos que 10s americmos
habian abandonado, pwqne no dejaban nn provecho suticien-
te para ellos. Todo lo que pertenecia a este lngar enimado
por el trsbajo, respiraba paz prosperidad i contento.
    Joaquin i sus hombres fueron perfectamente recibidos por
10s trabajadores, i no se €e vino a nadie a las mientes el des-
confiar de ellos.
    Es nna costnmbre mni comnn entre 10s carreteros, lo8
mercaderes de caballos, 10s ganaderou, 10s cazadores, i loa
viajeros de todas clases cempaar dim i semanas enteras,
tanto sobre 10s bordes de u u rio, como a la somhra de nn
gran arbol en un lugar aislado, para que pudiera dedncirse
de tales circunstancias ninguna intencion crimical. Por otra
parte. no habia por qu4 ajitarse a la vista de las armaR que
llevaban 10s bandidos; la costumbre popularizada en todas
laa clases de la sociedad californitis de no marchar nuncx sin
salir armados, permitia a Joaqnin i a sua compafieros per-
manecer en perfecta sewridad hasta el momento en qnejuz-
                                                        -
gabari conveniente reveyar su verdadero car&cter con algun
crimen ruidoso.
    Poseyendo Joaquin sumaR mas que suficientes para las ne-
 cesidadas del momento, se decidi6 a permanecer algunag se-
 manas en Shaws’Flat; su intencion era vivir en reposo i de
 una maoera agradable, haciendo circular a1 mismc tiempo
 algunos centenares de pesos en las casas de juego, en 10s C H
 f&s, en 10s fandangos, en 10s pueblos i en las aldeas de loa
 alrededores. El acaso le servitb a las mil maravillas; encontr6
 a nnos mineros que, estando para volverse a su patria, le ven-
 dieron una pequefia choza que poeeian, con todos sm ur,ensi-
 5 0 s domksticos de que estaba dotada. Sitnada sobre nn terre-
 no seco i brido, que 10s mincros habian trabajado i retrabajado
 basta estraer la liitima pepa de oro, esta choza era doblenien-
 te preciosa para 10s bandidos en razon de su-posicion aidade
 i de la independencia en que se encontraban respecto de 10s
 cateadores, que ni soiiaban siquiera en aventurarse por a q n e
 110s pniitos t a n desiertos.
     Todaa las tardes, Joaquin acompafiado de Cardozo i de
- 33 -
                              w v




nus dos mujeres, llegaba hasta las aldeasi campos vecinos
con el ob,jeto de diverthe.
   El cuartel jeneral estaba dnrante este tiampo confiado a
Valenznala i a Garcia, una orden'formal fu6 dirijida a este 61-
timo para que permaneciese tranquil0 i sin comprometer,
bajo pretest0 alguno, ya fuera por un rob0 o un asesinato
cualquiera, el asilo de toda la partida. Jnan Tresdedos. por
la primera vez de su vida, parecia no tener ningun guRto er!
verter sangre, i dnrmte u n period0 de tree semanas, perma-
neci6 cerca de la morada comun, dividiendo sn tiempo entre
el naipe i la chupeta. Con todo. a1 fin su naturaleza se dejo
ver de nuevo. Una tarde, mikntras que Valenzuela estaba en
Sonora con Joaquin i 10s demas. el miserable afii6 su cuchi-
110 i se lanz6 e n bnsca de nna Tictima.
   Los chinos, agriipados delante de sus tiendas ,estabrtn
ocnpsdoe en exaruinar 10s procluctos de 10s trabajos del dia;
cuando Juan 10s apercibi6, sn ojo brill6 con un resplandor
salvaje. Se hnbiera dicho qne era un cazador encontrando de
repente a su !i?bre favorita Pero como 10s americanos tenian
sus tiendas plantadas cerca de alli, nada m h o s qne alrededor
del campo de 10s chinos, el bandido, qne no deseaba otra cosa
que degollarlos sin ruido. continu6 su marcha en direccion a
Sonora, ccn ePperaozas de encontrar a la vez un lngar mas a
prop6sito i una ocesion menos peligrosa.
   E n el camino encontr6 en muchas ocasiories compaiiias de
mineros armados hasta 10s dieutes, i despues, por casualidad.
un chino solo: per0 como 10s primeros rstabxn toclavia a la
 vista, reprimi6 10s deseos que tenia de atracar al chino i per-
 maneci6 pruderitemente euvuelto en el rito.
   E n el punto en que el camino de Sonora forma nn itnpnlo
i Fe ruelve hacia ('olumbia, i cuando estaba a poca distancia
de la ciudad. se sent6 a1 borde dal camino para saborear
tranquilamente el humo de un cigarro.
   Era nna hermosa noche, una noche snntuoeamente estre-
llada. Juan Tresdedos. antes de segnir sdelante, resolvib rc-
posar uti poco i dejar pasar el tiempo, furnando hiista lati dos
o tres de la maiiana. Pensaba 61 qae volviendo a 10s alrede-
dores de la choza de Joaqnin, podia, sin mncho peligro. de-
jarse caer sobre algnnos chinos adormecidos por el opio i
 matar m a media docena con la mayor comodidad.
-7
                           - 56 -
   Iriihtras el saboreaba anticipadamente el placer que le
prometia una carniceria tan terrible. fu8 perturbado en sus
refiexiones por un rnido de pasos, ai cual se mezclaba el so-
nido de una FOZ hnmana, tarareando algunos fragmentos de
melodia, imitando a 10s negros. Todo ei que escuchaba 10s
graciosos efectos producidov por el mhsico, adivinaba sin
que le cnpiera dnda, que su canto era resultado de nume-
rosas libaciones. Mnltiplicando, con la enerjfa del licor, las
iuerzas de fins pulmones, el estranjero, despues de haber en-
tonado el Jim Croco, p a d sic detenerse a1 Possum up a gwn
tree. despues a1 Coal Black Rose. Trat6 en seguida de silbar
el Yuvlcee Doodle i el farnoso aire Auld L a y Syue; pero no
encon tritndo satisfactoria su ejecucion, se entre35 audazmente
a una m6qica completa a la vez de cantos, de gritos, de aulli-
dos prolongados i de silbos agndos.
   Esta melcdfa de nn nnevo jdnero, annque intraducible en
el lengnaje ordinario, pnede, sin embargo, indicarse asi: (ltrs
pardntesiu se dejan a la imajinhcion mas o m h o s fanthtica
del lector).
    Oh! Su (hic) sanah! doon’t yo” cry (hic) forme I’m          ne
to Cat (hic) fornia with-hooroo! I dont‘t care aczss fm
nothin.’ ki y!row OW! Hoo-raw for Jackson.’ hoop! hop!
   -Hola! viejo camarada. . .agreg6 el estranjero, detenidn-
dose repentinameute, o mas bien trntando de detenerse en
frente del chileno: hsla, p e s ; ~ q n es loqne haces tu ahi? ven
                                        4
a beher un vaso.
   dQii6, que es esto, no quieres? indate a1 diablo, enMn-
cesl
   I arrojando un grito, que debid oirse a cinco millas de ahf,
continu6 caminando adelante, describiendo zigs zqgs i co-
menzando de nuevo sn cttncion interrnrnpida por nn lastante.
Iba a pocos metros de distzrncia de Juan, cnando este bltimo,
cayendo de improviso sobre 61, i antes que tuviese lugar de
pronnnciar una palabra, le asesM entre 10s dos pulmones una
mnltitnd de pufialadtrs, que le tendieron mnerto en medio
del camino.
   El asesino se pus0 en el acto a despojar el c a d h e r de BU
victima. Despues de haberse asegurado de un cinturon de
cuero, cuyo contenido en or0 en polvo i en moneda de plats
podia subir a tres mil pesos, poco mas o m h o s , Juan Tree-
- 57 -
dedos tom6 a paso ordinario el camino del cuartel jenerel,
Su primer cuidado, Ilegando, fud irse a arrojar s sn lecho, a
dormir o soBar, si acaso podia.
  Cnatro o cinco horas despnes, Joaquin i Valenzuelh entra-
ban o mas bien se Ianzaban a fin vez dentro de la choza.
  E l primer0 se adelant6 inmediatamente h&cia J nan, i con
una violenta sacudida le arranc6 de su suefio.
  --&ne hail grniio Juan, potliendose mmediatamente de
pie.
   -Acaba de encontrarse el cadtiver de nn hombre, dijo
Joaqnin, i por la naturaleza de sus heridas, yo deduzco que
no p e d e haber sido wesinado sino por ti.
   -6Ests usted bien segnro?
   -Oh! si, segnro, i es en vano qne t u me lo niegues: Pero
sabes t6 a qnien has mnerto?
   -A f&mia que no, respondi6 Garcia, tomando u n aire
sarcbstiao; i lo confieso, no m e siento nada inquieto por
saberlo! Pienso qne tendras necesidad de algciu dinero, i
yo fui a buscarlo a la gabeta de eFe bellaco. Tengo el honor
de presentaros el product0 de mi cam, puedes disponer de 81.
   -Bien, Juan, dijo el jyfe, sacudiendo el cinturon de cuero
que le presentabtb Grtrc-a: cierto, hai ahf nna suma de ore
bastante grnesa i que nos viene mni bien. porque la f d t a d e
dinero comenzaba a hacerse sentir. La desgracia e qne la
                                                       w
vfctima, por lo que yo puedo juzgar, es nada m h o s que uno
de 10s compakros de aquel minero a quien le compramos-
esta barraca, i como su asociado se encnentra en este momen-
to en Sonora, pnede mni bien snceder que este hltimo cuente
10s detalles i nos haga por est0 sospechosos.
   --~Qu8 piensas hacer en este caso? pregunt6 Juan.
   -Permanecer en 10s alrededores un &a o dos, midntras ti:
i Valenzuela se dirijen a toda prisa a Stockton; Clarina i Ma-
riquita han partido ya con Cardozo, i t6 te reunirits probable-
mente con ellos Antes que llegaen a la ciudad.
   --Lo que mejor nos queda que hacer: dijo Valenzuela, es
partir todos jnntos. Sobre la marcha, pnes.
   E n algunos minutos, 10s tres caballos fueron ensillados.
Juan Tresdedos i Talenzuela se dirijeron a galope hAcia
Stockton. Jortuuin tom6 lentamente el camino de Sonora.
-3
                           3        -
   Los primeros ra;ros de la imrora estaban despnntando, i
10s salones de juego estaban ann hirviendo de mineros j de
mercachifies; todos conversaban con animacion del ultimo
asesinato i se manifestaban firmemente determinados a apli-
car la lei Lynch al antor, apenaq lograran capturarlo.
   Joaquin descendi6 del caballo i entr6 tranqnilamente a la
casa de juego, recojida la manta sobre el hombro segun la
costumbre chilena. Salud6 a1 entrar con un simple signo de
cabeza a algunos de sus compatriotas, tom6 un asiento i se
fu6 a sentar a an rincon de la sala junto a una puerta.
   E n varios grupos se insistia lnucho sobre la bratalidad del
asesino, que parecia haberse dado un placer en inflijir a su
Tictima 11 nmerosas heridas, cuando nna sola habria bastado
para llenar el objeto de robarlo. A esta observscion se jnrd
de la manera mas endrjica qne el asesino no escaparia de la
Tindicta pGblica.
   - S o me asombraria absolutamente, dijo de repente a n
hombreton de fisonomia salvaje, dando un terribie puiietazo
con sa robusta mano sobre el mostrador del establecimiento,
no me asombraria absolntamente de que esos chilenos tuvie-
sen alguna parte en el asesinato de nuestro compafiero!
   -2Qn6 chilenos? pregnnt6 nno de 10s jngadores.
   -Eaos qne han comprado la choza del borde del agua!
   -?Para que la han comprado?
   -Lo ignrxo, i no deseo saberlo. Pero lo que hai de cierto,
es qne ellos no han trabajado ni siquiera una hora. Pasearse
8 caballo alrededor de l a ciudad, jngar todos 10s dias a1 mon-
te, cantar, reir, hacer sonar el or0 en 10s bolsillos repletos,
hB ahi la vida que llevan entre nosotros.
   -Es verdad; llhveme el diablo!. . .agreg6 an tercer interlo-
cutor, tan flaco i tan mal ajestado como era de robusto el se-
gundo. Caramba! ai es cierto todo lo que ha dicho mi com-
paiiero, es menester saber de donde sacan estos chilenos del
cliablo tanto orol Per0 el hecho ea que sus bolsillos estitn
siernpre bien provistos.
   --VBlgame Dios! interrumpid el primer0 que habia habla-
                                .
do; mira a aquel lado, Jnan!. . Ahdrqnentue si no es uno de
loschilenos de que hablamos Bste que est& entre nosotros
tranquil0 como un pepino en un frawo de vinagre..     .
   I mostraba con el dedo a Joaquin.
- 59 -
   -Es uno de ellos, os Io aseguro, COMO ds verdad que eetoi
parado aquf ..Yo jnro que el comprende el Yankee, porque
yo le he visto enrojecersele el rostra'..,
   Joaqnin no habia perdido una sola palabra de esta conver-
sacion. Por consiguiente, habia permanecido hasta el fin per-
fectamante impasible, i cuando el americano R lanz6 Mcia
                                                  e
61 i le peg6 en la espalda, con sa pesada mano, dicidndole:
amigo, creo qne nos conocemos; no me reconoce usted? soi EU
antiguo compaiieroi
   Joaqnin le contest6 COD sonreir, i y e levant6 en npariencia
con la mayor voluntad del mnndo. Pero Qntes de que la son
risa hubiertt abandonado sus labios. le did a sn adversario un
terrible golpe con la cacha del revdlvers, i el americano
atnrdido cay6 a1 suelo cnan largo era.
   De un brinco, Joaquin sali6 de la sala; un nomento mas
tarde estaba sobre su silla i se fngaba a todo galope en di-
reccion a Stocktoa
                              X
  Una terrible emboscada i nn bnen hotin.-Mnerte del
                    bandido Cartlozo
   Un dia bast6 a Joaquin para reunirse a sns compafieros a
caballo, a quienes encontrd establecidos en una taberna cerca
de Stockton.
   Les contd en pocas palabras lo que acababa de sucederlg.
despues que toda s n compafiia se habia pnesto en camino.
Uita hora fuB lo snficiente para llegar a1 tkrmino de su
viaje.
   AI dia siguiente, despues de ponerse el sol, Joaqnin, Va-
lenzuela i J U M I
                 Treededos apercibieron de repente a tres mi-
neroa americanos: vestidos todos de verde, que se paseaban a
lo largo sin otro designio aparente qne mostrar sns trajes
nuevos, o n p estravagante fantasia ae hacia aun mas notable
con nnos alfilerca de or0 de pepitas recojidai; en las minas.
   -HB ahi unos beltacos, observ6 Joaqnin, que se me fignra
deben de tener bnena dosis de vanidad!
   -Sf, dijo Valenzaela, i si esa vanidad se fnnda en lo que
ellos valen, deben ser propietarios de nna gran cantidad
de oro.
- 60 -
   -Soi de la.misma opinion, dijo Juan, lievando instintiva-
-mente la mano a su pufial; bueno seria apoderarse de ellos.
   Acabando de pronunciar est%palabra, 10s tres mineros en-
traron en un restaurant. Joaquin, vikndolos desaparecer, se
lanz6 hacia ellos, recomendando 9, sns cornptiiieros que eupe-
rasen su rnelta. Entr6 a1 cafb i se sent6 en una mesa, no 16-
JOS de la que ocnpaban 10s americanos.
   En menos de dos minutos, tomando una taza de caf6, re-
coji6 todo3 10s d&os de que tenia necesidad; juntAndosa en-
t6nces a sus camaradas, sigui6 en seguida e1 camino de la
casa, a donde habian descendido todos en aquel instante, es
decir, la parte mejicana de la ciudad, se ensillaron 10s caba-
110s i se pu4eron en camino para San Andres.
   A cuatro leguas de Stockton se detnvieron, ocnltaron loa
caballos en un eapeso bosque, ocultrindose tam bien algnna
parte de 10s hombres.
   --hTuestra jente %tar&aqui dentro de poco, dijo Joaqnin,
!ish a volver a su pais con la fortuna pue ha alcanzado a
r2unir; contaba con embarcarse mafiana para Ssn Francisco,
pero otro de 10s compaaeros debia reunirseles en Stockton
hoi a las tres, i no vihdole venir, se han vnelto a San Andres
para buscarlo.
   -Es ntia verdadera fortuna para nosotros, dijo Valenzue-
la, i nuestro obra no pnede ser mas c6mode.
   -Creo que 10s oigo, murmur6 Juan Tresdedos. pasando la
cabeza por entre las ramas de 10s Arboles.
   -En efeato, murmur6 Joaquin, ellos son. Esperemos
que lleguen hasta aqui i nos espediremos de una buena ma-
nera.
   Lm tres hombres se acercaban a cada instante galopando
snaremente sin temer peiigro alguno. Podria habbrseles
oido converear enalta voz de sn pais i de sus proyectos de
matrimonio,
   Cada uno contaba el 6xito que habia obtenido en sus mi-
iia8, mie'ntras todos 8 una voz reian de la envidia con que los
habian visto partir sns camaradas; gritaban i contaban ankc-
dotas agradables, probando asi que ningnn presentimiento
loa ponia en goardia de la muerte pr6xima.
   Apthas llegaron a1 frente del lngar eo qoe estaban ocultos
- 61   -
10s bandidos, cuando &os se litnzaron de repente fuerit de
sus escondites, tomaron 10s caballos de Ias riendas, i antes
de que 10s desgraciados mineros hubiesen tenido tiempo de
volver de sn sorpresa, les destaparon 10s sesos i 10s arranca-
ron de sus sillas. Los cadriveres fueron deRpojados cuidado-
samente i tirados a alguna distlmcia, a lo mas profundo de
las quebradas.
   Los tres americanos tenian enire si cerca de ocko mil pesos
de or0 en polvo.
   Concluido este hermoso golpe de mano, Joaqnin i Juan
Tresdedos, se pusieron a buscar n u nnevo asilo, mientras que
Valenznela tomaba el camino de Stockton para traer 1~1.8
mujeres i a Cardozo.
   Xn la misma tarde, cuando toda la partida estaba reunida,
se dirijieron hacia el condado del Dorado. Joaqain i sus corn-
pafiieros atravesaron una parte del condado de Sacramento
i se fueron a acampar a la garganta sur de la ribera ameri-
cana.
   A1 cabo de pocos dias 99 les reuni6 Fernando Fnentes i RU
tropa, uno de cuyos hombres, recorrienclo 10s bosqnes, habia
visto a1 jefe recorrer la ribera con sns coriipaiieros, i habia
corrido a prevenir a su capitan a to la prisa.
   Fuentes habis sido encargado de reunir tedos 1 scaballos
                                                     0
que pndiera robarse, i ya habia condueido cerca de 400 a1
lugar del retiro. Le comunic6 a1 jefe qne Antonio Guerra i
BI habian vuelto de la Sonora a1 Arroyo Cantowtt, trayendo
cads uno una qnerida.
   Joaqnin se mostr6 mni satisfecho con estas excelerites no-
ticias, estnvo por un instante a pnnto de partir con todos sna
hombres para el cuartel jenertrl, tan impaciente estaba por
eonocer 10s detalles del viaje de snx tenientes por la Sonora
i de ver a las nuevas aefioritas qne habian llegado con ellos;
pero asuntos particnlares de una alta importancia lo deci-
dieron a diferir por algunos dias el placer qiie pensaba pro-
porcionarse.
   Aprovechando, con todo, la ocasion que se le presentaba,
hizo partir a Clarina i a Mariquita pars el Arroyo Cantowa,
confiitnduselas a Uardozo, a Fernando i a otros compaiieroa
hasta e! momento de la vuelta a1 cnartel jeneral.
   Apthas las dos mnchachas habian dejado el campo con
- 62 -
~lns compafieros, cuando una dispuia se levant6 entre Mari-
quita i sn nueTo amaute. Et chileno pretendia que esta idti-
ma no era con el tan amable comw lo habia sido con Gouza-
lez, i ella le declard que no qaeria vivir mas con 61.
e  Cardozo, encontrando qne estas palabras eran completa-
mente supdrfluas, sac6 de sns alfurjas nn Ititigo, para inflijir
a la rebelde lo que 61 Ilamaba una correccion salndable. Ma-
riquita se someti6 en aparieneia a este cttstigo. con la mas
humilde i la mas entera resignacion; pero en el fondo ella se
proponia dame una venganza srtrlgrienta.
   A1 dia signiente, mientras 11)sdos caminaban lentamente
por un sender0 que se perdirt entre las rocas de una montaiia
mui escarpada, la vengetiva Mariqnita aprovech6 el momento-
en que su compaiiero pe encortmba a1 borde de un precipicio,
cnya profnndidad podia ser, poco mas o m h o s , de veinte pi&,
i sacando de repente de su cintnra un pequeiio pnnal, fina-
mente aguzado, selo sepult6 a su querido. i en el movimiento
que hizo, el caballo de Cardozo se encabrit6, i &mbos,jinete
i animal, cayeron en el abismo.
   31ariquita habia ejecutado tan ritpidamente sn siniestro-
propecto, que ningnna persona pudo ser testigo del hecho.
Cumdo sus compaderos se reunieron a ella, habia w e l t o a
poner sn pndal en la cintnrs i nadie se atrevid ni a suponerle
el crfmpn. Lkgd hasta verter IAgrimas en abundancia, en
apariencia mu1 amargas, por la doble pe'rdida del jinete i del
caballo. Qriiz&s sus qnejas i BUS Ilantos eran obra del remor-
dimientol Pero, en todo caso, su pesar no fuC de mncha du-
ration.
   Apenas llegaron a1 cnartel jeneral, cuando volvieron a sn
natural ttlegria, i esta loca criatnra aceptd por tercer espow
a un j6cen i atrevido compaiiero llamado Uanuel Ceballos.
   Joaquin sup0 dos dias despues la catitstrofe qne le habia
arrebatado a uno de sus hombres, p e s Fernando habia des-
pachado uno R Joaquin s comunicarle la notiaia.
   Cardozo. en efecto, era nno de 10s mejores jinetes de toda
la partida, i snponer qae sa caballo huhiera puesto el pi6 en
falso, era suponer lo imposible. Era menester que el acci-
dente tuviera su cBusa en cualquiera otra cosa menos en la
torpeza del jinete.
   Asi pensabs Joaquin, que tom0 consigo una docena de -
- 63 -
sus bandidos i se fn6 con eilos a1 I'ngar de] suceso. con el obje-
to de sacar i examinar el cuerpo de su desgraciado cornpafieto.
    Tom6 un camino diferente de ,aqnel que 61 mismo habia
seguido, i 81: lleg6 precisamente a1 lagar dondo yacia el hum.
bre i el caballo, uno a1 lado del otro. S e examin6 cnidadosa-
mecte el cadaver de Citrdozo; per0 se habia destrozado tanto
en su caida BR las puntas de lsts rocas que la herids del pn-
iial pasaba desapercibida.         .
    Los bandidos, despues de tomarse el cuidado de despojar
el cuerpo ds Ls armas i de la pla:a que habia en 10s vesti-
dos, 10s enterraron en nn lecho de arena i se volrieron todos
tristes al cuartel jeneral.
    A1 cabo de unasemana, Joaquin acompaiiado de Juan
Tresdedos, de T7alenzuelai de la trapa de Feriiando en todo
 veinte i seis hombres, se pus0 en camino a fin de comenzar
de nuevo SUB depredaciones en el condado del Dorado como,
tambien en el de Calaveras, que es vecino. A1 llegar a la8
cercanias de Mund Springs, vieron una choza aislada sobre
la pendiente de unit colina. Creyendola desocupada i juzgsn
dola a primera vista un excelente local para pasar la noche,
J n a n espole6 su caballo, 'abri6 la puerta i penetrt ai interior.
 Nui a1 contrario de la idea que se habia formado, se encon-
.traron con que la cabnfia estaba perfectamente ocupada.
    El que la habitaba era nn aleman: nna enferrnedad grave
lo tenia encerrado en su cuarto, i daba a1 interior esa apa-
riencia de soledad i abandon0 que habia enga5ado a la jente
.de Joaquin.
    A nna seEal de este filtimo, Juan Trededos sac6 su puiial,
B dirijib a1 desgraciado enfermo i le r e b d el cuello; des-
  e
pues, ayadadi por dos o tres de sus compaiieros trasport6
el cad8ver fuera de la choztl i lo arroj6 a un estero que ser
penteaba a1 pi6 de la colina.
    La partida tom3 ent6ces posesion de la casa, en donde
%e encontraban reunidas una multitud de toda clase de pro-
visiones, frazadas, instrumentos para el trabajo de las minas
pipas i tabaco. Comenzaron por emplear una cierta cantidfd
de este idtimo para torcer cigerritos, fumaron dos horas se-
guidas i despues csda c a d estendi6 su avio, su rito i su pon-
cho en el snelo. Joaqnin se arreboz6 como mejor pndo i dur-
mi6 un suefio profando.
- 64 -
   d 18s primeras luces del dia,el jefe despachd tres hom-
bres a1 campo de RIund Springe con encargo de procurarse
cafe, cerreza, en fin, algo con que eatisfacer el apetito de la
partida
   A1 cab0 de dns horas, unos d e 10s e n ~ a d ovolvi6 solo, coli
                                                 s
las manos vacias i todo desorietado.
   -2En d6nde estBn tus compaiieros? le pregunt6 Joaquin.
   -1inertos respondid el hombre.
   --$!orno   mnertos?
   --Xi: si, capitan; ehorcado como perrosi Apenas llega-
mos a1 campo, eutramos a una lmacen para hacer provisio-
nes, mientras yo me habia detenido en nn bodegon a echar-
me un vas0 de agua de la vidx. Conversaba con el propirtario.
del pnnto, que es uc chileno, cnando de repente oigo una
pelea a1 lado de afuera. Jliro; era mis camaradas que ehm-
ban rodexdos como por cinco o seis americanos, que 10s tenian
apnrados. Uno de ellos declarb conocer a Sebastian por nn
ladron d e caballos, que le habia robado a 41 mismo cierto
n6mero en 1880, en el valle de Sacramento, i que habiendo
si&) arrestado, se habia escnpado de su prision; que, en fin.
su compnfiero debia ser tambien un ladron, por que sin e88
condicion no andaria viajando con 61. No se necesitaba tanto
para amotinar a la turbtis. X’ue-tros dos compaderos fueron
arraRtrados hBcia un Arkol, m i h t r a s que 70. ayndado por
otro compatriota de nuestro bodegon, me subi a una ventana
i tom6 las de Villadiego.
   -He ahi una historia villana, en verdad, dijo Joaqnin; es
menester qne abandonemos inmediatamente la plaza. A no
ser la necesidad que tengo de rennir a mi alrecitdor algunos-
hombres qne conozco, para la ejecucion de un proyecto im-
portatite, habriamos hecho alguna bsjada a eea aiserable pue-
bIecillo i no perdonariamos a uno solo a estos demonios ame-
ricanos; Pero qne permanezcan tranquilos, no hay puerco a
qnien no le llegue su San Martin1 Arriba, amigos, a caballo
i en camino.
   E n un abrir i cerrar de ojos, cada uno estnvo montads i
18 banda a todo galope. Se tuvo buen cuidado de no seguir
la lfnea recta; de rodeo en rodeo i deteniendose en divers05
puntos, ;ra pars despnjar un viajero, pa para refrescar a 10s
jinetes i a 10s caballos, se lleg6 a uno de aepecto triste i som-
- 65 -
brio, sitneclc a una milla, p c o mas o m h o s , de Salmon
Talls.
   Joaqdin orden6 hacer alto i pamr alli la noche.
   Ese lugar parecia haber sido dispuesto espresamente por
la Naturaleza para el nso a qne se le aplicsba en aquellos
momentos. Casi completamente cnbierto por las rocas de 108
alrededores, rudeado por zarza1e.s que se cornbina ban de m a
manera inesplicable, presentaba en el centro un espacio de
veinte pies de diAmetro, que se hallaba asi convertido en el
mas segnro i en el mas cdmodo de todos 10s milos.
                            SI
          llilevo cnmpnmento.-Avent tlrils de   Joaqni 11
   Una vez colocadcs 10s caballos en lugar segnro, 10s ban-
didos se pusieron a hacerle 10s honores a las provisioncs re-
cojidas durante el dia; en seguida le lleg6 su tnrno al ci-
garrito.
   -Paisanos, les dijo Talenznela, aqni no se oye hablar mas
que de horca; eso es horrib!e. Los americanos son nn( s mise-
rables qne no deben morir a1 aire mi6ntras podamns matarloe
en el suelo, a la manera qne se acostumbra en Chile con 10s
animales.
   -Es verdad, dijo Carrillo, la horca no deja nada qne de-
sear.
   -Per0 a 10s amencanos se les ha incnlcado eso principios
desde la cuna; es meneater que ellos ahorqnen o es menester
 ue Sean ahorcados; est& en su natursleza Ese pneblo
formado aei, i nada pod& transformar a ese pueblo.
   -Sea, dijo Juan Tresdedos; pero si no poclemos impedir
que ahorquen a nuestros compaiieros, mui dcefios eornos de
tomar las represalias, colgando a cnantos americanos se nos
vengan a las manos! Oh! mas bien que n6; ese es un sistema
fatal! Uaando yo mato a alguno, siento la necesidad de verle
el color de la sangre. Asi. pnes, car ...dejdmosles que ahor-
qnen como les de la gana, i por nuestra parte hagtlmosles
sentir todo el mCrito de nuestros cuchillos. ?No se acuerdan,
compafieros, de lo popular qne esta arma favorita ea en nues-
     J. VCRIETA                                         6
tra patria? Ann suelo recordar con placer las riiias de Chile,
cuando despues de unm cnantas palabras cambiadag en la
chingnna, con el Taso de chicha en la mano, nos sttliarnos a1
esterror, i arrolkndo nuestres mantas en 10s . brazos, en for-
ma de escudos, esgrimfamos ouestras lilninas con espedicion
qne asombraba a 10s espectadores. Me pas6 muchas veces el
sostener prolongadws luchas con farnosos cuchilleros. s i n PO-
der heriruos absoli&vnente, sin hacernos el mas lijero ras-
gi~iio  despnes de mas de un millon de taJos i revesas, lo qne
hacia prorrnmpir en frendticos aplausos a 10s espectadores.
Era de Fer como relucian las hojas de 10s cuchil-os sobre loa
combatieutes en mangas de camisa. Mas de un8 vez vi enro-
jecBrso el blanco algodon con la sangre del vencido; pero
uadie tenia nna soia palabra de cornpasion para el desgrtlcia-
do, a quieti se declarablt que merecia su suerte por torpe. iOhl
el cnchiilo es una arma tan temtble como el revdlvers i mM    a
que la soga. No hai una arma mas segura i mas noble: se-
g ira, porque cuando se aseatrt d golpe, solo un chileno pue-
de rechazarlo o erihrlo; i noble, porque para hacer m o del
cuchillo. es menester trabar la lucha cnerpo a cuerpo con el
 adversacio i con gran peligro propio. El revo!vers es una
 arm%de cobardes. El proyectil va a hacer 5u deber a dos
 cuadras de distancia, i cnando uno IIega a su rictima. ya esta
 ha exhalado el tiitirno aliento. El puiial le permite a uno,
 yor el contrario, recihir en BUS brazos al que acaba d e 61-
 timar i percibir sns tiltimas maldicioiies envueltas con sus
 dltimos latidos. LueKo uno llevn la mano firme i se esperi-
 menta nn indefinible placer cuando se siente a la afiiada
 hoja rebanar Ias apretadas carnea. La muerte de cuchillo es
 In finica qne puede impntarse a un brazo fuerte,rporque es la
 Gnica que se consuma con su fuarza i su impnlso. Viva el
 cucnillo!
    I)eje'moslos ahorcar, deje'moslos fusilar, i content6monos
 con vaciarles ias entrafiasdcada vez qne 10s encoutremos a
 iiuestro paso; d6monos por satisfechos con arrtbncdrles el co-
 raz6n enssrtado en nnestrgs aceradas puntas. Por mi parte,
 jnro has6rles tan terrible la daga chilena como el a r m a m m ~
 mortifera. En adelante, veArillar el cnchillo de 10s hijos del
 Sur i ponerse a temblar, ha de ser todo uno para estos mibe-
 rables Yankees!
- 67    -
   -Compafieros, dijn a eu vez Joaquin; yo mas qiie npdie
me sieuto encolerizado cnando recuerdo la horca, porqne yo
he visto eetrangular a mi vista a mi, pobre hermano, qne no
les hebin hecho mal alguno, i eso en nn momento en qne no
podia salvarlu ni captigar a 10s asesicos; per0 despnw he to-
rnado I tom0 aun mi venganza. Dejemos a un laclo est& tris-
t conversacion, i dejadme cont !res una aventnra que me m-
 e
cedi6 hace algun tirmpo, en el condado de Tuolnmnie.
   -Bravo! bravo! Eso es lo bueno: gritaron todos a una voz.
   -EEscuchemos, esclamaron en twguida.
   -Acslabs, di,jo el jefe, de comenzer la carrera qne VOW-
tros seguis conmigo. Entr6 a Tnolumme con mis ccmpsiie-
roe, que entcinces ascendian a1 nilmero de siete soliiniente, i
encontre' en el peqnefio campamento de San Diego, quo esta-
ba a m din mills, de C'olumbie, un cnartel jeneral cine ROY
convania de todo punto.
   Nos pnsimos, p e s , a In obra. deutr>yendoi m>ta,idob 10s
miner08 durante el dia, ya fwra que 10s encootr6raror 8010s
en las mor~tafias,a donde iban en bnsca deplaceres (Lavade-
roti), sa fuera que 10s encoutrnrdmos ocnpados en cazar e9
algunos pnntos aislados.
   De paso, Ilegada la noche, nos ibamos a dejar :t algnnas
cams de jnego de la cindatl una parte del or0 que obtenfamos
de esta manera.
   Para hacer estas visitas a la8 mesas del monte, yo tenin
cuidado. como vosotros 'to Pupondreis mui bien, de ponerms
un difraz, a fin de que aqnellos que me habian conocido en
otra posicion, no me conociesen a1 encontrarme de nnevo. i
me tomasen por e-tranjero.
   Entre aquellos que me habian visto las ocasiones snficien-
tes para no olvidarme, se encontraba nn contra-maestre qne
se llsmaba Leary, con qnien habia hecho yo el viaje de Chile
n la Sonora. Yo deseabn evitar la presencia de Pste a toda
costa., de temor que no me fnsra a reconocer a p sar de m i
                                                 f
disfraz, i m e obligaee a ponerme a la defmeiva. Yo no que-
ria atentsr contra este individno; era precisamente el hnico
hombre de todo el Estado a quien habria sentido en el alma
dirijir mi revblver, porque jam& habia tenido respecto
de mi mas que procedimientos Ilenos de cortesia i de
- E8 -
todo punto amistosos. Este contra-maestre se habia enrolad:,
desptes en las fila8 de la milicia.
   Sabieudo yo que estaba a1 corriente de mis aventuras, i no
dndando de que, oficial i hombre de honor 4ntes que t d o ,
no fiabia de perdonar medios ni habia de faltarle el valor ni
la enerLiicrpara arrestarme i caatigarme, habia determioado
no ponmne en sn camirto.
   Con todo, una tarde olvide' ponerine una parte del dkfraz
que acostnmbraba Ilew r; mi barba snperpuesta me parecia
sup&flIia, i crei qae bastaria ocnltarme en parte la fi:onomia
con la manta.
    Ai salir de la sals de juego, ft media noche, tave en efecto,
mncho cuidado de ech4rmela a la cam i de cubrirme del me-
jor modo posible. E n este mismct instante, i al poner yo el
pi6 en el umbral de la puerta, entr6 Leary i me diriji6 a1
rostro una de esas miradas penetrantes. Yo afect8 no fijarme
en 61; per0 una vez e n l a caile, me meti por 10s lugares mas
sombrf34, i me echh a toda camera en direccion a l punto en
que estaban reunidos mis compafieros, a donde llegu6 en
breveR minatos.
    A In mafiana siguiente, i cuando amanecia Dios, v i apare.
c8r repentinameute cierto niimero de hombres, que a las 6r-
denes de Leary se dirijian hicia nuestra tienda. For s u p o e h
que a mi no me cest6 macho, como lo snpondreis, adivinar
el objeto de su vkita.
    Desperth a mis compafieros que dormian a m , i compren-
dimos inutintivamente que era el 6uico medio de salvarnoN,
1108 lanzsmos a1 camino a todo lo que daban nuestras piernaa.
Luego sentimos nnas cuantas detonaciones, i el enemigo, a
fuerza de perseguirnos, log& apoderarse de tres hombres de
mi partida.
    En aquel instante. debo confesarlo, yo 10s supuse perdidos
 para aiempre; pero eran cempafieros mai valientes, i rebistie-
 rot1 tanto i se condu,jeron tan bien, que despues de una en-
cmnizada iucia recobraron su libertad. P o fui el iinico que
sali herido de nn golpe en el hombro, que me did Leary en
 el mismo instante en que escapaba.
    Ambas partidas se hallabaii a pie, lo que ftivorecia singa-
 larmente nuestra fuga, porqud nosotros estabamos mas aco8-
 tumbrados que 10s amer:canos a viajar por las montaiias, i
- 69 -
 yodiamos salvar con mas rapidez i facilidad 10s senderos ea-
 zrechos i escabrosos i 10s sinuosos precipicios que se cos pre-
 sentaban por delante.
     Asi logramos dejar mni pronto atrgs'a Learr i a su parti-
.$a, i encontramos un abrigo qne nos permiti6 descansar sin
 %mor alguno.
     Por la primera vez me veia yo perseguido, cazado, por de-
 eirlo ad, por 10s americanos; p r o si yo hnbiera tenido la di-
 cha de contar con u z grupo de mag jente, os jnro que no ies
 habria cedis10 un p:Jmo de terreno. Con la mitad de 10s hom-
 bres que ellos llevabm, yo me habria comprometido a po-
 nerlos en deshecha derrota a pnnta de cnchillo.
     Ab! el chileno, fuera de su patria, acometido por 10s es-
%ranjerosi con su puna1 en la mmo, mnltiplica sua fnerzas
 i s u ajilidad. Nada digno de valor, no necesito hacer s n eio-
j i o delante de vosotros, andaces compaiieros mios. Tuestro
 orgullo nativo i la dignidad del nombre de chilenos que i!e-
 vamos no -nos permite desfallecer jamas. Sacamos fuerzae
 de la nada, como se dice tan elocnentemente en nuestra pa-
$ria: hacemos de tripabcorazon.
     -Bravo! bravo! gritaron a la vez todos 10s bandidos,
 esaltados hasta,el fdtimo grado de entnsiasrno por lee ras-
 gos snblimes de la bruwa elocuencia de su jefe, i a nna voz,
%do<, levantando 10s cuercm en qne bebian, prorrumpieron
en u n brindie a sn salnd.
     AI dia siguiente. Joaquin i sn jente encontraron a nno de
plus compatriotas que conducia cnarenta o cincneti ta mnl&s,
 codas cargadns cor1 costales llenos de provisiones. Joaquin le
compr6 uua gran cantidad de harina, de caf6, de az6car I de
frejoles, fruto natural de Chile i qne 10s habitantes de aquel
pais prefieren a 10s mas sucnlentos i esquisitos manjares. E n
siyuida continuci su marcha hasta llegar a1 estremo de n m
 pradera abandonada i al miemo tiempo tan fkrtil, que deci-
dieron ammparse a la sombra de nnos sirbolea.
     Se convino qne permanecieran alli una Hemana, i en caso
d e necesidad, diez dias, para. dar a 10s animales el tiempo ne-
eesario para recobrar sus fnerzas, i a 10s hombres la libertad
para descansar i recrearse un poco.
     En el pnnto en qne time su orijen uno de 10s menantiales
del rio Mockelurnen, en U R ~ L rejion desierta, no mui !ejana de
!a linea que airve de frontera a 10s condados de Calevera      i
del Borado, se habia establecido una compsiiia de mineroc
compuesta de vsinticinco hombres.
   Habiendo aalido nn dia bien armados para buscarplaceres.
habian llegado hasta aquellos lngares, en donde se habiar
encontrado en presencia de qnebrazones de una riqneza in-
comparable, i se halian apresurado a plantar sus tiendas.
decididos a quedsrse en aquel punto, q u e no tenia mas incon-
veniente qne estar distante de toda Eabitacion.
   Uqa madma, en circunstancias que almorzaban mui tran-
qnilamente. tetliendo por mesa una tableads roca que habia
delante de sus tiendas, i bien armados de revdiver. como era
costumbre en esos tiempos i en aqnelltl tierra, nn caballerito,
de pel0 i ojos profundamente nepos, se adelant6 hacia ellos
i 10s salud6. Httblaba un excelente ingles, aunque por su fi-
sonomia era dificil resolver si era de estirpe sajonn o IR-
tina.
   Lo insitaron a qne ae desmontase i tomaae parte con ellos
en su modesto almuerzo, per0 41 rehusb politicnmente. Se
content6 con cruzar una pierna elegmtemente sobre el c u e h
del caballo, i encontrhndose asi completamente cbmodo, fie
pnso a conversar con suma confianza de las mas distintas
coms, haeta qne vi6 aparecer un minero llamado Jim Boyce,
que habia ido a traer agna a una fuente vecina.
   A la primera miradn que le diriji6, el ,j6oen recoji6 sn
pierna, se afirm6 sobre la siIla i espole6 vigorosameute sn
caballo.
   Bopce grit6 entdnces en medio de una especie de rnjido:
   -Xuchachos! ese mozo tan apuesto no es otro qne Joaquin Y
Diaparad sobre el! Pronto! pronto! Fuego!
   A1 mismo tiempo qne decia esto, descargd su revdoer so-
bre Joaquin. Per0 fuP en vano.
   El j h e n jefe habia lanzado sn caballo a toda. rienda hacia
una roca qne hacia ingulo en aquel plttno, i tenia el propbsi-
to de drtr vuelta por ella, con el objeto de eacdparse, trepan-
do las colinas que se estendian paralelamente a1 rio; per0 s   f
volver, vib por su desgracia, que el paso estrtba cortado por
una multitud de afilados peiiones.
   De camino practicable no le quedaba mas que un estrechc.
sendero, que corria a lo largo de una inmensa montaiia i j u s
- 71 --
 5amente a1 borde de una cadena de rocas’ de cien metros de
 atension.
     Esas rocas, que pendian inminellte sobre el rio siempre
 ajitado, se encontraban en linea recta con la colina en que 10s
 mineros habian plantado sns tiendas i no distaba mas de
 treinta metros.
     Para caalquier hombre, arentnrarse por una senda seme-
j a n t e valiit tanto como arrieswr la. partida. 30 solo se corria
 el peliqro de caer sobre las p&as desde nna altnra de cien va-
 ras, sin0 qur de todas maneras tenia que seguirse uca linea
 d e dosciet~tosmetros que se estendia paralelamente a las po-
-3iciones del enemigo, i que mantenerse coostantemente a tiro
 de pistols. Joaquin veia perfectamente a toda la compailia de
  rnineros rev6lver en mano.
     Joaquin, como si se hitllase montado en un caballo fantrts-
  ma, se Imz6 R lo largo del peligroeo sender0 lmzando, a1
 yaso de sus enemigos la8 siguientes pocas palabras:
     -Yo soi Joaquin: matadme si podeis:
     En el instarite mipmo se sintieron veinticinco detonaciones,
 i lau balm, pasando por sobra la cabeza de Joaquin, se fue-
 ron a aplwtitr, unas sobre otras, en el muro de nna piedra que
 se hallaba a su derecha.
     En la primera descarga una bala le arrebat6 el sombrero
 por 10s aires, i la uegra i poblada cabellera de Joaquin quedd
 gotando a1 viento.
     Los rnorneut.:m eran preciosos para que 61 fnera a pensar
 eu echar mauo a sn rev6lver; a el no se le ocultaba que toda
 esperai:za de salvacion debia fundarla en la velocidad de
 3u caballo.
     Se content6, pues, con sacar de su cintura, para prevenir
 todo ataque, u n puna1 fioamente aguzado, que ajit6 sobre sa
 eabeza, con un aire magninimo de desden.
     Algunos minutos despues, un grito pro!ongado reson6 a1
 traves de 10s bosqnes. a un cnarto de rnilla de distancia. El
iltreoido caballero se habia salvado.
     Joaquin conocia de sobra el carlicter resnelto de Jim B O ~ C B
 .?ma echarse a dorxnir despues de lo que le acababa de
 w o n tecer.
     Por otra parte, era mas que probable que el snsodicho mi-
 m r o hubiew oido hhblar de las diferentes recompensas pro-
m

                           - 72   -
metidas a1 que prendiese o matase a1 celebre jefe chileno; ( t I
esto a combiuar un ataque con todos 10s mineros que se pz-
diersn reunir, EO habia mas que un paso.
   Se corria, pnes, un inminer,te riesgo permaneciendo poa
mag tiempo en el campamento que se babia escojido, i que E
30 sumo, se hallaba a tres millas de las tiendas de 10s ame-
ricanos, es decir, casi en las fauces del lobo.
   Con todo, cierto de qne sus enemigos no habian de alcac-
zar a reunir todos sus caballos antes de qne llegaee el dia. i
mucho m h o s a preparar las municiones i las armas para UI?
ataque dccisivo o una largs persecncion, Joaquin concibi6 e:
plan mas brillante Jne haya salido jam64 de nitignn cerebrc
humano: un plan que. inntilizando desde lnego todos 10s pro-
yectos de BUS enemigos, le permitia hacerse dnefio de 1as ri-
quezas que huhieran podido reunir.
   Sabiendo que podia hacerse perfectamente una escursion
de noche i qne no podia seguirsele la pista hasta la maiiaiia
siguiente, mand6 a N jente montar a caballo i aguardar l a
                       I
h i e n de partida. Inmediatamente obedecieron toclos, Pin si-
quiera dirijir una p r r p n t a a su querido jefe, que tenia ez-
tdnces todo el hire del misterio de su plan; en pocos minuto=
estuvo la partida lista para ir adelante.
   Joaquin se pus0 a su cabeza, i en el mas profundo silen-
cio se dirijeron h&cia el Este, a traves de grandes hileras 6e
pinos.
   Cabalgaron asf rapidamente hasta la noche por camino=
que no tonian nada de agradable. i se encontraron con que
habinn devorado una distancia de mas de 20 millas. Joaquiz
ann aueria alejarse mas del campamento que acababa d e
ahandonar; i solo despues de nna hora de marcha mas, se de-
cidi6 a dar brden de hacer alto.
   Se recojieron algunss ramas secas, i despues de reunida?
les allegaron fuego por debajo, con el objeto de alejar a lac
beetias feroces; amarraron bien 10s caballos cerca de aquelia
lmprovisada hognera, despnes de lo cual 10s bandidos 8 -
confortable calor del rescoldo, ee tendieron sobre sns ritoe, ’
se entregaron a1 mas tranquil0 reposo.
   Los centinelas, encargados de relar por la seguridad del
campo, se relevaron de media hora en media hora, hasta ~ I I E
termin6 Ianoche, i cumplieron tan bien, que a1 raysr ‘a
- 73 -
s x o r a , toda la partida, despertade en ese-instante, se paso
 <e pi8 a1 momento i emprendd de nuevo su camino; solo cua-
tro horaa se habian consapado al'sueiio.
     Hasta el medio dia ganaron camino con la misma rapidez
 que la vispern; ent6nces se encontraron e n medio de un valle
encantador; todo cubierto de yerbas i de fioreR conpletamente
 xlaturales, salvajes, regadas por un limpid0 a r r o p que ae
 abria BUS veredas por entre las enmaraiiadas raices de la8
 mas orijinales i verdes plantas.
     Veinte millas, poco mas o m h o s , separaban a 108 ban&-
 dos del Iugar que les habia servido de vivac la noche prece-
dente; se detuvieron dos horas para dar tiempo de apacentar
 los caballos, migntras que ellos mismo tomaban su dimen-
 m. No partieron de alli sin dejar eIlos sefiales evidenteg, de
 ?ne habian pasado alli toda la noche, para qne 10s america-
 nos se persuadiesen de ello; despues, cabalgando toda la no-
 &e, pusieron otras veirite millas de distancia entre ellos i el
 snemigo.
      Hicieron una parada de algnnos minntos, enceudiendo ho-
 goeras como lo habian hecho la vippera, i cenando sobre Ia
  marcha, despues de lo cnal volvieron a montar a caballo i
  describiendo en su trayecto un circulo de estension de cinco
 ~ d a mas o mhos.
            s
      En seguidtr i de repente volvieron riende con direccim a1
 lneste i acamparon como a las tres de :a mttfianlr a unajor-
  nsda de su Gltimo campamento.
      AI cabo de algnnos dias de esta conductrt, de estas mar-
 &as i de estas paradas consecntivas, la partida se encmtr6
  precisamente en uno de 10s puntos en que se habia detenido
   .ana de [as noches anteriores.
      J i m Boyce i 10s mineros americanos ae habian dedicado a
  la persecucioo de 10s bandidos a i madana signiente del dia
                                      s
 4n que el acaso quiso que se encontrasen con Joaqnin Cada
  noche hacia alto alrededor de 103 fuegos abandonadov por
  ',os salteadores. esperando (i su citlculo era mui natural! que
  a1 fin i a1 c a b habian de encontrarse con loa chilenos, por
  mui RIM que fuesen estos en su fuga.
      Josquin no pndo retener una sonrisa de innensra satisfnc-
 cion cuando se spercibi6, por seiiales infaliblea, que Jim
  S y c e , a quien consideraba uno de sus mas peligrosos ene-
7

                           - 74   -
 migos, se encontqba en ese momento en marcha i cerca
 de 41.
    Ya habia entrado la noche. Despues de haber galopado
 todo el dia por 10s montes i planoa, Jim Boyce i 10s SUJ.OS.
 tranqnilamente sentado nl rededor de uno de 10s Gltlmos
fuegos de Joaquin, que ellos habian vuelto a encender, fu-
 maban i reian a mas i mejor, sin que ninguti presintimiento
 les advirtiese, cuando de repente el estrueiido de veinte re-
 v6lvers clescargado a la vez rompib el aire; todo be ilumin6
 shbitamenta en torno de la hoguera, como si se hnbiera
abierto una nube para d x paso a relrlmpsgos inesperados:
i 10s americanos que no habian sido traspaeadns por 18s balas,
vieron con espanto a veinte de BUS compaiieros tendidos por
el suelo, sin movimiento, i operm otros veiute tiros de rev61-
ver dirijidos contra ellos.
   Poseidos del mas horrible pknico, desorientadoe, locos, 10s
dos Gricos americanos que la segnnda descarga habia dejado
en pi6 (nno de ellos era nadn menos que Boyce), se lanzaron
a caerpo perdido eutre las sombras, i sin tomarse el tiempo
para elejir el camino, se apartaron velozmente de aqnella
horrorostt escena.
    Ya Joaqnin estaba en el borde del teatro de 10s sucesos
viendo si Jim Boyce habia caido o n6; en cuanto a Juan
Tresdedos, aullando como un demonio, teniendo empufiado,
en su mano mutilada, un largo pnfial, nltim6 desapiadada,-
mente a dos que le parecib que respiraban ann.
   Los caddveres arrojados sobre aquel campo, presentaban,
iluminados por las claridades de inmensa hoguera. un as-
pecto tan terrible i tan repngnante, que Joaquin miemo ne-
dej6 de sentir escalofrios.
   --Vamos, dijo; dejemos este lugir. No acamparemos hasta
la magana pr6xima en un paraje mas c6modo i mas agra-
dable.
                            XI1
Se orgnnizan rarias partidas pim perseguir R 10s bandidos
           Varios e~iiiiu-ttes. rmplar castigo
                             -Ej
  Dos o tres dim despues fqeron a visitar las tiendas de SUE
victimm. lkqwez de haberse cpoderado de !cs ca.br+!lcs i d.3-
- 75 -
    :as mnlas se pnsieron a buscar 10s metales preciosos, i se
    encontraron en polvo de or0 m,as de catorce mil pesos.
         Joaquin c o m e i d por tomar posesion; despues se tras-
    ~Iad6   con toda su partida a Yacqui-Camp, es decir, a mui
     poca di4tancia de San Andres, en donde tenian su lugar de
     reunion.
         A1 dia signiente de su llegada, envi6 por la mafiana seis
    de sus hombres a las 6rdenes de Velenznzla, al Arroyo Can-
     kowa, con 10s animales que teiiian de mas i una gran canti-
    dad de plata encontrada entre 10s americanos.
         Conserv6 cerca de si todo el resto de Ia tlropa, i comenz6
     ana sbrie de espediciones contra 10s enemigos ordinarios, ma-
     $ando i pillarido todo lo que caia bajo sue mauos. A mochas
     millas alrededor. de San Andres de Salveritas i de Pacqui-
     Camp, no se oia hnblar mas que de robos atrevidos, i nadie
     sabia qiiikn 10s habia cometido, ni qn6 R habian hecho 10s
                                                  e
     objetos robados. Hsbian ahorcado a uno8 caantos hombres
     sin que hubiesen tenido el tiempo para decir cual era la
     mano que hebia dado el golpe.
                                                        I



          Todo lo que aabian 10s mineros, em que, como fantasmas,
     10s ladrones i 10s asesinoa se paseabtln entre ellos sin que lo-
      grasen descubrirlos.
          Asf es que por todas partes no se veian mas que fisono-
      mias mpautsdas, en Ias cuales se pintaban eetrafios temores
     gara estirnular In vijilancia de cada mal.
          E l capitart Ellis, dipntsdo Sheriff del condado, Ingr6 reu-
      n r noa compaiiia de cindadanos de loa mas atrevidos de San
        i
      Andres, i en seguida se ech6 en bnsca de loe crimineles. Ha-
       biendo snbido por un espia que Joaquin estaba en Pacqui-
     Gamp i que uno de SUY hombres iba con mucha frecueucia
      a monte, se traslnd6 sin perder tiempo al lugar designado,
        1
      reconoci6 a1 hombre c u p s seiiales se le habitln dado i se apo-
     der6 de su persona,
          CarriIlo (era 61) fu6 condenado a la horca incontinenti
     Gomo ladrm i asesino; pero se le permiti6 el perdon si que-
’      ria revelar e secret0 del asilo de sns camnradas. El ban-
                     l
      dido se ne@ desdenosamente; con todo, pidi6 que #e le deja-
      .se la vida, 1 se comprometi6, dado caBo que no pillaran cb la
       partida, a ayudar a 10s americanos de otra manera, de
      %nerte, en una palabra, que no despertaran las sospechas
-%
                          - 76   -
 de la partida. Viendo que no se tomaba en cnenta su propo-
 sicion, cambi6 de tono.
    -"aced vuestro deber, les dijo con aire de desafio.
     1 agreg6:
     -Si se os arltoja examinar nuestro bagaje, encontrareis
 en mi valija un puna1 cnya ILmina estA ttun teiiida con la
 sangre de nn americano. He matado con ese pniial mas d e
 veinte i vosotros no me podreis matar mas que nntt vez!
    Este discurso fu6 recibido como debia serlo, i el bandido,
 sin otra forma de proceso, fok arrastrado a un Brbol i ahor-
 cado.
    Los compafjeros del capitau Ellis; no escnchando mas q u e
 B chlera, continnaron cumpliendo con sn deber. destruyendo
  n
 i quemando todos 10s escondites que suponian que pudiefien
 servir de refugio a 10s bandidos; el incendio'se levant6 basta
el cielo, i sns llamas esclarecian todas las montafiss de 10s
 cblrededores a muchas millas de distancia.
    Joaquin. que estaba con su jente en una colina cercana, fo
vi6i lo oj-6 wdo.
    -Creo, dijo riendo con todas ganas, que si nos tuvierau
ahorlt entre sus garras, sentirian muchrts tentaciones de ha-
cernos asar! Pobre Carrillo! Lo han ahorcado i sin dnda se
ha ido a juntar con su antiguo amigo el viejo Pincheira; pero
caramba, 10s primerov veinte americanos que encontremos
ban de ir en pos de Cl a1 infierno, i no ser&sin qne me pa- .
p e n bien car0 su pasaje.
    Convencidos de qne la compafifa del capitan Ellis recorria
a la manana sigoiente el pais en todas direcciones, se ech6 a
1a montafia, decidido a llegar lo mas pronto posible a1 lngar
fijado para la reunion jeneral, a reunir alii sin demora tods
EU jente i librar batalla con loa enemigos que osaban perse-
guirIo.
   Pasando cerca del molino de la compafiia Peahri, a al-
gunas millas del campo, algnnos individnos ocultos tras d e
un bastimento dispararon sobre 10s chilenos, de 10s cualeE
so10 dos fueron lijeramente tocados.                            I

   Joaquin inmediatamente hizo hacer alto i contest6 tiro s
tiro; despues como el enemigo no se mostraba, entr6 a la
plaza con Juan Tresdedos i con cinco o seis mas.
   Solo encontraron dos hombres, bastante necios para que
-77-
rer Bostener u n combate cuerpo a cderpo; tin minuto bast6
para llegar sl fin i dejarlos mnertns.
   Despues de lo cual, Juan Treededos 10s arrastr6 fuers i no
ces6 en su furia basta que no tuvo mutilados cruelmente loa
cadhveres a puiialadas.
   Durante este tit-mpo, Joaquin i 10s qne Io accmpaiiaban
dispararon ann algunos tiros de revblver al interior del moli-
no i se pusieron en marcha.
   Iban del otro lado de la montaija del Oeo, a la cual B lle-
                                                           e
ga por un camino que sigue la cadena de Santo Domingo,
cuando 10s chilenos encontraron un campo chino, de donde
 sacaron de 600 h, 700 pesos; era todo lo que poseian estoa hi-
jos del Celeste Imperio.
    Juan Tresdedos nc pudo dejar de manifestar una viva ca-
 ridad vi6odolos tan dnciles i tan impasibles; hubiera querido,
 tanto se interesaba en sn felicidad, disiparles 108 pesares i 10s
 dolores de BU existencia; per0 Joaquin le ordend que Tohiera
 las ri-ndas i que eRperase el momento en que pudierli Facar
su puiial contra 10s americanos.
    Atravesaron el rio por el rancho Torman; despues siguie-
ron el p a n camino que FB bordeando a1 rio basta el senJero
 que conduce a San Andres. A una milla poco m'as o m h o s
de la cindad, hai un monte i una montaiia prdxima a Grease-
ville.
    En el trayecto, dos americanos que viajaban a pic?, fnercn
deshechos a balazos i se 10s entregaron a J u a n Trededoa en
 un estado tal, que el miserable, para satisfacer sn Fed d e &an-
gre, no pndo hacer otra coea que degollsrlos i destrozarles el
rostro a patadas.
   Pasando cerca de un campamento pr6ximo a1 puehlecito
del Anjel, 10s bandidos entraron a nna tienda donde dormiari
cnatro alemanes; 10s de5pertaron i ponihdoles el puiisl en la
garganta, 10s obligaron a que eotregasen todo !o que tenian
en dinero, que eran 200 pesos mas o m h o s .
    Juan Tresdedos de16 que partieeen SUB compaaeros; cum-
do estuvieron a pocos pasos, se dirijid hacia los pobreR dits--
blos de 10s alemanes, que eetaban todavia aterrados, i con
UD juramento que no era de 10s mas apropdsito para tranqui-
lizarlos, declar6 que les iba a cortar el corazon a pedazos
 para castigarlos For no tener map plata. E l acto hubiera EO-
- 78 -
guido itimediatamente despues de la amenaza, si Joaqpin,
que habia vaelto sobre sus pasos, no se hubiera interpnesto
haciendo obserrar a Juan que no eran americanos sino ale-
manes 10s itifelices con qaienas estaba tratsodo.
   El mouetrao Juan Tresdedos tuvo que renunciar a1 pla-
c8r que 5e prometia, i trat6 aun de dejar en el camino a BUS
compaii2ros para volver a ejecutar sa amenaza; pero Joaquin
que no le perdia de vista, supci felizmente impedirselo.
   Algutios dias despues. uno de 10s hombres de la psrtida,
llamado Floresco, que sa poco tiempo $rites habia manifes-
tad0 disposiciones para la traicion, declttrd a Joaquin que no
podia acompafiarlo mas all$, porque deseaba volverse a Yac-
qni-Csmp con un fin particular.
   -@ud es ese fin? Ie preguntd el jefe.
   --Ab! la dijo el otro, con un tono de inocencia el mas fin-
jido, 110 ea mas que un sequeiio asunto de inter- completa-
mente particular.
    --No dudo, di,jo Joaquin; per0 yo teago uecesidad de ti en
 este momeuto. Mi intencion es reunir todos 10s miembros de
 i~ tropa en el lugar de la reunion jeneral, i a no ser que me
 des m a razon saficiente, no pnedo concederte io que aolici-
tw.
  --Per0 yo, respondid el bandido, yo no solicito, yo exijo.
  -Euc6nces, seiior Floresco, su exijencia de usted es ino-
portuus.
  Est83 palabras fueron acompaiiadas de una sonriua d e
desprecio, que pas6 rApidamente por la fisonomia del j6ven
jefe,
   -Toios 10s momentos son buenos, replic6 Floresco, basta
 qne yo Ius encuentre oportunos. Puesto que nsted e p t h de uu
hum or ~ O C U
             sgrtidable, no agregarduna palabra, per0 dirpon-
dr6 de mi mismo como t me d6 la gttna.
                         w
  AI mismo tiempo el bnndido volvr6 la rienda, i se apresu-
raba retrocediecdo en el camino, cnando Joaquin sac6 su re-
v6lver i le mand& que se detuviera.
  - Qu6 ea esto! le dijo el rebelado, deteniendo su caballo
por la rienda; LquB tiene usted que decir todavia?
  --Pienso, dijo Joaqnin, furioRo de verse trrttado tan vi1 la-
namente en presencia de muchos miembros r ecienteme n k
incorporados a la partida, pienso qne tG ems z1n traidor; sin
- 79 -
duda quem& ir a delatar el camino que segnimcs i entregRr
el secrrto de nuestro asilo.
   -Pien e usted lo que qnier'a; le respondid el miserable,
que tsmbien sac6 su rev6lver i a1 mismo tiempo dirijid hacia
atrtls una iuirada insolente i llena de amenazas.
   ---Ah! grit6 Joaquin, por la Santa Cruz! th r n o r w h Bun-
qne no sea mas que por tu inaolencia.
   Casi en el mismo segnndo se dejaron oir dos detouaciones
de revdver, i Floresco, mortalmente herido. C R F ~tie su silla,
i su caba.10, sintiendo flotar s n e l t ~ las riendas sobxe el cue-
                                           s
110, se vino espontaneamente hacia la tropa. qne parti6 a @;&-
lope. CAda uno de ~ o bandidos conden6 altamente la, locurs
                         s
i la insubordinacion de Floresco, i felicitaron a Joaquin de
haberlo castigado tan oportnnamente.
   -2No estaba pidiendo tiempo? respondid Joaquin; pnes pa
le he dado la eternidad.
   Dos horas despnes, sjguiendo el camino que penetra pro-
fnndamente en la8 entrafiae de !as montlifias, se enccntraron
de repente en un nuevo campo, ocupado por cinco chinoe.
Aunque cztda uno estaba armado de su revblver i un putid,
no hicieron ehfnerzo alguno por defenderse, i se rednjeson o
pedir de rodillas que se les perdonaee la vida.
    La rrbelion de FIoreeco habia puegto a Joaquin pa de mui
mal hnmor; le hizo una sefial con la caheza a J n s n il'resde-
dos, i este, sin perder tiempo, se lanz6 hdcia 10s chinos i les
sepult6 el pufial en el pecho. En aquellos momentos sua ojos
se animaron, i a1 verlo pasar de nno a otro cadaver, compla-
eidndose en destromrlos, &ele habria podido tomar por iln~b
verdadera fiera cslrnivora.
                               XI11
          Joaqnin i Cltlrinn.---Eneueiit~ofnesprr ado
  Llegando a1 Arroyo Cantowa, Josquin pudo Conrencerse
de que lo8 merodeadores no habian permanecido inactivos.
Algunos eentenares de cabsllos galopaban de acA para all$
en todas direceionbs del plano, sin estar domados todavia i
respirando libertad.
   Flr, e1 !a,n2r de! C X I F X X ~ ~ O crc'Ir.o:io se eiernb- . her-
                                                               .
- 80 -
moms tiendas, que yor sus reuniones formaban ana especie
de aldea; Rgrupados alrededor, 10s bandidos pasaban tranqni-
lamente EU tiempo, nnos fugando a1 monte i otros fnmando
su cigarrito.
   A alguntt dishancia, sobre un asiento de grama estabau
sentadas, ai lado de sus amantes, ocho j6venes mujeres de
ojos negros, que conrersaban, reian, cantaban con toda la
aiegria encantadora i vivacidad natural de su edad i de su
98x0.
   Apenas Joaquin se adelant6 hacia sus camaradas, cnando
10s cumplimientoh i felicitaciones lo acojieron por todos la-
dos;al mismo tiempo, dos magnificos brazos de mujer, pa-
recidoa a nn collar, rodearon su cue:lo, i 10s ojos profunda-
mente nezros de su qnerida Clarina le dieron la mas amable
bienvenida; tal era Is emocion de esta joren en a p e 1 mo-
mento, que en van0 habia pretendido pronnnciar una frase.
   Despues de haber respondido con alganas palabras en
accion de gracia a la acojidz que le habian hecho sns com-
  aiieros, Joaquin se retir6 con su qnerida a un Arbol, que
Rabia adaptado con predileccion. Alli se sentaron, segnros
de que no debian de ser perturbados en su amorosa entre-
vista.
   -Joaquin, murmur6 Ia j6ven mujer, echsndose a nn lado
5us hermosos rizos, que formaban cusdro a su graciosa fiuo-
nomia; has estado mucho tiempo ausente ... Oh( rnucho tiem-
yo, i yo no he podido minos de estar triste encontrhndome
aba udonada.
   - - - C h o , Clarina mia, sola i triste en medio de tantas mu-
jeres j6venes i alegres!
   -Ah! si; e8 precisamente su alegria lo ~ u ocasiooa mi
                                                       e
tristeza.
   -JVerdad? EspIicate, querida mid quiero conocer el orf-
jen de este cambio repentino. iC6mo! LLloras? Enthnces la
cosa es tan &ria que merece tiis ligimss?
   -Si, Joaquin, lloro. dijo la jdven, ocaltando s u cabeza en
el 8euo de su imante; lloro porqne no puedo retener mis I$-
grimas; siento que m i corazon est& pr6ximo a estallar. 6%
acaerdas de tu promesa? Oh! JCuando abandonaremos esta
peligroea i desagradable existencia para Folrer a nuestro be-
llo p i a , tan apasible i tan dnlce?
- 81 -
    -h%uestro pais? ~ L t i Sonom? Oh! pluguiera a1 cielo que
YO   no lo habiera nbandonado jamas: T o no seria hoi lo que
soi. Pero, ven, Clarina mia i anfmate. Algunos meses mas i
volveremos a nuestro paie, que vi6 deslizarse tu tranquila
I nfancia; todas estss horas de duelo serBn inmediatamente
olvidadas.
    La frente de la dalce i confiada j6ven se coloreaba a me-
dida que pensuba en las apacibles i felices horas de su exis-
tencia pasada; per0 con su natmraleza verdaderamente feme-
nina, eila amaba a Joaqnin apesar de todos 8us crimenss, i
su eepirito se calmaba cnando sepnltaba sus miradas en sa5
ojos sombrios i por lo mismo llenos de foego, que jamas se
hnbian bajado delante de uingun hombre, cualquiera qne 61
fuese, i que solo perdian su dureza natural cuando se fijaban
en ella.
    Eo ese corazon tan tierno, ella tenia de reserva tesoros de
 clemencia de q:re clisponia a su antnjo; por otra parte, escusa-
 ba su conducta por el tratamiento de qae hltbia sido rictilua
en otra Cpoca.
     Ella conocia la historia intima de Joaquin, sns pensa-
 mientos, ius pesares, SUB luchar contra una suerte M a l , i
 hu, larga agorlia, despues de la cual habia sucnmbido la hon-
radez primitiva de su escelente natural, le habia declarrtdo
 que terminaria su peligrosa camera tan prouto como hubie-
~ asatisfecho su vengaiiza i reunido una fortuna, equiralente
       ,
 R aqnella de que 10s habian despojado 10s americanos. Habia
 sgregado que ent6nces se rrtimria a1 E-tado de Sonora, i
construiria una casa en donde pudiese vivir solo con ella,
 para no pensar mas qae en amarla. Ella lo oia llena de f6%
 porqae era sincero en SUB ititenciones, i ella se ocupaba bien
poco de qa8 dirhn; ella que lo consideraba a LR vez como el
 mas noble, como el mas jeneroso i como el mas hermorao de
 todos 10s hombres.
     -21 ahora e s d p r k i m o el dia de la partida? pregant6
Clarina con 1 YOZ mas ticma.
                s
     -Si, mi amor; mi venganza es ya casi completa, i en cuan-
 to a mi fortana, algunos miles de dollars, agregados ii 10s qae
ya poseo, me bastarnn.
     Acabado de decir estas palsbras, el j6venjefe fit6 inte-
- 82 -
rrnmpido en sn amoroso coloquio por un centinela que venia
8. todo galope a darles impQrtantes noticias.
    A uua zillit de distancia, eobre Cantowi Creek, el centi-
nela habia descnbierto, algunos momentoh antes, unas hue-
llas freqcas que corrian a traves de la crecida Fer ba, i a juz-
gar por las apariencias, no podia haber m h o s de diez o qnin-
ce hombres por ayuellas cercanias.
    Era, pnes, necesario velar eon cnidado, i no dejar a un solo
americaiio el tiernpo necesario para abandonar el valle con el
secret0 de que la partida tenia establecida alli su cuartel
jeneral.
    Un acontecimirnto eemejante hsbria podido destrnir com-
pletamente 10s propectos del jefe chileno, a1 miemo tiempo
que lo obligaria a buscar otro lugar para sn rcfujio.
    Escojiendo, pn+s. sin demora uno de sns mejores caballos.
Joaquin se lanzb h k i a fuera acompafiados de veinte hom-
bres escojidos, entre 10s cuales se encontraban sns ayudantes
de campo ordiuarros, Jnan Tresdedos i Talenzuela, i 10s no
m&os bravos i fieles subalternoa, Gnerra, -4ntonio i Fer-
nando,
    La pequetiia tropa seguia la pista indicada por el centminela,
i a1 cabo de dos horas de Apida marcha, apercibi6 delsnte
de ella a catorce americanos que le hicieron frente, espjran-
do qne se acercasen.
    Cuando se vi6 a doce metros de SUR enemigos, Joaquin
hizo hacer alto. Scababa de observar con sorpresa qne e1 jete
de aqnellos iritrueos eran el robusto individuo que habia in-
tentada detenerlo en u n salon de juego de la Sonora.
    - dQue has veilido a hacer en este valle? pregunt6 Joaquin,
haciendo avaiizar algnnos paso- a su caballo, a fin de ver
mejor el semblante del hombre i para asegnrarse bien de que
811s Fospechas no eran eqnivocadas.
    El Yankee vacilb.
    Irritado por el golpe que le habia dado Joaquin en la cas&
de jnego, obligado a soportar his amargas bromas de loa de-
mas americanos sns conocidos, qne a cads encuentro le pre-
guntaba si ee habia descubierto su presa, se habia decidido,
por fin, a partir con el objeto de aprehender el famoso bandi-
do, vivo o muerto, para poner asi de sn lado a 10s burlonee.
    C C )este lac?nb!e 95jc:c 2 3 !e hntin ;id0 difici! r e i i ~ una
          ~                                                       r
-83-         *


docena de guapos mocetones, atrevidos' mineros en su mayor
parte, que miraban el peligro como un juego, i que, Ujos de
evitarlo, lo buscaban.
    Es menester decir que cuando se habia decidido a perse-
guir a Joaqnin, fue en la persuacion de que solo era jefe de
una pequeiis partida de miserables i de cobardes; i aunque
no habia razon algiina para dudar del coraje i de la bravura
deljefe mismo, tenia el yankee en alto aprecio a su jente i no
abrigaba temor alguno.
    La repentin4 aparicion de Joaqnin ti la cabeza de veinte
hombres bien armsdos, bien eqnipados, bien montadoa, todoe
bien constrnidos i de nn aspecto que dejaba mni poco que
confiar, asombr6 en el acto a Arkansaw (este era el nombre
con qne se conocia nl susodicho yankee de California). hasta
el punto que no pudo responder a1 momento a la pregunta
de Joaquin.
     Arkansaw no se hallaba desprnvisto ni de alma ni de Ta-
 lor; p r o poseia una fuerte d6sk de amor propio, de vanidad
 i de circunspeccion. Vihdose en preeencia de una partida de
 hombres superior a la snpa en cnanto a1 nizrnero i a las ar-
        __
 mas, comprendi6 que no tenia qua ganar nada batibndosc
 con ella.
     A cada instante R hallaba mas indeciso, cnando Joaquin.
                       e
 impaciente, grit6 con tono menos dnlce que aqnel con' que
 habia formulado su primera cuehtinn.
     -2Me has oido, o sera menester que yo me esplique mas
 claro?
   -    Estoi calculandof respondi6 Arkansaw, ecbdndose a la
 boca un gran trozo de tabnco qne acababa de sacar de s n bol-
 sillo, dirijiendo a1 mismo tiempo una mirada a sue compafie-
 ros, que parecia consnltarlos.
     -LQue tienes que responder? Anda lijerof CQnien eres o
 yu4 vienes a hacer por este valle?
     -3To os exalteis! De sobra se conoce que eres estranjero;
 nuestras costnmbres te son absolntamente desconocidns; ap6-
 nas nos dejas tiempo para contestar! Por lo qne a mi respec-
 t ,yo no me precipito jamas ni ann cnando la lirbre e& a
   a
  tiro de fusil, Es una verdadera hazafia el sacarme de mis ca-
 sillas; ya lo reis, tengo todo el aire de un navio equipado a
  pnnto de hacerse a la mar, per0 soi siemprs mui tardo para
- 84 -
virar. E n fin, para ser breve, nuestra presencia en este punto
no tiene mas motivo que el siguiente: somos una sociedad de
cazadores, i t 6 nos encuentras en pos de 10s osos pardos i de
10s otros animales ealvajes. Si tfi no tienea razon para bus-
carnos querelia, nosotros tam poco queremos trabarla contigo.
Esta es la pura verdad, tan verdad como que estamos tiqni
reunidos.
   A estss liltimas palabras, la sorpresa i el desprecio se pin-
taron en todos 10s rostros de 10s atrevidos mineros, de cars
bronceada i dura, que acornpanaban a Arkansaw. Mnchos de-
jaron escapar sordos mnrmnllos de descontento. En fin, uno
de ellos se adelant6 hbcia Joaquin, i con una voz que distaba
mucho de temblar, le dijo.
   -Estoi segnro que te conozco. Jueto: tu eres Joaqnin M u -
rieta.
                             Sv
                             I
Gonibate entrt. chilenos i anierieaios. t a gartida al~andona
                     el drropo Cantom
   A p h a s eI americano habia pronunciado el nombre de Joa-
quin, cuando ya se habian sacado tudos 10s rev6lvers. El fue-
go comenz6 de ambos lados con jeneral confusion. Cinco
hombres de Joaqnin fueron volteados del caballo, i dos ame-
ricanos habian tambien encontrado la mnerte en este primer
encaentro. Despues, 10s bandidos, a m a seiial de su jefe, se
lsnzaron decididamente sobre el enemigo i trabaron un com-
bate cnerpo a ciierpo, en que solo la fuerza i el valor podian
obtener la victoria.
   Entre 10s gritos, las imprecaciones i las quejae, se oia la
voz de 10s jefes que animaban e impulsaban a sn jente, com-
batiendo ellos ai mismo tiempo con una ferocidad de ti-
gres.
   Herido, cnbierto siempre de sangre, pero nunca abatido,
Mnrieta corria de all&para acti en medio de la pelea, i mos-
trhdose por todas partes, sobre todo en 10s puntos en que el
resultado parecia iudeciso, con su sola presencia decidia la
victoria en favor de 10s suyos.
   Con todo, 10s americanos se batian de una manera deses-
p r a d a . Por momentos tuvieron la rentaja sobre sus adver--
- a5 -
sarios; i la hnbieran conservado indudablemente, si el je'nio
invisible qne acompanaba por doquiera a Joaqnin, recorrien-
do el campo de batalla, no hubiera diezmado a 10s campeones
del enemigu, arroj&ndoloepor tierri enoueltos en PU propia
sangre.
   Despues de haber deecargado sobre el enemigo su r e d -
ver, Jnan Tresdedos arroj6 a un lado su arma i se pnso, con
RU habitual ferocidad, a manejiir el puiial en todas direccio-
nes, si bien en algunos momentol;, piego e incapaz de discer-
nir, no sabia doude dirijir sus golpes, i Iieria a ELIS propios
compafieros o a 10s caballos sobre queestaban montados.
   Cuando Joaquin, despues de haberse desembarazado de
uno da 10s mas encarnizttdos americsnos, pudo tender una
mirada at campo de batalla, vi6 que nueve de 10s supos ha-
bian hallado la muerte en el combate.
   Entre 10s enemigos, solo uno qnedaba vivo: era Arkansaw.
hijo de la provincitt de Arkansas, qrie luchaba deseaperada-
mente con Juan Tresdedos. El yttnkee, qiie era admirable-
mente Bwmado, daba mas golpes a su adversario que !os qne
de 81 recibia, lo que no contribuia poco a aumentar la c6lera
de Juan.
   Joaqnin i el resto de la partida, todos heridos i cnbiertos
de sangre, i al mism3 tiempo aniqnilados de fatiga, perma-
necittn tranqnilos espectadcres de la Incha. pues tenian com-
pleta i6 en la fuerza i en la destreza de sn eompsfiero.
   Inclitiiindose de un lado a otro sobre sus caballos cubier-
tos de espuma, 10s dos combatientes buscaban el modo de
inferirse una herida mortal; se veis que qnerian terminar a
toda costa, i se conocia que tenian determinado vencer o de-
jar su vida i su sangre en el supremo esfuerzo.
   De reperite, mas furioso todavia por el dolor que le can-
saba una cruel herida recibida en el mnslo, Arkansaw dii.
vuelta, se lanzd a la izquierda de su adversario, i blandiendo
BU puna], le hizoen la mejilla una herida tan profnnda que
el bandido bamboled sobre su silla.
   Los chilenos, espantados, acudieron a1 socorro de sn ca-
marada; pero Juan, volviendo de repente sobre si, 10s obligb
a retirarse; profiriendo horribles imprecaciones. Ellos, no
por esto permanecieron m h o s resueltos a impedir un sacrifi-
eio iniitil concluyendo con el Yankee.
- 86 -
    Arkansaw comprendi6 que, a pevar de su coraje, no podia
resistir largo tiempo a enemigos mas fuertes que 61; se did
vuelta i lanzando su caballo en el camino, hny6 rhpido como
el rayo i seguid? a didancia por sn salvaje antagonista, a1
cuai *e habia unido Joaquin.
    Durante cinco millas, 10s dos chilenos persiguieron al yan-
kee. C docitndose un poco Htrm Juan, tocando casi a1 fujiti-
vo. De inrtante en instante, el m6nqtrno de 10s Tresdedos
tornaba vivamente la rienda de su caballo i blandia su pufial
sin poder alcairzar a1 enemigo; retrocedia ent6oces i se irri-
taba notando que su caballo Gjerdia poco a, poco su vinor.
    Joayuin veia bien que a cada paso sn compafiero i 61 per-
& a n terreno i que la dlstancia que 10s separaba del fiijitivo
no hltcia mas qrie sumentar. Conveocido de la imposibilidsd
de rim caza a Arkansaw, llam6 B sn lado a Juan, i ambos
 volv:endo bridas entraron al cuartel janeral.
    Lns chilenos que habian sido heridos en el combate se en-
 contraban ,va alli. Algunos de SUR camaradas, 10s mas espe-
 rimentados, se ocnpaban en cnidarlos tal como les era posi-
 bl e.
     Fernando i otro habian recibido tales heridas, que espirrs-
 ban al dirt siguiente, lo que hizo llegar la perdida total de la
 bnnda a once hombres.
     Joaqnin por sn parte, aunque no hubiese sido herido de
 una manera mui grave, habia perdido mncha sangre; se vi6,
 pue.r, obligado a guardar el reposo dnratite muchos dias, en
 medic) de 10s cuidados que no crsaba de prodigarle con una
  trrnurrt maternal la hermosa Chrina.
     Antonio i Gtierra, DO m h o s felices que su jefe, encontra-
  ron en el cariiio, en la tieina solicitud de sus qneridaq, u n
  alivio a sus snfrirnientos; lo mifirno que Joaqnin, tambirn se
  vieron elios vueltos a la saltid, i tan fuertes como Antes, cuan-
  do N U - compaiieros rn6nos favorecidos entraban ap4nas en la
  cotivalescencia.
     Joaqnin no pudo desentenderse de ana cierta inquietnd a1
  peosw e n aqnel intrepid0 Arkansaw, el 6nico qne habia so-
  brevivido entre los arnericanos; se reprochaba de haberle de-
  jado hnir, cuando pndo derribarlo tau fticilmente de un bala-
  zo durante su lucha con Junn Tresdedos.
      Habian trascurrido ya quince dias desde aqael sangriento
- 87 -
 asnnto, i si el yankee no habia sncumbido a sus heridas podia
 temerse que hubiese levantado otra compafiia de aventnreros,
 i qne no desearia otra cosa que seguirlo.
    tQuiCn le impedia ann el reunif las diversas compafiins
armadas qne recorrian el Eptttdo, a fin de tomar i destruir a
10s bandidos, i hechos esto servirles de guia i conducirlo hasta
 el corazon del cuartel jeneral?
    En el temor de una eventnalidad semejante, Joaquin re-
solvi6 a abttndonar al mQiios por ciento tiemlio, el refu,,io que
habia elejido. Por esta estrattrjena pensaba 61 engafiitr a 10s
americanos que, llegando i encontrando el valle deeierto, ee
imsjinarian qne 10s bandidos habian abapdonado el pais, o
 bien corrtinuarian sns pesquisas dividiendose en bandas i
esparcihdose en diversas direccioaes, lo que le pwmitiria a
 dl, Joaqnin, atraerlos a 10s desfiladeros de la montafia i
destruirlo separadamente sin poder por iiu parte un solo
hombre.
    Con este pensamiento fue como se prepard to60 para la
 partida. Los cnballos, en nfimeros de mnchos centenares, fue-
 ron condncidos a Xejico.
    Las tiendas fnerou dobladas i coIccadas sobre las bestias
de carga, lo mismo que todo aqnello que en el cuerpo o en
10s alrededores pudiese per todavia de algiinrt utilidad. Las
mujeres vistieron sn traje de viaje, i recojiendo sns trajes de
seda carmesi, se prepararon a atravesar alegremrnte la%
montafias i las llanuras, las sombrias espcsnrav i la sinuoRaE
gargantas; en cnanto a ellas, iban a comenzar largas ,jornadas
 duraiite las cnales no tendrian 8010 que soportar las priva-
 ciones i la tatigas, sino tambien que defenderse contra 10s
osos i 10s terribles leones de California.
    LOREeridos que no habian recobrado todavfa todas 511s
fuerzas, fiieron colocados sobre 10s caballos =as mansos. 10s
que mcntaban de ordinario 1as mujeres. Estas muellements
sentadas sobre elegantes i cotifortables sillas mejicanas, sii-
jetas con precaucion en el medio por nna cinchaanchit
de crin, a fin de precaverse contra 10s accidentee, qnedarnn
listas para marchar. Terminados 10s preparativos, toda !a
banda salid poco a poco de la aldea; su efectivo comprendia
en eete momento ciento seis hombres i nueve mujeres.
   No fu4 sin sentimiento que la banda dijo adios B eqa mag-
- 88   -
nffica morada, ahom aislada i desierta, pero que tantw veces
habia sido testigo de su alegria, de SUB placeree i de su fe-
licidad.
   A la cabeza de la colunmna marchaba Joaqnin, rodeado de
BUS princi pales lngar-tenientes. Las facciones tan bellas
del jefe hsbian tomado una espresion de tristeza i de grave-
dad, a medida que esplicaba a sns compafieros la8 razones
que lo habian determinado a dejar el arroyo Cantoma.

