El documento explora la transición en el arte desde la noción de obras definidas hacia una apreciación de la indeterminación y el azar en el proceso creativo, destacando que la idea de obras 'inacabadas' se ha vuelto un rasgo definitorio del arte contemporáneo. Se menciona cómo artistas como Mónica Prochazka utilizan soportes dinámicos que invitan a la reconfiguración de las obras, lo que convierte al público en un agente activo. Esta evolución desafía las nociones tradicionales de la finalización artística, resaltando la provisionalidad como un componente esencial de la experiencia del arte en el siglo XX.