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ANEXO 1: EJEMPLOS DE ENSAYOS
Si viajamos por Castilla no encontramos otra cosa que labriegos laborando sus vegas, oblicuos
sobre el surco, precedidos de la yunta, que sobre la línea del horizonte adquiere proporciones
monstruosas.
Sin embargo, no es la castellana actual una cultura campesina: es simplemente agricultura, lo que
queda siempre que la verdadera cultura desaparece. La cultura de Castilla fue bélica. El guerrero
vive en el campo, pero no vive del campo -ni material ni espiritualmente.
José Ortega y Gasset (Teoría de Andalucía, Wikimedia)
Yo soy de los más exentos de esta pasión y no siento hacia ella ninguna inclinación ni amor,
aunque la sociedad haya convenido como justa remuneración honrarla con su favor especial; en el
mundo se disfrazan con ella la sabiduría, la virtud, la conciencia; feo y estúpido ornamento.
Los italianos, más cuerdos, la han llamado malignidad, porque es una cualidad siempre perjudicial,
siempre loca y como tal siempre cobarde y baja: los estoicos prohibían la tristeza a sus discípulos.
(Michel de Montaigne, Ensayos, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)
Habiéndonos propuesto escribir en este libro la vida de Alejandro y la de César, el que venció a
Pompeyo, por la muchedumbre de hazañas de uno y otro, una sola cosa advertimos y rogamos a
los lectores, y es que si no las referimos todas, ni aun nos detenemos con demasiada prolijidad en
cada una de las más celebradas, sino que cortamos y suprimimos una gran parte, no por esto nos
censuren y reprendan. Porque no escribimos historias, sino vidas; ni es en las acciones más
ruidosas en las que se manifiestan la virtud o el vicio, sino que muchas veces un hecho de un
momento, un dicho agudo y una niñería sirven más para pintar un carácter que batallas en que
mueren millares de hombres, numerosos ejércitos y sitios de ciudades. Por tanto, así como los
pintores toman para retratar las semejanzas del rostro y aquellas facciones en que más se
manifiesta la índole y el carácter, cuidándose poco de todo lo demás, de la misma manera debe a
nosotros concedérsenos el que atendamos más a los indicios del ánimo, y que por ellos dibujemos
la vida de cada uno, dejando a otros los hechos de grande aparato y los combates.
(Plutarco, Vidas paralelas, Wikisource)
ANEXO 2: EJEMPLO DE ENSAYO ARGUMENTATIVO.
LA REBELIÓN DE LAS MASAS
El hecho de las aglomeraciones.
Hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública europea de la
hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social. Como las
masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la
sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones,
culturas, cabe padecer. Esta crisis ha sobrevenido más de una vez en la historia. Su fisonomía y
sus consecuencias son conocidas. También se conoce su nombre. Se llama la rebelión de las
masas. Para la inteligencia del formidable hecho conviene que se evite dar desde luego a las
palabras "rebelión", "masas", "poderío social", etc., un significado exclusiva o primariamente
político. La vida pública no es sólo política, sino, a la par y aun antes, intelectual, moral, económica,
religiosa; comprende los usos todos colectivos e incluye el modo de vestir y el modo de gozar.
Tal vez la mejor manera de acercarse a este fenómeno histórico consista en referirnos a una
experiencia visual, subrayando una facción de nuestra época que es visible con los ojos de la cara.
Sencillísima de enunciar, aunque no de analizar, yo la denomino el hecho de la aglomeración, del
"lleno". Las ciudades están llenas de gente. Las casas, llenas de inquilinos. Los hoteles, llenos de
huéspedes. Los trenes, llenos de viajeros. Los cafés, llenos de consumidores. Los paseos, llenos
de transeúntes. Las salas de los médicos famosos, llenas de enfermos. Los espectáculos, como no
sean muy extemporáneos, llenos de espectadores. Las playas, llenas de bañistas. Lo que antes no
solía ser problema empieza a serlo casi de continuo: encontrar sitio. Nada más. ¿Cabe hecho más
simple, más notorio, más constante, en la vida actual? Vamos ahora a punzar el cuerpo trivial de
esta observación, y nos sorprenderá ver cómo de él brota un surtidor inesperado, donde la blanca
luz del día, de este día, del presente, se descompone en todo su rico cromatismo interior.