                             XV
                   En nnew campamento
   E viaje no lleg6 a distraer J o q n i n de sus constantes
     1
preocupaciones. El recnerdo de su hltimo encuentro con loa
amrricanos txturaba todavia su espiritu, annqne 10s hu-
biese derrotado completamente, habia pagado cam su victo-
ria, i se veia ahora forzado a recoriocer la impotencia de 8n8
hitmbres, cuando en un encneniro importante se hallaban
enfreute de uti enemiqo valiente i determinado. El sentia que
toda F(U bxnda no se composiera de individuos tan diestrus i
tan intrdpidos como Juan Tresdedos, Valenznela, Antonio i
 Guerra.
   Contrariado por haber dejado escapar a Arkansaw, le era
necesario cotifesar que el mismo Joan Tresdedos no era siem-
pre victorioso i no podia ser mirado como invenciblr; era, sin
embargo, el mas fuerte, el ma3 astuto el mas cruel i el mas
reeuelto para 10s golpes de mauo. Habin sido en otro tiempo
f.Lrnwo guerrillet.0, i se habia acostumbrado a las lnchas
enctirrtizxdaa qne en Chile le dierun sobrado renombre, i
mostraba en su persona las seaales de heridas recibidas en
rifixu trabndas cnerpo a cuprpo. Si este atrevido campeon
hahis soportado todo 10s trebajos del mnndo para defender
se contra Arkansaw, i que 10s Oi,rOs hubiesen sido mas felices
qne 61! S o era probable siquiera.
    Joaquin comprendi6 que desde enMnces 811 interea le man-
 dab&evitsr todo encuentro jeneml con 10s americanos. Un
 combate de esta natnraleza, admitiendo aun que el Qxito
 fuera felie, tendria por resultado privarlo de un n6mero de.
hombres que no podria ser sino mui dificilmente reempla-
- 89 -
zado, lo que presentaba un gran obstdcalo para el cumpti-
miento de 10s proyectos que habia formltdo a1 principio de
eu carrera.
   Estas reflexiones i muchas otras del mismo jknero. no po-
dian por m h o s de poner sombria la frente de hlurieta; por
la primerd vez, 81 esperimentaba nn vivo i sincero d w o de
rennnciar lo mas pronto posible. a la existencia criminal que
habia llevado hasta ent6nces. para retirarse a su pais natal,
a su nunca olvidado Chile, con su qnerida Clarina.
   La j6ven. sin embargo, viajaba a la retaguardia del grue-
80 de la banda, rodeada de sus amigas, que nada predisponia
a la tristexa. Clariua no se entregaba en eete mornento IL la8
mismas impresiones que so. amante; estaba con nn humor del
todo diferente. Se esforzaba Gnicamente por distraer R sus
compafieras, Avidas solo de diversiones.
   Los repetidos ecos, prolongados de montafia en montaiia,
que producian sns canciones I carcajadas. habian hecho creer
que las florestas vecinas kabian dejado escapsr una le-
jion de avecillas de rico plnmaje i de -races sonoras i melo-
diossp.
   Despues de haber atravesado 10s ricos t-alles que se estien-
den a1 Norte del Lago Tulare, 10s chiienos flanqneaion la ri-
 bera de San Joaqnin, como a doce inillas del fuerte Miller, i
continnaron avanzando en la direccion del S. E. hasta 10%
caidos de Johamite.
   Ahi, pasando de nuevo el rio, snbieron la Sierra Nevada,
atravesaron 10s deliciosos valles que se encuentran del otro
lado, i por fin, alcanzaron a las montafias a1 Este del l a p
Mono.
   En 10s desfiladeros de estas montafias, Joaqnin, a1 princi-
pi0 de su carrera, habia hallado un refujio contra algunos
americanos que se habian dado a persegitirle, i que le hsbian
 seguido a PI i sn peqnefia tropa desde Hangtom hasta Clas-
 te-Peak, a alguna distancia del paso de la Sonora.
    Desde enthces habia considerado aqnel lugar como el
mejor i mas seguro escondrijo que hubiera en todo el Es-
tado.
   El j6ven jefe se introdujo desde Inego, a la cabeza de FTI
tropa, en un desfiladero que ap6nas hubiera podido sospe-
charse, tanto cnidado habia puesto la natnraleza en disimu-
- 90 -
larlo con ayuda de las escarpadas rocas i vejetaciones salva-
jes, i cnando lo abandon6, fu6 para detenerse en un lugar
 mas pintorescr>i mas apartedo qne haya en el mnndo.
    Es una sencilla colina situada cerca de veinticinco millas
 a1 S. E. del Lago Mono, que se eleva entre dos montafias es-
carpadas, coronadas de rocas, qne se diria estabm a punto
de caer en las sinnosidades en las cnales nn hombre pnede
 perfectamente ocnltarse a todas las pesquisas. Si uno 8e sir-
 r e de su altura para dominar laS montatias vecinas, la :vista
 p e d e abarcar el valle hasta muchss millas a la redonda.
    En este lugar solitario i agreste, a slgunas mi!las - d e nna
 rejion donde habitan 10s lobos, las hierias i 10s mas temibles
 de loa osos grises, fu6 d h d e 10s bandidos lwantaron sus
 tiendas.
    T las sombras de la tarde se es3arcian poco a poco sobre .
 la tierra. Tocia la naturaleza parecia invitar a la tranquilidad
 i a1 rzpoeo, a aquellos aventnreros atrevidos, cnyos esphitus
 tantas preocupaciones ajitaban.
    Esteritlieron sobre el suelo sus vastos cobertores de lana,
 i despues de haherse envuelto cuidadosamente en ellos, R en-e
 tregaron a1 sueno. Ellos dnrmieron de eata manera hasta lil
 mafiana, no m h o s tranquila i apaciblemente que hombres
 coyas msnos no hubieran sido jarnas empapadas en sangre,
 cuyos corazones no hubieran abrigado ni la sombra siquiera
 de un deseo criminal.
    A1 dia signiente, Joaquin renni6 en torno de si a todos sns
 compaiieros, i lea propnso SUB ideas i sus planes, en lo qne
 concernid a1 porrenir.
    CVosotros sabeia, les dijo el $hen jefe, que nosotros con-
 tamos Rolamente cien hombres capaces de activos servicios.
 Naes tros espias, nuestros amigos i nuestros asociados, espar-
 cirios por todas las villas i campos del Estado, componen n o
 nhmero de cerca de custrocientos. Estos asociados, no nos
 pueden ayudar sino verbalmente, es decir, con 10s avisos que
 nos procuran: no pueden prestaraos ningnna cooperacion ac-
 tiva por razones que es inutil esplicaros en este mornento.
 Tengo en lugar seguro snmas considerables, i mi intencioo es
 levantar en 1s~Souora i la baja California un cierto nfimero de
 ansiliares, qne hardn subir a trescientos el efectivo de nuestrs
 fuerza. En seguida la armare', la disciplinarb i podrt! entdnces
- 91 -
desvastar 10s condados del sur, Destruir6 a 10s americanos en
masa, qnemare sus ranchos, concluir4 con sus propiedades, i
todo esto con tanta rapidez, que ellos no tendrhn tiempo n     i
aun para reunir sus tropas i organizar la resistencia; estttrdn
ellos apCnas en proyecto de estorbar mis planes, cnttndo yo
httbrb terminado mi empresa i buscado nn refujio en lao mon-
tafias de Sonora. Llegtido alli, dire adios a eeta vida de aven-
tnras que hemos llevado juntos hasttt el preseate. Eutbuces,
smigos, habremos obteoiglo venganza del mal que nos ha
causado esta execrable M Z B de Yankees. Nos diridiremos 10s
beoeficios adqairidos en nnestras espediciones, e iremos a
nueetra qnerida patria a pasar en paz el resto de nnestros
diasD ...
   Prolongados aplaiisos N cojieron el discurso del jefe.
   El eutnsiasmo brillabtt en 10s (~jos 10s bandidos.
                                       de
   E1 magriifico cuadro que Joaquin acababa de descorrer de-
lante de ellos, les parecia tau conmovedor, la revelacion era
de td manera inesperada, que apdnas podian contener su
regocijo. Annque habian siempre amado i admirado a an jvfe
en las diversas fases de sa peligrosa camera, jamas le habian
supuesto tanto jenio, Sus palahras les comunicd una nneva,
enerjia, i mas que nnnca R decitiieron a segnirle i a obede-
                             e
cerle en todo evento, cndquiera que fuera la suerte reserva-
da por la fortuna a sns emprepas.
   E mismo dia Joaquin diriji6 ocho compafiiaa, compnestm
    L
cada una de ellas de diez hombres. a diferentes partes del
 Eetado: a1 Este, a1 Sur i a la estremidad Xorte, con la &den
espresa de hacer todo lo posible.para procararse dinero i ca-
ballos.
   El mismo permaneci6 en el cnartel jeneral con veinticinco
 hombres, cuya sola ocupacion fo8 cazar, velar sobre 10s caba-
 110s i tener las armas Iistas.
    Diez dias se habian paaado desde la partida de las ocho
 compaiiias.
    En este intervalo, 10s heridos habian acabado de rehacerse.
 Joaquin, vikndolos prootos para volver a comenzar sus ser-
 vicios, tom6 consigo a Valenzuela i a Juan Tresdedos i se puso
 en campafia, para tentar 121mismo a n golpe de mano. Anto-
 nio, Gnerra i 10s otros debian velar sobre las mujeres i pro-
 tejer el campamento contra las incnrsiones de las bestias
- 92 -
%races, qne no cesaban de rodear las cercanias, a pesar de la
caza no interrumpida, en qne ell03 10s haltian hecho trabar
un crnel conocimiento con 10s pnfiales i revdlvers de la
bands.
    Llegado a Fiddeletown, Joaqnin encontr6 a1 capitan de
una de sns compafifas, el que le entreg4 un talego de or0
smonedado i le impuso de que sus hombres, divididos en
grupos overaban en ese momento con bastante Bxito en las
vecinzlades de Jaksou,
    E’,capitan habia venido a Fiddeletomn por nn negocio se-
; ~ i i r opara cuya evacnacion 81 tenia cita a hora fija.
           ,
    La conversacion se prolong6 todavia alganos instantea
despues; Joaqnin dese6 nn buen Qxitoa sn Ingar-teniente i
!lam6 a Juan Tresdedos. Este se paseaba enfrente de una
:ienda china i seqaia con la vista s 10s locatarios con una
espresion particular. El se sustrajo, no sin seutimiento, a SQ
contemplacion, i volvid a tomar con su jefe el camino que
condace a Indian Creek.
                             XVI
               Atiiqae a la m d a de Hangtown
   Algunos dias despnes, a1 llegar a Diamond Springs, cerca
de Eangtown, sup0 Joaqnin, por nno de sus asociados, que
tenia eu aquellos lugares una cas& de baile, que a1 dia si-
gniente, por la manana, la mala que conducia la correspon-
dencia entre Hangtomn i Sacramento, llevaria tambien un
pequefio nfimero de pasajeros i nna centidad considerable de
OTO en polvo, destinads a 10s Estados del Este.
   Durante 10s primeros meses de SQ camera, Jfurieta tuvo la
ocasion de detener una dilijencia qne venia de Xockelumen
ail1 o que marchaba en direccion a ese pueblo; pero la pooa
importancia de 10s resultados obtenidos, no lo dejaron en
disposicion de continnar acometiendo empresas semejalites;
asf es que habia preferido procurarse el or0 de una manera
mdnos penosa. Sin embargo, 81 no crey6 que debia desdeEar
!as indicaciones que se le hacian, i resolvid apoderarse a toda
costa de lo que pndiera contener la mala de Bangtown.
   E n efecto, 40,000 pesos no es cantidad que deba despre-
- 93    -
ciarse; i por otra parte, no necesitaba mas. para volvwse a
&f&jico,  enrolar 10s hombres de que tenia necesidad i cumplir
tsmbien el magnifico plan que se habia formado de sttquear
189 provincias meridionales.
    Llam6 a nn lado a Vdenzuela i a Jnaa Tresdedos i lee
comnnic6 bn deterrninacion de atacar la mala: es escnsado
decir qne Qstos se adhirieron pronto i ene'rjicamente. La
misma tarde sdieron a reconocer el camino, con el objeto de
briscar un puuto donde poder emboscarse.
    Despnes de hitber cabalgado lentamente casi toda la no-
che, 10s trrs chilenos se detuvieron en nn lugar aislado, cc-
 hierto de bosques de Prboles enmaraiiados i situado poco mas
o menos en la mitad del camino de la barrP del Xisbissippi i
 la cabeza de Roca Blanca.
    Joaquin colocb a sas dos compaiieros a la izqnierda del
camino, tras de un parapeto de arbastos i de desordenada
vejetacioo, pero miii cerca del panto por donde habia de pa-
 9ar la dilijencia; despues elijio para si mismo nna posicion 48-
 mejante.
    Dos horas de ansiedad trascarrieron con tods lentitud, i pa
 10s primeros rayos de I aurora se levantaban por el lado de
                           s
 Oriante i la mala no habia aparecido ann, Joaqnin sabia de
 haena tinta que debia haber ealido de Hangtonv de la una
 a las do? de lri mafians, i p e r m las seis i media. Ent6nces
 le sobrevino a1 j6ven jefe nna duda: quizas sns aPociitdov le
 hnbrian engaiiado. Se diriji6 hacia Juan Tresdedos i Valen-
 zuela, casi decidido a retroceder hacia Diamond Springs i a
 riesgo de encontrar la mala en otro pnnto.
    Los dos bandidos, tendidos lo mas c6modamente sobre la8
 d l a s de sus caballos, esperaban con suma paciencia, fuman-
 do sns cigarros i como jentes que se hallan en su elemento.
  Vi4ndolos Nurieta en tan baenas disposiciones, resohi6 es-
 perar nntt hora mas. Pero a1 cabo cie cinco minutos, Juan
 Tresdedos sac6 su rev6lver.
     --E6 aqni la mala.
     -Ah! si, dijo Joaquin; oigo el rnido de las rnedas. Escu-
  crhadme algnnas palabras Antes de que ee halle mas cerca de
  nosotros. Estaba tan preocupado en asuntos de otra especie.
  que no os he impuesto de lo que debeis hacer.
     -@6mo? dijo Garcia. Ave Maria Santisima! yo no s a b h
- 94   -
que hubiese dos maneras de proceder en eituaciones como la
presente.
   --Silencioi dijo Joaquin. Escuchadme: a la primera sefial
OF lanzarris a1 camino i os colocareis a ambos lados del CR-
rruaje, mihtras yo detengo lo caballos. NO quiero que ee
hagannsolo disparo de rev6lver sin qne yo dd la 6rden;
acuerdate de lo qne te dig0 Juan! Que hai, amigos, dme han
comprendido?
   -Perfectamente, sefior, respondid Valenzuela, salndando
politicamente a F U jefe.
   - M n i bieti, dijo despechado Juan; perc; lo que no puedo
decir es que eAe plan me agrade!
   -Atencion! grit6 Joaquin. Ni una palabra mas, i cuidado
con no cumplir mis hrdenes!
   E n segnida, como cada rez que se sentia mas pr6ximo el
ruido de las rnedas, el jefe se apresnr6 a rolrer a sn escon-
dite.
   Cinco ruinutos despues, la mala apareci6 en un recodo del
                              por
cnmino; venia c o n d ~ i c i d ~ cuatro caballos lanzados a todo
galope, i que respiraban con toda In f8erza de sus narices
el aire perfurnado i fresco de la maBana. Un minnto mas i se
hallaron a1 frente del lugar en que se encontraban escondidoi
108 bandidos.
   Repeutinamente reson6 nn grito agudo. Joaquin se preci-
pit6 biicia fuera. i pistola en mano. orden6 con amenaza-
dora voz a1 postillon que ee detuviese. A1 mismo tiempo.
TTalenzuela i Jnan Tresdrdoa se habian lanzado a la puer-
tas. Joaqnin tenia sn reo6lver tan a boca de jarro de 10s
viajeros, se habia arrojsdo eobre ellos de una msnera tan pe-
rentoria, i con imprecaciones tan terribles les habia intimado
que le entregasen el dinero que llevahan, que en vex de po-
der obedecer, 10s deegraciados se hallaban mas bien muertos
de espanto
   EI postillon, a la vista de Muriettb, se habia echado hacia
atras i apretaba las riendas' con todas sus fnerzas; habia
comprendido e n el acto que era infitil pemar en escapar,
pues habia descubierto en cada uno de 10s perfiles de Joa-
quin la firme resolucion que llevaba de morir Antes que
ceder.
   Cuando el postillon hubo detenido sns caballos, Joaqnir,
- 9.5 -
le cedi6 el puesto a Vaienzuela, con el .objeto de asistir 81
mismo a la parte mas delicada de la operacion.
   -Ahora, caballeros, les dijo, volyidndose a 10s que estaban
dentro mas muertos que viros, entrekadnos el cofrC precioso,
i andad listos, porqae no tenemos tiempo que perder! Vsmoa,
despachaos!
    --Vaii)os, caramba, desphhennos, repiti6 el terrible Gar-
cia, Pasad el cofre', o hago un arhero de cada una de vues-
tras cabezrts!
    -He', h6, h6, seiiores de 10s caminos reales o seiiores chi-
lenos, quiero decir, no andeis ten de prisa, bitlboced un enor-
me ingles que ocupaba nn asiento de atras i qfie se esforzaba
 en rechazar el revdiver que Juan, con una rstrafia persisten-
 cia, le tenia colocado a una media pnlgadw de 811 oreja. Be', a
 f6 de mi alma que aqui no llevamos cvfre d e ningun jenero;
 de otro modo, bien lo sabeis vosotros, ya lo tendrirts en vues-
 tro poder.
    -S6, no hai cofre, afirmaron 10s demas viwjeros, estre-
 chitndose como sardinas loa unos contra Jos otros, a fin de
 guarecerse de sus peligrosos vecinos 10s rev6lvers.
    -Postillon! grit6 Joaqnin fiirioso, den d6nde est& el or0
 que llevais a Sacramento?
    --No hai nada de oro, senor, sbsolutamente nada, yo fie lo
 aseyuro, seiiorl Ayer tnvimos nna gran cajs de hierro i toda
 llena, i la dejamos en Sacramento; per0 hoi no llevamua na-
 da abpointamente, i es mi pura verdad!
     -Pues bien, dijo el jefe, es de lo que nos vamos a persua-
 dir por nosotros miamos.
     I abriendo la puerta de un lado, mihtras que por el otro
 Juan Tresdedos hacia otro tanto, sgreg6:
     -Si me habeis mentido, pagareis la culpa con vuestra ca-
 beza! Tarnos, salid uno tras otro.
     La 6rdeu, como se adivinlarri, fn8 ejecutada con toda pron-
 titud. Dos de 10s viejeros del lado de Juan Tresdedos se Rpre-
 suraron por baijar por el lado opnesto; pero q u e 1 10s tom6
 por el cnello, dicikndoles que si lo Lslcian perder mucho tiem-
 PO, e tenia medios para hacerlos andar mui listoe.
       1
     E n medio de esta escena, Joaqnio aperaibi6 en nn rincon
 de la dilijencia a una mujer, de orijen evidentemente chileno,
 qne hash entrjnces B habia escapado a sus miradas.
                        e
- 96 -
   Era indndablemente una de aqnellas abnegadas esposak.
que llevaron su amor i su ienerosidad hasta el estremo rls
abandonar su patria i a su familia por seguir, a nn pais e&
traao i leyiano, a 10s hombres a que habian unido sns desti -
10.
 18
   AI verlo penetrar en la dilijencia, la j6ven se desprendi;,
de! lujoso chal en que ibrt rebozada, i pas6 a1 jefe un peqne-
50 crucitijo de oro engaetado en piedras preciosas, Joaquin Is
tom6, i despues de haberlo eximinado, acordhdose de I x c
tiernas devociones de su infamia, lo b e d con respeto reliji+
RO i lo dwolvi6 a su dueda, jnnto con una mirada llena ds
espresion i murmurando itlgunas palabras que ella mismd
a p h a s pudo comprender.
   Despnes de haber examinado minnciosamente todos 105
asientos sin puder encontrar nada, Joaqnin se lanz6 fnera dc i
coche a examinar el asienlo del postillon, per0 tampoco cou.
tenia tesoro alguno; de suerte que Murieta, maldiciendo su
mala fortuna. orden6 a 10s viajeros que se volvieseri a sue l n -
gares i a1 cochero qne continuase su camino.
   Juan Tresdedos, orendo esa 6rden i viendo partir 10s caba.
llos casi a todo galope, estimulado por el vigoroso chicotc
 del postillon. se volvi6 de repente a Cste i le msnd6 dos ba-
las, qne felizmente paqaron por sobre la cabeza del &mer’-
cano.
   Joaquin, a1 primer disparo, p e lanz6 sobre su intratablc-
teniente. Le ordend con una mirada colbrica que deemontar?
en el acto su revdlver si acaeo no qneria morir. El bandidri
obedeci6 mni a pesar soyo, refunfnaando, i 10s tres chileno.
oe volvirron lo mas rBFil1arnent.e Fosible B Diamond Spring-
   El jefe se trasiad6 donde su am’go, que era a1 mismo tierr-
po su asociado, lo impuso de loe detalles dz la espedicion i
lo gratific6 con una de las bolsas regularmente provistas (ic
que se habia despojado a 10s viajeros.
   Los bandidos permanecieron ocnltos toda una semana w
la cass de sn cbmplice, i cnando se acall6 el ruido prodncidc
por la detencion de la mala, volvieron a recojer sus caballo,
a un lngar segnro en donde 10s habian depositado, i se dirijic
ron de nnevo h&cia e paso de la Sonora.
                      !
- 97 -


  uevots crimenerJ.--.Ataqnes de   h9   amerlcamioe.-lj;a   CRZS

                         de os05 grises

   Poco tiempo despues d e su pa'rtida de Diamond Springs.
el jefe i s ~ i s compafieros establecieron su campamento provi-
sorio en el brazo norte del rio Estnialao B primera vista i
por la tarde, el punto les bahia parecido bastante apartado
de toda habitacion; pero cnando despertaron a la maiiana
siguiente, fueron mu1 desagradablemente sorprendidos a1
descubrir, con las primeras Iuces de la mrora, nn campo
pr6ximo qne parecia Her ocupado For franceses.
   &to8 hltimos parecian no tener la mas ljjera saypeeha del
peligro qne corrian; ignoraban todavia con qne vecinos tenialr
que habdrsrlas. Cuando 10s bnndidos se presentaron ante ellos
i les prrguntaron por que razon ee encontraban en un lugar
tan poco habitado, le respondieron sin el menor embartrzo ni
temor, que eran mineros i buscaban oro.
   -Tambien nmotraq, les dijo Joaquin, somos mineros, i de
buena gana hariamos una bcena provision de or0 en potvo si
fuera posible.
   -Oh! es mui pmible, replicd el que hacia d e jefe de Irt
compafifa. El lugar es exelente i el or0 abunda. LPero, sgre-
g6, de.fignrando nn tanto las pala bras inglesss con su mento
k n c e s , vosotros no traeis herramientas con qu6 trabajar?
   -Oh si; tenemos todo 10 que hemos meneater; pero, destAn
ustedes seguro de que la cosa vale la pena?
   -Es claro! &keen ustedes que cnatro o cinco hombres se
divertirian trabajando por nada? N6, no! Hemos encnntrado
algnnas de esas que vosotros llamaie buenas esplotaciones i
estamos decididos a permtanecer el mayor tiempo posible en
esta rejion de la repdbiica.
   -Vivireis mucho m h o s tiempo del que os imsjinais..
dijo de repente Joaqnin, sacando sa revdlver, mihtrae que
sus compaiieros rodeaban a todos loa de la particla: a no per
que pongais en nueatras manos hasta la fiitima partkula de
vnestro oro.
      J MURlETA
       .                                                     6
- 98 -
   Viehdo el aire decidido i laactitud amenazante de loa
chilenos, 10s franceses no se hicieron ilusion acerca del pe-
ligro que corrian. Cuatro de ellos se abrieron paso a s u tien-
da, i reaparecieron en el acto armados de pistola de un
tiro.
   Pero Antes que ellos hubiesen tenido tiempo de apuntar,
Juan Tresdedos i 'Dalenzuela le destaparon 10s sesos. El quin-
to minero suplid que se le perdonase la vida; per0 ape'nae
h u h entregado a 10s bandidos algunas libras de or0 en polvo,
que habia logrado reanir merced a herdicos esfuenos, fa4
asesinado tau desapiadadamente como 10s demas camaradas.
   Despues de esto, 10s tres chilenos consumieron tranquila-
mente el almuerzo preparado para las victimas.
   Midntras estxban ocupados de esta snerte, fueron interrum-
pidos sfibitamente por una ruda asclamacion. Miraron srl
frente, i vieron al otro lado del rio a diez americanos monta-
dos. armados de rifles i revolvers, i a c u p cabeza se encon-
traba el eterno Arkansaw,
   -Todavia em j-ankee! esclam6 Joaqnin. Vamos, pronto,
pronto a citballo!
   Pa volabm las balas desde la ribera opuesta; 10s bandidos
se lanzaron hircia adelante. maldiciendo de todo corazon a 10s
americanos e n jeneral i a Arkanssw en particular.
   -Caramba!, grufi6 Juan Tresdedos, hB aqui el momento
de echarnos encime de estos Yankees i de atacarlos de
frentel
   --Diantre, si, dijo Murieta, ahora que ellos son tres contra
uno i mejor armados que nosotros! No, no; yo conozco de 80-
bra lo que son esos rifles! De'mosnos por mui felices si logra-
mos de b t a sacar el cuerpo libre!
   -Chit! Hdlos ahi que atraviesan el rio, dijo Valenzuela  ...
dtencionl
   A1 mismo tiempo espole6 su caballo i fu8 a colocarse d
lado de su jefe, mi8ntras Garcia, que se habia quedado algu-
110s pasos atrhe, se encolerizaba i se mordia 10s paiios a la
idea de huir en vez de combatir.
   Apenas llegaron a la cima de la montafia mas vecina, di-
viaaron dos chinos que llevaban a la espalda utensilios de
mineros i sin mas armas que un sable encorvado como ltw
cimitarras tnrcas. Tresdedos se lanz6 sobre elloe, 10s apufia
- 99   -
led sin pdrdida de tiempo, i arroj6 sus cahezsba en direccion
de Ice americanos.
   A cinco millas de ahi tnvo In'gar otra escena semejante.
Eeta vez se inmolaron siete victimas, pin que 10s Yankees.
espectadores del drama, pudieran impedirlo.
    Durante cuatro dias, 10s tres bandidos continnsron au fuga
a1 Oeste del paso de la Sonora; en la mafiana del quinto dia
llegaron a 10s bordes del cuartel jeneral.
    Se desmontaron sin dar la seiial ordinaria con que anun-
ciaba su v u e h I mi6otrae que Juan Tresdedos conducia 10s
caballos a nn vado vecino para darles que beber, Joaqnin i
Valenzuela se adelantaron hacia el campo. Llegados a la
primera tienda, se detnvieron i encontraron a tres de BUS hom-
bres tirados sobre el snelo, jugando a1 naipe; estaban tan
absorbidos en el juego 10s pobres rliablos, que no se aperci-
bieron eiqniera de la presencia de su jefe.
    -HB aqni un jnego, dijo Joaquin, en que algunos Yankees
babrian podido aprovechar vuestra ocasion!
    Inmediatamente 10s jugadores, como despertados repenti-
namente, se pusieron de pi8 i sacaron sus rev6lvers; p r o
viendo que 10s advenedizos eran BUS camaradas i no enemi-
gos, se contentaron con reirse de sn chasco i dar a su jefe un8
carifiosa bienvenida.
    -Caramba dijo uno de 10s hombres, IlCveme el diablo si
no me he creido que 10s americsnos nos habian invadido el
campo!
    -1ndudablemente que podrian haberIoh echo sin !a menor
dificultad, dijo Joaqnin, paseando sn mirada por el cuartel
jeneral, entGnces enteramente desierto. ;En d6nde estdn vuss-
tros camaradas?
    -En la cam de osos grises!
     -1 las nieasl jpor ventura estar6n tambien cazando?
    -546 eapitan. Cnando mknos e s a n en nn boosqnecito veci-
no, en donde durante vuestra ausencia se han arreglado un
retiro, a la sombra de un ramaje. A no ser que aprovechbn-
dose del calor hayan ido a Saiiarse 8 la fresca agna del rio.
    -Est& bien; qniero ver por mi mismo donde se encnen-
tran, @date aqui, Valenznela, i si la jente llega Antes de
mi vnelts, coloca algnnos de centinela por 10s puntos que
t e parezca qne deben guardarse mas, por que estos condena-
- 100 -
dos yankees, con su malicia de demonios, serian capaces de
venirnoe a atacar aqui mismo.
   -Eq una eventualidad que debemos prever, eeiior, le con-
teat6 VnIenzuela, i que debemos evitar a toda costa, sobre
todo por Ins n i b s , vuestras 6rdenes serbn rigurosamente
ejecutadas En el cago en que el rest0 de la tropa no estuviere
de ruelta aqui en el Grmino de nna hora, colocard a 10s tres
hombre3 que hemos encontrado aqui en el pnnto mas occi-
dental de la montaiia, i yo mismo me ir6 a fiituar a1 lado
afuera i cerca de la entradsl del paso.
    Joaquin aprob6 esta disposicion, i confiado en fiu teniente
se a1ej6 para ir a ver que se habian hechn las milas.
    A1 llrgar cerca del lado, i mantenidndose oculto tras de
un espeso i verde matorral, las vi6 que se estaba baiiando
tranquilamente a la sombra de unos hrboles, bajo el folla-
je de 10s cuaies 86 perdian de repente para aparecer de nuevo
como frescas ondinas, mas vivas, mLes alegres, mas encanta-
doras qoe iinnca.
    Esperaba calcular?do el efecto de su repentina presencia
produciria cuando se mostrara instantheamente entre las
que eut6nces 88 baiiaban, i estaba gozando anticipadamente
con su idea, cuando nu agudo grito, aeguidos de muchos otros,
vino B atronar fins oidos.
    A p n a s oy6 el primer grito dado, a no dudarlo, por su
arnada Clarina, se l a n d 61 a1 borde del lago; pero ya habia
ptwado el peligro. i el j6ven jefe solo lleg6 para alcanzar a
rer a Juan Trededoe en el momento de sepnltar su pufial en
el vientre de nu magnifico os0 gris.
    J u a n Tresdedos se habia ido a descansar en .medio de la
maleza. cerca del lago donde fie baiiaban I s mnjeres. Un
                                               a
p x o mas tranquil0 que de ordinario, fittigado por el calor,
qne era abrumador, se habia traerpudsto dulcemente, pensan-
do en 10s tiempos felices de su juventud i revolviendo en su
espiritu el recuerdo de una mnjer tiernamente amada. E1 la
volvia a ver en suefios, cuando fu6 despertado s6hitamente
por una voz Clara i sonora, idhtica a ltt de su antigua que-
rida.
    Sali6 de la espesura en que habia buscado el abrigo, i Ile-
9 precisamente hasta el borde del lago de donde habia par-
4
 tido el grito de aiarrna qne horrorid a Joaqnin, i alcanz6 a
- 101 -
d v a r a el abrazo mortal de un os0 gris a la querida d s s u
          d
jefe.
    Sn primer movimiento a la vista de la fiera, fuli arrcjjerle
su manta a la cabeza, i dejarla encarnizarse con toda In fier-
za de sus garras sobre esa inesperada prepa; clespues, mi&-
tras el os0 estaba ocnpado en esto, le sepubt6sn puiial repe-
tidas veces en el cnerpo, i le daba el Gltimo golpe cnando
apareci6 Joaqnin.
   Clarina seguia ya a sns compaiieras que hnian a to& priss
de aqiiella horrible acena, i a1 aspect0 de su amante, se de-
tnvo, i toda trdmula aun, corri6 a arrojarse en sus bra-
zos. Ella le esplic6 en pocas palabras lo que acabrtba de
ocurrir.
   Joaquin, sin sofiar siqniera en preguntar como se habh
encontrado allf tan oportnnamente su bravo compahero, es-
trech6 is mano de Juan Tresdedos, apesar de que se hallaba
desti'ando sangre aun, i le espres6 ardie~itemerite su
gratitnd.
   - Garcia, le dijo, acabas de salvar la vida de mi querida
Clarina. con esto me has hecho t u dendor para siempre; de
hoi mas tendrdu en mi un abnegsdo amigo.
   Por la primera vez. despnes de largos afins, una sonrba
vino a esclarecer la fisonomia impasible 1 casi siempre feroa
de Juan Tresdedos, ese bandido que para veugar la mnerte
de sn querida habia amontonado crimen sobre crimen.
   -Vaya con 1 hazafia, dijo, matar U D oso; dque significa
                 s
a o ? I sobre todo, si arrebag a la mherte a esa niiia, ha sido
pensando en otm mujer!
   -2Como3 le dijo Joaqnin.
   -Palabra de honor. LQne diriais, capitan si yo OY cornu.
nicase que mi presencia aqni es debida a un pensamiento de
smor?
   Apenas estas palabras habian sttlido de sus labios, cnando
sin agregar nna mas i de una manera que no tenia nada de
galante, le volvi6 la espalda a Joaquin i a CIarina i desapa-
m i 6 entre las ramas.
   -Garcis, enamorado! dijo a pesar suyo Joaquin. De ve-
m que si no me acabara de hacer un servicio inapreciabie,
  s
sentiria tentaciones .de ponerlo en ridicnlo delante de toda
I s partida!
- 102 -
   -Quizas, dijo Clarina, es&s palabras envuelven un sign-
h a d o que nosotros no alcanzamos a comprender! Ha queridq,
sin dnda, hacer alnsion a algun recuerdo de otra Bpoca; it.
acuerdas que nos dijo que pensaba en otra mnjer?
   -De todos modos dijo Joaqnin, aqui hai algo de mni es-
trafio. Pero ven; es menester yne nos volvamos a1 campa-
mento. A no ser que tu prefieras ir a visitar cierto firbol.
    - d u n Arbol, Joaquin?
   -Si, querida Clarina. Ah! dcrees tfi qne yo no he visto el
pequeiio i encantador atdo que has hecho construir en mi
ausencia? La cnna de enredaderas, las guirnaldas de flores
cojidas entre las montafias, 10s nombres de Clarina i de Joa-
quin enlazados en nna corona a la entrada..         ..     todc
lo conozco! Sf; apenas hacia veinte minutos a qne habiamoa
vuelto, cnando ya, i sin qne tb lo sospechases. lo habia vietn
todo.
   --De suerte qce ya yo no podre darte una agradable 801-
presa como queria; per0 dqne importa eso? th no lo has vist.2
todo.
   Un ruido bordo, como el que produciria un hombre saltan-
do sobre ramas secap, acababa de sentirse mui cerca de Cla-
rina En el instante mismo, otro oso, mas peqnefio que el
primero, pas6 por entre 10s pies de Joaquin i de sn querids,
i fa6 a refnjiarse entro 10s espesos arbnstos qne servian 6~
ebrigo a Juan Tresdedos.
   A1 cab0 de algunos minntos, media docena de bandidoe
rev6lver i puiial en mano, aparecieron condacidos por Manne!
Guerra.
   -Alto! grit6 6ste cnando apercibi6 a Joaquin.
, Los bandidos obedecieron, i no menos asombrados que
alegres se estrecheron a1 rededor de BU jefe para darle l~
bienvenida.
   -Has l!egado a tiempo para ver caer a nnestra liebre, ca-
pitan, dijo Guerra, refiriendose con su mirada a1 os0 muerto.
tendido por tierra.
   - N6, n6 respondid Joeqnin; ese os0 no tiene nada qrs
ver con el vnestro: es product0 de la caza de Garcia.
   --mamba! diio el teniente: jentonces el nuestro ha esca-
pado? i nosotros i n e pens&bam& oestirnos de luto por el dip,
de hoi!
- 103 -
                                               -
   En el mismo instante, veinte o treinta tiros hicieron reso-
sar la montufia. Joaquin i 10s hombres que se habian junta-
do se dirijieron hicia el campamento; ‘en meaos de cinco
reainntos toda la jente se encontr6 reunida en el cuartel jene-
 Tal. Cual no seria el asombro de Guerra a1 ver rennidos a sus
.camaradas alredcdor de otro os0 gris, que acababan de pillar
en el mismo momento en une de un.salto iba a salvar ZOR
lfmites del campamento!
                            XVIII
                   Festin de 10s bandidos
    HBcia la tarde de ese dia tan gloriosamente sefialado con
!a caza de osos grises, Valenznela   i 10s tres hombres a quie-
nes habia encargdo la guardia del campo, volvieron a1 mar-
tel jeneral.
    Tras ellos venian cincuenta namaradss, pertenecientes a Ias
compafiias de merodeo que Joaquin habia enviado a distintas
partes del Estado. El capitan de cads compnfiia deposit6 en
zuanos de su jefo el product0 de su espedicion; la suma de Ias
divereas presas captnradas ascendia, sacadas todas las cuen-
tas, a cerca de mil onzas de oro.
    Uientras 10s recien Ilegados contaban a sus camaradas las
aventnras qne Ies habian acontecide en sus viajes, algunos ds
Zos qne habian llegado primer0 preparaban todo lo necesario
para la celebracion del festin de la vuelta, el cual debia ter-
% b a r con nn fandango jeneral.
    Se encendi6 faego en el mismo centro del campo, i se asa-
ron 10s dos 090s grises mnertos tan oportunamente ese dia,
Eae wSado    inesperado debia servir de reparacion a 10s bandi-
d o s hambrientos; provisiones abundsntes llevadas por lo6
merodeadores completaban la fiesta.
    Pronto anunciaron 10s cocineros obligados de la partida
que la cena estaba lista; se did tregna a las conversaciones, i
cada cnal se arrellen6 lo mejor que pudo alrededor de la
hoguera.
    &l banquete no fu6 mui largo que digamos; e apetito es-
                                                   l
tab8 bastante aguzado por las emociones que poco antes he-
9208 descrito. Luego se pas6 a 10s cigarros i a los licores fa-
‘vsoritos de 10s chilenos i mejicanos.
- 104 -
   El de 10s primeros consiste en el jug0 de la uva espnmd%
i en su estado natural, sin codimentacion de especie algana,
E t bebida agraz es conocida entre ellos con el nombre de
 sa
 chicha; i a nn color de r(jo I &lido, renne un sabor Bcido que
 la, Lace mui agradabie a1 paladar, i mui reftijerante en le.
 P.FOC~ de 10s grandes calores. E n chileno con chicha, tabaco,
 poncho i pafial, es capaz de ir basta el fin del mundo i ds
 armmar c;e su trono a1 mismo emperador de Y kin. t
    El licrr de 10s mrjicanos consiste en el zumo del maiz mas-
 cedo, despues de haber p s a d o por cierta fermentscion. Est6
 e5 un Iiqnido cuya confeccion no es por cierto de lo mas lim-
 pio, pero cnyo sabor e hijihicas cualidades le han merecido
 el grado favorito en el pueblo de Blutezuma.
    En la partida, cum0 ee natural. mejicanos i chilenos, a fuer
 de buenos hermanos, habian confundidv sus tradiciones i he-
cho comunes sns gustos.
    Asf es qne el ciierno de chicha i el cuerno de zumo de maie,
circu!aban indistidtamente por toda la larga fila de entnsias-
tas bandidos,
    Despnes se bizo nna invocacion a 10s recnerdos de algunoe
compafieros que debian referir la hisioria de su existencie,
criminal i sobre todo sus aventnras amorosas.
    Cuando se agotaron todos 10s temas que podian interesar
 a la apsmblea, Joaquin se volvi6 hicia Antonio, que debde el
principio habia permanecido silencioso, i le snp!ic6 que hicie-
se ti60 de la palabra.
    -A f6 miti, amig~s,   dijo Antonio, srrojando a nn lado I&
ceniza de E U cigarro. me es completamente imposible impo-
 ne:m de mis mtmorias en este mcmrnto, wrqne tengo .e!
 a!ma llena de %one&! Toda mi cabeza eFtA babitada por un
mSon de OSOS grises, a costa de 10s cuales he de llevar a
cab0 un centenar de bazafias. Os confe’ePar6que acabo de eo-
Bar con nno de ems monstrnns, que con el mas afectuoeo
Ebrazo me qntbraba todos IQS huesos. Con todo, si algnna
 cancion pudiese reemplazar la narracion qne me pedfs, $0 me
 Fentiria mui feliz complaciendoos, tanto mas, cuanto que eso,
 Fin doda, me libraria de mis locas ideas.
    -Sf, si una cancion! gritaron todos a una TOZ.
    --Vamos, 2que quereis que os cante? preguntb Antonio. LE
C R PSanta o la Serenata de la sierra? 0 si qnereis una., ,
        ~                                                  .   ~
- IO5 --
   -Poesto qne eres mejicano, interrumpid ~ i ~ e n z u e lc ~ n -
                                                            a,
%nos CXnestra pstria es Nc?jicoD.
   -Sf, si, repitieron en cor0 10s otros' bandidoe, chtanos
4NueRtra patria ea MBjicoD.
   -Hd aqnf nueetro gusto. Chtanos eso, Antonio.
   - Y a p . Antonio, esclam6 a su vez Jmqnin, no te h a p
Togar i dbjanos oir tns melifluos tonos. Yo te prometo que
despues de haber admirado tus dotes musicales, regalare a ia
partida con slgnnos de 10s aires nacionales de mi patria, que
1 0carecen de gracia i orijinalidad, i que sobre todo, hacen
 1
vibrar el corszon del chileno en tierra estraiia.
   -De mil sm,)res,dijo ent6nces Antonio; pero todos tienen
sue prestarme atencion i que aprender e! cor0 para repetirlo!
3 s una bums i hermosa cancion, que el padre Zumta prefe-
Ti& a todas las demaq; per0 no vale nada si el cor0 no 88 can-
: con bastarite estr8pito.
a
   -Baeno, paisauo, comience! gritaron chilenos i mejicanos
a la vez.
   Despues de algunos hum! hum! preliminares pars preparar
Z voz, Antonio cant6 a sus camaradas el sigaiente himno,
 a
con m a mGsica verdaderamenta inspiradora i militar:
                           HIMNO
                 NOESTRA PATRIA RS MhICO!

         XaH libres qne 10s aires, en nobles alazanes
       Siguiendo a la fortuna, crnzamos por la tierm,
       De1 hombre nos bnrlamos, ocnltos en la sierra!
       I huimos alumbrados por rapos i volcanes!
                             COR0
               De 10s bridones sobre 10s lomos,
            P s q u e s i valles crnzando vamos,
            I A nuestro paso, veloz, gritamos:
            Hijos de M6jico, valiente somos!
     Las sombras de la noche, del sol 10s resplandores,
  SUB montes escarpados son nuestra fortttleza,
  Los montes con nwotros cornparten su pobrem
  1 alegres son las fiestn: i a l v s Ips amores.
COR0

              De 10s bridones sobre 10s lomos,
            Boeques i valles cruzando vamos,
            I a nuestro paso, veloz, gritamos:
            Hijos de Mbjico, valiente somos!
                             -
  GozarI es la vida, el riesgo es nn adorno;
    I cnando el sol se oculta, cediendo a las estrellas,
    I cuando el manto oscuro tiende a la noche bell&,
   Hoperas encendemoe i danzamos en torno.

                              COR0

               De 10s bridones sobre loe lomos,
            Boeques i valles cruaando vamos,
            I a nuestro paso, veloz, gritamos:
            Hijos de Mejico, Faliente somos!

   -Oh, si, grit6 Antonio, nuestro pais e8 Mbjico, i no ha:
un solo pais en el mundo, qneridos compafieros mios, a escep.
cion de Espafia i de Italia, en qne pueda, llevarse una vida
tan agradable ccmo en 81.
   -Calla, le interrumpid Juan Tresdedos. Por ventura, &as
estado alguna vez en Chile? AM si que se encuentra uno
como en el Psraiso i que la vids hace concebir la gloria. Alli,
como en tu patria, hai campo, vejetacion, altas montafias,
hermosos rios, inz i una jeneracion de valientes que no tiene
una sola raza que le sea comparable ec Itl AmCrica del Snr i
mas aun. Lo que para cualquiera e8 m a bicoca, para un
chileno 8s una injuria que solo se borre con sangre. I una
mirada que le desagrade pnede ser orijen de un combate a
muerte.
   --Silentio! dijo Joaquio, que aunque aprobaba en el fondo
de sn slma el sentimiento patridtico de Juan, no podia m6-
nos de ver que aquella apoiojia ibs a suscitar rivalidades i a
herir muchos amores propios.
  -2T6 has viajado por Espaiia? pregnntd ent6nces Yalen-
zuela a Antonio.
- 107 -
  -Por snpuesto! respondid Antonio, i no solo he viajado
eino que naci en medio de Xadrid! En cuanto a ltalia pue-
do envanecerme de haber servido bajo, las 6rdenes de Car-
lotti.
   --Wmo! esclamd Guerra, $6 has conocido a1 brigante Car-
botti?
   --AI mismo Geovani Carlotti, nieto de aquel que fa6 te-
niente del celebre capitan Mazaronni! Pero, compafieros, uno
de estos diw os contare mi historia, porqne en este instante
%engo boca seca.
       la
   -Toma, toma, Antonio, dijo Joaquin, vacianda el conte-
nido de una entre muchas botellas que se encootrahan de-
lante de 41; bebe dos dedos de este vino para refreecar tu
gargauta; llenad vuestros vasos, amigos, i bebamos a la me-
moria del bravo Mazaronni, de este valiente capitan que de-
cia:
                Corto i sabio es nuestro axioma,
              Venga ante todo e1 dinero!
              Solo en la fluqueza hai crimen,
              Cada cual sigue su j h i o !
                Sin que se pueds impedirlo,
              Rtipido trascurre el tiempo;
              Pero apurando loa goces
              El hastio da el consuelo.

  Eetrepitosas aclamaciones acojieron la cancion del jefe i
se brind6 alegremente a la memoria del inapreciable Maza-
ronni.
   En segnida Joaquin, cumpliendo con el compromiso con-
traido, iuvit6 a SII arnada Clarina a que le aeompaiiase en Is
guitarra las canciones nacionales de su patria que habia ofre-
&do a su anditorio.
   Despues de 10s obligados prelndios sobre las cuerdas,
cornenad la mGsica con una de esas simpaticas armonlas
eornpletamente americanas, tan encantadoras como senci-
Xas, que a todos alegran i que se conocen con el nombre de
fosadas.
   Jmqnin, con voz eonora, entond el siguiente cantar:
- 108 -
                      VIVA MI PATEIA!

                Mi pueblo es el mas valiente,
             Chile es la tierra mas bella,
             I nna esplendorosa estrella
             Fulgnra sobre sn frente.
                Son elevados sus montes,
              Son majestnosos Sub mares,
              Son graciosos sns cantares
              I vastos sns horizontea.
                En ese suelo arancano,
              Teatro ayer del heroismo.
              Es arca del patriotismo
              El pecho del cindadano.
                Su bendera tricolor
              Exalta a1 pueblo al delirio;
              I es capaz de i r a l martirio
              A sucumbir por sn honor.
                E n su juvenil edad
              I eu sn entusiasmo infinito,
              E-e pueblo tiene nn grito:
              Democrtwia i Libertad!

   Cuantos c’uilenos habia en la rennion, Valenzuela, Juan
Zkesdedos, Guerra, etc., todos se estrrcharon a1 rededor de su
vsliente jefe, i en medio de la conmocion mas indescriptible,
estallaron nnmerosos apltmsos.
   A1 eco querido de la mGsica de I patria, en medio de h
                                     s                       s
soledades de 10s campos californinos, habriase dichc, qua eeos
hombres se exaltaban ha& el Gltimo grado del entusiasmo
i de la, iaspiracion.
   En muchas de mas pupilas encendidas con el santo faego
del patriotismo, brillaron la,gimas cristalinas que espresaban
todo lo grande de su impresion.
   El leon de melena crispada i de instintos ferocea no es mas
noble ni ofrece un espectbulo mas grandioso, rindidndose a
 la ternura, qae el que presentcaban ems terrible5 bandidos
- 109 -        .
latiendo por su querido Chile en medio .de EUS crfmenes I de
su tabandono.                                   c

   E instinto sanguinario no 10 bprra todo en el cormon del
     l
hombre, i esos mismos desgraciados que podisn snbir a1 dia
siguiente a un patibulo en satjsfaccion de la jnsticia, p d i m
tambien coronarse de laureles i llenarse de glorins defendien-
do a sn patria con el mismo denuedo i audacia con que ha-
bitan acometido aqnella vida de.horrores i estrsgos.
   Juan Treededos, interrumpiendo, esclam6 ent6naes:
   -Es menester que eanternos algo en coro. Todos quere-
mo8 sentar fama de buena voz. Por lo que haee a mi, les
aseguro que manejo tan bienmi gargsnta como este puiial,
con que me han visto acertar tantas vecee en ios corazonea
de mis victimas.
    I dicieudo ssto haeia jirar entre &usdedos el cnchilb a1
res;Jlandor de las llamas de la hoguera.
    -Est& bien, dijo Valenznela. La mayor parte somos chi-
lenos; i y a que Antonio nos ha cantado el himno de sn patria,
hemos de corresponderle con nnestra cancion nacional. con
nnestro himno favorite.
    -R, sf, escltlmtiron tOdos, mujeres i hombres, inclusive
Joaquin, que se ofreci6 gustoso a dirijir aqnel sublime con-
cierto.
    -Pero. observ6 Guerra, yo no coneiento qne ~e entone
nnestro himno sagmdo arrojados en el snelo i sin una form%
que eeprere nuestro amor i nuestro respeto.
    --N6, t d o s de pic, eselam6 Joaqnin, todoe de pi4 alrde-
dor de la fogata.
    AI instante se form6 el inmenso cfrculo, e ilnrninadoa 30s
rostros por las doradas llamas de la improvisada hcguera,
de snerte que un pintor de imajinacion habria encontrado
una escem magnffica para un coadro de capricho, se entcind
1%cancion nacional cbilena.
     Su m6sica ea sonora i valiente, i 10s rasgos varoniles de sn
armonia ejerceu realmente un efecto m@co sobre la8 fibraq
 del corazon,
     Sn letra es tan enhjica como sus notas dictadas por
 masa de la independencia en uno de e908 momenta de vCr-
 tigo patridtico a uno de 10s prohombres de la lncha de Chile
 contra Espaiia.-Hd!a aqui:
- 110 -
             COR0
  DtAe patria, ?*eci6e voted
                      10s
Con p i e Chile en t arm j d :
                   w
Que o l tumba s e d de los 1 i . b ~
        a
0 el nsQo contra la opresion.
                I
  CIUDADANOS, amor sagrado
                  el
De la PATRTA convoca a la lid:
               os
Libertad ea el eco de alarma,
La divisa: triuufar o morir.

  El cadalzo o la antigua cadena
Os preseota el soberbio espaiiol.. .
Arrtlncad el puna1 sl tirano
Quebrantad ese cueilo feroz.
     D u l p t r i a , etc.
           ~
                I1
  Habituarnos quisieron tres siglos
Del esclavo a 1s suerte infeliz,
Que at sonar de sus propias cadearrs
Mas aprende a cantar que a jemir.
   Pero el fuerte clamor de la FATRIA
Ese ruido espantoso acall6,
B las voces de la Independencia
Penetraron hasta el corazon.
     Duke partria, etc.
                IXI
  Esos vallee, ved tambien, chilenw,
Que el Eterno qniso bendecir,
I en que rie la Naturaleza,
Aunque ajada de dkspota d    .
- 111 -
  A1 amigo i a1 deudo mas car0
8irvan hoi ds sepulcro, i honor;
Mas la sangre del hdroe es fecnndta,
3 en cada hombre buenta un vengador.
     Duke patria, etc.
               IV
   %os rnhnatrnos que cibrgan consigo
El carhter infame i servil,
,$%no pueden jam& cornpararse
Con 108 heroes del Cinco de Abn'l?
   Ellos sirven al micmo tirano
Que sn lei i su sangre burl6;
Por 1 Patria nosotros peleamos:
      s
Nueatra vida, libertad i honor.
     Dulce patria, etc.
                V
  Por el mar i la tierra amenazan
Los secuaces del d68pota vil;
Pero toda la Natnraleza
Los espera pare combatir.
  El Pacffico, a1 Snr i Occidente,
AI Oriente 10s Andes i el Sol,
Por el Norte a n inmenso desierto,
I en el centro libertad i union
     Dwke patria, etc.
               VI
  Ciudadanos: la gloria presida
D la Patria el destino feliz,
 e
I podrhn tas edades futuras,
A 811s padres asi bendecir.
  Venturosas mil veces las vidas
E que Chile su dicha afianzb!
 n
Si quedare un tirano, su sangre
De 10s heroes escriba el blason.
     Duke patria, etc.
- 112 --
   Un viva frenetic0 coron6 la hltima eatrofa, i el entusiasmo
de aquellos corazones no reconocia limites.
   Be habria dicho que estaban dispneatos a batirse con un
ejercito i desafiar en aegoida l ~ elementos.
                                     s
   Terminada la cancion, seguian en amistosa conversacion,
cuando de repente:
   -Chit1 dijo Joaquin. Me parece que he oido una seiid.
   --Si, revpondid Talenzuela. Son nuestros camaradas que
vuelven, i sun, ai no me eqnivoco, c m que ea la sriiial de
Cevallos, p o e8 verdad Xariqnita? Antes de diez minutos tu
amante se hallar6 en tus brazoa.
   --A fe mia, dijo la mejicana, yo nada 86, i vosofros pare-
ceis conocer mejor que YO su eeiial!
   Joaqnin s a d de s n pecho un magnifico silbato de plata i
ye lo llev6 a loa Ittbios; un sonido agudo vibrd en laa mouta-
fias,i alguoos minutou despuea se vi6 aparecer a Cevallw,
seguido de dos bandidos mas que sa adelantaban wnducien-
do sua caballta por la brida.
   Loa tres hombrea ae hltllaban tan aniquilados pot la fati-
ga, que podia habdrseles tornado. con solo obeervar au modo
de andttr, como convdesoientea del hoapital
   Joaqnin lea sali6 a1 encuentro con Anbnio i Talenzuela, i
entre t m t o toda la partida ae levantaba para darles la bien-
venida i hacerles lugttr alrededor del fuego.
   -+Que hai de nnevo, Cevallos? le preguntd Joaquin, cum-
do el teuiente i su jente ae hubieron sentado.
   -Agoardad. capitan, agnanlad! I vmotr(", camaradaa,
pssadnos peonto un poco de vioo, p r q a e ya estamos meddio
muertos!
   Acto continuo se pusieron cinco o seis boteltaa a1 frente de
los recien Ilegxdos, i en obsequio de la verdad dirrmos que
solo tomaron anos cuantos t r a p s ,
   -Ahor% dijo Cevallos, rodeando cun an brazo el talle de
au qnerida, que habia venido a aentarse junto a 81, ahora,
capitan, estoi lieto para reaponderos; pero h t s e debo adver-
tiros que Ias noticitta eon de lo peor que pudiera tenerse. Seria
ds opinion que mas bien aguardtiramos hssta maiiana, pars
no arrojar una sola sombra sobre este alegre fmtia
   --No, 06, dijo el jefe; e8 menester que lo sepamos todo eat.
anisma tarde: :a incertidnmbre s un sufrimiantq un
- 113   -
poco cruel. Dinos lo que te ha pasado! Yep que no nos has
aaido mas que dos hombres de toda tu compaiiia, i tenias
nueve cuando partistes, 10s demas, han muerto, ;no es
verdad?
    -Ah; desgraciadamente, si. Estan mnertos i enterrados!
    -,jC6rno han psrecido?
    -Des fueron muertos en combats franco, 10s otros ...
    -LQue hai? ,jc6mo parecieron. 10s demab?      ...10s otms
cinco?
    -Ahorcados! estranguIado8 hasta que les sobrevino la
muerte! Colgados de 10s Brboles del carnino! Compaiieros,
largadme otra botella para p a w este mal trago! Perrnitid-
me ahngar con vino el recnerdo de esa horrible escena! Me
parece que siento ann la soga alrededor de mi cuelio.
    -::C6mo esclarn6 Joaquin, a1 rededor de t u cnello! ...
    -Si, si, ya tenia yo la cuerda echada a1 cuello, el nudo
habia sido estrechado, i se me arrastrabs hiLcia el Arb01 fatal,
enando haciendo un esfuerzo supremo rompi la soga i me
]en& bajo el fueqo de ens rev6lvew a un escondite en donde
me aguardabtln mis dos compaiieros, i nos escltpamos sin in-
kntar el desquite. Caramba! 10s americanos Ron mas feroces
que 10s canibdes; no cmviene irritarlos murhas! Vaya, ami-
gos, denme mas vino. Comienzo a sentinne restoblecido.
    Por la santa cruz! eso demonios de americsnos jamas
dejan las coms a medio a hrrcer. Ellos se cocdiicen siempre en
una manera rnni distinta de todos 10s demas! Si nos aho-can
nu hnmbre, os lo ahorcarso a una altnra tres veceq mayor de
aquella en que cuelgan todas lav demas nacimes de la tierra;
l o que es a mi no me volver4n aencontrar a la mauo. .
    -2En d6nde te ha acootwido todo esto? pregunt6 Gnerra.
    -En donde se divide el rio de las Plumas,, contest6 Ceva-
h s , jnstaniente qnince millas mas abajo del pic0 espa-
Boll
    Hai ahi una compaaia de mineros conpnesta de ochenta o
cien hombres, yo akeguro que son 10s mas robustos i 10s mas
salvajw americanos que hlti en todo el estado. Para formsr-
se concepto, ee necesario ver cbmo est& srmadoa. Carsmba!
Cada gazndpiro de e808 tiene dos o tres rev61vcrs8, puiisl
                                                      nn
i un rifle.
    Est&bien, dijo Antonio; ya que cos hes ?or?tttds c6no
- 114 -
termin6 el asunto, dtendrias inconveniente para decimoe
cbmo comenz6 ~ E meneter que 10s cuentos tengan pi& t
                   s
csbeza.
   -De mui buena gana, respondid Cevallos. E aqui el
                                               6
hecho:
                             SIV
E haudido Cevallos wontinria su hietoria-Ataque
 l                                                      de lou
            americauor-Trinnfo de 10s bandidos
   Pocos dias despues de haber abandonado a Red Bluffs?
dijo Cevallos, que iba ya desocupada la cnarta botelia, lle-
gamos a Shark, en donde tnvimos la fortuna de encontrar
nn convoi de mulas cargsdas de oro. Detuvimos la tropa a;
tree millas del pceblo, nos apoderamos del tesoro i en s e p i -
da nos volvimos a Ked Bluffs. Cads uno de nosotros llevaba
doce libras de oro. Teniamos prisa, como podreis snponerlo,
de volverno ft la mayor brevedad. a1 asilo del cnartel jeneral;
10s q u e acabSbamos de despojar eran todos mineros, i por
consiguiente dehiamos temer que se nos pereigniera en el
octo. Despnes de baber cenado en el cafd de Pedro, i en el
momento en qne nos disponiamos a partir, Pedro nos advirtitr
que nos halltibarnos vijilados, i que si no logrtibamos escapar
sin ser vistos, corriamos el riesgo de ser ahorcados ltun cuan-
do mas no fnera por sospechas.
   No tenia nada de tentadoras esta perspectiva, nos apre-
euramos a tomar las de Villadiego, pero en dispersion i des-
pues de habernos dado la voz de Ctrden para reunirnos en
.4ronville.
   Una numerosa partida de 8lemanes, franceses i america-
nos se ecbaron a seguirnos las huellas, i nos vinieron a per-
der de vista en Dowieville. A nuestra vez persegnimos B
eaatro americanos hasta el valle del lego de Honey, en donde
fuimos atacados por 13s mineros de la ribera del Glumes
(Feather River). Dos de 10s nnestros cayeron muertos en e!
combate; el enemigo tnvo cinco de 10s snyos mortalmente
heridos. Los compaiieros que he traido merecieron ocul-
tarse en una espesura en donde yo me hebia refujiado. Per-
mnecimos tres dias escondidos entre el ramaje, sin comer
- 115 -
ni beber nada, i a1 fin nos decidimos a salir para ganar el
amino de la Sonora. A dies millas alreddor deDownieville
enterramos nuestro oro, nos apoderamos de tres caballos i
EBnort aqni.
    -Esta historia no tiene nada de’ alegre, dijo Joaquin,
p r o debemos de aguardar que sucedsn estas C O S B S una que
o;ra Fez. Adelante, camaradas, haced circular las botellas, i
tratemos de pasar la existencia divertida m i h t r a s ello sea
pxible.
    -Si, si, tienes razon, capitan, dijos Cevallos, yo estoi de
aeuerdo con ustedes. Lopez, mi amigo, pitsame una o dos
.btellas, porqne por todos 10s santos i por santa Margarita,
n, he recobrado aun completamente mis fuerzas. El galope
 :
tt la orillas de estos largos precipicios literalmente me ha
quebrantrtdo.
  . -$&no, a largos de 10s precipicios? dijo Antonio. dQae
 perdisteis el camino?
    --Nada de eso, amigo! lo que hai ea que tomamos el peor
 de todos 10s camino, con el objeto de ponernos mas en salvo
de laa persecnsiones del enomago.
     Ah! ent6uces se os persigai6! Vasa, Cevallos. esplfcate;
 qu6 diablw!
                                             ...
     -C6mo! dque ya no os lo habia dicho? Los americanoa
 vexian detras de nosotros cuando salvamos el paso qne con-
 duce a1 lago Mono; nos han nerseguido hasta las montaiias,
 i ctando nos perdieron, o mejor dicho, cuarido nosotroe 10s
   erlimos a ellos, ap6naa estarian a cinco millas de distancia
 $e rosotros.
     -Diablo! dijo el jefe, ponidndose inmediatamente de pi&
 esto huele mal i comienza a ponerse nn poco mas sdrio. H i
 no P+ habian separados de voRotros mas que el corto eepacio
 de cbco millaa, es mui posible que hallan llegado hasta aqui
 atraiaos por el resplandor de nuetros fuegos.
     -Chit! dijo en este instante Valenzuela, creo que he oido
 sonar espnelas en el caiuino pedregoso que esta un poco mas
 abajodel campamento!
     -Por cristo! ~o tambien, esclam6 Murieta, sacando su
 revdier. Pamos, camaradas, de pid, i cada uno prepare sua
 a r m d Tri, Antonio, toma treinta o cuarenta hombre8 i Sa-
 date z apostar entre las rocas que dominan el paso del lado
- 116 -
izquierdo. Por lo que hace a mi, yo me ird a la derecha con
volnntad i con f4. porque es menester que ni uno solo de estm
condenados arnericanos pneda envanecerse jam& de haber
llegado hasta sqnf.
   Los bandidos, fieles a la recomendacion que acsbabp. de
hacdrseles, siguieron a su jefe i treparoli las roc89 que c o w
naban la entrada del camino.
   Cada cual se ocult6 lo mejor que pudo ya entre Irw hendi-
duras e intersticios de las montafias. ya d e t r h de 18s rocas,
en donde 10s espesos arbnstos 10s cubrian completamente.
   Con todo, el ruido de pasos qne se aproximxba haciael
campo se oia mas claro a cada instante, de vez en cuando,
se sentia estallar alguna imprecacion salvaje, lanzada p r
aqnellos de 10s asa1,antes (porque aqnello era un verdade-
M asalto) que tropezaban o que caiztn de brncea entre h a
rocas.
   A pesar de eso, SI enemigo no dejaba de aproximarse pcco
a poco, i bien pronto se pudo distingoir, a veinte pi& debajo
del lugar en que 8e hallaba Joaquin, la elevada i robusta 3s-
 $aturtt de Arkarmam, que adelantttba a la cabeza de cuarenta
armados hasta 10s dientes.
   -L'kveme el diablo, gruii6 Arkansaw, si me gusta un co-
 mino el aspecto de eate villano escondite.
    ApBrias actibnba de pronunciar e s h s palabras, cnando l&s
 hendiduras de las rocas vomitaron sobre el con espanaso
 estruendo, de Peaenta a setenta disparos. Una bala le zrre
 bat6 el sombrero, i veinticinco o treinta de sus hombres CI-
 yeron muertos sobre la pendiente de la montaiia.
    -Escalad las rocas, muchachosl grit6 el intrbpido Araan-
 mw. Andxcial con !os dientes i con las manos! es la i n k %
 esperanza qiie nos qneda.
    A estas palabras, cada uno de 10s americanes comenzd a'
 hepar a lo largo de la mnralla que protejia a 10s banlidos
 per0 ah! cnao terrible tentativa!
     Una Pegunda desctirga, tan terrible i tan mortifere como
 la anterior, hizo temblar la montaiia, i 10s asaltantes czyeron
 sspirando i traspasados al pi8 de las rocas.
    Algnuos bandidos bajaron inmediatamente a1 caapo i
 volvieron con antorchas encendidas. La escena apareci6 en-
- 117   -
Mnces con todo su horror i estrago; nada mas eapantoso que-
esas fisonomias lfvidas, esclarecidas pdr la llama roja i tre-
mnla del resinoso blandor?.
   El mismo Joaquin .no pudo ptrmanecer p o c mucho tiempo
en presencia de aquel espectkeulo; tnvo prisa en alejarse para
no ver esos ojos opacos, mas terribles despues de la muerte
que Antes.
   Los qne no temieron se quedaron para apoderarse del dine-
ro i de las armas de 10s desgraciados americnnoa, teniendc
buen cuidado de poner Grmino a todaa 1as vidas que un i5lti-
mo sop10 hubiera podido reanimar.
   El mas encarnizado en el cnmplimiento de esa triste ne-
cesidad f n B el vengativo Gevallos que parecia parecer riva-
lizar con su camarada Joan Tresdedos. Sin embargo, Garcia
no le perdia de vista; su mirada penetradora, que parecia
mas siniestra qne de costumbre, porque iba acompafiada de
una sonrisb de hirna, espiaba, seguia cada uno de 10s mo-
vimientos del bandidq; se habria jnrado que el feroz Juan ee
complacia aun en ver cortar a su camarada l s cabezas de 10s
                                                 a
cadhveres o en verle revolver an pufial en 10s ensangrentados
                                                        -
pechos. I



   --or el alma de Pincheiral diio Garcia. senor C'evallos,
usted me haarrebatado hoi por 6 mCuos 'la mitad de mi
placer; per0 no importa, con tal que usted no se me h a p
un rival mui formrdahle. Si a d llegase a acontscer, usted
comprenderd que yo me veria en la triste necesidad de poner
&den,
    Levantando en alto su antorcha, c u p lnmbre esclarecia el
rostro be Ambos bnndidos. diriJi6 a C ~ V ~ I I uria mireda medio
                                                OS
 sard6nica i medio siniestra, i luego se fud a esxminar 10s ca-
daveres de 10s americanos, con el aire del hombre que busca
a algwa persma conocida.
   Los demas bandidos se habian vnelto a1 campamento. de
suerte que Garcia se encontr6 solo en el campo de batallir.
   Teniendo con su mano sn antorcha i en la otra el largo
puna1 que no abandonaba jamas, coiltinu6 trnnqnilamente su
 minccioso exgmen, bajando de Fez en cuando la luz para ver
mejor el rostro de las victimas, cuando de repente Cevallo~
 apareci6 de nuevo en el lugar del combate.
   -Ah! ;eres t6P murmur6 Joan. Creia que era un os0 grk
- 118 -
   -dQu6 bnscas todavia? le pregunt6 Cevallos con una son-
risa que se hubiera tornado por un jesto.
    -Busco a uno que no puedo encontrar, respondid el otro
Si se ha escapado esta vez, es menester confesar que es el
diablo en persona.
   -Si te refieres a1jefe de esos condenados Yankees, eatti
prisionero en el campamento con uno de 81.18 hombres.
   -Caramba! i vengo a deciros de su parte que desea verte
en el acto.
   -Vamos all&,pues. Estoi impaciente por saber para qu6
me quiere. i tambien de ver una vez mas a eae valiente ame-
ricano,
   Cuando entraron a1 campamento, encontraron a toda la
partida sentada a1 rededor de 108 fuegos, qne se habian reani-
mado con rama, i todo el mnndo SP pztiba con la victoria
tan fhilmente alcanzada sobre loa Yankees.
   El vino circnlaba de nuevo, i el placer i el contento de 10s
bebedores parecia mas cordial aun que a1 principio de la
fiesta i hntes del combate.
    LPSdos prisioneros, a m a m d o s con las bandas de seda en-
carnada de algunoe de 10s bandidos, estaban tendidos en el
suelo, i parecian snfrir cruelmente por lo que 88 demoraba 8 11
suplicio.
    --Garcia, amigo mio, le dijo Jottquin, cuando Juan hub0
tornado asiento a1 rededor del fuego; quiero que saqueis a la
suerte VOJ i Cevallos, a v e r a quien le corresponde el placer
de despachar a uno de 880s dos hombres.
    --iCnal? pregunt6 Juan. del jefe?
    --So. el otro: quiero conservar vivo a Arkansaw por al-
gunos dias.
    --Per0 p e d e escaplrsenos, observ6 Juan. Seria mas
acertado qns me dejgrais dar a1 traste con 1-51!
    AI miamo tiemp I qne hablaba habia drsenvainado au cu-
chillo i tenia 10s ojos fijos sobre 8u enemigo,
    --Nb, no, respond16 el jefe; tengo mis razones para con-
servarlo todavia; es menester que os resigneis a esperar por
algun tiempo.
    -Ah! est& mui bien; yo no exijo ni pregnnto mas. Que Ce-
rallos se adjudiqne el otro cuendo lo tenga a bien i mejor le
- 119 --     ,

    parezca! Por lo que hace a mi, no me.encuentro en este ins-
    tante con apetito!
      En este momento se dej6 oir. una scofcada queja. Cevalloe
    acababa de degollar friamente a1 compaijero de Arkansan.
       --Bsuoto bien sencilloi dijo el asesino, volviendo a sentar-
    88 a1 lado de Garcia i vaciando nn vas0 de vino.
       -Bien sencillo; en efecto, replic6 Valenzuela; no pnede
    ser mas sencillo, pero ejecutado con una enerjia que nuestro
    csmarada, Juan Tresdedos no podr4 menos de haber apre-
    ciado.
       --Vamos, paisanos, grit6 otra vez Antonio, vamos ento-
    nando otra cttncion! De otra suerte nos vamos a volver toy-
    b s ! GQue os estais quedando dormidos? Eh, flojos, el suerlo
    no 8e ha hecho para la hora despues de la batalla, i aunque
    el refrtbn diga; dormhse sobre los laureles, bneno ea saborear
    esquisitamente 10s trinnfos. Ea, animaost
       Le proclama del teniente se qued6 sin respueeta.
       La8 numerosas libaciones a que acababan de entregarEie
    habian dado cuenta de todas las cabezas, i las caatro qnintas
    partes de la partida dormian profundamente. El resto n c
    tard6 en hacer otro tanto, i la fiesta termio6 con un cor0 nnP
    nime de ronquidos sonoros i bien acentuados.


