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Cuento astronomo
MINISTERIO DE EDUCACION, CIENCIA Y TECNOLOGIA
                              DE LA NACION ARGENTINA

                       Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología
                                     Lic. Daniel Filmus

                Secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación productiva
                                  Ing. Tulio Abel del Bono



                        Jefe de la Unidad de Programas Especiales
                                    Prof. Ignacio Hernaiz
                     Coordinadora de la Campaña Nacional de Lectura
                                 Prof. Margarita Eggers Lan




El primer astrónomo criollo de Horacio Tignanelli
© Horacio Tignanelli
Ilustraciones: Ana Dulce Collados
Diseño de tapa: Guadalupe Nava

Colección: "La ciencia, una forma de leer el mundo"
La Campaña Nacional de Lectura agradece la colaboración de Horacio Tignanelli para esta colección.

Equipo de Campaña Nacional de Lectura
Coordinación editorial: Guadalupe Nava - Comunicación: Daniela Rowensztein - Diseño gráfico: Micaela
Bueno, Juan Salvador de Tullio - Administración: Alejandra Arnau, Carolina Loguzzo y Cinthia Ordoñez
Pizzurno 935. (C1020ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129 1075
campnacionaldelectura@me.gov.ar - www.me.gov.ar/lees

Ministerio de Educación Ciencia y Tecnología, 2005 - República Argentina
El primer astrónomo criollo
                       Horacio Tignanelli




 H   ace un tiempo supe que cuando la ciencia comenzó a
     enriquecerse con contribuciones de diversas culturas,
 en la Europa del siglo XVIII llegaron aportes de nuevos
 americanos, es decir, de europeos afincados en las colonias
 de América, y de criollos, nativos descendientes de colonos.

     Para muchos, el norteamericano Benjamín Franklin
 fue el primer criollo que hizo una contribución destaca-
 ble, en parte debido a que en 1751 publicaron en Euro-
 pa sus trabajos sobre la electricidad atmosférica.

     Me sorprendió que los saberes de los nativos de esta
 parte del mundo, como los mayas o los incas, no fuesen
 tenidos en cuenta. Pronto comprendí que pasarían mu-
 chos años para que sus conocimientos fueran adecuada-
 mente estudiados, ya que entonces apenas si eran respe-
 tados por los representantes del viejo mundo.


                              1
El lenguaje y los procedimientos de la ciencia se mos-         A poco de iniciar su instrucción fue inscripto en la
traban exclusivos de cierta cultura, para la cual aquellas     Compañía de Jesús, una destacada órden de la Iglesia
personas que no eran occidentales o no llevaban a Euro-        Católica, algunos de cuyos miembros realizaron impor-
pa sus ideas, eran poco apreciadas.                            tantes contribuciones a las ciencias.

     Con esa sombría perspectiva me pregunté cuál habría          Como Padre Jesuita, Suárez fue asignado a la mi-
sido la primera contribución científica hecha por un crio-     sión de San Cosme y San Damián, ubicada en la re-
llo, pero desde Sudamérica.                                    gión guaraní, territorio que en la actualidad es com-
                                                               partido por Argentina, Brasil y Paraguay.
    Indagué en documentos de la época de Franklin, cuan-
do por aquí aún no se había creado el Virreinato del Río           El mismo año en el que nació Franklin (1706), Suárez
de La Plata y surgió, imponente, la figura de un muchachi-     llega a San Cosme. Entonces pocos sospechaban que
to enamorado de todos los cielos: el espiritual y el físico.   Buenaventura, además de su prédica eclesiástica, daría
                                                               libertad a su curiosidad por los fenómenos celestes.
   Nacido en Santa Fe de la Vera Cruz (hoy Santa Fe,
Argentina) en julio de 1679, fue bautizado Buenaven-               Fue un auténtico autodidacta. Todo su conocimiento as-
tura Suárez.                                                   tronómico lo aprendió durante sus cursos para sacerdote;
                                                               no visitó observatorio alguno ni tuvo contacto directo con
Buenaventura Suárez
levantó un auténtico                                           instrumentos de ciencia o con astrónomos. La información
observatorio                                                   que utilizó Suárez, la obtuvo de libros que encontró en la
astronómico en la
zona guaraní.                                                  misión de Candelaria y en los datos que recibía, por co-
                                                               rrespondencia, de personas en diversas partes del mundo.

                                                                   Como carecía de instrumentos para hacer observa-
                                                               ciones, decidió fabricarlos él mismo con materiales que
                                                               conseguía en la región y probablemente con ayuda de
                                                               los artesanos guaraníes.