¿Qué es lo que vemos, y al verlo nos sorprende tanto? Vemos la muchedumbre, como tal,
posesionada de los locales y utensilios creados por la civilización. Apenas reflexionamos un poco,
nos sorprendemos de nuestra sorpresa. Pues qué, ¿no es el ideal? El teatro tiene sus localidades
para que se ocupen; por lo tanto, para que la sala esté llena. Y lo mismo los asientos del ferrocarril,
y sus cuartos el hotel. Sí; no tiene duda. Pero el hecho es que antes ninguno de estos
establecimientos y vehículos solían estar llenos, y ahora rebosan, queda fuera gente afanosa de
usufructuarlos. Aunque el hecho sea lógico, natural, no puede desconocerse que antes no
acontecía y ahora sí; por lo tanto, que ha habido un cambio, una innovación, la cual justifica, por lo
menos en el primer momento, nuestra sorpresa.
Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender. Es el deporte y el lujo específico del intelectual.
Por eso su gesto gremial consiste en mirar al mundo con los ojos dilatados por la extrañeza. Todo
en el mundo es extraño y es maravilloso para unas pupilas bien abiertas. Esto, maravillarse, es la
delicia vedada al futbolista, y que, en cambio, lleva al intelectual por el mundo en perpetua
embriaguez de visionario. Su atributo son los ojos en pasmo. Por eso los antiguos dieron a Minerva
la lechuza, el pájaro con los ojos siempre deslumbrados.
La aglomeración, el lleno, no era antes frecuente. ¿Por qué lo es ahora?
Los componentes de esas muchedumbres no han surgido de la nada. Aproximadamente, el mismo
número de personas existía hace quince años. Después de la guerra parecería natural que ese
número fuese menor. Aquí topamos, sin embargo, con la primera nota importante. Los individuos
que integran estas muchedumbres preexistían, pero no como muchedumbre. Repartidos por el
mundo en pequeños grupos, o solitarios, llevaban una vida, por lo visto, divergente, disociada,
distante. Cada cual — individuo o pequeño grupo — ocupaba un sitio, tal vez el suyo, en el campo,
en la aldea, en la villa, en el barrio de la gran ciudad.
Ahora, de pronto, aparecen bajo la especie de aglomeración, y nuestros ojos ven dondequiera
muchedumbres.
¿Dondequiera? No, no; precisamente en los lugares mejores, creación relativamente refinada de la
cultura humana, reservados antes a grupos menores, en definitiva, a minorías.
La muchedumbre, de pronto, se ha hecho visible, se ha instalado en los lugares preferentes de la
sociedad. Antes, si existía, pasaba inadvertida, ocupaba el fondo del escenario social; ahora se ha
adelantado a las baterías, es ella el personaje principal. Ya no hay protagonistas: sólo hay coro.
El concepto de muchedumbre es cuantitativo y visual. Traduzcámoslo, sin alterarlo, a la
terminología sociológica. Entonces hallamos la idea de masa social. La sociedad es siempre una
unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de
individuos especialmente cualificados. La masa es el conjunto de personas no especialmente
cualificadas. No se entienda, pues, por masas, sólo ni principalmente "las masas obreras". Masa es
el "hombre medio". De este modo se convierte lo que era meramente cantidad — la muchedumbre
— en una determinación cualitativa: es la cualidad común, es lo mostrenco social, es el hombre en
cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico.
Extracto de La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset.
ANEXO 3: IDENTIFICANDO LAS PARTES DEL ENSAYO
“Mi raza”.
Esa de racista está siendo una palabra confusa y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene
ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen
todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre; peca por
redundante el blanco que dice: "Mi raza"; peca por redundante el negro que dice: "Mi raza". Todo lo
que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la
humanidad. ¿A qué blanco sensato le ocurre envanecerse de ser blanco, y qué piensan los negros
del blanco que se envanece de serlo y cree que tiene derechos especiales por serlo ¿Qué han de
pensar los blancos del negro que se envanece de su color?