                                 xx
        Vnelta a1 Arroyo Cantma-Persecncion        A   Jaaqnin
       Habrian pasado diez heras, cuando Joaqnin despert6 a sue
    hombres i les orden6 que anollasen sus tiendas i levantasen
    el campamento
    . .Aunque sorprendidos con esta inesperada resolucion, obe-
    decieroii sin vacilutr, i antes que el sol hnbiese marcado el
    medio dia, la partida entera habia dejado el lago Mono i se
    diriji6 h h i a el paso de la Sonora.
       Arkaneaw no iba ya con 10s bandidos.
       Una hora antes de la partida, Juan Tresdedos, que no po-
,   dia desperdiciar una ocasion tan buena de vengarse, habia
    muerto, sin decir nada a nadie, a1 hombre que no habia po-
    dido vencer en combate singular.
- 120 -
   A Joaquin no se le habia pasado desrpercibido el nuevo
crimen de sn teniente; ipero que hacer con una naturaleza
semajantc? El jefe habia preferido no decir nada, i fin$ no
volvdrse a acordar de A r k a n s a ~ .
   Por lo demas, en el fond0 no habia dejado de pesarle aqne
Ila conducta, porqne 81 por 811 parte reservaba a su prieionero
una especie particular de tormento: se proponia ponerlo de
blanco a1 dia siguiente para qne apuntara toda la partida.
    Llegada a la division sur del rio Tuolnme, Murieta form6
su tropa en compaiiias de diez i de quince hombres, que por
caminos diferentas debian tradadarse inmediatametits a1
Arroyo Cantowa. El mismo, dejando las m u j e r ~ sa1 cnidado
de Antonio i de Guerra, escoji6 quince hombres determinadoe
i se dirijid con ellos por el S. E. h4cia Curtenville.
    Sobre el camino que conduce de la Barrlr de don Pedro a
 Smoltings, encontr6 a tres franceees, dos alemanes i dos ame
ricanos. que condncian delante de ellos mulas cargadas de
provisiones de coberturas i de .fitiles para el us0 de las
minas.
    No va.cil6 en detenerlos, i mientrlts sn jente se colocaba a
]OR I ~ listaH , fuego a la primera seiid, el se adelan-
            o a hacer
 t6 hhcia uno de 10s franceses, que no ae atrevia a hacer nso
de s u rev6lvers, le tom6 por el cuello i le intirn6 que indicase
 el saco en que iba el oro.
    El frances se espidi6 de Ia manera mas lenta qne pudo,
para dar todo el tiempo' posible a sus compaiieros, a fio de
 que se preparasen a defender 8u tesoro; pero 10s bantlidcrs
man mui ajiles para que fuese piquiera posible el sorprender-
10s; en algunos segnndos, tres de lo8 mineros ctly4ron en tierra
 sin movirniento algnno i m a n largos eran.
    Joaqnin. irritado por la resiatencia que se le oponia, levan-
t6 su piifid i amenazd Con degollar a 10s cnatro que queda-
 ban, si ellos mismos no entregeban en el acto todo lo que
 conducian en dinero.
    Loa mineros se rosignaron, i sacando de entre medio de 10s
 pellones nn peqnefio saco de jergon de lino, lo presentaron a
Joaqnin, asegudndoIe que era toda la fortuna de la com-
 pafiia.
    El sac0 contenin. cuatro ml peos.
                               i
- 121 - .
    Murieh continu6 sn camino, a pesar de Ias sGplicas de
Juan Tresdedos, qne queria acabar Con loa alemanes i 10s
franceses, i orden6 a Pstos que B e pusieran inmediatamente
 en camino.
    Los cuatro mineros no se hicieron repetir eata voz de
 mando. Si Joaqnin se hnbiera dedicado a on rx&mcn &io
 de EU bsgaje, habria encontrado seis sacos iguales tll prime-
 ro i qn0 coutenian cerca de veinticinco mil peeos de or0 en
polvo.
   En seguids de este nuevo rnbo, 10s bandidos atravesaron
el rio de la Merccd hacia Skllings i torcieron hacia cl Este
con el fin de llegar a Maripwas.
    A dos millas del monte Ofir, Joaquin ee vi6 en la necesi-
dad de interponerse para impedir a Jnan Tresdedvs qite ma-
tase a un depgraciado chino llsmado Chmglio, que ir~spiraba
ldstima de so10 verlo: tal era el estremo estado de flacnra i
 anguidez en que se eneoutraba,
   Algu,ias horao despues lleqaron it Maripoqas. Joaqnin tuvo
por fuerza que de.rbandar a su jente, porque a1 purblo no
podiao entrar masque de dos en dos, con el objrto de no es-
citar las sospechas. hllf permanecieron ocho dias comie'ndose
i jngando el dinero que habian arrebatado a ios alemanes i
 franceses.
   AI cab0 de 1%semana salieron del pneblo, atravesaron el
rio Mariposas la ('horohilo i el Frezon.
   A diez o doce millas de Coarce-Gold-Guch, robsror! i mz-
taron a su tnrno cuatro mineros rusos. Muchos indios. testi-
gos del acontecimiento, se acercaron deqmes de la partida de
10s bandidos i despojaron a 10s cadheres de 10s trajes que
aun les eran btiles.
   HabiPndoseles ballado despues en posesion de edos efec-
tos, fueron desiguadss a otros rusos amjgos de loa asesinados
10s cuales 10s persiguieron, i creyA~dolos culpables, 10s h i c i e
ron espiar el crimen de Xurjeta i m s compafieros.
   Estos Gltimos habian paeado ya el San Joaquin, a quince
millas, poco mas o m h o s , mas arriba del fnerte de Miller;
despues de haberse detenido dos o trerr dias en un pueblo in-
dio, a fin de descansar, se pusieron tranqnilamente en camino
i entraron a1 Arroyo Cantowa, a donde la mayor parte de sus
compafieros habian llegado i acababan de plantar sus tiendas.
- 122 -
   Joaquin, garantido Fa por la, muerte de Arkansaw, Babia
determinado volver a su antiguo cnarteI jeneral i vivir en
calma, mas c6modo i mas seguro que en cnalqniera otrs
parte.
    Cnando ee hub0 arreglado todo en el campamento, 10s ban-
didos descnnsaron dur&te qnince dias, ai &bo de 10s cnales
Joaquin 10s eovi6 en compaiiiaa a1 esterior a cumplir dife-
rentes comisiones. Se hacia necesario el procurarse dioero i
caballos, i era Gtil tambien ocnpar a la tropa descansadrr en
alguna espedicion que proporcionara frutos razonables, i para
esto era menester ponerse a1 corriente de la topografia del
 terreno.
    Cnando hubieron partido todas las compafiias a cnmplir
con las 6rdent-s de 0u jefe, Joaquin se encontr6 en el campo
 con solo uua docena de hombres, entre 10s cnales se encon-
 trsba Antonio, Cevallos i Gaerra.
    Nnrieta i 811s compa6eros se pasaron un mes mni agrada-
 ble, comiendo, durmiendo, fumando, enamorando i cazando
 en las montaiias. Asf llegaroo hasta la estacion de las lluvias,
que sieudo desagradable en todas partes, lo es aobre todo en
aquellas eIevadas montaiias.
    Joaquin se decidid a entrar personaimente en campaiia a
 fin de encontrar un punto favorable para la ejecucion de las
 empresae qne meditaba.
    Dos dias despues de haber tornado esta resolucion, se diri-
ji6 a1 Xorte del Ejtado, acompafiado de Cevallos, que tenia
 que ir a recobrar el or0 enterrado por 81 i sns compaiibros a
 las orillas del Feather. Despues de algunas paradas cortasen
 Mariposas, Sonora, hlfurphy, Mockelumen-Hill i Jackson, el
jefo i s u teniente llegaron a Hangtow.
    Comenzaron por cenar alegre i cdmodamente en uno de 10s
 caf6es del iugsr; despues Cevallos mont6 a caballo i se ale-
j6, mihntrse que Joaquin entraba en un salon de baile, en
 donde se vi6 inmediatameote rodeado por una multitud de
 hermosas chilenas, aficionadas a1 fandango, Joaqain se espi-
 bi6 perfectamente, i bail6 varias veces con una de aquellas
 seEoritas.
    Cnando crey6 haber adqnirido el derecho de descansar, se
 sent6 tranquilamente entre dos de las beldades de aqnel lu-
 gar i se pus0 a conversar sobre diversas e interesantes 120085.
- 123 -
   El ruido de la conversacion i de las ri‘eas de las dos niiias
Iltbmaron mni pronto la atencion jeneral hcicia el pequeiio
~ u p oi ,el descuidado Joaquin ob’serv6 a1 cab0 que una mul-
titud de americanos lo estaban examinando, i que parecian
mantenerse con intencion en el umbral de la puerta.
   Reconoci6 en segnida que entre ellos estaba el conductor
de la dilijencia que habia detenido cerca d e la casa de Roca
Blanca; en cnanto a este hombre, el asombro qne se pintaba
en toda su fisonomia, probaba que por su parte habia reco-
nocido perfect&  mente a Joaquin.
   Sin manifestar el menor temor, ni aun la mas 1ijert-t in-
quietud, el jbven jefe se levant6 con 1%mayor sangre fria. di6
las buenas tardes a las seiioritas de la manera mas amistosa,
se envolri6 en una manta i sali6.
    -Dispense usted, seiior, dijo una voz a su lado, en el mo-
mento en que Joaquin llegablt a1 umbral; yo desearia verme
con uEtedl
   Joaquin Nurieta se hsbia lanzado ya sobre su caballo, que
estaba atado jonto a la pnerta del caf6 vecino.
    -Eat& bien, di,jo 61, ramedando 1%voz del que acababa de
hablar, ya est& libre de verme.
    I eRpoleando sn caballo desaparecio a 10s ~ Q C O S segundos
dando vuelta el camino.
   Despues de una rSpida carrera en que corri6 mas de quince
millas, llegi5 a Inntion House; en donde dejd en caballo i
pae6 toda la noche, suponieodo con razon que no se pondrian
a perseguirlo hasta la prdxima madaua.
   A 10s primeros reaplandores del dia, se diriji6 a1 galope
h&cia el rancho de Taylor, cou la intencion de describir en E U
fuga u n semi circulo i de llegar a Fiddletowu en tiempc
oportuno para encontrar a Cerallos.
    Una lijera capa de nieve que habia caido durante la noche.
emblanqurcia el suelo; pero Joaquin no se inquietaba abso-
lotamente i continuaba tranquil0 su camino, contando como
seguro que la consternacion se habria apodersdo de 10s habi-
tantes de Hangtomn a la primera noticia de su visits.
   Acababtr de pasar el rancho, cuando siuti6 tras de si el
galope de una multitnd de caballos, i casi a1 mismo tiempo
apercibi6 corriendo con toda velocidad un cierto nrimero de
jinetes srmados. La primera mirada le bast6 para saber a
- It4 -
 que' atsnerae: le solt6 la rienda a sn excelente caballo, que
  parti6 con la rapidez del vien to.
     Los Yankees encarnizados en su persecucion, oprimieron
 con fuerza 10s hijares de SUB caballos, arrojando atroces jn-
 ramentos i gritos salvajes, a la manera de 10s indios m8noa
 civilizados; per0 tenian que habhrselas con uno mas lijero que
  el rapo.
     Abandonando su idea primitiva, Joaquin volvi6 de repen-
 t hdcia S. 0. i se lanz6 a las montafias, bien acguro, por lo
   e
,m8nos, de qne a 10s americanos les habia de costar el dar con
 el camino.
     Ln. pendiente del terreno hacia la fnga mncho mas difcil
 de lo qne se habia imajinado a1 principio; muchas vecea ba-
 jando las colinas excevivamente eszarpadas, el caballo habis
 doblado las rodillas.
     A1 pie' de una de las colinas, entre dos rocas, habia un va-
 cfo, en medio del cual corria una especie de torrente que iba
 a engrosar la corriente del rio Americano. Aquel era induda-
 blemente nn paso dificil de atravesar, aun para un bnen ji-
 nete, i el misno SIarieta vacild Antes de emprendea el salto;
 pero viendo a 10s Yankees sobre la loma, a nna distancia de
 algunos centenares de varas a lo sumo, se lanz6 sin reparar
 en mas.
     C n instante despnes se haliaba a1 otro lado del torrents,
 i su cabdlo, qne zcababs de salvar la roca, brillante con el
 agaa en que se habia zabullido, se levant6 mas firme i mas
 dispuesto que nunca.
     Et jefe de Io; americanos qniso tambien tentar el paao
 despnes de Joaquin. pero cay6 en el agna con caballo i todo.
 La jente R detavo inmedistamente despues, disparando so-
             e
 bre el frijitivo veinte o treinta tiros de rev6lver, de los cua-
 lea nirtgano le Ileg6 a tocar, i asi se decidieron a abandonar
 an caza.
                              XXI
              k ryew.---Joaqnin en pe1igro.---Su rrrojo lo
Trilicion de F .
                           salva
  Joaquin continu6 galopando por 10s montes i 10s valles
hasta que se ri6 completamente fuera de peligro; ent6nces
salv6 el paso de Carson, i a1 cuarto dia Ileg8 cerca de nn cam-
po de mineros establecido 6t la mBrjep del rio Walker.
    AIli pas6 la noche; pero temieudo sm reconocido, volvi6 a
partir con la aurora de la mildana siguiente; el mismo dia se
encontr6 en presencia de un nnevo campo, que calcnld perte-
necis a algunos indios. Aprosimsndose uti poco mas se vi6
con gran sorpresa snya delaute de Valenzu-la i de Juan
Tresdedos, para quienes el encoentro era del mismo modo
inesperado.
    Almorzando 10s tenientes, comuiiicaron a su jefe el resnl-
 tado de su viaje, i le esplicaron por qii6 se encontraban en
 ese momento en el mismo punto que 61.
    Dexpues de haber abandnnltdo a Arroyo, Valenzuela habia
 conlincido R U compaiiia a Weaverville, obedeciendo Ins 6r-
 denes de Joaquin. Antes de llegar, se habia apoderado de un
 cierto nlimero de caballos, i habia maodado a luince de SUB
 hombres qne 10s condujeran a1 cuartel jeneral. Eat6nces se
 hobia halhdo solo con L6pez, Pedro, Castillo, Rafael i Garcfa.
 Persegnidos por muchos rancheros de aqnellos a qnienes lee
actrbnban de robar sus caballos, 10s seis bandidos no hhbian
 podido escapar sino atraveaaodo a nado un torrente mui rb-
   ido i canddoso. Alcanzados por las balas enern@<, Ldpez
 Fedro y Rafael se habian ahogado. Cantillo logr6 llegm al
 otro lado, pero se encontr6 inopinadamente a1 freote de un
 misnriano que le ecb6 por tierra con una descarga de s u ri-
 fle. E n una palabra, 10s unicos que habian merecido salvar-
 se man Valsnzmla i Juan Tresdedos.
    Llegando a Weaverville, Juan habia querido entrar a U I  U
 oaRa de baile, a pesar de las prudentes observaciones de Va-
 lenzuela. Cuatro americanos apopdos sobre el movtrador i
 bebiendo en compaiiia, conversaban sobre 10s ladrones de
  caballos.
     Habiendo manifestado uno de ellos la, opinion de que Joa-
  quin habia tomado parte en 10s6ltimos despojos, i habiendo
 agregado qne daria gustoso su cabeza por ver ahorcar a aus
 sutores, Garcia se habie colocado frente a1 yankec i le habia
 dicho en nu tono brutal:
     -;Hela! ;Con que cambiarias tn cabeza por nna bala de
  pistols?
     -2Qoi6n e m tli? le pregunt6 el minero.
I


                        - 126 -
   --Si sabes contar, le respondid Juan, mostr&ndole su ma-
no mutilad&, euto debe bastarte.
   -! I
    ,X
    $      eres Juan Tresdedos?
   --El mismo,
   I sin decir ni esperar mas, Juan sac6 un puna1 e hiri6 ai
Yankee en el centro del pecho. Una verdadera batalla aucedi6
a erite primer golpe; una mnltitud de americanos se agrnpa-
ron i empreiidieron la deferisa de la victima, de suerte que
10s dos bandictos debieron de nuevo EU salvacion a SUE exce-
lentes caballos, i pudieron ganar el paso de Beckwoth. lle-
gando a1 punto donde acaba de encontrarlos Joaquin.
   A1 dia signiente de este inesperado encuentro, 10s tres chi-
lenos contiunaron avanzando en direccion a Arroyo Cantowa,
Salvaron la parganta del Sonora i el Tolumme por el lado del
sur; despes, baj&ndose del csballo en Ratle-Clack-Bar, en-
traron en una casa i pidieron de comer.
   Un anciano con una hija i un hijo ocupaban la habitacion.
El aepecto de 10s tree chilenos, perfrctaniente vcstidos i ar-
msdos hasta 10s dientes, 10s sorprendi6, como era mni natu-
ral; pero no dijeron nada, i la nifia, que era una hermosa i
fresca ctiatura, prepar6 la cena en el acto.
   Murieta, qne bajo su esterior de bandido, ocultaba una
verdadera riaturaleza de caballero, converso de la manera ma&
afabie con la hermosa n i b , midntrau ella, con la mas gracio-
8a naturalidad, le servia a 61 i sa8 compafieros. El anciano
miraba con verdadma sospecha In voracidad de aus hudape-
des, pero se guardaba sus impresiones.
   Cnando la cena hubo terminado, Valenzuela se levant6 i
B adeiant6 hjtcia el j6ven, que se hallaba sentado junto a la
 e
chimenea, i ponihdole el rev6lver en el pecho, le pregunt6
si se oponia a que la casa fuese saqueada.
   -I si tienes algunas objeciones que hacer, dijo el bandido.
bsbla pronto.
   --Sefior, esclam6 el anciano, ya sospechaba yo que &os
no habian de ser mas que bandidos! I se pus0 a exhalar gri-
tos tan fuertes i penetrantes, que Jban Tresdedos se vi6 en
la necesidad de amarrarle u n pafinelo en la boca. Ya el j6-
Ten h a b h consentido en que robasen la cam, i Bsta fu8 com-
pletamente trastornada i despojada en poco tiempo.
-- 12;   -
    En fin, 10s bandidos se retiraron, llevhhdose algunos cen-
 tenares de pesos.
    Cerca de Ilariposas, Joaquin reflbxioo6 que la poca pru-
 dencia de Juan podria traerle shrias dificnltades, i lo mismo
 Valenzuela, dnrante su permanencia en Weaverviile, i deter-
 min6 entrar solo a la ciudad.
    El1 consecuencia, orden6 a SUB.compaiieros que se volvie-
 sen solos a1 cuartel jeneral, mientras 61 permanecia dos o trea
 dias en la casa de uno de 10s compafieros de la partida Ila-
 msdo Juan Berryessa.
    Este hombre les habia hecho algnnas veces magnificas in-
 dicaciones a algunos miembros de la tropa, i de vez en cum-
.do les habia prestado dinero i caballos. Joaquin le habia re-
 conocido i recom pensado jenerosamente estos servicios, i COR-
 sideraba a Berryessa como un amigo sincero i fiel.
    Sin embitrgo, la realidad era mui diversa; sin manifestarlo,
 Berryessa le tenia a Joaquin nn odio mortal, i siempre auda-
 ba buwando una ocaviou favorable para desembarttznrse de
 61 i entreghelo a 10s americanos. E n este momento, persua-
 dido de qne la clcasion era bnena, bnscaba activamente el
 mejor modo de consumar sn traicion.
    Tres o cuatro dias habian trascurrido desde la partida de
 Valenzuela i Juan Tresdedos. Una tarde que Joaquio andaba
 recorriendo 10s fandangos, con la esperanza de encontrsr
 alguu amigo suyo, not6, de repente i por casualidad, que el
 forro de PU rev6lver estaba vacio. Pens6 que el arma se ha-
 bria emnrrido sola i qne estaria sobre su cama; inmediata-
 mente volvi6 a la casa para bnscarla.
    Se detuvo frente a la caballeriza situada a1 lado de la cam,
 a fin de ver si su caballo estaba bien provisto de forraje, dea-
 pueu entr6 por la pnerta de atras de un pequeiio cuarto veci-
 no a la cocina qne Berryessa habia cedido a su hu6aped.
 Xihntras avanzabs en la oscuridad buscando rela i f6nforo8,
 oy6 la voz de dos personas qne conversaban juntas en la pie-
 za vecina: una de ellas, a jnzgar por su acento, era un ame-
 ricano.
    En cualquier otra circunstancia, Joaquin no habria hecho
 alto en aquel incidente; pero sn nombre, pronunciado con
 mucha ciaridad por 10s dos interlncntores i de nna manem
 que no tenia nada de cordial, le movi6 su cnriosidad.
- 128 -
    Aunqne el pensamiento de que su amigo pudiese conspirar
contra 61 tenia algo de mui ab-urd0 para que 61 fuese a aco-
jerlo, tuvo curiosidad de saber por que se habia pronunoindo
sn nombre, i eete motivo le pareci6 sn6ciente par escuchar
la conversacion. Atraves6, pnes, 1% cocina, caminando en pun-
tillas i aproxim6 el oido a un tabique de madera que separa-
ba ambas piezas.
    -Si, dijo Berryessa, con ego qnedarB satisfecha mi ven-
ganza, porqne 61 me ha ofendido mortalmente en diversas
ocasiones, ya sea aqni, ya en Mkjico. Ademas yo tengo nece-
sidzsd de diirero X i s pkrdidtts ai monte me han obligado a
vender mi rancho, precisamrnte en la mitad de lo que vale,
i.. . . Per0 dcml es cantidad ofrecida come recompensa?. .
   -En cnanto n eso, no PQ nada, dijo cl otro. Aguarda; cal-
CUIOque sean de cincc adiez mil pesos!
   --I)ame mil maiiana temprano, i lo tendr6s.
   -6Pero est& seguro de que es 91 mismo? Si me lo confir-
mas puedo reunir l s u m a en v1 instante en que me la pldas;
                      a
me si que seritb b w n negocio.. .Pero volvere a repetirte, des-
tsa srgnro del asunto?
   -Curno no he de estar! Lo conozco demasiado i hace mc-
cho tiempo para que me putdit engafisr.
   --,:En donde est6 ahora? M dices que est$ a algunas mi-
                                 e
llas de sqnf. pero ddonde?
   --Carambai ique me has visto cara de tonto?
   --Yo podria tomarte ahora por nn c6mplice, un miembro
de la partida i aplicarte la lei Linch.
   -dTe parece asi? Per0 tli no tienes ni siquiera nna prneba
de qne yo te h a p hablado jamb.
   --Bien, bien. P o no qniero ni tengo necesidad de enemis-
tarme contigo Si qnieres, pnede.9 entregh-noslo esta noche.
   -Perdontl! iQne entiendes por entreghwslo?
   --Eh! con mil demonios; ique te figuras que yo podria
spresarlo solo? N6, n6. he oido hablar demasiado de lo que
es ese individuo para qne vaya a atreverme a prePentArmele
solo. Seremos tres, i uno de mis compaiieros sera precisamen-
te el que me proporcionard la suma exijida por ti.
   --Oh! ent6oces est& mui bienl Comprendido! El asnnto
queda convenido i arreglado; me pagaras la suma fijada una
vez que lo h a p s capturado, sea muerto o vivo.
- 129 -         '


   - 6 s lo pegaremos, con tal que &as ekrio en el cnmpli-
miento de tu compromiso.
   - No hai qne recomendarme'la seriedad. Ahors estoi mas
ahti0 qne nunca; pero t e asc-pro qne a no haher ~ i d o des-tan
grtlciado en el monte, e s i j i r i ~tres veces mas de lo que ahora
                                       ,
pido por el pajarito. Indudablernente, la tarea que me im-
pongo es hwrtu pesada!
   -6A d6nde i cuBndo podremos apoderarnos de &I?
   --Eli  esta misma c a m i dentro de dos horns, con tal que
me traigxs h t o el dinero estipnlado.
    -Est& bien! Estsrc! de viiella dentro de diez minutos, i
mafiana por Ilt majiana hsbrh t r r m i n ~ d o carrera de Joa-
                                                 la
qnin. Ebpbrame.
   Con entns palabras el americano sdi6, cerrando Is, pnerta
tras si. Uri segundo deepnex, blurieta se lanz6 al cnarto como
uiia fiera, i savando un pufial, tom6 por el cuello a1 miserable
Berryttbsa, a quie? esa repentina apsricion hsbia pptnficado.
    -Sileucio! le grit6 Joaquin, a1 primer esfiierzo que hizo
el orro para hablar. Has pronnnciado tu filtimtt palabra sobre
la tierre.
    -Cor] que, agreg6 despnes de una psusa de algunos segnn-
dos i ebtrechando vigorosamente la gargan- de en mtiguo
cbmplice; tc"n que querias traicioriarmo por diriero i para
veiigiirte? tri, vengitrte! ci de qut?? ;No hxbia sido yo siempre
t a mrjor arnigo? jXecentabas plata i me vendiss en cambio
de una8 cuantas onzas d e oro, haciendo creer a1 comprador
que el mbvil principal de tu especuiscion era venpanzs? &A
q n i h de 10s que andan en mi compaiiia podre confiarme en
adelante? LIS como til R han rnovtrado siernpm tan ab-
                  que                 e
negarlos, pueden traicionarme i eittregarme en nn momento
dado a1 mas villano de mis enemigos! I t&eres Betryessa?
t6 a quien suponia yo el mas fie!, el que has procedido asf!
Berryewa, VAS a morir!
    Seunltd sn pufial en el pecho del traidor mejicano, cuando
abriendclse Irt pnerta, se encontrd frente a frente del Yankee
c6mplice en e1 trato qne acababa de sorprender.
    El americano. llegando a1 fin de la terrible escena que
acababeb de consumarse. dejb caer la talega que llevabra a
Berryessa i sac6 eu revblver.
   -   JQnidn eres? le pregunth
   J. HURIETA                                               7
- 130 -
    -Yo soi el hombre a qnien has comprado mediante esa
 suma, dijo Murieta, rrefialando el saw.
    --Entdncas $6. ems Joaquin? Rindete o ere8 hombre
 mnerto!
    -Esta mni bien; pero en este caso, mnerte por muerte!
Apunta bien, porque una vez que hayaa hecho fuego, yo ea-
grimid mi pufial.
    -Yo preferiria tomarte vivo, i ti5 hurias tambien mucho
mejor en entregarte desde Inego, porque es materialmente
imposible qae te escapes. Mis dos compafieros e s t a d n q u i
Antes de cinco minntos; he querido que estnviesen prenentea
cnando derramara esa plbta en manos del hombre a qaien
acabaa de asesinar.
    -Que acabo de castigar, querrsa decir.
    -Bien, bien! Ej cuestion de palabras, i eso no hace a1 ca-
so. Abajo ese pniial o disparo!
    -El destino esta: contra mi, dijo Joaquin I veo que ha
llegado a su tdrmino mi carrera. Toma, apoddrate de esta
arrna! Lo Gnico qu? suplico es qne si se me ahorca, se me en-
t r e p e a Irt justicia i no a1 popolacho.
    -Todo eso hare gustoso por mi, respondi6 el otro, i avan-
A la mano para tornar el pufial.
    Aprovechando el momento en que su enemigo estaba con
el britzo estirado i el rev6lver inclinado, el intrepid0 bandido
8 0 l a n d sobre 81, con la ajilidad de una pantera, le tra~torn6
por el suelo i le atraved el pecho con s1i pnfial; despoes. a p
derhdose del rev6lver que habia caido rtl suelo, sali6 del
cnarto en el instilute mivmo en que entraban 10s compaBeros
del americuno. Sin tomarse el tiempo de ensillar sn cabeklo,
mont6 en pelo, i se aIej6 de aqael ingar de traiciones i de
aaesinatos, a rienda auelta.
    Se hstlaria apenas a cinco millas de Nariposas, cuando
ya estaba wunida tods la poblacioo, i nnmerosos jinetes se
ponian en peraecucion del andaz bandido en todas direccio-
nee. Pero ninguno de ellos tenia un animal de 10s brim i de
la rapidez del caballo de Joaquio, i harto habrian heeho con
alcanzar a divisarlo sobre una colina o a la entrada de un
bosque.
    Dos semanas deapnea de esta peligrosa aventure, Murieta
ll@ a1 cuartel jeneral, en donde encontr6 wnnide a casi toda
- 131     -I




su jente i mas de cuatrocientos cahllos, que habirn robado
en distintas poblaciones i caserfos del Eatado.
   El j6ven jefe esplic6 en breves palabraa a sua subalternoR
la causa de an larga ausencis; despues se retir6 con Chrina,
que lo impuso de todo lo que habia ocurrido en el campa-
mento desde su partida.
   E t e otras nuevers, Joaquin sup0 que uno de sus afiliadm
    nr
de San Luis Obispo, llamado Juan Tejas, se habia presentado
en compsfiia de dos individuos mas, que aunque completa-
mente desconocidos por la partida, hBbisn sido rewmenda-
dos por Juan como excelentes i de simpdticas relaciones.
   Se habian pnesto en campaiia para apoderarse de algunos
caballos, i por casualidad se h*bian encontrado en 10s &e-
dedoreR del cuartel jeneral. Una p a n partida de 1 0 s miem-
bros de la banda habia estado a pnnto de arrojar de1 campa-
mento a 10s intrusos; i aun basta de matarlos, en la persna-
cion de qne eran sencillhmente uno8 espias; per0 algunos que
ee habian encontrado en d i d n t a s ocaaiones con Tejas en la
Baja Qlifornia, dieron f4 a sns palabras i defendieron su
cams tan calurosamente, que 10s demas camaradas cousin-
tieron en conservar la vida de 10s adversarios hasta la vuelta
del jefe al cnsrtel jeneral.
   A1 momento qne sup0 1~que awnbecia, Joaquin orden6 a
Antonio que le condujera 10s prisioneroa a su presencia.
                             XXII
                          Juan Tejas
   Diremos algunas palabras sobre 10s antecedentes de Tejas
i sus compaiiieros.
   Juan Tejas, era un pill0 en toda la estension de la palabra,
agreghdose ademas que era Yankee, i como tal, mal mirado
por la compafiie.
   En le B D O C ~ de la batdla de Ssn Jacinto (1836), tenia
doce afios.' Cuando su padre, nu atrevido militar, parti6 para
el ejdrcito, Juan quiao seguir la espedicion, pero no 0e lo per-
mitieron. Deseoso de probar que podia b a t h e con cualqnie-
ra otro, rifi6 caprichosamente con un indio, le hiri6 mortal-
mente en la pelea, le cort6 la cabeza i conserv6 el trofao para
- 182 -
present6rseIo a su padre a su vuelta de 1s campaiia en que
habia triunfado.
   Juan Tejaa se encontraba en San Francisco en el mes de
dnnio de 18.51, en cornpiifti de Lonsiannis Fred, el indio, de
Bill Flanders; nn gmapan que habia tenido que abandonar
a Xarilanri a toda priea, i nn mejicano conocido con el nom-
bre de Monte, disminntivo de Mutezuma
   LOB  cnatro bandidos poseian cierto n6mero de caballos i
de mulas qn? htlbian robado en 10s valles dd San Joaqu!n i
de Sttn J(JM~, ocultaron en una alameda de la calle de la
               i loa
>lieion, cerca de lit avenida Primera, i en compaiiia se tras-
ladamn a nna taberna pr6xima a la antigna oticina de poli-
cia. En esa casa se trlnj.tban naturalrnente machos policialcs,
i entre ellos nno llamado Blc. Catz, a quien m a enfermedad
retenla en la carna.
   Desde *n cuarto el oficipl de policfa oy6 i reconoci6 1%vox
de Fred el indio; lo hizo llarnar i le acnnse,jo qne Ltbnridonase
inmedirrtamente la cindad, advirtibndole qne tenia sobre si tres
acnsacionei de robo, i que ademw se le mirrtba como antor de
nn aswinato recientementa cometido en on condado vecino.
   Fred comunic6 a Tejas lo que pasiiba, i partid pxra Stock-
ton con 10s otros doe compafieros. Apenaa se separaron de
allf, le vendieron el me,jor caballo al duriio de la trcberna; el
mismo dia Tejtls condujo a 10s demas a1 mercado, en donde
10s vendi6 a lance.
   En seguida se traslad6 a quince millss de aquellos lugares
por el ca tiino de Santa Clara, entrd en un r a t d o a doride el
tabernero habia condncido et caballo qne acabtlba de com-
prar, se volvic) a apoderar de 61 i lo condujo a1 mizmo paso a
! mision de San Luis Obispo.
a
   All; trab6 relaciones con Mnrieta i algonos de 8us hom-
bres, en una casa mal provista i dirijida por nn tal %tor L.
Narris, colocada entre la mision i el punto mismo donde de-
aembarcaban 10s marineros.
   Tejas tnvo en una ocasinn la felicidad de hacerle un servi-
cio a Joaqnin, propnrcion&ndole ciertos datos sobre al,munos
individuos que It: peraeguian; el jefe chileno, para no qne-
darle debiendo el favor, le regal6 nn magnifico caballo, digno
bajo todos ayectos, de rivalizar con el famoso Black Be88
de Dick Tnrpin.
--   133 --

    E n el cnrso de ~ U correrias, Tejas habia tornado la cos-
                         S
 tnmbre de acampar durante la noche; i. de dormir colocando
sn cabeza entre las patas delanteras de su caballo. Gna no-
 &e, mientras reposaba asi a 10s alrededores del pnebIo de
 Fan Antonio, se dospertd de repente, sintiendo que su caballo
 ! tiraba el pelo con 10s dientes. Apenas se pus0 de pic.
 e
spercibi6 tres o cuatro individnos, indios o mejicanos, que
adelantbban con mucha cautela por un lado, con la intencion,
sin duda. de despojarlo i de asesinarlo. En el momento en qne
36 Iianzb sobre la silla i hny6 a toda rienda, las balas silbaron
en sus oidos i se perdieron en el espacio..
    Lleg6 por fin a San Benito, en donde se ocult6 entre la yer-
ba,a1 lado de una casa de adobes; el caballo, que no era m6nos
iatelijente que sn amo, se recost6 como nn perro a su lado i
relinchd dulcemente como para fclieitarle por httber escapado
a n tan buena ftrtuna de entre las manos de sus enemigos.
    Xu fin, Tejas file proce-ado por ladron i envindo a 8an
Qnintin, en donde permanecib h a s h 1557.
    Cnando Juan Tejas i sus compaiieros estuvieron en pre-
sencia de Joaquiti, el jefe justific6 sn detencion i Ies permitiil
 psrtir inmediatamente. Algunos miembros de la ptrrtida hi-
 eieron presente EUS objeciones, de tal manera. que Xurieta,
 amiendo que fiierm a asesinar a 10s tres inftlices, creg6 ne-
eesario hacerlos eecoltar por Valenznela, Juan Tresdedos i
lcwatro mejicanos, hasta la mitad del camino de la orilla del
.?an Joaquin.
    Ap6nas B habrian alejado diez i seis millas del campo,
             e
cuando Juan Tresdedos sc l a n d sobre uno de 10s americarlos
i B descerraj6 sn revdlver a boca de jarro. Cuando vieron
    e
~ $ 0Tejas i sns otros compaiieros espolearon sns caballos i
        ,
% pnsieron en fuga, con la velocidad que les fu6 posible, pa-
= escapar a la ferocidad del sanguinario J a m .
    Tejas era el imico qne podia evitarlo; su companero, que
no iba tan bien montado como 81, fn6 alcanzado a1 poco rato,
;L apesar de la mas valerosa defensa, sncnmbid bajo el puaal
de sa adversario.
    Biendo que le seria imposible ganarle terreno a Tejas, que
*e hallaba a cincuenta metros de 81, Juan Tresdedos se deci-
di6 a hacer alto, i le grit6 a1 Yankee, dispadndole tres tiros
Ee revblver:
- 134 -
    -;Que te vttya bien, viejo camarada! Puedes envanecerte
de h a b r escapado de nna bnena.
   I el bandido! despnes de eatas palabras, volvi6 a junhra&
con Bns compaiieros, que a1 primer disparo se habian queds-
do estupefactoe, sin atreverse a hacer ni a decir nada en defen-
sa de 10s desgraciados prisioneros.
    -Acabas de hacer una sandez, dijo Valenzuela; pero pre-
sumo que habrhs recibido 6rdenes secretas de nuestro jefe.
   -6Ordenes9 esclam6 Garcia. iA t6 mia que ntt! Xinguna
6rden mas qne 18s que se impartieron a ti.
   --iComo! iT6. has echado sobre ti la reeponsstbilidad de 18
mnerte de esos dos hombres?
   -iPor snpuesto, carambtr! I habria hecho otro tanto con
el tercero si io hubiera merecido atrapar; per0 se ha fialvade
el condenado Yankee, corriendo con una lijereza qne parecia
que Ilevaba fuego en las espaldas.
   -2Que objeto has tenido, volvi6 a preguntar Valenznela.
entregindote a d a una inlitil carniceria?
   -iInfltilI Que inritil! dIn6til es matar a dos americanoe?
Vaya, hombre, ya va estando bueno que t e vayas a Chile a
meterte d e fraile? Que milagro que no te has desmayado a1
ver el poco de sangre que se ha derramado! Snpongamos que
8e nos hubiera escapado, iQue habria acontecido?
   -En efecto, iqud habria acontecido?
   --Nos habrian traicionado.
   81; pero has olvidado el que uno de ellos se ha escapade,
i pnede ser mui bien que a d nos hayamos hecho enemigog
de un hombre que, i tengo razon para pensarlo asi, jarnis
ha sido otra cosa que un buen amigo nuestro. El creera que
t6 has procedido segun Iss 6rdenes de Joaqnin.
   -&ne piense lo que se le antoje, murmur6 el feroz Juan;
me rio de 61 curno me bnrlo de til
   A la vnelta a1 campo, se tnvo buen cuidado de no referir
nada de lo que habia ocurrido en el camino; cada U I I O de loa
bandidos estaba en situacion de temer la c6lera de su jefe,
porque 10s compafieros de Juan se habian hecho cr5mplices
de su crimen no habibndolo sabido impedir.
   Una semana despnes es decir, en 10s primeros diasde!
mes d? Marzo de 1853, comenztt una s6rie de salteos qus
sembraron el espanto i terror en el pais.
- 135 -
    Los bandidos habian escojido para teatrb de sus aspiracjo-
nes, 10s tres condados mas ricos del. Estado de California, el
 Zlorado, Cltlaveras i Tnolnmme, i jamas se vi6 un pais mas
 pronto i completamente devastado.
    Algnnas compafiias sueltas, que se componian de cuatro o
cinco homhres, o de una docena a lo mas, habian sido dise-
minadae por toda la estencion d e 10s condados, i fud tal la
 variedad, el n6rnero i la rspidee de SUB operaciones, que seria
imposible trstar de narrarlas.
    El robo, el asesinato, i el incendio, el pillaje, tal era el tema
de todas las conversaciones de las cornarcas. Algunas de ebm
abominaciones se cometian en pleno dia; pero siempre se
reconocia la mano i la presencia de Joaquin; se sentia que
todas mas proezas eran el fruto de SUB propias combinacio-
 plea, qne habirtn jerminado i madurado en su caletre, i se sa-
bia ese gran dramaturgo que hacia siempre el principal
actor de s n trajedias.
    Aunque las numerosas lineas de esa accion, tan vasts i
$an complicada, eran todas divirjentes, se juntaban por me-
dio de u n hilo comnn, partian del miqmo pnnto e iban al
mismo objeto: un objeto que Joaquin mantenia secret0 en
*Lz corazoi,
    Yo habia en todo el Estado un solo pueblo de alguna im-
portancia qne no estnviera dotado de numerosos espias, segnn
la necesidsd de la causa, nunca faltabrtn lugares de refnjio
para ocnltar B sus heridos i s 10s caballos robados, i se po-
drian citar tales o cnales ranchos. babitados por jentes hon-
radas i mui respetwbles a 10s ojos del mnndo, en donde encon-
araban todos 10s socorros de que habia menester.
    Robando i salteando por todo el camino, lleg6 Murieta con
sa jente, una noche de Narzo a uno de 10s bancos del rio
Tuolumme. La lancha que servia para atravesarlo estaba
armsrrada a la orilla, de suerte que les era imposible pasar
dsolos como lo habian hecho en otro tirmpo.
    Se dirijieron, pues, a casa del lanchero i le encontraron
+,an profundamente dormido, que se vieron obligados a echar
la puerta abajo para despertarlo. Sali6 todo espantado i ae
inform6 del objeto con qua se le buscaba.
    -Queremos atravesar el rio, dijo Joaquin; pero antes de
- 136 -
alejarnos de q u i , deseamos que nosprestes toda la plats
seljada que tengas en t u poder.
    Joaqnin habia sacado sn revdvers i lo tenia asestado a In
cara del pobre diablo.
    -Ob! seiior, le dijo &e. no habia necesidad de semejante
demostracion: Confio completamente en asted, i voi a entre-
garle cuanto tengo en mi poder:
   --No lo matar6, le dijo el jefe con nn movimiento verda-
deramente magnhimo, eres pobre i jamas me has hecho mal,
PAsatios a otro lado i yo te pagard por la incomodidad que
           1
te hemos dado i el perjnicio qne te hayamos hecho.
    Hemos referido este episodio con el obJPto de demostrrrs
  ue en ciertos momentos brillaban en el fondo del corazoa.
l e Joaquin 10s restoa de esos nobles sentimientos qne consti-
taian su carhcter pnmitivo.
   9 1 mismo tiempo hemos pretendido dar con 8 una res-
                                                     1
puesta a 10s que decian que habia perdido toda idea jenerosa,
todo pensamiento de hnmanidad.
   La pequeiia tropa llegd sin mag aventura a la vencidad de
Stockton depues de una marca de dos dias, se acamp6 s           i
tres mil!as de la ciudad, bajo nn monte de encinas, de 10s
que se encuentran frecuentemente en Cnlifurnia.
    U n Domirigo por la mztfiana, en que hlccia un tiempo pre-
cioso. en el momento en que las campanas repicaban llamm-
do a misa a 10s feligreses, mientras 10s hombres que acababw
de afeitarse i vestidos con todo aseo i cmdado, se formabsrr
en corriilos en cada esquina de la calle para admirar a1 p a w
10s peqnefios p i b i el graciogo port3 de las bellas damas, EP
vi6 pasar de repente por el pueblo a un estranjero, a qnien
nadie habia vixto Antes.
   Era un bnen mozo, de ojos negros i vivos, de cabello abcn-
dante de color de azabache, qne le flotaba sobre la espalda,
   Se paseaba tranquilamelite, mirando con una eapecie Si.
indiferencia Io que parecia llamarle un poco la atencion.
   Estaba tan bien vestido, montaba un caballo tan rico i tan
magnificamente aderezudo, que aunque nadie lo conocia, f d
el blanco de las conversaciones i de todas las miradas.
   --&a& buen mozo! decian las darnas. Pero mirenlo!
   -Ese debe Ber, por lo mdnos, decia otra, algnn j6ven no-
ble que viaja por divertirse.
- 137 -
   --Por lo que hace a mi ,dijo la otra, yo creo sencillamentp
.qne es hijo del jeneral Tallejos. .
    --Yo creo qne el jeneral tenga hijos, dijo otra.
    1 las demas temaban tal interes en esas conjeturas, que
&oi seguro que el prosrtico sacerdote qn6 predicaba desde lo
a t de la c4tedm del Espiritu Santo, no predic6 mas que
 lo
Fara si solo.
    El j6ven caballero que habia llamado la atencion de una
manera tan estraordinaria, se detnvo de repente, a1 pasar por
-ana casa en cuya esquina estaban pegades una multitnd de
a r t e l e s mui vistosos, A le cabeza de uno de ellos se leisn
!w siguientes palabras:

               CIXCO XIL PESOS DE RECOXPENSA

                        a1 qne e n t r q e

            A JOAQUIAT, X U R T O 0 YIVO
   ApCnas ley6 el j6ven esas lineas, salt6 del ca ballo, tom6 sv
IApiz i escribi6 algrinas palabras a1 pi8 del aviso, volvi6 a
moutar, i sa116 de 18 ciadad tranquilamente como si nads le
3uhiera ocurritlo.
   Una docena de personas, por lo mdnos, atraidas por la cu-
riosidad bien natural, se adelantaron ent6nces por cer lo qnr
 aabia escrito con Iapiz. HQaqui lo que pudieron leer:
             UI yo doi 10,900pesos.--jJoapuin!
   Es f&il figurarse cuantas esclamaciones de asombro BCO-
jieron eRa lectora.
   En toda la semana no se habl6 mas qne de ese aconteci-
miento, por lo m&os entre l a damas. Todas pretendian ha-
 5er presentido a I primera mirada qui& era aquel j6ven i
                    s
galante caballero. Todas habiau distinguido en su fisonomfs
s!gnna coqa psrticclarmeo te estrafia. entre otros detdles.
 m a espresion siniestra en la mirada; i todas habian adivina-
do inmediatamet,te, aucque ningnna, o mas bien dicho mu-
CQRS de ellas, ni siqrtierlt habian oido hablar de 81, que ese
d e p n t e mozo no podia ser otro sino Joaquin,
- 188 -

Asalto de una goleta i otras hazagas de la banda d e Nuriets
   El hecho estraiio que acabamos de referir no impidi6 sa
Joaqnin el volver de vez en cuando a la ciudad, bajo diversos
disfreces, con el objeto de conocer por si mismo lo que tenia
deseos o necesidad de saber.
   UnR tarde se le inform6 de que a la hora de la marea de-
bia zarpar una pequefia goleta de Stockton para San Fran-
cisco. Abordo se encontraban dos mineros de Campo Seco,.
en el contbdo de Calavera, que, cargados de oro, iben a to-
mar pasaje para volverse a Estados Unidos.
   J o a p i n llev6 ooneigo a tres de SUB hombres que se encon-
traban rondando por el pueblo, i montando a toda prisa en
una peqnefia barm, fnd a ocultarse en nn banco de la ribera,
en medio de 1 0 s arbnstos i de las yerbas. Los mosquitos le fas-
tidiaban i atormentaban de tal manera, que hub0 un instante
en quo estuvo a punto de desistir de la empresa i abandonar la
ocupacion;perola perspectivit de un magnifico negocio,despues
de bien reflexionado. le hizo perseverar en su primer intento,
   Se armpinti6 mucho de no haber andado trayendo f6sfa-
ros; habria podido encender fuego i librarse de 10s mrsquitos,
ahuyenandlJos ct;n el huano; per0 se cons016 pensands
qu6 la perseverancia es siernpre recompensada, cnando se de-
sea una cow posible, i continu6 esperando pacientemente du-
rante tres horas mortales.
   En fin, vi6 aparecer la goleta, que constantemente incli-
nada rompia las olas con lijereza de ave marina. Quando
se ha116 bien a1 frente del balcon, Joaquin i sus compafierm
remaron hhcia dla, i atrachndose a su costado, se 1anzaroE
a bordo e hicieron fuego, sin decir una palabra, sobre la tri-
pulacion, que no fie compouia mas que de dos hombres,
   Los desgraciados no tuviemn tiem o ni para tomar sus ri-
                                       P
fles, SI primer disparo caperon en e entrepuente. Los do&
mineros, que entendian el manejo del revblver, se lanzarora
de la ctimara con el arma lista i pronto a defenderse; per@
ya la partida no era igual. Bandidos i mineros tiraron a nn
tiempo. Dos hombres de 10s de Joaquin cayeron mnertos e=
el acto; a lee dos mineror les ccpo la misma suerte.
- 139 -
  Joaquin i sua compafieros se apoderaron de sue cinturones,
qne contenian sn fartnna; despnes, algunos f6sforos encon-
:rados en la csrnara, lea bastaron' para allegarle fuego al
h q u e , que en breve, qued6 convertido en presa del mas voraz
incendio.
    Cnando amaneci6, ya no quedaban trazas del crimen;
apenas se divisaba en el horizonte de la mar un punto negro
que %emovia i ajitaba a1 capricho de las olss i del viento.
    Con su audaz operacion, Joaquin acababa de realilar doce
mil esos de or0 en polvo.
    Afdia sigoiente, despues de haber enviado a Juan Tresde-
dos con otros a1 coartel jeneral, Joaqnin parti6 con Talen-
 auela para Sacramento.
    Allf permanecieron Cerca de una semana, i tomaron pasaje
  ara San Francisco, donde llegaron a las once de la noche.
&I   dirijieron como pndieron &I trav6s de la oscuridad i Be
 detuvieron daiante de una casa situada en la calle Pacffica,
eerca de la calle Dupont. Golpearon nnas cuantas veces, i a1
 c a b de esperar nn cnarto de hora, uno se decidi6 a abrir la
 puerta.
    -iQuien es? pregunth una VOZ.
    -Amigosl sePlor Blanco, respondid Murieta, i mui buenos
            -
.amigos!
    -iAh! va 10s conozco, paisanos, respondid la misma voz;
entren, eitren! HItcis dias-que 10s estaba agnwdando.
    +De veras? dijo Valenzuela, entrando dmpnes de Joa-
   nin, mientras que el aefior Blanc0 cerraba i atrancaba s61i-
 darnente la poettit tras ellos. &!orno podiais estarnos espe-
 rando? que errs majico, por ventura, para adivinar lo que
 %a de scootecet?
    -Por lo menos te habrh venido a avisar algun espiritu
 del Monte Diablo? agregd Joaquin.
     -N6, n6; nnda de eso. Los datos me 10s proporciona un
 sniembro de la compaiiia. Venid, yo os mostrare a e m sujeto
 en persona, annque, a deck verdad, 81 no ha de ser capaz de
 reconoceros, porque est$, muerto de pur0 borracho hace pa
.cnarenta i mho horns. iCaramba que e8 un guapo mozoi
Caando os of golpar la primera vez, sospeche foerais one
 migos i trat4 de desperttu a q u e 1 compafiero, por eso es que
 me he demorado tanto en iros a abrir.
- 140   -
    --Est& mni bien, dijo Joaquin: per0 p a ! de nuestrw
compaiieros puede hallaree aqui?
    -Ten a verlo tG mipmo, le respondid Blanco. Por aqnf; BC
aqni la puerta. Hace tanto tiempo que n o os acercais p o ~
aqui, que no tiene nada de estrado que hayais olvidado I ~ F
entradas de la casa. Se incendi6 dePpnes de vueetra hltima
visita. per0 yo la voloi a edificar exactamente ignal a lo que
era. Ahora, hB aquf a1 hombre en cuestion.
    Joaquin i Talenznela entraron a una pieza grande en don -
d e se detnvieron.
    -6En donde estd? preguntaron.
    Joaquin avanz6 hdcia la mesa, tom6 la 18mpara i se aproxi-
 m4 con ella donde el dormilon.
    --Como! esclam6 retrocediendo de repente, iGarcia aqufi
    -Si, respondi6 el aedor Blanco. El me ha dicho qne tu !  e
habias ordenado que se volviese a1 cnartel jencrsl; per0 hb
tenido la buena fortuna de encontrar en sus bolsillos nn poco
mas d e dinero que de costnmbre, se ha venido aquf a pro-
cnrarse un poco de dietraccion.
    -Est& bien, dijo Valenzuela. pero vearnos si logramot
desperttlrle.
    I aproximdndose a 6u vez, le aplic6 it En cammada uno6
foertes pufietazos, que lejos de prodncir el deseado efectq n e
hicieron mas que arrancar a Juan Tresdedos algunas sordas
esclamaciones i juramentos entrecortados, mezclados con
unos cnatitos cartlmtas!
    Sabiendo bien que le Peria imposible despertar a Garcia e
imponerse de todos S U E hechos I hazilfias desde qne sali6 de!
campamento: temiendo, por otra parte, qne lo comprometie-
r a n las imprudemias de su teuiente; Josquin tonid el partids
d? sacarle el cnerpo, ai era posible dnrante todo el tiempo
que se viese obligado a estar en el pueblo. Con fste objeta
compr6 una tielIda que e~tableci6en m a de las alturas d e
San Francisco. prdxinla a1 bote1 de Fremont, es decir. vecina
de la citlle de Bateria de Vallejo.
    Todas las tardes, Joaquin i T'alenzuela dejaban su asile
para visitar rmpectivamente a la Bella Union, Diana, el Do-
rad0 i las otras casas de juego.                          I
    Ferdian i ganaban montones de or0 con una facilidad una
calme. m a gracia i un bnen humor que escitaban la admira-
- 143.   -
cion de todoe 10s concnrrentes i de todos 10s branqneros
 que SOU. como todo el mundo sabe, la jente mas impasible.
    Una tarde, 10s bandidos acatbaban de entrar a IaBella
 Uuion i se preparaban a sentarse cerca de una mesa en doa-
 de se jugaba a1 faro, cuando les llamo la atencion de reuen-
 te otra mesa, alrededor de la cual se estrechaba un gran n6-
 mer0 de cnriosos, eiguiendo 10s pasos de una iiiteresante par-
 tida de monte.
    Los dos hombres se aproximaron, i vieron a J n a n Tresde-
 dos seutado casi a1 frente de ellos. que tenia por delante de
 cinco o seis mil pesos. Acababa de ganarlos, i ya el bnqnero
 barHjaba tranquilamente las cartas para proceder a una iiueva
pzrtida. Por fin, el filtimo sac6 an rei i una sota, qne arrojb
nna s lado de la otra sobre el tapete; Juan, sin vrpcilnr, coloc6
      l
todo su haber sobre el rei. El bauqnero continnd sacando
cartas i aparecib la sota; en pocos segundos arrastr6 cnidado-
samente 1m $as de or0 de su advarsario, e m dpjar aparecer en
BU tiHonornia una sonrisa de satiqfaccion siqniera, Garcia orde-
n6 al mozo que le trajera un vas0 de brdndi que vaci6 filo~dfi-
camente, i sali6 de la sala de juego sin articular una palabra.
   Joaquin i Valenzuela no fneron apercibidos pnr su c3ma-
rada. Permwnecieron aun una litrga horn en la Bdla Union,
pasando de mesa en meqa, ganandc aqui, perdienclo RJI&. i
despnes H retiraron sin aveutura notable; lupgo se dirijieron
           e
h&Cia el lwdo de una casa de baile chilena, situada en la calle
de Jackson en donde encontraron uti rierto nhmero de sus
compatriots, qne danzsban en una atmiLfera de polvo i
hnrno, a1 sonido de nn tambor, de un mal violin i de no flan-
tin. Se mssclaron con 1% mnchednmbre, i pmaron alli una
parte de la noche.
   Era an poco mas de las dos de la mafiana cuando 10s dos
bandidos dejaron la sala de bade para dirijirye a su tienda.
   Joaquin hitbis perdid3 a1 jaego una sum%considerable; de
suerte que sacando las cuentas, 81 i su compaaero a @ n s 9 0
encontraron en posesion de nn centenar de pesos, Esto era.
poco para un hombre que habia gastado doce mil pesos en el
espacio de una semana.
    Valenznelib pr ,pus0 a su jefe fel hacer un viaje a la mision
d e San JosQ en donde tenia nn asociado que no vacihria en
prestitrlea algunos millares de duro9 mediante UII buen interes.
- 142 -
   J o uin rechaz6 eeta propsicion, por razonea de que nb
     7
crey6 eber imponer a su teriieote, i prefiri6 volver a Sacra-
mento, en donde habia dejado 10s caballos a1 cuidado de nn
tal Pardillo.
   Estando alojado en una barraca de maderas que se encon-
traba en direccion de su csrpa, 10s dos chilenos oyeron de re-
pente el sonido de una m , e n medio Je la coal podian distin-
guirse interpelaciones violentas i juramentos, i luego alegwe
esclamaciones i estrepitoaas carcajadas. Paa&roni repaearon
muchaa veces delante de ma ruidolla m a , i finalmente, DO o p -
ron nada,cedieron alatcuriosidad i se detuvieron para oirmejor.
   --Inmediatamente, ea la voz de Garcia dijo Joaquin, que
acababa de apercibir una de laa imprecaciones favoritas del
feroz bandido.
   El jefe se i n c h 6 i m i d por una de las reiidijaa que habia
entre 1- t a b l a mal unidaa de la cabafia. Su compafiero hizo
otro tanto. Ambos pudiemn ent6nces presenciar, sin ser vis-
 tos, una escem llena de interes, caai imposible de describir.
   A1 trawz de la atmdsfera del cuarto vagaban 10s vapores del
ron i del whieki, juntos con el olor acre del humo de las pipss.
   Muchos g r u p de hombres estaban sentados a1 rededor de
media docena de mesas, en sn solo aspecto indicaban 10s cara-
tkres mas depravados i mas vicioeos; en fin, 10s caracMrea de
jentes capaces de todo.
   Sobre cada una de las mesas habia naipes; cada hombre
tenia delante de si nu gran vast) de estaiio que llenaba de
vez en cuaodo con el licor o ma8 bien el veneno qne contenia
un barril abandonado eo uno8 de 10s rincones del cuarto.
   En la chimenza habia un jnego mal encendido, que a m -
jaba sobre las Gsonomfa de 10s concurrentes algunos reflejos
rojos i sinieatros que adornahan la escena; we fnego parecia
  nerer hacer concnrrencia a la 6nica vela que ssclarecia aqne-
S a estraiia pima, que 88 aaemejaba a un vag0 resplandor que
se eatingue a1 t r a v h de espesaa zarza.
   En una de lss mesas, la mas prdxima a1 fuego, estaban sen-
tados cucbtro bandidos de la mejor facha: uno de elloa era na-
da m h o s que Juan Tresdedos, cnyos ojos, que arrojtlban de
vez en cnando verdaderos relsmpagos, estaban m a espantosos
por la estraiia atm6sfera en que w proyectaban BUS miradas.
                                     e
   Sue compafieroa Bran Pedro Sanchez, Juan Boriidta, i Joa-
- 143    -
qnin Alarco, todos tres pertenecian a la bande de Murieta, que
10s empleaba como espfas: Sanchez en el territmio de la So-
nora i de Columbia, Borilda en Stockhs i el tercero en la mi-
sion de Ban Luis Obispo.
   Los otros grupoe se componian de ingleses, irlandesee i
Yankees, que parecia habian bebido mucho mas de lo razona-
ble, 10 qne no impedia que llenasen de nuevo sus vasos.
   A pesar del tumulto que reinaba en aquella cornpafils poco
discipiinada, Joaquin i Valenziiela pudieron oir di~tintemeote
algnnas frases brutalmente lanzadas por J n a n Trosdedos, i cu-
yo sentido no dej6 de sorprender bastante a1jefe de 10s ban-
didos.
   -Vasotros habeis sido bastante recompensados ya, eecla-
maba Garcia, i no aflojart! un peso mas. La cantidad DO amen
dia ma8 que a seis mil pesos, i a cada uno de vosutros os he da-
do mil. ;C'arambR! ipretendeis. por ventura, que os distribuya
partes ignales con la. mia, cuando vosotrosno habeis tenido mas
trabajo que conducirme el hombre. i cuando 90 solo he sido
el que me he tomado el trabajo de matarlo? pU6. n6; este es
un nsnnto concluido, i en adelante yo trabajark solo!
   Despues, como para afirmttrse mas en sn resolncion el
bandido di6 sobre la mesa uu puiietazo tan vigoroso que se
hubiera dicho que era un golpe de maz& Por lo demas, eso
qneria significar qne no habia que jngarse con eee puiio.

                            XXIV
Penecneiones contra Jonquin Mnrieta.--Un          ftllso YI1iriet.a

   MiCntras que Juan reyolvia de una manera tan endrjica la
cuestion de destribucion, una escena que no era menoa inte-
resan te aparecia en el otro estremo del cuarto.
   Uno de 10s individuos que bebian por ese lado, en el ins-
b n t e mismo en que Juan terminaba sus cuentgs de una ma-
nera tan decidida, O avanz6 hacia el fuego, i despuee de ha-
                     e
ber ,mirado it nuestro bandido con unos ojos medio asombra-
dos i medio estfipidos: se volvi6 a Ita mesa i murmnr6 a l p -
nas palabras a1 oido de sas compafierbs. Indudablemente tenia
su importancia y n e l secreto, p o y i i e tuvo el privilpjio de
- 104 -
hacer levantarse en el acto i de hacer salir a seis individnos
de 10s ocho qne estaban en la mesa.
   Murieta i su teoiente 10s ?vieron dirijirse en medio de lo
oscuridad a una carpa situada a cincnenta pi& d e la suya.
Sospechmdo que Juan Tresdedcss habia de tener alguna par-
te en la brusca salida de aquellos hombres, nuestros dos chi-
fenos ios dejttron entrar a BU ciisa, despnes se aproximaron
suavemente a la tienda, i esciioharon al travrs de la tela Ee-
cnsado es docir que Joaqnin i s a compaiiero hnbiitn sacado i
preparado R U B rev6lvers para el CBSO de Aer atwados.
   -iTu le has vinto? le has mirado bien? preguuth uno de
10s hombres en el interior de la carpa.
   -Perfectamente, dijo el otro; de suerte que podria reco-
nocerlo toda mi vida!
   -i Pero, est& segvro de que &,e sea el mismo snjeto?
   --Po no s6 nadti; pero lo qrie puedo afirmaros es qne y6 lo
conozco. P o lo he v i d o una 1 otra vez en 1~ mnittaiias i ea
ciertamente el mismo Jiiltrl Tradelos, nno de 10s pricicipa-
!es persontijes de las particlas de Joaquin. Adem%-,yo apos-
taria a que el mismo Jonqnin est& en el pueblo, porqne
el qne ve a uno ve a1 otro; ca.i siernpre e s t i n en el mi+mo
Iugar i r m w veces se Reparan. E n tudo caw, 10s tres qne es-
t8n con J u a n deben tiimbien prtenecer a la bande.
   --Varnoq. hijos, dijo un tercer interlocatctr. cuyo aceuto i
cuyo traje inmundo dejnbnn claro que era iin hijo de la M a n
da, todo se q l i c a : hB aqiii por que' no cojlmos la noche pa-
sada la iiebre que cadbarnos.
   --~&ri4 quieres d e w , Dumns? E.;plicatel
   -Eht de sobra que lo ssbeib!. .el tesoro de 10s mineroe
qne hsbiamos logrrtito Dewar. . aquellos bolhillos llenos de
    ...
oro! Ertoi srguro de que f i l e ese Juan Tresdedos el que se
levant6 con el sltnt>oi la limo-na i el que nos dej6 a la lune
de Talencis. He ah$ el misterio!
   -En efwto, asi debe ser! pero no crm qne hclyan hecho
 buen nrgocio, si w a s 0 tenian algnns COB, porque yo he vista
 a nuestros hombres jngar i perder sus pesos por centenwee
 en laq mesas del monte de Ilt Arcadia. ;Chilenos del in6ernd
ban tenido necesidad de salir de su edremo 'del mundo i de
entre l s hordas de salvajes para impedir a 10s blaucos que
        a
 ganen ens pobres vidas!. . ~.
- 145    -
   - Eso es lo que digo ~ 6 murmnr6 ot?o. Que se 10s lleve
                                ,
el disblo: dQue es lo que vienen a hacar aqui? HB aqni cinco
dias i cinco noches a que andamds rondando, i apQnashernos
podido encontrar uu poco de plata peicilla
   -Esa es la verdad, en efecto! confirm6 Dumps.
   -Quiero cteciros mi opiuion, volvi6 a decir aqnel a qriien
Dnmpq acahaba de interrumpic. Ea menenter desembarazarse
completamente de ellosl Los daremos a1 diablo, i terminado
1 asuiito, nosotroa seremos 10s duefios a nuestro tnrno.
 1
 .
   -2Crees tri que una sorpresa?
   -Oh! n6, Grippi, no se trata de eso absolntarnente. iEsta,is
loco?...Una sorpresa . Os pregnnto, &e pensais hacer con
vnestro simple pniial? I por lo demaa, ya lo sabeis, batiCcldo-
se con ellos. nnnca habeis salido mni bien! ElIos saben ma-
nejm el crwhillo con nn poco mas ajitidad que cnalquiera de
no-otrosl R 6 aqui io que yo propot!go: les echaremos la PO-
licia encirna, i si ella no loe descubre, nosotros nos dispersa-
remos por di<tintos lados hash dar con Joaquin. Vosotros
sabeis que se ha ofrecido una buena recompensa a1 que lo
pesqur, i cnando noqotros lo tengamos e n nueatro poder .     .. .
   -Oh! cnando nosotros le tengamos...cnando nosotros le
tengnmon ...Si, pero todavia no le tenemos!
   --Dodger, ,:qnieres callar? 0 no ser&Joaquin el que me ten
gn qne agnatotar primero! Estas tan borracho que no sabes lo
que dices. Como ibamosdici-ndo, cuando tengtmosa Joaqnin ...
   --Purde ser que yo le peqne. i si YO le merezco una sola
vez, probare qne sB manejar u n puasl ...Si!
   -1 yo me encargarb de prohar:e que lo sB manejar desde Ine-
go, Dodger, si ng te tienes quieto ......Th dices. . . .Ah! me has
asesinaito!
   Dodger acababa de sepultar el pniial en el pecho de su
compnii-ro.
    Inmedistrtmence -e lanzaron todos 10s de la partida sobre
el aeesino. Joaquin i Yalenzuela, a quienes ya no interesaba
el fin del drnmit, abandonaron su pnesto de observacion i se
dirijieron hSCiiL su tienda.
   A algunos pasos del Hotel de Fremont encontraron a dos
convictos encapados de Botay-Bay, que acababa de abando-
nar la taberna parajuntaase a sus camaradas. Ambos pare-
cian eetar completamente Qbrios.
- 146    -
   --iQue personaje de tanta importancia es Bste que andth
por esta tierra? pregnntd uno de aqnellos bellacos, detenidn-
dose precisamense en las narices de Joaquin.
   -Yo :ao lo conozco, dijo el otro.
   --hiientesi demmiado bien lo conoces.
    Antes de que hubiertt acabado esa frase, el hombre Bbrio
habia caido por tierra medio muerto i ya espiraba. El pufial
de Blurieta le habia traspasado el corazon. Su compagero
habiit rmprendido la fuga h h i a lo alto de fla colina, segnido
de una bala de revdlver de Valenzuela; pero esta no le alcan-
zd i desaparecid sano i salvo.
    Los dos chilenos continuaron tranqnilamente su camino,
como si nada de estraordinario hnbiera pasado, cuando se en-
wntraron de repente frenta a frente de nn policial, que les
pregnnt6 quB siguificaba el tiro que acababa de oir. Joaquin
se echd sobre la cara su sombrero de grandes alas, desemba-
raz6 su brazo, echhndose la manta sobre lm espaldas, i llev6
disim:tladamente la mano a su rev6lver. Despues viendo que
se acercaba otro individno i suponiendo que era otfo policial,
respondib con un tono politico:
   --Ese tiro, seiior, ha sido el resnltado de un accidente, Ni
arnigo ponia su rev6lver en la funda, i su cintnron le tom6 la
lla-ie.
    --iQnd es lo que t hace correr con tanta prisa? pregunt6
                       e
a sn colrgit el segnndo policial, que lleg6 en ese instante.
    -Oh! no es nttdal dijo el primero; ea que senti un tiro i
crei que hubieran asesioado a algnien.
    Despnes, hnbihndose vuelto hltcia Joaquin agreg6:
                                                               .
    --;Dices qne tu amigo ponia de nuevo su rev6lver en le
funda cuxndo se descerrajd ec la mano? dPor qne habia sa-
cado entdnces su revdlvers?
    -Lo llevaba en la mano, seiior; a esta hora avanzada de
la noche es mui peligroso remrrer las calles, i sobro todo, hai
tanto picaro! Ni nmigo queria estar listo para cuaquier lance.
    --Eot6nces, por qn6 no continu6 con el revdlvers en la
aano?
    -Ehi seiior, porque yo me venia bnrlando de sus temores
haciendole presente que no tenia nada que temer.
    -Per0 a1 mismo tiempo dices que hsi peligro en recorrer
las callesl Me va pareciendo ?ne tus reyuesrss estdn un poco
- 147 -
mntradictorias, amigo, i no 8 4 si debo creerte lo que me est&
asegurando.
    -Perd&neme usted, seiior, lo que queria decirle era que
debia aguardar a que el peligro se presentase.
    -dQiie te parece, CArlos? gNo hatfarnos bien en arrestar-
 !os? Hai, en efecto tantos bribones afuera por ahora! Adrmas
de em, el viento de eeta noche parece de.tinado a propagar
 un buen fuego; esta parte de la cindad e s d admirablemeote
 sitnada pant servir de hogar aun' de incendio! Creo qup Reria
 prudente apestillarlos.
    -86, no soi de la misma opinion. DPjalos tranqnilos; esthn
 en regla. MIndese cambiar chicos. No! aguarden nn minuto
Xed jno tienes ninguna preguntas que dirijirles? Sabes que
tir hrtblas i ramonas corn0 un abogado de la prision de lrre
 tumbas (dlebre Carcel de Nueva York).
    -Ea qne yo sd bien lo que digo.
    -Sin duda algnna t van a hacer jnez en la -
                  -      e                        pr6xima elec-
 cion; Zque tal?
    -CBllate. t u ems Peor que Billim Mullioghan! Vosotros
-que disparak tiros de'rev6lders, couio quien sgtrags un con-
fite, idos P acostar. Ven C&rlos, tengo ganas de volver a la
e 1 8de Nile, a tomar nn whiski grog.
  u~9
    Joaqnin salud6 polfticamente, deseando Iaa buenas noches,
i se alej6 con su compafiero, dirijihdose h4cia la taberna en
donde habia dejado a Juan Tresdedos.
    -Si ese hombre se hnbiese obstioado en llevarnos a la
 drcel, dijo Joaqnin habria hecho su negocio; le habria muer-
 t en el acto como a nn perro.
  o
    -1 yp habrinr hecho otro tanto con el otm, dijo Valenzuela
    El rnido que desde el interior de la cas& lleg6 a 10s oidoa
de 10s dos chilenos, en el momento que 1leo;abana la puerta,
era una prueba mficiente de que la fiesta continuabtr.
    Joaquin mir6 por el ojo de la cerradura i pudo apercibir a
J u a n Tresdedos, sentado en el mismo logar en que lo htrbis
dejado; pero tan Bbrio con las numerosas libaciones a que se
habia eotregado, que apenas podia sostener la cabexa. Mu-
rieta encarg6 a Valenzuela que vijilaae' en el esterior, entrQ
en la taberna, march6 derecho hdcia la mesa en que dormia
apoyado eu insubordinado tenieute, i le sacndi6 rudamente
h espaldas.
   s
- 148    -
    Garcia se enderezd fiirioso i sac6 su rer6lvers hasta la mitad.
    -Ah: esclam6, Jlnrieta!
    --Yo misrco: ven. Quiero qne abandones la ciudad apenas
 amanezca.
    -tPor qnQesa deterrninacion? 2quC es lo que acontecel
    -Por que la policia nos signe las huellas i dentro de pocos
minubs puede ser mui bien qne nos vengan a arrestar aqni,
    --Caramba! h6 ahi nna nueva que no me place absolurs-
mente: iCuautos sou ellos? pregunt 6 Garcia, sacando su pufiaL
    -Demasiados para que nos sea posible lnchar con ellos,
advirtiendo que un millar de cindadanos se pondrian de su
!ado para ayodarlos a capturarnos. vamos, venl
    --A f6 mia, estoi dispuesto a obedecerte Como qnieras.
    I Garcia salic5 de ia taberna seguidv de sus tres compaiieros.
    Joaquin condujo a todos sns hombres a la caFa del sefior
 Ijlanco, en dondt. permanecieron hasta venir el dia.
    Ent6nces enrio a1 otro Blanco, el hornhimo (tocayo del
dueiio de casa) a San Luis Obispo; Borilda i Sanchez debian
volver a Stockton i Sonora, sua criarteies respectivos; Jnan
Tresdedos recibio orden de tomar el camino de San Jose i de
llegar sin pkrdida, de tiempo a1 punto de reucion jeneral,
    El mismo dia, despues de las doce, Joaquin i Valenzuela
tomaron pma,je para Sacramento, en don& encontraron sue
cabalios, de alli se traslwdaron inmediatamente o Stockton,
dirijibndose a arroyo Cantclwa.
Tres o cuatro dim despnev de la partida de Joaquin, se es-
parcid en San Francisco el rumor de que acababan de arres-
tar a1 c&bre bandido i de encerrarlo en la prision de la cindad,
En efecto, se habian apoderado de un pobre diablo chileno, a
quien le habia dado I locura de hacerse pasar por Murieta, i
                         s
que sacaba provecho del terror inspirado por este iiltimo.
    Un gran nfimero de curjosos fneron a la prision con el ob-
jet0 de ver el aspect0 de ese stblteador, de quien no conocian
mas que 10s atrevidos golpes de mano: i todos se volvian
persuadidos de que era el verdadero Joaquin, no dudando
que un hombre que llevaba ess vida, no podia menos de estar
sncio i desalifiada en su traje, como se haliaba el impostor.
    Durante este tienpo. Joaqnin viajaba tranquilamente. Juan
Tresdedos le rob6 a un mejicano rico, que vivia a poca dis-
tancia de la mision de Dolores, un magnifico caballo ensillado,
-- 149   --
con riendas i espuelas de plata, en seguida degoll6 a cincc
chinos cerca dei A4viso, con el objeto tie despojnrlos de aus
vestidos; despnefi asesin6 i desbalij6 a nn tal Santisigo KalsE,
en 10s alrededores de la mision de .Pan Joe&.
   Este asesioato le vali6 trescientos cincuecta pesos, fuera de
un reloj de or0 magnifico i un rev6lrers. Dou rancheros me-
jicanos, sobre qnierres recaperon soPpechasdeese crimei1,fueron
arreptados i conducidos a San.Francisco; per0 no tardaron er,
ser puestoa en liberhd por fdtas de prnebas suiicientes.
   Una semana mas tarde. otro miembro de la partida, Rafael
Quintana, apn8ttlc6 en Santiago, cerca de Clclnmbia, a uncia-
dadano respetable, verdaderamente inofenbivo. Edte inespe-
rado apekinato exit6 una viva iudignacion en e! pais El ener-
jico oficial Jnan Leary se pus0 en persrcucion del asesino
per0 10s perdio en 10s recovecos de la montiiiia’
   A la maiiana signiente o a loe dos diw, Quintana sali6 de
su a d o i apnfiale6 a un tal Samnel Stater I le rob6 algunas
particnlas de oro. dog rev6lvers i provi~ones bocrt. Solo
                                                   de
a1 cabo de alguuos dias, i por casnalidad vino a descubrirw
el cadbver medio devorado por ]as aves de presa.