                                                                  Construyó telescopios de diferentes tamaños y distintos
                                                               aumentos. Como no tenía vidrio para confeccionar las


                                                                                           3
piezas ópticas, talló       Además, hizo pronósticos meteorológicos y fue un
                                         piedras de cuarzo       eximio calculista. Con aritmética y geometría predijo las
                                         para usarlas como       fechas de ocurrencia de las fases de la Luna y de los eclip-
                                       lentes. Usó algunos       ses solares y lunares. También construyó un calendario.
                                    para mirar planetas y
                                    otros para estrellas; es         En su época, tal colección de datos se llamaba lunario o
                                    decir, construyó instru-     calendario astronómico, y abarcaba pocas páginas. Duran-
                                     mentos adecuados pa-        te 33 años seguidos, Suárez elaboró lunarios: desarrolló una
                                   ra cada objetivo.             exahustiva tarea de observación, cálculo y divulgación astro-
                                                                 nómica. No en vano lo llamaban el padre matemático.
    Manipulaba los telescopios desde el campanario de
la Iglesia. Auxiliado por nativos, los sostenía y desplaza-         Además, determinó la posición geográfica de San Cos-
ba mediante arneses y poleas.                                    me y, con ella, la de cada una de las 30 misiones guaraníes;
                                                                 con esa información construyó el primer mapa de la región.
   Ubicó relojes de sol y construyó un reloj de péndulo,                       Suárez pulió el cuarzo transparente que hallaba en la zona
de extraordinaria precisión (marcaba minutos y segun-                                            hasta transformarlo en pequeñas lentes de
                                                                                                              aumento para sus telescopios.
dos) para registrar el tiempo. Fabricó globos terráqueos y
globos celestes, aparatos para medir ángulos y otros dis-
positivos propios de los astrónomos.

    Apuntó sus observaciones meticulosamente; el papel
y la tinta que usó también los debió fabricar con elemen-
tos de la floresta del entorno de su misión.

    Con gran destreza, el astrónomo jesuita realizó tareas
habituales de un obsevatorio europeo: observó y registró
el movimiento del Sol, de la Luna y de los planetas, las fa-
ses lunares, los eclipses de Sol y de Luna, y también el
movimiento de los satélites de Júpiter.



                             4
Por otra parte, sostuvo sus deberes evangélicos y las                Utilizó sus datos y anticipó día y hora de las fases lu-
tareas administrativas de las misiones donde vivió: San               nares para todos los meses de todos los años durante 100
Cosme y San Damián, San Carlos, Santa María, Apósto-                  años; para el mismo lapso determinó cuándo se verían
les, Mártires, Candelaria, y en las ciudades de Corrientes            eclipses de Luna y de Sol desde las misiones y un calen-
y Asunción. Tuvo tal ánimo y entusiasmo que aún le alcan-             dario, año por año a partir de 1739, época en que en-
zó el tiempo para catalogar hierbas, fabricar campanas                vío sus manuscritos a Europa para su publicación.
y asistir a los indígenas, no sólo en lo cotidiano sino en si-
tauciones excepcionales, como las dos pestes que dejaron                 Es decir, construyó un Lunario Centenar, cuyas ediciones
millares de víctimas guaraníes (en 1733 y 1736).                      europeas son de 1743 (la primera), 1748 (la segunda,
                                                                      desde Lisboa) y 1752 (la tercera, desde Barcelona).
   Algo más: con la idea de extender su labor a futuras
generaciones, Suárez elaboró un lunario extraordinario.                   Casi 10 años antes de Franklin, Suárez difundía en el vie-
                                                                      jo mundo los resultados de su actividad desde el observatorio
                                                                      astronómico que levantó en tierra guaraní. Sus resultados fue-
                                                                      ron consultados por astrónomos y estudiosos de su tiempo, a
                                                                      la vez que sirvieron para organizar la vida en su comunidad.

                                                                          Su Lunario Centenar alcanzó circulación internacional,
                                                                      y sus registros de los satélites de Júpiter se inluyeron en las
                                                                      principales tablas de la época, junto con los datos de los
                                                                      primeros observatorios del mundo. Así, Suárez logró que en
                                                                      Europa se tuviese en cuenta a San Cosme, en términos astro-
                                                                      nómicos, como un sitio destacado del hemisferio sur.