Insistir en las divisiones de raza, en las diferencias de raza, de un pueblo naturalmente dividido, es
dificultar la ventura pública y la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que
han de vivir en común. Si se dice que en el negro no hay culpa aborigen ni virus que lo inhabilite
para desenvolver toda su alma de hombre, se dice la verdad, y ha de decirse y demostrarse,
porque la injusticia de este mundo es mucha, y es mucha la ignorancia que pasa por sabiduría, y
aún hay quien crea de buena fe al negro incapaz de la inteligencia y corazón del blanco; y si a esa
defensa de la naturaleza se la llama racismo, no importa que se la llame así, porque no es más que
decoro natural y voz que clama del pecho del hombre por la paz y la vida del país. Si se aleja de la
condición de esclavitud, no acusa inferioridad la raza esclava, puesto que los galos blancos, de
ojos azules y cabellos de oro, se vendieron como siervos, con la argolla al cuello, en los mercados
de Roma; eso es racismo bueno, porque es pura justicia y ayuda a quitar prejuicios al blanco
ignorante. Pero ahí acaba el racismo justo, que es el derecho del negro a mantener y a probar que
su color no le priva de ninguna de las capacidades y derechos de la especie humana.
El racista blanco, que le cree a su raza derechos superiores, ¿qué derechos tiene para quejarse del
racista negro que también le vea especialidad a su raza El racista negro, que ve en la raza un
carácter especial, ¿qué derecho tiene para quejarse del racista blanco El hombre blanco que, por
razón de su raza, se cree superior al hombre negro, admite la idea de la raza y autoriza y provoca
al racista negro. El hombre negro que proclama su raza, cuando lo que acaso proclama únicamente
en esta forma errónea es la identidad espiritual de todas las razas, autoriza y provoca al racista
blanco. La paz pide los derechos comunes de la naturaleza; los derechos diferenciales, contrarios a
la naturaleza, son enemigos de la paz. El blanco que se aísla, aísla al negro. El negro que se aísla,
provoca a aislarse al blanco.
En Cuba no hay temor a la guerra de razas. Hombre es más que blanco, más que mulato, más que
negro. En los campos de batalla murieron por Cuba, han subido juntas por los aires, las almas de
los blancos y de los negros. En la vida diaria de defensa, de lealtad, de hermandad, de astucia, al
lado de cada blanco hubo siempre un negro. Los negros, como los blancos, se dividen por sus
caracteres, tímidos o valerosos, abnegados o egoístas, en los partidos diversos en que se agrupan
los hombres. Los partidos políticos son agregados de preocupaciones, de aspiraciones, de
intereses y de caracteres. Lo semejante esencial se busca y halla por sobre las diferencias de
detalle; y lo fundamental de los caracteres análogos se funde en los partidos, aunque en lo
incidental o en lo postergable al móvil común difieran. Pero en suma, la semejanza de los
caracteres, superior como factor de unión a las relaciones internas de un color de hombres
graduado y en su grado a veces opuesto, decide e impera en la formación de los partidos. La
afinidad de los caracteres es más poderosa entre los hombres que la afinidad del color. Los negros,
distribuidos en las especialidades diversas u hostiles del espíritu humano, jamás se podrán ligar, ni
desearán ligarse, contra el blanco, distribuido en las mismas especialidades.
Los negros están demasiado cansados de la esclavitud para entrar voluntariamente en la esclavitud
del color. Los hombres de pompa e interés se irán de un lado, blancos o negros; y los hombres
generosos y desinteresados se irán de otro. Los hombres verdaderos, negros o blancos, se tratarán
con lealtad y ternura, por el gusto del mérito y el orgullo de todo lo que honre la tierra en que
nacimos, negro o blanco. La palabra racista caerá de los labios de los negros que la usan hoy de
buena fe, cuando entiendan que ella es el único argumento de apariencia válida y de validez en
hombres sinceros y asustadizos, para negar al negro la plenitud de sus derechos de hombre. Dos
racistas serían igualmente culpables: el racista blanco y el racista negro.