       Preparrtivo para la gmndc empresit de boaqain
  Despues de haber desvastado el pais durante algunas seme-
n s s i tie haber sembrado la desolacion entre 10s desgraciados
habitantes a quien !-a nada podia quitar: deepues de haber
perdido en esa lucha dgnnos de 10s mas bravos i htiles de 10s
miembros de la partida; despdes de haber obligado a sns ene-
migos a reunirse por todas partes para persegnir:o i sorpren-
derlo por doquiera que intentara acamparse: dtspues de ha-
ber reunido, mediante esa sCrie de empresas sucenivas, s n m s
considerables, Joaqnin resolvi6 dejar a Cslaverae, que habia
invadido despues de su vuelta a1 cuartel jeneral, para trash-
dar el teatro de sus operaciones a1 condado de Mariposas.
   Esa provincia debid sut’rir a su vez todo lo que habix LIU-
fiido la vecioa. Sosotros no referiremos la larga s&ie de cri-
menes de que esa pro-vinck fu4 a la vez testigo i rictimrt, esa
- 150
aeriala eterna repeticion de las escenas sangrientas que
hemos descrito ya a nnestros lectores.
   E jenio que dirijia i protejia a Xnrieta prarecia no querer
     1
abandonarlo aun, en presencia de tantos estraiios incidentaa
q u e en lo que refarian a 61se convertian en hechos sobrenatn-
rales i en Bxitos estraordinarios, de buena gana pediriamos
una esplicacion a la antigua snspersticion de 10s Cherokees,
segun la cual ciertos hombres tionen una existencia encantada
i no pueden morir sino por medio de una bala de plata.
    Annque constantemente se veian arrojados de un lugar a
otro, 10s bandidos no cesaban por e-o de entreparse a1 asesinato
i a1 pillaje. Por todas partes tras ellos se halltrban un rastro
sangriento que iudicaba sn pnsaje, i sus mas atrevidos crfme-
nes eran ejecutados cad a la vista de 10s que 10s persegoian.
    A cada instante, estos riltimos oian, a poca distancia mas
adelante, gritos desesperades; apresnraban el paso,. p r o 8010
llegaban para ver a la victimas bafiadas en sangre, I para per-
cibir aun a 10s bandidos que, mas oudaces que nunca, se aleja-
 ban a caballo sin manifestar temor de que se les alcanzase.
    Los seides de Joaquin estaban divididos la mayor parte
 del tiempo en pequeiias compafiias de cinco o seis hombres.
E n cuanto a Mnrieta mismo, rara vez se le encontraba con
mas de cuatro de sus principales tenientes; Valenzuela i Juan
Tresdedos no lo abandonabati jamas. Guerra estaba encarga-
do del campamento, Cevallos eataba eo servicio wtivo, 1 el
finico rival q:ie tenia en astucia i en valor para llevar a c a b
las mas rndas empresas, era el fiero Antonio.
    Este peseba sobre todo el pais que se estiende desde Pitha
a Cache Greeks, i era la desolacion de todos 10s que tenian
eaballos en esas rejiones. Ctlda dia Re le perseguia con mas
encarnizamiento; pero merced a1 noble caballo que montaba,
lograba siempre eecapar. Ese caballo era precisamente et que
Juan Tejas habia recibido de Joaqnin en rbcompensa de sua
servicios.
    Algunos dim Antes de dejar a Stockton, Murieta, en el mo-
merito mismo que descansaba en una casa de Hunter Street,
supo, por medio d9 Valenzuela, que Juan Tejas habia aido
condncido ante el juzgado del coqdado por un rob0 importanta
 Deseoso de ver B 811antiguo amigo, Joaqnin se trasld6 a1tri-
buoal i se eenM tranqnilamente en medio de 10s espectadoree.
- 151 -
    XiCntras el juez pronunciaba contra &e bandido una sen-
tencia que le condenaba a cinco aiios de prision, Juan reco-
rrid con sn mirada toda la estenslon del tribunal i percibio
sentado entre la concurrencia a1 jefe cbileno. Se cambisron
rtipidamente u n signo imperceptible, i el condenado sinti6
latir su corazon con la esperanza de una pronta evasion.
    Desgraciadamente, Joaqnin no tenia en la ciudad mas que
tres de S U compafierm, lo que no alcanzttba a constituir una
              ~
fnerza suficiente. Mas tarde confeed a nn americano del cam-
po frances. que si hubiera tenido doce hombres solo en su
poder, habria arrebatado a1 prisionero de las msnos de 10s
oficiales de policia, en el espacio que habia de recorrer &ntm
de llegar & la embarcacion a vapor que debia conducirlo a la
            .
prision de Benicis.
    Cinco meses mas tarde se esparci6 el rnmnr de un estrafto
descnbrimiento. Acababa de hallarse en un hoyo, camdo BO-
bre el terreno de nn rancho que habia pertenecido a Juan
Tejas, nn hombre i un caballo. El jinete no hrtbia salido de
la montiira; las espuelas estahan aun pegadas a sus botas.
Todo atestiguaba que ese debia de haber sido herido en el
crheo, en la misma posicion qne actudmente ocupaha; evi-
dentemente, su muerte era de fecha atrasada. A su lado se
encontraron crdneos i osamentas humanas, Gltimo restos de
algnnss otras victimas del mismo Juan Tr,jas. Si1 rancho es-
taba sitnado en lo mas hondo del valle, sobre las mismas ri-
 bera del E-ttlnislao.
    Una tarde, estando Joaqnin reclinado bajo la carpa de uno
 de 10s afiliados de s u partida, a tres millas del pueblo de Na-
 ripoaas, se le notifie6 que acababan de ahorcar a dos de sus
 hombres, en San Juan, por haber robado caballos. Habian
 sido perseguidos i arrestados eri 10s potreros entre GII-Roy i
el PSrjaro, 10s habian amsrrado s6lidamenta con cnerdas grue-
 888, IOR hsbitrn trasportado asi hasta la cindad, 10s habian
 arro-jado en una prision.
    h s habitantes que habian sufrido mucho con sus depreda-
 ciones, 8e reunieron en nn n6mero considerable, arrebatirron
 10s prisioneros a loa oficiales de policia, i en virtud de la lei
 Lynch, ahorcaron inmediataments a naestro dos gnapos, en
 des vigas espresamente clavadas para la circunstancia.
    Joaquin a p h a s snpo esta noticia se 12112.1 a caballo i se
- 152 -
dirijid siempre acompItBxdo de sua cuatro camaradas, hacia
el coodado de Monterei. Estableci6 su campo sobre las orillas
del San Benito, a poca distancia de San Jnan.
   Los batdidos permanecieron media sernana, poco mas o
m h o s , cuiditdosamente ocultns dnrante el dia; per0 emplean-
do concielmrtsmente la noche en robar 10s mejores caballos
qne encorrtrtlbnn en 10s ranchos de 10s alrededores.
   Cnando creyeron hnber vengado siificientemente a sus do8
compafieros, dtjaron el campo i condujeron los auimales roha-
dos a Arroyo Caritowa. La mayor parte de la partidtt se halla.
ba reunids, cuando ellos llezaron a au vaz. Casi todas la8
compnfiim habiarl terminado filizrneute sus eapediciones.
   Etir6ricrs Joaqnin cctmenz6 10s preparativos de la grande e
importnnte operaciori que debia termiuar su carrera de ban-
dido chilrno et] Califelriiia.
   El e*tnba en irltelijencia con 10s chilenos i mejicanos mas
ricos i mas irlfluentes del E*tado. i estrtbn sepuro de s n coo-
perarion en el mtwimieilto qne proyectaba. Sua intenciones
no podia spr n i Coqpechnda por 10s otr s habitantes, que no
vrian en 61 rnaq que U I I jefe bulgar de bandidos ignorantes i
de garidules atrevidos.
   ~ ~ ~ i q r icomanzd por enviar a Ji6jico a1 intelijente Anto-
                 i i i
nio, que file enc lrgado del diner0 i de las inqtruct-ionrs nece.
sarias para armhr 1 equipar a 10s voluntxrios i pitrtidarios,
de iinierieq e.it:itrxn segriros de antemsnn ? l i e no aguardttban
ma* ({ne la ocasion para recnirse a la partida.
   A Oiierra se le despach6 R 10s diver*os ratlchoq de Califor-
nih. en don& fie habian establecido dep6yitos de caballta; 81
debia renriir ti to 10s 10s animales que se encontrasell en ellos i
condricir HIcuartel jeneral a todos 10s miembros de la tropa
qiir ehtucieuen esparctdos en el camino.
   Jonquin, rinr sn parte, tenia 1ue terminm un asunto im-
porta" te en Sdn Luis Obispo. Partio e n el mismo dia con un
solo horntm. El asrinto importante no era otro qne una en-
trevibta coli ulia dama mejicaua, que habia er~corit-ado        por
casnalidad ulgunos meses Antes en una de SUH nnmerosits co-
rrerias. Esa d,ma. hermana de la primera iunjer d e Joaquin,
! desgraciacla Carmela, se habitt casado con un rant.hero
 a
rico de Griadalajxra, en Mdjica A la rnrierte de 8u marido,
ella le habia confiado el rancho a un antiguo c a m p i n o , mui
- 1.53 -       ‘

estimado en el pais, i se habia trasladado a California para
avivar el sentimiento de venganza en el eorazon de AZnrieta
e impulsarlo a cumplir sus sifiiestros proyectos contra 10s
americmos.
   E!la le oy6 manifestar SR firme voluatac! de dejar el Est&-
do en poco tiempo mas; i viendo que le seria imposihle disna-
dirlo, le pidt6 su cclnsejo i a la mafiaaa signiente de su en-
trevista se volvi6 si ,Ikjico.
   h la maiiana biguiente, Joaqnin pens6 de poner a las mn-
jeres en un p u n t o eeguro. cb donde no pudiera I l e g d e s nin-
gnn j6oero de peligro. Coloc6 bajo el mando drl bravo Ceva-
110s a veiute de sus hombrvs mas determinados, t g d o s arma-
dos hasta 10s dientes, i a esta compafiia se le coniid el eiicar-
go de custodiar i escoitar a las seEoritas harta la provincirr
 de Sonora.
   El mi*mo Joaqnin les traz6 el camino que debian eepuir:
debian caminur a lo largo del golfo de Ca~ifortlia. dirijikn-
dose por ]as rnsiones de Santta Carolina I (le San Pedro, to-
mando despnes por San Franckco de Bt)r,ja, i la mision d?
 Santa Jertrudis, i cruzaudo a1 traves de uri pais montafioso,
que Cevallos i 10s habmbres de la escolttl cotlocian como la^
palmas de sus manos.
   Por lo demes, Jciaquin quiso acompaiiar 61 mbmo a las a?,-
mas hastti cierta distancia del campo. en fin, sb despidid
tieraamente de sn querida, la eucwntadora ( ‘larina abraz6
con gran coutento suyo a las otras j6venes, i volvj6 a1 cnar-
tel janeral que no iba a estar auimado en adelante con aque-
liab dnlces i alcgres eriatnras.
   Reflrxiomndo que lo mejor era esperar la llegada de 10s
nuevos partidariov de la Baja California i de la Sonora, Bntes
de reunir todo el continjente d e que 61 mipmo pildta disponer
contramand6 IHY        6rdenes a las rejiones cir~*iinvrcir~as. Uoc
una compaiiia de seis hombres se trasladb personalmente
hcicia Calavera-. saqueando durante todo su pasaje. Asi lleg6
hasta la vecindad d e Jackson, penetr6 en la cnbafia de nn
minero llamado Jew4, midntras este estaba trabajando, i le
llev6 trescicntos pebos en oro, un rev6lvers de Colt i mnchos
otros objetos. Sus compaderos inseparables, Talenzuela i
Jaan Tresdedos, formaban parte de esta espedicion, i nunca
el sangriento Garcfa se encontr6 mas en su elemento que
       ,
- 154 -
durante la permanencia de la compaiiia en Calaveras i 10s
condados vecinos.
   El &xitohahia secundado a 10s bandidos durante todas las
operaciones intentadas en el espacio de ties semanas sobre el
territorio setentrional del condado de Calareras, i habian ro-
bad0 a 10s habitantes notables cantidades de oro, de manera
que Joaqnin crey6 que debia cambiar de terreno.
   Antes de la partida se le reunieron quince de sns hombres
que acababan de hacer una escursion por 10s alrededores de
Thoms Greeks, en el condado de C'oluri, habian robado un
cierto nfimero de magnificos caballos i se habian separado
cuatro de ellos para condncir a 10s animaIes a1 cuartel jeneral.
   Joaquin retnvo a su lado este refiierzo inesperado, remon-
t6 hhcia la fuente del Estanislao i continub en 10s rims valles
que riegan ese rio, las escenag de desolacion que hemos visto
renovarse tantas veces.
                            SXPI
    La conipa5ia del capitail Harry I ove.-Nuerte de
                     Joaquin Murieta
    Despnes de una permanencia de dos semanas en 10s valles
 que atraviesa el Estanislao, Joaqnin se adelant6 hacia las
 orillas del Xariposas i de la Merced. Sefialb SL paso por esa
 parte con depredaciones verdaderamente cdoseles despues
 de lo cual envi6 a1 cnartel jeneral de Arroyo Cantowrt a 10s
hombres que lo acompsfiaban, con escepcian de seis que ha-
 bia rennido primitivamente.
    Se retirb con 10s idtimos a1 rancho de nn mejicano, cerca
de San J o s e en el camino m a d a un frances que tenia un
jardin p6hlic0, i estnvo algun tiempo oculto en la casa de su
 amigo. Este que se llamaba Francisco Sicarro, estaba secre-
 tamente afiliado a la partida, lo que esplica el refujio p e
 concedia a Murieta.
    La estrema prndencia con que se conducia el jefe llevando
 a cab0 SUB planes de operaciones, se manifest6 sobre todo
 hasta la evidencia en el cas0 relativamente poco importante
 que vamos a relatar.
    Una ttrde, sintiendose uu poco dispuesto para beber i no
- 155 -
queriendo, por consiguiente. hacerlo en una casa phblica,
envi6 del rancho a San Jose a 'nn indio con el encargo de
traerle una botella de licor. Cnando su mensajero hub0 par-
tido, le sobrevino una especie de inquietnd, un teiiior de que
lo traicionase; se lanz6 a caballo, alcauz6, dando una vuelta,
a1 indio en el camino que pasacerca de San Lorenzo i lo math.
   Talee eran 10s inmeantes tributos que hacian pagar 10s ban-
didos a 10s ciudadarios de todo el Eetado, tales sus riolencias,
tale&sus sctos de pillaje, tales, en fin, todos sns crimenes,
que la justicia hubo a1 fin i a1 cabo de moverse sgriamente.
   Una peticion cubierta de firmas fu8 presentada a la CA-
mara Lejisltltiva, con el objeto de obtener para el capitan
Harry Love la antorizacion de formar nna compaciia de ca-
balieria, con la cual pudiefieaprehender, arrojar del paie o es-
terrninar las numerosas partidas qne no cesaban de porier en
peligro la vida i la propiedad de todos 10s cindadanos. En efec-
to, se vot6 nn decrpto en este sentido, que fu6 firmado por el
gobernador del Ektado el 17 de Mayo d e 1853.
   El 28 del mifirno mes, H a r r ~Love tenia organizada su
compaiiia: el salario fijad0.a cada uno de 10s homlires era de
250 pesos a1 meses; la existencia legal de la cornpanis eRtaba
limitada a tres meses, i el nfimero de 10s hombres que la corn-
ponian no podia pasar de veinte. dunqne el sneldo mensual
no era mui sabido, para aqnella tierra, cada jinete estaba
obligado a alimentar su caballo, a proporcionarse sns prori-
siones i su equip%jesin tener derecho a indernnizacion.
   Love no vacil6 un instante; inmediatamente tomb el man-
do de 10s veinte hombres de empresa. qne escoji6 el mismo
entre uua multitud de bravos compaiieros qne habian servido
a EU vista en la guerra de X4jico i de Tejas. Cnando estuvie-
ron reunidos, se pus0 a su cabeza, i march6 bien decidido a
no volver a San Francisco sin haber eocontrado a1 mas for-
midable bandido que haya figurado jamas en 10s anales del
crimen.
   La historia debe conservar :os nombres de esos veinte bra-
vos compaiieros que lo segnian. Estos eran:
  E capitan P. E. Comer
   1                            Georje A. Nuttall
  C. F. Bloodworth              Lafayette Black
  G. W. Evans                   Doctor D. S. Hollister
- 156 -
  Capitan T1’. Burup             P. T. Herbert
  John Bttell. comisatio         John S.
  7V. S. Henderson               TVhitd Pcol‘etsr
  C. W. Mac. G w a n             James Ji. Nerton
  Xobert lfnsters                Cohs Poung
  Mayor K. H. Harvey             E. B. Van Dorn
  Coronel Mac. Lane              D. S. K. Pighott
    A meditla qne esta intrepida annque poco numerosa com-
p i i i a pasaSa a caballo por 10s pueblos i aldeas del interior,
10s habitantes la segnian con sus miradas inquietas, como si
esturieseo anticipadarnente condenados a morir Per0 se 01-
vidaban de que e.tgba a su frente nnjefe qne inventia auto-
ridad del Estado. cnya esperiencia era el fruto de las guerras
peligrosw de M8lico i de Tejas; un iefe, en fin, cnya alma
era tan severa, tan inflexible oomo la disciplina porque habia
pasado. i cuyo eFpiritu era tan decidido como el andaz ban-
d:do contra qnisn se le enriaba.
    El capitan Love se pr:so desde luego pronto i enkrjicamen-
te a la <>bra;   para obtener nn conocimiento cnmpleto de 10s
morimieiitou del jefe chileno. queria saber cuales habian sido
iils lugares en qne se habia d e t a i d o liltrmamente, buscar sus
huellad ma? recientes con el objeto de poder cam sobre 61 en
91 momento ea qnt! m6r1os lo eeperase i en el puoto mas fa-
vorable a1 Cxito de la rmpresh.
    El 3 de Juriio, i’edro Sanchez, que se encontraba en San
Francisco en compafiia de Juan Tresdedos, fii6 mrierto en un
lugar llamado Jiartinez, no lejos de Columbia, por un espa-
901 llamado Albino T bas.
                        r
    E*taban dispiitando por una suma de dinero que habian
robado en comun; Sanchez irritado por la obstinacion de su
cdmplice. 8e adelant6 contra elcon el pufial en la mano; Te-
bas se hizo hacia atrBq, retrocediendo algunos pasos i sacan-
do su redlvers dispar6 cuatro veces; una sola bttla tocd a
Sanchez, per0 fu6 bastante para tenderlo muerto a 10s pies
del espafiol.
    Por una eptrafia coincidencia, Borilda fa8 ejecutado en
Stockton el miamo dia por haber asesinsdo a un tal Janes.
    El bandido habia sido comieionado por Jaaquio para ma-
tar a nn mejicano que habia ofendido a1 jefe; tratando de
- 157 -
cumplir esta mision, fu6 como hiri6 morfalmente a1 susodi-
cho Janes. que se encontraba en el mibmo cuttrto. precissmeu-
te a1 lado del individuo sentenciado por Jloriem. Borilda se
reconoci6 culpable del asesinato de tres hombres, i confes6
su particiracion en un p a n nrimero de otros crimenes de mas
   menos importancia.
    Un dia o dos &ntes de la ejecueion, divis6 wbre una mesa
xn rev6lvers qne R hallaba a su alcltnce, se apoder6 de 41 i
                     e
qoiso dltrse miierte; per0 el rev6lver no diqpar6.
    Joxqnin Blanco, rl tercer compaiiero de Juan Tresdedos
en San Franciwo. fu8 muerto cerca de Stockton, a1 dia si-
gnimte, por otro chileno llamado Enjenio C’azaI.
    En In tarde del 9 de Junio, cuatro bandidos qne conducian
 zuareuta caballos, llegaron a1 rancho de Andres Ihsrra. a 20
millas poco mas o mdrios de San Luis Rei. i sin provocacion
ningnna. tirwon sobre la familia del ranehero e hirieron a
m a persona en nna pierna, i se apoderaron de todo lo que
 pudirron descnbrir en materia de or0 o de oh.ietos de cual-
 quier valor. De alli se trasladaron a San Mhrcos i mataron
 dos novillos.
    AI dia siguiente, una peqnefia partida salic5 de San Diego
 pare darles caza; pero por la impocibilidad de seguirles la
pista debpueu de pnesto el sol, se vi6 en la neceeidad de poner
 punto a esa hora a su persecncion. Se enviaron meriwjos a
 diversas trihuv indias con el objeto de comprometerlas a que
>ersieuieran a 10s merodeadores. per0 estos - i habian tenido
                                                p
 5empo de retirarse a las montafias.
    1 OCOS dias drspaes se sup0 qne habian robado ocho caba-
 llos en Sltnta Jlargarita, habiendo sido encontrado uno de
 ellos antre el rancho de Ibarra i el de Ban Mlircos.
    Persrguidos por todos lados, por hombres determinados,
con qriimes no queria absolutamente llegar a las manos, por
 :emor de snfrir una derrota que comprornetiese FUS grandes
 proyectos i destrapese sus esperanzas por tanto tiempo aca-
riciadas, Joaquin resolvi6 retirarse a UTI lugar aivlltdo i desier-
:o i pcrrnanecer oculto hasta la llegada de 10s refoerzos que
 esperaba de Sonora.
    A principios del mes de Julio, Rlnrieta se introdnjo en el
rancho de don -4ndres Pico, en Sun Fernando. en el condado
 de 10s Anjeles, i se apoder6 de cincuenta caballos. Adelant6
- 158 -
en seguida hmta el rancho de San Francisco, en el mismo
condado, i allf encontr6 un vaquero que le $mw5 de haber ro-
bad0 10s caballos de don Andres, i le advirti6 que seria per-
seguido
   Murieta entregd ent6nces a1 vHqnero cuarenta i tres ani-
males qne le encargd devolviese en San Fernando, agregandv
que 41 tenia neceRidad de 10s otros siete. Despues pas6 a1
eondado de Sants BArbara i salv6 Ia parte mas rlevada del
litornl de Santa Ines, de donde pudo sin dificultad descender
a1 valle de Tnlare.
   Por informaciones secretas que habia recibido de que JOG
quin se encontraba en aqnella ptirts del pais el capitan Love
se diriji6 hi
           &
           a     ese lado con doce de sns hombres, i el resto
de la compafiia se eolisagraba a investigaciones en otras di-
recciones.
   Llegando a 10s planes de Tulare a1 rayar el alba, &percibi&
a alguna distancia, a la izqnierda, un poco de humo; ese de-
talle, en apariencia vulgar i de poca impwtancia, le parecid
que no debis ser despertliciado. Torcid hicia ese lado i d e -
lantd prudentemente h&cia el punto desde donde se elevaba
el humo; d e d e lueg, no vi6 mas que algiinos cttballos perdi-
dos como a nnas qninientas varaa drl lngar; pero aproximh-
dose GO poco mas, trepando nna pcqnefia colina, descubri6 de
repeote sctbre nn montecillo, a1 jefe chileno i a sns seis corn-
paiirros alrededor del fuego.
   Uno de elllts, ocnpado en cocinar, sintid B la vista que se
adelantaba; di6 el grito de alarma cutindo 10s americados ee-
tabsn ann B cien varas del campamento. Los bandidos sal-
taron en el acto sobre sus caballos. Los cazadores de Love
se laozaron tras de Bllos a todo lo que daban sns corceles, i
la persecucion no ces6 por su parte, como no c e d tampoco el
fuego hasta el mom-nto en que Joaquin i Juan TreRdedoa
cayeron bnjo las balas, i h a s h que dos de sus compaiieros
fueron echos prisioneros.
   El strevido chileno hnia con tal rapidez, que estaba ya a
pnnto de eecaparse; algunoa pasos mas i se habria encontra-
do fuera del alcance del revblver, cuarldo el capitan Love,
viendo que no podia asestarle a1 jinete, apunt6 directamente
a1 caballo i le mandd una bala por 10s costsdos. El noble
animal se abati6 por un segnndo, despnes, recobrando su ar-
- 1.59 -                                   I




dor a pesar de la herida que acababa de recibir, signi6 ade-
lante mas impetuoso que nnnca, asi atraves6 un espacio de
cerca de cincuenta varas. De repente, Joaqnin lo vi6 arrojar
sangre por boca i narices i el pobre animal se desplom6 para
no volverse a levantar.
   Murieta corri6 algnnos instantes a pid; despues, viendo a1
capitan i a uno de sus hombres acercarse cada vez maa se
rolvi6 i descarg6 en su direccion sus dos Gltimos tiros de re-
v6lver. En el instante mismo le ilovieron encima una porcion
d e balas; sinti6 que su hora se habiti liegado; i suplicd a 10s
americanos no tirasen mas.
   - 0 s habeis apoderado de mf por sorpresa, les dijo: pero
no importa! muero coutznto ...estoi bastante vengado!
   Indinandose sobre si misms, mas palido a medida que su
sangre se derramaba por tres o cuatro heridas, llev6 la mano
izqnierda a su corazon, permaneci6 algnnos segundos apoya-
do sobre su brazo derecho i luego esclam6:
   --aCarmela mia! ...la riltima palabra que pronuncian mis
Iabios es para ti!.. o no habis nacido para el crimen;.. per0
                   .F
10s rillanos ssesinatos comrtidos en vuestro hermano i en ti
misma por esos malditos Yankees, cambiaron mi ser en otro
    ...
ser, i sobre vuestro cadaver anegado en sangre, que yacia
                                      ...
tendido a mis pies, jure vengarte, i te venguk! El nombre
de Joaquin Mnrieta, esposa mia, qnedara por niucho tiempo
grabado en la memoria de esos cobardes americmos, que lo
recordartin con terror! ..Xi venganza esta satisfecha,.. muem
                                ...
tranquilo! Adios, Carmela miaf 3 i axha16 el Gltimo suspiro.
   Entre tanto, J a a n TresdedoR, siernpre persegnido por dos
o tres Yankees, huia a1 galope de su caballo; tturlpue herido
de once balas, alcanz6 a correr todavia milla i media por el
plano. Iba como el viento; de minuto en minuto pantiba t -    e
rreno sobre al enemigo, cuyob caballos poco habituados a un
ejercicio semejante, liichaban frecuentemente contra la irre-
gnlaridades del Pnelo. A1 fin, vidndose a pnnto de ser pren-
dido, diriji6 una mirada salvaje a 10s Yankees i descarg6 h h i a
ellos su rev6lver de cinco tiros: uno solo prodnjo efecto las
cnatro balas restantes crnzaron el espacio.
   Todo estaba contra 81. Apesar de eso, no quiso caer vivo
en mano de 10s smericanos i se neg6 a rendirse; continu6
hnyendo, jurando que le romperia l cabeza con la cacha de
                                      a
- 160   -
BU rev6lver a1 primero que osase tocarle. Por fin, una bala le
rindi6 a su vez; murid casi instantinenmente.
   El combate se habia trabado en otros pnntos a1 mkmo
tiempo. Los cazadores del capitan Love lograron por fin
rennirsea RU jef'e, trRyendo coneigo a dos prisioneros; nno
de 10s bandidos, CIIJ o uombre ignoramos, habia sido mnerto;
10s otros dos hnbian lngrado salvarse; su cornpafiero sucum-
hi6 a causa de lae heridas que hlibia recibido.

                          XXVII
                       coscLusIo8'
   DeRpnes de este sangriento encuentro, el capitan Love
reuni6 10s despojos del enemigo; estos consistian en nnoe
cuantos magnificos caballns, que fneron mas tarde devneltos
a sus propietarios, seis admirables montnras chi!enas, seie
rev6loers Uolt, eqmelas de plata, mantas de merino, i un par
de pistolas de arzon.
   Como 10s cazadores de Love se volvian a San Francisco,
uno de 10s prisioneros rompib de repente ens lazos i se fuC
valientemente a arrojitr a un canal lleno de agna, donde se
ahog6, S u compa6ero fu4 colocado en la prision del condado
de Mariposas; all5 permaneeid hasta el momento en que la
compafiia pudo disolverse, i ent6nces fu6 condenado.
   A!li hizo confesiones qne probaron la porticipacion de u n
p a n ncrnera de sns compatriotas en 10s crimenes cometidos
por 81. Se preparpba a hacer declaraciones mui importante.
a m , con el objeto de librarse del Gltimo suplicio, cnando
aconteci6 un raro incidente. h media noche las puertas de
la prision fneron furzadas por una partida de chilenos i me-
jicanos, que se llevaron consigo al preso i lo ahorcnron pcr
traidor.
   E.tas jentes eran evidentemente miembros activos de la
partida de Josquin, afiliados secretos i algnnos rancheros de-
Eeosos de prevenir las revelaciones compromitentes de s ' ~
antiguo cbmplice.
   Los cazadores de Love no podian ya tener en vista mas
que un solo objeto: obtener las recompensas prometidas en
todo el pais a1 que prendiera o matase a1 celebre jefe de loa
- 161 -        *


bandidos. Ciertamente que esas Feeompensas habia eido bien
merecidas por el coraje que habia deeplegado, 10s peligros
que habia tenido qne arrostrar, la intrepiciez con qne habiac
perseguido a illurieta Lastas las montadas, en medio de su
misma partida, en fin, por la jeqerosidad i abnegacion de qne
habian dado pruebas en el campo de combate.
   Antes de todo, era menester demostrar a1 pneblo la realidad
de 10s hechos, porque sin esojamas se habria querido creer
que el famoso Joaqnin habia sido mnerto; indignas sospeckas
se habrian levantado, a pesar de todo, contra la reputacion
del capitan Lore Hizo. por cnusigoiente, lo que en cualquie-
ra otra circnstancia no habria hecho j a m b . Se le cortb a
Murieta la cabeza por su &den, se llerb a toda prisa a1 pue-
blo mas vecino, a ciento cincuenta millas de alli, en donde
por fin pudo encontrarse alcohol para conservarla.
   El dia 14 de Agoeto llegaron Mr. Black i Xr. Snttall a
Stockton, llevando consigo la cabeza del famoso bandido,
cuyos salteos sin nrimero le habian corqcistado u n nombre
sin ignal en 10s andes del crimen, la asombrosa rapidez de
sns movimientos, el n6mero de sus c6mplices, la estension
de sus operaciones sobre un territorio excesivamente vasto.
todo est0 tan frecnente, habia puesto sn nombre a la drden
del dia en puntos tan diferentes a la vez i alguuas veces tan
distantes IOU unos de 10s otros, que muchas personas lo con-
siderabaii como nna persoiiaima.iinaria, como un mito a quien
se le atribuian por un error todos 10s actos dlab61icos de 10s
rnalhechores refiijiados en el psis. Bun despnes de su muerte,
circnl6 el rumor de qne se hallaba en 10s paises del Sur,
continuando su sistema habitual de asesinatos terribles, i
saqueacdo como en el pasado 10s ranchos i 10s campamentos
de 10s mineros.
   Los sefiores Black i Nuttall llevaron consigo, ademas de la
cabeza del bandido, numerosos certificados de declaraciones
hechas por personas que habian conocido perfectamente a
Joaquin; era, pues, imposible poner en duda su identidad i
no creer las aserciones del capitan Love i     su jente.
   La cabeza fa6 espnesta en pliblico para que la poblacion
pudiese verla ijuzgar por si misma. Se coloc6 un cartel en
las calles indicando a todo el mundo el pnnto donde podria
- 162 -
verse el horrible trofeo. Este cartel estaba concebido en 10s
tdrminos siguientes.

         Puede verse la cabeza de Joaquin
                     RINCON DE LAS CALLES DE
   HALECK I SANSON, AL FREKTE DEL TLCATRO AMERICAS0

         Entrada..   ........................   1 peso
  Entre las nnmerosas declaracioneu, 10s testimonios, 10s
certificados destinados a probar la identidad de la cabeza, se
hallaban estos, que traducimos testnalmente:

        “Estado de California.-Condaclo
            ’ de San Francisco.


   Ignacio Lizarraga, de Sonora despues de haber prestado
juramento, declara: que 81 ha visto la pretendida cabezrt de
Joaqnin, que ahora est6 en poder de 10s sefiores Nnttall i
Black, tenientes del capitan Love, la cnal ha sido espuesta
a1 p6blico en el establecimiento de John King, calle de San-
SOLI; qne el esponente conocia perfectamente a Joaquin Xu-
rieta, i que la cabeza arriba mencionada es i ha sido siem-
pre 1%citbezrt de Joaquin Mnrieta, el celebre bandido chi-
leno.
                          (Firmado).-Ignaeio Lizarrups
   CCsrtificado ante mf, el 16 de Agosto A. D. 1856.
                         Cdrlos D. Caster, notario p~b1ico.p


     “Estado de California (Estados Cnidoa)
           CondadodeSan Joaquin.

aHoi, dia 11 del mes de Agosto del presente aiio de 1553,
ante mi, A. C. Baine, juez de paz de dicho condado, compa-
re& en persona el reverend0 padre Doming0 Blaine,
declara bajo juramento, conforme a las prescripciones    gt
- 163 -
lei, qne ha conocido a Joaquin, el .farnoso bandido; ademas,
que acaba de examinar la cabeza qnesha sido tomada i que se
halla actualmente en posesion del capitan Conner, uno de 10s
tenientes de Harry Love, i que el tiene la conviccion que la
tal cabeza es la del mismo Joaquin que ha conocido hace dos
aiios, como lo ha declarado mas Srriba.
                                   (Firmado).-Doming0 Blaine.>
     d h t i f i c a d o i firmado ante mi, el antedicho dia.
                                       A . C. Baine. Juez de p a m


   Esto acontecia, como se dacia en tiempo de 10s romanos.
bajo el consulado de AI. Dilon, uno de 10s mas firmes i mas
dignos consnles franceses que hayamos encontrado, nno de
10s mas nobles corazones que puede imajinarse.
   Todo el mundo corria a ver la cabeza de Joaqnin; noso-
tros mismo la contemplamos con detencion. Realmente era
una hermosa cabeza, que justificaba el apresuramiento con
que se iba a casa de Juan King para examinarla. Sabe Dios
cuhntas opiniones verterian en ocasion 10s americanos parti-
darios de la doctrina de Gall!
   Despues de haberla tenido por el tiempo necesario en San
Francisco, llevaron la cabeza de Joaqnin R todas las partes
del Estado para certificar si estaba conforme. Se envi6 tam-
bien la mano mutilada de Juan Tresdedos. AIgunas personas,
un tanto snperticiosas, no dejaron de aterrorizarse a1 ciescn-
brir qne las ufias le habian crecido como una pulgada des-
pues de haber sido cortada la mano.
   Despues de una minuciosa verificacion, el coronel Bayler,
gobernador del Estado, mand6 pagar a1 capitan Love la su-
ma de mil pesos, que habia prometido personalmente a1 que
tomase a1 bandido mnerto o vivo.
   Un poco mas tarde, el 15 de Mayo de 1854, la CBmara
Lejisiativa de California, considerando que no habia sido su-
ficientemente recompensado el importante servicio que el
capitan Love acababa de prestar a1 pais, librhdolo de una
plaga semejante, decretd qne se le adjudicase una suma su-
plementaria de cinco mil pesos.
- 154 -
    Aunque Ia mnerte de Joaqnin habia causado a sn particia
 nna pirdida irreparable i la hsbia obligado a disolrerse mo-
 menthneamente, 10s banaidos, formados en pequeijas compa-
 Gas i mandados por jefeswrevidos, continuaron con las n i s -
 mas depredaciones i 10s mismos asesinatoe, de mnnera que ha-
 bia veces que hacia dudar sobre si realmente habia dejado de
 esistir el verdadero Joaqnin.
    HBcia el fin de 1851, el diputaito Sheriff Harrison vendi6
 la cabeza de IIurieta, por haber quebrado la persona que ha-
 cia el negocio de esibirla a1 phblico,
    Se la vendia en remate. Cnando estaba en !as pujas, un
holande's grit6, en nn verdadero rapto de indignacion.
    -Oh! jcomo os atreveis a vender la cabeza de nn pr6jimo
 vuestro? Estad seguro de qne nunca os favorecerd la fortuna
i no centeis ni con rueakra Ticla.
    Las pnjaa habian llegado hasta ese momento a la cifra de
sesenta i tres pesos. Conmorido por la observacion del Eo-
landbs, el comisario qne remataba no tuvo fuerzas para se-
gnir adelante i dejd mer el martillo de marfil. Se adjudic6,
pnes, la cabeza en sesenta i tres pesos.
    Un poco mas tarde, Harrison se suicid6. El comprador,
que fue' nn armero conocido bnjo el nombre de Batche, se
mat6 accidentalmente preparando una pistola cargada.
   Tal ee la historia del famoso jefe de bandidos que ha-
pa existido jamas. Trazhodolas segnn datos antbnticos, d e
acuetdo con docnmentos ofiaiales, por deLirlo asi, una que
otra vez acaso hemos aiiadido el colorido a 10s hechos, per0
no hemos referido uno solo cuyo fondo no sea la pnra verdad,
i rigurosamente esacto.
   Esta interesante narracion puede considerarse como niia
parte de la historia veridica de' 10s primeros t i e m p s de Ca-
lifornia.