                                             Buenaventura Suárez          En algo más de 200 páginas, el Lunario Centenar tie-
                                            observaba en posición
                                             horizontal, recostado
                                                                      ne gran parte del conocimiento astronómico de la época,
                                                  sobre una mesa.     escrito en español y con un lenguaje sencillo, sin errores.
                                           Ayudantes guaraníes lo
                                                   auxiliaban para
                                           apuntar sus telescopios.
                                                                          Comienza con una cariñosa dedicatoria y luego se pre-
                                                                      sentan tablas de año en año, con los datos mencionados.


                                                                                                     7
Campanario típico de
                            una misión jesuítica.
                            Para observar los
                            astros, Buenaventura
                            bajaba las campanas
                            y subía los telescopios.     Sextante.



                          Además, incluye
                        una tabla con la po-
                     sición geográfica de
                  decenas de ciudades del
               mundo, todas referidas al
      meridiano de San Cosme. De este
modo, podían compararse observaciones
                                                       Astrolabio.
hechas allí con las de otros sitios, y vicever-
sa. Por último, presenta un método simple
para construir un lunario semejante que cu-
briese otros cien años.

    Más soprendente que la calidad y el
caudal de la contribución de Buenaventu-
ra Suárez es que la misma, lejos de estar
                                                       Ballestilla.
junto a la de Franklin, a quien precede en
realidad, permanece semioculta en las
páginas de la historia de la ciencia.

         Facsímiles de
  algunas páginas del
“Lunario Centenar” de
 Buenaventura Suarez.
Horacio Tignanelli


Nació en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Astrónomo graduado en la Facultad de
Ciencias Astronómicas y Geofísicas (UNLP). Actualmente es profesor de los Institutos de
Enseñanza Superior Nº 1 (“Alicia Moreau de Justo”) y Nº 2 (“Mariano Acosta”) de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de La Plata. Especialista
en educación científica, trabaja en temas de investigación en didáctica de las ciencias
naturales y de la astronomía en particular.
Es autor de artículos, notas y libros de su especialidad. Además, como educador por el
arte, se vale de técnicas dramáticas como estrategias no formales de enseñanza: como
titiritero y dramaturgo ha puesto en escena varios espectáculos y diversas experiencias
didácticas de acercamiento al pensamiento científico, para niños y jóvenes.

Ana Dulce Collados es artista plástica e ilustradora. También realiza animaciones en
computadora y produce objetos de arte para cine. Además, es docente de plástica del
Programa Cultural de Barrios, GCBA.

Si querés leer más sobre Buenaventura Suárez, podés consultar el artículo "El primer lunario
criollo", publicado en la revista Saber y Tiempo (Nº 17, págs. 5 a 60, Volumen 5°, 2004).




                        Títulos que integran esta colección

               El argonauta argentino y el secreto de su alfombra
                               La mirada del lince
                            ¿Vampiros en Valaquia?
                            El guiso fantasmagórico
                             Los nombres del cielo
                          El primer astrónomo criollo
                              ¡Que viva el Coyote!
                    Charles Darwin El naturalista del Beagle