Muchos blancos se han olvidado ya de su color, y muchos negros. Juntos trabajan, blancos y
negros, por el cultivo de la mente, por la propagación de la virtud, por el triunfo del trabajo creador y
de la caridad sublime.
En Cuba no hay nunca guerra de razas. La República no se puede volver atrás; y la República,
desde el día único de redención del negro en Cuba, desde la primera constitución de la
independencia el 10 de abril en Guáimaro, no habló nunca de blancos ni de negros. Los derechos
públicos, concedidos ya de pura astucia por el Gobierno español e iniciados en las costumbres
antes de la independencia de la Isla, no podrán ya ser negados, ni por el español que los
mantendrá mientras aliente en Cuba para seguir dividiendo al cubano negro del cubano blanco, ni
por la independencia. que no podría negar en la libertad los derechos que el español reconoció en
la servidumbre.
Y en lo demás, cada cual será libre en lo sagrado de la casa. El mérito, la prueba patente y
continua de cultura y el comercio inexorable acabarán de unir a los hombres. En Cuba hay mucha
grandeza en negros y blancos.
José Martí.
Aprendiendo las
partes de un
ensayo.
Análisis de "Mi raza", de José Martí.
Introducción
En las primeras líneas Martí nos presenta el tema del racismo, expresando
que ninguna persona es superior a otra en función de su "raza" o color.
Desarrollo
A lo largo del ensayo, el escritor cubano expone una serie de razones para
rechazar todo racismo entre sus connacionales. Alega que tanto el hombre
"blanco" como el "negro" no tienen realmente ningún motivo para creerse
superiores. Una aptitud absurda de superioridad solo causa enemistad.
Conclusión
En la parte final, Martí rememora un pasado heroico de Cuba, habla de la
Constitución y de que en ella no se habla de distinciones en cuanto a la raza.
Hace hincapié en la igualdad de los derechos públicos y finaliza afirmando
que la grandeza de su país reside en todos sus hombres, sin importar su raza
o color.
http://reglasespanol.about.com/od/comohacerunensayo/a/partes-ensayo.htm

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  • 1. ANEXO 1: EJEMPLOS DE ENSAYOS Si viajamos por Castilla no encontramos otra cosa que labriegos laborando sus vegas, oblicuos sobre el surco, precedidos de la yunta, que sobre la línea del horizonte adquiere proporciones monstruosas. Sin embargo, no es la castellana actual una cultura campesina: es simplemente agricultura, lo que queda siempre que la verdadera cultura desaparece. La cultura de Castilla fue bélica. El guerrero vive en el campo, pero no vive del campo -ni material ni espiritualmente. José Ortega y Gasset (Teoría de Andalucía, Wikimedia) Yo soy de los más exentos de esta pasión y no siento hacia ella ninguna inclinación ni amor, aunque la sociedad haya convenido como justa remuneración honrarla con su favor especial; en el mundo se disfrazan con ella la sabiduría, la virtud, la conciencia; feo y estúpido ornamento. Los italianos, más cuerdos, la han llamado malignidad, porque es una cualidad siempre perjudicial, siempre loca y como tal siempre cobarde y baja: los estoicos prohibían la tristeza a sus discípulos. (Michel de Montaigne, Ensayos, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes) Habiéndonos propuesto escribir en este libro la vida de Alejandro y la de César, el que venció a Pompeyo, por la muchedumbre de hazañas de uno y otro, una sola cosa advertimos y rogamos a los lectores, y es que si no las referimos todas, ni aun nos detenemos con demasiada prolijidad en cada una de las más celebradas, sino que cortamos y suprimimos una gran parte, no por esto nos censuren y reprendan. Porque no escribimos historias, sino vidas; ni es en las acciones más ruidosas en las que se manifiestan la virtud o el vicio, sino que muchas veces un hecho de un momento, un dicho agudo y una niñería sirven más para pintar un carácter que batallas en que mueren millares de hombres, numerosos ejércitos y sitios de ciudades. Por tanto, así como los pintores toman para retratar las semejanzas del rostro y aquellas facciones en que más se manifiesta la índole y el carácter, cuidándose poco de todo lo demás, de la misma manera debe a nosotros