                             FIN

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Mc0018904

  • 1. POR ROBERTO H Y E N N E
  • 3. INTRODUCCHON I No hai un solo ambicioso de oro, de aquellos que visita- ron a California durante 10s aiios de 1850,5 1 i 52, que no conozca el nombre de ese famoso bandido cnyas terribles aventuras vamos a narrar. Todo el pais del ora, desde NJP- jico a Oregon. desde las montafias Rocosas hasta las mAr- jenes del Pacific0 conserra aun el reciierdo de ese honibre a quien el asesinato i el rob0 han hecho tan tristemente c& lebre. La Francia, como todo pais civilizadn, pnede, en cas0 de necesidad, citar, rejistrando sue anaies, un gran nsmero de bandidos, que parecen haberse esforzado por snperarse 10s unos a 10s otros. Cartouche, llandrin, 10s Chauffers se han sefialado sucesivamente eu la carrera del crimen. En Italia el pueblo habla a m con cierto terror del cCle- bre Fra DiAvolo, que despnes de una existencia qne no pn- do ilustrar mas, ha tenido la deegracia d e verse trasformado en h6roe de 6pera c6mica por Mr. Scrib. iVaya un hdroe, Dios mio! Que la responeabilidad de este 6ltimo crimen caiga toda sobre el libretista. A pesar de la fama que tiene en Italia Fra Dirivolo, a pe- aar de la repntacion bien establecida de que gozan 10s Car- touche3 i Mandrin de nuestro pais, no podemos mdnos de confesar que joaquin Murieta, el bandido de California, 10s ha sobrepasado a todos. Lkjos de m i la pretension de presentarlo como una de esas figuras que deben adr?lirarse i! todo trance, tanto en el
  • 4. - 4 - bien como el mal. Sin duda Joaquin, no es, como tcda8 las jentes de su especie, mas que uu asesino, un !adron, nn jefe de aartida; pero por lo m h o s , es menestar reconocerle 8u intrepidez, que algcna rez lo Ilegaba a ser temerrtrio, su naturaloza jenerosa e n el fondo, comv lo prueban sus prece- de:ltes, i 10s motivos que lo arrastraron a armarse contra la sociedad en medio de la cual viria. California no es hoi Io qne fri8 desde el afio 48 ai 52. En aquella Bpoca, a dcras penaa podia reconocerse alli un pais civilizado. Kadie podr6 contradecirme: muchos han dicho lo luismo antes que yo, que s u pobiacioti se c lmpmia ent6nces. en su mayor parte, de jeotes s i n conciencia, de malhechores escapados de las prisiones de su pais, hombres, en fin, que, poco mas o rn&ios, merecian ser colgados. Los E-tados Unidos habian proporciouado, por su parte, nn buen continjente de evtos liltimos iodividuos, i 10s dia- rios, en la dpoca a que me refiero, metieron mucho ruido con las fechorias de que 10s yanquees fie hicieron culpables, alterntttiramente con 10s mineros de las demas nac’otles. No era. por cierto, por amor a las armas qne 10s estranjeros emigrados en California se incomodaban llevando todo u n arsenal a la cintura. Los ataq:ies de que se veian hechos el ob$o incesantemente, justificabxn de snbra las precauciones de toda especie que se reian obligltdos a a d o p t v en nbsequio de la seguridad personal. Joaquin Mnrieta, por su parte no se encontr6 tampoco libre de las kostilidades Su cnalidad de chileno le sefialaba particrilarmente a! turor de 10s pnquees, i no se decidi6 8 entrar en esa guerra incesante, sino despnes de haber sido atacado por ellos en lo que era mas caro. A fuerza de su- frimientos, le hicieron armarse para rengar el mal que le ha- 5ian inferido. Cosa notable; Joaquin, a no ser cuando se veia precisado por las mayores necesidsdes, consecuencias ftttales de su posicion, jamas hizo mal a otros que a 10s :imericanos; solo para ellos se hizo bandido, i sobre ellos dirijia sus golpes. Xas de nna vez R le vi6 dejar lihres a 10s mineros i a 10s e viajeros, solo porque no perteoecian a esa raztt detestada que se hnbia hecho una mision de perseguir. Los yanqnees, pa lo he dicho, se habian mostrado, con re-
  • 5. -j- lacion a 41, tan violentos como ingratos; lss hizo pagar cara la deuda de sangre que habian contraido con 41. Dnrante meaes enteros no cee6 de asediarlos i acosarlos por todrts partes i a toda hora. frecaentemeilte en muchos puntos a la vez; les robaba su oro, sus caballos, incendiaba JUS habitacionea, 10s asesinaba a ellos rnismos, i todo esto sin que ellos lograsen aprehenderlo. LB actividad que des- plegaba snpera todo lo que pudiel'a imajinarse: igualaba a 811 Budacia, qne es cuanto p e d e decirse. Se le suponia por do quiera i no estaba en parte alguna. S u cabem habia sido pnesta a precio por una s u m 8 conbide- rable; a pesar de esto, nadie pudo peecar su persona. Alas de una vez se aiinnci6 con gran ruido de cornetas, en todas las calles de San Francisco, que el gran Sanditlo acababa de ser capturado; a1 dia signients se snbia por 10s correos, que bajaban e9prestLrnent.e de las miuas, el incendio de nn ran- cho, el robo de nn centenar de caballos, el asesinato de cier- to nGrnero de arnericauos, todo enruelto e n circunstancias tales, que era imposible dejar de conocer en esas fechorias la mano de Joaqiuti. Esta habilldad para sustraerse a todas las persecuciones, habia hecho pahar en vida a Joaqniu a1 estadr) de personaje lejendario, i el it.teres que habia sabido inspirar el celebre chileno 110 ha disminuido despnes. Per lo demws, se juzgar4 de toclos sus mkritos, leyerido las estrafias i terribles aventn- ras que vamos a narrar. i c u p antencidad certifictrmoe. I1 Jnventad de Joqniit Joaquin vi6 la luz en Santiago. S u f*milia, orijinaria de la misma ciudad i mui honorable bajo todo sus aspectos, le hizo educar convenientemente i tuvo excelentes maestros. Dnrante toda PU juventud se hizo notar por las mas dnlces i apacibles disposiciones; nada anunciaba, entdnces, el es- piritu atrerido, indomable, que dospues le hizo tan c6lebre.
  • 6. - 6 - 7 Todos 10s que le conocieron en 10s dias de su juventnd, hablaban aun afectuosamente de esa bella natura!eza, tan no- ble i tan jenerosa; i apenas han podido persnadirse despnes, que el sangninario bandido californino, de qnien vamos a contar la hiatoria, fnese el mismo Varieta que habian CO- nocido. En 1845, Joaqnin tenia 15 afios; era grande, de una figu- ra agradabte, bien formado i, ademas de todo esto, con espf- ritu dispuesto a avetituras. Hsbiendo mnerto sn padre en e s h fecha, se traslad6 a caw de un antiguo amigo de su familia, el seiior Estudillo, i este bueri hombre le hizo objeto de una acojida excelente. % h ipronto su protector obtuvo para 41 una plaza de oficial en nna de Ias compafiiws del rejimiento que servia de escolta a1 Presidente Bdnes. Esta pouicion, relativamen te mediocre, debia, segun se le hizo entender, conducirio ri 10s mas altos empleos de Gobivrno; este era un peldafio de la escala. Biiines se habia mostrado siempre mui aficionado a la eqnitttcion Joaquin, a quien 6 3 s hazafias le habian hecho c6- lebre en 10s campos vecinos, en donde mas de una vez se habia divertido en domar 10s mas sltivos potros, vi6 e n esta pasion del primer Ilsjistrado de Chils nn medio de hacerse conocer de dl i de asegnrarse su bnetia voluntad. Sus esprianzlts ambiciosas no se realizaron, sin embargo, tan rapidamente como 61 lo deseaba. Se vi6 obligado a rebajttr nn poco sus pretenciones en pre- sencia de la envidia i de 10s celvs de sus camaradas. Eutre 10s tiltimos, uno llamado Cumplido, se qnejaba a cada papo de 10s aires damasiaclo aristocrdticos que tomaba .Toaqnin* Este, sin embargo, no se did por entendido de las miradas desdeaopas con que se le trataba, i se eeforzaba en prescindir de ellas ocnpdndose esclusivamente de su asnnto. Pero no era ssto lo que queria. Cninplido. La ocasion que buscaba no tar- d6 en presentarse Habiendo sonreido nn dit1 de la manera de montar a caba- 110 del j6ven Jtraquin, se signi6 nna qnerella. Se desafiaron i, escojido el clia de la lucha, se trataba de saber endl de 10s dos adversarios era mejor jinete. Llegado el dia, todos 10s compafieros de cuartel i la servi- dumbre del Presidente se reunieron con la esperanza secreta
  • 7. -7- d e asistir a la derrota i a la completa hamillacion del envi &ado Joaquin. Los dos campeones comenzaron. por correr la cancha, ha- ciendo movimientos sin importancia,’ejecutados como jugan- do; por fin, se lkg6 el salto final, que era el que debia decidir i cuestion Jobre el merit0 de 10s dos oficiales rivales. s Se trataba de sdvar, sin que ni 10s cascos del caballo la tocasen, nna murallti de adobe de cinco piCs de altura i tres de espesor. Un espacio de cien metros se habia dejado libre para que 10s dos adversarios pudieran tomar vnelo. Cnmplido se lanz6 primero; salv6 felizmente el mnro, i tecibi6 de sus camaradas 18s felicitaciones mas entusiastas. P a Joaquin estabtt a cincnenta pi& de la mnralla, no qui- s o emprender la carrera desde mas ICjns. tenia la rienda suel- ta, i de repente clavd ]as espuelas a1 caballo i pes6 por sobre el obstficnlo. Per0 miCntras estaba en el aire, ajit6 un pa- liuelo blanco, clavado en una baqneta, alguo soldado de mm- ligno espfritu, dr snerte que el caballo volvi6 la cabeza i por aato alcanz6 a rozw con 10s cascos parte del adobe. Todos 10s concurrentes se echwon a reir a la vista del in- cidente que habia sobrevenido a Jortqnin. Uno solo, nn j6ven oficial Garcia, a qnien en 10s primerov tiempos de FU serricio Ie habia ocurrido una cosa semejante, no tom6 parte en las clemostraciones de 10s enemigos de Joaquin. Indignado de la condacta vergonzosa de Cumplido, se lanzd eobre el, es;ada en mano, i s DO haber sido por Joaquin, qne con rgpido mo- vimiento detuvo el brazo ?a levantado, el infame habria pa- gado con su vida el acto de traicion. Joaquin declar6 qne no permitiria que se derramase una gota de sangre por 61. Despnes, con una sonrisa de desprecio para su adversario, subi6 kjilmente a caballo, saIt6 de un gol- po i sin tomar vnelo el mnro de adobe, i sali6 del circuito. Poco tiempo despnes dej6 la ciudad i parti6 a1 campo, de- terminado a dejar a un lado todos sus deseos ambiciosos i vivir feliz i tranquil0 en 10s lugares encantadores en que habia pasado su juventnd. Con tocio, a1 poco tiempo se fastidi6 de esta rida pacifica. i 41, qne tenia nn animo inquieto por naturaleza i amigo de aventuras, determind partir para Sat, Francisco de Calitornia e11busca de sn hermano Carlos, que habia concurrido all$
  • 8. con la abundante emigracion chi!ena de 10s aiios 46 i 47, Cuando Zonquin se determitio a hacer este viaje. comenzatba el aiio 48. Carlos habia obtenido en el pais del or0 una con- cesion de cuatro leguas de terreno. qne le hizo nno de aqne- 110s jenerosov gobernadores que tan frecuentemente se en- contraban en ayilella epoca. Prescindiremos de 10s epieodios de la larga travesia de Joaquin. E n las tempestades como en todo3 10s otros jdne- ros de riesgos que hai en el mar, era el priaero en arrostrar el peligro; durante el buen tiempo, arnenizabtt el viaje cos- teando con su bello espiritu i felices ocurrencim la diversion de toda la cempaiiiia. Lleg6 a California, per0 no &in ha5er desembarcado antes en nn prqueiio puerto de la Sonora, en donde existia una familis, ptra quieti lleveba cartas de recomcndacion. Alii co- nocib, en el sriio de aqnel hogar, a nna hermosa niiia meji- c a m , llamada CQrmela F4lix. Escusado es decir que el ardiente corazon de Joaquin no permaneci6 insensible en prebenvia de aqnella beldad, qne tan ben6volamente le aco- jia. Carmela, pur su parte, no disimulaba la impresion que le hacia estej6ven estranjero de veinte afios, de Bnimo tan esforzndo. El carhcter emprendedor, 18andacia del que per- sigue la furtuna, la t6 con que el aventurero acomete sus propcjsitos, sin saber lo que ha de ocurrir el ditt d e mafiana. aquel despreridimiento herdic0 con que el hombre se pre- seuta aislaclo en medio del muntio, todo esto ha ejercido siempre un misterioso imperio en el a l n a delicada de una mujer. d q n i es oportuno hacer el retrato de estos dos fantdfiticos serea. Joaquin, que en BU patria se habia cefiido a1 cinto una espada i cargaba en e1 brazo un brillante galon, no tuvo in- conreniente para disfrazarse, a1 salir de s i i pais, con el traje popular. Este que llevado por jente ordinaria carece quizas de todo atractivo, en la persona de nuestro jrntil viajero aparecia con toda la gracia i toda la elegancia de un tl tarfo de escena. Vestia u n pantalon charolado en In parte inferior i sovtenido por una faja brillante de seda encarnada de la China. En la cintura habia sustituido a1 acero militar una fina IBmina del mrsmo metal, ocnlta en una magnifica vaina
  • 9. (le cuero. Esfa es la arma favoric,a de 10s chilenos; se llama cuchillo, i no es menos terrible qne el revfflver o ciialqnier otro instrumento de fuego. E n vez de Casaca Ileraba ese CO- nocido traje de toda la dm6rica espafiola, qne se llama pon- cho. Este ronsiate en una tela de lana de vicuiia o de gna- nttco, de dos Faras cuadradas, poco mas o m h o s , adornada con vistosas frarijas de rarios colores, que, abierta por la parte crntral, da paso a la cabeza-i cae elegmtemente sobre !os hombros. Rste traje tiene la veutaja de dejar el brazo desembaraza- do para cnrtlqnier rnovimiento i de conservar siempre fresco a1 individuo La camiea, en Joaqnin sobre todo, era blanca oomo un ampo de uieve, i atado a1 cue110 llevaba iiu aiicho i fino pafiuelo de seda lacre, cuyas pnntas le caian graciosa- mente sobre la espalda. Su eomhrero era construiao con la delicada pita que crece en las mbjenes del Guayae. Este era, sobre todo, su tesoro i acostumbraba mostrarlo siempre como una maravilltt del prte. Efectivamente, su tejido era tipenas perceptible, i el color de ia paja era can albo eomo eu misma camisa. Todo esto, rennido en perfecta armonia sobre la jenfil figu- ra de Joaqniii, hacia un hermosieimo efecto. El organism0 de nuestro j6ven aparecia a la simple vista dispuesto para la mas admirable ajilidad. Estrecha su cintura i su muwu1a- tura fnerte i abultada. Sns miembros parecian detltinndos a la lucha. T7amos a su rostro. Bajo n n s frente anchrt i dekpejada. selncim 1111 par de ojos negros, sornbreRdos por unas pohla- da8 cejas. Su nariz agnileiia i agnda, manife-taba la erierjia de su alma. Habia installtes de pasion en que sue rentani- lIas se ensanehaban i se traspareiitaba e n ellas el fuego qne ardis en su interior. Su boca era mas bier1 grande que pe- queiia, i al -epitrar siis delgados l a t h , dejabx r e r dos 61as d e dientes fortisirnos, a CUJ-origor nads se htibia resictido. Sombreaba su car& una espesa barba negrrt como el szaba- che, que. merced a EO jurentnd, no habia llegado m n a1 fi1- timo grado de sn desarrollo. S u color, sin ser complrtamente blanco, no era tsmpoco sospechoso. La tinte de su fisonc~mia era mas bien la del hijo del desierto. S n mano era vigorosa- mente formada, i las venas las surcaban en todas direcciones
  • 10. - 10 - en cordones Pbnltados. Indudablemente habia sido hecha para posarse aobre la empudadrira de una arma. Aquel hom- bre, montado en cdlera, debia ser terrible. Era propiamente m a de aquellas naturslezas destinadas a lo grtbnde, qne en la senda del bien esttbba llamado a ser hgroe, i en la del crf- men un bandido temible, sanguinario i atroz. S h embargo, era susceptible, de sentimientos tiernos, i de nadie pudo de- cirse mttjor que de 61: le Lion amoream. Carmela, por su parte, era una delicada criatnra. Su sim- pdtica debilidad aparrcia mas encantadora a1 lado de la alti- va presencia d e su huhsped. Pdlida como la^ hijae de 10s tr6picos, resplandecia an sus ojos negros el brillo del sol de sn cielo. Sus redosos i ondea- dos cabellos caian profusamente sobre EU frente i su torneado cnello. Sn traje era modesto i como qe acostnmbra en su pais. Llevaba un lijero FaEuelo de lino, doblado en singulo, tercia- do sobre su hermoso seno. Eunca faltaban fragantes i frescas florcs que se veian mas vivas sobre el Bbrtno de EU cabeza. Era Brta nna n i h mima- da. Unica hijn, era el orgnllo i lfts delicias de sus padres. Joaquin i Carmela eran dos seres que se compldtaban. La delicadeza de la una iba a moderar 10s impetns del otro, i la enerjia del estranjero parecia ectar destinada a servir de proteccion a la tierna i delicada mejicana. Fama dejaron lcs chilenos, que risitaron aqnellas comar- cas por esos tiempos, de osados en todo je'nero de asuntos. Fuertes en el cocubate, constantes en el trabwjo, temerarios en las esploraciones, no eran menos decididov cnando ee trataba de amor. XO andame por las ramas, decian ellos, i se dirijian inmediatamente a grano de la cuestion. Joaquin 1 tenia todas las ventajas del cariicter nacional; asi es que, sin mas que una docena de miradas ardientce, hizo un dia a Carmela, a la sombra de 1as jigantewas hojns de nn plkta- no, la mas ferviente i la mas poe'tica de las declaraciones. La j6ven mejicana no se eorprendi6, Ella contaba con aque- lla circunstancia, i se dceesperaba aguarddndola. Claro es que por sn parte la acoji6 coma Joaquin lo merecia, i un compromiso formal se sell6 alli con 10s mas locos i repeti- dos juramentos. Se conrino en que Joaquin seguiria su mar- cha en busca de su hermano, i que en seguida volviera a
  • 11. F- - 11 - oelebrar sus desposorios con la bellrt Carmela. Los padres de is filtima admitieron complacidos porque amaban a Joaquin, este srreglo tan secretamente 1levttdo.a cabo por ambos inte- resados. B m barcdse, piles, Joaqain, i 11eg6 felizmente a California; per0 alli no pudo ni encontrar ni adquirir noticias de su her- Igano. Volvi6se, pues, a Sonora inmediatamente, a donde lo llltmaba s u corazon, i no tard6 e n despoeRrse con su qnerida Carmela. Hacia un afio que eetaba casado, feliz en su patria adopti- va, cnando reclroi6 una carta de sn hermano, en que le rogaba que faera lo mas pronto posible a la mision de San Jos8. C&rlosagEegaba que se habia descnbierto grandes canti- dades de or0 en las montaiias, i que si queria hacer fortnna, era meuester que no perdiera su tiempo i que fuera a ganar un lugar. Joaquin hizo todos 10s preparativos necesarios para ese viaje; per0 asnntos de familia i la enfermedad del padre de su mujer, le hicieron retardar dies meses su partida. Ent6nces se puso en marcha acompafiado de su rnujer. Cnando lleg6 a San Francisco, Joaqiiin se asombr6 del carn- bio estraordinario que se habia operado en aquella cindad deede su auterior visita, i determind pasarse alli algunos dias, para ver como 10s americanos plisaban la vida. Dos dias dwpnes de sn llegada, patse&rtdoseen uno de esos ricos salones destinados a1jiiego que habia e n la plaza pfihli- ca, eucontr6 R su hermano. Este, drspnes de haberle abraza lo tiernamerite i httberse informado de la familia, le hizo saber que lo* americanos le habian arrebatado con falsos tftnlos la8 cuatro leguas de terreno qne se le hnbitrn concedido, i qne 81 se rnitrchaba en ese momento a las minas en bnsca de un testigo de que tenia necesidad, dvspiies de lo cut11 ambos se embarcltriaii para M6jico, a visitar la nueva familia de Joa- qnin, para seguir despnes a Chile, su querida patria, donde Citrlos tenia todos sus afectos. JIlaqnin espres6 ent6nces a su hermano el deseo qne tenia de acompaiiarlo a Ias mioaa. para ver c6mo i en que cantidrtd se recojia all5 el oro. CArlos consinti6, pero aconsej6 a su hermano que dejsse a su mujer en la mision de Dolores, a1
  • 12. - 12 - cuidado de un antiguo Rmigo que tenia aIli i que se llamaba Manuel Sepfilveda. Joaquin signirj esta recomendacion, i a1 dia siguiente, BI i su hermano fueron a Sacramento, en donde compraron caba- 110s para llegar a Hangtown. Alli encontrarou el testigo qne CBrloq necesitaba: era nn jdven, orijinario de Calitornia, llamado Flores. Ebte llegaba de nn campo de mineros, un poco lejano, con el objeto de render or0 en poloo. Chrlos lo present6 a sn hermano, i despues entraron 105 tres a nn cafd, de qne eran dueEos otros chi!enos, i se hicie- ron servir de comer. Xientras discutian el merit0 de las tortillas i de las viaii- dss. i mientras conversaban del rob0 qne se habia hecho :I Czirlos, dos americanos, que desde la partida de San Fran- cisco no h a b k cesado de seguir tt Joaqnin i a s n hermanr-, entraron en la casa, se hicieron servir de beber e el mos- I trsdor, i despues de haber Ianzado hhcia 10s tres hombies una mirada en ttpariencia indiferente, salieron sin decir pa- labra. Despues de la comida, Flores suplic6 a Joaquiu que le prestase su mnla para dar una vuelta por el pneblo con Chrlos. Joaqnin, qne estaba un poco indispuesto pnr la f v t i p drl viaje, se qurd6 en la casa. fumando un clprriIlo, pensanc!o ora en R U patria lejana, Chile, ora en su patrid fidoptiva, 116- jico, en donde se habian permitido los ytrnqnees tantas i tail inmensas invasiones. E! habia wnocido a bastantes hijos de 10s Estados Unid~~:: en 3l&,jico,i habia tarrido tambien J u p r de penrtrar el CR- racter de 10s mejicanos, en cnyo fondo hahia mncho de im- b k i l i do cobarde. Aunqne lor yanqnees no le habian hecho mni buena impresion, no podia menos de jrizgar superior a ese pais de independencia. Compsraba la doblez de la miseria de 10s mrjiranos, con la eneriia, actividad i bravura de 10s americanos, sobre todo por SI] imperecedero amor por Ia libertad. i a no haber sido por su pequeEa casa tan feliz, tan apasible, tan pintoresca, ocolta en una de 10s ralles mas encantallores de ia Sonora. habria abandonado para siempre su pais adoptivo i sn propia
  • 13. - 13 - easa, para ir a respirar la atmcjsfera de la fibertsd de que go- za todo cindadano americano. De repento Joaqnin tu6 interrpmpido en PUS reflexioues por loa gritos salvxjes de unos centenares de miiwros qge recorrian las cdles, esclamando: ;que se les ahorque! iqne se les ahorqnel iqne se les eche la cuerda a1 cuello! ique ee lea jnzgne a esos chilenos del infierno, a esos mejicanos en- diablados!... Joaquio se precipit6 hacia afuera, precisaniente a tiempo para ver a su hermano i a F!ores ahorcados en la rama de nn arbol. Habian sido acusados de un robo de caballos por 10s do9 americanos llegados de San Francisco, que decian ser pro- pietarios de esos animales. Era tal el furor de las tnrbas escitarlas por 10s yanquees. que las dos victimas 110 hxbian podido defenderse, i qu6 todos sus esfuerzos para, hacerse oir i probar qne sns caballos eran propiedad lejitirna, se habiari estrellado contra !OF* gritos i mnrmullos sa!vajes de esa multittid ciega. Herido de espanto i de horror, Joaquin no pudo mas qne echar n n a mirada sobre 10s cuerpos de C'drlos i s n compile- ro, i sobre 10s grnpos de demonios que 10s rodeaban, para s e - gurarse que esa escena era verdadera; por hltimo, se deshizo en Idgrimas, i sin drjarse llevar a nns debilidad peligrosn i con !a sed de venganza en el corazon. se preparo nua mula i volviG a Sacramento. Alli tom6 un vapor de San Francisco. en el cual se rolvih a la llision i lleq6 a casa de Septdveda, en doi~de cornunid a FU miijer el nsesinato de 8u hermano. La narracion de Joaquin hizo pnlpitar de horror el corazou de la pobre Camela, pero con esa voz que el ardor del sen- timiellto da a la mnjer, ella conjiir6 a su marido para qne no persiguicse una rengatiza peligrosa para 61, sino qne, al coo- trario, dejasc a la eoncieocia de 10s cnlpahles el cuidado de castigarlos tarde o temprano. Ella le awgur6 que tados ICE americanos no eran deprarados. ni tan sanguinarios como 103 asesinos de SR herpano ('drlos, i con toda la fuerza, de un cci- razon que ama einceramente, le snplic6 no cediera a sus de- signios criminales. SUE IQgrimas i sne sfiplicas, S ~ palabras de amor i de E
  • 14. - I4 - consnelo, prodnjeron un cambio en las intenciones de Joa- quin, i dispusieron el espiritu a1 olvido del mal que se le ha- bia hecho. -Aei sea, dijo 61 levanthdose, todo ha pasado. Olvidemos i seamos felices. Cuando haya recojido nn poco de or0 en p01v0, nos volveremos a nnestro pais i no lo dejaremos mas. Alganos dias despues, Joaqnin, acompaiiado de sn mujer, se fud a las minas situadas sobre las riberas del Estanislao, en donde edific6 una peqneiia casa de madera, i comenzb a la- var la tierra para recojer las particnlas auriferas. El psis estaba ent6nces ajitado por un gran nfimero de in- dividuos sin f6 i sin lei, que enorgulleci6ndose con el nombre de americanos, miraban de reojo a 10s mejicauos i a 10s chi- lenos, no viendo en todos ellos mas que una raza conqni’stada sin derechos ni pririlejios, buena solo para el servicio i la esclavitud. No pndieron ni podian vencer el perjuicio del color i la antipatia innata de la8 razas, dos principios siempre mui violentos. mni amargos, mui actiroe sobre las jentes ignoran- tas; en efecto, descartados estos principios, ten d6nde habrian encontrado escusa a su opresion inhnmana? Una partida de esos frenbticos, que se atribnian el poder brutal de hacerlo todo a SR antojo, se diriji6 a Joaquin i le iust6 a que tomara el portante, por Ine estaban dispnestos a no permitir que ningun hombre de su raza viniera a bnscar or0 a esa rejion. Joaqnin, que sentia bnllir en sn pecho el valor de un he‘roe, que tenia la conciencia de su buen derecho i que jam$s habia acostnmbrado a cegar ni ante las fuerzas superiores ni ante el nhrnero, se neg6 redondamente a dejar nn punto que le daba derecho a esperar una fortuna. Corn0 todo corazon varonil i decidido, que Antes de ocuriir a la violencia, pru6ba todos 10s medios de la moderacion i de la justicia, el chileno no respondia a las injurias de 10s mise- rableR americanos ma8 que con una sonrisa de desprecio, mortificante para el amor propio de Ics yanquees. Hal ciertas calmas e impasibilidades que son tan subli- mes i que valen tanto como el acto mas grandioso del he- roismo. Cuando se siente circular enardecida la sangre por lm venas, i cuando, a1 oir el insnlto mezquino de nn contrario mengnado, se enrojese el rostro, mantenerse en 10s limites
  • 15. - 15 - de la moderacion solo p e d e ser la obra'de un espiritn mui fuerte i capaz de dominarse 8 si mismo. Tal era el de Joa- quin, que disimulabs sn emocion cdanclo 10s enfurecidos yan- quees le imprecaban llam&ndo!o ladron, salvaje, araucano i otras lindezas por el estilo. Por fin, viendo 10s agresores que el bravo chileno perma- necia decidido a no cederles un palmo de terreno, i que, lbjos de temblar a las amenazas, desa6aba 10s furores de loa que lo acometian. determinaron reducirlo a viva fuerza. Ocho o diez de 10s mas audaces se avalanzsron ent6nces b b i a 61, i pudo verse a Joaquin, como a1 protagonisfa de una epopeya, esccdar en su pecho a su espoBa, desoudar sn agu- do puflak, terciarse el poncho, i con rebia en el corazon, fue- go en las pupilas i espuma en sus trdmulos Iabios, esperar, en la actitud mas hermosa i brillante, e momento de la lucha.. ! No defiende el monarca de 10s animaler, no defiende el leon de Sahara, con mas decision ni con mas arrogancia, sn gua- rida i el objeto de sn amor, que lo que defendi6 Joaquin de aquel rndo ataqne a su qnerida Carmela i a su hogar. d primer enviste, tres de sus villanos adversarios roda- l ron q s u s pies, heridos por el pnfial chileno que, mztnejado por la mano de su dueiio, jiraba por el aire como un rayo certero i esterminador, Per0 sin un auxilio estrbordinario del cielo, sin nn milagro asombroso, no podia un solo hombre, p r grande qne fuera sn esfaerzo i por heroic0 qne fuera su denuedo, conquistar la victoria sobre todo un ejbrcito. Lo natural era que el combate de Joaqnin fuese una segunda edicion de las Term6pilas. El debil tenia que sucumbir ante 1 fuerza i el nfimero. s E n golpe asestado con el estremo del rev6lvers en el cere- bro, trajo a Joaquin al suelo, bafiado en sangre. Los verdn- gos dieron por terminada la obra respecto a 41, juzg&ndolo muerto, i no pensaron ya mas que en la desdichada Carmela. Esta simphtica i desgraciRda criatnra, presa del terror mas indescriptible, habia segnido a1 Iado de su esposo todos 10s movimientos de la acerba lncha. Cuando Joaquin c ~ y 6exha- , 16 un jemido penetrador, en que parecia decir bien claro que desmperaba de su snerte. El Gnico defensor qne podia impedir a1 asesino que llegara hasta ella, habia caido inanimado a sus pi&,
  • 16. - 16 - Sin embargo, antes de resignarse a la infamia, sacando coraje de sn misma debilidad, arrmcb el ensangrentado pnfial de la yerta mano de Joaquin, i lo ttjitt en su propia drfensa con sn desnudo i torireado brazo. Ante tan jeneroso rasgo, no pudieron menos 10s pnkees de detenerse admirados. Una mujer que se dispone a sucambir luchando en un combate mas que desigual, infame, era para aquellas riles naturalezas algo mni superior a lo mas alto qiie hahian Ilegado a concabir. Aprovechemos esta causa que impone el heroism0 a1 cri- men para describir la trsijictt escena. Un ser delicado, con su cabellera flotante a1 viento. rasga- do el traje i desnudo el brazo, tieup, con actitud enhrjica, un pafial homedecido, fuertemente empuiiado en su diestra. De s u rostro h I desaparecido pa la patidez del espanto, i la san- ta c6lera del que defiende su honra i s u vida ilnmina su fiso- iiornia como un fuego sagrado. A sns pi& estsi tendido inerte el cnerpo del que hasta ese instante ha sostenido la lucha. del hombre a q u i a la heroi- na ama, del amante i raliente Joaquin. A pocos pasos, 10s cadhveres de unov pocos miserables, que, ahogados con s u pr3pia sangre, espiran maldiciendo de Dios i de la hnmmidad. I al fcente veinte hombres. poco mas o m6noa, con sus re- vblvers iivtos i que vacilitn en acometsr a una mujer, que su- pjra con sa valor a1 ideal de I n m ts ardieilte fitutauia. AgregPd ahora la natnral mrlsricolia de la hora i del lu- gar en que todo est0 acontecia. Era la oracion, la hora del trepfiscnlo, el mornento en qne el dis ee deqpide del mundo i las sombras comienzau a invad:r loa climpos. La moribnn- de luz que se e3tinguia por iuhtmtes, arrojabd mas horror sobre aquella triste escenz Por fiil, un yaukae, mis vi1 i p3or intencionado que todos ~ G S e a n s . esclamb: iCompab;ro.i, que no se dig&que nos d h e m x dejado domrnar i reucer por la avilantez de una mu- jerl El haber resistido, la corlvierte e n uu reo digno de la 61- t i m i pena. Lw seres de su sexo no dehen dirijme a noqotros sin0 por medio de s6piicae i de 18grimas. iEa, compafieros, demos cuenta de esta nueva Jnana de Arco! Acometihonla en a t e instante todos CGU grandes escla- rnaciones, tomando Iti delantera el provocador. En vano Car-
  • 17. - 17 - mela, rpocuro desacirse de 10s nervndos brazns de aquellos timoos, i eu vairo reparti6 cortes a suq nu’merocos enemigos; herida en la frente e inundado si1 bel10 rostro con su purpa- rina sangre, desfalleci6 i cay6 moriljunda a1 lado de su ama- do Joaquin. No satisfechos 10s yankees con el homicidio, quisieron niiir la veryu-nza a1 martirio. Asi muri6 victima del mas espttn- toso da 104 crimenes la bella i l heroic% Carmela. a Consumada la obra, 10s infames americmos se retiraron del campo, :IO dejando en 41 mas que desolacion i mnerte. ;Rlaldicion a 10s monstrnos! 11 1 Propbsito de Jsiiqiii~l.--Priocipio~(le si1 Teuqanm Cuando Joaquin volvi6 a !a vida, record6 la terrible iucha lmr qne habiii pasado, i a la vista del cadaver de si1 querida esposs qne yacirt a sn lado, comprendi6 la desesperacion i sed de verigxnza de qite estaba ajitado cu cnrazoii. Per0 al mismo tiempo que este Gltimo sentimiento lo tor- turaba, 61 se sentia incapaz de snti*fdcerle; ebto habria sida arriesgrtr a la vez su libertad i su rid+ i era U I I disparate pelsar eii destruir por si solo a 10s feroces Lisebinos de su mnjer i de SII hermano. Se resolvi6 a esperar i ii snfrir en sileucio, hasta que una bnrria oraviori H presentase para cjecutar sii- pro!-rcsos. e Coil este objeto se traslad6 en e! mes de Abril del aiio 50, a condado de (Islaveras, i se deturo en Iwa minas l i a m d a s 1 Xurphrys Diggins; pero Tiendo que no alcanzabd la realiza- cion de s u a debeoe, abandon6 erte jknero de trtibajo i bm:6 la ftwtuna jiigarido a1 71zonte. El monte es nn juego miii comnn en Chiie, i en ese pais es considerado por las jentes de mal vivir cum0 una de las Iucrativw ocnpxciones. Dtiritute 10s primerns tiempon, la fortiina le sonrid, i pare- cia haberse impuesto por tarea el probtrrle, con 10s mas dora- dos tvores, sns bueuas intenciones para el porvenir , per0 mui pronto ella se deciar6 contra 61, brnsca i completamente,
  • 18. - 18 - i Joaquin se1:echd a rodar por 10s sombrioe abismos del crimen. g-;P ; .: . t ' n dia que 61 Labia ido a visitar a nno de sns amigos, Ila- mado Valenzuela, entr6 a Murpheys Diggins con uu caballo que sn amigo le habia preehdo. De repente se encontrb rodeado por una tnrba furioea que lo acusaba de robo; el caballo decian muchos qne habia sido robado mnchas aemanad 6nteR. Joaquin les declar6 en d6nde i cdmo habia tomado en pr6s- tamo el animal, tratando de convencerlos a1 mismo tiempo de la honradez de Valeneuela. Per0 ellos no quisieron oir na- da, se apoderaron del desgraciado jhven, lo ataron a un Arb01 i lo dzotaron vergonzosamente delante de todos. Despnes de lo cnal, hebihdose dirijido donde Valenznela, colgaron a Bste sin dejarle ni el tiempo necesario para dar BUS escusas. Esto fa8 bastante para provocar en el caracter de Joa- quiu uno de esos cambios terriblee, tan implacables como re- pentinus S u a1ma apasionada no reconoci6 limites; las ba- rrems del houor perdieron todo au poder para su corazon ul- cerado; hizo juramento de no vivir mas que para la vengrin- za desde ese dia pars adelante, i de no dejar en su camino un solo lngar sin regarlo con sangre. Poco tiempo despues del acontecimiento que acabamos d e describir, en una hermosa tarde, nn americam segnia el ca- mino de un sendero a poca distancia del pueblo. En el momento que descendfa de una colina que atrave- saba el sendero, se encontr6 frente a frente a Joaquin; 10s ojos de 6st1ese iluminaron como 10s del tigre, bbrio de furor i de eangre, todo eu cnerpo tembl6 como presa de nna ajita- cion nerviosa. Durante un minuto, 10s dos hombres ee miraron con la vista fija. Por bltimo, Joaquin se arrojcj contra 61, exhalando un grito espantoso, i le sepult6 el puiial en el pecho. -2QuB os he hecho yo? jPerdon! idispensadme! -2: th has perdonado, respondi6 Joaquin, cnando ayudae- te a amarrarme i azotarme delante de toda nna turba; cuan- do, con la conciencia de vaestra fuerza i protejido por la brn- talidad de vuestros compatriotas, te apoderaste de un hombre inocente, de un hombre como t6, creado por Dios con cora-
  • 19. -13 . zon i alma, de un hombre que por si solo tenia ma8 honor qne todos 10s qne ayudaban a atormentarle LCuando te apo- deraste de ese hombre que habeis agarroteado, que habeis maltratado con golpes de lritigo, pe, os ocurri6 siquiera la idea de perdonarlo? Ciiando vuestros compatriotas cotgaron a mi hermnno del cuello como un perro, 210 perdonnsteitj? Cuando asesinaron crnelmente a1 mas qnerido tesoro de mi corazon, en mi presencia i casi 9. mi vista, i cnando su voz anjelical, toda lIorosa, pedia perdon arrnjindose a vnestras plantas, jatendiste, miserable, sue dplicas? iAh! con ese solo recuerdo mi pecho se vnelve u n fiiego! agreg6 41 llev6,ndose Itt mano a1 corazon, mientras qne con la otra dirijia contra su victima otra nueva pniittlada. - Amsino, murmur6 el aiuericano levanttindose i apoyan- dose sobre s n codo, implorando con bu mirada moribnnda a1 ... terrible Joaquin. iPerdon!... Oh .. perdon Per0 antes de que 41 hubiera acebado, el acero hahia atravezado FU corazon i 81 caia de ecpaldtt, no siendo mas qne un crtd4ver. El demonio de la venganza Re habia apoderado .le Joaquin, que continnabit repitiendo wiis golpes, i no se detuvo httsta que no vi6 el cadtiver hecho pedazos. por decirlo asi. - HB aqni, diJo 81, como mi tarea de matar hii comen- zado! I sns dientes cerrados crujian convulsivamente, s u ciierpo se ergnia, 811 mirada reaorria la inruensidad : zul qne se es- tendia sobre su frente, su mano aangriente i crispada empu- fiuba el puiial aun destilando la sangre de ltt victima. - H sqai, continu6, uuo de mi$ oferlsores trndido a mis A pi&. Ahora qne les he en*r&do H. mi corazon i a mi mrtno lo que han de hscer, no teudi-8, lo juro ni repouo rii paz mientras no h a p esterminadl) hatbta el hltimo de estos ban- didos: -1 tli, mi qnerida Carmela C I I espiritu espero vele ~ sobre mi para protejerme, t6 tamhien Reres vengada de una manera terrible' Xi brazo se sirnte fiierte para la ttirea de la dmtruccion; la sangre de 10s americanos correrd en ade- lante en abundancia i turbulenla, como el agua de 10s torren- h s de nnestras montaiias. A1 dia siguiente de esta siniestra jornada, el cadSver fud encontrado por algnnos mine&, i aunque estaba horrible- mente despedazado, lo reconocieron i vieron que era uno de
  • 20. - so - 10s hombres que contriboperon mae poderosamente a hacer Azotar a Joaquin. Un pwo despnes, habiendo renido un mkdico americano ii 10s alrededores del lugar en que se habia conkurnado el ase- sinato. encontr6 a dos individuos a caballo qne descargaron contra 81 sus rev6lvers. Gracias a la ajilidad de BUS piernas i a la designaldad del terreno, t w o la fylicidad de escapar con nn agujero hecho por una de lag bahs en el sombrero. Una pulgada mas absjo, i ya era un hombre muerto, Est0 motiv6 nn espanto, nna cor sternacinn jeneral entre 10s que habian dirijido el complot contra Joaquin, i desde este mornento no $e atrevieron a pasar 10s limites de la ciu- dad. Ap8nas se habian alejado fuern .de la vista del campo, apCnas se aventuraban sobre el gran camino, una muerte rnieteriosa i siiibitit 10s arrebataba. A cada instaitte R anunciaba por medio de informes, que e se habi:tn encont,rado cadkveres de americauos en 10s cami- nos i en las colinas i siempre se coccluia por descubrir que la victima pertenecia a uno de 10s grnpos qne se habian de- clnrado contra Jtiailnin. Una cornisiori nombrada a prop6sito de estns asesinatos, lo habian declariido friera de la lei, i su segnridtrd estaha en- t6nces vincnlada a1 crimeu i a la continnacion de esa abomi- nable carrertt de asesinatos. A3.f fu8 que se hizo baudido Antes de haber Ilegado a 10s 20 aiiios. Era de notoripdad jeneral en 1861 que una partida de sal- teadorea devastabti a todo el pais, i ine eu jcfe no era otro que Joaq iiin. Las caravanas eran sorprendidas en 10s caminos i obliga- das a detenerhe i a elitregar lo que traian. Los que viajaban solos en esas rzjiones abandonadas i sal- vaje, eran violentamente arrancailos de SUR sillas por medio del lazo, i mnertos arrastrados p las piedras qne bordabari op el cami!!o. LOQ caballo.; eran robados en 10s misrnos ranchos, a1 mismo tiempo qne todas las partidas del Esthdo se veiaii hechas presas de tin pillaje qne no perdonaba nada. La intelijencia snperior i la instruceion de Joaqnin le habia adquirido de todo punto el respeto de sus demas camaradaq.
  • 21. - - ?.1__ - 21 - El hixo nu llamrtmiento a ese perjuicio innato contra 10. Yankees, que ia9 desastroz-ts consehaencias de la guerra de Jl6jtco no habian hecho mas que coilfirmar en el ehpiritu d6 10s mejicanos, i logr6 en I~OC'O fiempo reurtir en torno suyc una banda poderosa de mejicanos i de chilenos, que :odiabac tarnbien a 10s Yankees pnr la cnndncta qne ob*ervaban coi: ellos, valikndose de si1 nbmern, en California. Erta bantia aumeutaba cada dia, atrayendo jente coli las inauditas ham- cas que coiieumala. Entre 10s que se juntarm coli 61, era ncttLble un j6vei: llamado Rririaldo F6lis, hermailo de la mujer de Joaquin; lo mismo que este 6ltimo, ardia en deseos de vcitger el ahesina- to de su hermans en la sangre odiosa de 10s americatius. E! jefe le hizo snbteniente, i se hizo notar mas de una vez a Id cabez-i de m a compaiiia, a1 lado d e Jtiait Tresdodoe otro bandido que se h;tbia alistado bajo el estnndarte de Joaquiri por amnr a la sarigre. Fnria disfrazada d e hombre, e& Juan era couocido en Ch le con el nombre de Manuel Garcia. ICn iina escarornuza dirijidn contra una pertida de americano': a1 comenzar la9 aventnra.; de California, le habian c u r t d o dos dedw: h6 ayui el orijen del sobrenombre con que se le conocia en t i d o el pais del oro. E[ fid el que, en compaiiia de otro. sorprcndi6 en 184s a do8 nmericmos en el camiuo entre Sonora i Bodega 10s despnj6 de R U S vestidoe, i cuando estuvieron desriudos, 10s tortnr6 hast8 que exhalaron el alum. lleiiaudolos de puiinla- dag, cortaodolee la lengna, arrmcaridoles 10s ojoq. arrqj8ndo- lo*, por f l r i , en medio de Ins llamas. eu doude se consiimieroii sus cerues piilpitantee. Citaremos ann entre ios satklites de Joaqnin. a Pedro Gw- ztClez, Luis Carrrra, Juan Cnrdozo i Joaquin 'alenzuels, to- dos salientes i aetutos, dnros para la fattga i ardieiites PC 1s venganza. GonzBlez, cnya priucipal cunlidad era ser periio en materia de caballos, pueeto que en Chile habia sido primer0 aman- sador de una de las haciendas vecinas n In capita!, es- taba eucargado de tener siempre provista de caballos fres- cos a la compafifa. Ademas, desempeiiaba el papel de espfa. i a c u a l p i e r parGe que se trasladara la partida, 61 le Fro-
  • 22. - 22 - porcionaba datos exactos sobre la situacion del pais i de SUB alrededores. E n cuanto a Valenznela, era hermano de aquel que habian colgado el mismo dia que azotaron a Joaquin, i hsbia servi- do mucho tiempo con Querra en su patria, en el eikrcito del Sur, destinado a tener a raya a 10s indios arancanos. La tropa de Joaquin no se componia ent6nces de m h o s de 45 hombres, i le llegaban a cada instante nuevns compa- iirros de la Baja California, de la Sonora i aun del mismo San Francisco. A la cabeza de esta poderosa reunion de jentes arrqjadas, Joaqnin, en el curso del aiio 51, desvast6 e1 Estado sin que las numerosas personas con las yne tenia buenas relaciones, puliiesen dudar, vihdolo tan frecuentemente en BUS pueblos, que este hombre tnviese parte algnna e n 10s asnntos Ban- grientos que no cesaban de annnciarse i que ilenaban de te- rror a todo el pais. Permanecia muchas veces semanas enteras en el mismo punto, ocupandn su tiempo en jugar i sin que nadie pudiera sn poner ni soipechar sn carhcter verdadero. Durante el verano de 1851, mientras fiabitaba un punto retirado del pueblo de San Jo?& fue' detenido una noche por haberse mezclado en una pendencia nocturna en medio de UQ fandango. El majistrsdo delante del cual fu6 condncido lo conden6 a doce pesos de multa. Cuando se le dej6 en libertad, snplic6 a1 Sheriff Clark, que estaba encargado cie la vijilancia, que lo acompaiiase haGta sn casa, en donde le daria el precio de la multa i algn- na cosa mas por la molestia que se tomaba en segnirlo. Marcharon juctos, converpandn alegremente en el camioo; despues, habiendo llegado a1 borde de un barranco, uac6 Joa- quin de repente un p u h l , declar6 a Clark que no lo habia llevado ahi sino para matarlo, qna era el gran asesino de :a California, i Antes que el otro pndiera sacar su rev6lvers. le sepnlt6 sn lhmina de acero en el corazon. Mr. Clark se habia hechv odioso a toda la partida por la vijilancia severa que ejercia sobre la condncta de sus miem- bros; mnchas veces habia tratado de detener a algnno de
  • 23. - 23 - ellos, i su jete se aprovechaba ahom de I? ocasion de deeem- barazarse de 61. Algunos mews mas tarde, Joaquin E estableci6 cerca de e una reunion de tiendas i de bnrrancag. conocida con e1 nom- brr del campo de 10s Sonorienses i colocada a tres o cuatro millas de ,1arysville. En poco tiempo no se hablaba-en todo el pais mas que de asesinatos ten ditibdiicos como frecnentes. Del 7 a1 12 de Xoviembre de 1851 no hnbo en nn pais que ap4nas tiene 12 millas de estension, menos de once personas aeesinadas por esta tropa Alganos ciudadanos de Marysville se conmovieron; se or- ganizd inmediatamente una compaiifa para perseguir i entre- gar a la justkia a 10s antores de tanta efusion de sangre. Despues de unos cuantos dias de investigacion, se encon- traron Run, a poca distancia de Houmt-Grech, seis caddveres i todos tenian seiiales de haber sido t,horcados por msdio del Inzo. Habiendo recorrido todo el condado de Yubauin ein en- contrar rastros de 10s aseainos, la pequefia compadia entrd a Jlarysviile i se licenci6 a si misma, no sin lrtmentar de que au C H Z ~hubiese resaltado infructnosa. AI dia siguiente se sup0 que muchos individuos habian sido muertox i despojados cerca de VidewelLs Bar, i la cons- ternacion st, hizo jeneral. El temor estaba en todos 10s corazones i nadie se atrevia a vittjar en 10s grandes caminos. Por 6ltimo, las sospechas se dirijian sobre el campo de 10s Sonorienses. esclusivamente formados por chilenos i mejica- nos, en dond-, habia uti gran nfimero i porcion de caballos de precio, magnificos trajes, numerosas alhajjss i or0 en abun- dancia, sin que por eso ee viera trabajar mucho a SUB habi- tantes. El Sheriff de Yuba, JIr. Bachanan, se pus0 en camino mLa noche, a la Inz de una clarisima lnna en compefiia de 'i'ke Bumen, a fin de reconocer la piaza i arrestar a trea hombres sospectasos, qne se sabia salian a rondar por 10s alrededores. E n el momento en que pasaban por una palizada, cuatro hombres, hablando espafiol, 10s atacaron por d e t r b , i el
  • 24. Sheriff fn8 herido grayemente por una bala de rer61~ers que le atraves6 el cnerpo. Lus aqresores se retiraron inmediatamente, i Bnchanhn fne cotiducido a Jiarybville por sn compafiero; esturo rilgun tiempo en mncho peligro, i acab6 por restablecerse completa- mente, Despnes de este acontecimiento, 10s bandidos prolongwon lo mdnos posible su permanencia en la vecindad de Ilarys- ville. Se retiraron a1 lado occidental del monte Sharta i se en- Cerrttron durante muchos meses en su firme i salvaje altitud, no deycendiendo a IRS ciudadea siuo en raras ocasiones i so- hmente pap" numentar sus provisioties de caballos. En esa rejion aislada, por donde no pasaban mas que pocos mitierox, se encontraron solo unos cuantos esqneletos biancoi que pertenecerian, sin duda. a algunos seres huma- nos. Los uno8 no llevaban traza de la especie de muerte qne habian recihido; per0 las osamentas de 10s otros, perforadas d e parte a parte, dejaban adirinsr perfectamente cnha secreta i repentina habia sido la obra de las balas del rev& vers. E:i lw primeros dias de primavera del aiio 52, Jnaquini siis partidsri descendieron l e $u': montitfias. arrennclo 3 3 ca- ~ Sitllos robmioi diirante el -invierno. Los cundujeron, no pn- drerdo riajnr ~ H que de noche, a1 traves de 1% parts meri- S diolix, del Estado. a la proviicia de Sonora. De vurltn. a[ cabo de unas pocas semanss, esteblecieron el cuartel jeiieral en nn magtiifico pais, lleno de ricos pastos i conwido con el uombre de Arroyo Cantowa; era un vslle de siete u octio millas cnadrada9, bien regado i defendido todo alrededor por una cadena de montadas, que no tenia otra entrada que un evtrecho pasaje, en donde la mas pequefia tro- m podia detener fuerzss colosales. E-ttt campiEa fdrtil i rica est& situada entre 10s distritos
  • 25. - 25 - de Tejon i de Pacheco, a1 Este de la grau cadenrt i a1 Oesk del l ~ a o Fnlare. Eriteramente ncuitz detras c!e esas rudas de D montanas, forma tin retiro tanto' mas seguro CUT-'l u o mas cl distarite est6 de todo l u g x habitado. Alli abundan el mn, e: antilope, el bisoute, todo jPnero de are# i una mulcitud de- animtiles de especies mas peqneiias, destinatlok tocioe % servir de aliment0 a1 hombre. Bdjo este aspectn, el cuaitel jeneral no podia corresponder mejor a1 objeto qne habia moticado la elec cion. Alli fii6, bajo el mRgnifico follaje de iin grnpo de enciuaf siempre verdzs, donde f i ~ 6 jefe s n residencia. el Mas de una vez, en medio del dia, se le vi6 arrojado sobre la grama, de qne la natnlaleza habia adornado aqiiel nue'vo e d h ; IL su ltido estnba recliuada una bella i dulce mnjer. que habia conquistado en su ultima visita a Sonora. Clarina. este era el nombre de la encaritadora criatnra, era hijsde debastian Balero, graiide de Espafia, que despueq de haberse empobrecido por s n excesiva I~rdigaltdwd. se habia retirtldo a JlPjico con el mddico resto de su fortnna i hahitx comprado un peqneiio espacio de terreno cerca del ranchc qne habitaba Joaquin.- La primera vez que estc Gltimo N encontr6 en presencia e de Clarina, ztunqne ells no contbba mas qne cdtorce afios i el 39, ella no pudu m h o s de admirm las formas graciosos i la encantadora figura del j&en, miCntras qne el viror con qne manejttba el eurcel quo montaba en sus escur,iones d o la ma- fiana, i su espresion franca i vtironil la entnsia~rnahari, de snerte qne catla vez qne el se volvirt hacia ella. ella dejaba caer sobre 61 una de esas miradas de amur p r o , de relijiosa adoracion. Per0 10s grandes ojos nepos de Joaqiiin no re$- pondian mas qne con una mirada de iudiferencia i un tanto burloria. El tirite vivo de sus mejillas teuian nu orljen mu- cho menos romariesco que la cfitis rosada que aniruaba la fignra de la j6ven. El cortizon de la tierna n i b hahia latidr r n H R de una vaz mieutras leia la historia de esow gAlantes ea- balleros de 10s antignos tiernpos; i su excelente aya no habia hecho mas que alentar esta inclioacion a la poesis, hacidndola aprender de memoria algunas de las baladas i de las l e y e n h favoritas de la vieja Espa&a,est8 entre otrrts:
  • 26. - 26 - Las cnerdas recorriendo del bandolin vibrante, De j6bilo radiante se acerca el trorador Cantando: ahli sefiora, de Palestina vuelvo I veDgo a vuestras plantas a deponer mi amor.) I esta otra: ERpiando 10s caballeros Est$ la iiifia jentil, Por saber que dicen de ella - Los que conversan alli. Cuando ella asistia todas las mafianas a la partida de Joa- quin i de sus jbvenes camaradas, nada era mas sericillo para Clarina que irnajinlirse que era una tropa de caballeros que partia para la guerra; pero a la vuelta, a pesar del aspect0 de 10s caballos, que caracoleaban i -se rncabritaban lo mas boni- tamente del muodo, le habria sido imposible decir qne victo- rias traia i qrie despojos au caballero favorito. Ent6nces EU corazon se dejsba invadir por el pesar i la malancolia; HUS la- grimqs, semejantes a 16s perlss, venian a oscnrecer por algu- nos instantes el brillo diamantino de SUB bellos ojos, hasta que se cleslizaban por sus largas, sedosas i espesas pestaflas, i entdnces las rosas que csian de su mano se abrictn i recojian el llanto de sus pies, como gotas de rocio caidas del cielo. Algan tiempo despues; cnando Joaquin diRpuso delar el lngar de su descanso, cuando di6 sus adioses a todos sus pa- rientes i amigos, Clarina. con el corazon entristecido por el pesar, pus0 en el dedo del j6ven un peqnefio anillo de oro, i se retirb precipitadamente a su cuarto para buscar consuelo en las ldgrimas i en la oracion. N o hai nada de imposible, pensaba ella; bien pnede ser que este anillo tenga algun poder desconocido i pneda ser- Firle estraordinarinmente en la hora del peligro! Joaquin dej6 escapzlr una sonriea ir6nica; per0 desde en- t6nces jam& solt6 el pretendido talisman, hasta la hora fa- tal que precedi6 a su muerte. Una sola vez dej6 de colccarlo en su dedo; ese fuC el dia en que se vi6 t a n ignominiosamente azotado en el campo de llurpheye.
  • 27. El anillo se habira quedado olvidado en el cnarto de Joa- quin, en medio de nnas alhajas encerradas en una cartera, Desde ent6nces Joaqnin, obedecipdo, a pesar snyo, a una idea superticiosa, no pudo dtjar de creer que la peqneiia alhaja tenia, en efecto, el poder de preservarle de 10s peligros qce le amenazaban. Quando el j6ven volvib a1 pais, Cfarina observ6 que el ta- lisman estaba siempre en su dedo. Ella no vacil6 desde en- t6nces en creerse amada por Joaquin, i poco tiempo despues ella le confes6 el estado de BU ccirazon. Durante su perma- nencia en California, Joaqnin habia tenido a1 corriente a la rnadre de su mujer de todo lo qne le habia pasado. Clarina sabia. pues, qne su mujer habia muerto. i que el mismo se habia hecho nn celebre bandido. A pesar de 10s in- formes que no cesaban de estigmatizar sn criminal carrera, C'arina lo amaba aun con toda esa ternura apdcionada que es el secret0 de lap j6venes mrjicaues. Joaquin se content6 con admirar desde luepo esa encanta- dora iuocencia con qne la tierna niiia se et.forzabs en probarle su afecto; pero, poco a poco, cedl6 a la iuflnencia rn&jica de sus beilox n , j m Por fin, se arroj6 a 10s pies de Claririri 151 mis- mn, i lleg6 hasta jursrle qoe ku primer amor no habia sido otra costtque una fantasia de la jnventud, i que por la pri- mera vez se sentia fascinado por el encanto de una pasion tan pura como violenta. Asi fuC cnmo se vi6 de nnevo en posesion de una amiga fiel; asf es que cuando 10s dos j6veIjes se reclinaron fiobre ia grama, a la sombra de las encinas del Arroyo Cantows. Fa se habia. olvidado el nombre de la pobre Carmela, i la ternnra, la fidelidad i abnegacion de aquella mhrtir habiau sido des- terradas de la memoria de aqnel j6ven jefe. Despnes de algnnas semanas pasadas en el cuartel jeneral, dividib su tropa, qne se componia de 78 hombres. en varias compaiiias, cuyo mando dib a Talenznela, a Lais Guerra i a Joan Tresdedos; despnes 10s envi6 o diferentes puntos, con &den de emplear 6nicameute so tiempo en robar caballos i mulas, siendo EU intento poner pronto en ejecncion un plan que esijfa de mil qninientos a dos mil caballos. El mismo se pnso en camino en otra direccion, aeompaiia- do de Reinaldo Felix, Jnan Cardozo i Pedro Gonzalez.
  • 28. - 28 - Tres mnjeres chilenas, de aquellas amazonas atrevidas de que se cuentau numerosas historia4 i hazbnss, todas ellas de is estota de la sarjento Candelaria que acompaii6 a1 djQrcito espedicionario de Chile en el PerA, seguian dihfrazadas de hombres i bieu armadas, a aquella pequefiitt tropa; primer0 iiabian sido qneridss de Joaquin, i d e s p e s mujeres de Gon- zaiez i de FClix. Todas modtaban admirablemente, per0 na- die. a no ser el jrfe, sabia la direccion en que marchaban. Llegtidos a 31t)ckelumen Hill, en el condado de Calaveras, ?e mezclaron con 10s me,jicanos que habitaban en ese pueblo i que totlos eran BUS amigos, i cnando visitaban 10s salones dejuego i recorrian las calles del pneblo; era imposible no tomarlos por mejicanos honrados, residentes en la rnisma oiadad. Era el mrs de Abril de 1852. llas mnjeres hnbian vuelto a tornar el tra,je de sn sexo, i tccto el murldo admiraba sn actitud rnodesta i su prudencia. Eri cuanto lo.: hombres, partian de tiernpo en tiempo, mon%IdCJsRobre G U S magnifico8 corceles, i recorrian nn espa- eio de miichw millas antes de venir clandeatinamente a1 lo- qar de PII retiro, en donde 10s esperaban siis Beles comprtiie- i-os. Joaqiiin tenia todo el eeterior de un elegtinte i feliz ja- Tador, con cugo papel, en sus escursiones nocturnas, se per- mitia sostener utm conrersacion con cnalquicr persona con toda seguridad. Duriute rste tiempo, fas otras partidas seguian con ardor en sns direcciones respectivas en cumplimie-#tod e sn mision, i Joaquin snbia por 10.c diarios que la mayor parte de 10s ran- chos de la Brt-jja California habian sido casi c7mpletamente despjados por Ins ladrones de cttballos; 10s papeles ptiblicos no ceeaban de pedir, con este motivo el mayor castigo para !os mai hechores. En 10s diversos asesinatos o robos en que habia tomado parte personalmente, habia aparecido siempre bajo dietintos didraces; asi es qiie nnncR era mas deaconocido qne cuando se mostraha bajo sn verdadera fisonomia; i de hecho, nn hom- Sre q:ie lo hubiera encontrado en e1 camino real, no hubiera yodido conocerlo en medio de la ciadad. Frecuentemente le acontecia mezclarse en un qrupo guar- ,dttndo el inc6,onito. i escuchar conversaciones mui animadas gn que es trataba de 41; rei%ent6nces en BUS barbas oyendo
  • 29. - 29 - las suposiciones que se haciau de su +la,. de su manera de obrar i de sus iotenciones. Despnes de haber estado escondidp todo el tiempo que qui- 10 en I?lokelnmen Hill, se prepar6 a partir. Era el primer0 de Mayo: a media noche, ensillados 10s caballos, vestidas las mnjeres con s n s trajes de hombres, tQdas IRS cows en estado para su viaje, Jortqnin recorri6 las cal1e.s; por Tisitar, como era su costumbre, las casas de juego o tabernas, dos especies de eatablecirnientos qve ocupaban el primer rango en las cin- dades, pueblos ialdeas de la California. Estaba arrimado a una mesa de monte, en dmde tenia des- cuidaditmente derramada una pequriia canticiad de plata. a fin de matar el tiempo, cuando de repeiite toda sn atencion se lrvant6 de lrts cartas i fud atraida h$cia otro lado: acababa de oir pronnnciar distintamente ru iiombre, precisamente a1 frente del punto don& estaba sentado. Su mirada se detnoo sobre cnatro o cinco americanos que se ocupabitn acdoradamente, itunque en voz baja, de su per- sona. UI!O ellos, un mozcl grande i robnsto que llevaba uu pu- de iia1 i rev6lvers en su cintura, declar6 qne la lirtica cosa que desetlba en el rnundo era encontrarse fre ite a fi ente cou Joa- quin i qne, llegado el cltso, lo mataria con la misma pronti- tud que si *e trtttaue de una serpiente. Concl yendo estas palabras, el audaz bnndido se laiiz6 so- bre la mesa del monte, i a la vista de todog IOH concarrentes, sac6 de su cintura sn rev6lrers de seis tiros, i con el pecho desnnrlo, sin mas defensa que el brazo doblado como escudo, dirijici ebtas Palabras a la turba: -Yo soi Joaquin, si alguno de rosotros me qniere matar, tie aqui el momento. Os desafio a que me dispareis: El rnosimiento del j6ren jefe habia sido tan inesperdo, que todo el mundo fie ca116. Aprovechtiridoae de la consternacion i de la confusion je- nerd, recoji6 de un golpe de mano 10s pliegues de 8u manta, sali6 con In rapidez del ray0 i salt6 sobre sn csbttllo. Epe mornento de interralo habia bastado para qne 10sju- pndores recobrasen el valor, i se r i d a Joaquin saludado en su fuga p r nn hien nGmero de tiros de revdvers; per0 tuvo la buena rentrira de escapar sin una sola herida. i la finica
  • 30. - 30 - contestacion que recibieron sus enemigos, en cambio de su p6lvora perdida, fn8 nn g r i b de desaffo, hondo i prolougado qne se abri6 paso entre el sileucio de la noche como el eco de un trueno. v El capitan HwrS Love Ilegado a1 lngar de la reunion, a Arroyo Cantoma, Joa- qnin encontrd de tres a cuatrocientos caballos reunidos para sn partida: sus terrientes esteban acampados allf tambien aguardaban nuevas 6rdenes. El jefe envi6 nna partida con la comisioq de cotlducir Ius animales a la Souora, para mas se- gnridad; a l misrno tiempo hizo remitir a uno de sus afiliadoe secretos en aquella tierra la s u m a de 5.000 dolltlrs. H6cict e fiu del rues de Mayo, el tddio se apoder6 de 81; la ! inercia le roia. Volvi6 a seguir sns campanas en 10s caminos reale~, siempre acom,xaiizido de Gonzalez, FPlix i Cardozo, i de treq miijeres jdvenes qne rumtadas sobre msgufficos ca- ballos. furmhban el mils bello trio de caballeros qne hubierR jam& imajiuado el cerebro de m a dama. Durante 10s diez primeros dias solo encontraron pobres via- jeros que iban a pi8 a las mintis; la bolsa de Joaquin estaba en mttido tan precario, que resoivi6 echarse sobre el primer viajero qne le pareciera proristo de plata. i ese instante, nu j6ven llamado Allen Rundell aparecid h conduciendo nn convoi de provisiones. Joaqnin dej6 R sus nmigos atras, se fu8 a1 galope en direc- cion a Rnndell i lleg6 h a s t a el supliciindole qne le prestara lo q:ie pudiese llevar en plata consigo. Erigaiiado, sin dud&,por la figura j6ven de sn interlocntor. el arriero Grey5 tener que haberaelas con un ladron de cami- nos que practicaba su oficio con toda amabilidad; le respon- di6 con una sonriva burlona e hizo tomar a 10s cahallos UIII paeo mxs rhpido. Joaquin march6 sobre 81, sacando solamente ent6nces sn revdvers, i le mand6 con un tono brutal que se detnviese. Rnndell comenz6 a temblar i a obedecer. --Con todo, le dijo Joaqnin con una voz un poco man dul ce, amigo, mi unico deseo es qne nsted me preste su plata,
  • 31. - 31 - porque, annque soi nn ladron, no me gusta privar de sns ga- nancias a un trabajador emprendedor, i corn0 que me llamo Joaquin, le devolverd todo lo qne me preste. . Raddell, en vez de responderle, hizo un movimiento re- petrtino para sacar su revdvers. Joaqnin lo detnvo. -Veamos, le dijo, no hagas locnras! Yo no me encuentro frecnentemente sin plats, i puedes contar sobre mi promesa. No tengo ningno empefio en matitrte; pero si sacas t u arma, me sere en Itl obligacion de hacerlo. Ruddell no hizo caso del aviso; pero sea por efecto del te- mor, sea que el rev6lvers estuviera, enredado en el forro, no pndo armarse inmediatamente. En este momento, Reinaldo FBlix lleg6 a galope a fin d e advertir a R U jefe que se apurase, pnes venian dos jinetes bien montados en aqnella direccion. Joaquin repnso el rev6lvers a la cintora, lanzando a1 mis- mo tiernpo un jwamento, i sacsndo despues un gran pn- iial, lo hundi6 en el pecho del arriero, arrancslndole de su eilta. Este hombre tenia en su bolsillo 400 pesos. Joaqnin dej6 tendido el cadaver, se volvi6 a sns compase- ros i signi6 la marcha. Apdnas hsbian pasado veinte minutos, cuando se presenta- ron 10s dos jinetes de que Antes he hablado. --Ahora, di-jo Joaquin, vamos a ver lo que esos gallardos tienen en R U bulaill~,i esta vez no se burlarsln de mf. Una lijera espoleada hizo salir el caballo a1 frentti de la tropa. Con el rev6lvers apuntando hacia 10s recien lleg~dos el j6veti caudillo les mand6 pararse. Los caballos, detenidos violeiitamente, se encabritaron i uno de 10s jinetes esclam6 ridndose: --Hob, Joaquin, &conque no me conoces? GHas olvidado a, Bill Miller? -Es cierto, dijo Joaquin con nns sonrisa; ahora me acuer- do. KO podias andar mejor montado: --iOh, si, bastante bien! P a ves que he elejido estos ani- males en el valle del Sacramento. Por ahora, 70 voi tras nna espedicion de ganado a aqnel bello pais; estoi casi en seco i necesito dinero lo mas pronto posible.
  • 32. --4 - 32 - --iC:ierto, Bill? Pues bien! tli eres americano, p r o te has conducido Biempre como amigo; si un centenar de pesos te pueden serrir; ah5 tienes el dinero, es tnyo. --rJracias dijn Bill, tomnndo Ia snma; h4 aqui una verda- dera fortnria! Ahora te dtjo, buena suarte, hasta otrlt vez. --Adios, amigo, dijo Joaquin, i bnena suerte a ti tnmbienr Loe dos grnpos se &jaron cada uno por bn lado. A1 mismo tiernpo que exto tenia lugar, un capitan Harry Love tuvo Irt idea de urganizar, por SI miamo i bajo su res- ponsabibilidad personal, una peqneiia banda, encargada de dar c 12% a1 atrevido sxlteador. Desde su juveiitrld el cxpitan Love habia Reguido el oficin de esplorador o cnlonn; eu esistencia se hsbin consiterado a desafiar !as fatigns i 10s peligros. Habia preabdo grandes ser- vicios dnrante ia guerra de Sfijico, llevando tlespachos entre 10s dirersos c n e r p s militares, i est0 a traves de Ins puntos mas motltafiosos i mas peligrosos del pais enemipo. Utla Fan- gre fria a toda prueba en la3 horas del peligro, una habilidad especial en el n s o del puaal, del revdveru i del rifle. hacian de 61 el hombre mas apropiado para medirse con un adver- sari0 como J<vnqnin. Despnes drl aqewinato de Allen RnddeI1, el capitan Harrp Lore ee lanz6 tras las huellas del brtndido, i le c.igni6 hasta el rancho de Sari Ltlis de Gonzaga, que sabia era el refujio ordinario de su tropa. Lleg6 alii de noche, e informadn por on espiit snyo de que aquel aqnien bascaba ee encontraba a1 otro estremo del ran- cho. se diriji6 d lugar, a la cabeza de sus hombres. Antes de llegar a la puerta, u n a mnjer que habitaba la tienda vecina d16 In alarms, i mas r&pido que la palabra. Joaquin, Felix, GonzBlez i Cardozo, cortaron la tela de sns tiendas por la parte inferior i se escaparon merced a la os- curidad. Cnando Harry Love entr6, se encontr6 en presencia de cua- tro o ciuco mujereF, de las cuales tres eran las queridas de. 10s sslteadorex. Esto lo ignoraba el capitan, pues apoderitn- dose de ellas, 10s habia obligado a volver. . Harry Love, llamndo por otras atenciones, no creyd pru- dente seguir mae adelante la cam, i otrs vez mas 10s bandi- dos ee escaparon.
  • 33. -- 33 -- Despues de haberse abierto un pasaje a fraves de sn tien- da, Qstos se habian dirijido en linea recta hdcia el lugar de- nomidado Orris Timbers, a ocho millas mas o m h o s del rancho; allf robaron como treinta ricos 'caballos, IlevBndolos a ]as montafias vecinas. La noche siguiente, volvieron ellos donde sus compafieras; dstas tomaron apresnradamente su, traje de hombre i Be lan- zaron a galope a 10s montes; hicieron alto en la montafia, despues toda la banda se diriji6 por 10s IIanos de Tulare a 10s Anjeles, arreando 10s animales robados. 8 1 llegar 81 pais de 10s indios tejones, acamparon a la ribera de un pequefio arroyo, que dista como cinco millas de la tolderia principsl. Todo parecis indicar que nada habia que temcr de parta de estos iiidios iuofensivos. Determinaroa asi poner de nn lado llts armas, reposar i divertirse durante algunos dias. Sin embargo. nn indio se pus0 a rondar pnr el campsmen- to del caudillo chileno, observd sa elegante equipaje, SUB jo- y ~ ,10s caballos precioeos que pastaban en la vecindad. i co- , rrio a la capital a dar parte al viejo cacique Sapatara de 10 que habia descnbierto. - Escitado por la codicia, este filtimo vi6 en ello nn favor del Gran Espiritn, que enviaba tantas riquezns a su territo- rio para beneficio de su tribu, i determiud apoderaree de ellas. Una tarde en que lfnrieta, Gonzlllez i F6lis, distantes de creerse en peligro, reposaban tranquilamente R la snmbra de las encinas con sus amadas mejicrtnae, i miCotras que Cardo- 20, miiellemente recostado sobre la yerba, vijiiaba e n t r e ojos a 10s caballos que pastaban alrededor, ee vieron de repente acometidos i abrnmtldos por nn nGmero formidable de indioa quienes lo ataron con correas de cnero. Los inctios estaban encantndos del rQpido t5xito de R U em- presa; pues si realmente B hubieran encontrado con le me- e nor repistencia, si hnbiexm visto Facar u n so10 pnfia! o red!- vers, habrian haido de alli con la rapidez del ciervo. Condncidoe a la capital de la tribu, 10s prisioneros fueron deqojados de SRR alhajas i de sns vestidos, i solo se les per- mitid, para cubrir su modestia: e! tomar algunos trnpos es- parcidos por el suelo. J MURIETA . 2
  • 34. ' 1 - 34 - Dejaron en manos de sns ladrones 4,O?O pesos or0 i mas e 2,000 pesos en alhajas, sin contsr todavia el peligro que c ! cwrian, a cada instante, de ser asesinadns. Ocho largos dias 10s tuvo prisioneros el viejo cacique, ma- chacandose la cnbeza para descubrir sobre si 10s haria fusi- lar, ahorcar, ahogar o quemar; a1 fin, creyendo qne cstaban bastante castigados por la temeridad de haber entrado en su territorio, el viejo Sapatara les diriji6 un largodiscurso, Robre la enormidad i n6mero de crimenes que debian haber cometi- do para poseer una cantidad tan grande de or0 i de alhajas,i en segoida 10s hizo evcoltar a 10s limites de sns ektados por un destacamento de indios armados de 10s puBales i rev6lvers robados a 10s chilenos, 10s cuales hubieron de retirarse como veucidos. V1 Nnerte del bandido Gonzilez Joaquin soportd sn cautividad con la mas perfecta resig- nation. X o habia podido mdnos de reirse de su ridicula PO- sicion, i se asombraba de que 10s indios tejones, tan poco ra- lientes por caturaleza, hubieseu tenido el coraje snficiente pnra llertlr a cabo una victoria tan mda. De4pues de dos dias de camino, Irt peqneiia tropa lleg6 a la entrada del paso del Tejon, situado a Jgunas millas del ran- cho de San Francisco; alli tnvieron la felicidad de encontrar a uno de 10s SUJ-os, llamado Mountain Jim, quien, despuss de la narracioo que le hicieron ellos de su aventura, volvi6 in- mediatamente a1 rancho, i trajo t d o s 10s vestidos que nece- sitaban. i tambien les proporcion6 tres caballos. Uno de estos, magnifico animal completamente negro, con riendas i cabe- zadas espl&didas, bordadas de bruaida plata, fu6 presentado a1 jefe con nn rer6Iveru de Colt i un puiial. Joaquin, fujitivo i sin defensa, se encontr6 asi en poco tiem- po vestido, calzado con faertes botas granaderas i bien arma- do; en una palabra, se encontr6 trasformado en poderoso i elegante bandido, merced a 10s recursos de aqnella sociedad, formads, i dirijida por sn jenio organizador.
  • 35. - 35 - Una vez todo arreglado, Joaquin, FClix i GonzAlez monta- ron a caballo, tomaron a !a pupa. a sns queridas i se lanza- ron a1 gslope en direccion a San Gabriel. Cardozo s e p i a a pi&. Llegaron alli a una hora mai avanaada de la noche. HabiBndose dirijido al lngitr de sus reuniones ordinarias, es decir, a una casa aislada. 10s bandidos se encontrnron re- pentinamente con Gnerra, Valenzuela i eus partidae. Vueltos de la Sonora h t e s de lo qiie esperaban, i no ha- biendo encontrado a sn jefe en Arroyo Cantoma, tktns habian preferido lanzarse a una espedicion de salteos Antes que que- dame sumidos en la inaction. Ta lievaban cometidas muchas depredaciones por 10s al- rededores de San Gabriel; pero se habian visto perseguidos por el jeneral Bean, que hacia todos 10s esfuerzos posihles por tomarlos, i en muchas ocasiones se habian risto obligados a buscar su *alvacion en la fuga. - Es menester que ese hombre perezca, dijo Joaqnin. Se nos ha hecho peligroso, i tenemos que desembarazarnos de ti’! Antes de abandonar el campn. Una aprobacion unhnime acojid estas palabras. Despue8 recay6 la conversacion sobre el viaje por la Sono- ra. Los bandidos comunicaron a su jefe que 10s caballos habian sido puestoq en seguridad 0n el rancho indicado por 81. La partida se encontraba abundantemente provista de municiones de boca, de mantas, de licores i cigsrros, i por cocsigaiente resolvi6 pasarse en el campamento dos o tres se- manas. Durante este tiempo, Gonzdlez i Cardozo habian sido en- viados por su jefe, en cornision privada, a1 rancho de San Bnenaventura. Ya se sabe que alli se refujiaba Joaquin cnan- do lo juzgaba necewrio. Algunos dim despaes, el capitan Harry Love, qne ent6n- ces era diputado Sheriff del condado de 10s Anjeles, a1 cnal conocia perronalmente Gonzdlez, divis6 a 4ste con Cardozo en 10s limites de San Bnenaventura, e inmediatamente resol- vi6 hacer lo posible por prenderlos i entregarlos a la jus- ticia. Dtspues de ha.berlos asechedo con paciencia, 10s vi6 entrar
  • 36. - 36 - en un peqneiio bodegon, situado en un camino atravesado que desemboca en la montada. El capitan se ocultG tras de un pefiasco, i esper6 qne rol- viesen a aparecer. T'einte minntos habian trascurrido, cuando Harrj-, hallan- . do un poco larga la permanencia de 10s bandidos, salib d e su escondite i SL'diriji6 a la choza. En el momento en qne se dirijia hdcia ella, ~ a l i 6Cardozo, pero soio, i se diriji6 h6cia la montafia. Harry Love R lanzn sobre 81. e Pero el atrevido salteador se escurri6 de sus manos i tom6 las de Villsdiego con la veiocidad de n n gamo, Dos batas lo siguieron; la una le roz6 el crBneo l$eramente i la otrn pulveriz6 el estremo de una roca tras de la cual de- saparecid el bandido. E l capitau, que no deseaba sobre todo la captnra de Car- dozo, diriji6 ent6nces toda su atencion hacia GonzLlez, a qaien tenia por un bellaco consumado. AI entrar a1 bodegon ernpufiatido el revblvers i temiendo una furiosa i ssngrientta resistencia, se asombr6 de hallar a1 bandido completamente Bbrio, lo que le permiti6 desarmarlo con euma facilidad. Media hora despnes, Ambos caracoleaban en cornpailia por el camino que condncz a la crtbecera del coudado de 10s Anjeles. Cardozo 10s vi6 desde 1djo3. Inmediatamente ocurri6 a no- tificar a su jefe aquel arresto. Este, acompaiiado de AIountain Jim i de la partida de Valenzuela. march6 a todit prisa con la intencion de rodear a Love i de salvar a sn bravo compaiiero. Corriendo toda I noche, solo a1 venir el dia divisaron a1 s prisionero i a su cuitodia. GonzBlez felicit6 el socorro que Ilegaba, ajitando su pa- iinelo en el aire. Love, por su parte, comprendi6 el peligro inminente que habia para 81 en viajar solo con tan riesgoso companero; asi e8 que coando vi6 que lhmabs por medio de seBales, apunM sn revblvers i sepnlt6 una bala en el corazon del preso. Vna mirada que di6 haciia atras le permiti6 ver, entre nn torbellino de polvo, a unp. partida de jinetes que llegaba con la rapidez del viento: 41 c l a d las eppnelas a eu caballo i se alej6 a media riends.
  • 37. - 37 - Algunos minutos despues, 10s bandidos &e detenian en el punto en que habia caido Gonziilez; a l a vista del cadfLver del compafiero, un grito nnBnime de rabia i de veuganza atron6 ios aires. Nada qnedaba que hacer; se abandon6 el cnerpo, i se vol- rieron a Ssn Gabriel, en donde Joaqoin sup0 que Juan Tres- dedos i su destacatnento se hausban en 10s Anjeles, i sup0 tambien que el capitan Wilson, diputado Sheriff'del condado 4 e Santa Bhrbara, habian visitado a Ssn Gabriel, la vispera por la tarde, con. el obdeto de investigdr el paradero del jefe supremo de 10s bandidos, que habia jurado capturar mnerto o vivo. Necesitando verse con Juan Tresdedos, Joaqnin llev6 con- sigo dos hombres de 10s mas firmes de su partida i baj6 a 10s Anjeles, en donde encontr6 B su teniente. Est8 le comnni- 46 que habia incendiado a diez millas de San Gabziel, una easa cuyos habitantes todos fueron asesinados, uno tras otro, e n el momento en que salian escapando de Ins llamas. Joaquin permanecit varios dim en 10s Anjeles en sn retiro de costumbre. Una tarde en que habia salido parasaber lo que ocnrria, aupo qne el cspitan ViIson habia ido a1 primer caf6 de la villa, i que proclsmaba de voz en cnello su resolucion de poner fin en poco tiempo a la carrera criminel del j6ven - iefe. A la noche siguiente, hub0 una disputa a1 frente del hotel, i el bajo pueblo form6 nn circulo en aqnel lugar para asistir a una lucha R muerte trabada entre do3 mineros indios. Como todos 10- demas, tambien Wilson se diriji6 ai punto para ver mas de cerca a Io que juzgaba un pasatiempo. De repente un actiro i encolerizado jinete, montado como no se pnede estarlo mejor, se detuvo a un lado i le miinnurd e n el oido: -;Po soi Joaquin! El capitan, sorprendido, levant6 la cabeza; pen, apenas habia hecho este movimiento, cuando una bala le atraves6 el CR-~CO lo llev6 ioerte a1 suelo. i Despues, i lanzando a1 aire sn grito de costumbre, clavd las espuelas a nu caballo el audaz bandido, i desapareci6 como por ensalmo.
  • 38. - 38 - La querella de 10s dos indios era un artificio inventado por Juan ‘l‘resdedos para sacar a Wilson del hotel, i proporcionar a Joaquin una ocasion para desembaraearse de 61. Despnes de una cortisima conferencia con sus tenientes, el j6ven capitan mend6 a Calenzuela i su partida con Mountah Jim i Cardozo a1 condadn de San Diego. Tenian 6rden de rennir todos 10s caballos que pudiesen encontrar i de condn- cirlas a1 cuartel jeneral de Arroyo Cantoma. Durante ese tiempo, Joaqnia tuvo que volverse a San Gs- briel con Juan Tresdedos i algnnos otros. AI cabo de nna semana, poco mas o m h o s , Lnis Guerra, que estaba encargado de espiar 10s movimientos del jeneral Bean, lo vi6 una tarde dejar su residencia de San Gabriel i trasladarse a caballo a una propiedad particnlar que tenia a . algunas leguas de allf. Joaquin, Gnerra i Juan Trebdedos marcharon en persona hhcia esos lados, i se emboscaron en el camino como a un& milla de distttncia de la casa. Tan pronto como el jeneral Bean apareci6, salieron 10s ban- didos de sn escondite i lo atacaron. A pemr de una brillante i vigorosa defensa, 10s bandidos, mas fnertes que 61, hicieron infitil el empleo de las armas que llevaba pars protejerse. Gnerra i Juan Tresdedos lo arranca- ron de la silla, i Joaqnix, por dos veces consecutivas, lo invi- t6 a ccmbatir, i solo despues que el jeneral hizo un amago para disparar sobre Joaquin su revblvers, se decidi6 este a se- pultarle por dos veces el pubal en el corazon, tendikndolo muerto a sns pi&. Juan Tresdedos quiso satisfacer BUS instintos brutales, i tom6 sn parte en el drama, descargando tres venes sn rev61- vers sobre la cabeza del moribundo. Terminada esta terrible ejecucion, Joaquin r e d 6 su tro- pa i aranzc5 hticia el norte e n el condado de Calaveras, sebn- lavdo sn marcha con una larga serie de robos. A fines del mes de Agosto de 1852 lleg6 a 10s alrededoree del pueblo de Jackson. Una tarde, pasehndose solo por 10s caminoe, encontr6 k un j6ven llamado Jose Lake, que habia conocido Antes de hacerse bandido. Habian trabajado jnntos en las miaas del Estanislao, i habian vivido mucho tiempo en la intimidad.
  • 39. - 39 - Despnes de nn salndo mui amistosb, Joaqnin roIri6 la rienda, i durante algnnos minutos march6 silencioso a su - lado. Por go, palmetindole la espalda con dulzura a L~lke, di- le jo con voiconmovida: --Pep, t6 sabes lo que fui e11 otro tiempo i lo que poi &ora; pero, lo juro en presencia del cielo, que son la injns- ticia i la tiritnia la que me lian conducido ha-tlt aqui! T o no exijo ahora qoe me ames o qne me estimes, pues tG eres un mnchacho honrado; pero reclamo de tf nu favor, i es el de qne no me delates ante aquellos que ignoran mi nombre i el ca- rkcter que he adoptado. --Joaquin, respondi6 el otro, es verdad que en otro tiem- po estuvimos ligttdos por 10s rioculos de la mas estrecha amistad; se nos hsbria tomado por dos hermanos. Las mis- mas relaciones tendrismos ahora, si tG hubierw peraeversdo en el b u m camino; per0 hoi dia se ha interpuesto entre no- sotros el insmdable abismo del deshonor, i el lazo que nos nnia se ha roto para siempre. -Si, Pepe; lo que dices es la verdad, replic6 Joaquin, pe- ro, a pesssr de todo, no debrs delatarme. Annqup 10s norte- americanos Sean mis enemigos, yo te amo en obsequio del pasado, i aeria iina pena profunda para mi almn el tener que asesioarte, porque indudablemente esto sera lo qne yo haga si dices una sola palabra acerca del encuentro que has tenido esta noche conmigo. -Nada temas, le respndi6 Lake; no corres peligro al- guno. I despnes de un politico adios, ambos personajes se sepa- mron, Joaqnin tom6 un camino estraviado para ir a sn cuartel jeneral, i su antiguo camarada sigui6 por la senda que debia conducirio a 1 pequeiia aldea de Omitas, en donde habi- s taba. A1 dia aiguientc, Lake crey6 de su deber advertir a sus conciudadanos del peligroso vecino qne tenian,, i cont6 mali- ciosamente a muchos americanos que habia visto a1 famoso jefe de 10s bandidos, hlorieta, i qne hasta lo habia hablado. A pocos pasos de distancia de Lake, estaba nn chiieno en- snelto en rin r i b , que parecia preocuparse imicamente del
  • 40. - eo - hnmo de su cigarro, i qne habiBndoIe pedido fnego, estendie la mano a1 j6oen con esa gracia encantadom i particular a 10s indijenas de la America del Sur. Tres horas mas tarde, un caballero, cuya fisonomh estabe cubierta por una espesa barba negra, se adelant6 lentamente a un almacen, delante del cnal Lake se entretenia con SUB amigos, i con el tono de la mas esquisita polftica, le suplicb que se acercase. -dSabes quien soi, Pepe? le pregunt6 el estraiio, -jAh! dijo Lake, retrocediendo uno o dos pasos. yo reco- nozco tn voz;si tii eres... - Pes, s i r , yo soi Joaquin ... t d , tk me has truicionado I diciendo esto, Joaqnin le hendi6 el crane0 con una bala de revdlvers. Merced a la asombrosa velocidad de su caballo, el asesino escap6 en salvo de una descarga jenerd partida de nn grnpce vecino, i a1 cabo de algunos minutos pndo divisarsrle en la alturrt de una colifia, scompaiiado de cuareiita 0 cincuenta hombres, a la cabeza de 10s cnales se alejaba tranquilamente a1 paso ordinario de sn caballo. Ynn atroz earniceria.-Vnelta a1 caiiipaniaito de Arro;ro Cantowa Joaqnin, que eskba inquieto por saber la suerte que hn- brim corrido Valenznels, Cardozo i Monntain J : m i el resnl- tad0 de su mision, se diriji6 con su tropa hdcia el punto de rennion jeaeral. -41 dia siguiente, por I& tarde, acamparon en la falda de UD cerro, i despues de haber encendido nna gran hnguera, CO- menzaron a recobrar sns fuerzas comiendo sardinas i galle- tas (cmckers), que llevaban siempre de provision. En medio de la cena, Jaan Tresdedos llam6 l atencion de sus camarzt- a das hdcia nn t h u e rayo de luz, que parecia salir a algnna distancia, desde el fondo de una qnebrada. -Probablemente es el campo de algunos indios ociosos, dijo Joaqnin, dejando cam una mirada indiferente sobre el indicado lngar.
  • 41. - a1 - E n seguida, volvi6ndose cariiiosamente hacia Juan Tsesde- dos, agreg6 con una sonnsa. -Puesto que eres tfi el que Io has descubierto, Juan, i co- m o probablemente ha de haber por all$ algo mas precioso qne el or0 de 10s mineros, tb me vas a hacer el gusto de ade- !antarte a esplorsr un poco. -De todo corazon, capitan mioi replic6 Juan, ponikndose d e pi8 en el acto. I enjngdndose precipitadamente RU enorme boca con la manga de la camisa, agreg6: --Yiempre estoi listo para esta clase dc empresas. -Est& bien, le dijo Joaqnin; pero Antes conclnye de cenar tranqnilamente. -Le juro qne no acabo i qne me diri-io all6 sobre la mar- eha; no hai peligro de que se incomoden las sardinas, ellas me sabran esperar. I Juan Tresdedos, despues de haber metido en su cintura su pufial i su revblver, se fu6 directrrmente i a paso largo a1 objeto de sa miuion. -Juan es nn bravo compafiero, observ6 FQiis,desgracia- damente es mui aficionado a derramar Rangre. --;Oh! pero mncho m6nos que Pincheim, dijo Guerra, a qnien muchos de nosotros tuvimos qne combatir en Chile. -Nb, ciertameiite que n6, esclamaron a la vez una media docena de btrndidos. --Em si qne era un verdadero demonio! agreg6 Gnerra, :Que monstruol Si lo habierais visto una noche que sorpren- did n n a comptlfiia de.. Pero no hablemos de eso!. . Mi Cora- zou v i d e sarrgre, i me sieato mal, a pesar mio, cuando re- cuerdo aqueilos bnenos tiempos. E n ese momento se vi6 venir a Juan Tresdedos, arreando a 8 verdaderos chinos, todos trbmulos. Cuando se vieron ante tantos hombres armados, cayeron de rodillas, i se pnsieroa a pedir perdon en el tono mas die- cordante. Sus 16gnbrea suplicas, 10s movimientos de sus ojos, SCLS 8s- traiios jestos, sns ridiculas actitndes, no hicieron mas que eg- aitar la hilaridad de toda la partida, que respondia a 10s ecoa doloridos de 10s hijos del Celeste ImperiQ con las mas formi- dabhe carcajadas.
  • 42. - 42 - Juan orden6 a sus despciados prisioneros, por medio de palabras i de signos entremszclados, que cambiasen de posi- cion i qne se sentasen a1 borde de un peiiasco, a poca distan- cia del fuego. Eeta &den fu8 ejecntada con la mas pronta obediencia: despues de lo cnfil, Juan blandi6 su pndal sobre Ias frentes de 10s chinos i les advirti6 qne si hacian un solo movimiento les cortaba la cabeza. E n seguida se entreg6 de nuevo, con el mejor apetito, del mundo, a devorar sardinas i a consumir galletas. -iHola: mi amigo Jnan, le pregunt6 Joaqnin, dqnd signifi- ea esa sangre fresca que veo en la hoja de t u pniiiil? --;Ah! es que he tenido necesidad de matar a uno de esos animales para rendir a 10s otros. Cuando ellos vieron a su compafjero tendido en tierra, uno de ellos, mas razonable qne 10s demcis. R someti6 i me sigui6. haciendo otro tanto el res- e to de estu troya de carneros. Asi es como 10s he condncido hasta aqui. - ahora que 10s tienes aqnf, dqu8 piensas hacer con ellos? 1 le pregunt6 Antonio. -Trasqnilarlos como a carneros, contest6 Jnan. -Xejor seriu hacerlo todo de una vez, dijo FClix. iHClos aqui medio muertos de miedo! -jAhi bien pneden ellos estar tranqnilos. replic.6 Juan, arrojando nna mirada de fiera sobre RUS prisioneros. Yo 10s he traido aqui Dara divertir II la cnmpaiiia; pero es jueto que acabe de c e n a r h t e s de comenzar el rspectriculo. Yo he adop- tado la maxima americana:--10s negocios a n f ~ Los pln-de ewes. AI cab0 de un cuarto de hora que emple6 Juan en comer i 10s otros en fnmar, aqu6l se dirijin hdcia 10s chinos, i despnes de haber amarrado siete de ellos con RUS trenzas que parecen colas, arraetr6 a1 octavo hdcia el fnego. * Los qne alli estaban tuvieron la precancion de hacerse a un Iado para darles lugar. - E s p h t e . e s p h t e , Jnan, grit6 Guerra. Espero que no lo vayas a quemar. Solo nn estbmago lleno de sardinas po- dria tener semejantes ideas. -X6, 10s he traido cerca del fuego para que podais ver mejor la escena.