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Cuento astronomo

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Cuento astronomo

  • 2. MINISTERIO DE EDUCACION, CIENCIA Y TECNOLOGIA DE LA NACION ARGENTINA Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología Lic. Daniel Filmus Secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación productiva Ing. Tulio Abel del Bono Jefe de la Unidad de Programas Especiales Prof. Ignacio Hernaiz Coordinadora de la Campaña Nacional de Lectura Prof. Margarita Eggers Lan El primer astrónomo criollo de Horacio Tignanelli © Horacio Tignanelli Ilustraciones: Ana Dulce Collados Diseño de tapa: Guadalupe Nava Colección: "La ciencia, una forma de leer el mundo" La Campaña Nacional de Lectura agradece la colaboración de Horacio Tignanelli para esta colección. Equipo de Campaña Nacional de Lectura Coordinación editorial: Guadalupe Nava - Comunicación: Daniela Rowensztein - Diseño gráfico: Micaela Bueno, Juan Salvador de Tullio - Administración: Alejandra Arnau, Carolina Loguzzo y Cinthia Ordoñez Pizzurno 935. (C1020ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129 1075 campnacionaldelectura@me.gov.ar - www.me.gov.ar/lees Ministerio de Educación Ciencia y Tecnología, 2005 - República Argentina
  • 3. El primer astrónomo criollo Horacio Tignanelli H ace un tiempo supe que cuando la ciencia comenzó a enriquecerse con contribuciones de diversas culturas, en la Europa del siglo XVIII llegaron aportes de nuevos americanos, es decir, de europeos afincados en las colonias de América, y de criollos, nativos descendientes de colonos. Para muchos, el norteamericano Benjamín Franklin fue el primer criollo que hizo una contribución destaca- ble, en parte debido a que en 1751 publicaron en Euro- pa sus trabajos sobre la electricidad atmosférica. Me sorprendió que los saberes de los nativos de esta parte del mundo, como los mayas o los incas, no fuesen tenidos en cuenta. Pronto comprendí que pasarían mu- chos años para que sus conocimientos fueran adecuada- mente estudiados, ya que entonces apenas si eran respe- tados por los representantes del viejo mundo. 1
  • 4. El lenguaje y los procedimientos de la ciencia se mos- A poco de iniciar su instrucción fue inscripto en la traban exclusivos de cierta cultura, para la cual aquellas Compañía de Jesús, una destacada órden de la Iglesia personas que no eran occidentales o no llevaban a Euro- Católica, algunos de cuyos miembros realizaron impor- pa sus ideas, eran poco apreciadas. tantes contribuciones a las ciencias. Con esa sombría perspectiva me pregunté cuál habría Como Padre Jesuita, Suárez fue asignado a la mi- sido la primera contribución científica hecha por un crio- sión de San Cosme y San Damián, ubicada en la re- llo, pero desde Sudamérica. gión guaraní, territorio que en la actualidad es com- partido por Argentina, Brasil y Paraguay. Indagué en documentos de la época de Franklin, cuan- do por aquí aún no se había creado el Virreinato del Río El mismo año en el que nació Franklin (1706), Suárez de La Plata y surgió, imponente, la figura de un muchachi- llega a San Cosme. Entonces pocos sospechaban que to enamorado de todos los cielos: el espiritual y el físico. Buenaventura, además de su prédica eclesiástica, daría libertad a su curiosidad por los fenómenos celestes. Nacido en Santa Fe de la Vera Cruz (hoy Santa Fe, Argentina) en julio de 1679, fue bautizado Buenaven- Fue un auténtico autodidacta. Todo su conocimiento as- tura Suárez. tronómico lo aprendió durante sus cursos para sacerdote; no visitó observatorio alguno ni tuvo contacto directo con Buenaventura Suárez levantó un auténtico instrumentos de ciencia o con astrónomos. La información observatorio que utilizó Suárez, la obtuvo de libros que encontró en la astronómico en la zona guaraní. misión de Candelaria y en los datos que recibía, por co- rrespondencia, de personas en diversas partes del mundo. Como carecía de instrumentos para hacer observa- ciones, decidió fabricarlos él mismo con materiales que conseguía en la región y probablemente con ayuda de los artesanos guaraníes. Construyó telescopios de diferentes tamaños y distintos aumentos. Como no tenía vidrio para confeccionar las 3
  • 5. piezas ópticas, talló Además, hizo pronósticos meteorológicos y fue un piedras de cuarzo eximio calculista. Con aritmética y geometría predijo las para usarlas como fechas de ocurrencia de las fases de la Luna y de los eclip- lentes. Usó algunos ses solares y lunares. También construyó un calendario. para mirar planetas y otros para estrellas; es En su época, tal colección de datos se llamaba lunario o decir, construyó instru- calendario astronómico, y abarcaba pocas páginas. Duran- mentos adecuados pa- te 33 años seguidos, Suárez elaboró lunarios: desarrolló una ra cada objetivo. exahustiva tarea de observación, cálculo y divulgación astro- nómica. No en vano lo llamaban el padre matemático. Manipulaba los telescopios desde el campanario de la Iglesia. Auxiliado por nativos, los sostenía y desplaza- Además, determinó la posición geográfica de San Cos- ba mediante arneses y poleas. me y, con ella, la de cada una de las 30 misiones guaraníes; con esa información construyó el primer mapa de la región. Ubicó relojes de sol y construyó un reloj de péndulo, Suárez pulió el cuarzo transparente que hallaba en la zona de extraordinaria precisión (marcaba minutos y segun- hasta transformarlo en pequeñas lentes de aumento para sus telescopios. dos) para registrar el tiempo. Fabricó globos terráqueos y globos celestes, aparatos para medir ángulos y otros dis- positivos propios de los astrónomos. Apuntó sus observaciones meticulosamente; el papel y la tinta que usó también los debió fabricar con elemen- tos de la floresta del entorno de su misión. Con gran destreza, el astrónomo jesuita realizó tareas habituales de un obsevatorio europeo: observó y registró el movimiento del Sol, de la Luna y de los planetas, las fa- ses lunares, los eclipses de Sol y de Luna, y también el movimiento de los satélites de Júpiter. 4
