El documento argumenta que la formación educativa debe garantizar el aprendizaje independiente de los estudiantes, pero también debe aprovechar el aprendizaje como un proceso social diseñando experiencias que fomenten la colaboración. Para lograr esto, se debe repensar los formatos escolares tradicionales concibiendo el espacio educativo como un entramado de relaciones horizontales, entendiendo mejor cómo aprenden los estudiantes hoy en día y redefiniendo conceptos como la evaluación y el currículo.