  • 43. - 43 -- Sacanda ent6nces nn pniial, el bandido lo sepult6 hasta el pufio en el corazon del desgraciado chho, que temblaba de espanto. El asesino retir6 su arma roja 'de sangre i levant6 sobre 3us brazos el cadhver de sn victima. Un chorro de sangre sali6 de la herida i apag6 el fuego. -Caramba! dijo uno de 10s hombres, me has salpicado todo. -1 el fnego. dijo otro, ipara qn6 diablos lo fueron a apsgar? A n a n , Fen para acd, le dijo Joaquin impacientemente. De sobra hai con el espectaculo que acabas de dar. KOse puede soportar una crueldad semejante. Despachalos de un golpe donde eathn, i termiuemos de ana vez este asunto, EstA mui bien, capitan; como usted gaste. Yo creirr que la compafiia necesitaba de distraccion; pero desde ahora me guardark el placer solo para mi. Diciendo esto, arrastr6 el cadaver hhcia un ltldo i lo arroj6 a1 melo con descnido, se diriji6 a 10s otros prisioneros, i sin escncbar sus clamores, RUY rnegos, sns S O ~ ~ O Z O Scomenz6, , pero sin apresurarse, a desgollarlos i a pniialearlos unos tras Qtro. Antes de la ejecucion de 10s tres primeros, las mujeres BB habirrn cnbierto la cabeza con sas ritos, para no ser testigoa de ese acto salvaje; temblaban de horror a la sola idea de en- contrarse, a pesttr anyo, hechas c6mplicea del asevinato de esos seres indafeosos i miserables. Clarina, que estaba seutada a1 lado del jefe, hrtbia oido 18 voz de desprtchar a 10s prisionerm; conmovida por*un verda- dero sentimiento de cornpasion, trat6 de arrancar a su fatal destino a 10s que Vivian ann. Sin descnbrir su fiaonomia, icclind la cabeza sobre I ea- s palda de su amante, i le dijo con voz conmovida i temblo- 4osa : +Ah, Joaqninl dpor qn8 no impides eart terrible carnice- ria, esra inutil destrnccion de exijencias humsnas? Escucha esos gritos desesperados, esas vanas rtiplicas! TG que lo pne- des,p o detendds el brazo del asesino? -;Ail querida mia, no lo puedo. Garcia es violento, cruel; 3 1 por saciar su insaciable sed de sangre 88 ha juntado a 00 .
  • 44. - 44 - nosotros; pero ea vtlliente i no conoce el peligro; seria untt desgracia para mi perderlo. -dEnt6nces, e s t h irrevocablemente condenados? murmu- r6 Clarints. ... --si, lo siento en el alma, escucha Solo se oyen ya dos voces:. . P a no se oye mas que una!... HB aqui que pa se es- tingue ... La triste necesidad se ha llenado, ya no sufrirtin mas...... --;Ah! Blurieta, dijo J u a n Tresdedos, volviendo a sentar- se cerca del fikego; por todos 10s santos, esta si qne es una verdadera noche para mi! jQuk deliciosos momeritos he pasa- do con estos miserabIes! ;Oh! oi me han resistido siqniera: Por San IIigneI, qn8 torrente de sangre!...... 4 la mafiana siguiente, a1 venir el dia, 10s bandidos se pn- sieron en camino; a pesar de la trajedia de la nGche prece- dente, todos tenian el corazon alegre i el espiritu contento, acariciando la esperanza de una Iarga i tranquila permanen- cia en el cnartel jeneral. Las mnjeres, sobre todo, sentian 10s benCficos efectos d e me cambio de una noche de tinieblas i de horrores en un dia eereno i reeplandeciente coli tcdas las bellezas de la natura- leza. Era menester verlas palopar a1 lado de Joaquin i de Felix, nn poco mas adelante la tropa, couversando de cosws aleqres, propias para aiejar todo fastidio. De tiempo en tiempo, una carcajada clara i arjentina ha- cia vibrar la sonora atmbsfera, i venin a agregar n n n u e m encsnto a la fisonomia de las j6venes mujeres, cuyos ojos bri- llabau COR ei mas vivo resplandor. Despnes de varias paradas sucesivas, la partida lleg6 a1 f i ~ del Arroyo CRntowib. Cud1 no fu6 la alegria del j6ven jefe a la vista de un es- pectBculo admirable, qne heria desde lnego su vista a1 entrar a1 inmenso valle! Hsbia ahi mas de mil caballos qne se apa- centaban en las perbas de 10s campos, la crin flotante i ar- diente las ternillas, describian cfrculos graciosc~s por el pla- no. Despues la vista se detenia sobre nn gropo de tiendas blancas como la nieve, levantadas sobre 10s troncoR macizoe de las hayas siempre verdes, lo que probaba qne deapnes de haber cumplido fielmente su mision, 10s bandidos habian ye- nido a esperar nuevaB drdenes.
  • 45. - 45 - Joaqnin exh~?4 grito S e n conocjdo i que debia annri- sT: ciar a 10s suyoa q u e era 61 el que Ilegaba, j todos se dirijieron 8 galope hacia la8 tiendas. Alii se desmmtaron inmediata'mente; lo rodearon Cardozo, Valenznela iithgunos de la partida. Ifis demas habian salido a cazar. Despues de m6tuos cumplimieritos, despues de felicitncio- nes cambiadw For u n a i otra parte, deseneillaron 10s caballos i 10s soltaron eon 10s otros; en cuanto a 10s jinetee, se ten- dieron mw!lemente sobre el pasto, para gozar del descanao que habian menester. Habian dormido cinco horas cuando !os despertaron para cenar, Los cazdores habian vuelto, al mer e1 dia, COR 10s morra- les Henos; se habia encendid? una gran fogata, i 9%se aspi- ra.ba las deIiciosas emasaciones que exhalaba la liebre asada 5 la came deoso. Asaban perdices i pollos silrestres ensartado8 en varillae, ditndoleu vuelta sobre 18s ilamas, en el rescoldo de Ia fogats. habia ma.; ollm de barro lienas de ea%, cuyo esqnjsito aroma incitaba a probarlo; un poco mas lPjos, habia uuas cien o mas canastillas i n d h . co'gadas en las ramas de 10s drboles llenas de darsznos i tortillas, o bien ostras conservadas o d m c n i €rase08 d e frutas seeas o confitadae. A1 lado de cada nna de e s h s canasti?las estaba tambien colgado nn morral, cajones i cigarros i muchas botellas, cuyo vii:o brilIabit a traves del diftfano crista]. El t o b l fijrluabib un banquete tan delicioso como abun- dmte. que habria podido seducir a1 mas decidido disciynlo de Epicuro. A una sefial dada pnr 10s cccineros. Ins bandidos se senta- ron sctbre el pasto; cada c u d tom6 miento a1 frente de nnrt de las canabtas, i SP pusieron a derorar, satiefaciendo lo mas rApidamente sn apetito. - La cabecera estaba ocupada por Joaqnin i Clarina; a la de- recha del jefe estaba sentndo Reinaljo FBlis i su encantado- ra qnerida Jlargarita; a la izquierda, Juan Cardoza i la her- mom Jlariqnita. Esta 6itima habia llevado For mucho tismpo el duelo de 8u primer amante, aquel GonzAlez que ejecut6 tan sumaria-
  • 46. - 46 - mente el capitan Harry Love i habia tomado por sucesor a Jnan Cardozo. A cada instante se escuchaba una pequefia risa alegre, que respondia a las palabras de amor i a las galantes atenciones de este nnevo adorador. Se acab6 de cenar, i la conversa’cion continnaba animtindo- ae, cuando se dej6 oir el griLo de reconocimiento, Una compaiiia de veinte hombres se adelantaba a galope, teniendo a la cabeza a Mountaiu Jim. Se dilat6 el clrcnlo; 10s cocineros se volvieron a poner a I obra i 10s recien Ilegados cumenzaron a reskiblecerse, re- s cibiendo ai mismo tiempo las felicitaciones de sus camara- das. Los nuevos reclutas eran formados casi completammte por chilenos, peruanos i sonorienses; habian sido reunidos por un intimo amigo de ‘Joaquin, llamado Fernando Fuen- tes, el cual 10s habia acompsaado a1 lagar de la reanion. 1 Conducia como tributo de 8u bienvenida como sesenta i cinco caballos, i Mountain Jim anunci6 a Joaqnin que dos- cientos caballos mas, robados en e1,rancho de Sail Francieco, !ea serian llevados a1 comenzar la semana siguiente. La conversacion, interrnmpida un instante, volvi6 a to- mar su curso natural; 10s mas antigaos de la partida les hi- cieron logar a 10s recien Ilepdos, i Dios sabe qn6 histo- rias tan asombrosas, qu6 narraciones tan increibles 8e con. taron en aquella nochel De cnando en cuando, m a de aquellas muchachas j6venes cantaba nna deliciosa armonia, baladas o leyendas, que hacian eoiiar con tiernas ilusionea a esos bandidos de coraznn de fierro. De repente, la fiesta se pertarb6 con una qnerella que snrjiri entre Joaquin, Juan Tresdedos i Xoantain Jim. Como se va a ver, la cosa era grave. PIIT Una qnerella eutre Itls ban4idos.-tneros asesinatos -Jam& habia dicho formalmente Juan Tresdedos, sufri- r6 yo que esos malditos americanos pougsn el pi6 en el cnar- tel jeneral, ni tolerare que ningano de ell- se inicie en 10s secretos de esta tropa!
  • 47. - a7 - Est&declaracion introdnjo nna qnerella entre Juan Tres- dedos i Mountain Jim. Este filtimo, que era el finico que representaba en la par- tida el elemento americano, le contest&de la Rigniente gracio- sa manera: gk’atnkee de nacimiento, poi chileno de corazon. i el interes que tengo en la segnridad de 18 lartida es tan sin- cero como mi objeto; yo he entrad-o a la compaiiia finicamen- te por simpatias i no por sPtisfttcer mis apetitos Pangninarios.2 -Si dirije a m i esa indireeta, murmur6 inmediatttmente Juan, el que acaba de hablar miente miserablemente i la de- claro un cobarde. A1 mismo tiampo sac6 el bandido nn rev6lvers. A1 verle jirar sns ojos dl: tigre i fruncir sus pobladas cejas; a1 per, SO- bre todo, aqnella cara de demonio protejida por mirmbros de jigante, el hombre mas valiente hHbria mirado dos vecee Bn- tes de declararae su enemigo. AI oir la palabra cobarde, Jloiintain Jim sac6 tsmbien su rev6lvers. Ibaya a disparar, cnando Joaquin se *levant6 de repeote, i con la. coz mas respetable i el tono mas imperioso, les mand6 que depusiesen sns armas I que pusieraii fin a su querella. -Con todo mi corazon, dijo el montafies, obedezco espon- thneamente la 6rdsu de nneatro jefe. --Un instante: mnrmur6 Jnan; asi no lo entiendo yo!. . . . E n el instante mismo son6 un tiro, i nno de 10s iluevos cdmpaiieros de la partida que estaba sentado jcnto a Noun- tain J i m , cay5 de bruces a1 melo herido mortalmente. A la vista, de est0 se exhal6 un grito jeneral. AI golpe to& la partida se pnso de pi4 i diriji6 sns rev6lvers sobre el asesi- no; ya no esperaba mas qua la 6rden del jefe para disparar. -X6, dijo Joaqniu, estendiendo la mano, abajo todas lae armas, todtts las armas!. . . . Habi6ndose ejecutado la 6rden a1 instante, todos 10s ojos se volvieron hacia Juan qne de pi6 i con el rev6lvers en 1% mano, mirando a1 jefe con un aira de estfipida iuditcrencia. Joaquin sac6 entonces de sn forro u n revdlvers, cuyas chapas de plata brillaban a1 resplendor de la hoguera como 01-0 bm- nido, i dirijhdose h6cia J u a n Tresdedos:
  • 48. -7 - 48 - --Juan, le dijo con FOZ eoI6rica i una mirada llena de rabia, tu has desobedecido a tu jefe; no solo has cometido un acto de rebelion abierta, sino que has asesinado a nno de tns corn- paiieros. El qne has muerto no era el enemigo que tG que- rim, sino un hombre que veias esta noche por la primera vez, i con quieo no habias tenido hasta la fecha el menor alter- cado. Juan, t u mereces la mnerte, i voi a probarte que no tengo menos firme el pulso que tti' -Joaqnin, dijo Juan, arrojando a un lado su rev6lvers i abriendo con sns dos manos la caihisa de.lana que cnbria su . pecho; !-o no temo a la nner%. .pnedes disparar, estoi listo. -Fnego! Acabando estas palabras, una pequega i encantsdora mano se apor6 sobre la espalda del jefe i la dnlce voz de Clarina mnrmnr6 a su oido: -Joaquin, perd6oalo!. . .te lo ruego. Nnrieta permaneci6 indeciso por algunos segnndos, i a1 fin, deponiendo sa rev6lvers, dijo: --Jiitln, yo no sabria matarb, eres demasiado valiente pa- ra morir mi; i annque tu coraje eatA unido a la barbsrie i a la crueldad mas brutal, te perdono, p o q u e tn natnraleza es ad, i porqne no puedes enfrenar tus apetitos fercces. . -Si, ei; cs su natnraleza . . perdon! perdon!. .griM a1 mis- mo tiempo nn cierto nfimero de bsndidos, que lleitos de ad- miracion por la inqwbrantable sangre fria de Juan, habian olvidtLdo ya el crimen. Se alej6 el cadaver de la rictima, la paz fnd proclamada i Ia fiesta comenz6 de nnevo mas entretenida i mas alegre que nunca. Despues de una noche de placeres completamente cam- estre, Joaqnin despach6 a Antonio i n Guerra, a1 tJtimo a ra cabeza de sn partida, a1 Estado de la Sonora, con mil qui- nientos caballos. El mismo parti6 para San Luis, con Valen- znelzt, Bbliz, Cardozo, Mountain Jim, Juan Tresdedos i 10s tres sonorienses. A la macana sigaiente, viajando por la montaiia, a lo jar- go de un sendero escarpado, apercibieron dos mineros frmce- ses, qne se habian refujiado en una de las cavidadea de una roca para almorzar sin aer incomodados por el sol de medio dia.
  • 49. - 49 - -Bueno seria, insinn6 Juan, sacando su pnnal, ver lo qne lfrtien en plataestos companeros. A. -Est& bien, pero acu6rdate de lo sncedido; no hai que de- rramar sangre! U n minuto de&pues, Juan ee hallaba delante de 10s dos hombres, i con una voz de trueno les orden6 vaciar sns bolsi- Ilos, bajo pena de per heohos pedazos. Los ojos inyectados del bandido, su actitud faroz, decian de sobra que su amenaza no eraen vano; tamhien 10s pobres franceses se apresuraron a desatar sns bolsas de caero i a ofrxerlas a Juan, qui3 las vaci6; pero ap4nas habia contado, cuando desorientado por no encontrar mas que 40 pesos, se arroj6 sohre IOU mineros, 10s degol16 i 108 dej6 baiiados e n su Pangre, .Joaquin, que se habia detenido a algana distancia, hrtbia visto toda la escena, pero se content6 con murmurar entre si i pssarlo por alto. A1 ponerse el sol. la pequeiia tropa llen6 a una egtrecha quebrada, a1 bode de la cual habia tres chinos, victimas sin duda del odio de 10s mineros americanos. A travesados de par- te parte a parte, dm de ellos estaban ya muertou, el tercero, aunque s n herida no era mortal, hubiera indudablemente su- cumbido en breves dias, pues estaba privado de toda asistencia zndriica. Viendo pasar a cabsllo la partidat.el pobre diabio levant6 la cabeza, i con un tono suplicante i u n a mirada dig- n a de compasion, se esforz6 en murmurar algunas palabrap que eqiiivalisn a nn ruego. -Es initti1 que nos detengamos, dijo Joaqnin, nada puede salvar ft este hombre del estado en que Be encuentra, E n momento deupneu, volrihndose, vi6 a Juan que inclina- do sobre el desgraciado chino, le clavsba bhbaramente 10s ojos con noa punta sacada de la misma eupuela del herido. -G~rcia! Garcia! grit6 Joaquin. Viendo qne sn jvfe lo miraba i adivinando su indignacion, Juan Tresdedos se apresurb a uacar RU pu8al i sepultarlo en el corazon de su victirna. Despues volviendo a montsr a ca- ballo, se fu6 a1 galctpe h b i a Joaquin. -Garcia, le dijo Bste, est0 ea mucha crueldad! este hombre habrira muertoen dos o tres dias a ma8 tardar. --E& bien, dijo Jaan, limpiando en la crin de sa cabaIlo
  • 50. - 50 - BUpniial tenido en sangre; dque mal he hecho en matarlo? Mi deseo era abreviar sn snfrimiento! --Linda modo de aliviar, tortnrando hasta la muerte!. . . -Ah! Jnan, no me digas una palabra m&s; t u corazon es negro hasta lo profundo, como el de Satan&. Lltgado a la mision de San Luie, Joaqnin mand6 a Rei- naldo FQlixa 10s Anjeles. i a Mountain Jim i Juan Tresdedos (que parecian ?a 10s mejores amigos del mnndo) a Snn Die- go, con 6rtlen (le ro'oar cuantos cttballos pudieran, i con en- cargo de averiguar 10 qne se decia del aseeinato del capitan Tilson i del jroeral Bean. Una semana habia pasndo ap4nas desde la partida de OF tres cornpafieros, cnando lleg6 Juan Jrjas, otro miembro de la partida, el cnal annnci6 que FClix habia sido ahorcado por 10s hatiitantes de 10s Anjeles. Jlie'iirras 41 descansaba en una timhirimart, fu6 reconocido por nn americano, a quien habia robado con otroe bandidoa cerca da Mockelume H111. Deteni- do repentirramente, fu6 acnsado de coniplicidad en la muerte del jetieral Bean, i antique no habia suficiente evidencia para implicarle en este asnnto,' se d16 como prueba de culpabili- dad, sn cslidad de ladron i de miembro de las partidas de Joaquin. Xlguno< minutos bastarou para ponerle la cuerda a1 cnello, i a p h a s b e d el crucifijo i baj6 el sacerdote, se iz6 la cnerda i el reo fui! ahorcado. Asi termind la vida de Reirialdo FBlix. Su querida, la j6t.en i linda Jlargarita, se neg6 a creer esta terrible iroticia; pero Valenzneh, drspues de haberse trasla- dado a 10s Anjeles, la confirm6 oficialmente. Inmediatamen- te sacando de su cintillo un lindo pufialito que llevaba or- dinariamente consigo, h t e s qne persona elguna se lo hubie- ra podido impedir, se lo sepnlt6 en el seno, i murid pronun- ciando el nombre de su amante. E-te desgraciado acontecimiento no sehabia olvidado aun, cuacdo J u a n Tresdedos lleg6 a su vez trayendo la noticia de la mnerte de Mountain Jim. Juan i su camarada habian entrgdo a una taberna, eituada sobre el camino a algunas millas de San Diego. Iban a beber uno o dos vaeos de mal licor, cuando una partida de ameri- canos, desembocando repentinamente, se habia pnesto a con- siderarlos con un aire de tal sospecha, que Juan habia creido
  • 51. - 51 - prudente tomar aparte a su compaiiero i aconsejarle que se alejase lo mas pronto poGble. Jim, bajo la influencia del agua de’la vida que acababa de absorver, se habia echado a reir cbn. el consejo de Jaan, i 16- j o s de hacer caso, se habia adeltlntado a1 mostrador para pe- dir otro vas0 de licor. Alganos momentos deupues, una naeva partida de ameri- canos llegd a aquei lugar. * hp6nas la vi6 Juan Tresdedos, mont6 e hizo sefial a J i m para que lo siguiera. Jim solo conteet6 con an juramento de borracho i permaneci6 junto a1 mostrador. Los americanos sa lanzaron a la taherna, i sacando su revdlrers intimaron a >fountain J i m que se rindiese. Una lucha se signi6. Juan, perfe :trtmente a1 corriente de lo qae iba a pasar, i sabiendo demasiado bien que era i n ~ t i buscar querella con l fuerzas tan superiores, se content6 con mlrndar dos balas a1 .media del grnpo, i perseguido por doj, se alej6 con la rapidee del viento. Loa americanos que se lanearon tras 41 que- .daron atrtis, porque el animal que montaba Juan podia riva- lizar en valor i velocidad coti el famoso Buckfalo, i permitia hurlarse de todos 10s americanos del mnndo, i aea dicho en verdad, pillar a Juan era como intentar detener a una loco- motora lanzada a todo vapor. Macho mdnns trabitjo tuvieron vara apoderarse de Moun- tain Jim, que fu6 conducillo inmediatamente a San Diego, i colgado sin mas demcm que el tiempo estrictamente necesa- rio para hacer un nudo en el estremo de la currda. Un mes despues de estas desastrosas pQdidas, Joaquio, cu- yos compdisros estaban reducidos a1 nhmero de cinco, con- tando Ias dos mnjerea; emprendi6 un viaje de placer a1 con- dhdo de Suolniiiine: s n hnico objeto era divertir a Clarina, B qnien 18 muerte de Margarita, an amiga, habia sumerjido en una melancolia profunda. El vitlje fud mci aeradrtble, i a1 cabo de doa semanas lle- garon a la orilla del rio La Merced. Alli, sobre la orilla misma, a la sombra de un grupo de Qrboles viejos de abundante follaje, el jefe estableci6 su tien- da, bien decidido a permanecer algun tiempo en aqnel tran- qnilo lugar, en donde parecia que nada podria perturbar el
  • 52. 7 - 52 - apetecido reposo. Ah! esa bella resolucion habia de ser mui pronto i repentinamente destruida. A la manana siguiente, Joaquin fu8 despertado por Jnan Tresdedos. Un grnpo compuesto de cuatro mineros, se ade- lantabn a lo lttrgo de la ribera opuesta. -Si no no6 buscan a nosotros, dbjalos pasar, le dijo el I jefe I al mismo tiempo que hsblaba, dirijia una mirada a la ri- berrt por 1 1 1 1 ~ iendija de su tienda. -Ah! per0 no; por todos 10s santos.. . dijo inmediatamente con una horribie espresion en la fisonomia. Pen, Juan. De pic Cardozo! Arribn Valeuznela! Segnidme. Despnes, sin escnchar 10s ruegos, sin prestar atencion A las 1Agrim:rs de las mujeres, tom6 su rev6lrers i se lanz6 fue- ra de Is tienda, segnido de sns compaiieros. LOR viwjeros estaban y't a pocos metros de distancia, cami- neban con un paso tranqnilo, sin pensar en el menor peligro, cuando se dej6 oir nna cuadruple detonaciou, i tres de aque- 110s mineros, condenados por Joaquin, cayeron muertos en medio del camino. El cuarto, Q U O solo habiarecibido una pe- qriena herjda, se volvi6 para ver con que enemigoa tenia que Inabdrselas. --Ah: candenado Yankee, grit6 el jefe, ;me reconoces aho- ra? Yo soi Joaquinl... _... I haciendo fuego tres veces segaidas, di6 un grito pro!on- gado de aleqria, viendo a1 americano caer mnerto a1 lado de sus cornpsiieros. --3 uan, dijo ent6nces Joaquin. mostrando B u s cadriveres, ahnra no solo te doi permiso, sino qne te ordeno sati$facer todos 10s eanguinarios instintos de tu naturaleza. Puede ser que algnno de esos hombres respire ann, yo te 10s en- trego. A las primeras palabras del jefe, pe lanzd hiicia allii J u a n Tresdedos. Ya estaba en medio del rio, con el agua hasta las espaldas i lnchando contra la corriente. En dos minntos 11eg6 a la m8rLienopuesta, e inmediatamente se pus0 a la obra. Con cnbrita alegritt observo el iufernal bandido que doa de aqnellos infelices respiraban todavia, i que, aunque p o h n sofrir, no podian escapdrseles! Aturdido por sus gritos, i para cortar toda resistencia, el demonio, en unos pocos segundm.
  • 53. - - 53 - les vaci6 las entmfias i termin6 aquella abominable escena arranczindoles el corazon. Cuando a su vuelta entr6 en la tienda de si1 jefe, qniso ea- ber el mntivo del odio i de la venganzn de Joaqnin sobre aquellos hombres. -Juan. reFpondi6 Mnrieta, tree de ellos se encontraron entre 10s asesinos de mi Carmela, entre aqnellos qne me arro- jaron de mis posesiones de las minas. Quien fnera el curtrto, es 10 que no 6 6 : pero ha nierecido su suerte For haberse ha- llado en semejante cotupafiia. -; Mieerebles!. .mnrmur6 Jnan, con un jesto feroz, que le hizo aparecer verdaderamente terrible. Pnes bien, capitan, tengo esperanza de qne nos hemoe de encontrar ann con al- gnnos de esos caballeros! -Si aei sucede, tu cnchillo no ee enmohecerd por f d t a de sangre. Per0 abandonemos este Ingar; esta tarde acampare- mcs en otro punto. Media horn despues, Joaquin caminaba con P U pequefirt tropa hacia hlariposas No lejos de alli, en nn rancho de sus amigos. era donde el jdven jefe hnbia determinado descansar. IS YIWT~M corrcl.it~s.--Eiicneiitro con UII aniericano Despues de treinta dias, poco mas a m h o s ; pasadoe en gran partP en la vecindnc! de Mariposas, empleados por el in- satiable Jlian Tresdedos en la perpetracion d e no m h o s de uRa docen3 de rubos i de otros tantos asesinatos, la partida se volvi6 a porier en camino. Se atraved La Merced en un punto que la corriente era un poco profunda. i continumon el viaje ya internhdoae en loe bosqnes, ya snbiendo las montefias, hats que se erxontraron con nn camino q n e les permitia llegar a 10s campos de TRO- lnmme. 8111, tan pronto como pudo paearse el vitdo con loa animales, se volvi6 a poner en camino i a marchar COE rapi- dez, i mui pronto lleg6 a nn pnnto llamado S h a m Flat. Por todos lados resonaba el ruido de 10s picos, de las palas i de todos 10s instrnmentos de qne 10s mineros se sirven
  • 54. 1 - 54 - para separar el or0 de la tierra. Muchos chinos habias plan- tado sus tiendas sobre diversos puntos vecinos, i todos, reu- nidos por compadias, trabajaban asiduamente i realizaban beneficios razonables en 10s larederos que 10s americmos habian abandonado, pwqne no dejaban nn provecho suticien- te para ellos. Todo lo que pertenecia a este lngar enimado por el trsbajo, respiraba paz prosperidad i contento. Joaquin i sus hombres fueron perfectamente recibidos por 10s trabajadores, i no se €e vino a nadie a las mientes el des- confiar de ellos. Es nna costnmbre mni comnn entre 10s carreteros, lo8 mercaderes de caballos, 10s ganaderou, 10s cazadores, i loa viajeros de todas clases cempaar dim i semanas enteras, tanto sobre 10s bordes de u u rio, como a la somhra de nn gran arbol en un lugar aislado, para que pudiera dedncirse de tales circunstancias ninguna intencion crimical. Por otra parte. no habia por qu4 ajitarse a la vista de las armaR que llevaban 10s bandidos; la costumbre popularizada en todas laa clases de la sociedad californitis de no marchar nuncx sin salir armados, permitia a Joaqnin i a sua compafieros per- manecer en perfecta sewridad hasta el momento en qnejuz- - gabari conveniente reveyar su verdadero car&cter con algun crimen ruidoso. Poseyendo Joaquin sumaR mas que suficientes para las ne- cesidadas del momento, se decidi6 a permanecer algunag se- manas en Shaws’Flat; su intencion era vivir en reposo i de una maoera agradable, haciendo circular a1 mismc tiempo algunos centenares de pesos en las casas de juego, en 10s C H f&s, en 10s fandangos, en 10s pueblos i en las aldeas de loa alrededores. El acaso le servitb a las mil maravillas; encontr6 a nnos mineros que, estando para volverse a su patria, le ven- dieron una pequefia choza que poeeian, con todos sm ur,ensi- 5 0 s domksticos de que estaba dotada. Sitnada sobre nn terre- no seco i brido, que 10s mincros habian trabajado i retrabajado basta estraer la liitima pepa de oro, esta choza era doblenien- te preciosa para 10s bandidos en razon de su-posicion aidade i de la independencia en que se encontraban respecto de 10s cateadores, que ni soiiaban siquiera en aventurarse por a q n e 110s pniitos t a n desiertos. Todaa las tardes, Joaquin acompafiado de Cardozo i de
  • 55. - 33 - w v nus dos mujeres, llegaba hasta las aldeasi campos vecinos con el ob,jeto de diverthe. El cuartel jeneral estaba dnrante este tiampo confiado a Valenznala i a Garcia, una orden'formal fu6 dirijida a este 61- timo para que permaneciese tranquil0 i sin comprometer, bajo pretest0 alguno, ya fuera por un rob0 o un asesinato cualquiera, el asilo de toda la partida. Jnan Tresdedos. por la primera vez de su vida, parecia no tener ningun guRto er! verter sangre, i dnrmte u n period0 de tree semanas, perma- neci6 cerca de la morada comun, dividiendo sn tiempo entre el naipe i la chupeta. Con todo. a1 fin su naturaleza se dejo ver de nuevo. Una tarde, mikntras que Valenzuela estaba en Sonora con Joaquin i 10s demas. el miserable afii6 su cuchi- 110 i se lanz6 e n bnsca de nna Tictima. Los chinos, agriipados delante de sus tiendas ,estabrtn ocnpsdoe en exaruinar 10s procluctos de 10s trabajos del dia; cuando Juan 10s apercibi6, sn ojo brill6 con un resplandor salvaje. Se hnbiera dicho qne era un cazador encontrando de repente a su !i?bre favorita Pero como 10s americanos tenian sus tiendas plantadas cerca de alli, nada m h o s qne alrededor del campo de 10s chinos, el bandido, qne no deseaba otra cosa que degollarlos sin ruido. continu6 su marcha en direccion a Sonora, ccn ePperaozas de encontrar a la vez un lngar mas a prop6sito i una ocesion menos peligrosa. E n el camino encontr6 en muchas ocasiories compaiiias de mineros armados hasta 10s dieutes, i despues, por casualidad. un chino solo: per0 como 10s primeros rstabxn toclavia a la vista, reprimi6 10s deseos que tenia de atracar al chino i per- maneci6 pruderitemente euvuelto en el rito. E n el punto en que el camino de Sonora forma nn itnpnlo i Fe ruelve hacia ('olumbia, i cuando estaba a poca distancia de la ciudad. se sent6 a1 borde dal camino para saborear tranquilamente el humo de un cigarro. Era nna hermosa noche, una noche snntuoeamente estre- llada. Juan Tresdedos. antes de segnir sdelante, resolvib rc- posar uti poco i dejar pasar el tiempo, furnando hiista lati dos o tres de la maiiana. Pensaba 61 qae volviendo a 10s alrede- dores de la choza de Joaqnin, podia, sin mncho peligro. de- jarse caer sobre algnnos chinos adormecidos por el opio i matar m a media docena con la mayor comodidad.
  • 56. -7 - 56 - Iriihtras el saboreaba anticipadamente el placer que le prometia una carniceria tan terrible. fu8 perturbado en sus refiexiones por un rnido de pasos, ai cual se mezclaba el so- nido de una FOZ hnmana, tarareando algunos fragmentos de melodia, imitando a 10s negros. Todo ei que escuchaba 10s graciosos efectos producidov por el mhsico, adivinaba sin que le cnpiera dnda, que su canto era resultado de nume- rosas libaciones. Mnltiplicando, con la enerjfa del licor, las iuerzas de fins pulmones, el estranjero, despues de haber en- tonado el Jim Croco, p a d sic detenerse a1 Possum up a gwn tree. despues a1 Coal Black Rose. Trat6 en seguida de silbar el Yuvlcee Doodle i el farnoso aire Auld L a y Syue; pero no encon tritndo satisfactoria su ejecucion, se entre35 audazmente a una m6qica completa a la vez de cantos, de gritos, de aulli- dos prolongados i de silbos agndos. Esta melcdfa de nn nnevo jdnero, annque intraducible en el lengnaje ordinario, pnede, sin embargo, indicarse asi: (ltrs pardntesiu se dejan a la imajinhcion mas o m h o s fanthtica del lector). Oh! Su (hic) sanah! doon’t yo” cry (hic) forme I’m ne to Cat (hic) fornia with-hooroo! I dont‘t care aczss fm nothin.’ ki y!row OW! Hoo-raw for Jackson.’ hoop! hop! -Hola! viejo camarada. . .agreg6 el estranjero, detenidn- dose repentinameute, o mas bien trntando de detenerse en frente del chileno: hsla, p e s ; ~ q n es loqne haces tu ahi? ven 4 a beher un vaso. dQii6, que es esto, no quieres? indate a1 diablo, enMn- cesl I arrojando un grito, que debid oirse a cinco millas de ahf, continu6 caminando adelante, describiendo zigs zqgs i co- menzando de nuevo sn cttncion interrnrnpida por nn lastante. Iba a pocos metros de distzrncia de Juan, cnando este bltimo, cayendo de improviso sobre 61, i antes que tuviese lugar de pronnnciar una palabra, le asesM entre 10s dos pulmones una mnltitnd de pufialadtrs, que le tendieron mnerto en medio del camino. El asesino se pus0 en el acto a despojar el c a d h e r de BU victima. Despues de haberse asegurado de un cinturon de cuero, cuyo contenido en or0 en polvo i en moneda de plats podia subir a tres mil pesos, poco mas o m h o s , Juan Tree-
  • 57. - 57 - dedos tom6 a paso ordinario el camino del cuartel jenerel, Su primer cuidado, Ilegando, fud irse a arrojar s sn lecho, a dormir o soBar, si acaso podia. Cnatro o cinco horas despnes, Joaquin i Valenzuelh entra- ban o mas bien se Ianzaban a fin vez dentro de la choza. E l primer0 se adelant6 inmediatamente h&cia J nan, i con una violenta sacudida le arranc6 de su suefio. --&ne hail grniio Juan, potliendose mmediatamente de pie. -Acaba de encontrarse el cadtiver de nn hombre, dijo Joaqnin, i por la naturaleza de sus heridas, yo deduzco que no p e d e haber sido wesinado sino por ti. -6Ests usted bien segnro? -Oh! si, segnro, i es en vano qne t u me lo niegues: Pero sabes t6 a qnien has mnerto? -A f&mia que no, respondi6 Garcia, tomando u n aire sarcbstiao; i lo confieso, no m e siento nada inquieto por saberlo! Pienso qne tendras necesidad de algciu dinero, i yo fui a buscarlo a la gabeta de eFe bellaco. Tengo el honor de presentaros el product0 de mi cam, puedes disponer de 81. -Bien, Juan, dijo el jyfe, sacudiendo el cinturon de cuero que le presentabtb Grtrc-a: cierto, hai ahf nna suma de ore bastante grnesa i que nos viene mni bien. porque la f d t a d e dinero comenzaba a hacerse sentir. La desgracia e qne la w vfctima, por lo que yo puedo juzgar, es nada m h o s que uno de 10s compakros de aquel minero a quien le compramos- esta barraca, i como su asociado se encnentra en este momen- to en Sonora, pnede mni bien snceder que este hltimo cuente 10s detalles i nos haga por est0 sospechosos. --~Qu8 piensas hacer en este caso? pregunt6 Juan. -Permanecer en 10s alrededores un &a o dos, midntras ti: i Valenzuela se dirijen a toda prisa a Stockton; Clarina i Ma- riquita han partido ya con Cardozo, i t6 te reunirits probable- mente con ellos Antes que llegaen a la ciudad. --Lo que mejor nos queda que hacer: dijo Valenzuela, es partir todos jnntos. Sobre la marcha, pnes. E n algunos minutos, 10s tres caballos fueron ensillados. Juan Tresdedos i Talenzuela se dirijeron a galope hAcia Stockton. Jortuuin tom6 lentamente el camino de Sonora.
  • 58. -3 3 - Los primeros ra;ros de la imrora estaban despnntando, i 10s salones de juego estaban ann hirviendo de mineros j de mercachifies; todos conversaban con animacion del ultimo asesinato i se manifestaban firmemente determinados a apli- car la lei Lynch al antor, apenaq lograran capturarlo. Joaquin descendi6 del caballo i entr6 tranqnilamente a la casa de juego, recojida la manta sobre el hombro segun la costumbre chilena. Salud6 a1 entrar con un simple signo de cabeza a algunos de sus compatriotas, tom6 un asiento i se fu6 a sentar a an rincon de la sala junto a una puerta. E n varios grupos se insistia lnucho sobre la bratalidad del asesino, que parecia haberse dado un placer en inflijir a su Tictima 11 nmerosas heridas, cuando nna sola habria bastado para llenar el objeto de robarlo. A esta observscion se jnrd de la manera mas endrjica qne el asesino no escaparia de la Tindicta pGblica. - S o me asombraria absolutamente, dijo de repente a n hombreton de fisonomia salvaje, dando un terribie puiietazo con sa robusta mano sobre el mostrador del establecimiento, no me asombraria absolntamente de que esos chilenos tuvie- sen alguna parte en el asesinato de nuestro compafiero! -2Qn6 chilenos? pregnnt6 nno de 10s jngadores. -Eaos qne han comprado la choza del borde del agua! -?Para que la han comprado? -Lo ignrxo, i no deseo saberlo. Pero lo que hai de cierto, es qne ellos no han trabajado ni siquiera una hora. Pasearse 8 caballo alrededor de l a ciudad, jngar todos 10s dias a1 mon- te, cantar, reir, hacer sonar el or0 en 10s bolsillos repletos, hB ahi la vida que llevan entre nosotros. -Es verdad; llhveme el diablo!. . .agreg6 an tercer interlo- cutor, tan flaco i tan mal ajestado como era de robusto el se- gundo. Caramba! ai es cierto todo lo que ha dicho mi com- paiiero, es menester saber de donde sacan estos chilenos del cliablo tanto orol Per0 el hecho ea que sus bolsillos estitn siernpre bien provistos. --VBlgame Dios! interrumpid el primer0 que habia habla- . do; mira a aquel lado, Jnan!. . Ahdrqnentue si no es uno de loschilenos de que hablamos Bste que est& entre nosotros tranquil0 como un pepino en un frawo de vinagre.. . I mostraba con el dedo a Joaquin.
  • 59. - 59 - -Es uno de ellos, os Io aseguro, COMO ds verdad que eetoi parado aquf ..Yo jnro que el comprende el Yankee, porque yo le he visto enrojecersele el rostra'.., Joaqnin no habia perdido una sola palabra de esta conver- sacion. Por consiguiente, habia permanecido hasta el fin per- fectamante impasible, i cuando el americano R lanz6 Mcia e 61 i le peg6 en la espalda, con sa pesada mano, dicidndole: amigo, creo qne nos conocemos; no me reconoce usted? soi EU antiguo compaiieroi Joaqnin le contest6 COD sonreir, i y e levant6 en npariencia con la mayor voluntad del mnndo. Pero Qntes de que la son risa hubiertt abandonado sus labios. le did a sn adversario un terrible golpe con la cacha del revdlvers, i el americano atnrdido cay6 a1 suelo cnan largo era. De un brinco, Joaquin sali6 de la sala; un nomento mas tarde estaba sobre su silla i se fngaba a todo galope en di- reccion a Stocktoa X Una terrible emboscada i nn bnen hotin.-Mnerte del bandido Cartlozo Un dia bast6 a Joaquin para reunirse a sns compafieros a caballo, a quienes encontrd establecidos en una taberna cerca de Stockton. Les contd en pocas palabras lo que acababa de sucederlg. despues que toda s n compafiia se habia pnesto en camino. Uita hora fuB lo snficiente para llegar a1 tkrmino de su viaje. AI dia siguiente, despues de ponerse el sol, Joaqnin, Va- lenzuela i J U M I Treededos apercibieron de repente a tres mi- neroa americanos: vestidos todos de verde, que se paseaban a lo largo sin otro designio aparente qne mostrar sns trajes nuevos, o n p estravagante fantasia ae hacia aun mas notable con nnos alfilerca de or0 de pepitas recojidai; en las minas. -HB ahi unos beltacos, observ6 Joaqnin, que se me fignra deben de tener bnena dosis de vanidad! -Sf, dijo Valenzaela, i si esa vanidad se fnnda en lo que ellos valen, deben ser propietarios de nna gran cantidad de oro.
  • 60. - 60 - -Soi de la.misma opinion, dijo Juan, lievando instintiva- -mente la mano a su pufial; bueno seria apoderarse de ellos. Acabando de pronunciar est%palabra, 10s tres mineros en- traron en un restaurant. Joaquin, vikndolos desaparecer, se lanz6 hacia ellos, recomendando 9, sns cornptiiieros que eupe- rasen su rnelta. Entr6 a1 cafb i se sent6 en una mesa, no 16- JOS de la que ocnpaban 10s americanos. En menos de dos minutos, tomando una taza de caf6, re- coji6 todo3 10s d&os de que tenia necesidad; juntAndosa en- t6nces a sus camaradas, sigui6 en seguida e1 camino de la casa, a donde habian descendido todos en aquel instante, es decir, la parte mejicana de la ciudad, se ensillaron 10s caba- 110s i se pu4eron en camino para San Andres. A cuatro leguas de Stockton se detnvieron, ocnltaron loa caballos en un eapeso bosque, ocultrindose tam bien algnna parte de 10s hombres. --hTuestra jente %tar&aqui dentro de poco, dijo Joaqnin, !ish a volver a su pais con la fortuna pue ha alcanzado a r2unir; contaba con embarcarse mafiana para Ssn Francisco, pero otro de 10s compaaeros debia reunirseles en Stockton hoi a las tres, i no vihdole venir, se han vnelto a San Andres para buscarlo. -Es ntia verdadera fortuna para nosotros, dijo Valenzue- la, i nuestro obra no pnede ser mas c6mode. -Creo que 10s oigo, murmur6 Juan Tresdedos. pasando la cabeza por entre las ramas de 10s Arboles. -En efeato, murmur6 Joaquin, ellos son. Esperemos que lleguen hasta aqui i nos espediremos de una buena ma- nera. Lm tres hombres se acercaban a cada instante galopando snaremente sin temer peiigro alguno. Podria habbrseles oido converear enalta voz de sn pais i de sus proyectos de matrimonio, Cada uno contaba el 6xito que habia obtenido en sus mi- iia8, mie'ntras todos 8 una voz reian de la envidia con que los habian visto partir sns camaradas; gritaban i contaban ankc- dotas agradables, probando asi que ningnn presentimiento loa ponia en goardia de la muerte pr6xima. Apthas llegaron a1 frente del lngar eo qoe estaban ocultos
  • 61. - 61 - 10s bandidos, cuando &os se litnzaron de repente fuerit de sus escondites, tomaron 10s caballos de Ias riendas, i antes de que 10s desgraciados mineros hubiesen tenido tiempo de volver de sn sorpresa, les destaparon 10s sesos i 10s arranca- ron de sus sillas. Los cadriveres fueron deRpojados cuidado- samente i tirados a alguna distlmcia, a lo mas profundo de las quebradas. Los tres americanos tenian enire si cerca de ocko mil pesos de or0 en polvo. Concluido este hermoso golpe de mano, Joaqnin i Juan Tresdedos, se pusieron a buscar n u nnevo asilo, mientras que Valenznela tomaba el camino de Stockton para traer 1~1.8 mujeres i a Cardozo. Xn la misma tarde, cuando toda la partida estaba reunida, se dirijieron hacia el condado del Dorado. Joaqain i sus corn- pafiieros atravesaron una parte del condado de Sacramento i se fueron a acampar a la garganta sur de la ribera ameri- cana. A1 cabo de pocos dias 99 les reuni6 Fernando Fnentes i RU tropa, uno de cuyos hombres, recorrienclo 10s bosqnes, habia visto a1 jefe recorrer la ribera con sns coriipaiieros, i habia corrido a prevenir a su capitan a to la prisa. Fuentes habis sido encargado de reunir tedos 1 scaballos 0 que pndiera robarse, i ya habia condueido cerca de 400 a1 lugar del retiro. Le comunic6 a1 jefe qne Antonio Guerra i BI habian vuelto de la Sonora a1 Arroyo Cantowtt, trayendo cads uno una qnerida. Joaqnin se mostr6 mni satisfecho con estas excelerites no- ticias, estnvo por un instante a pnnto de partir con todos sna hombres para el cuartel jenertrl, tan impaciente estaba por eonocer 10s detalles del viaje de snx tenientes por la Sonora i de ver a las nuevas aefioritas qne habian llegado con ellos; pero asuntos particnlares de una alta importancia lo deci- dieron a diferir por algunos dias el placer qiie pensaba pro- porcionarse. Aprovechando, con todo, la ocasion que se le presentaba, hizo partir a Clarina i a Mariquita pars el Arroyo Cantowa, confiitnduselas a Uardozo, a Fernando i a otros compaiieroa hasta e! momento de la vuelta a1 cnartel jeneral. Apthas las dos mnchachas habian dejado el campo con
  • 62. - 62 - ~lns compafieros, cuando una dispuia se levant6 entre Mari- quita i sn nueTo amaute. Et chileno pretendia que esta idti- ma no era con el tan amable comw lo habia sido con Gouza- lez, i ella le declard que no qaeria vivir mas con 61. e Cardozo, encontrando qne estas palabras eran completa- mente supdrfluas, sac6 de sns alfurjas nn Ititigo, para inflijir a la rebelde lo que 61 Ilamaba una correccion salndable. Ma- riquita se someti6 en aparieneia a este cttstigo. con la mas humilde i la mas entera resignacion; pero en el fondo ella se proponia dame una venganza srtrlgrienta. A1 dia signiente, mientras 11)sdos caminaban lentamente por un sender0 que se perdirt entre las rocas de una montaiia mui escarpada, la vengetiva Mariqnita aprovech6 el momento- en que su compaiiero pe encortmba a1 borde de un precipicio, cnya profnndidad podia ser, poco mas o m h o s , de veinte pi&, i sacando de repente de su cintnra un pequeiio pnnal, fina- mente aguzado, selo sepult6 a su querido. i en el movimiento que hizo, el caballo de Cardozo se encabrit6, i &mbos,jinete i animal, cayeron en el abismo. 31ariquita habia ejecutado tan ritpidamente sn siniestro- propecto, que ningnna persona pudo ser testigo del hecho. Cumdo sus compaderos se reunieron a ella, habia w e l t o a poner sn pndal en la cintnrs i nadie se atrevid ni a suponerle el crfmpn. Lkgd hasta verter IAgrimas en abundancia, en apariencia mu1 amargas, por la doble pe'rdida del jinete i del caballo. Qriiz&s sus qnejas i BUS Ilantos eran obra del remor- dimientol Pero, en todo caso, su pesar no fuC de mncha du- ration. Apenas llegaron a1 cnartel jeneral, cuando volvieron a sn natural ttlegria, i esta loca criatnra aceptd por tercer espow a un j6cen i atrevido compaiiero llamado Uanuel Ceballos. Joaquin sup0 dos dias despues la catitstrofe qne le habia arrebatado a uno de sus hombres, p e s Fernando habia des- pachado uno R Joaquin s comunicarle la notiaia. Cardozo. en efecto, era nno de 10s mejores jinetes de toda la partida, i snponer qae sa caballo huhiera puesto el pi6 en falso, era suponer lo imposible. Era menester que el acci- dente tuviera su cBusa en cualquiera otra cosa menos en la torpeza del jinete. Asi pensabs Joaquin, que tom0 consigo una docena de -
  • 63. - 63 - sus bandidos i se fn6 con eilos a1 I'ngar de] suceso. con el obje- to de sacar i examinar el cuerpo de su desgraciado cornpafieto. Tom6 un camino diferente de ,aqnel que 61 mismo habia seguido, i 81: lleg6 precisamente a1 lagar dondo yacia el hum. bre i el caballo, uno a1 lado del otro. S e examin6 cnidadosa- mecte el cadaver de Citrdozo; per0 se habia destrozado tanto en su caida BR las puntas de lsts rocas que la herids del pn- iial pasaba desapercibida. . Los bandidos, despues de tomarse el cuidado de despojar el cuerpo ds Ls armas i de la pla:a que habia en 10s vesti- dos, 10s enterraron en nn lecho de arena i se volrieron todos tristes al cuartel jeneral. A1 cabo de unasemana, Joaquin acompaiiado de Juan Tresdedos, de T7alenzuelai de la trapa de Feriiando en todo veinte i seis hombres, se pus0 en camino a fin de comenzar de nuevo SUB depredaciones en el condado del Dorado como, tambien en el de Calaveras, que es vecino. A1 llegar a la8 cercanias de Mund Springs, vieron una choza aislada sobre la pendiente de unit colina. Creyendola desocupada i juzgsn dola a primera vista un excelente local para pasar la noche, J n a n espole6 su caballo, 'abri6 la puerta i penetrt ai interior. Nui a1 contrario de la idea que se habia formado, se encon- .traron con que la cabnfia estaba perfectamente ocupada. El que la habitaba era nn aleman: nna enferrnedad grave lo tenia encerrado en su cuarto, i daba a1 interior esa apa- riencia de soledad i abandon0 que habia enga5ado a la jente .de Joaquin. A nna seEal de este filtimo, Juan Trededos sac6 su puiial, B dirijib a1 desgraciado enfermo i le r e b d el cuello; des- e pues, ayadadi por dos o tres de sus compaiieros trasport6 el cad8ver fuera de la choztl i lo arroj6 a un estero que ser penteaba a1 pi6 de la colina. La partida tom3 ent6ces posesion de la casa, en donde %e encontraban reunidas una multitud de toda clase de pro- visiones, frazadas, instrumentos para el trabajo de las minas pipas i tabaco. Comenzaron por emplear una cierta cantidfd de este idtimo para torcer cigerritos, fumaron dos horas se- guidas i despues csda c a d estendi6 su avio, su rito i su pon- cho en el snelo. Joaqnin se arreboz6 como mejor pndo i dur- mi6 un suefio profando.
  • 64. - 64 - d 18s primeras luces del dia,el jefe despachd tres hom- bres a1 campo de RIund Springe con encargo de procurarse cafe, cerreza, en fin, algo con que eatisfacer el apetito de la partida A1 cab0 de dns horas, unos d e 10s e n ~ a d ovolvi6 solo, coli s las manos vacias i todo desorietado. -2En d6nde estBn tus compaiieros? le pregunt6 Joaquin. -1inertos respondid el hombre. --$!orno mnertos? --Xi: si, capitan; ehorcado como perrosi Apenas llega- mos a1 campo, eutramos a una lmacen para hacer provisio- nes, mientras yo me habia detenido en nn bodegon a echar- me un vas0 de agua de la vidx. Conversaba con el propirtario. del pnnto, que es uc chileno, cnando de repente oigo una pelea a1 lado de afuera. Jliro; era mis camaradas que ehm- ban rodexdos como por cinco o seis americanos, que 10s tenian apnrados. Uno de ellos declarb conocer a Sebastian por nn ladron d e caballos, que le habia robado a 41 mismo cierto n6mero en 1880, en el valle de Sacramento, i que habiendo si&) arrestado, se habia escnpado de su prision; que, en fin. su compnfiero debia ser tambien un ladron, por que sin e88 condicion no andaria viajando con 61. No se necesitaba tanto para amotinar a la turbtis. X’ue-tros dos compaderos fueron arraRtrados hBcia un Arkol, m i h t r a s que 70. ayndado por otro compatriota de nuestro bodegon, me subi a una ventana i tom6 las de Villadiego. -He ahi una historia villana, en verdad, dijo Joaqnin; es menester qne abandonemos inmediatamente la plaza. A no ser la necesidad que tengo de rennir a mi alrecitdor algunos- hombres qne conozco, para la ejecucion de un proyecto im- portatite, habriamos hecho alguna bsjada a eea aiserable pue- bIecillo i no perdonariamos a uno solo a estos demonios ame- ricanos; Pero qne permanezcan tranquilos, no hay puerco a qnien no le llegue su San Martin1 Arriba, amigos, a caballo i en camino. E n un abrir i cerrar de ojos, cada uno estnvo montads i 18 banda a todo galope. Se tuvo buen cuidado de no seguir la lfnea recta; de rodeo en rodeo i deteniendose en divers05 puntos, ;ra pars despnjar un viajero, pa para refrescar a 10s jinetes i a 10s caballos, se lleg6 a uno de aepecto triste i som-
  • 65. - 65 - brio, sitneclc a una milla, p c o mas o m h o s , de Salmon Talls. Joaqdin orden6 hacer alto i pamr alli la noche. Ese lugar parecia haber sido dispuesto espresamente por la Naturaleza para el nso a qne se le aplicsba en aquellos momentos. Casi completamente cnbierto por las rocas de 108 alrededores, rudeado por zarza1e.s que se cornbina ban de m a manera inesplicable, presentaba en el centro un espacio de veinte pies de diAmetro, que se hallaba asi convertido en el mas segnro i en el mas cdmodo de todos 10s milos. SI llilevo cnmpnmento.-Avent tlrils de Joaqni 11 Una vez colocadcs 10s caballos en lugar segnro, 10s ban- didos se pusieron a hacerle 10s honores a las provisioncs re- cojidas durante el dia; en seguida le lleg6 su tnrno al ci- garrito. -Paisanos, les dijo Talenznela, aqni no se oye hablar mas que de horca; eso es horrib!e. Los americanos son nn( s mise- rables qne no deben morir a1 aire mi6ntras podamns matarloe en el suelo, a la manera qne se acostumbra en Chile con 10s animales. -Es verdad, dijo Carrillo, la horca no deja nada qne de- sear. -Per0 a 10s amencanos se les ha incnlcado eso principios desde la cuna; es meneater que ellos ahorqnen o es menester ue Sean ahorcados; est& en su natursleza Ese pneblo formado aei, i nada pod& transformar a ese pueblo. -Sea, dijo Juan Tresdedos; pero si no poclemos impedir que ahorquen a nuestros compaiieros, mui dcefios eornos de tomar las represalias, colgando a cnantos americanos se nos vengan a las manos! Oh! mas bien que n6; ese es un sistema fatal! Uaando yo mato a alguno, siento la necesidad de verle el color de la sangre. Asi. pnes, car ...dejdmosles que ahor- qnen como les de la gana, i por nuestra parte hagtlmosles sentir todo el mCrito de nuestros cuchillos. ?No se acuerdan, compafieros, de lo popular qne esta arma favorita ea en nues- J. VCRIETA 6
  • 66. tra patria? Ann suelo recordar con placer las riiias de Chile, cuando despues de unm cnantas palabras cambiadag en la chingnna, con el Taso de chicha en la mano, nos sttliarnos a1 esterror, i arrolkndo nuestres mantas en 10s . brazos, en for- ma de escudos, esgrimfamos ouestras lilninas con espedicion qne asombraba a 10s espectadores. Me pas6 muchas veces el sostener prolongadws luchas con farnosos cuchilleros. s i n PO- der heriruos absoli&vnente, sin hacernos el mas lijero ras- gi~iio despnes de mas de un millon de taJos i revesas, lo qne hacia prorrnmpir en frendticos aplausos a 10s espectadores. Era de Fer como relucian las hojas de 10s cuchil-os sobre loa combatieutes en mangas de camisa. Mas de un8 vez vi enro- jecBrso el blanco algodon con la sangre del vencido; pero uadie tenia nna soia palabra de cornpasion para el desgrtlcia- do, a quieti se declarablt que merecia su suerte por torpe. iOhl el cnchiilo es una arma tan temtble como el revdlvers i mM a que la soga. No hai una arma mas segura i mas noble: se- g ira, porque cuando se aseatrt d golpe, solo un chileno pue- de rechazarlo o erihrlo; i noble, porque para hacer m o del cuchillo. es menester trabar la lucha cnerpo a cuerpo con el adversacio i con gran peligro propio. El revo!vers es una arm%de cobardes. El proyectil va a hacer 5u deber a dos cuadras de distancia, i cnando uno IIega a su rictima. ya esta ha exhalado el tiitirno aliento. El puiial le permite a uno, yor el contrario, recihir en BUS brazos al que acaba d e 61- timar i percibir sns tiltimas maldicioiies envueltas con sus dltimos latidos. LueKo uno llevn la mano firme i se esperi- menta nn indefinible placer cuando se siente a la afiiada hoja rebanar Ias apretadas carnea. La muerte de cuchillo es In finica qne puede impntarse a un brazo fuerte,rporque es la Gnica que se consuma con su fuarza i su impnlso. Viva el cucnillo! I)eje'moslos ahorcar, deje'moslos fusilar, i content6monos con vaciarles ias entrafiasdcada vez qne 10s encoutremos a iiuestro paso; d6monos por satisfechos con arrtbncdrles el co- raz6n enssrtado en nnestrgs aceradas puntas. Por mi parte, jnro has6rles tan terrible la daga chilena como el a r m a m m ~ mortifera. En adelante, veArillar el cnchillo de 10s hijos del Sur i ponerse a temblar, ha de ser todo uno para estos mibe- rables Yankees!
  • 67. - 67 - -Compafieros, dijn a eu vez Joaquin; yo mas qiie npdie me sieuto encolerizado cnando recuerdo la horca, porqne yo he visto eetrangular a mi vista a mi, pobre hermano, qne no les hebin hecho mal alguno, i eso en nn momento en qne no podia salvarlu ni captigar a 10s asesicos; per0 despnw he to- rnado I tom0 aun mi venganza. Dejemos a un laclo est& tris- t conversacion, i dejadme cont !res una aventnra que me m- e cedi6 hace algun tirmpo, en el condado de Tuolnmnie. -Bravo! bravo! Eso es lo bueno: gritaron todos a una voz. -EEscuchemos, esclamaron en twguida. -Acslabs, di,jo el jefe, de comenzer la carrera qne VOW- tros seguis conmigo. Entr6 a Tnolumme con mis ccmpsiie- roe, que entcinces ascendian a1 nilmero de siete soliiniente, i encontre' en el peqnefio campamento de San Diego, quo esta- ba a m din mills, de C'olumbie, un cnartel jeneral cine ROY convania de todo punto. Nos pnsimos, p e s , a In obra. deutr>yendoi m>ta,idob 10s miner08 durante el dia, ya fwra que 10s encootr6raror 8010s en las mor~tafias,a donde iban en bnsca deplaceres (Lavade- roti), sa fuera que 10s encoutrnrdmos ocnpados en cazar e9 algunos pnntos aislados. De paso, Ilegada la noche, nos ibamos a dejar :t algnnas cams de jnego de la cindatl una parte del or0 que obtenfamos de esta manera. Para hacer estas visitas a la8 mesas del monte, yo tenin cuidado. como vosotros 'to Pupondreis mui bien, de ponerms un difraz, a fin de que aqnellos que me habian conocido en otra posicion, no me conociesen a1 encontrarme de nnevo. i me tomasen por e-tranjero. Entre aquellos que me habian visto las ocasiones snficien- tes para no olvidarme, se encontraba nn contra-maestre qne se llsmaba Leary, con qnien habia hecho yo el viaje de Chile n la Sonora. Yo deseabn evitar la presencia de Pste a toda costa., de temor que no me fnsra a reconocer a p sar de m i f disfraz, i m e obligaee a ponerme a la defmeiva. Yo no que- ria atentsr contra este individno; era precisamente el hnico hombre de todo el Estado a quien habria sentido en el alma dirijir mi revblver, porque jam& habia tenido respecto de mi mas que procedimientos Ilenos de cortesia i de
  • 68. - E8 - todo punto amistosos. Este contra-maestre se habia enrolad:, desptes en las fila8 de la milicia. Sabieudo yo que estaba a1 corriente de mis aventuras, i no dndando de que, oficial i hombre de honor 4ntes que t d o , no fiabia de perdonar medios ni habia de faltarle el valor ni la enerLiicrpara arrestarme i caatigarme, habia determioado no ponmne en sn camirto. Con todo, una tarde olvide' ponerine una parte del dkfraz que acostnmbraba Ilew r; mi barba snperpuesta me parecia sup&flIia, i crei qae bastaria ocnltarme en parte la fi:onomia con la manta. Ai salir de la sals de juego, ft media noche, tave en efecto, mncho cuidado de ech4rmela a la cam i de cubrirme del me- jor modo posible. E n este mismct instante, i al poner yo el pi6 en el umbral de la puerta, entr6 Leary i me diriji6 a1 rostro una de esas miradas penetrantes. Yo afect8 no fijarme en 61; per0 una vez e n l a caile, me meti por 10s lugares mas sombrf34, i me echh a toda camera en direccion a l punto en que estaban reunidos mis compafieros, a donde llegu6 en breveR minatos. A In mafiana siguiente, i cuando amanecia Dios, v i apare. c8r repentinameute cierto niimero de hombres, que a las 6r- denes de Leary se dirijian hicia nuestra tienda. For s u p o e h que a mi no me cest6 macho, como lo snpondreis, adivinar el objeto de su vkita. Desperth a mis compafieros que dormian a m , i compren- dimos inutintivamente que era el 6uico medio de salvarnoN, 1108 lanzsmos a1 camino a todo lo que daban nuestras piernaa. Luego sentimos nnas cuantas detonaciones, i el enemigo, a fuerza de perseguirnos, log& apoderarse de tres hombres de mi partida. En aquel instante. debo confesarlo, yo 10s supuse perdidos para aiempre; pero eran cempafieros mai valientes, i rebistie- rot1 tanto i se condu,jeron tan bien, que despues de una en- cmnizada iucia recobraron su libertad. P o fui el iinico que sali herido de nn golpe en el hombro, que me did Leary en el mismo instante en que escapaba. Ambas partidas se hallabaii a pie, lo que ftivorecia singa- larmente nuestra fuga, porqud nosotros estabamos mas aco8- tumbrados que 10s amer:canos a viajar por las montaiias, i
  • 69. - 69 - yodiamos salvar con mas rapidez i facilidad 10s senderos ea- zrechos i escabrosos i 10s sinuosos precipicios que se cos pre- sentaban por delante. Asi logramos dejar mni pronto atrgs'a Learr i a su parti- .$a, i encontramos un abrigo qne nos permiti6 descansar sin %mor alguno. Por la primera vez me veia yo perseguido, cazado, por de- eirlo ad, por 10s americanos; p r o si yo hnbiera tenido la di- cha de contar con u z grupo de mag jente, os jnro que no ies habria cedis10 un p:Jmo de terreno. Con la mitad de 10s hom- bres que ellos llevabm, yo me habria comprometido a po- nerlos en deshecha derrota a pnnta de cnchillo. Ab! el chileno, fuera de su patria, acometido por 10s es- %ranjerosi con su puna1 en la mmo, mnltiplica sua fnerzas i s u ajilidad. Nada digno de valor, no necesito hacer s n eio- j i o delante de vosotros, andaces compaiieros mios. Tuestro orgullo nativo i la dignidad del nombre de chilenos que i!e- vamos no -nos permite desfallecer jamas. Sacamos fuerzae de la nada, como se dice tan elocnentemente en nuestra pa- $ria: hacemos de tripabcorazon. -Bravo! bravo! gritaron a la vez todos 10s bandidos, esaltados hasta,el fdtimo grado de entnsiasrno por lee ras- gos snblimes de la bruwa elocuencia de su jefe, i a nna voz, %do<, levantando 10s cuercm en qne bebian, prorrumpieron en u n brindie a sn salnd. AI dia siguiente. Joaquin i sn jente encontraron a nno de plus compatriotas que conducia cnarenta o cincneti ta mnl&s, codas cargadns cor1 costales llenos de provisiones. Joaquin le compr6 uua gran cantidad de harina, de caf6, de az6car I de frejoles, fruto natural de Chile i qne 10s habitantes de aquel pais prefieren a 10s mas sucnlentos i esquisitos manjares. E n siyuida continuci su marcha hasta llegar a1 estremo de n m pradera abandonada i al miemo tiempo tan fkrtil, que deci- dieron ammparse a la sombra de nnos sirbolea. Se convino qne permanecieran alli una Hemana, i en caso d e necesidad, diez dias, para. dar a 10s animales el tiempo ne- eesario para recobrar sus fnerzas, i a 10s hombres la libertad para descansar i recrearse un poco. En el pnnto en qne time su orijen uno de 10s menantiales del rio Mockelurnen, en U R ~ L rejion desierta, no mui !ejana de
  • 70. !a linea que airve de frontera a 10s condados de Calevera i del Borado, se habia establecido una compsiiia de mineroc compuesta de vsinticinco hombres. Habiendo aalido nn dia bien armados para buscarplaceres. habian llegado hasta aquellos lngares, en donde se habiar encontrado en presencia de qnebrazones de una riqneza in- comparable, i se halian apresurado a plantar sus tiendas. decididos a quedsrse en aquel punto, q u e no tenia mas incon- veniente qne estar distante de toda Eabitacion. Uqa madma, en circunstancias que almorzaban mui tran- qnilamente. tetliendo por mesa una tableads roca que habia delante de sus tiendas, i bien armados de revdiver. como era costumbre en esos tiempos i en aqnelltl tierra, nn caballerito, de pel0 i ojos profundamente nepos, se adelant6 hacia ellos i 10s salud6. Httblaba un excelente ingles, aunque por su fi- sonomia era dificil resolver si era de estirpe sajonn o IR- tina. Lo insitaron a qne ae desmontase i tomaae parte con ellos en su modesto almuerzo, per0 41 rehusb politicnmente. Se content6 con cruzar una pierna elegmtemente sobre el c u e h del caballo, i encontrhndose asi completamente cbmodo, fie pnso a conversar con suma confianza de las mas distintas coms, haeta qne vi6 aparecer un minero llamado Jim Boyce, que habia ido a traer agna a una fuente vecina. A la primera miradn que le diriji6, el ,j6oen recoji6 sn pierna, se afirm6 sobre la siIla i espole6 vigorosameute sn caballo. Bopce grit6 entdnces en medio de una especie de rnjido: -Xuchachos! ese mozo tan apuesto no es otro qne Joaquin Y Diaparad sobre el! Pronto! pronto! Fuego! A1 mismo tiempo qne decia esto, descargd su revdoer so- bre Joaquin. Per0 fuP en vano. El j h e n jefe habia lanzado sn caballo a toda. rienda hacia una roca qne hacia ingulo en aquel plttno, i tenia el propbsi- to de drtr vuelta por ella, con el objeto de eacdparse, trepan- do las colinas que se estendian paralelamente a1 rio; per0 s f volver, vib por su desgracia, que el paso estrtba cortado por una multitud de afilados peiiones. De camino practicable no le quedaba mas que un estrechc. sendero, que corria a lo largo de una inmensa montaiia i j u s
  • 71. - 71 -- 5amente a1 borde de una cadena de rocas’ de cien metros de atension. Esas rocas, que pendian inminellte sobre el rio siempre ajitado, se encontraban en linea recta con la colina en que 10s mineros habian plantado sns tiendas i no distaba mas de treinta metros. Para caalquier hombre, arentnrarse por una senda seme- j a n t e valiit tanto como arrieswr la. partida. 30 solo se corria el peliqro de caer sobre las p&as desde nna altnra de cien va- ras, sin0 qur de todas maneras tenia que seguirse uca linea d e dosciet~tosmetros que se estendia paralelamente a las po- -3iciones del enemigo, i que mantenerse coostantemente a tiro de pistols. Joaquin veia perfectamente a toda la compailia de rnineros rev6lver en mano. Joaquin, como si se hitllase montado en un caballo fantrts- ma, se Imz6 R lo largo del peligroeo sender0 lmzando, a1 yaso de sus enemigos la8 siguientes pocas palabras: -Yo soi Joaquin: matadme si podeis: En el instarite mipmo se sintieron veinticinco detonaciones, i lau balm, pasando por sobra la cabeza de Joaquin, se fue- ron a aplwtitr, unas sobre otras, en el muro de nna piedra que se hallaba a su derecha. En la primera descarga una bala le arrebat6 el sombrero por 10s aires, i la uegra i poblada cabellera de Joaquin quedd gotando a1 viento. Los rnorneut.:m eran preciosos para que 61 fnera a pensar eu echar mauo a sn rev6lver; a el no se le ocultaba que toda esperai:za de salvacion debia fundarla en la velocidad de 3u caballo. Se content6, pues, con sacar de su cintura, para prevenir todo ataque, u n puna1 fioamente aguzado, que ajit6 sobre sa eabeza, con un aire magninimo de desden. Algunos minutos despues, un grito pro!ongado reson6 a1 traves de 10s bosqnes. a un cnarto de rnilla de distancia. El iltreoido caballero se habia salvado. Joaquin conocia de sobra el carlicter resnelto de Jim B O ~ C B .?ma echarse a dorxnir despues de lo que le acababa de w o n tecer. Por otra parte, era mas que probable que el snsodicho mi- m r o hubiew oido hhblar de las diferentes recompensas pro-
  • 72. m - 72 - metidas a1 que prendiese o matase a1 celebre jefe chileno; ( t I esto a combiuar un ataque con todos 10s mineros que se pz- diersn reunir, EO habia mas que un paso. Se corria, pnes, un inminer,te riesgo permaneciendo poa mag tiempo en el campamento que se babia escojido, i que E 30 sumo, se hallaba a tres millas de las tiendas de 10s ame- ricanos, es decir, casi en las fauces del lobo. Con todo, cierto de qne sus enemigos no habian de alcac- zar a reunir todos sus caballos antes de qne llegaee el dia. i mucho m h o s a preparar las municiones i las armas para UI? ataque dccisivo o una largs persecncion, Joaquin concibi6 e: plan mas brillante Jne haya salido jam64 de nitignn cerebrc humano: un plan que. inntilizando desde lnego todos 10s pro- yectos de BUS enemigos, le permitia hacerse dnefio de 1as ri- quezas que huhieran podido reunir. Sabiendo que podia hacerse perfectamente una escursion de noche i qne no podia seguirsele la pista hasta la maiiaiia siguiente, mand6 a N jente montar a caballo i aguardar l a I h i e n de partida. Inmediatamente obedecieron toclos, Pin si- quiera dirijir una p r r p n t a a su querido jefe, que tenia ez- tdnces todo el hire del misterio de su plan; en pocos minuto= estuvo la partida lista para ir adelante. Joaquin se pus0 a su cabeza, i en el mas profundo silen- cio se dirijeron h&cia el Este, a traves de grandes hileras 6e pinos. Cabalgaron asf rapidamente hasta la noche por camino= que no tonian nada de agradable. i se encontraron con que habinn devorado una distancia de mas de 20 millas. Joaquiz ann aueria alejarse mas del campamento que acababa d e ahandonar; i solo despues de nna hora de marcha mas, se de- cidi6 a dar brden de hacer alto. Se recojieron algunss ramas secas, i despues de reunida? les allegaron fuego por debajo, con el objeto de alejar a lac beetias feroces; amarraron bien 10s caballos cerca de aquelia lmprovisada hognera, despnes de lo cual 10s bandidos 8 - confortable calor del rescoldo, ee tendieron sobre sns ritoe, ’ se entregaron a1 mas tranquil0 reposo. Los centinelas, encargados de relar por la seguridad del campo, se relevaron de media hora en media hora, hasta ~ I I E termin6 Ianoche, i cumplieron tan bien, que a1 raysr ‘a
  • 73. - 73 - s x o r a , toda la partida, despertade en ese-instante, se paso <e pi8 a1 momento i emprendd de nuevo su camino; solo cua- tro horaa se habian consapado al'sueiio. Hasta el medio dia ganaron camino con la misma rapidez que la vispern; ent6nces se encontraron e n medio de un valle encantador; todo cubierto de yerbas i de fioreR conpletamente xlaturales, salvajes, regadas por un limpid0 a r r o p que ae abria BUS veredas por entre las enmaraiiadas raices de la8 mas orijinales i verdes plantas. Veinte millas, poco mas o m h o s , separaban a 108 ban&- dos del Iugar que les habia servido de vivac la noche prece- dente; se detuvieron dos horas para dar tiempo de apacentar los caballos, migntras que ellos mismo tomaban su dimen- m. No partieron de alli sin dejar eIlos sefiales evidenteg, de ?ne habian pasado alli toda la noche, para qne 10s america- nos se persuadiesen de ello; despues, cabalgando toda la no- &e, pusieron otras veirite millas de distancia entre ellos i el snemigo. Hicieron una parada de algnnos minntos, enceudiendo ho- goeras como lo habian hecho la vippera, i cenando sobre Ia marcha, despues de lo cnal volvieron a montar a caballo i describiendo en su trayecto un circulo de estension de cinco ~ d a mas o mhos. s En seguidtr i de repente volvieron riende con direccim a1 lneste i acamparon como a las tres de :a mttfianlr a unajor- nsda de su Gltimo campamento. AI cabo de algnnos dias de esta conductrt, de estas mar- &as i de estas paradas consecntivas, la partida se encmtr6 precisamente en uno de 10s puntos en que se habia detenido .ana de [as noches anteriores. J i m Boyce i 10s mineros americanos ae habian dedicado a la persecucioo de 10s bandidos a i madana signiente del dia s 4n que el acaso quiso que se encontrasen con Joaqnin Cada noche hacia alto alrededor de 103 fuegos abandonadov por ',os salteadores. esperando (i su citlculo era mui natural! que a1 fin i a1 c a b habian de encontrarse con loa chilenos, por mui RIM que fuesen estos en su fuga. Josquin no pndo retener una sonrisa de innensra satisfnc- cion cuando se spercibi6, por seiiales infaliblea, que Jim S y c e , a quien consideraba uno de sus mas peligrosos ene-
  • 74. 7 - 74 - migos, se encontqba en ese momento en marcha i cerca de 41. Ya habia entrado la noche. Despues de haber galopado todo el dia por 10s montes i planoa, Jim Boyce i 10s SUJ.OS. tranqnilamente sentado nl rededor de uno de 10s Gltlmos fuegos de Joaquin, que ellos habian vuelto a encender, fu- maban i reian a mas i mejor, sin que ninguti presintimiento les advirtiese, cuando de repente el estrueiido de veinte re- v6lvers clescargado a la vez rompib el aire; todo be ilumin6 shbitamenta en torno de la hoguera, como si se hnbiera abierto una nube para d x paso a relrlmpsgos inesperados: i 10s americanos que no habian sido traspaeadns por 18s balas, vieron con espanto a veinte de BUS compaiieros tendidos por el suelo, sin movimiento, i operm otros veiute tiros de rev61- ver dirijidos contra ellos. Poseidos del mas horrible pknico, desorientadoe, locos, 10s dos Gricos americanos que la segnnda descarga habia dejado en pi6 (nno de ellos era nadn menos que Boyce), se lanzaron a caerpo perdido eutre las sombras, i sin tomarse el tiempo para elejir el camino, se apartaron velozmente de aqnella horrorostt escena. Ya Joaqnin estaba en el borde del teatro de 10s sucesos viendo si Jim Boyce habia caido o n6; en cuanto a Juan Tresdedos, aullando como un demonio, teniendo empufiado, en su mano mutilada, un largo pnfial, nltim6 desapiadada,- mente a dos que le parecib que respiraban ann. Los caddveres arrojados sobre aquel campo, presentaban, iluminados por las claridades de inmensa hoguera. un as- pecto tan terrible i tan repngnante, que Joaquin miemo ne- dej6 de sentir escalofrios. --Vamos, dijo; dejemos este lugir. No acamparemos hasta la magana pr6xima en un paraje mas c6modo i mas agra- dable. XI1 Se orgnnizan rarias partidas pim perseguir R 10s bandidos Varios e~iiiiu-ttes. rmplar castigo -Ej Dos o tres dim despues fqeron a visitar las tiendas de SUE victimm. lkqwez de haberse cpoderado de !cs ca.br+!lcs i d.3-
  • 75. - 75 - :as mnlas se pnsieron a buscar 10s metales preciosos, i se encontraron en polvo de or0 m,as de catorce mil pesos. Joaquin c o m e i d por tomar posesion; despues se tras- ~Iad6 con toda su partida a Yacqui-Camp, es decir, a mui poca di4tancia de San Andres, en donde tenian su lugar de reunion. A1 dia signiente de su llegada, envi6 por la mafiana seis de sus hombres a las 6rdenes de Velenznzla, al Arroyo Can- kowa, con 10s animales que teiiian de mas i una gran canti- dad de plata encontrada entre 10s americanos. Conserv6 cerca de si todo el resto de Ia tlropa, i comenz6 ana sbrie de espediciones contra 10s enemigos ordinarios, ma- $ando i pillarido todo lo que caia bajo sue mauos. A mochas millas alrededor. de San Andres de Salveritas i de Pacqui- Camp, no se oia hnblar mas que de robos atrevidos, i nadie sabia qiiikn 10s habia cometido, ni qn6 R habian hecho 10s e objetos robados. Hsbian ahorcado a uno8 caantos hombres sin que hubiesen tenido el tiempo para decir cual era la mano que hebia dado el golpe. I Todo lo que aabian 10s mineros, em que, como fantasmas, 10s ladrones i 10s asesinoa se paseabtln entre ellos sin que lo- grasen descubrirlos. Asf es que por todas partes no se veian mas que fisono- mias mpautsdas, en Ias cuales se pintaban eetrafios temores gara estirnular In vijilancia de cada mal. E l capitart Ellis, dipntsdo Sheriff del condado, Ingr6 reu- n r noa compaiiia de cindadanos de loa mas atrevidos de San i Andres, i en seguida se ech6 en bnsca de loe crimineles. Ha- biendo snbido por un espia que Joaquin estaba en Pacqui- Gamp i que uno de SUY hombres iba con mucha frecueucia a monte, se traslnd6 sin perder tiempo al lugar designado, 1 reconoci6 a1 hombre c u p s seiiales se le habitln dado i se apo- der6 de su persona, CarriIlo (era 61) fu6 condenado a la horca incontinenti Gomo ladrm i asesino; pero se le permiti6 el perdon si que- ’ ria revelar e secret0 del asilo de sns camnradas. El ban- l dido se ne@ desdenosamente; con todo, pidi6 que #e le deja- .se la vida, 1 se comprometi6, dado caBo que no pillaran cb la partida, a ayudar a 10s americanos de otra manera, de %nerte, en una palabra, que no despertaran las sospechas
  • 76. -% - 76 - de la partida. Viendo que no se tomaba en cnenta su propo- sicion, cambi6 de tono. -"aced vuestro deber, les dijo con aire de desafio. 1 agreg6: -Si se os arltoja examinar nuestro bagaje, encontrareis en mi valija un puna1 cnya ILmina estA ttun teiiida con la sangre de nn americano. He matado con ese pniial mas d e veinte i vosotros no me podreis matar mas que nntt vez! Este discurso fu6 recibido como debia serlo, i el bandido, sin otra forma de proceso, fok arrastrado a un Brbol i ahor- cado. Los compafjeros del capitau Ellis; no escnchando mas q u e B chlera, continnaron cumpliendo con sn deber. destruyendo n i quemando todos 10s escondites que suponian que pudiefien servir de refugio a 10s bandidos; el incendio'se levant6 basta el cielo, i sns llamas esclarecian todas las montafiss de 10s cblrededores a muchas millas de distancia. Joaquin. que estaba con su jente en una colina cercana, fo vi6i lo oj-6 wdo. -Creo, dijo riendo con todas ganas, que si nos tuvierau ahorlt entre sus garras, sentirian muchrts tentaciones de ha- cernos asar! Pobre Carrillo! Lo han ahorcado i sin dnda se ha ido a juntar con su antiguo amigo el viejo Pincheira; pero caramba, 10s primerov veinte americanos que encontremos ban de ir en pos de Cl a1 infierno, i no ser&sin qne me pa- . p e n bien car0 su pasaje. Convencidos de qne la compafifa del capitan Ellis recorria a la manana sigoiente el pais en todas direcciones, se ech6 a 1a montafia, decidido a llegar lo mas pronto posible a1 lngar fijado para la reunion jeneral, a reunir alii sin demora tods EU jente i librar batalla con loa enemigos que osaban perse- guirIo. Pasando cerca del molino de la compafiia Peahri, a al- gunas millas del campo, algnnos individnos ocultos tras d e un bastimento dispararon sobre 10s chilenos, de 10s cualeE so10 dos fueron lijeramente tocados. I Joaquin inmediatamente hizo hacer alto i contest6 tiro s tiro; despues como el enemigo no se mostraba, entr6 a la plaza con Juan Tresdedos i con cinco o seis mas. Solo encontraron dos hombres, bastante necios para que
  • 77. -77- rer Bostener u n combate cuerpo a cderpo; tin minuto bast6 para llegar sl fin i dejarlos mnertns. Despues de lo cual, Juan Treededos 10s arrastr6 fuers i no ces6 en su furia basta que no tuvo mutilados cruelmente loa cadhveres a puiialadas. Durante este tit-mpo, Joaquin i 10s qne Io accmpaiiaban dispararon ann algunos tiros de revblver al interior del moli- no i se pusieron en marcha. Iban del otro lado de la montaija del Oeo, a la cual B lle- e ga por un camino que sigue la cadena de Santo Domingo, cuando 10s chilenos encontraron un campo chino, de donde sacaron de 600 h, 700 pesos; era todo lo que poseian estoa hi- jos del Celeste Imperio. Juan Tresdedos nc pudo dejar de manifestar una viva ca- ridad vi6odolos tan dnciles i tan impasibles; hubiera querido, tanto se interesaba en sn felicidad, disiparles 108 pesares i 10s dolores de BU existencia; per0 Joaquin le ordend que Tohiera las ri-ndas i que eRperase el momento en que pudierli Facar su puiial contra 10s americanos. Atravesaron el rio por el rancho Torman; despues siguie- ron el p a n camino que FB bordeando a1 rio basta el senJero que conduce a San Andres. A una milla poco m'as o m h o s de la cindad, hai un monte i una montaiia prdxima a Grease- ville. En el trayecto, dos americanos que viajaban a pic?, fnercn deshechos a balazos i se 10s entregaron a J u a n Trededoa en un estado tal, que el miserable, para satisfacer sn Fed d e &an- gre, no pndo hacer otra coea que degollsrlos i destrozarles el rostro a patadas. Pasando cerca de un campamento pr6ximo a1 puehlecito del Anjel, 10s bandidos entraron a nna tienda donde dormiari cnatro alemanes; 10s de5pertaron i ponihdoles el puiisl en la garganta, 10s obligaron a que eotregasen todo !o que tenian en dinero, que eran 200 pesos mas o m h o s . Juan Tresdedos de16 que partieeen SUB compaaeros; cum- do estuvieron a pocos pasos, se dirijid hacia los pobreR dits-- blos de 10s alemanes, que eetaban todavia aterrados, i con UD juramento que no era de 10s mas apropdsito para tranqui- lizarlos, declar6 que les iba a cortar el corazon a pedazos para castigarlos For no tener map plata. E l acto hubiera EO-
  • 78. - 78 - guido itimediatamente despues de la amenaza, si Joaqpin, que habia vaelto sobre sus pasos, no se hubiera interpnesto haciendo obserrar a Juan que no eran americanos sino ale- manes 10s itifelices con qaienas estaba tratsodo. El mouetrao Juan Tresdedos tuvo que renunciar a1 pla- c8r que 5e prometia, i trat6 aun de dejar en el camino a BUS compaii2ros para volver a ejecutar sa amenaza; pero Joaquin que no le perdia de vista, supci felizmente impedirselo. Algutios dias despues. uno de 10s hombres de la psrtida, llamado Floresco, que sa poco tiempo $rites habia manifes- tad0 disposiciones para la traicion, declttrd a Joaquin que no podia acompafiarlo mas all$, porque deseaba volverse a Yac- qni-Csmp con un fin particular. -@ud es ese fin? Ie preguntd el jefe. --Ab! la dijo el otro, con un tono de inocencia el mas fin- jido, 110 ea mas que un sequeiio asunto de inter- completa- mente particular. --No dudo, di,jo Joaquin; per0 yo teago uecesidad de ti en este momeuto. Mi intencion es reunir todos 10s miembros de i~ tropa en el lugar de la reunion jeneral, i a no ser que me des m a razon saficiente, no pnedo concederte io que aolici- tw. --Per0 yo, respondid el bandido, yo no solicito, yo exijo. -Euc6nces, seiior Floresco, su exijencia de usted es ino- portuus. Est83 palabras fueron acompaiiadas de una sonriua d e desprecio, que pas6 rApidamente por la fisonomia del j6ven jefe, -Toios 10s momentos son buenos, replic6 Floresco, basta qne yo Ius encuentre oportunos. Puesto que nsted e p t h de uu hum or ~ O C U sgrtidable, no agregarduna palabra, per0 dirpon- dr6 de mi mismo como t me d6 la gttna. w AI mismo tiempo el bnndido volvr6 la rienda, i se apresu- raba retrocediecdo en el camino, cnando Joaquin sac6 su re- v6lver i le mand& que se detuviera. - Qu6 ea esto! le dijo el rebelado, deteniendo su caballo por la rienda; LquB tiene usted que decir todavia? --Pienso, dijo Joaqnin, furioRo de verse trrttado tan vi1 la- namente en presencia de muchos miembros r ecienteme n k incorporados a la partida, pienso qne tG ems z1n traidor; sin
  • 79. - 79 - duda quem& ir a delatar el camino que segnimcs i entregRr el secrrto de nuestro asilo. -Pien e usted lo que qnier'a; le respondid el miserable, que tsmbien sac6 su rev6lver i a1 mismo tiempo dirijid hacia atrtls una iuirada insolente i llena de amenazas. ---Ah! grit6 Joaquin, por la Santa Cruz! th r n o r w h Bun- qne no sea mas que por tu inaolencia. Casi en el mismo segnndo se dejaron oir dos detouaciones de revdver, i Floresco, mortalmente herido. C R F ~tie su silla, i su caba.10, sintiendo flotar s n e l t ~ las riendas sobxe el cue- s 110, se vino espontaneamente hacia la tropa. qne parti6 a @;&- lope. CAda uno de ~ o bandidos conden6 altamente la, locurs s i la insubordinacion de Floresco, i felicitaron a Joaquin de haberlo castigado tan oportnnamente. -2No estaba pidiendo tiempo? respondid Joaquin; pnes pa le he dado la eternidad. Dos horas despnes, sjguiendo el camino que penetra pro- fnndamente en la8 entrafiae de !as montlifias, se enccntraron de repente en un nuevo campo, ocupado por cinco chinoe. Aunque cztda uno estaba armado de su revblver i un putid, no hicieron ehfnerzo alguno por defenderse, i se rednjeson o pedir de rodillas que se les perdonaee la vida. La rrbelion de FIoreeco habia puegto a Joaquin pa de mui mal hnmor; le hizo una sefial con la caheza a J n s n il'resde- dos, i este, sin perder tiempo, se lanz6 hdcia 10s chinos i les sepult6 el pufial en el pecho. En aquellos momentos sua ojos se animaron, i a1 verlo pasar de nno a otro cadaver, compla- eidndose en destromrlos, &ele habria podido tomar por iln~b verdadera fiera cslrnivora. XI11 Joaqnin i Cltlrinn.---Eneueiit~ofnesprr ado Llegando a1 Arroyo Cantowa, Josquin pudo Conrencerse de que lo8 merodeadores no habian permanecido inactivos. Algunos eentenares de cabsllos galopaban de acA para all$ en todas direceionbs del plano, sin estar domados todavia i respirando libertad. Flr, e1 !a,n2r de! C X I F X X ~ ~ O crc'Ir.o:io se eiernb- . her- .
  • 80. - 80 - moms tiendas, que yor sus reuniones formaban ana especie de aldea; Rgrupados alrededor, 10s bandidos pasaban tranqni- lamente EU tiempo, nnos fugando a1 monte i otros fnmando su cigarrito. A alguntt dishancia, sobre un asiento de grama estabau sentadas, ai lado de sus amantes, ocho j6venes mujeres de ojos negros, que conrersaban, reian, cantaban con toda la aiegria encantadora i vivacidad natural de su edad i de su 98x0. Apenas Joaquin se adelant6 hacia sus camaradas, cnando 10s cumplimientoh i felicitaciones lo acojieron por todos la- dos;al mismo tiempo, dos magnificos brazos de mujer, pa- recidoa a nn collar, rodearon su cue:lo, i 10s ojos profunda- mente nezros de su qnerida Clarina le dieron la mas amable bienvenida; tal era Is emocion de esta joren en a p e 1 mo- mento, que en van0 habia pretendido pronnnciar una frase. Despues de haber respondido con alganas palabras en accion de gracia a la acojidz que le habian hecho sns com- aiieros, Joaquin se retir6 con su qnerida a un Arbol, que Rabia adaptado con predileccion. Alli se sentaron, segnros de que no debian de ser perturbados en su amorosa entre- vista. -Joaquin, murmur6 Ia j6ven mujer, echsndose a nn lado 5us hermosos rizos, que formaban cusdro a su graciosa fiuo- nomia; has estado mucho tiempo ausente ... Oh( rnucho tiem- yo, i yo no he podido minos de estar triste encontrhndome aba udonada. - - - C h o , Clarina mia, sola i triste en medio de tantas mu- jeres j6venes i alegres! -Ah! si; e8 precisamente su alegria lo ~ u ocasiooa mi e tristeza. -JVerdad? EspIicate, querida mid quiero conocer el orf- jen de este cambio repentino. iC6mo! LLloras? Enthnces la cosa es tan &ria que merece tiis ligimss? -Si, Joaquin, lloro. dijo la jdven, ocaltando s u cabeza en el 8euo de su imante; lloro porqne no puedo retener mis I$- grimas; siento que m i corazon est& pr6ximo a estallar. 6% acaerdas de tu promesa? Oh! JCuando abandonaremos esta peligroea i desagradable existencia para Folrer a nuestro be- llo p i a , tan apasible i tan dnlce?
  • 81. - 81 - -h%uestro pais? ~ L t i Sonom? Oh! pluguiera a1 cielo que YO no lo habiera nbandonado jamas: T o no seria hoi lo que soi. Pero, ven, Clarina mia i anfmate. Algunos meses mas i volveremos a nuestro paie, que vi6 deslizarse tu tranquila I nfancia; todas estss horas de duelo serBn inmediatamente olvidadas. La frente de la dalce i confiada j6ven se coloreaba a me- dida que pensuba en las apacibles i felices horas de su exis- tencia pasada; per0 con su natmraleza verdaderamente feme- nina, eila amaba a Joaqnin apesar de todos 8us crimenss, i su eepirito se calmaba cnando sepnltaba sus miradas en sa5 ojos sombrios i por lo mismo llenos de foego, que jamas se hnbian bajado delante de uingun hombre, cualquiera qne 61 fuese, i que solo perdian su dureza natural cuando se fijaban en ella. Eo ese corazon tan tierno, ella tenia de reserva tesoros de clemencia de q:re clisponia a su antnjo; por otra parte, escusa- ba su conducta por el tratamiento de qae hltbia sido rictilua en otra Cpoca. Ella conocia la historia intima de Joaquin, sns pensa- mientos, ius pesares, SUB luchar contra una suerte M a l , i hu, larga agorlia, despues de la cual habia sucnmbido la hon- radez primitiva de su escelente natural, le habia declarrtdo que terminaria su peligrosa camera tan prouto como hubie- ~ asatisfecho su vengaiiza i reunido una fortuna, equiralente , R aqnella de que 10s habian despojado 10s americanos. Habia sgregado que ent6nces se rrtimria a1 E-tado de Sonora, i construiria una casa en donde pudiese vivir solo con ella, para no pensar mas qae en amarla. Ella lo oia llena de f6% porqae era sincero en SUB ititenciones, i ella se ocupaba bien poco de qa8 dirhn; ella que lo consideraba a LR vez como el mas noble, como el mas jeneroso i como el mas hermorao de todos 10s hombres. -21 ahora e s d p r k i m o el dia de la partida? pregant6 Clarina con 1 YOZ mas ticma. s -Si, mi amor; mi venganza es ya casi completa, i en cuan- to a mi fortana, algunos miles de dollars, agregados ii 10s qae ya poseo, me bastarnn. Acabado de decir estas palsbras, el j6venjefe fit6 inte-
  • 82. - 82 - rrnmpido en sn amoroso coloquio por un centinela que venia 8. todo galope a darles impQrtantes noticias. A uua zillit de distancia, eobre Cantowi Creek, el centi- nela habia descnbierto, algunos momentoh antes, unas hue- llas freqcas que corrian a traves de la crecida Fer ba, i a juz- gar por las apariencias, no podia haber m h o s de diez o qnin- ce hombres por ayuellas cercanias. Era, pnes, necesario velar eon cnidado, i no dejar a un solo americaiio el tiernpo necesario para abandonar el valle con el secret0 de que la partida tenia establecida alli su cuartel jeneral. Un acontecimirnto eemejante hsbria podido destrnir com- pletamente 10s propectos del jefe chileno, a1 miemo tiempo que lo obligaria a buscar otro lugar para sn rcfujio. Escojiendo, pn+s. sin demora uno de sns mejores caballos. Joaquin se lanzb h k i a fuera acompafiados de veinte hom- bres escojidos, entre 10s cuales se encontraban sns ayudantes de campo ordiuarros, Jnan Tresdedos i Talenzuela, i 10s no m&os bravos i fieles subalternoa, Gnerra, -4ntonio i Fer- nando, La pequetiia tropa seguia la pista indicada por el centminela, i a1 cabo de dos horas de Apida marcha, apercibi6 delsnte de ella a catorce americanos que le hicieron frente, espjran- do qne se acercasen. Cuando se vi6 a doce metros de SUR enemigos, Joaquin hizo hacer alto. Scababa de observar con sorpresa qne e1 jete de aqnellos iritrueos eran el robusto individuo que habia in- tentada detenerlo en u n salon de juego de la Sonora. - dQue has veilido a hacer en este valle? pregunt6 Joaquin, haciendo avaiizar algnnos paso- a su caballo, a fin de ver mejor el semblante del hombre i para asegnrarse bien de que 811s Fospechas no eran eqnivocadas. El Yankee vacilb. Irritado por el golpe que le habia dado Joaquin en la cas& de jnego, obligado a soportar his amargas bromas de loa de- mas americanos sns conocidos, qne a cads encuentro le pre- guntaba si ee habia descubierto su presa, se habia decidido, por fin, a partir con el objeto de aprehender el famoso bandi- do, vivo o muerto, para poner asi de sn lado a 10s burlonee. C C )este lac?nb!e 95jc:c 2 3 !e hntin ;id0 difici! r e i i ~ una ~ r
