El arte mudéjar se desarrolló en la Península Ibérica entre los siglos XII y XVI, utilizando materiales como el ladrillo, yeso y madera. No era un estilo unitario, sino que variaba entre regiones, aunque destacaban elementos como arcos ojivales decorados geométricamente. Algunos ejemplos notables son el Alcázar de Sevilla, la iglesia de San Pedro en Teruel y el claustro mudéjar del monasterio de Guadalupe.