  • 6. Por otra parte, sostuvo sus deberes evangélicos y las Utilizó sus datos y anticipó día y hora de las fases lu- tareas administrativas de las misiones donde vivió: San nares para todos los meses de todos los años durante 100 Cosme y San Damián, San Carlos, Santa María, Apósto- años; para el mismo lapso determinó cuándo se verían les, Mártires, Candelaria, y en las ciudades de Corrientes eclipses de Luna y de Sol desde las misiones y un calen- y Asunción. Tuvo tal ánimo y entusiasmo que aún le alcan- dario, año por año a partir de 1739, época en que en- zó el tiempo para catalogar hierbas, fabricar campanas vío sus manuscritos a Europa para su publicación. y asistir a los indígenas, no sólo en lo cotidiano sino en si- tauciones excepcionales, como las dos pestes que dejaron Es decir, construyó un Lunario Centenar, cuyas ediciones millares de víctimas guaraníes (en 1733 y 1736). europeas son de 1743 (la primera), 1748 (la segunda, desde Lisboa) y 1752 (la tercera, desde Barcelona). Algo más: con la idea de extender su labor a futuras generaciones, Suárez elaboró un lunario extraordinario. Casi 10 años antes de Franklin, Suárez difundía en el vie- jo mundo los resultados de su actividad desde el observatorio astronómico que levantó en tierra guaraní. Sus resultados fue- ron consultados por astrónomos y estudiosos de su tiempo, a la vez que sirvieron para organizar la vida en su comunidad. Su Lunario Centenar alcanzó circulación internacional, y sus registros de los satélites de Júpiter se inluyeron en las principales tablas de la época, junto con los datos de los primeros observatorios del mundo. Así, Suárez logró que en Europa se tuviese en cuenta a San Cosme, en términos astro- nómicos, como un sitio destacado del hemisferio sur. Buenaventura Suárez En algo más de 200 páginas, el Lunario Centenar tie- observaba en posición horizontal, recostado ne gran parte del conocimiento astronómico de la época, sobre una mesa. escrito en español y con un lenguaje sencillo, sin errores. Ayudantes guaraníes lo auxiliaban para apuntar sus telescopios. Comienza con una cariñosa dedicatoria y luego se pre- sentan tablas de año en año, con los datos mencionados. 7
  • 7. Campanario típico de una misión jesuítica. Para observar los astros, Buenaventura bajaba las campanas y subía los telescopios. Sextante. Además, incluye una tabla con la po- sición geográfica de decenas de ciudades del mundo, todas referidas al meridiano de San Cosme. De este modo, podían compararse observaciones Astrolabio. hechas allí con las de otros sitios, y vicever- sa. Por último, presenta un método simple para construir un lunario semejante que cu- briese otros cien años. Más soprendente que la calidad y el caudal de la contribución de Buenaventu- ra Suárez es que la misma, lejos de estar Ballestilla. junto a la de Franklin, a quien precede en realidad, permanece semioculta en las páginas de la historia de la ciencia. Facsímiles de algunas páginas del “Lunario Centenar” de Buenaventura Suarez.
  • 8. Horacio Tignanelli Nació en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Astrónomo graduado en la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas (UNLP). Actualmente es profesor de los Institutos de Enseñanza Superior Nº 1 (“Alicia Moreau de Justo”) y Nº 2 (“Mariano Acosta”) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de La Plata. Especialista en educación científica, trabaja en temas de investigación en didáctica de las ciencias naturales y de la astronomía en particular. Es autor de artículos, notas y libros de su especialidad. Además, como educador por el arte, se vale de técnicas dramáticas como estrategias no formales de enseñanza: como titiritero y dramaturgo ha puesto en escena varios espectáculos y diversas experiencias didácticas de acercamiento al pensamiento científico, para niños y jóvenes. Ana Dulce Collados es artista plástica e ilustradora. También realiza animaciones en computadora y produce objetos de arte para cine. Además, es docente de plástica del Programa Cultural de Barrios, GCBA. Si querés leer más sobre Buenaventura Suárez, podés consultar el artículo "El primer lunario criollo", publicado en la revista Saber y Tiempo (Nº 17, págs. 5 a 60, Volumen 5°, 2004). Títulos que integran esta colección El argonauta argentino y el secreto de su alfombra La mirada del lince ¿Vampiros en Valaquia? El guiso fantasmagórico Los nombres del cielo El primer astrónomo criollo ¡Que viva el Coyote! Charles Darwin El naturalista del Beagle Ejemplar de distribución gratuita. Prohibida su venta