  • 83. -83- * docena de guapos mocetones, atrevidos' mineros en su mayor parte, que miraban el peligro como un juego, i que, Ujos de evitarlo, lo buscaban. Es menester decir que cuando se habia decidido a perse- guir a Joaqnin, fue en la persuacion de que solo era jefe de una pequeiis partida de miserables i de cobardes; i aunque no habia razon algiina para dudar del coraje i de la bravura deljefe mismo, tenia el yankee en alto aprecio a su jente i no abrigaba temor alguno. La repentin4 aparicion de Joaqnin ti la cabeza de veinte hombres bien armsdos, bien eqnipados, bien montadoa, todoe bien constrnidos i de nn aspecto que dejaba mni poco que confiar, asombr6 en el acto a Arkansaw (este era el nombre con qne se conocia nl susodicho yankee de California). hasta el punto que no pudo responder a1 momento a la pregunta de Joaquin. Arkansaw no se hallaba desprnvisto ni de alma ni de Ta- lor; p r o poseia una fuerte d6sk de amor propio, de vanidad i de circunspeccion. Vihdose en preeencia de una partida de hombres superior a la snpa en cnanto a1 nizrnero i a las ar- __ mas, comprendi6 que no tenia qua ganar nada batibndosc con ella. A cada instante R hallaba mas indeciso, cnando Joaquin. e impaciente, grit6 con tono menos dnlce que aqnel con' que habia formulado su primera cuehtinn. -2Me has oido, o sera menester que yo me esplique mas claro? - Estoi calculandof respondi6 Arkansaw, ecbdndose a la boca un gran trozo de tabnco qne acababa de sacar de s n bol- sillo, dirijiendo a1 mismo tiempo una mirada a sue compafie- ros, que parecia consnltarlos. -LQue tienes que responder? Anda lijerof CQnien eres o yu4 vienes a hacer por este valle? -3To os exalteis! De sobra se conoce que eres estranjero; nuestras costnmbres te son absolntamente desconocidns; ap6- nas nos dejas tiempo para contestar! Por lo qne a mi respec- t ,yo no me precipito jamas ni ann cnando la lirbre e& a a tiro de fusil, Es una verdadera hazafia el sacarme de mis ca- sillas; ya lo reis, tengo todo el aire de un navio equipado a pnnto de hacerse a la mar, per0 soi siemprs mui tardo para
  • 84. - 84 - virar. E n fin, para ser breve, nuestra presencia en este punto no tiene mas motivo que el siguiente: somos una sociedad de cazadores, i t 6 nos encuentras en pos de 10s osos pardos i de 10s otros animales ealvajes. Si tfi no tienea razon para bus- carnos querelia, nosotros tam poco queremos trabarla contigo. Esta es la pura verdad, tan verdad como que estamos tiqni reunidos. A estss liltimas palabras, la sorpresa i el desprecio se pin- taron en todos 10s rostros de 10s atrevidos mineros, de cars bronceada i dura, que acornpanaban a Arkansaw. Mnchos de- jaron escapar sordos mnrmnllos de descontento. En fin, uno de ellos se adelant6 hbcia Joaquin, i con una voz que distaba mucho de temblar, le dijo. -Estoi segnro que te conozco. Jueto: tu eres Joaqnin M u - rieta. Sv I Gonibate entrt. chilenos i anierieaios. t a gartida al~andona el drropo Cantom A p h a s eI americano habia pronunciado el nombre de Joa- quin, cuando ya se habian sacado tudos 10s rev6lvers. El fue- go comenz6 de ambos lados con jeneral confusion. Cinco hombres de Joaqnin fueron volteados del caballo, i dos ame- ricanos habian tambien encontrado la mnerte en este primer encaentro. Despues, 10s bandidos, a m a seiial de su jefe, se lsnzaron decididamente sobre el enemigo i trabaron un com- bate cnerpo a ciierpo, en que solo la fuerza i el valor podian obtener la victoria. Entre 10s gritos, las imprecaciones i las quejae, se oia la voz de 10s jefes que animaban e impulsaban a sn jente, com- batiendo ellos ai mismo tiempo con una ferocidad de ti- gres. Herido, cnbierto siempre de sangre, pero nunca abatido, Mnrieta corria de all&para acti en medio de la pelea, i mos- trhdose por todas partes, sobre todo en 10s puntos en que el resultado parecia iudeciso, con su sola presencia decidia la victoria en favor de 10s suyos. Con todo, 10s americanos se batian de una manera deses- p r a d a . Por momentos tuvieron la rentaja sobre sus adver--
  • 85. - a5 - sarios; i la hnbieran conservado indudablemente, si el je'nio invisible qne acompanaba por doquiera a Joaqnin, recorrien- do el campo de batalla, no hubiera diezmado a 10s campeones del enemigu, arroj&ndoloepor tierri enoueltos en PU propia sangre. Despues de haber deecargado sobre el enemigo su r e d - ver, Jnan Tresdedos arroj6 a un lado su arma i se pnso, con RU habitual ferocidad, a manejiir el puiial en todas direccio- nes, si bien en algunos momentol;, piego e incapaz de discer- nir, no sabia doude dirijir sus golpes, i Iieria a ELIS propios compafieros o a 10s caballos sobre queestaban montados. Cuando Joaquin, despues de haberse desembarazado de uno da 10s mas encarnizttdos americsnos, pudo tender una mirada at campo de batalla, vi6 que nueve de 10s supos ha- bian hallado la muerte en el combate. Entre 10s enemigos, solo uno qnedaba vivo: era Arkansaw. hijo de la provincitt de Arkansas, qrie luchaba deseaperada- mente con Juan Tresdedos. El yttnkee, qiie era admirable- mente Bwmado, daba mas golpes a su adversario que !os qne de 81 recibia, lo que no contribuia poco a aumentar la c6lera de Juan. Joaqnin i el resto de la partida, todos heridos i cnbiertos de sangre, i al mism3 tiempo aniqnilados de fatiga, perma- necittn tranqnilos espectadcres de la Incha. pues tenian com- pleta i6 en la fuerza i en la destreza de sn eompsfiero. Inclitiiindose de un lado a otro sobre sus caballos cubier- tos de espuma, 10s dos combatientes buscaban el modo de inferirse una herida mortal; se veis que qnerian terminar a toda costa, i se conocia que tenian determinado vencer o de- jar su vida i su sangre en el supremo esfuerzo. De reperite, mas furioso todavia por el dolor que le can- saba una cruel herida recibida en el mnslo, Arkansaw dii. vuelta, se lanzd a la izquierda de su adversario, i blandiendo BU puna], le hizoen la mejilla una herida tan profnnda que el bandido bamboled sobre su silla. Los chilenos, espantados, acudieron a1 socorro de sn ca- marada; pero Juan, volviendo de repente sobre si, 10s obligb a retirarse; profiriendo horribles imprecaciones. Ellos, no por esto permanecieron m h o s resueltos a impedir un sacrifi- eio iniitil concluyendo con el Yankee.
  • 86. - 86 - Arkansaw comprendi6 que, a pevar de su coraje, no podia resistir largo tiempo a enemigos mas fuertes que 61; se did vuelta i lanzando su caballo en el camino, hny6 rhpido como el rayo i seguid? a didancia por sn salvaje antagonista, a1 cuai *e habia unido Joaquin. Durante cinco millas, 10s dos chilenos persiguieron al yan- kee. C docitndose un poco Htrm Juan, tocando casi a1 fujiti- vo. De inrtante en instante, el m6nqtrno de 10s Tresdedos tornaba vivamente la rienda de su caballo i blandia su pufial sin poder alcairzar a1 enemigo; retrocedia ent6oces i se irri- taba notando que su caballo Gjerdia poco a, poco su vinor. Joayuin veia bien que a cada paso sn compafiero i 61 per- & a n terreno i que la dlstancia que 10s separaba del fiijitivo no hltcia mas qrie sumentar. Conveocido de la imposibilidsd de rim caza a Arkansaw, llam6 B sn lado a Juan, i ambos volv:endo bridas entraron al cuartel janeral. Lns chilenos que habian sido heridos en el combate se en- contraban ,va alli. Algunos de SUR camaradas, 10s mas espe- rimentados, se ocnpaban en cnidarlos tal como les era posi- bl e. Fernando i otro habian recibido tales heridas, que espirrs- ban al dirt siguiente, lo que hizo llegar la perdida total de la bnnda a once hombres. Joaqnin por sn parte, aunque no hubiese sido herido de una manera mui grave, habia perdido mncha sangre; se vi6, pue.r, obligado a guardar el reposo dnratite muchos dias, en medic) de 10s cuidados que no crsaba de prodigarle con una trrnurrt maternal la hermosa Chrina. Antonio i Gtierra, DO m h o s felices que su jefe, encontra- ron en el cariiio, en la tieina solicitud de sus qneridaq, u n alivio a sus snfrirnientos; lo mifirno que Joaqnin, tambirn se vieron elios vueltos a la saltid, i tan fuertes como Antes, cuan- do N U - compaiieros rn6nos favorecidos entraban ap4nas en la cotivalescencia. Joaqnin no pudo desentenderse de ana cierta inquietnd a1 peosw e n aqnel intrepid0 Arkansaw, el 6nico qne habia so- brevivido entre los arnericanos; se reprochaba de haberle de- jado hnir, cuando pndo derribarlo tau fticilmente de un bala- zo durante su lucha con Junn Tresdedos. Habian trascurrido ya quince dias desde aqael sangriento
  • 87. - 87 - asnnto, i si el yankee no habia sncumbido a sus heridas podia temerse que hubiese levantado otra compafiia de aventnreros, i qne no desearia otra cosa que seguirlo. tQuiCn le impedia ann el reunif las diversas compafiins armadas qne recorrian el Eptttdo, a fin de tomar i destruir a 10s bandidos, i hechos esto servirles de guia i conducirlo hasta el corazon del cuartel jeneral? En el temor de una eventnalidad semejante, Joaquin re- solvi6 a abttndonar al mQiios por ciento tiemlio, el refu,,io que habia elejido. Por esta estrattrjena pensaba 61 engafiitr a 10s americanos que, llegando i encontrando el valle deeierto, ee imsjinarian qne 10s bandidos habian abapdonado el pais, o bien corrtinuarian sns pesquisas dividiendose en bandas i esparcihdose en diversas direccioaes, lo que le pwmitiria a dl, Joaqnin, atraerlos a 10s desfiladeros de la montafia i destruirlo separadamente sin poder por iiu parte un solo hombre. Con este pensamiento fue como se prepard to60 para la partida. Los cnballos, en nfimeros de mnchos centenares, fue- ron condncidos a Xejico. Las tiendas fnerou dobladas i coIccadas sobre las bestias de carga, lo mismo que todo aqnello que en el cuerpo o en 10s alrededores pudiese per todavia de algiinrt utilidad. Las mujeres vistieron sn traje de viaje, i recojiendo sns trajes de seda carmesi, se prepararon a atravesar alegremrnte la% montafias i las llanuras, las sombrias espcsnrav i la sinuoRaE gargantas; en cnanto a ellas, iban a comenzar largas ,jornadas duraiite las cnales no tendrian 8010 que soportar las priva- ciones i la tatigas, sino tambien que defenderse contra 10s osos i 10s terribles leones de California. LOREeridos que no habian recobrado todavfa todas 511s fuerzas, fiieron colocados sobre 10s caballos =as mansos. 10s que mcntaban de ordinario 1as mujeres. Estas muellements sentadas sobre elegantes i cotifortables sillas mejicanas, sii- jetas con precaucion en el medio por nna cinchaanchit de crin, a fin de precaverse contra 10s accidentee, qnedarnn listas para marchar. Terminados 10s preparativos, toda !a banda salid poco a poco de la aldea; su efectivo comprendia en eete momento ciento seis hombres i nueve mujeres. No fu4 sin sentimiento que la banda dijo adios B eqa mag-
  • 88. - 88 - nffica morada, ahom aislada i desierta, pero que tantw veces habia sido testigo de su alegria, de SUB placeree i de su fe- licidad. A la cabeza de la colunmna marchaba Joaqnin, rodeado de BUS princi pales lngar-tenientes. Las facciones tan bellas del jefe hsbian tomado una espresion de tristeza i de grave- dad, a medida que esplicaba a sns compafieros la8 razones que lo habian determinado a dejar el arroyo Cantoma. XV En nnew campamento E viaje no lleg6 a distraer J o q n i n de sus constantes 1 preocupaciones. El recnerdo de su hltimo encuentro con loa amrricanos txturaba todavia su espiritu, annqne 10s hu- biese derrotado completamente, habia pagado cam su victo- ria, i se veia ahora forzado a recoriocer la impotencia de 8n8 hitmbres, cuando en un encneniro importante se hallaban enfreute de uti enemiqo valiente i determinado. El sentia que toda F(U bxnda no se composiera de individuos tan diestrus i tan intrdpidos como Juan Tresdedos, Valenznela, Antonio i Guerra. Contrariado por haber dejado escapar a Arkansaw, le era necesario cotifesar que el mismo Joan Tresdedos no era siem- pre victorioso i no podia ser mirado como invenciblr; era, sin embargo, el mas fuerte, el ma3 astuto el mas cruel i el mas reeuelto para 10s golpes de mauo. Habin sido en otro tiempo f.Lrnwo guerrillet.0, i se habia acostumbrado a las lnchas enctirrtizxdaa qne en Chile le dierun sobrado renombre, i mostraba en su persona las seaales de heridas recibidas en rifixu trabndas cnerpo a cuprpo. Si este atrevido campeon hahis soportado todo 10s trebajos del mnndo para defender se contra Arkansaw, i que 10s Oi,rOs hubiesen sido mas felices qne 61! S o era probable siquiera. Joaquin comprendi6 que desde enMnces 811 interea le man- dab&evitsr todo encuentro jeneml con 10s americanos. Un combate de esta natnraleza, admitiendo aun que el Qxito fuera felie, tendria por resultado privarlo de un n6mero de. hombres que no podria ser sino mui dificilmente reempla-
  • 89. - 89 - zado, lo que presentaba un gran obstdcalo para el cumpti- miento de 10s proyectos que habia formltdo a1 principio de eu carrera. Estas reflexiones i muchas otras del mismo jknero. no po- dian por m h o s de poner sombria la frente de hlurieta; por la primerd vez, 81 esperimentaba nn vivo i sincero d w o de rennnciar lo mas pronto posible. a la existencia criminal que habia llevado hasta ent6nces. para retirarse a su pais natal, a su nunca olvidado Chile, con su qnerida Clarina. La j6ven. sin embargo, viajaba a la retaguardia del grue- 80 de la banda, rodeada de sus amigas, que nada predisponia a la tristexa. Clariua no se entregaba en eete mornento IL la8 mismas impresiones que so. amante; estaba con nn humor del todo diferente. Se esforzaba Gnicamente por distraer R sus compafieras, Avidas solo de diversiones. Los repetidos ecos, prolongados de montafia en montaiia, que producian sns canciones I carcajadas. habian hecho creer que las florestas vecinas kabian dejado escapsr una le- jion de avecillas de rico plnmaje i de -races sonoras i melo- diossp. Despues de haber atravesado 10s ricos t-alles que se estien- den a1 Norte del Lago Tulare, 10s chiienos flanqneaion la ri- bera de San Joaqnin, como a doce inillas del fuerte Miller, i continnaron avanzando en la direccion del S. E. hasta 10% caidos de Johamite. Ahi, pasando de nuevo el rio, snbieron la Sierra Nevada, atravesaron 10s deliciosos valles que se encuentran del otro lado, i por fin, alcanzaron a las montafias a1 Este del l a p Mono. En 10s desfiladeros de estas montafias, Joaqnin, a1 princi- pi0 de su carrera, habia hallado un refujio contra algunos americanos que se habian dado a persegitirle, i que le hsbian seguido a PI i sn peqnefia tropa desde Hangtom hasta Clas- te-Peak, a alguna distancia del paso de la Sonora. Desde enthces habia considerado aqnel lugar como el mejor i mas seguro escondrijo que hubiera en todo el Es- tado. El j6ven jefe se introdujo desde Inego, a la cabeza de FTI tropa, en un desfiladero que ap6nas hubiera podido sospe- charse, tanto cnidado habia puesto la natnraleza en disimu-
  • 90. - 90 - larlo con ayuda de las escarpadas rocas i vejetaciones salva- jes, i cnando lo abandon6, fu6 para detenerse en un lugar mas pintorescr>i mas apartedo qne haya en el mnndo. Es una sencilla colina situada cerca de veinticinco millas a1 S. E. del Lago Mono, que se eleva entre dos montafias es- carpadas, coronadas de rocas, qne se diria estabm a punto de caer en las sinnosidades en las cnales nn hombre pnede perfectamente ocnltarse a todas las pesquisas. Si uno 8e sir- r e de su altura para dominar laS montatias vecinas, la :vista p e d e abarcar el valle hasta muchss millas a la redonda. En este lugar solitario i agreste, a slgunas mi!las - d e nna rejion donde habitan 10s lobos, las hierias i 10s mas temibles de loa osos grises, fu6 d h d e 10s bandidos lwantaron sus tiendas. T las sombras de la tarde se es3arcian poco a poco sobre . la tierra. Tocia la naturaleza parecia invitar a la tranquilidad i a1 rzpoeo, a aquellos aventnreros atrevidos, cnyos esphitus tantas preocupaciones ajitaban. Esteritlieron sobre el suelo sus vastos cobertores de lana, i despues de haherse envuelto cuidadosamente en ellos, R en-e tregaron a1 sueno. Ellos dnrmieron de eata manera hasta lil mafiana, no m h o s tranquila i apaciblemente que hombres coyas msnos no hubieran sido jarnas empapadas en sangre, cuyos corazones no hubieran abrigado ni la sombra siquiera de un deseo criminal. A1 dia signiente, Joaquin renni6 en torno de si a todos sns compaiieros, i lea propnso SUB ideas i sus planes, en lo qne concernid a1 porrenir. CVosotros sabeia, les dijo el $hen jefe, que nosotros con- tamos Rolamente cien hombres capaces de activos servicios. Naes tros espias, nuestros amigos i nuestros asociados, espar- cirios por todas las villas i campos del Estado, componen n o nhmero de cerca de custrocientos. Estos asociados, no nos pueden ayudar sino verbalmente, es decir, con 10s avisos que nos procuran: no pueden prestaraos ningnna cooperacion ac- tiva por razones que es inutil esplicaros en este mornento. Tengo en lugar seguro snmas considerables, i mi intencioo es levantar en 1s~Souora i la baja California un cierto nfimero de ansiliares, qne hardn subir a trescientos el efectivo de nuestrs fuerza. En seguida la armare', la disciplinarb i podrt! entdnces
  • 91. - 91 - desvastar 10s condados del sur, Destruir6 a 10s americanos en masa, qnemare sus ranchos, concluir4 con sus propiedades, i todo esto con tanta rapidez, que ellos no tendrhn tiempo n i aun para reunir sus tropas i organizar la resistencia; estttrdn ellos apCnas en proyecto de estorbar mis planes, cnttndo yo httbrb terminado mi empresa i buscado nn refujio en lao mon- tafias de Sonora. Llegtido alli, dire adios a eeta vida de aven- tnras que hemos llevado juntos hasttt el preseate. Eutbuces, smigos, habremos obteoiglo venganza del mal que nos ha causado esta execrable M Z B de Yankees. Nos diridiremos 10s beoeficios adqairidos en nnestras espediciones, e iremos a nueetra qnerida patria a pasar en paz el resto de nnestros diasD ... Prolongados aplaiisos N cojieron el discurso del jefe. El eutnsiasmo brillabtt en 10s (~jos 10s bandidos. de E1 magriifico cuadro que Joaquin acababa de descorrer de- lante de ellos, les parecia tau conmovedor, la revelacion era de td manera inesperada, que apdnas podian contener su regocijo. Annque habian siempre amado i admirado a an jvfe en las diversas fases de sa peligrosa camera, jamas le habian supuesto tanto jenio, Sus palahras les comunicd una nneva, enerjia, i mas que nnnca R decitiieron a segnirle i a obede- e cerle en todo evento, cndquiera que fuera la suerte reserva- da por la fortuna a sns emprepas. E mismo dia Joaquin diriji6 ocho compafiiaa, compnestm L cada una de ellas de diez hombres. a diferentes partes del Eetado: a1 Este, a1 Sur i a la estremidad Xorte, con la &den espresa de hacer todo lo posible.para procararse dinero i ca- ballos. El mismo permaneci6 en el cnartel jeneral con veinticinco hombres, cuya sola ocupacion fo8 cazar, velar sobre 10s caba- 110s i tener las armas Iistas. Diez dias se habian paaado desde la partida de las ocho compaiiias. En este intervalo, 10s heridos habian acabado de rehacerse. Joaquin, vikndolos prootos para volver a comenzar sus ser- vicios, tom6 consigo a Valenzuela i a Juan Tresdedos i se puso en campafia, para tentar 121mismo a n golpe de mano. Anto- nio, Gnerra i 10s otros debian velar sobre las mujeres i pro- tejer el campamento contra las incnrsiones de las bestias
  • 92. - 92 - %races, qne no cesaban de rodear las cercanias, a pesar de la caza no interrumpida, en qne ell03 10s haltian hecho trabar un crnel conocimiento con 10s pnfiales i revdlvers de la bands. Llegado a Fiddeletown, Joaqnin encontr6 a1 capitan de una de sns compafifas, el que le entreg4 un talego de or0 smonedado i le impuso de que sus hombres, divididos en grupos overaban en ese momento con bastante Bxito en las vecinzlades de Jaksou, E’,capitan habia venido a Fiddeletomn por nn negocio se- ; ~ i i r opara cuya evacnacion 81 tenia cita a hora fija. , La conversacion se prolong6 todavia alganos instantea despues; Joaqnin dese6 nn buen Qxitoa sn Ingar-teniente i !lam6 a Juan Tresdedos. Este se paseaba enfrente de una :ienda china i seqaia con la vista s 10s locatarios con una espresion particular. El se sustrajo, no sin seutimiento, a SQ contemplacion, i volvid a tomar con su jefe el camino que condace a Indian Creek. XVI Atiiqae a la m d a de Hangtown Algunos dias despnes, a1 llegar a Diamond Springs, cerca de Eangtown, sup0 Joaqnin, por nno de sus asociados, que tenia eu aquellos lugares una cas& de baile, que a1 dia si- gniente, por la manana, la mala que conducia la correspon- dencia entre Hangtomn i Sacramento, llevaria tambien un pequefio nfimero de pasajeros i nna centidad considerable de OTO en polvo, destinads a 10s Estados del Este. Durante 10s primeros meses de SQ camera, Jfurieta tuvo la ocasion de detener una dilijencia qne venia de Xockelumen ail1 o que marchaba en direccion a ese pueblo; pero la pooa importancia de 10s resultados obtenidos, no lo dejaron en disposicion de continnar acometiendo empresas semejalites; asf es que habia preferido procurarse el or0 de una manera mdnos penosa. Sin embargo, 81 no crey6 que debia desdeEar !as indicaciones que se le hacian, i resolvid apoderarse a toda costa de lo que pndiera contener la mala de Bangtown. E n efecto, 40,000 pesos no es cantidad que deba despre-
  • 93. - 93 - ciarse; i por otra parte, no necesitaba mas. para volvwse a &f&jico, enrolar 10s hombres de que tenia necesidad i cumplir tsmbien el magnifico plan que se habia formado de sttquear 189 provincias meridionales. Llam6 a nn lado a Vdenzuela i a Jnaa Tresdedos i lee comnnic6 bn deterrninacion de atacar la mala: es escnsado decir qne Qstos se adhirieron pronto i ene'rjicamente. La misma tarde sdieron a reconocer el camino, con el objeto de briscar un puuto donde poder emboscarse. Despnes de hitber cabalgado lentamente casi toda la no- che, 10s trrs chilenos se detuvieron en nn lugar aislado, cc- hierto de bosques de Prboles enmaraiiados i situado poco mas o menos en la mitad del camino de la barrP del Xisbissippi i la cabeza de Roca Blanca. Joaquin colocb a sas dos compaiieros a la izqnierda del camino, tras de un parapeto de arbastos i de desordenada vejetacioo, pero miii cerca del panto por donde habia de pa- 9ar la dilijencia; despues elijio para si mismo nna posicion 48- mejante. Dos horas de ansiedad trascarrieron con tods lentitud, i pa 10s primeros rayos de I aurora se levantaban por el lado de s Oriante i la mala no habia aparecido ann, Joaqnin sabia de haena tinta que debia haber ealido de Hangtonv de la una a las do? de lri mafians, i p e r m las seis i media. Ent6nces le sobrevino a1 j6ven jefe nna duda: quizas sns aPociitdov le hnbrian engaiiado. Se diriji6 hacia Juan Tresdedos i Valen- zuela, casi decidido a retroceder hacia Diamond Springs i a riesgo de encontrar la mala en otro pnnto. Los dos bandidos, tendidos lo mas c6modamente sobre la8 d l a s de sus caballos, esperaban con suma paciencia, fuman- do sns cigarros i como jentes que se hallan en su elemento. Vi4ndolos Nurieta en tan baenas disposiciones, resohi6 es- perar nntt hora mas. Pero a1 cabo cie cinco minutos, Juan Tresdedos sac6 su rev6lver. --E6 aqni la mala. -Ah! si, dijo Joaquin; oigo el rnido de las rnedas. Escu- crhadme algnnas palabras Antes de que ee halle mas cerca de nosotros. Estaba tan preocupado en asuntos de otra especie. que no os he impuesto de lo que debeis hacer. -@6mo? dijo Garcia. Ave Maria Santisima! yo no s a b h
  • 94. - 94 - que hubiese dos maneras de proceder en eituaciones como la presente. --Silencioi dijo Joaquin. Escuchadme: a la primera sefial OF lanzarris a1 camino i os colocareis a ambos lados del CR- rruaje, mihtras yo detengo lo caballos. NO quiero que ee hagannsolo disparo de rev6lver sin qne yo dd la 6rden; acuerdate de lo qne te dig0 Juan! Que hai, amigos, dme han comprendido? -Perfectamente, sefior, respondid Valenzuela, salndando politicamente a F U jefe. - M n i bieti, dijo despechado Juan; perc; lo que no puedo decir es que eAe plan me agrade! -Atencion! grit6 Joaquin. Ni una palabra mas, i cuidado con no cumplir mis hrdenes! E n segnida, como cada rez que se sentia mas pr6ximo el ruido de las rnedas, el jefe se apresnr6 a rolrer a sn escon- dite. Cinco ruinutos despues, la mala apareci6 en un recodo del por cnmino; venia c o n d ~ i c i d ~ cuatro caballos lanzados a todo galope, i que respiraban con toda In f8erza de sus narices el aire perfurnado i fresco de la maBana. Un minnto mas i se hallaron a1 frente del lugar en que se encontraban escondidoi 108 bandidos. Repeutinamente reson6 nn grito agudo. Joaquin se preci- pit6 biicia fuera. i pistola en mano. orden6 con amenaza- dora voz a1 postillon que ee detuviese. A1 mismo tiempo. TTalenzuela i Jnan Tresdrdoa se habian lanzado a la puer- tas. Joaqnin tenia sn reo6lver tan a boca de jarro de 10s viajeros, se habia arrojsdo eobre ellos de una msnera tan pe- rentoria, i con imprecaciones tan terribles les habia intimado que le entregasen el dinero que llevahan, que en vex de po- der obedecer, 10s deegraciados se hallaban mas bien muertos de espanto EI postillon, a la vista de Muriettb, se habia echado hacia atras i apretaba las riendas' con todas sus fnerzas; habia comprendido e n el acto que era infitil pemar en escapar, pues habia descubierto en cada uno de 10s perfiles de Joa- quin la firme resolucion que llevaba de morir Antes que ceder. Cuando el postillon hubo detenido sns caballos, Joaqnir,
  • 95. - 9.5 - le cedi6 el puesto a Vaienzuela, con el .objeto de asistir 81 mismo a la parte mas delicada de la operacion. -Ahora, caballeros, les dijo, volyidndose a 10s que estaban dentro mas muertos que viros, entrekadnos el cofrC precioso, i andad listos, porqae no tenemos tiempo que perder! Vsmoa, despachaos! --Vaii)os, caramba, desphhennos, repiti6 el terrible Gar- cia, Pasad el cofre', o hago un arhero de cada una de vues- tras cabezrts! -He', h6, h6, seiiores de 10s caminos reales o seiiores chi- lenos, quiero decir, no andeis ten de prisa, bitlboced un enor- me ingles que ocupaba nn asiento de atras i qfie se esforzaba en rechazar el revdiver que Juan, con una rstrafia persisten- cia, le tenia colocado a una media pnlgadw de 811 oreja. Be', a f6 de mi alma que aqui no llevamos cvfre d e ningun jenero; de otro modo, bien lo sabeis vosotros, ya lo tendrirts en vues- tro poder. -S6, no hai cofre, afirmaron 10s demas viwjeros, estre- chitndose como sardinas loa unos contra Jos otros, a fin de guarecerse de sus peligrosos vecinos 10s rev6lvers. -Postillon! grit6 Joaqnin fiirioso, den d6nde est& el or0 que llevais a Sacramento? --No hai nada de oro, senor, sbsolutamente nada, yo fie lo aseyuro, seiiorl Ayer tnvimos nna gran cajs de hierro i toda llena, i la dejamos en Sacramento; per0 hoi no llevamua na- da abpointamente, i es mi pura verdad! -Pues bien, dijo el jefe, es de lo que nos vamos a persua- dir por nosotros miamos. I abriendo la puerta de un lado, mihtras que por el otro Juan Tresdedos hacia otro tanto, sgreg6: -Si me habeis mentido, pagareis la culpa con vuestra ca- beza! Tarnos, salid uno tras otro. La 6rdeu, como se adivinlarri, fn8 ejecutada con toda pron- titud. Dos de 10s viejeros del lado de Juan Tresdedos se Rpre- suraron por baijar por el lado opnesto; pero q u e 1 10s tom6 por el cnello, dicikndoles que si lo Lslcian perder mucho tiem- PO, e tenia medios para hacerlos andar mui listoe. 1 E n medio de esta escena, Joaqnio aperaibi6 en nn rincon de la dilijencia a una mujer, de orijen evidentemente chileno, qne hash entrjnces B habia escapado a sus miradas. e
  • 96. - 96 - Era indndablemente una de aqnellas abnegadas esposak. que llevaron su amor i su ienerosidad hasta el estremo rls abandonar su patria i a su familia por seguir, a nn pais e& traao i leyiano, a 10s hombres a que habian unido sns desti - 10. 18 AI verlo penetrar en la dilijencia, la j6ven se desprendi;, de! lujoso chal en que ibrt rebozada, i pas6 a1 jefe un peqne- 50 crucitijo de oro engaetado en piedras preciosas, Joaquin Is tom6, i despues de haberlo eximinado, acordhdose de I x c tiernas devociones de su infamia, lo b e d con respeto reliji+ RO i lo dwolvi6 a su dueda, jnnto con una mirada llena ds espresion i murmurando itlgunas palabras que ella mismd a p h a s pudo comprender. Despnes de haber examinado minnciosamente todos 105 asientos sin puder encontrar nada, Joaqnin se lanz6 fnera dc i coche a examinar el asienlo del postillon, per0 tampoco cou. tenia tesoro alguno; de suerte que Murieta, maldiciendo su mala fortuna. orden6 a 10s viajeros que se volvieseri a sue l n - gares i a1 cochero qne continuase su camino. Juan Tresdedos, orendo esa 6rden i viendo partir 10s caba. llos casi a todo galope, estimulado por el vigoroso chicotc del postillon. se volvi6 de repente a Cste i le msnd6 dos ba- las, qne felizmente paqaron por sobre la cabeza del &mer’- cano. Joaquin, a1 primer disparo, p e lanz6 sobre su intratablc- teniente. Le ordend con una mirada colbrica que deemontar? en el acto su revdlver si acaeo no qneria morir. El bandidri obedeci6 mni a pesar soyo, refunfnaando, i 10s tres chileno. oe volvirron lo mas rBFil1arnent.e Fosible B Diamond Spring- El jefe se trasiad6 donde su am’go, que era a1 mismo tierr- po su asociado, lo impuso de loe detalles dz la espedicion i lo gratific6 con una de las bolsas regularmente provistas (ic que se habia despojado a 10s viajeros. Los bandidos permanecieron ocnltos toda una semana w la cass de sn cbmplice, i cnando se acall6 el ruido prodncidc por la detencion de la mala, volvieron a recojer sus caballo, a un lngar segnro en donde 10s habian depositado, i se dirijic ron de nnevo h&cia e paso de la Sonora. !
  • 97. - 97 - uevots crimenerJ.--.Ataqnes de h9 amerlcamioe.-lj;a CRZS de os05 grises Poco tiempo despues d e su pa'rtida de Diamond Springs. el jefe i s ~ i s compafieros establecieron su campamento provi- sorio en el brazo norte del rio Estnialao B primera vista i por la tarde, el punto les bahia parecido bastante apartado de toda habitacion; pero cnando despertaron a la maiiana siguiente, fueron mu1 desagradablemente sorprendidos a1 descubrir, con las primeras Iuces de la mrora, nn campo pr6ximo qne parecia Her ocupado For franceses. &to8 hltimos parecian no tener la mas ljjera saypeeha del peligro qne corrian; ignoraban todavia con qne vecinos tenialr que habdrsrlas. Cuando 10s bnndidos se presentaron ante ellos i les prrguntaron por que razon ee encontraban en un lugar tan poco habitado, le respondieron sin el menor embartrzo ni temor, que eran mineros i buscaban oro. -Tambien nmotraq, les dijo Joaquin, somos mineros, i de buena gana hariamos una bcena provision de or0 en potvo si fuera posible. -Oh! es mui pmible, replicd el que hacia d e jefe de Irt compafifa. El lugar es exelente i el or0 abunda. LPero, sgre- g6, de.fignrando nn tanto las pala bras inglesss con su mento k n c e s , vosotros no traeis herramientas con qu6 trabajar? -Oh si; tenemos todo 10 que hemos meneater; pero, destAn ustedes seguro de que la cosa vale la pena? -Es claro! &keen ustedes que cnatro o cinco hombres se divertirian trabajando por nada? N6, no! Hemos encnntrado algnnas de esas que vosotros llamaie buenas esplotaciones i estamos decididos a permtanecer el mayor tiempo posible en esta rejion de la repdbiica. -Vivireis mucho m h o s tiempo del que os imsjinais.. dijo de repente Joaqnin, sacando sa revdlver, mihtrae que sus compaiieros rodeaban a todos loa de la particla: a no per que pongais en nueatras manos hasta la fiitima partkula de vnestro oro. J MURlETA . 6
  • 98. - 98 - Viehdo el aire decidido i laactitud amenazante de loa chilenos, 10s franceses no se hicieron ilusion acerca del pe- ligro que corrian. Cuatro de ellos se abrieron paso a s u tien- da, i reaparecieron en el acto armados de pistola de un tiro. Pero Antes que ellos hubiesen tenido tiempo de apuntar, Juan Tresdedos i 'Dalenzuela le destaparon 10s sesos. El quin- to minero suplid que se le perdonase la vida; per0 ape'nae h u h entregado a 10s bandidos algunas libras de or0 en polvo, que habia logrado reanir merced a herdicos esfuenos, fa4 asesinado tau desapiadadamente como 10s demas camaradas. Despues de esto, 10s tres chilenos consumieron tranquila- mente el almuerzo preparado para las victimas. Midntras estxban ocupados de esta snerte, fueron interrum- pidos sfibitamente por una ruda asclamacion. Miraron srl frente, i vieron al otro lado del rio a diez americanos monta- dos. armados de rifles i revolvers, i a c u p cabeza se encon- traba el eterno Arkansaw, -Todavia em j-ankee! esclam6 Joaqnin. Vamos, pronto, pronto a citballo! Pa volabm las balas desde la ribera opuesta; 10s bandidos se lanzaron hircia adelante. maldiciendo de todo corazon a 10s americanos e n jeneral i a Arkanssw en particular. -Caramba!, grufi6 Juan Tresdedos, hB aqui el momento de echarnos encime de estos Yankees i de atacarlos de frentel --Diantre, si, dijo Murieta, ahora que ellos son tres contra uno i mejor armados que nosotros! No, no; yo conozco de 80- bra lo que son esos rifles! De'mosnos por mui felices si logra- mos de b t a sacar el cuerpo libre! -Chit! Hdlos ahi que atraviesan el rio, dijo Valenzuela ... dtencionl A1 mismo tiempo espole6 su caballo i fu8 a colocarse d lado de su jefe, mi8ntras Garcia, que se habia quedado algu- 110s pasos atrhe, se encolerizaba i se mordia 10s paiios a la idea de huir en vez de combatir. Apenas llegaron a la cima de la montafia mas vecina, di- viaaron dos chinos que llevaban a la espalda utensilios de mineros i sin mas armas que un sable encorvado como ltw cimitarras tnrcas. Tresdedos se lanz6 sobre elloe, 10s apufia
  • 99. - 99 - led sin pdrdida de tiempo, i arroj6 sus cahezsba en direccion de Ice americanos. A cinco millas de ahi tnvo In'gar otra escena semejante. Eeta vez se inmolaron siete victimas, pin que 10s Yankees. espectadores del drama, pudieran impedirlo. Durante cuatro dias, 10s tres bandidos continnsron au fuga a1 Oeste del paso de la Sonora; en la mafiana del quinto dia llegaron a 10s bordes del cuartel jeneral. Se desmontaron sin dar la seiial ordinaria con que anun- ciaba su v u e h I mi6otrae que Juan Tresdedos conducia 10s caballos a nn vado vecino para darles que beber, Joaqnin i Valenzuela se adelantaron hacia el campo. Llegados a la primera tienda, se detnvieron i encontraron a tres de BUS hom- bres tirados sobre el snelo, jugando a1 naipe; estaban tan absorbidos en el juego 10s pobres rliablos, que no se aperci- bieron eiqniera de la presencia de su jefe. -HB aqni un jnego, dijo Joaquin, en que algunos Yankees babrian podido aprovechar vuestra ocasion! Inmediatamente 10s jugadores, como despertados repenti- namente, se pusieron de pi8 i sacaron sus rev6lvers; p r o viendo que 10s advenedizos eran BUS camaradas i no enemi- gos, se contentaron con reirse de sn chasco i dar a su jefe un8 carifiosa bienvenida. -Caramba dijo uno de 10s hombres, IlCveme el diablo si no me he creido que 10s americsnos nos habian invadido el campo! -1ndudablemente que podrian haberIoh echo sin !a menor dificultad, dijo Joaqnin, paseando sn mirada por el cuartel jeneral, entGnces enteramente desierto. ;En d6nde estdn vuss- tros camaradas? -En la cam de osos grises! -1 las nieasl jpor ventura estar6n tambien cazando? -546 eapitan. Cnando mknos e s a n en nn boosqnecito veci- no, en donde durante vuestra ausencia se han arreglado un retiro, a la sombra de un ramaje. A no ser que aprovechbn- dose del calor hayan ido a Saiiarse 8 la fresca agna del rio. -Est& bien; qniero ver por mi mismo donde se encnen- tran, @date aqui, Valenznela, i si la jente llega Antes de mi vnelts, coloca algnnos de centinela por 10s puntos que t e parezca qne deben guardarse mas, por que estos condena-
  • 100. - 100 - dos yankees, con su malicia de demonios, serian capaces de venirnoe a atacar aqui mismo. -Eq una eventualidad que debemos prever, eeiior, le con- teat6 VnIenzuela, i que debemos evitar a toda costa, sobre todo por Ins n i b s , vuestras 6rdenes serbn rigurosamente ejecutadas En el cago en que el rest0 de la tropa no estuviere de ruelta aqui en el Grmino de nna hora, colocard a 10s tres hombre3 que hemos encontrado aqui en el pnnto mas occi- dental de la montaiia, i yo mismo me ir6 a fiituar a1 lado afuera i cerca de la entradsl del paso. Joaquin aprob6 esta disposicion, i confiado en fiu teniente se a1ej6 para ir a ver que se habian hechn las milas. A1 llrgar cerca del lado, i mantenidndose oculto tras de un espeso i verde matorral, las vi6 que se estaba baiiando tranquilamente a la sombra de unos hrboles, bajo el folla- je de 10s cuaies 86 perdian de repente para aparecer de nuevo como frescas ondinas, mas vivas, mLes alegres, mas encanta- doras qoe iinnca. Esperaba calcular?do el efecto de su repentina presencia produciria cuando se mostrara instantheamente entre las que eut6nces 88 baiiaban, i estaba gozando anticipadamente con su idea, cuando nu agudo grito, aeguidos de muchos otros, vino B atronar fins oidos. A p n a s oy6 el primer grito dado, a no dudarlo, por su arnada Clarina, se l a n d 61 a1 borde del lago; pero ya habia ptwado el peligro. i el j6ven jefe solo lleg6 para alcanzar a rer a Juan Trededoe en el momento de sepnltar su pufial en el vientre de nu magnifico os0 gris. J u a n Tresdedos se habia ido a descansar en .medio de la maleza. cerca del lago donde fie baiiaban I s mnjeres. Un a p x o mas tranquil0 que de ordinario, fittigado por el calor, qne era abrumador, se habia traerpudsto dulcemente, pensan- do en 10s tiempos felices de su juventud i revolviendo en su espiritu el recuerdo de una mnjer tiernamente amada. E1 la volvia a ver en suefios, cuando fu6 despertado s6hitamente por una voz Clara i sonora, idhtica a ltt de su antigua que- rida. Sali6 de la espesura en que habia buscado el abrigo, i Ile- 9 precisamente hasta el borde del lago de donde habia par- 4 tido el grito de aiarrna qne horrorid a Joaqnin, i alcanz6 a
  • 101. - 101 - d v a r a el abrazo mortal de un os0 gris a la querida d s s u d jefe. Sn primer movimiento a la vista de la fiera, fuli arrcjjerle su manta a la cabeza, i dejarla encarnizarse con toda In fier- za de sus garras sobre esa inesperada prepa; clespues, mi&- tras el os0 estaba ocnpado en esto, le sepubt6sn puiial repe- tidas veces en el cnerpo, i le daba el Gltimo golpe cnando apareci6 Joaqnin. Clarina seguia ya a sns compaiieras que hnian a to& priss de aqiiella horrible acena, i a1 aspect0 de su amante, se de- tnvo, i toda trdmula aun, corri6 a arrojarse en sus bra- zos. Ella le esplic6 en pocas palabras lo que acabrtba de ocurrir. Joaquin, sin sofiar siqniera en preguntar como se habh encontrado allf tan oportnnamente su bravo compahero, es- trech6 is mano de Juan Tresdedos, apesar de que se hallaba desti'ando sangre aun, i le espres6 ardie~itemerite su gratitnd. - Garcia, le dijo, acabas de salvar la vida de mi querida Clarina. con esto me has hecho t u dendor para siempre; de hoi mas tendrdu en mi un abnegsdo amigo. Por la primera vez. despnes de largos afins, una sonrba vino a esclarecer la fisonomia impasible 1 casi siempre feroa de Juan Tresdedos, ese bandido que para veugar la mnerte de sn querida habia amontonado crimen sobre crimen. -Vaya con 1 hazafia, dijo, matar U D oso; dque significa s a o ? I sobre todo, si arrebag a la mherte a esa niiia, ha sido pensando en otm mujer! -2Como3 le dijo Joaqnin. -Palabra de honor. LQne diriais, capitan si yo OY cornu. nicase que mi presencia aqni es debida a un pensamiento de smor? Apenas estas palabras habian sttlido de sus labios, cnando sin agregar nna mas i de una manera que no tenia nada de galante, le volvi6 la espalda a Joaquin i a CIarina i desapa- m i 6 entre las ramas. -Garcis, enamorado! dijo a pesar suyo Joaquin. De ve- m que si no me acabara de hacer un servicio inapreciabie, s sentiria tentaciones .de ponerlo en ridicnlo delante de toda I s partida!
  • 102. - 102 - -Quizas, dijo Clarina, es&s palabras envuelven un sign- h a d o que nosotros no alcanzamos a comprender! Ha queridq, sin dnda, hacer alnsion a algun recuerdo de otra Bpoca; it. acuerdas que nos dijo que pensaba en otra mnjer? -De todos modos dijo Joaqnin, aqui hai algo de mni es- trafio. Pero ven; es menester yne nos volvamos a1 campa- mento. A no ser que tu prefieras ir a visitar cierto firbol. - d u n Arbol, Joaquin? -Si, querida Clarina. Ah! dcrees tfi qne yo no he visto el pequeiio i encantador atdo que has hecho construir en mi ausencia? La cnna de enredaderas, las guirnaldas de flores cojidas entre las montafias, 10s nombres de Clarina i de Joa- quin enlazados en nna corona a la entrada.. .. todc lo conozco! Sf; apenas hacia veinte minutos a qne habiamoa vuelto, cnando ya, i sin qne tb lo sospechases. lo habia vietn todo. --De suerte qce ya yo no podre darte una agradable 801- presa como queria; per0 dqne importa eso? th no lo has vist.2 todo. Un ruido bordo, como el que produciria un hombre saltan- do sobre ramas secap, acababa de sentirse mui cerca de Cla- rina En el instante mismo, otro oso, mas peqnefio que el primero, pas6 por entre 10s pies de Joaquin i de sn querids, i fa6 a refnjiarse entro 10s espesos arbnstos qne servian 6~ ebrigo a Juan Tresdedos. A1 cab0 de algunos minntos, media docena de bandidoe rev6lver i puiial en mano, aparecieron condacidos por Manne! Guerra. -Alto! grit6 6ste cnando apercibi6 a Joaquin. , Los bandidos obedecieron, i no menos asombrados que alegres se estrecheron a1 rededor de BU jefe para darle l~ bienvenida. -Has l!egado a tiempo para ver caer a nnestra liebre, ca- pitan, dijo Guerra, refiriendose con su mirada a1 os0 muerto. tendido por tierra. - N6, n6 respondid Joeqnin; ese os0 no tiene nada qrs ver con el vnestro: es product0 de la caza de Garcia. --mamba! diio el teniente: jentonces el nuestro ha esca- pado? i nosotros i n e pens&bam& oestirnos de luto por el dip, de hoi!
  • 103. - 103 - - En el mismo instante, veinte o treinta tiros hicieron reso- sar la montufia. Joaquin i 10s hombres que se habian junta- do se dirijieron hicia el campamento; ‘en meaos de cinco reainntos toda la jente se encontr6 reunida en el cuartel jene- Tal. Cual no seria el asombro de Guerra a1 ver rennidos a sus .camaradas alredcdor de otro os0 gris, que acababan de pillar en el mismo momento en une de un.salto iba a salvar ZOR lfmites del campamento! XVIII Festin de 10s bandidos HBcia la tarde de ese dia tan gloriosamente sefialado con !a caza de osos grises, Valenznela i 10s tres hombres a quie- nes habia encargdo la guardia del campo, volvieron a1 mar- tel jeneral. Tras ellos venian cincuenta namaradss, pertenecientes a Ias compafiias de merodeo que Joaquin habia enviado a distintas partes del Estado. El capitan de cads compnfiia deposit6 en zuanos de su jefo el product0 de su espedicion; la suma de Ias divereas presas captnradas ascendia, sacadas todas las cuen- tas, a cerca de mil onzas de oro. Uientras 10s recien Ilegados contaban a sus camaradas las aventnras qne Ies habian acontecide en sus viajes, algunos ds Zos qne habian llegado primer0 preparaban todo lo necesario para la celebracion del festin de la vuelta, el cual debia ter- % b a r con nn fandango jeneral. Se encendi6 faego en el mismo centro del campo, i se asa- ron 10s dos 090s grises mnertos tan oportunamente ese dia, Eae wSado inesperado debia servir de reparacion a 10s bandi- d o s hambrientos; provisiones abundsntes llevadas por lo6 merodeadores completaban la fiesta. Pronto anunciaron 10s cocineros obligados de la partida que la cena estaba lista; se did tregna a las conversaciones, i cada cnal se arrellen6 lo mejor que pudo alrededor de la hoguera. &l banquete no fu6 mui largo que digamos; e apetito es- l tab8 bastante aguzado por las emociones que poco antes he- 9208 descrito. Luego se pas6 a 10s cigarros i a los licores fa- ‘vsoritos de 10s chilenos i mejicanos.
  • 104. - 104 - El de 10s primeros consiste en el jug0 de la uva espnmd% i en su estado natural, sin codimentacion de especie algana, E t bebida agraz es conocida entre ellos con el nombre de sa chicha; i a nn color de r(jo I &lido, renne un sabor Bcido que la, Lace mui agradabie a1 paladar, i mui reftijerante en le. P.FOC~ de 10s grandes calores. E n chileno con chicha, tabaco, poncho i pafial, es capaz de ir basta el fin del mundo i ds armmar c;e su trono a1 mismo emperador de Y kin. t El licrr de 10s mrjicanos consiste en el zumo del maiz mas- cedo, despues de haber p s a d o por cierta fermentscion. Est6 e5 un Iiqnido cuya confeccion no es por cierto de lo mas lim- pio, pero cnyo sabor e hijihicas cualidades le han merecido el grado favorito en el pueblo de Blutezuma. En la partida, cum0 ee natural. mejicanos i chilenos, a fuer de buenos hermanos, habian confundidv sus tradiciones i he- cho comunes sns gustos. Asf es qne el ciierno de chicha i el cuerno de zumo de maie, circu!aban indistidtamente por toda la larga fila de entnsias- tas bandidos, Despnes se bizo nna invocacion a 10s recnerdos de algunoe compafieros que debian referir la hisioria de su existencie, criminal i sobre todo sus aventnras amorosas. Cuando se agotaron todos 10s temas que podian interesar a la apsmblea, Joaquin se volvi6 hicia Antonio, que debde el principio habia permanecido silencioso, i le snp!ic6 que hicie- se ti60 de la palabra. -A f6 miti, amig~s, dijo Antonio, srrojando a nn lado I& ceniza de E U cigarro. me es completamente imposible impo- ne:m de mis mtmorias en este mcmrnto, wrqne tengo .e! a!ma llena de %one&! Toda mi cabeza eFtA babitada por un mSon de OSOS grises, a costa de 10s cuales he de llevar a cab0 un centenar de bazafias. Os confe’ePar6que acabo de eo- Bar con nno de ems monstrnns, que con el mas afectuoeo Ebrazo me qntbraba todos IQS huesos. Con todo, si algnna cancion pudiese reemplazar la narracion qne me pedfs, $0 me Fentiria mui feliz complaciendoos, tanto mas, cuanto que eso, Fin doda, me libraria de mis locas ideas. -Sf, si una cancion! gritaron todos a una TOZ. --Vamos, 2que quereis que os cante? preguntb Antonio. LE C R PSanta o la Serenata de la sierra? 0 si qnereis una., , ~ . ~
  • 105. - IO5 -- -Poesto qne eres mejicano, interrumpid ~ i ~ e n z u e lc ~ n - a, %nos CXnestra pstria es Nc?jicoD. -Sf, si, repitieron en cor0 10s otros' bandidoe, chtanos 4NueRtra patria ea MBjicoD. -Hd aqnf nueetro gusto. Chtanos eso, Antonio. - Y a p . Antonio, esclam6 a su vez Jmqnin, no te h a p Togar i dbjanos oir tns melifluos tonos. Yo te prometo que despues de haber admirado tus dotes musicales, regalare a ia partida con slgnnos de 10s aires nacionales de mi patria, que 1 0carecen de gracia i orijinalidad, i que sobre todo, hacen 1 vibrar el corszon del chileno en tierra estraiia. -De mil sm,)res,dijo ent6nces Antonio; pero todos tienen sue prestarme atencion i que aprender e! cor0 para repetirlo! 3 s una bums i hermosa cancion, que el padre Zumta prefe- Ti& a todas las demaq; per0 no vale nada si el cor0 no 88 can- : con bastarite estr8pito. a -Baeno, paisauo, comience! gritaron chilenos i mejicanos a la vez. Despues de algunos hum! hum! preliminares pars preparar Z voz, Antonio cant6 a sus camaradas el sigaiente himno, a con m a mGsica verdaderamenta inspiradora i militar: HIMNO NOESTRA PATRIA RS MhICO! XaH libres qne 10s aires, en nobles alazanes Siguiendo a la fortuna, crnzamos por la tierm, De1 hombre nos bnrlamos, ocnltos en la sierra! I huimos alumbrados por rapos i volcanes! COR0 De 10s bridones sobre 10s lomos, P s q u e s i valles crnzando vamos, I A nuestro paso, veloz, gritamos: Hijos de M6jico, valiente somos! Las sombras de la noche, del sol 10s resplandores, SUB montes escarpados son nuestra fortttleza, Los montes con nwotros cornparten su pobrem 1 alegres son las fiestn: i a l v s Ips amores.
  • 106. COR0 De 10s bridones sobre 10s lomos, Boeques i valles cruzando vamos, I a nuestro paso, veloz, gritamos: Hijos de Mbjico, valiente somos! - GozarI es la vida, el riesgo es nn adorno; I cnando el sol se oculta, cediendo a las estrellas, I cuando el manto oscuro tiende a la noche bell&, Hoperas encendemoe i danzamos en torno. COR0 De 10s bridones sobre loe lomos, Boeques i valles cruaando vamos, I a nuestro paso, veloz, gritamos: Hijos de Mejico, Faliente somos! -Oh, si, grit6 Antonio, nuestro pais e8 Mbjico, i no ha: un solo pais en el mundo, qneridos compafieros mios, a escep. cion de Espafia i de Italia, en qne pueda, llevarse una vida tan agradable ccmo en 81. -Calla, le interrumpid Juan Tresdedos. Por ventura, &as estado alguna vez en Chile? AM si que se encuentra uno como en el Psraiso i que la vids hace concebir la gloria. Alli, como en tu patria, hai campo, vejetacion, altas montafias, hermosos rios, inz i una jeneracion de valientes que no tiene una sola raza que le sea comparable ec Itl AmCrica del Snr i mas aun. Lo que para cualquiera e8 m a bicoca, para un chileno 8s una injuria que solo se borre con sangre. I una mirada que le desagrade pnede ser orijen de un combate a muerte. --Silentio! dijo Joaquio, que aunque aprobaba en el fondo de sn slma el sentimiento patridtico de Juan, no podia m6- nos de ver que aquella apoiojia ibs a suscitar rivalidades i a herir muchos amores propios. -2T6 has viajado por Espaiia? pregnntd ent6nces Yalen- zuela a Antonio.
  • 107. - 107 - -Por snpuesto! respondid Antonio, i no solo he viajado eino que naci en medio de Xadrid! En cuanto a ltalia pue- do envanecerme de haber servido bajo, las 6rdenes de Car- lotti. --Wmo! esclamd Guerra, $6 has conocido a1 brigante Car- botti? --AI mismo Geovani Carlotti, nieto de aquel que fa6 te- niente del celebre capitan Mazaronni! Pero, compafieros, uno de estos diw os contare mi historia, porqne en este instante %engo boca seca. la -Toma, toma, Antonio, dijo Joaquin, vacianda el conte- nido de una entre muchas botellas que se encootrahan de- lante de 41; bebe dos dedos de este vino para refreecar tu gargauta; llenad vuestros vasos, amigos, i bebamos a la me- moria del bravo Mazaronni, de este valiente capitan que de- cia: Corto i sabio es nuestro axioma, Venga ante todo e1 dinero! Solo en la fluqueza hai crimen, Cada cual sigue su j h i o ! Sin que se pueds impedirlo, Rtipido trascurre el tiempo; Pero apurando loa goces El hastio da el consuelo. Eetrepitosas aclamaciones acojieron la cancion del jefe i se brind6 alegremente a la memoria del inapreciable Maza- ronni. En segnida Joaquin, cumpliendo con el compromiso con- traido, iuvit6 a SII arnada Clarina a que le aeompaiiase en Is guitarra las canciones nacionales de su patria que habia ofre- &do a su anditorio. Despues de 10s obligados prelndios sobre las cuerdas, cornenad la mGsica con una de esas simpaticas armonlas eornpletamente americanas, tan encantadoras como senci- Xas, que a todos alegran i que se conocen con el nombre de fosadas. Jmqnin, con voz eonora, entond el siguiente cantar:
  • 108. - 108 - VIVA MI PATEIA! Mi pueblo es el mas valiente, Chile es la tierra mas bella, I nna esplendorosa estrella Fulgnra sobre sn frente. Son elevados sus montes, Son majestnosos Sub mares, Son graciosos sns cantares I vastos sns horizontea. En ese suelo arancano, Teatro ayer del heroismo. Es arca del patriotismo El pecho del cindadano. Su bendera tricolor Exalta a1 pueblo al delirio; I es capaz de i r a l martirio A sucumbir por sn honor. E n su juvenil edad I eu sn entusiasmo infinito, E-e pueblo tiene nn grito: Democrtwia i Libertad! Cuantos c’uilenos habia en la rennion, Valenzuela, Juan Zkesdedos, Guerra, etc., todos se estrrcharon a1 rededor de su vsliente jefe, i en medio de la conmocion mas indescriptible, estallaron nnmerosos apltmsos. A1 eco querido de la mGsica de I patria, en medio de h s s soledades de 10s campos californinos, habriase dichc, qua eeos hombres se exaltaban ha& el Gltimo grado del entusiasmo i de la, iaspiracion. En muchas de mas pupilas encendidas con el santo faego del patriotismo, brillaron la,gimas cristalinas que espresaban todo lo grande de su impresion. El leon de melena crispada i de instintos ferocea no es mas noble ni ofrece un espectbulo mas grandioso, rindidndose a la ternura, qae el que presentcaban ems terrible5 bandidos
  • 109. - 109 - . latiendo por su querido Chile en medio .de EUS crfmenes I de su tabandono. c E instinto sanguinario no 10 bprra todo en el cormon del l hombre, i esos mismos desgraciados que podisn snbir a1 dia siguiente a un patibulo en satjsfaccion de la jnsticia, p d i m tambien coronarse de laureles i llenarse de glorins defendien- do a sn patria con el mismo denuedo i audacia con que ha- bitan acometido aqnella vida de.horrores i estrsgos. Juan Treededos, interrumpiendo, esclam6 ent6naes: -Es menester que eanternos algo en coro. Todos quere- mo8 sentar fama de buena voz. Por lo que haee a mi, les aseguro que manejo tan bienmi gargsnta como este puiial, con que me han visto acertar tantas vecee en ios corazonea de mis victimas. I dicieudo ssto haeia jirar entre &usdedos el cnchilb a1 res;Jlandor de las llamas de la hoguera. -Est& bien, dijo Valenznela. La mayor parte somos chi- lenos; i y a que Antonio nos ha cantado el himno de sn patria, hemos de corresponderle con nnestra cancion nacional. con nnestro himno favorite. -R, sf, escltlmtiron tOdos, mujeres i hombres, inclusive Joaquin, que se ofreci6 gustoso a dirijir aqnel sublime con- cierto. -Pero. observ6 Guerra, yo no coneiento qne ~e entone nnestro himno sagmdo arrojados en el snelo i sin una form% que eeprere nuestro amor i nuestro respeto. --N6, t d o s de pic, eselam6 Joaqnin, todoe de pi4 alrde- dor de la fogata. AI instante se form6 el inmenso cfrculo, e ilnrninadoa 30s rostros por las doradas llamas de la improvisada hcguera, de snerte que un pintor de imajinacion habria encontrado una escem magnffica para un coadro de capricho, se entcind 1%cancion nacional cbilena. Su m6sica ea sonora i valiente, i 10s rasgos varoniles de sn armonia ejerceu realmente un efecto m@co sobre la8 fibraq del corazon, Sn letra es tan enhjica como sus notas dictadas por masa de la independencia en uno de e908 momenta de vCr- tigo patridtico a uno de 10s prohombres de la lncha de Chile contra Espaiia.-Hd!a aqui:
  • 110. - 110 - COR0 DtAe patria, ?*eci6e voted 10s Con p i e Chile en t arm j d : w Que o l tumba s e d de los 1 i . b ~ a 0 el nsQo contra la opresion. I CIUDADANOS, amor sagrado el De la PATRTA convoca a la lid: os Libertad ea el eco de alarma, La divisa: triuufar o morir. El cadalzo o la antigua cadena Os preseota el soberbio espaiiol.. . Arrtlncad el puna1 sl tirano Quebrantad ese cueilo feroz. D u l p t r i a , etc. ~ I1 Habituarnos quisieron tres siglos Del esclavo a 1s suerte infeliz, Que at sonar de sus propias cadearrs Mas aprende a cantar que a jemir. Pero el fuerte clamor de la FATRIA Ese ruido espantoso acall6, B las voces de la Independencia Penetraron hasta el corazon. Duke partria, etc. IXI Esos vallee, ved tambien, chilenw, Que el Eterno qniso bendecir, I en que rie la Naturaleza, Aunque ajada de dkspota d .
  • 111. - 111 - A1 amigo i a1 deudo mas car0 8irvan hoi ds sepulcro, i honor; Mas la sangre del hdroe es fecnndta, 3 en cada hombre buenta un vengador. Duke patria, etc. IV %os rnhnatrnos que cibrgan consigo El carhter infame i servil, ,$%no pueden jam& cornpararse Con 108 heroes del Cinco de Abn'l? Ellos sirven al micmo tirano Que sn lei i su sangre burl6; Por 1 Patria nosotros peleamos: s Nueatra vida, libertad i honor. Dulce patria, etc. V Por el mar i la tierra amenazan Los secuaces del d68pota vil; Pero toda la Natnraleza Los espera pare combatir. El Pacffico, a1 Snr i Occidente, AI Oriente 10s Andes i el Sol, Por el Norte a n inmenso desierto, I en el centro libertad i union Dwke patria, etc. VI Ciudadanos: la gloria presida D la Patria el destino feliz, e I podrhn tas edades futuras, A 811s padres asi bendecir. Venturosas mil veces las vidas E que Chile su dicha afianzb! n Si quedare un tirano, su sangre De 10s heroes escriba el blason. Duke patria, etc.
  • 112. - 112 -- Un viva frenetic0 coron6 la hltima eatrofa, i el entusiasmo de aquellos corazones no reconocia limites. Be habria dicho que estaban dispneatos a batirse con un ejercito i desafiar en aegoida l ~ elementos. s Terminada la cancion, seguian en amistosa conversacion, cuando de repente: -Chit1 dijo Joaquin. Me parece que he oido una seiid. --Si, revpondid Talenzuela. Son nuestros camaradas que vuelven, i sun, ai no me eqnivoco, c m que ea la sriiial de Cevallos, p o e8 verdad Xariqnita? Antes de diez minutos tu amante se hallar6 en tus brazoa. --A fe mia, dijo la mejicana, yo nada 86, i vosofros pare- ceis conocer mejor que YO su eeiial! Joaqnin s a d de s n pecho un magnifico silbato de plata i ye lo llev6 a loa Ittbios; un sonido agudo vibrd en laa mouta- fias,i alguoos minutou despuea se vi6 aparecer a Cevallw, seguido de dos bandidos mas que sa adelantaban wnducien- do sua caballta por la brida. Loa tres hombrea ae hltllaban tan aniquilados pot la fati- ga, que podia habdrseles tornado. con solo obeervar au modo de andttr, como convdesoientea del hoapital Joaqnin lea sali6 a1 encuentro con Anbnio i Talenzuela, i entre t m t o toda la partida ae levantaba para darles la bien- venida i hacerles lugttr alrededor del fuego. -+Que hai de nnevo, Cevallos? le preguntd Joaquin, cum- do el teuiente i su jente ae hubieron sentado. -Agoardad. capitan, agnanlad! I vmotr(", camaradaa, pssadnos peonto un poco de vioo, p r q a e ya estamos meddio muertos! Acto continuo se pusieron cinco o seis boteltaa a1 frente de los recien Ilegxdos, i en obsequio de la verdad dirrmos que solo tomaron anos cuantos t r a p s , -Ahor% dijo Cevallos, rodeando cun an brazo el talle de au qnerida, que habia venido a aentarse junto a 81, ahora, capitan, estoi lieto para reaponderos; pero h t s e debo adver- tiros que Ias noticitta eon de lo peor que pudiera tenerse. Seria ds opinion que mas bien aguardtiramos hssta maiiana, pars no arrojar una sola sombra sobre este alegre fmtia --No, 06, dijo el jefe; e8 menester que lo sepamos todo eat. anisma tarde: :a incertidnmbre s un sufrimiantq un
  • 113. - 113 - poco cruel. Dinos lo que te ha pasado! Yep que no nos has aaido mas que dos hombres de toda tu compaiiia, i tenias nueve cuando partistes, 10s demas, han muerto, ;no es verdad? -Ah; desgraciadamente, si. Estan mnertos i enterrados! -,jC6rno han psrecido? -Des fueron muertos en combats franco, 10s otros ... -LQue hai? ,jc6mo parecieron. 10s demab? ...10s otms cinco? -Ahorcados! estranguIado8 hasta que les sobrevino la muerte! Colgados de 10s Brboles del carnino! Compaiieros, largadme otra botella para p a w este mal trago! Perrnitid- me ahngar con vino el recnerdo de esa horrible escena! Me parece que siento ann la soga alrededor de mi cuelio. -::C6mo esclarn6 Joaquin, a1 rededor de t u cnello! ... -Si, si, ya tenia yo la cuerda echada a1 cuello, el nudo habia sido estrechado, i se me arrastrabs hiLcia el Arb01 fatal, enando haciendo un esfuerzo supremo rompi la soga i me ]en& bajo el fueqo de ens rev6lvew a un escondite en donde me aguardabtln mis dos compaiieros, i nos escltpamos sin in- kntar el desquite. Caramba! 10s americanos Ron mas feroces que 10s canibdes; no cmviene irritarlos murhas! Vaya, ami- gos, denme mas vino. Comienzo a sentinne restoblecido. Por la santa cruz! eso demonios de americsnos jamas dejan las coms a medio a hrrcer. Ellos se cocdiicen siempre en una manera rnni distinta de todos 10s demas! Si nos aho-can nu hnmbre, os lo ahorcarso a una altnra tres veceq mayor de aquella en que cuelgan todas lav demas nacimes de la tierra; l o que es a mi no me volver4n aencontrar a la mauo. . -2En d6nde te ha acootwido todo esto? pregunt6 Gnerra. -En donde se divide el rio de las Plumas,, contest6 Ceva- h s , jnstaniente qnince millas mas abajo del pic0 espa- Boll Hai ahi una compaaia de mineros conpnesta de ochenta o cien hombres, yo akeguro que son 10s mas robustos i 10s mas salvajw americanos que hlti en todo el estado. Para formsr- se concepto, ee necesario ver cbmo est& srmadoa. Carsmba! Cada gazndpiro de e808 tiene dos o tres rev61vcrs8, puiisl nn i un rifle. Est&bien, dijo Antonio; ya que cos hes ?or?tttds c6no
  • 114. - 114 - termin6 el asunto, dtendrias inconveniente para decimoe cbmo comenz6 ~ E meneter que 10s cuentos tengan pi& t s csbeza. -De mui buena gana, respondid Cevallos. E aqui el 6 hecho: SIV E haudido Cevallos wontinria su hietoria-Ataque l de lou americauor-Trinnfo de 10s bandidos Pocos dias despues de haber abandonado a Red Bluffs? dijo Cevallos, que iba ya desocupada la cnarta botelia, lle- gamos a Shark, en donde tnvimos la fortuna de encontrar nn convoi de mulas cargsdas de oro. Detuvimos la tropa a; tree millas del pceblo, nos apoderamos del tesoro i en s e p i - da nos volvimos a Ked Bluffs. Cads uno de nosotros llevaba doce libras de oro. Teniamos prisa, como podreis snponerlo, de volverno ft la mayor brevedad. a1 asilo del cnartel jeneral; 10s q u e acabSbamos de despojar eran todos mineros, i por consiguiente dehiamos temer que se nos pereigniera en el octo. Despnes de baber cenado en el cafd de Pedro, i en el momento en qne nos disponiamos a partir, Pedro nos advirtitr que nos halltibarnos vijilados, i que si no logrtibamos escapar sin ser vistos, corriamos el riesgo de ser ahorcados ltun cuan- do mas no fnera por sospechas. No tenia nada de tentadoras esta perspectiva, nos apre- euramos a tomar las de Villadiego, pero en dispersion i des- pues de habernos dado la voz de Ctrden para reunirnos en .4ronville. Una numerosa partida de 8lemanes, franceses i america- nos se ecbaron a seguirnos las huellas, i nos vinieron a per- der de vista en Dowieville. A nuestra vez persegnimos B eaatro americanos hasta el valle del lego de Honey, en donde fuimos atacados por 13s mineros de la ribera del Glumes (Feather River). Dos de 10s nnestros cayeron muertos en e! combate; el enemigo tnvo cinco de 10s snyos mortalmente heridos. Los compaiieros que he traido merecieron ocul- tarse en una espesura en donde yo me hebia refujiado. Per- mnecimos tres dias escondidos entre el ramaje, sin comer
  • 115. - 115 - ni beber nada, i a1 fin nos decidimos a salir para ganar el amino de la Sonora. A dies millas alreddor deDownieville enterramos nuestro oro, nos apoderamos de tres caballos i EBnort aqni. -Esta historia no tiene nada de’ alegre, dijo Joaquin, p r o debemos de aguardar que sucedsn estas C O S B S una que o;ra Fez. Adelante, camaradas, haced circular las botellas, i tratemos de pasar la existencia divertida m i h t r a s ello sea pxible. -Si, si, tienes razon, capitan, dijos Cevallos, yo estoi de aeuerdo con ustedes. Lopez, mi amigo, pitsame una o dos .btellas, porqne por todos 10s santos i por santa Margarita, n, he recobrado aun completamente mis fuerzas. El galope : tt la orillas de estos largos precipicios literalmente me ha quebrantrtdo. . -$&no, a largos de 10s precipicios? dijo Antonio. dQae perdisteis el camino? --Nada de eso, amigo! lo que hai ea que tomamos el peor de todos 10s camino, con el objeto de ponernos mas en salvo de laa persecnsiones del enomago. Ah! ent6uces se os persigai6! Vasa, Cevallos. esplfcate; qu6 diablw! ... -C6mo! dque ya no os lo habia dicho? Los americanoa vexian detras de nosotros cuando salvamos el paso qne con- duce a1 lago Mono; nos han nerseguido hasta las montaiias, i ctando nos perdieron, o mejor dicho, cuarido nosotroe 10s erlimos a ellos, ap6naa estarian a cinco millas de distancia $e rosotros. -Diablo! dijo el jefe, ponidndose inmediatamente de pi& esto huele mal i comienza a ponerse nn poco mas sdrio. H i no P+ habian separados de voRotros mas que el corto eepacio de cbco millaa, es mui posible que hallan llegado hasta aqui atraiaos por el resplandor de nuetros fuegos. -Chit! dijo en este instante Valenzuela, creo que he oido sonar espnelas en el caiuino pedregoso que esta un poco mas abajodel campamento! -Por cristo! ~o tambien, esclam6 Murieta, sacando su revdier. Pamos, camaradas, de pid, i cada uno prepare sua a r m d Tri, Antonio, toma treinta o cuarenta hombre8 i Sa- date z apostar entre las rocas que dominan el paso del lado
  • 116. - 116 - izquierdo. Por lo que hace a mi, yo me ird a la derecha con volnntad i con f4. porque es menester que ni uno solo de estm condenados arnericanos pneda envanecerse jam& de haber llegado hasta sqnf. Los bandidos, fieles a la recomendacion que acsbabp. de hacdrseles, siguieron a su jefe i treparoli las roc89 que c o w naban la entrada del camino. Cada cual se ocult6 lo mejor que pudo ya entre Irw hendi- duras e intersticios de las montafias. ya d e t r h de 18s rocas, en donde 10s espesos arbnstos 10s cubrian completamente. Con todo, el ruido de pasos qne se aproximxba haciael campo se oia mas claro a cada instante, de vez en cuando, se sentia estallar alguna imprecacion salvaje, lanzada p r aqnellos de 10s asa1,antes (porque aqnello era un verdade- M asalto) que tropezaban o que caiztn de brncea entre h a rocas. A pesar de eso, SI enemigo no dejaba de aproximarse pcco a poco, i bien pronto se pudo distingoir, a veinte pi& debajo del lugar en que 8e hallaba Joaquin, la elevada i robusta 3s- $aturtt de Arkarmam, que adelantttba a la cabeza de cuarenta armados hasta 10s dientes. -L'kveme el diablo, gruii6 Arkansaw, si me gusta un co- mino el aspecto de eate villano escondite. ApBrias actibnba de pronunciar e s h s palabras, cnando l&s hendiduras de las rocas vomitaron sobre el con espanaso estruendo, de Peaenta a setenta disparos. Una bala le zrre bat6 el sombrero, i veinticinco o treinta de sus hombres CI- yeron muertos sobre la pendiente de la montaiia. -Escalad las rocas, muchachosl grit6 el intrbpido Araan- mw. Andxcial con !os dientes i con las manos! es la i n k % esperanza qiie nos qneda. A estas palabras, cada uno de 10s americanes comenzd a' hepar a lo largo de la mnralla que protejia a 10s banlidos per0 ah! cnao terrible tentativa! Una Pegunda desctirga, tan terrible i tan mortifere como la anterior, hizo temblar la montaiia, i 10s asaltantes czyeron sspirando i traspasados al pi8 de las rocas. Algnuos bandidos bajaron inmediatamente a1 caapo i volvieron con antorchas encendidas. La escena apareci6 en-
  • 117. - 117 - Mnces con todo su horror i estrago; nada mas eapantoso que- esas fisonomias lfvidas, esclarecidas pdr la llama roja i tre- mnla del resinoso blandor?. El mismo Joaquin .no pudo ptrmanecer p o c mucho tiempo en presencia de aquel espectkeulo; tnvo prisa en alejarse para no ver esos ojos opacos, mas terribles despues de la muerte que Antes. Los qne no temieron se quedaron para apoderarse del dine- ro i de las armas de 10s desgraciados americnnoa, teniendc buen cuidado de poner Grmino a todaa 1as vidas que un i5lti- mo sop10 hubiera podido reanimar. El mas encarnizado en el cnmplimiento de esa triste ne- cesidad f n B el vengativo Gevallos que parecia parecer riva- lizar con su camarada Joan Tresdedos. Sin embargo, Garcia no le perdia de vista; su mirada penetradora, que parecia mas siniestra qne de costumbre, porque iba acompafiada de una sonrisb de hirna, espiaba, seguia cada uno de 10s mo- vimientos del bandidq; se habria jnrado que el feroz Juan ee complacia aun en ver cortar a su camarada l s cabezas de 10s a cadhveres o en verle revolver an pufial en 10s ensangrentados - pechos. I --or el alma de Pincheiral diio Garcia. senor C'evallos, usted me haarrebatado hoi por 6 mCuos 'la mitad de mi placer; per0 no importa, con tal que usted no se me h a p un rival mui formrdahle. Si a d llegase a acontscer, usted comprenderd que yo me veria en la triste necesidad de poner &den, Levantando en alto su antorcha, c u p lnmbre esclarecia el rostro be Ambos bnndidos. diriJi6 a C ~ V ~ I I uria mireda medio OS sard6nica i medio siniestra, i luego se fud a esxminar 10s ca- daveres de 10s americanos, con el aire del hombre que busca a algwa persma conocida. Los demas bandidos se habian vnelto a1 campamento. de suerte que Garcia se encontr6 solo en el campo de batallir. Teniendo con su mano sn antorcha i en la otra el largo puna1 que no abandonaba jamas, coiltinu6 trnnqnilamente su minccioso exgmen, bajando de Fez en cuando la luz para ver mejor el rostro de las victimas, cuando de repente Cevallo~ apareci6 de nuevo en el lugar del combate. -Ah! ;eres t6P murmur6 Joan. Creia que era un os0 grk
  • 118. - 118 - -dQu6 bnscas todavia? le pregunt6 Cevallos con una son- risa que se hubiera tornado por un jesto. -Busco a uno que no puedo encontrar, respondid el otro Si se ha escapado esta vez, es menester confesar que es el diablo en persona. -Si te refieres a1jefe de esos condenados Yankees, eatti prisionero en el campamento con uno de 81.18 hombres. -Caramba! i vengo a deciros de su parte que desea verte en el acto. -Vamos all&,pues. Estoi impaciente por saber para qu6 me quiere. i tambien de ver una vez mas a eae valiente ame- ricano, Cuando entraron a1 campamento, encontraron a toda la partida sentada a1 rededor de 108 fuegos, qne se habian reani- mado con rama, i todo el mnndo SP pztiba con la victoria tan fhilmente alcanzada sobre loa Yankees. El vino circnlaba de nuevo, i el placer i el contento de 10s bebedores parecia mas cordial aun que a1 principio de la fiesta i hntes del combate. LPSdos prisioneros, a m a m d o s con las bandas de seda en- carnada de algunoe de 10s bandidos, estaban tendidos en el suelo, i parecian snfrir cruelmente por lo que 88 demoraba 8 11 suplicio. --Garcia, amigo mio, le dijo Jottquin, cuando Juan hub0 tornado asiento a1 rededor del fuego; quiero que saqueis a la suerte VOJ i Cevallos, a v e r a quien le corresponde el placer de despachar a uno de 880s dos hombres. --iCnal? pregunt6 Juan. del jefe? --So. el otro: quiero conservar vivo a Arkansaw por al- gunos dias. --Per0 p e d e escaplrsenos, observ6 Juan. Seria mas acertado qns me dejgrais dar a1 traste con 1-51! AI miamo tiemp I qne hablaba habia drsenvainado au cu- chillo i tenia 10s ojos fijos sobre 8u enemigo, --Nb, no, respond16 el jefe; tengo mis razones para con- servarlo todavia; es menester que os resigneis a esperar por algun tiempo. -Ah! est& mui bien; yo no exijo ni pregnnto mas. Que Ce- rallos se adjudiqne el otro cuendo lo tenga a bien i mejor le
  • 119. - 119 -- , parezca! Por lo que hace a mi, no me.encuentro en este ins- tante con apetito! En este momento se dej6 oir. una scofcada queja. Cevalloe acababa de degollar friamente a1 compaijero de Arkansan. --Bsuoto bien sencilloi dijo el asesino, volviendo a sentar- 88 a1 lado de Garcia i vaciando nn vas0 de vino. -Bien sencillo; en efecto, replic6 Valenzuela; no pnede ser mas sencillo, pero ejecutado con una enerjia que nuestro csmarada, Juan Tresdedos no podr4 menos de haber apre- ciado. --Vamos, paisanos, grit6 otra vez Antonio, vamos ento- nando otra cttncion! De otra suerte nos vamos a volver toy- b s ! GQue os estais quedando dormidos? Eh, flojos, el suerlo no 8e ha hecho para la hora despues de la batalla, i aunque el refrtbn diga; dormhse sobre los laureles, bneno ea saborear esquisitamente 10s trinnfos. Ea, animaost Le proclama del teniente se qued6 sin respueeta. La8 numerosas libaciones a que acababan de entregarEie habian dado cuenta de todas las cabezas, i las caatro qnintas partes de la partida dormian profundamente. El resto n c tard6 en hacer otro tanto, i la fiesta termio6 con un cor0 nnP nime de ronquidos sonoros i bien acentuados. xx Vnelta a1 Arroyo Cantma-Persecncion A Jaaqnin Habrian pasado diez heras, cuando Joaqnin despert6 a sue hombres i les orden6 que anollasen sus tiendas i levantasen el campamento . .Aunque sorprendidos con esta inesperada resolucion, obe- decieroii sin vacilutr, i antes que el sol hnbiese marcado el medio dia, la partida entera habia dejado el lago Mono i se diriji6 h h i a el paso de la Sonora. Arkaneaw no iba ya con 10s bandidos. Una hora antes de la partida, Juan Tresdedos, que no po- , dia desperdiciar una ocasion tan buena de vengarse, habia muerto, sin decir nada a nadie, a1 hombre que no habia po- dido vencer en combate singular.
  • 120. - 120 - A Joaquin no se le habia pasado desrpercibido el nuevo crimen de sn teniente; ipero que hacer con una naturaleza semajantc? El jefe habia preferido no decir nada, i fin$ no volvdrse a acordar de A r k a n s a ~ . Por lo demas, en el fond0 no habia dejado de pesarle aqne Ila conducta, porqne 81 por 811 parte reservaba a su prieionero una especie particular de tormento: se proponia ponerlo de blanco a1 dia siguiente para qne apuntara toda la partida. Llegada a la division sur del rio Tuolnme, Murieta form6 su tropa en compaiiias de diez i de quince hombres, que por caminos diferentas debian tradadarse inmediatametits a1 Arroyo Cantowa. El mismo, dejando las m u j e r ~ sa1 cnidado de Antonio i de Guerra, escoji6 quince hombres determinadoe i se dirijid con ellos por el S. E. h4cia Curtenville. Sobre el camino que conduce de la Barrlr de don Pedro a Smoltings, encontr6 a tres franceees, dos alemanes i dos ame ricanos. que condncian delante de ellos mulas cargadas de provisiones de coberturas i de .fitiles para el us0 de las minas. No va.cil6 en detenerlos, i mientrlts sn jente se colocaba a ]OR I ~ listaH , fuego a la primera seiid, el se adelan- o a hacer t6 hhcia uno de 10s franceses, que no ae atrevia a hacer nso de s u rev6lvers, le tom6 por el cuello i le intirn6 que indicase el saco en que iba el oro. El frances se espidi6 de Ia manera mas lenta qne pudo, para dar todo el tiempo' posible a sus compaiieros, a fio de que se preparasen a defender 8u tesoro; pero 10s bantlidcrs man mui ajiles para que fuese piquiera posible el sorprender- 10s; en algunos segnndos, tres de lo8 mineros ctly4ron en tierra sin movirniento algnno i m a n largos eran. Joaqnin. irritado por la resiatencia que se le oponia, levan- t6 su piifid i amenazd Con degollar a 10s cnatro que queda- ban, si ellos mismos no entregeban en el acto todo lo que conducian en dinero. Loa mineros se rosignaron, i sacando de entre medio de 10s pellones nn peqnefio saco de jergon de lino, lo presentaron a Joaqnin, asegudndoIe que era toda la fortuna de la com- pafiia. El sac0 contenin. cuatro ml peos. i
  • 121. - 121 - . Murieh continu6 sn camino, a pesar de Ias sGplicas de Juan Tresdedos, qne queria acabar Con loa alemanes i 10s franceses, i orden6 a Pstos que B e pusieran inmediatamente en camino. Los cuatro mineros no se hicieron repetir eata voz de mando. Si Joaqnin se hnbiera dedicado a on rx&mcn &io de EU bsgaje, habria encontrado seis sacos iguales tll prime- ro i qn0 coutenian cerca de veinticinco mil peeos de or0 en polvo. En seguids de este nuevo rnbo, 10s bandidos atravesaron el rio de la Merccd hacia Skllings i torcieron hacia cl Este con el fin de llegar a Maripwas. A dos millas del monte Ofir, Joaquin ee vi6 en la necesi- dad de interponerse para impedir a Jnan Tresdedvs qite ma- tase a un depgraciado chino llsmado Chmglio, que ir~spiraba ldstima de so10 verlo: tal era el estremo estado de flacnra i anguidez en que se eneoutraba, Algu,ias horao despues lleqaron it Maripoqas. Joaqnin tuvo por fuerza que de.rbandar a su jente, porque a1 purblo no podiao entrar masque de dos en dos, con el objrto de no es- citar las sospechas. hllf permanecieron ocho dias comie'ndose i jngando el dinero que habian arrebatado a ios alemanes i franceses. AI cab0 de 1%semana salieron del pneblo, atravesaron el rio Mariposas la ('horohilo i el Frezon. A diez o doce millas de Coarce-Gold-Guch, robsror! i mz- taron a su tnrno cuatro mineros rusos. Muchos indios. testi- gos del acontecimiento, se acercaron deqmes de la partida de 10s bandidos i despojaron a 10s cadheres de 10s trajes que aun les eran btiles. HabiPndoseles ballado despues en posesion de edos efec- tos, fueron desiguadss a otros rusos amjgos de loa asesinados 10s cuales 10s persiguieron, i creyA~dolos culpables, 10s h i c i e ron espiar el crimen de Xurjeta i m s compafieros. Estos Gltimos habian paeado ya el San Joaquin, a quince millas, poco mas o m h o s , mas arriba del fnerte de Miller; despues de haberse detenido dos o trerr dias en un pueblo in- dio, a fin de descansar, se pusieron tranqnilamente en camino i entraron a1 Arroyo Cantowa, a donde la mayor parte de sus compafieros habian llegado i acababan de plantar sus tiendas.
  • 122. - 122 - Joaquin, garantido Fa por la, muerte de Arkansaw, Babia determinado volver a su antiguo cnarteI jeneral i vivir en calma, mas c6modo i mas seguro que en cnalqniera otrs parte. Cnando ee hub0 arreglado todo en el campamento, 10s ban- didos descnnsaron dur&te qnince dias, ai &bo de 10s cnales Joaquin 10s eovi6 en compaiiiaa a1 esterior a cumplir dife- rentes comisiones. Se hacia necesario el procurarse dioero i caballos, i era Gtil tambien ocnpar a la tropa descansadrr en alguna espedicion que proporcionara frutos razonables, i para esto era menester ponerse a1 corriente de la topografia del terreno. Cnando hubieron partido todas las compafiias a cnmplir con las 6rdent-s de 0u jefe, Joaquin se encontr6 en el campo con solo uua docena de hombres, entre 10s cnales se encon- trsba Antonio, Cevallos i Gaerra. Nnrieta i 811s compa6eros se pasaron un mes mni agrada- ble, comiendo, durmiendo, fumando, enamorando i cazando en las montaiias. Asf llegaroo hasta la estacion de las lluvias, que sieudo desagradable en todas partes, lo es aobre todo en aquellas eIevadas montaiias. Joaquin se decidid a entrar personaimente en campaiia a fin de encontrar un punto favorable para la ejecucion de las empresae qne meditaba. Dos dias despues de haber tornado esta resolucion, se diri- ji6 a1 Xorte del Ejtado, acompafiado de Cevallos, que tenia que ir a recobrar el or0 enterrado por 81 i sns compaiibros a las orillas del Feather. Despues de algunas paradas cortasen Mariposas, Sonora, hlfurphy, Mockelumen-Hill i Jackson, el jefo i s u teniente llegaron a Hangtow. Comenzaron por cenar alegre i cdmodamente en uno de 10s caf6es del iugsr; despues Cevallos mont6 a caballo i se ale- j6, mihntrse que Joaquin entraba en un salon de baile, en donde se vi6 inmediatameote rodeado por una multitud de hermosas chilenas, aficionadas a1 fandango, Joaqain se espi- bi6 perfectamente, i bail6 varias veces con una de aquellas seEoritas. Cnando crey6 haber adqnirido el derecho de descansar, se sent6 tranquilamente entre dos de las beldades de aqnel lu- gar i se pus0 a conversar sobre diversas e interesantes 120085.
  • 123. - 123 - El ruido de la conversacion i de las ri‘eas de las dos niiias Iltbmaron mni pronto la atencion jeneral hcicia el pequeiio ~ u p oi ,el descuidado Joaquin ob’serv6 a1 cab0 que una mul- titud de americanos lo estaban examinando, i que parecian mantenerse con intencion en el umbral de la puerta. Reconoci6 en segnida que entre ellos estaba el conductor de la dilijencia que habia detenido cerca d e la casa de Roca Blanca; en cnanto a este hombre, el asombro qne se pintaba en toda su fisonomia, probaba que por su parte habia reco- nocido perfect& mente a Joaquin. Sin manifestar el menor temor, ni aun la mas 1ijert-t in- quietud, el jbven jefe se levant6 con 1%mayor sangre fria. di6 las buenas tardes a las seiioritas de la manera mas amistosa, se envolri6 en una manta i sali6. -Dispense usted, seiior, dijo una voz a su lado, en el mo- mento en que Joaquin llegablt a1 umbral; yo desearia verme con uEtedl Joaquin Nurieta se hsbia lanzado ya sobre su caballo, que estaba atado jonto a la pnerta del caf6 vecino. -Eat& bien, di,jo 61, ramedando 1%voz del que acababa de hablar, ya est& libre de verme. I eRpoleando sn caballo desaparecio a 10s ~ Q C O S segundos dando vuelta el camino. Despues de una rSpida carrera en que corri6 mas de quince millas, llegi5 a Inntion House; en donde dejd en caballo i pae6 toda la noche, suponieodo con razon que no se pondrian a perseguirlo hasta la prdxima madaua. A 10s primeros reaplandores del dia, se diriji6 a1 galope h&cia el rancho de Taylor, cou la intencion de describir en E U fuga u n semi circulo i de llegar a Fiddletowu en tiempc oportuno para encontrar a Cerallos. Una lijera capa de nieve que habia caido durante la noche. emblanqurcia el suelo; pero Joaquin no se inquietaba abso- lotamente i continuaba tranquil0 su camino, contando como seguro que la consternacion se habria apodersdo de 10s habi- tantes de Hangtomn a la primera noticia de su visits. Acababtr de pasar el rancho, cuando siuti6 tras de si el galope de una multitnd de caballos, i casi a1 mismo tiempo apercibi6 corriendo con toda velocidad un cierto nrimero de jinetes srmados. La primera mirada le bast6 para saber a
  • 124. - It4 - que' atsnerae: le solt6 la rienda a sn excelente caballo, que parti6 con la rapidez del vien to. Los Yankees encarnizados en su persecucion, oprimieron con fuerza 10s hijares de SUB caballos, arrojando atroces jn- ramentos i gritos salvajes, a la manera de 10s indios m8noa civilizados; per0 tenian que habhrselas con uno mas lijero que el rapo. Abandonando su idea primitiva, Joaquin volvi6 de repen- t hdcia S. 0. i se lanz6 a las montafias, bien acguro, por lo e ,m8nos, de qne a 10s americanos les habia de costar el dar con el camino. Ln. pendiente del terreno hacia la fnga mncho mas difcil de lo qne se habia imajinado a1 principio; muchas vecea ba- jando las colinas excevivamente eszarpadas, el caballo habis doblado las rodillas. A1 pie' de una de las colinas, entre dos rocas, habia un va- cfo, en medio del cual corria una especie de torrente que iba a engrosar la corriente del rio Americano. Aquel era induda- blemente nn paso dificil de atravesar, aun para un bnen ji- nete, i el misno SIarieta vacild Antes de emprendea el salto; pero viendo a 10s Yankees sobre la loma, a nna distancia de algunos centenares de varas a lo sumo, se lanz6 sin reparar en mas. C n instante despnes se haliaba a1 otro lado del torrents, i su cabdlo, qne zcababs de salvar la roca, brillante con el agaa en que se habia zabullido, se levant6 mas firme i mas dispuesto que nunca. Et jefe de Io; americanos qniso tambien tentar el paao despnes de Joaquin. pero cay6 en el agna con caballo i todo. La jente R detavo inmedistamente despues, disparando so- e bre el frijitivo veinte o treinta tiros de rev6lver, de los cua- lea nirtgano le Ileg6 a tocar, i asi se decidieron a abandonar an caza. XXI k ryew.---Joaqnin en pe1igro.---Su rrrojo lo Trilicion de F . salva Joaquin continu6 galopando por 10s montes i 10s valles hasta que se ri6 completamente fuera de peligro; ent6nces
  • 125. salv6 el paso de Carson, i a1 cuarto dia Ileg8 cerca de nn cam- po de mineros establecido 6t la mBrjep del rio Walker. AIli pas6 la noche; pero temieudo sm reconocido, volvi6 a partir con la aurora de la mildana siguiente; el mismo dia se encontr6 en presencia de un nnevo campo, que calcnld perte- necis a algunos indios. Aprosimsndose uti poco mas se vi6 con gran sorpresa snya delaute de Valenzu-la i de Juan Tresdedos, para quienes el encoentro era del mismo modo inesperado. Almorzando 10s tenientes, comuiiicaron a su jefe el resnl- tado de su viaje, i le esplicaron por qii6 se encontraban en ese momento en el mismo punto que 61. Dexpues de haber abandnnltdo a Arroyo, Valenzuela habia conlincido R U compaiiia a Weaverville, obedeciendo Ins 6r- denes de Joaquin. Antes de llegar, se habia apoderado de un cierto nlimero de caballos, i habia maodado a luince de SUB hombres qne 10s condujeran a1 cuartel jeneral. Eat6nces se hobia halhdo solo con L6pez, Pedro, Castillo, Rafael i Garcfa. Persegnidos por muchos rancheros de aqnellos a qnienes lee actrbnban de robar sus caballos, 10s seis bandidos no hhbian podido escapar sino atraveaaodo a nado un torrente mui rb- ido i canddoso. Alcanzados por las balas enern@<, Ldpez Fedro y Rafael se habian ahogado. Cantillo logr6 llegm al otro lado, pero se encontr6 inopinadamente a1 freote de un misnriano que le ecb6 por tierra con una descarga de s u ri- fle. E n una palabra, 10s unicos que habian merecido salvar- se man Valsnzmla i Juan Tresdedos. Llegando a Weaverville, Juan habia querido entrar a U I U oaRa de baile, a pesar de las prudentes observaciones de Va- lenzuela. Cuatro americanos apopdos sobre el movtrador i bebiendo en compaiiia, conversaban sobre 10s ladrones de caballos. Habiendo manifestado uno de ellos la, opinion de que Joa- quin habia tomado parte en 10s6ltimos despojos, i habiendo agregado qne daria gustoso su cabeza por ver ahorcar a aus sutores, Garcia se habie colocado frente a1 yankec i le habia dicho en nu tono brutal: -;Hela! ;Con que cambiarias tn cabeza por nna bala de pistols? -2Qoi6n e m tli? le pregunt6 el minero.
  • 126. I - 126 - --Si sabes contar, le respondid Juan, mostr&ndole su ma- no mutilad&, euto debe bastarte. -! I ,X $ eres Juan Tresdedos? --El mismo, I sin decir ni esperar mas, Juan sac6 un puna1 e hiri6 ai Yankee en el centro del pecho. Una verdadera batalla aucedi6 a erite primer golpe; una mnltitud de americanos se agrnpa- ron i empreiidieron la deferisa de la victima, de suerte que 10s dos bandictos debieron de nuevo EU salvacion a SUE exce- lentes caballos, i pudieron ganar el paso de Beckwoth. lle- gando a1 punto donde acaba de encontrarlos Joaquin. A1 dia signiente de este inesperado encuentro, 10s tres chi- lenos contiunaron avanzando en direccion a Arroyo Cantowa, Salvaron la parganta del Sonora i el Tolumme por el lado del sur; despes, baj&ndose del csballo en Ratle-Clack-Bar, en- traron en una casa i pidieron de comer. Un anciano con una hija i un hijo ocupaban la habitacion. El aepecto de 10s tree chilenos, perfrctaniente vcstidos i ar- msdos hasta 10s dientes, 10s sorprendi6, como era mni natu- ral; pero no dijeron nada, i la nifia, que era una hermosa i fresca ctiatura, prepar6 la cena en el acto. Murieta, qne bajo su esterior de bandido, ocultaba una verdadera riaturaleza de caballero, converso de la manera ma& afabie con la hermosa n i b , midntrau ella, con la mas gracio- 8a naturalidad, le servia a 61 i sa8 compafieros. El anciano miraba con verdadma sospecha In voracidad de aus hudape- des, pero se guardaba sus impresiones. Cnando la cena hubo terminado, Valenzuela se levant6 i B adeiant6 hjtcia el j6ven, que se hallaba sentado junto a la e chimenea, i ponihdole el rev6lver en el pecho, le pregunt6 si se oponia a que la casa fuese saqueada. -I si tienes algunas objeciones que hacer, dijo el bandido. bsbla pronto. --Sefior, esclam6 el anciano, ya sospechaba yo que &os no habian de ser mas que bandidos! I se pus0 a exhalar gri- tos tan fuertes i penetrantes, que Jban Tresdedos se vi6 en la necesidad de amarrarle u n pafinelo en la boca. Ya el j6- Ten h a b h consentido en que robasen la cam, i Bsta fu8 com- pletamente trastornada i despojada en poco tiempo.
  • 127. -- 12; - En fin, 10s bandidos se retiraron, llevhhdose algunos cen- tenares de pesos. Cerca de Ilariposas, Joaquin reflbxioo6 que la poca pru- dencia de Juan podria traerle shrias dificnltades, i lo mismo Valenzuela, dnrante su permanencia en Weaverviile, i deter- min6 entrar solo a la ciudad. El1 consecuencia, orden6 a SUB.compaiieros que se volvie- sen solos a1 cuartel jeneral, mientras 61 permanecia dos o trea dias en la casa de uno de 10s compafieros de la partida Ila- msdo Juan Berryessa. Este hombre les habia hecho algnnas veces magnificas in- dicaciones a algunos miembros de la tropa, i de vez en cum- .do les habia prestado dinero i caballos. Joaquin le habia re- conocido i recom pensado jenerosamente estos servicios, i COR- sideraba a Berryessa como un amigo sincero i fiel. Sin embitrgo, la realidad era mui diversa; sin manifestarlo, Berryessa le tenia a Joaquin nn odio mortal, i siempre auda- ba buwando una ocaviou favorable para desembarttznrse de 61 i entreghelo a 10s americanos. E n este momento, persua- dido de qne la clcasion era bnena, bnscaba activamente el mejor modo de consumar sn traicion. Tres o cuatro dias habian trascurrido desde la partida de Valenzuela i Juan Tresdedos. Una tarde que Joaquio andaba recorriendo 10s fandangos, con la esperanza de encontrsr alguu amigo suyo, not6, de repente i por casualidad, que el forro de PU rev6lver estaba vacio. Pens6 que el arma se ha- bria emnrrido sola i qne estaria sobre su cama; inmediata- mente volvi6 a la casa para bnscarla. Se detuvo frente a la caballeriza situada a1 lado de la cam, a fin de ver si su caballo estaba bien provisto de forraje, dea- pueu entr6 por la pnerta de atras de un pequeiio cuarto veci- no a la cocina qne Berryessa habia cedido a su hu6aped. Xihntras avanzabs en la oscuridad buscando rela i f6nforo8, oy6 la voz de dos personas qne conversaban juntas en la pie- za vecina: una de ellas, a jnzgar por su acento, era un ame- ricano. En cualquier otra circunstancia, Joaquin no habria hecho alto en aquel incidente; pero sn nombre, pronunciado con mucha ciaridad por 10s dos interlncntores i de nna manem que no tenia nada de cordial, le movi6 su cnriosidad.
  • 128. - 128 - Aunqne el pensamiento de que su amigo pudiese conspirar contra 61 tenia algo de mui ab-urd0 para que 61 fuese a aco- jerlo, tuvo curiosidad de saber por que se habia pronunoindo sn nombre, i eete motivo le pareci6 sn6ciente par escuchar la conversacion. Atraves6, pnes, 1% cocina, caminando en pun- tillas i aproxim6 el oido a un tabique de madera que separa- ba ambas piezas. -Si, dijo Berryessa, con ego qnedarB satisfecha mi ven- ganza, porqne 61 me ha ofendido mortalmente en diversas ocasiones, ya sea aqni, ya en Mkjico. Ademas yo tengo nece- sidzsd de diirero X i s pkrdidtts ai monte me han obligado a vender mi rancho, precisamrnte en la mitad de lo que vale, i.. . . Per0 dcml es cantidad ofrecida come recompensa?. . -En cnanto n eso, no PQ nada, dijo cl otro. Aguarda; cal- CUIOque sean de cincc adiez mil pesos! --I)ame mil maiiana temprano, i lo tendr6s. -6Pero est& seguro de que es 91 mismo? Si me lo confir- mas puedo reunir l s u m a en v1 instante en que me la pldas; a me si que seritb b w n negocio.. .Pero volvere a repetirte, des- tsa srgnro del asunto? -Curno no he de estar! Lo conozco demasiado i hace mc- cho tiempo para que me putdit engafisr. --,:En donde est6 ahora? M dices que est$ a algunas mi- e llas de sqnf. pero ddonde? --Carambai ique me has visto cara de tonto? --Yo podria tomarte ahora por nn c6mplice, un miembro de la partida i aplicarte la lei Linch. -dTe parece asi? Per0 tli no tienes ni siquiera nna prneba de qne yo te h a p hablado jamb. --Bien, bien. P o no qniero ni tengo necesidad de enemis- tarme contigo Si qnieres, pnede.9 entregh-noslo esta noche. -Perdontl! iQne entiendes por entreghwslo? --Eh! con mil demonios; ique te figuras que yo podria spresarlo solo? N6, n6. he oido hablar demasiado de lo que es ese individuo para qne vaya a atreverme a prePentArmele solo. Seremos tres, i uno de mis compaiieros sera precisamen- te el que me proporcionard la suma exijida por ti. --Oh! ent6oces est& mui bienl Comprendido! El asnnto queda convenido i arreglado; me pagaras la suma fijada una vez que lo h a p s capturado, sea muerto o vivo.
  • 129. - 129 - ' - 6 s lo pegaremos, con tal que &as ekrio en el cnmpli- miento de tu compromiso. - No hai qne recomendarme'la seriedad. Ahors estoi mas ahti0 qne nunca; pero t e asc-pro qne a no haher ~ i d o des-tan grtlciado en el monte, e s i j i r i ~tres veces mas de lo que ahora , pido por el pajarito. Indudablernente, la tarea que me im- pongo es hwrtu pesada! -6A d6nde i cuBndo podremos apoderarnos de &I? --Eli esta misma c a m i dentro de dos horns, con tal que me traigxs h t o el dinero estipnlado. -Est& bien! Estsrc! de viiella dentro de diez minutos, i mafiana por Ilt majiana hsbrh t r r m i n ~ d o carrera de Joa- la qnin. Ebpbrame. Con entns palabras el americano sdi6, cerrando Is, pnerta tras si. Uri segundo deepnex, blurieta se lanz6 al cnarto como uiia fiera, i savando un pufial, tom6 por el cuello a1 miserable Berryttbsa, a quie? esa repentina apsricion hsbia pptnficado. -Sileucio! le grit6 Joaquin, a1 primer esfiierzo que hizo el orro para hablar. Has pronnnciado tu filtimtt palabra sobre la tierre. -Cor] que, agreg6 despnes de una psusa de algunos segnn- dos i ebtrechando vigorosamente la gargan- de en mtiguo cbmplice; tc"n que querias traicioriarmo por diriero i para veiigiirte? tri, vengitrte! ci de qut?? ;No hxbia sido yo siempre t a mrjor arnigo? jXecentabas plata i me vendiss en cambio de una8 cuantas onzas d e oro, haciendo creer a1 comprador que el mbvil principal de tu especuiscion era venpanzs? &A q n i h de 10s que andan en mi compaiiia podre confiarme en adelante? LIS como til R han rnovtrado siernpm tan ab- que e negarlos, pueden traicionarme i eittregarme en nn momento dado a1 mas villano de mis enemigos! I t&eres Betryessa? t6 a quien suponia yo el mas fie!, el que has procedido asf! Berryewa, VAS a morir! Seunltd sn pufial en el pecho del traidor mejicano, cuando abriendclse Irt pnerta, se encontrd frente a frente del Yankee c6mplice en e1 trato qne acababa de sorprender. El americano. llegando a1 fin de la terrible escena que acababeb de consumarse. dejb caer la talega que llevabra a Berryessa i sac6 eu revblver. - JQnidn eres? le pregunth J. HURIETA 7
  • 130. - 130 - -Yo soi el hombre a qnien has comprado mediante esa suma, dijo Murieta, rrefialando el saw. --Entdncas $6. ems Joaquin? Rindete o ere8 hombre mnerto! -Esta mni bien; pero en este caso, mnerte por muerte! Apunta bien, porque una vez que hayaa hecho fuego, yo ea- grimid mi pufial. -Yo preferiria tomarte vivo, i ti5 hurias tambien mucho mejor en entregarte desde Inego, porque es materialmente imposible qae te escapes. Mis dos compafieros e s t a d n q u i Antes de cinco minntos; he querido que estnviesen prenentea cnando derramara esa plbta en manos del hombre a qaien acabaa de asesinar. -Que acabo de castigar, querrsa decir. -Bien, bien! Ej cuestion de palabras, i eso no hace a1 ca- so. Abajo ese pniial o disparo! -El destino esta: contra mi, dijo Joaquin I veo que ha llegado a su tdrmino mi carrera. Toma, apoddrate de esta arrna! Lo Gnico qu? suplico es qne si se me ahorca, se me en- t r e p e a Irt justicia i no a1 popolacho. -Todo eso hare gustoso por mi, respondi6 el otro, i avan- A la mano para tornar el pufial. Aprovechando el momento en que su enemigo estaba con el britzo estirado i el rev6lver inclinado, el intrepid0 bandido 8 0 l a n d sobre 81, con la ajilidad de una pantera, le tra~torn6 por el suelo i le atraved el pecho con s1i pnfial; despoes. a p derhdose del rev6lver que habia caido rtl suelo, sali6 del cnarto en el instilute mivmo en que entraban 10s compaBeros del americuno. Sin tomarse el tiempo de ensillar sn cabeklo, mont6 en pelo, i se aIej6 de aqael ingar de traiciones i de aaesinatos, a rienda auelta. Se hstlaria apenas a cinco millas de Nariposas, cuando ya estaba wunida tods la poblacioo, i nnmerosos jinetes se ponian en peraecucion del andaz bandido en todas direccio- nee. Pero ninguno de ellos tenia un animal de 10s brim i de la rapidez del caballo de Joaquio, i harto habrian heeho con alcanzar a divisarlo sobre una colina o a la entrada de un bosque. Dos semanas deapnea de esta peligrosa aventure, Murieta ll@ a1 cuartel jeneral, en donde encontr6 wnnide a casi toda
  • 131. - 131 -I su jente i mas de cuatrocientos cahllos, que habirn robado en distintas poblaciones i caserfos del Eatado. El j6ven jefe esplic6 en breves palabraa a sua subalternoR la causa de an larga ausencis; despues se retir6 con Chrina, que lo impuso de todo lo que habia ocurrido en el campa- mento desde su partida. E t e otras nuevers, Joaquin sup0 que uno de sus afiliadm nr de San Luis Obispo, llamado Juan Tejas, se habia presentado en compsfiia de dos individuos mas, que aunque completa- mente desconocidos por la partida, hBbisn sido rewmenda- dos por Juan como excelentes i de simpdticas relaciones. Se habian pnesto en campaiia para apoderarse de algunos caballos, i por casualidad se h*bian encontrado en 10s &e- dedoreR del cuartel jeneral. Una p a n partida de 1 0 s miem- bros de la banda habia estado a pnnto de arrojar de1 campa- mento a 10s intrusos; i aun basta de matarlos, en la persna- cion de qne eran sencillhmente uno8 espias; per0 algunos que ee habian encontrado en d i d n t a s ocaaiones con Tejas en la Baja Qlifornia, dieron f4 a sns palabras i defendieron su cams tan calurosamente, que 10s demas camaradas cousin- tieron en conservar la vida de 10s adversarios hasta la vuelta del jefe al cnsrtel jeneral. A1 momento qne sup0 1~que awnbecia, Joaquin orden6 a Antonio que le condujera 10s prisioneroa a su presencia. XXII Juan Tejas Diremos algunas palabras sobre 10s antecedentes de Tejas i sus compaiiieros. Juan Tejas, era un pill0 en toda la estension de la palabra, agreghdose ademas que era Yankee, i como tal, mal mirado por la compafiie. En le B D O C ~ de la batdla de Ssn Jacinto (1836), tenia doce afios.' Cuando su padre, nu atrevido militar, parti6 para el ejdrcito, Juan quiao seguir la espedicion, pero no 0e lo per- mitieron. Deseoso de probar que podia b a t h e con cualqnie- ra otro, rifi6 caprichosamente con un indio, le hiri6 mortal- mente en la pelea, le cort6 la cabeza i conserv6 el trofao para
  • 132. - 182 - present6rseIo a su padre a su vuelta de 1s campaiia en que habia triunfado. Juan Tejaa se encontraba en San Francisco en el mes de dnnio de 18.51, en cornpiifti de Lonsiannis Fred, el indio, de Bill Flanders; nn gmapan que habia tenido que abandonar a Xarilanri a toda priea, i nn mejicano conocido con el nom- bre de Monte, disminntivo de Mutezuma LOB cnatro bandidos poseian cierto n6mero de caballos i de mulas qn? htlbian robado en 10s valles dd San Joaqu!n i de Sttn J(JM~, ocultaron en una alameda de la calle de la i loa >lieion, cerca de lit avenida Primera, i en compaiiia se tras- ladamn a nna taberna pr6xima a la antigna oticina de poli- cia. En esa casa se trlnj.tban naturalrnente machos policialcs, i entre ellos nno llamado Blc. Catz, a quien m a enfermedad retenla en la carna. Desde *n cuarto el oficipl de policfa oy6 i reconoci6 1%vox de Fred el indio; lo hizo llarnar i le acnnse,jo qne Ltbnridonase inmedirrtamente la cindad, advirtibndole qne tenia sobre si tres acnsacionei de robo, i que ademw se le mirrtba como antor de nn aswinato recientementa cometido en on condado vecino. Fred comunic6 a Tejas lo que pasiiba, i partid pxra Stock- ton con 10s otros doe compafieros. Apenaa se separaron de allf, le vendieron el me,jor caballo al duriio de la trcberna; el mismo dia Tejtls condujo a 10s demas a1 mercado, en donde 10s vendi6 a lance. En seguida se traslad6 a quince millss de aquellos lugares por el ca tiino de Santa Clara, entrd en un r a t d o a doride el tabernero habia condncido et caballo qne acabtlba de com- prar, se volvic) a apoderar de 61 i lo condujo a1 mizmo paso a ! mision de San Luis Obispo. a All; trab6 relaciones con Mnrieta i algonos de 8us hom- bres, en una casa mal provista i dirijida por nn tal %tor L. Narris, colocada entre la mision i el punto mismo donde de- aembarcaban 10s marineros. Tejas tnvo en una ocasinn la felicidad de hacerle un servi- cio a Joaqnin, propnrcion&ndole ciertos datos sobre al,munos individuos que It: peraeguian; el jefe chileno, para no qne- darle debiendo el favor, le regal6 nn magnifico caballo, digno bajo todos ayectos, de rivalizar con el famoso Black Be88 de Dick Tnrpin.
  • 133. -- 133 -- E n el cnrso de ~ U correrias, Tejas habia tornado la cos- S tnmbre de acampar durante la noche; i. de dormir colocando sn cabeza entre las patas delanteras de su caballo. Gna no- &e, mientras reposaba asi a 10s alrededores del pnebIo de Fan Antonio, se dospertd de repente, sintiendo que su caballo ! tiraba el pelo con 10s dientes. Apenas se pus0 de pic. e spercibi6 tres o cuatro individnos, indios o mejicanos, que adelantbban con mucha cautela por un lado, con la intencion, sin duda. de despojarlo i de asesinarlo. En el momento en qne 36 Iianzb sobre la silla i hny6 a toda rienda, las balas silbaron en sus oidos i se perdieron en el espacio.. Lleg6 por fin a San Benito, en donde se ocult6 entre la yer- ba,a1 lado de una casa de adobes; el caballo, que no era m6nos iatelijente que sn amo, se recost6 como nn perro a su lado i relinchd dulcemente como para fclieitarle por httber escapado a n tan buena ftrtuna de entre las manos de sus enemigos. Xu fin, Tejas file proce-ado por ladron i envindo a 8an Qnintin, en donde permanecib h a s h 1557. Cnando Juan Tejas i sus compaiieros estuvieron en pre- sencia de Joaquiti, el jefe justific6 sn detencion i Ies permitiil psrtir inmediatamente. Algunos miembros de la ptrrtida hi- eieron presente EUS objeciones, de tal manera. que Xurieta, amiendo que fiierm a asesinar a 10s tres inftlices, creg6 ne- eesario hacerlos eecoltar por Valenznela, Juan Tresdedos i lcwatro mejicanos, hasta la mitad del camino de la orilla del .?an Joaquin. Ap6nas B habrian alejado diez i seis millas del campo, e cuando Juan Tresdedos sc l a n d sobre uno de 10s americarlos i B descerraj6 sn revdlver a boca de jarro. Cuando vieron e ~ $ 0Tejas i sns otros compaiieros espolearon sns caballos i , % pnsieron en fuga, con la velocidad que les fu6 posible, pa- = escapar a la ferocidad del sanguinario J a m . Tejas era el imico qne podia evitarlo; su companero, que no iba tan bien montado como 81, fn6 alcanzado a1 poco rato, ;L apesar de la mas valerosa defensa, sncnmbid bajo el puaal de sa adversario. Biendo que le seria imposible ganarle terreno a Tejas, que *e hallaba a cincuenta metros de 81, Juan Tresdedos se deci- di6 a hacer alto, i le grit6 a1 Yankee, dispadndole tres tiros Ee revblver:
  • 134. - 134 - -;Que te vttya bien, viejo camarada! Puedes envanecerte de h a b r escapado de nna bnena. I el bandido! despnes de eatas palabras, volvi6 a junhra& con Bns compaiieros, que a1 primer disparo se habian queds- do estupefactoe, sin atreverse a hacer ni a decir nada en defen- sa de 10s desgraciados prisioneros. -Acabas de hacer una sandez, dijo Valenzuela; pero pre- sumo que habrhs recibido 6rdenes secretas de nuestro jefe. -6Ordenes9 esclam6 Garcia. iA t6 mia que ntt! Xinguna 6rden mas qne 18s que se impartieron a ti. --iComo! iT6. has echado sobre ti la reeponsstbilidad de 18 mnerte de esos dos hombres? -iPor snpuesto, carambtr! I habria hecho otro tanto con el tercero si io hubiera merecido atrapar; per0 se ha fialvade el condenado Yankee, corriendo con una lijereza qne parecia que Ilevaba fuego en las espaldas. -2Que objeto has tenido, volvi6 a preguntar Valenznela. entregindote a d a una inlitil carniceria? -iInfltilI Que inritil! dIn6til es matar a dos americanoe? Vaya, hombre, ya va estando bueno que t e vayas a Chile a meterte d e fraile? Que milagro que no te has desmayado a1 ver el poco de sangre que se ha derramado! Snpongamos que 8e nos hubiera escapado, iQue habria acontecido? -En efecto, iqud habria acontecido? --Nos habrian traicionado. 81; pero has olvidado el que uno de ellos se ha escapade, i pnede ser mui bien que a d nos hayamos hecho enemigog de un hombre que, i tengo razon para pensarlo asi, jarnis ha sido otra cosa que un buen amigo nuestro. El creera que t6 has procedido segun Iss 6rdenes de Joaqnin. -&ne piense lo que se le antoje, murmur6 el feroz Juan; me rio de 61 curno me bnrlo de til A la vnelta a1 campo, se tnvo buen cuidado de no referir nada de lo que habia ocurrido en el camino; cada U I I O de loa bandidos estaba en situacion de temer la c6lera de su jefe, porque 10s compafieros de Juan se habian hecho cr5mplices de su crimen no habibndolo sabido impedir. Una semana despnes es decir, en 10s primeros diasde! mes d? Marzo de 1853, comenztt una s6rie de salteos qus sembraron el espanto i terror en el pais.
  • 135. - 135 - Los bandidos habian escojido para teatrb de sus aspiracjo- nes, 10s tres condados mas ricos del. Estado de California, el Zlorado, Cltlaveras i Tnolnmme, i jamas se vi6 un pais mas pronto i completamente devastado. Algnnas compafiias sueltas, que se componian de cuatro o cinco homhres, o de una docena a lo mas, habian sido dise- minadae por toda la estencion d e 10s condados, i fud tal la variedad, el n6rnero i la rspidee de SUB operaciones, que seria imposible trstar de narrarlas. El robo, el asesinato, i el incendio, el pillaje, tal era el tema de todas las conversaciones de las cornarcas. Algunas de ebm abominaciones se cometian en pleno dia; pero siempre se reconocia la mano i la presencia de Joaquin; se sentia que todas mas proezas eran el fruto de SUB propias combinacio- plea, qne habirtn jerminado i madurado en su caletre, i se sa- bia ese gran dramaturgo que hacia siempre el principal actor de s n trajedias. Aunque las numerosas lineas de esa accion, tan vasts i $an complicada, eran todas divirjentes, se juntaban por me- dio de u n hilo comnn, partian del miqmo pnnto e iban al mismo objeto: un objeto que Joaquin mantenia secret0 en *Lz corazoi, Yo habia en todo el Estado un solo pueblo de alguna im- portancia qne no estnviera dotado de numerosos espias, segnn la necesidsd de la causa, nunca faltabrtn lugares de refnjio para ocnltar B sus heridos i s 10s caballos robados, i se po- drian citar tales o cnales ranchos. babitados por jentes hon- radas i mui respetwbles a 10s ojos del mnndo, en donde encon- araban todos 10s socorros de que habia menester. Robando i salteando por todo el camino, lleg6 Murieta con sa jente, una noche de Narzo a uno de 10s bancos del rio Tuolumme. La lancha que servia para atravesarlo estaba armsrrada a la orilla, de suerte que les era imposible pasar dsolos como lo habian hecho en otro tirmpo. Se dirijieron, pues, a casa del lanchero i le encontraron +,an profundamente dormido, que se vieron obligados a echar la puerta abajo para despertarlo. Sali6 todo espantado i ae inform6 del objeto con qua se le buscaba. -Queremos atravesar el rio, dijo Joaquin; pero antes de
  • 136. - 136 - alejarnos de q u i , deseamos que nosprestes toda la plats seljada que tengas en t u poder. Joaqnin habia sacado sn revdvers i lo tenia asestado a In cara del pobre diablo. -Ob! seiior, le dijo &e. no habia necesidad de semejante demostracion: Confio completamente en asted, i voi a entre- garle cuanto tengo en mi poder: --No lo matar6, le dijo el jefe con nn movimiento verda- deramente magnhimo, eres pobre i jamas me has hecho mal, PAsatios a otro lado i yo te pagard por la incomodidad que 1 te hemos dado i el perjnicio qne te hayamos hecho. Hemos referido este episodio con el obJPto de demostrrrs ue en ciertos momentos brillaban en el fondo del corazoa. l e Joaquin 10s restoa de esos nobles sentimientos qne consti- taian su carhcter pnmitivo. 9 1 mismo tiempo hemos pretendido dar con 8 una res- 1 puesta a 10s que decian que habia perdido toda idea jenerosa, todo pensamiento de hnmanidad. La pequeiia tropa llegd sin mag aventura a la vencidad de Stockton depues de una marca de dos dias, se acamp6 s i tres mil!as de la ciudad, bajo nn monte de encinas, de 10s que se encuentran frecuentemente en Cnlifurnia. U n Domirigo por la mztfiana, en que hlccia un tiempo pre- cioso. en el momento en que las campanas repicaban llamm- do a misa a 10s feligreses, mientras 10s hombres que acababw de afeitarse i vestidos con todo aseo i cmdado, se formabsrr en corriilos en cada esquina de la calle para admirar a1 p a w 10s peqnefios p i b i el graciogo port3 de las bellas damas, EP vi6 pasar de repente por el pueblo a un estranjero, a qnien nadie habia vixto Antes. Era un bnen mozo, de ojos negros i vivos, de cabello abcn- dante de color de azabache, qne le flotaba sobre la espalda, Se paseaba tranquilamelite, mirando con una eapecie Si. indiferencia Io que parecia llamarle un poco la atencion. Estaba tan bien vestido, montaba un caballo tan rico i tan magnificamente aderezudo, que aunque nadie lo conocia, f d el blanco de las conversaciones i de todas las miradas. --&a& buen mozo! decian las darnas. Pero mirenlo! -Ese debe Ber, por lo mdnos, decia otra, algnn j6ven no- ble que viaja por divertirse.
  • 137. - 137 - --Por lo que hace a mi ,dijo la otra, yo creo sencillamentp .qne es hijo del jeneral Tallejos. . --Yo creo qne el jeneral tenga hijos, dijo otra. 1 las demas temaban tal interes en esas conjeturas, que &oi seguro que el prosrtico sacerdote qn6 predicaba desde lo a t de la c4tedm del Espiritu Santo, no predic6 mas que lo Fara si solo. El j6ven caballero que habia llamado la atencion de una manera tan estraordinaria, se detnvo de repente, a1 pasar por -ana casa en cuya esquina estaban pegades una multitnd de a r t e l e s mui vistosos, A le cabeza de uno de ellos se leisn !w siguientes palabras: CIXCO XIL PESOS DE RECOXPENSA a1 qne e n t r q e A JOAQUIAT, X U R T O 0 YIVO ApCnas ley6 el j6ven esas lineas, salt6 del ca ballo, tom6 sv IApiz i escribi6 algrinas palabras a1 pi8 del aviso, volvi6 a moutar, i sa116 de 18 ciadad tranquilamente como si nads le 3uhiera ocurritlo. Una docena de personas, por lo mdnos, atraidas por la cu- riosidad bien natural, se adelantaron ent6nces por cer lo qnr aabia escrito con Iapiz. HQaqui lo que pudieron leer: UI yo doi 10,900pesos.--jJoapuin! Es f&il figurarse cuantas esclamaciones de asombro BCO- jieron eRa lectora. En toda la semana no se habl6 mas qne de ese aconteci- miento, por lo m&os entre l a damas. Todas pretendian ha- 5er presentido a I primera mirada qui& era aquel j6ven i s galante caballero. Todas habiau distinguido en su fisonomfs s!gnna coqa psrticclarmeo te estrafia. entre otros detdles. m a espresion siniestra en la mirada; i todas habian adivina- do inmediatamet,te, aucque ningnna, o mas bien dicho mu- CQRS de ellas, ni siqrtierlt habian oido hablar de 81, que ese d e p n t e mozo no podia ser otro sino Joaquin,
  • 138. - 188 - Asalto de una goleta i otras hazagas de la banda d e Nuriets El hecho estraiio que acabamos de referir no impidi6 sa Joaqnin el volver de vez en cuando a la ciudad, bajo diversos disfreces, con el objeto de conocer por si mismo lo que tenia deseos o necesidad de saber. UnR tarde se le inform6 de que a la hora de la marea de- bia zarpar una pequefia goleta de Stockton para San Fran- cisco. Abordo se encontraban dos mineros de Campo Seco,. en el contbdo de Calavera, que, cargados de oro, iben a to- mar pasaje para volverse a Estados Unidos. J o a p i n llev6 ooneigo a tres de SUB hombres que se encon- traban rondando por el pueblo, i montando a toda prisa en una peqnefia barm, fnd a ocultarse en nn banco de la ribera, en medio de 1 0 s arbnstos i de las yerbas. Los mosquitos le fas- tidiaban i atormentaban de tal manera, que hub0 un instante en quo estuvo a punto de desistir de la empresa i abandonar la ocupacion;perola perspectivit de un magnifico negocio,despues de bien reflexionado. le hizo perseverar en su primer intento, Se armpinti6 mucho de no haber andado trayendo f6sfa- ros; habria podido encender fuego i librarse de 10s mrsquitos, ahuyenandlJos ct;n el huano; per0 se cons016 pensands qu6 la perseverancia es siernpre recompensada, cnando se de- sea una cow posible, i continu6 esperando pacientemente du- rante tres horas mortales. En fin, vi6 aparecer la goleta, que constantemente incli- nada rompia las olas con lijereza de ave marina. Quando se ha116 bien a1 frente del balcon, Joaquin i sus compafierm remaron hhcia dla, i atrachndose a su costado, se 1anzaroE a bordo e hicieron fuego, sin decir una palabra, sobre la tri- pulacion, que no fie compouia mas que de dos hombres, Los desgraciados no tuviemn tiem o ni para tomar sus ri- P fles, SI primer disparo caperon en e entrepuente. Los do& mineros, que entendian el manejo del revblver, se lanzarora de la ctimara con el arma lista i pronto a defenderse; per@ ya la partida no era igual. Bandidos i mineros tiraron a nn tiempo. Dos hombres de 10s de Joaquin cayeron mnertos e= el acto; a lee dos mineror les ccpo la misma suerte.
  • 139. - 139 - Joaquin i sua compafieros se apoderaron de sue cinturones, qne contenian sn fartnna; despnes, algunos f6sforos encon- :rados en la csrnara, lea bastaron' para allegarle fuego al h q u e , que en breve, qued6 convertido en presa del mas voraz incendio. Cnando amaneci6, ya no quedaban trazas del crimen; apenas se divisaba en el horizonte de la mar un punto negro que %emovia i ajitaba a1 capricho de las olss i del viento. Con su audaz operacion, Joaquin acababa de realilar doce mil esos de or0 en polvo. Afdia sigoiente, despues de haber enviado a Juan Tresde- dos con otros a1 coartel jeneral, Joaqnin parti6 con Talen- auela para Sacramento. Allf permanecieron Cerca de una semana, i tomaron pasaje ara San Francisco, donde llegaron a las once de la noche. &I dirijieron como pndieron &I trav6s de la oscuridad i Be detuvieron daiante de una casa situada en la calle Pacffica, eerca de la calle Dupont. Golpearon nnas cuantas veces, i a1 c a b de esperar nn cnarto de hora, uno se decidi6 a abrir la puerta. -iQuien es? pregunth una VOZ. -Amigosl sePlor Blanco, respondid Murieta, i mui buenos - .amigos! -iAh! va 10s conozco, paisanos, respondid la misma voz; entren, eitren! HItcis dias-que 10s estaba agnwdando. +De veras? dijo Valenzuela, entrando dmpnes de Joa- nin, mientras que el aefior Blanc0 cerraba i atrancaba s61i- darnente la poettit tras ellos. &!orno podiais estarnos espe- rando? que errs majico, por ventura, para adivinar lo que %a de scootecet? -Por lo menos te habrh venido a avisar algun espiritu del Monte Diablo? agregd Joaquin. -N6, n6; nnda de eso. Los datos me 10s proporciona un sniembro de la compaiiia. Venid, yo os mostrare a e m sujeto en persona, annque, a deck verdad, 81 no ha de ser capaz de reconoceros, porque est$, muerto de pur0 borracho hace pa .cnarenta i mho horns. iCaramba que e8 un guapo mozoi Caando os of golpar la primera vez, sospeche foerais one migos i trat4 de desperttu a q u e 1 compafiero, por eso es que me he demorado tanto en iros a abrir.
  • 140. - 140 - --Est& mni bien, dijo Joaquin: per0 p a ! de nuestrw compaiieros puede hallaree aqui? -Ten a verlo tG mipmo, le respondid Blanco. Por aqnf; BC aqni la puerta. Hace tanto tiempo que n o os acercais p o ~ aqui, que no tiene nada de estrado que hayais olvidado I ~ F entradas de la casa. Se incendi6 dePpnes de vueetra hltima visita. per0 yo la voloi a edificar exactamente ignal a lo que era. Ahora, hB aquf a1 hombre en cuestion. Joaquin i Talenznela entraron a una pieza grande en don - d e se detnvieron. -6En donde estd? preguntaron. Joaquin avanz6 hdcia la mesa, tom6 la 18mpara i se aproxi- m4 con ella donde el dormilon. --Como! esclam6 retrocediendo de repente, iGarcia aqufi -Si, respondi6 el aedor Blanco. El me ha dicho qne tu ! e habias ordenado que se volviese a1 cnartel jencrsl; per0 hb tenido la buena fortuna de encontrar en sus bolsillos nn poco mas d e dinero que de costnmbre, se ha venido aquf a pro- cnrarse un poco de dietraccion. -Est& bien, dijo Valenzuela. pero vearnos si logramot desperttlrle. I aproximdndose a 6u vez, le aplic6 it En cammada uno6 foertes pufietazos, que lejos de prodncir el deseado efectq n e hicieron mas que arrancar a Juan Tresdedos algunas sordas esclamaciones i juramentos entrecortados, mezclados con unos cnatitos cartlmtas! Sabiendo bien que le Peria imposible despertar a Garcia e imponerse de todos S U E hechos I hazilfias desde qne sali6 de! campamento: temiendo, por otra parte, qne lo comprometie- r a n las imprudemias de su teuiente; Josquin tonid el partids d? sacarle el cnerpo, ai era posible dnrante todo el tiempo que se viese obligado a estar en el pueblo. Con fste objeta compr6 una tielIda que e~tableci6en m a de las alturas d e San Francisco. prdxinla a1 bote1 de Fremont, es decir. vecina de la citlle de Bateria de Vallejo. Todas las tardes, Joaquin i T'alenzuela dejaban su asile para visitar rmpectivamente a la Bella Union, Diana, el Do- rad0 i las otras casas de juego. I Ferdian i ganaban montones de or0 con una facilidad una calme. m a gracia i un bnen humor que escitaban la admira-
  • 141. - 143. - cion de todoe 10s concnrrentes i de todos 10s branqneros que SOU. como todo el mundo sabe, la jente mas impasible. Una tarde, 10s bandidos acatbaban de entrar a IaBella Uuion i se preparaban a sentarse cerca de una mesa en doa- de se jugaba a1 faro, cuando les llamo la atencion de reuen- te otra mesa, alrededor de la cual se estrechaba un gran n6- mer0 de cnriosos, eiguiendo 10s pasos de una iiiteresante par- tida de monte. Los dos hombres se aproximaron, i vieron a J n a n Tresde- dos seutado casi a1 frente de ellos. que tenia por delante de cinco o seis mil pesos. Acababa de ganarlos, i ya el bnqnero barHjaba tranquilamente las cartas para proceder a una iiueva pzrtida. Por fin, el filtimo sac6 an rei i una sota, qne arrojb nna s lado de la otra sobre el tapete; Juan, sin vrpcilnr, coloc6 l todo su haber sobre el rei. El bauqnero continnd sacando cartas i aparecib la sota; en pocos segundos arrastr6 cnidado- samente 1m $as de or0 de su advarsario, e m dpjar aparecer en BU tiHonornia una sonrisa de satiqfaccion siqniera, Garcia orde- n6 al mozo que le trajera un vas0 de brdndi que vaci6 filo~dfi- camente, i sali6 de la sala de juego sin articular una palabra. Joaquin i Valenzuela no fneron apercibidos pnr su c3ma- rada. Permwnecieron aun una litrga horn en la Bdla Union, pasando de mesa en meqa, ganandc aqui, perdienclo RJI&. i despnes H retiraron sin aveutura notable; lupgo se dirijieron e h&Cia el lwdo de una casa de baile chilena, situada en la calle de Jackson en donde encontraron uti rierto nhmero de sus compatriots, qne danzsban en una atmiLfera de polvo i hnrno, a1 sonido de nn tambor, de un mal violin i de no flan- tin. Se mssclaron con 1% mnchednmbre, i pmaron alli una parte de la noche. Era an poco mas de las dos de la mafiana cuando 10s dos bandidos dejaron la sala de bade para dirijirye a su tienda. Joaquin hitbis perdid3 a1 jaego una sum%considerable; de suerte que sacando las cuentas, 81 i su compaaero a @ n s 9 0 encontraron en posesion de nn centenar de pesos, Esto era. poco para un hombre que habia gastado doce mil pesos en el espacio de una semana. Valenznelib pr ,pus0 a su jefe fel hacer un viaje a la mision d e San JosQ en donde tenia nn asociado que no vacihria en prestitrlea algunos millares de duro9 mediante UII buen interes.
  • 142. - 142 - J o uin rechaz6 eeta propsicion, por razonea de que nb 7 crey6 eber imponer a su teriieote, i prefiri6 volver a Sacra- mento, en donde habia dejado 10s caballos a1 cuidado de nn tal Pardillo. Estando alojado en una barraca de maderas que se encon- traba en direccion de su csrpa, 10s dos chilenos oyeron de re- pente el sonido de una m , e n medio Je la coal podian distin- guirse interpelaciones violentas i juramentos, i luego alegwe esclamaciones i estrepitoaas carcajadas. Paa&roni repaearon muchaa veces delante de ma ruidolla m a , i finalmente, DO o p - ron nada,cedieron alatcuriosidad i se detuvieron para oirmejor. --Inmediatamente, ea la voz de Garcia dijo Joaquin, que acababa de apercibir una de laa imprecaciones favoritas del feroz bandido. El jefe se i n c h 6 i m i d por una de las reiidijaa que habia entre 1- t a b l a mal unidaa de la cabafia. Su compafiero hizo otro tanto. Ambos pudiemn ent6nces presenciar, sin ser vis- tos, una escem llena de interes, caai imposible de describir. A1 trawz de la atmdsfera del cuarto vagaban 10s vapores del ron i del whieki, juntos con el olor acre del humo de las pipss. Muchos g r u p de hombres estaban sentados a1 rededor de media docena de mesas, en sn solo aspecto indicaban 10s cara- tkres mas depravados i mas vicioeos; en fin, 10s caracMrea de jentes capaces de todo. Sobre cada una de las mesas habia naipes; cada hombre tenia delante de si nu gran vast) de estaiio que llenaba de vez en cuaodo con el licor o ma8 bien el veneno qne contenia un barril abandonado eo uno8 de 10s rincones del cuarto. En la chimenza habia un jnego mal encendido, que a m - jaba sobre las Gsonomfa de 10s concurrentes algunos reflejos rojos i sinieatros que adornahan la escena; we fnego parecia nerer hacer concnrrencia a la 6nica vela que ssclarecia aqne- S a estraiia pima, que 88 aaemejaba a un vag0 resplandor que se eatingue a1 t r a v h de espesaa zarza. En una de lss mesas, la mas prdxima a1 fuego, estaban sen- tados cucbtro bandidos de la mejor facha: uno de elloa era na- da m h o s que Juan Tresdedos, cnyos ojos, que arrojtlban de vez en cnando verdaderos relsmpagos, estaban m a espantosos por la estraiia atm6sfera en que w proyectaban BUS miradas. e Sue compafieroa Bran Pedro Sanchez, Juan Boriidta, i Joa-
  • 143. - 143 - qnin Alarco, todos tres pertenecian a la bande de Murieta, que 10s empleaba como espfas: Sanchez en el territmio de la So- nora i de Columbia, Borilda en Stockhs i el tercero en la mi- sion de Ban Luis Obispo. Los otros grupoe se componian de ingleses, irlandesee i Yankees, que parecia habian bebido mucho mas de lo razona- ble, 10 qne no impedia que llenasen de nuevo sus vasos. A pesar del tumulto que reinaba en aquella cornpafils poco discipiinada, Joaquin i Valenziiela pudieron oir di~tintemeote algnnas frases brutalmente lanzadas por J n a n Trosdedos, i cu- yo sentido no dej6 de sorprender bastante a1jefe de 10s ban- didos. -Vasotros habeis sido bastante recompensados ya, eecla- maba Garcia, i no aflojart! un peso mas. La cantidad DO amen dia ma8 que a seis mil pesos, i a cada uno de vosutros os he da- do mil. ;C'arambR! ipretendeis. por ventura, que os distribuya partes ignales con la. mia, cuando vosotrosno habeis tenido mas trabajo que conducirme el hombre. i cuando 90 solo he sido el que me he tomado el trabajo de matarlo? pU6. n6; este es un nsnnto concluido, i en adelante yo trabajark solo! Despues, como para afirmttrse mas en sn resolncion el bandido di6 sobre la mesa uu puiietazo tan vigoroso que se hubiera dicho que era un golpe de maz& Por lo demas, eso qneria significar qne no habia que jngarse con eee puiio. XXIV Penecneiones contra Jonquin Mnrieta.--Un ftllso YI1iriet.a MiCntras que Juan reyolvia de una manera tan endrjica la cuestion de destribucion, una escena que no era menoa inte- resan te aparecia en el otro estremo del cuarto. Uno de 10s individuos que bebian por ese lado, en el ins- b n t e mismo en que Juan terminaba sus cuentgs de una ma- nera tan decidida, O avanz6 hacia el fuego, i despuee de ha- e ber ,mirado it nuestro bandido con unos ojos medio asombra- dos i medio estfipidos: se volvi6 a Ita mesa i murmnr6 a l p - nas palabras a1 oido de sas compafierbs. Indudablemente tenia su importancia y n e l secreto, p o y i i e tuvo el privilpjio de
  • 144. - 104 - hacer levantarse en el acto i de hacer salir a seis individnos de 10s ocho qne estaban en la mesa. Murieta i su teoiente 10s ?vieron dirijirse en medio de lo oscuridad a una carpa situada a cincnenta pi& d e la suya. Sospechmdo que Juan Tresdedcss habia de tener alguna par- te en la brusca salida de aquellos hombres, nuestros dos chi- fenos ios dejttron entrar a BU ciisa, despnes se aproximaron suavemente a la tienda, i esciioharon al travrs de la tela Ee- cnsado es docir que Joaqnin i s a compaiiero hnbiitn sacado i preparado R U B rev6lvers para el CBSO de Aer atwados. -iTu le has vinto? le has mirado bien? preguuth uno de 10s hombres en el interior de la carpa. -Perfectamente, dijo el otro; de suerte que podria reco- nocerlo toda mi vida! -i Pero, est& segvro de que &,e sea el mismo snjeto? --Po no s6 nadti; pero lo qrie puedo afirmaros es qne y6 lo conozco. P o lo he v i d o una 1 otra vez en 1~ mnittaiias i ea ciertamente el mismo Jiiltrl Tradelos, nno de 10s pricicipa- !es persontijes de las particlas de Joaquin. Adem%-,yo apos- taria a que el mismo Jonqnin est& en el pueblo, porqne el qne ve a uno ve a1 otro; ca.i siernpre e s t i n en el mi+mo Iugar i r m w veces se Reparan. E n tudo caw, 10s tres qne es- t8n con J u a n deben tiimbien prtenecer a la bande. --Varnoq. hijos, dijo un tercer interlocatctr. cuyo aceuto i cuyo traje inmundo dejnbnn claro que era iin hijo de la M a n da, todo se q l i c a : hB aqiii por que' no cojlmos la noche pa- sada la iiebre que cadbarnos. --~&ri4 quieres d e w , Dumns? E.;plicatel -Eht de sobra que lo ssbeib!. .el tesoro de 10s mineroe qne hsbiamos logrrtito Dewar. . aquellos bolhillos llenos de ... oro! Ertoi srguro de que f i l e ese Juan Tresdedos el que se levant6 con el sltnt>oi la limo-na i el que nos dej6 a la lune de Talencis. He ah$ el misterio! -En efwto, asi debe ser! pero no crm qne hclyan hecho buen nrgocio, si w a s 0 tenian algnns COB, porque yo he vista a nuestros hombres jngar i perder sus pesos por centenwee en laq mesas del monte de Ilt Arcadia. ;Chilenos del in6ernd ban tenido necesidad de salir de su edremo 'del mundo i de entre l s hordas de salvajes para impedir a 10s blaucos que a ganen ens pobres vidas!. . ~.
  • 145. - 145 - - Eso es lo que digo ~ 6 murmnr6 ot?o. Que se 10s lleve , el disblo: dQue es lo que vienen a hacar aqui? HB aqni cinco dias i cinco noches a que andamds rondando, i apQnashernos podido encontrar uu poco de plata peicilla -Esa es la verdad, en efecto! confirm6 Dumps. -Quiero cteciros mi opiuion, volvi6 a decir aqnel a qriien Dnmpq acahaba de interrumpic. Ea menenter desembarazarse completamente de ellosl Los daremos a1 diablo, i terminado 1 asuiito, nosotroa seremos 10s duefios a nuestro tnrno. 1 . -2Crees tri que una sorpresa? -Oh! n6, Grippi, no se trata de eso absolntarnente. iEsta,is loco?...Una sorpresa . Os pregnnto, &e pensais hacer con vnestro simple pniial? I por lo demaa, ya lo sabeis, batiCcldo- se con ellos. nnnca habeis salido mni bien! ElIos saben ma- nejm el crwhillo con nn poco mas ajitidad que cnalquiera de no-otrosl R 6 aqui io que yo propot!go: les echaremos la PO- licia encirna, i si ella no loe descubre, nosotros nos dispersa- remos por di<tintos lados hash dar con Joaquin. Vosotros sabeis que se ha ofrecido una buena recompensa a1 que lo pesqur, i cnando noqotros lo tengamos e n nueatro poder . .. . -Oh! cnando nosotros le tengamos...cnando nosotros le tengnmon ...Si, pero todavia no le tenemos! --Dodger, ,:qnieres callar? 0 no ser&Joaquin el que me ten gn qne agnatotar primero! Estas tan borracho que no sabes lo que dices. Como ibamosdici-ndo, cuando tengtmosa Joaqnin ... --Purde ser que yo le peqne. i si YO le merezco una sola vez, probare qne sB manejar u n puasl ...Si! -1 yo me encargarb de prohar:e que lo sB manejar desde Ine- go, Dodger, si ng te tienes quieto ......Th dices. . . .Ah! me has asesinaito! Dodger acababa de sepultar el pniial en el pecho de su compnii-ro. Inmedistrtmence -e lanzaron todos 10s de la partida sobre el aeesino. Joaquin i Yalenzuela, a quienes ya no interesaba el fin del drnmit, abandonaron su pnesto de observacion i se dirijieron hSCiiL su tienda. A algunos pasos del Hotel de Fremont encontraron a dos convictos encapados de Botay-Bay, que acababa de abando- nar la taberna parajuntaase a sus camaradas. Ambos pare- cian eetar completamente Qbrios.
  • 146. - 146 - --iQue personaje de tanta importancia es Bste que andth por esta tierra? pregnntd uno de aqnellos bellacos, detenidn- dose precisamense en las narices de Joaquin. -Yo :ao lo conozco, dijo el otro. --hiientesi demmiado bien lo conoces. Antes de que hubiertt acabado esa frase, el hombre Bbrio habia caido por tierra medio muerto i ya espiraba. El pufial de Blurieta le habia traspasado el corazon. Su compagero habiit rmprendido la fuga h h i a lo alto de fla colina, segnido de una bala de revdlver de Valenzuela; pero esta no le alcan- zd i desaparecid sano i salvo. Los dos chilenos continuaron tranqnilamente su camino, como si nada de estraordinario hnbiera pasado, cuando se en- wntraron de repente frenta a frente de nn policial, que les pregnnt6 quB siguificaba el tiro que acababa de oir. Joaquin se echd sobre la cara su sombrero de grandes alas, desemba- raz6 su brazo, echhndose la manta sobre lm espaldas, i llev6 disim:tladamente la mano a su rev6lver. Despues viendo que se acercaba otro individno i suponiendo que era otfo policial, respondib con un tono politico: --Ese tiro, seiior, ha sido el resnltado de un accidente, Ni arnigo ponia su rev6lver en la funda, i su cintnron le tom6 la lla-ie. --iQnd es lo que t hace correr con tanta prisa? pregunt6 e a sn colrgit el segnndo policial, que lleg6 en ese instante. -Oh! no es nttdal dijo el primero; ea que senti un tiro i crei que hubieran asesioado a algnien. Despnes, hnbihndose vuelto hltcia Joaquin agreg6: . --;Dices qne tu amigo ponia de nuevo su rev6lver en le funda cuxndo se descerrajd ec la mano? dPor qne habia sa- cado entdnces su revdlvers? -Lo llevaba en la mano, seiior; a esta hora avanzada de la noche es mui peligroso remrrer las calles, i sobro todo, hai tanto picaro! Ni nmigo queria estar listo para cuaquier lance. --Eot6nces, por qn6 no continu6 con el revdlvers en la aano? -Ehi seiior, porque yo me venia bnrlando de sus temores haciendole presente que no tenia nada que temer. -Per0 a1 mismo tiempo dices que hsi peligro en recorrer las callesl Me va pareciendo ?ne tus reyuesrss estdn un poco
  • 147. - 147 - mntradictorias, amigo, i no 8 4 si debo creerte lo que me est& asegurando. -Perd&neme usted, seiior, lo que queria decirle era que debia aguardar a que el peligro se presentase. -dQiie te parece, CArlos? gNo hatfarnos bien en arrestar- !os? Hai, en efecto tantos bribones afuera por ahora! Adrmas de em, el viento de eeta noche parece de.tinado a propagar un buen fuego; esta parte de la cindad e s d admirablemeote sitnada pant servir de hogar aun' de incendio! Creo qup Reria prudente apestillarlos. -86, no soi de la misma opinion. DPjalos tranqnilos; esthn en regla. MIndese cambiar chicos. No! aguarden nn minuto Xed jno tienes ninguna preguntas que dirijirles? Sabes que tir hrtblas i ramonas corn0 un abogado de la prision de lrre tumbas (dlebre Carcel de Nueva York). -Ea qne yo sd bien lo que digo. -Sin duda algnna t van a hacer jnez en la - - e pr6xima elec- cion; Zque tal? -CBllate. t u ems Peor que Billim Mullioghan! Vosotros -que disparak tiros de'rev6lders, couio quien sgtrags un con- fite, idos P acostar. Ven C&rlos, tengo ganas de volver a la e 1 8de Nile, a tomar nn whiski grog. u~9 Joaqnin salud6 polfticamente, deseando Iaa buenas noches, i se alej6 con su compafiero, dirijihdose h4cia la taberna en donde habia dejado a Juan Tresdedos. -Si ese hombre se hnbiese obstioado en llevarnos a la drcel, dijo Joaqnin habria hecho su negocio; le habria muer- t en el acto como a nn perro. o -1 yp habrinr hecho otro tanto con el otm, dijo Valenzuela El rnido que desde el interior de la cas& lleg6 a 10s oidoa de 10s dos chilenos, en el momento que 1leo;abana la puerta, era una prueba mficiente de que la fiesta continuabtr. Joaquin mir6 por el ojo de la cerradura i pudo apercibir a J u a n Tresdedos, sentado en el mismo logar en que lo htrbis dejado; pero tan Bbrio con las numerosas libaciones a que se habia eotregado, que apenas podia sostener la cabexa. Mu- rieta encarg6 a Valenzuela que vijilaae' en el esterior, entrQ en la taberna, march6 derecho hdcia la mesa en que dormia apoyado eu insubordinado tenieute, i le sacndi6 rudamente h espaldas. s
  • 148. - 148 - Garcia se enderezd fiirioso i sac6 su rer6lvers hasta la mitad. -Ah: esclam6, Jlnrieta! --Yo misrco: ven. Quiero qne abandones la ciudad apenas amanezca. -tPor qnQesa deterrninacion? 2quC es lo que acontecel -Por que la policia nos signe las huellas i dentro de pocos minubs puede ser mui bien qne nos vengan a arrestar aqni, --Caramba! h6 ahi nna nueva que no me place absolurs- mente: iCuautos sou ellos? pregunt 6 Garcia, sacando su pufiaL -Demasiados para que nos sea posible lnchar con ellos, advirtiendo que un millar de cindadanos se pondrian de su !ado para ayodarlos a capturarnos. vamos, venl --A f6 mia, estoi dispuesto a obedecerte Como qnieras. I Garcia salic5 de ia taberna seguidv de sus tres compaiieros. Joaquin condujo a todos sns hombres a la caFa del sefior Ijlanco, en dondt. permanecieron hasta venir el dia. Ent6nces enrio a1 otro Blanco, el hornhimo (tocayo del dueiio de casa) a San Luis Obispo; Borilda i Sanchez debian volver a Stockton i Sonora, sua criarteies respectivos; Jnan Tresdedos recibio orden de tomar el camino de San Jose i de llegar sin pkrdida, de tiempo a1 punto de reucion jeneral, El mismo dia, despues de las doce, Joaquin i Valenzuela tomaron pma,je para Sacramento, en don& encontraron sue cabalios, de alli se traslwdaron inmediatamente o Stockton, dirijibndose a arroyo Cantclwa. Tres o cuatro dim despnev de la partida de Joaquin, se es- parcid en San Francisco el rumor de que acababan de arres- tar a1 c&bre bandido i de encerrarlo en la prision de la cindad, En efecto, se habian apoderado de un pobre diablo chileno, a quien le habia dado I locura de hacerse pasar por Murieta, i s que sacaba provecho del terror inspirado por este iiltimo. Un gran nfimero de curjosos fneron a la prision con el ob- jet0 de ver el aspect0 de ese stblteador, de quien no conocian mas que 10s atrevidos golpes de mano: i todos se volvian persuadidos de que era el verdadero Joaquin, no dudando que un hombre que llevaba ess vida, no podia menos de estar sncio i desalifiada en su traje, como se haliaba el impostor. Durante este tienpo. Joaqnin viajaba tranquilamente. Juan Tresdedos le rob6 a un mejicano rico, que vivia a poca dis- tancia de la mision de Dolores, un magnifico caballo ensillado,
  • 149. -- 149 -- con riendas i espuelas de plata, en seguida degoll6 a cincc chinos cerca dei A4viso, con el objeto tie despojnrlos de aus vestidos; despnefi asesin6 i desbalij6 a nn tal Santisigo KalsE, en 10s alrededores de la mision de .Pan Joe&. Este asesioato le vali6 trescientos cincuecta pesos, fuera de un reloj de or0 magnifico i un rev6lrers. Dou rancheros me- jicanos, sobre qnierres recaperon soPpechasdeese crimei1,fueron arreptados i conducidos a San.Francisco; per0 no tardaron er, ser puestoa en liberhd por fdtas de prnebas suiicientes. Una semana mas tarde. otro miembro de la partida, Rafael Quintana, apn8ttlc6 en Santiago, cerca de Clclnmbia, a uncia- dadano respetable, verdaderamente inofenbivo. Edte inespe- rado apekinato exit6 una viva iudignacion en e! pais El ener- jico oficial Jnan Leary se pus0 en persrcucion del asesino per0 10s perdio en 10s recovecos de la montiiiia’ A la maiiana signiente o a loe dos diw, Quintana sali6 de su a d o i apnfiale6 a un tal Samnel Stater I le rob6 algunas particnlas de oro. dog rev6lvers i provi~ones bocrt. Solo de a1 cabo de alguuos dias, i por casnalidad vino a descubrirw el cadbver medio devorado por ]as aves de presa. Preparrtivo para la gmndc empresit de boaqain Despues de haber desvastado el pais durante algunas seme- n s s i tie haber sembrado la desolacion entre 10s desgraciados habitantes a quien !-a nada podia quitar: deepues de haber perdido en esa lucha dgnnos de 10s mas bravos i htiles de 10s miembros de la partida; despdes de haber obligado a sns ene- migos a reunirse por todas partes para persegnir:o i sorpren- derlo por doquiera que intentara acamparse: dtspues de ha- ber reunido, mediante esa sCrie de empresas sucenivas, s n m s considerables, Joaqnin resolvi6 dejar a Cslaverae, que habia invadido despues de su vuelta a1 cuartel jeneral, para trash- dar el teatro de sus operaciones a1 condado de Mariposas. Esa provincia debid sut’rir a su vez todo lo que habix LIU- fiido la vecioa. Sosotros no referiremos la larga s&ie de cri- menes de que esa pro-vinck fu4 a la vez testigo i rictimrt, esa
  • 150. - 150 aeriala eterna repeticion de las escenas sangrientas que hemos descrito ya a nnestros lectores. E jenio que dirijia i protejia a Xnrieta prarecia no querer 1 abandonarlo aun, en presencia de tantos estraiios incidentaa q u e en lo que refarian a 61se convertian en hechos sobrenatn- rales i en Bxitos estraordinarios, de buena gana pediriamos una esplicacion a la antigua snspersticion de 10s Cherokees, segun la cual ciertos hombres tionen una existencia encantada i no pueden morir sino por medio de una bala de plata. Annque constantemente se veian arrojados de un lugar a otro, 10s bandidos no cesaban por e-o de entreparse a1 asesinato i a1 pillaje. Por todas partes tras ellos se halltrban un rastro sangriento que iudicaba sn pnsaje, i sus mas atrevidos crfme- nes eran ejecutados cad a la vista de 10s que 10s persegoian. A cada instante, estos riltimos oian, a poca distancia mas adelante, gritos desesperades; apresnraban el paso,. p r o 8010 llegaban para ver a la victimas bafiadas en sangre, I para per- cibir aun a 10s bandidos que, mas oudaces que nunca, se aleja- ban a caballo sin manifestar temor de que se les alcanzase. Los seides de Joaquin estaban divididos la mayor parte del tiempo en pequeiias compafiias de cinco o seis hombres. E n cuanto a Mnrieta mismo, rara vez se le encontraba con mas de cuatro de sus principales tenientes; Valenzuela i Juan Tresdedos no lo abandonabati jamas. Guerra estaba encarga- do del campamento, Cevallos eataba eo servicio wtivo, 1 el finico rival q:ie tenia en astucia i en valor para llevar a c a b las mas rndas empresas, era el fiero Antonio. Este peseba sobre todo el pais que se estiende desde Pitha a Cache Greeks, i era la desolacion de todos 10s que tenian eaballos en esas rejiones. Ctlda dia Re le perseguia con mas encarnizamiento; pero merced a1 noble caballo que montaba, lograba siempre eecapar. Ese caballo era precisamente et que Juan Tejas habia recibido de Joaqnin en rbcompensa de sua servicios. Algunos dim Antes de dejar a Stockton, Murieta, en el mo- merito mismo que descansaba en una casa de Hunter Street, supo, por medio d9 Valenzuela, que Juan Tejas habia aido condncido ante el juzgado del coqdado por un rob0 importanta Deseoso de ver B 811antiguo amigo, Joaqnin se trasld6 a1tri- buoal i se eenM tranqnilamente en medio de 10s espectadoree.
  • 151. - 151 - XiCntras el juez pronunciaba contra &e bandido una sen- tencia que le condenaba a cinco aiios de prision, Juan reco- rrid con sn mirada toda la estenslon del tribunal i percibio sentado entre la concurrencia a1 jefe cbileno. Se cambisron rtipidamente u n signo imperceptible, i el condenado sinti6 latir su corazon con la esperanza de una pronta evasion. Desgraciadamente, Joaqnin no tenia en la ciudad mas que tres de S U compafierm, lo que no alcanzttba a constituir una ~ fnerza suficiente. Mas tarde confeed a nn americano del cam- po frances. que si hubiera tenido doce hombres solo en su poder, habria arrebatado a1 prisionero de las msnos de 10s oficiales de policia, en el espacio que habia de recorrer &ntm de llegar & la embarcacion a vapor que debia conducirlo a la . prision de Benicis. Cinco meses mas tarde se esparci6 el rnmnr de un estrafto descnbrimiento. Acababa de hallarse en un hoyo, camdo BO- bre el terreno de nn rancho que habia pertenecido a Juan Tejas, nn hombre i un caballo. El jinete no hrtbia salido de la montiira; las espuelas estahan aun pegadas a sus botas. Todo atestiguaba que ese debia de haber sido herido en el crheo, en la misma posicion qne actudmente ocupaha; evi- dentemente, su muerte era de fecha atrasada. A su lado se encontraron crdneos i osamentas humanas, Gltimo restos de algnnss otras victimas del mismo Juan Tr,jas. Si1 rancho es- taba sitnado en lo mas hondo del valle, sobre las mismas ri- bera del E-ttlnislao. Una tarde, estando Joaqnin reclinado bajo la carpa de uno de 10s afiliados de s u partida, a tres millas del pueblo de Na- ripoaas, se le notifie6 que acababan de ahorcar a dos de sus hombres, en San Juan, por haber robado caballos. Habian sido perseguidos i arrestados eri 10s potreros entre GII-Roy i el PSrjaro, 10s habian amsrrado s6lidamenta con cnerdas grue- 888, IOR hsbitrn trasportado asi hasta la cindad, 10s habian arro-jado en una prision. h s habitantes que habian sufrido mucho con sus depreda- ciones, 8e reunieron en nn n6mero considerable, arrebatirron 10s prisioneros a loa oficiales de policia, i en virtud de la lei Lynch, ahorcaron inmediataments a naestro dos gnapos, en des vigas espresamente clavadas para la circunstancia. Joaquin a p h a s snpo esta noticia se 12112.1 a caballo i se
  • 152. - 152 - dirijid siempre acompItBxdo de sua cuatro camaradas, hacia el coodado de Monterei. Estableci6 su campo sobre las orillas del San Benito, a poca distancia de San Jnan. Los batdidos permanecieron media sernana, poco mas o m h o s , cuiditdosamente ocultns dnrante el dia; per0 emplean- do concielmrtsmente la noche en robar 10s mejores caballos qne encorrtrtlbnn en 10s ranchos de 10s alrededores. Cnando creyeron hnber vengado siificientemente a sus do8 compafieros, dtjaron el campo i condujeron los auimales roha- dos a Arroyo Caritowa. La mayor parte de la partidtt se halla. ba reunids, cuando ellos llezaron a au vaz. Casi todas la8 compnfiim habiarl terminado filizrneute sus eapediciones. Etir6ricrs Joaqnin cctmenz6 10s preparativos de la grande e importnnte operaciori que debia termiuar su carrera de ban- dido chilrno et] Califelriiia. El e*tnba en irltelijencia con 10s chilenos i mejicanos mas ricos i mas irlfluentes del E*tado. i estrtbn sepuro de s n coo- perarion en el mtwimieilto qne proyectaba. Sua intenciones no podia spr n i Coqpechnda por 10s otr s habitantes, que no vrian en 61 rnaq que U I I jefe bulgar de bandidos ignorantes i de garidules atrevidos. ~ ~ ~ i q r icomanzd por enviar a Ji6jico a1 intelijente Anto- i i i nio, que file enc lrgado del diner0 i de las inqtruct-ionrs nece. sarias para armhr 1 equipar a 10s voluntxrios i pitrtidarios, de iinierieq e.it:itrxn segriros de antemsnn ? l i e no aguardttban ma* ({ne la ocasion para recnirse a la partida. A Oiierra se le despach6 R 10s diver*os ratlchoq de Califor- nih. en don& fie habian establecido dep6yitos de caballta; 81 debia renriir ti to 10s 10s animales que se encontrasell en ellos i condricir HIcuartel jeneral a todos 10s miembros de la tropa qiir ehtucieuen esparctdos en el camino. Jonquin, rinr sn parte, tenia 1ue terminm un asunto im- porta" te en Sdn Luis Obispo. Partio e n el mismo dia con un solo horntm. El asrinto importante no era otro qne una en- trevibta coli ulia dama mejicaua, que habia er~corit-ado por casnalidad ulgunos meses Antes en una de SUH nnmerosits co- rrerias. Esa d,ma. hermana de la primera iunjer d e Joaquin, ! desgraciacla Carmela, se habitt casado con un rant.hero a rico de Griadalajxra, en Mdjica A la rnrierte de 8u marido, ella le habia confiado el rancho a un antiguo c a m p i n o , mui
  • 153. - 1.53 - ‘ estimado en el pais, i se habia trasladado a California para avivar el sentimiento de venganza en el eorazon de AZnrieta e impulsarlo a cumplir sus sifiiestros proyectos contra 10s americmos. E!la le oy6 manifestar SR firme voluatac! de dejar el Est&- do en poco tiempo mas; i viendo que le seria imposihle disna- dirlo, le pidt6 su cclnsejo i a la mafiaaa signiente de su en- trevista se volvi6 si ,Ikjico. h la maiiana biguiente, Joaqnin pens6 de poner a las mn- jeres en un p u n t o eeguro. cb donde no pudiera I l e g d e s nin- gnn j6oero de peligro. Coloc6 bajo el mando drl bravo Ceva- 110s a veiute de sus hombrvs mas determinados, t g d o s arma- dos hasta 10s dientes, i a esta compafiia se le coniid el eiicar- go de custodiar i escoitar a las seEoritas harta la provincirr de Sonora. El mi*mo Joaqnin les traz6 el camino que debian eepuir: debian caminur a lo largo del golfo de Ca~ifortlia. dirijikn- dose por ]as rnsiones de Santta Carolina I (le San Pedro, to- mando despnes por San Franckco de Bt)r,ja, i la mision d? Santa Jertrudis, i cruzaudo a1 traves de uri pais montafioso, que Cevallos i 10s habmbres de la escolttl cotlocian como la^ palmas de sus manos. Por lo demes, Jciaquin quiso acompaiiar 61 mbmo a las a?,- mas hastti cierta distancia del campo. en fin, sb despidid tieraamente de sn querida, la eucwntadora ( ‘larina abraz6 con gran coutento suyo a las otras j6venes, i volvj6 a1 cnar- tel janeral que no iba a estar auimado en adelante con aque- liab dnlces i alcgres eriatnras. Reflrxiomndo que lo mejor era esperar la llegada de 10s nuevos partidariov de la Baja California i de la Sonora, Bntes de reunir todo el continjente d e que 61 mipmo pildta disponer contramand6 IHY 6rdenes a las rejiones cir~*iinvrcir~as. Uoc una compaiiia de seis hombres se trasladb personalmente hcicia Calavera-. saqueando durante todo su pasaje. Asi lleg6 hasta la vecindad d e Jackson, penetr6 en la cnbafia de nn minero llamado Jew4, midntras este estaba trabajando, i le llev6 trescicntos pebos en oro, un rev6lvers de Colt i mnchos otros objetos. Sus compaderos inseparables, Talenzuela i Jaan Tresdedos, formaban parte de esta espedicion, i nunca el sangriento Garcfa se encontr6 mas en su elemento que ,
  • 154. - 154 - durante la permanencia de la compaiiia en Calaveras i 10s condados vecinos. El &xitohahia secundado a 10s bandidos durante todas las operaciones intentadas en el espacio de ties semanas sobre el territorio setentrional del condado de Calareras, i habian ro- bad0 a 10s habitantes notables cantidades de oro, de manera que Joaqnin crey6 que debia cambiar de terreno. Antes de la partida se le reunieron quince de sns hombres que acababan de hacer una escursion por 10s alrededores de Thoms Greeks, en el condado de C'oluri, habian robado un cierto nfimero de magnificos caballos i se habian separado cuatro de ellos para condncir a 10s animaIes a1 cuartel jeneral. Joaquin retnvo a su lado este refiierzo inesperado, remon- t6 hhcia la fuente del Estanislao i continub en 10s rims valles que riegan ese rio, las escenag de desolacion que hemos visto renovarse tantas veces. SXPI La conipa5ia del capitail Harry I ove.-Nuerte de Joaquin Murieta Despnes de una permanencia de dos semanas en 10s valles que atraviesa el Estanislao, Joaqnin se adelant6 hacia las orillas del Xariposas i de la Merced. Sefialb SL paso por esa parte con depredaciones verdaderamente cdoseles despues de lo cual envi6 a1 cnartel jeneral de Arroyo Cantowrt a 10s hombres que lo acompsfiaban, con escepcian de seis que ha- bia rennido primitivamente. Se retirb con 10s idtimos a1 rancho de nn mejicano, cerca de San J o s e en el camino m a d a un frances que tenia un jardin p6hlic0, i estnvo algun tiempo oculto en la casa de su amigo. Este que se llamaba Francisco Sicarro, estaba secre- tamente afiliado a la partida, lo que esplica el refujio p e concedia a Murieta. La estrema prndencia con que se conducia el jefe llevando a cab0 SUB planes de operaciones, se manifest6 sobre todo hasta la evidencia en el cas0 relativamente poco importante que vamos a relatar. Una ttrde, sintiendose uu poco dispuesto para beber i no
  • 155. - 155 - queriendo, por consiguiente. hacerlo en una casa phblica, envi6 del rancho a San Jose a 'nn indio con el encargo de traerle una botella de licor. Cnando su mensajero hub0 par- tido, le sobrevino una especie de inquietnd, un teiiior de que lo traicionase; se lanz6 a caballo, alcauz6, dando una vuelta, a1 indio en el camino que pasacerca de San Lorenzo i lo math. Talee eran 10s inmeantes tributos que hacian pagar 10s ban- didos a 10s ciudadarios de todo el Eetado, tales sus riolencias, tale&sus sctos de pillaje, tales, en fin, todos sns crimenes, que la justicia hubo a1 fin i a1 cabo de moverse sgriamente. Una peticion cubierta de firmas fu8 presentada a la CA- mara Lejisltltiva, con el objeto de obtener para el capitan Harry Love la antorizacion de formar nna compaciia de ca- balieria, con la cual pudiefieaprehender, arrojar del paie o es- terrninar las numerosas partidas qne no cesaban de porier en peligro la vida i la propiedad de todos 10s cindadanos. En efec- to, se vot6 nn decrpto en este sentido, que fu6 firmado por el gobernador del Ektado el 17 de Mayo d e 1853. El 28 del mifirno mes, H a r r ~Love tenia organizada su compaiiia: el salario fijad0.a cada uno de 10s homlires era de 250 pesos a1 meses; la existencia legal de la cornpanis eRtaba limitada a tres meses, i el nfimero de 10s hombres que la corn- ponian no podia pasar de veinte. dunqne el sneldo mensual no era mui sabido, para aqnella tierra, cada jinete estaba obligado a alimentar su caballo, a proporcionarse sns prori- siones i su equip%jesin tener derecho a indernnizacion. Love no vacil6 un instante; inmediatamente tomb el man- do de 10s veinte hombres de empresa. qne escoji6 el mismo entre uua multitud de bravos compaiieros qne habian servido a EU vista en la guerra de X4jico i de Tejas. Cnando estuvie- ron reunidos, se pus0 a su cabeza, i march6 bien decidido a no volver a San Francisco sin haber eocontrado a1 mas for- midable bandido que haya figurado jamas en 10s anales del crimen. La historia debe conservar :os nombres de esos veinte bra- vos compaiieros que lo segnian. Estos eran: E capitan P. E. Comer 1 Georje A. Nuttall C. F. Bloodworth Lafayette Black G. W. Evans Doctor D. S. Hollister
  • 156. - 156 - Capitan T1’. Burup P. T. Herbert John Bttell. comisatio John S. 7V. S. Henderson TVhitd Pcol‘etsr C. W. Mac. G w a n James Ji. Nerton Xobert lfnsters Cohs Poung Mayor K. H. Harvey E. B. Van Dorn Coronel Mac. Lane D. S. K. Pighott A meditla qne esta intrepida annque poco numerosa com- p i i i a pasaSa a caballo por 10s pueblos i aldeas del interior, 10s habitantes la segnian con sus miradas inquietas, como si esturieseo anticipadarnente condenados a morir Per0 se 01- vidaban de que e.tgba a su frente nnjefe qne inventia auto- ridad del Estado. cnya esperiencia era el fruto de las guerras peligrosw de M8lico i de Tejas; un iefe, en fin, cnya alma era tan severa, tan inflexible oomo la disciplina porque habia pasado. i cuyo eFpiritu era tan decidido como el andaz ban- d:do contra qnisn se le enriaba. El capitan Love se pr:so desde luego pronto i enkrjicamen- te a la <>bra; para obtener nn conocimiento cnmpleto de 10s morimieiitou del jefe chileno. queria saber cuales habian sido iils lugares en qne se habia d e t a i d o liltrmamente, buscar sus huellad ma? recientes con el objeto de poder cam sobre 61 en 91 momento ea qnt! m6r1os lo eeperase i en el puoto mas fa- vorable a1 Cxito de la rmpresh. El 3 de Juriio, i’edro Sanchez, que se encontraba en San Francisco en compafiia de Juan Tresdedos, fii6 mrierto en un lugar llamado Jiartinez, no lejos de Columbia, por un espa- 901 llamado Albino T bas. r E*taban dispiitando por una suma de dinero que habian robado en comun; Sanchez irritado por la obstinacion de su cdmplice. 8e adelant6 contra elcon el pufial en la mano; Te- bas se hizo hacia atrBq, retrocediendo algunos pasos i sacan- do su redlvers dispar6 cuatro veces; una sola bttla tocd a Sanchez, per0 fu6 bastante para tenderlo muerto a 10s pies del espafiol. Por una eptrafia coincidencia, Borilda fa8 ejecutado en Stockton el miamo dia por haber asesinsdo a un tal Janes. El bandido habia sido comieionado por Jaaquio para ma- tar a nn mejicano que habia ofendido a1 jefe; tratando de
  • 157. - 157 - cumplir esta mision, fu6 como hiri6 morfalmente a1 susodi- cho Janes. que se encontraba en el mibmo cuttrto. precissmeu- te a1 lado del individuo sentenciado por Jloriem. Borilda se reconoci6 culpable del asesinato de tres hombres, i confes6 su particiracion en un p a n nrimero de otros crimenes de mas menos importancia. Un dia o dos &ntes de la ejecueion, divis6 wbre una mesa xn rev6lvers qne R hallaba a su alcltnce, se apoder6 de 41 i e qoiso dltrse miierte; per0 el rev6lver no diqpar6. Joxqnin Blanco, rl tercer compaiiero de Juan Tresdedos en San Franciwo. fu8 muerto cerca de Stockton, a1 dia si- gnimte, por otro chileno llamado Enjenio C’azaI. En In tarde del 9 de Junio, cuatro bandidos qne conducian zuareuta caballos, llegaron a1 rancho de Andres Ihsrra. a 20 millas poco mas o mdrios de San Luis Rei. i sin provocacion ningnna. tirwon sobre la familia del ranehero e hirieron a m a persona en nna pierna, i se apoderaron de todo lo que pudirron descnbrir en materia de or0 o de oh.ietos de cual- quier valor. De alli se trasladaron a San Mhrcos i mataron dos novillos. AI dia siguiente, una peqnefia partida salic5 de San Diego pare darles caza; pero por la impocibilidad de seguirles la pista debpueu de pnesto el sol, se vi6 en la neceeidad de poner punto a esa hora a su persecncion. Se enviaron meriwjos a diversas trihuv indias con el objeto de comprometerlas a que >ersieuieran a 10s merodeadores. per0 estos - i habian tenido p 5empo de retirarse a las montafias. 1 OCOS dias drspaes se sup0 qne habian robado ocho caba- llos en Sltnta Jlargarita, habiendo sido encontrado uno de ellos antre el rancho de Ibarra i el de Ban Mlircos. Persrguidos por todos lados, por hombres determinados, con qriimes no queria absolutamente llegar a las manos, por :emor de snfrir una derrota que comprornetiese FUS grandes proyectos i destrapese sus esperanzas por tanto tiempo aca- riciadas, Joaquin resolvi6 retirarse a UTI lugar aivlltdo i desier- :o i pcrrnanecer oculto hasta la llegada de 10s refoerzos que esperaba de Sonora. A principios del mes de Julio, Rlnrieta se introdnjo en el rancho de don -4ndres Pico, en Sun Fernando. en el condado de 10s Anjeles, i se apoder6 de cincuenta caballos. Adelant6
  • 158. - 158 - en seguida hmta el rancho de San Francisco, en el mismo condado, i allf encontr6 un vaquero que le $mw5 de haber ro- bad0 10s caballos de don Andres, i le advirti6 que seria per- seguido Murieta entregd ent6nces a1 vHqnero cuarenta i tres ani- males qne le encargd devolviese en San Fernando, agregandv que 41 tenia neceRidad de 10s otros siete. Despues pas6 a1 eondado de Sants BArbara i salv6 Ia parte mas rlevada del litornl de Santa Ines, de donde pudo sin dificultad descender a1 valle de Tnlare. Por informaciones secretas que habia recibido de que JOG quin se encontraba en aqnella ptirts del pais el capitan Love se diriji6 hi & a ese lado con doce de sns hombres, i el resto de la compafiia se eolisagraba a investigaciones en otras di- recciones. Llegando a 10s planes de Tulare a1 rayar el alba, &percibi& a alguna distancia, a la izqnierda, un poco de humo; ese de- talle, en apariencia vulgar i de poca impwtancia, le parecid que no debis ser despertliciado. Torcid hicia ese lado i d e - lantd prudentemente h&cia el punto desde donde se elevaba el humo; d e d e lueg, no vi6 mas que algiinos cttballos perdi- dos como a nnas qninientas varaa drl lngar; pero aproximh- dose GO poco mas, trepando nna pcqnefia colina, descubri6 de repeote sctbre nn montecillo, a1 jefe chileno i a sns seis corn- paiirros alrededor del fuego. Uno de elllts, ocnpado en cocinar, sintid B la vista que se adelantaba; di6 el grito de alarma cutindo 10s americados ee- tabsn ann B cien varas del campamento. Los bandidos sal- taron en el acto sobre sus caballos. Los cazadores de Love se laozaron tras de Bllos a todo lo que daban sns corceles, i la persecucion no ces6 por su parte, como no c e d tampoco el fuego hasta el mom-nto en que Joaquin i Juan TreRdedoa cayeron bnjo las balas, i h a s h que dos de sus compaiieros fueron echos prisioneros. El strevido chileno hnia con tal rapidez, que estaba ya a pnnto de eecaparse; algunoa pasos mas i se habria encontra- do fuera del alcance del revblver, cuarldo el capitan Love, viendo que no podia asestarle a1 jinete, apunt6 directamente a1 caballo i le mandd una bala por 10s costsdos. El noble animal se abati6 por un segnndo, despnes, recobrando su ar-
  • 159. - 1.59 - I dor a pesar de la herida que acababa de recibir, signi6 ade- lante mas impetuoso que nnnca, asi atraves6 un espacio de cerca de cincuenta varas. De repente, Joaqnin lo vi6 arrojar sangre por boca i narices i el pobre animal se desplom6 para no volverse a levantar. Murieta corri6 algnnos instantes a pid; despues, viendo a1 capitan i a uno de sus hombres acercarse cada vez maa se rolvi6 i descarg6 en su direccion sus dos Gltimos tiros de re- v6lver. En el instante mismo le ilovieron encima una porcion d e balas; sinti6 que su hora se habiti liegado; i suplicd a 10s americanos no tirasen mas. - 0 s habeis apoderado de mf por sorpresa, les dijo: pero no importa! muero coutznto ...estoi bastante vengado! Indinandose sobre si misms, mas palido a medida que su sangre se derramaba por tres o cuatro heridas, llev6 la mano izqnierda a su corazon, permaneci6 algnnos segundos apoya- do sobre su brazo derecho i luego esclam6: --aCarmela mia! ...la riltima palabra que pronuncian mis Iabios es para ti!.. o no habis nacido para el crimen;.. per0 .F 10s rillanos ssesinatos comrtidos en vuestro hermano i en ti misma por esos malditos Yankees, cambiaron mi ser en otro ... ser, i sobre vuestro cadaver anegado en sangre, que yacia ... tendido a mis pies, jure vengarte, i te venguk! El nombre de Joaquin Mnrieta, esposa mia, qnedara por niucho tiempo grabado en la memoria de esos cobardes americmos, que lo recordartin con terror! ..Xi venganza esta satisfecha,.. muem ... tranquilo! Adios, Carmela miaf 3 i axha16 el Gltimo suspiro. Entre tanto, J a a n TresdedoR, siernpre persegnido por dos o tres Yankees, huia a1 galope de su caballo; tturlpue herido de once balas, alcanz6 a correr todavia milla i media por el plano. Iba como el viento; de minuto en minuto pantiba t - e rreno sobre al enemigo, cuyob caballos poco habituados a un ejercicio semejante, liichaban frecuentemente contra la irre- gnlaridades del Pnelo. A1 fin, vidndose a pnnto de ser pren- dido, diriji6 una mirada salvaje a 10s Yankees i descarg6 h h i a ellos su rev6lver de cinco tiros: uno solo prodnjo efecto las cnatro balas restantes crnzaron el espacio. Todo estaba contra 81. Apesar de eso, no quiso caer vivo en mano de 10s smericanos i se neg6 a rendirse; continu6 hnyendo, jurando que le romperia l cabeza con la cacha de a
  • 160. - 160 - BU rev6lver a1 primero que osase tocarle. Por fin, una bala le rindi6 a su vez; murid casi instantinenmente. El combate se habia trabado en otros pnntos a1 mkmo tiempo. Los cazadores del capitan Love lograron por fin rennirsea RU jef'e, trRyendo coneigo a dos prisioneros; nno de 10s bandidos, CIIJ o uombre ignoramos, habia sido mnerto; 10s otros dos hnbian lngrado salvarse; su cornpafiero sucum- hi6 a causa de lae heridas que hlibia recibido. XXVII coscLusIo8' DeRpnes de este sangriento encuentro, el capitan Love reuni6 10s despojos del enemigo; estos consistian en nnoe cuantos magnificos caballns, que fneron mas tarde devneltos a sus propietarios, seis admirables montnras chi!enas, seie rev6loers Uolt, eqmelas de plata, mantas de merino, i un par de pistolas de arzon. Como 10s cazadores de Love se volvian a San Francisco, uno de 10s prisioneros rompib de repente ens lazos i se fuC valientemente a arrojitr a un canal lleno de agna, donde se ahog6, S u compa6ero fu4 colocado en la prision del condado de Mariposas; all5 permaneeid hasta el momento en que la compafiia pudo disolverse, i ent6nces fu6 condenado. A!li hizo confesiones qne probaron la porticipacion de u n p a n ncrnera de sns compatriotas en 10s crimenes cometidos por 81. Se preparpba a hacer declaraciones mui importante. a m , con el objeto de librarse del Gltimo suplicio, cnando aconteci6 un raro incidente. h media noche las puertas de la prision fneron furzadas por una partida de chilenos i me- jicanos, que se llevaron consigo al preso i lo ahorcnron pcr traidor. E.tas jentes eran evidentemente miembros activos de la partida de Josquin, afiliados secretos i algnnos rancheros de- Eeosos de prevenir las revelaciones compromitentes de s ' ~ antiguo cbmplice. Los cazadores de Love no podian ya tener en vista mas que un solo objeto: obtener las recompensas prometidas en todo el pais a1 que prendiera o matase a1 celebre jefe de loa
  • 161. - 161 - * bandidos. Ciertamente que esas Feeompensas habia eido bien merecidas por el coraje que habia deeplegado, 10s peligros que habia tenido qne arrostrar, la intrepiciez con qne habiac perseguido a illurieta Lastas las montadas, en medio de su misma partida, en fin, por la jeqerosidad i abnegacion de qne habian dado pruebas en el campo de combate. Antes de todo, era menester demostrar a1 pneblo la realidad de 10s hechos, porque sin esojamas se habria querido creer que el famoso Joaqnin habia sido mnerto; indignas sospeckas se habrian levantado, a pesar de todo, contra la reputacion del capitan Lore Hizo. por cnusigoiente, lo que en cualquie- ra otra circnstancia no habria hecho j a m b . Se le cortb a Murieta la cabeza por su &den, se llerb a toda prisa a1 pue- blo mas vecino, a ciento cincuenta millas de alli, en donde por fin pudo encontrarse alcohol para conservarla. El dia 14 de Agoeto llegaron Mr. Black i Xr. Snttall a Stockton, llevando consigo la cabeza del famoso bandido, cuyos salteos sin nrimero le habian corqcistado u n nombre sin ignal en 10s andes del crimen, la asombrosa rapidez de sns movimientos, el n6mero de sus c6mplices, la estension de sus operaciones sobre un territorio excesivamente vasto. todo est0 tan frecnente, habia puesto sn nombre a la drden del dia en puntos tan diferentes a la vez i alguuas veces tan distantes IOU unos de 10s otros, que muchas personas lo con- siderabaii como nna persoiiaima.iinaria, como un mito a quien se le atribuian por un error todos 10s actos dlab61icos de 10s rnalhechores refiijiados en el psis. Bun despnes de su muerte, circnl6 el rumor de qne se hallaba en 10s paises del Sur, continuando su sistema habitual de asesinatos terribles, i saqueacdo como en el pasado 10s ranchos i 10s campamentos de 10s mineros. Los sefiores Black i Nuttall llevaron consigo, ademas de la cabeza del bandido, numerosos certificados de declaraciones hechas por personas que habian conocido perfectamente a Joaquin; era, pues, imposible poner en duda su identidad i no creer las aserciones del capitan Love i su jente. La cabeza fa6 espnesta en pliblico para que la poblacion pudiese verla ijuzgar por si misma. Se coloc6 un cartel en las calles indicando a todo el mundo el pnnto donde podria
  • 162. - 162 - verse el horrible trofeo. Este cartel estaba concebido en 10s tdrminos siguientes. Puede verse la cabeza de Joaquin RINCON DE LAS CALLES DE HALECK I SANSON, AL FREKTE DEL TLCATRO AMERICAS0 Entrada.. ........................ 1 peso Entre las nnmerosas declaracioneu, 10s testimonios, 10s certificados destinados a probar la identidad de la cabeza, se hallaban estos, que traducimos testnalmente: “Estado de California.-Condaclo ’ de San Francisco. Ignacio Lizarraga, de Sonora despues de haber prestado juramento, declara: que 81 ha visto la pretendida cabezrt de Joaqnin, que ahora est6 en poder de 10s sefiores Nnttall i Black, tenientes del capitan Love, la cnal ha sido espuesta a1 p6blico en el establecimiento de John King, calle de San- SOLI; qne el esponente conocia perfectamente a Joaquin Xu- rieta, i que la cabeza arriba mencionada es i ha sido siem- pre 1%citbezrt de Joaquin Mnrieta, el celebre bandido chi- leno. (Firmado).-Ignaeio Lizarrups CCsrtificado ante mf, el 16 de Agosto A. D. 1856. Cdrlos D. Caster, notario p~b1ico.p “Estado de California (Estados Cnidoa) CondadodeSan Joaquin. aHoi, dia 11 del mes de Agosto del presente aiio de 1553, ante mi, A. C. Baine, juez de paz de dicho condado, compa- re& en persona el reverend0 padre Doming0 Blaine, declara bajo juramento, conforme a las prescripciones gt
  • 163. - 163 - lei, qne ha conocido a Joaquin, el .farnoso bandido; ademas, que acaba de examinar la cabeza qnesha sido tomada i que se halla actualmente en posesion del capitan Conner, uno de 10s tenientes de Harry Love, i que el tiene la conviccion que la tal cabeza es la del mismo Joaquin que ha conocido hace dos aiios, como lo ha declarado mas Srriba. (Firmado).-Doming0 Blaine.> d h t i f i c a d o i firmado ante mi, el antedicho dia. A . C. Baine. Juez de p a m Esto acontecia, como se dacia en tiempo de 10s romanos. bajo el consulado de AI. Dilon, uno de 10s mas firmes i mas dignos consnles franceses que hayamos encontrado, nno de 10s mas nobles corazones que puede imajinarse. Todo el mundo corria a ver la cabeza de Joaqnin; noso- tros mismo la contemplamos con detencion. Realmente era una hermosa cabeza, que justificaba el apresuramiento con que se iba a casa de Juan King para examinarla. Sabe Dios cuhntas opiniones verterian en ocasion 10s americanos parti- darios de la doctrina de Gall! Despues de haberla tenido por el tiempo necesario en San Francisco, llevaron la cabeza de Joaqnin R todas las partes del Estado para certificar si estaba conforme. Se envi6 tam- bien la mano mutilada de Juan Tresdedos. AIgunas personas, un tanto snperticiosas, no dejaron de aterrorizarse a1 ciescn- brir qne las ufias le habian crecido como una pulgada des- pues de haber sido cortada la mano. Despues de una minuciosa verificacion, el coronel Bayler, gobernador del Estado, mand6 pagar a1 capitan Love la su- ma de mil pesos, que habia prometido personalmente a1 que tomase a1 bandido mnerto o vivo. Un poco mas tarde, el 15 de Mayo de 1854, la CBmara Lejisiativa de California, considerando que no habia sido su- ficientemente recompensado el importante servicio que el capitan Love acababa de prestar a1 pais, librhdolo de una plaga semejante, decretd qne se le adjudicase una suma su- plementaria de cinco mil pesos.
  • 164. - 154 - Aunque Ia mnerte de Joaqnin habia causado a sn particia nna pirdida irreparable i la hsbia obligado a disolrerse mo- menthneamente, 10s banaidos, formados en pequeijas compa- Gas i mandados por jefeswrevidos, continuaron con las n i s - mas depredaciones i 10s mismos asesinatoe, de mnnera que ha- bia veces que hacia dudar sobre si realmente habia dejado de esistir el verdadero Joaqnin. HBcia el fin de 1851, el diputaito Sheriff Harrison vendi6 la cabeza de IIurieta, por haber quebrado la persona que ha- cia el negocio de esibirla a1 phblico, Se la vendia en remate. Cnando estaba en !as pujas, un holande's grit6, en nn verdadero rapto de indignacion. -Oh! jcomo os atreveis a vender la cabeza de nn pr6jimo vuestro? Estad seguro de qne nunca os favorecerd la fortuna i no centeis ni con rueakra Ticla. Las pnjaa habian llegado hasta ese momento a la cifra de sesenta i tres pesos. Conmorido por la observacion del Eo- landbs, el comisario qne remataba no tuvo fuerzas para se- gnir adelante i dejd mer el martillo de marfil. Se adjudic6, pnes, la cabeza en sesenta i tres pesos. Un poco mas tarde, Harrison se suicid6. El comprador, que fue' nn armero conocido bnjo el nombre de Batche, se mat6 accidentalmente preparando una pistola cargada. Tal ee la historia del famoso jefe de bandidos que ha- pa existido jamas. Trazhodolas segnn datos antbnticos, d e acuetdo con docnmentos ofiaiales, por deLirlo asi, una que otra vez acaso hemos aiiadido el colorido a 10s hechos, per0 no hemos referido uno solo cuyo fondo no sea la pnra verdad, i rigurosamente esacto. Esta interesante narracion puede considerarse como niia parte de la historia veridica de' 10s primeros t i e m p s de Ca- lifornia. FIN