concedérsenos el que atendamos más a los indicios del ánimo, y que por ellos dibujemos la vida de cada uno, dejando a otros los hechos de grande aparato y los combates. (Plutarco, Vidas paralelas, Wikisource) ANEXO 2: EJEMPLO DE ENSAYO ARGUMENTATIVO. LA REBELIÓN DE LAS MASAS El hecho de las aglomeraciones. Hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública europea de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social. Como las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas, cabe padecer. Esta crisis ha sobrevenido más de una vez en la historia. Su fisonomía y sus consecuencias son conocidas. También se conoce su nombre. Se llama la rebelión de las masas. Para la inteligencia del formidable hecho conviene que se evite dar desde luego a las palabras "rebelión", "masas", "poderío social", etc., un significado exclusiva o primariamente político. La vida pública no es sólo política, sino, a la par y aun antes, intelectual, moral, económica, religiosa; comprende los usos todos colectivos e incluye el modo de vestir y el modo de gozar. Tal vez la mejor manera de acercarse a este fenómeno histórico consista en referirnos a una experiencia visual, subrayando una facción de nuestra época que es visible con los ojos de la cara. Sencillísima de enunciar, aunque no de analizar, yo la denomino el hecho de la aglomeración, del "lleno". Las ciudades están llenas de gente. Las casas, llenas de inquilinos. Los hoteles, llenos de huéspedes. Los trenes, llenos de viajeros. Los cafés, llenos de consumidores. Los paseos, llenos
  • 2. de transeúntes. Las salas de los médicos famosos, llenas de enfermos. Los espectáculos, como no sean muy extemporáneos, llenos de espectadores. Las playas, llenas de bañistas. Lo que antes no solía ser problema empieza a serlo casi de continuo: encontrar sitio. Nada más. ¿Cabe hecho más simple, más notorio, más constante, en la vida actual? Vamos ahora a punzar el cuerpo trivial de esta observación, y nos sorprenderá ver cómo de él brota un surtidor inesperado, donde la blanca luz del día, de este día, del presente, se descompone en todo su rico cromatismo interior. ¿Qué es lo que vemos, y al verlo nos sorprende tanto? Vemos la muchedumbre, como tal, posesionada de los locales y utensilios creados por la civilización. Apenas reflexionamos un poco, nos sorprendemos de nuestra sorpresa. Pues qué, ¿no es el ideal? El teatro tiene sus localidades para que se ocupen; por lo tanto, para que la sala esté llena. Y lo mismo los asientos del ferrocarril, y sus cuartos el hotel. Sí; no tiene duda. Pero el hecho es que antes ninguno de estos establecimientos y vehículos solían estar llenos, y ahora rebosan, queda fuera gente afanosa de usufructuarlos. Aunque el hecho sea lógico, natural, no puede desconocerse que antes no acontecía y ahora sí; por lo tanto, que ha habido un cambio, una innovación, la cual justifica, por lo menos en el primer momento, nuestra sorpresa. Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender. Es el deporte y el lujo específico del intelectual. Por eso su gesto gremial consiste en mirar al mundo con los ojos dilatados por la extrañeza. Todo en el mundo es extraño y es maravilloso para unas pupilas bien abiertas. Esto, maravillarse, es la delicia vedada al futbolista, y que, en cambio, lleva al intelectual por el mundo en perpetua embriaguez de visionario. Su atributo son los ojos en pasmo. Por eso los antiguos dieron a Minerva la lechuza, el pájaro con los ojos siempre deslumbrados. La aglomeración, el lleno, no era antes frecuente. ¿Por qué lo es ahora? Los componentes de esas muchedumbres no han surgido de la nada. Aproximadamente, el mismo número de personas existía hace quince años. Después de la guerra parecería natural que ese número fuese menor. Aquí topamos, sin embargo, con la primera nota importante. Los individuos que integran estas muchedumbres preexistían, pero no como muchedumbre. Repartidos por el mundo en pequeños grupos, o solitarios, llevaban una vida, por lo visto, divergente, disociada, distante. Cada cual — individuo o pequeño grupo — ocupaba un sitio, tal vez el suyo, en el campo, en la aldea, en la villa, en el barrio de la gran ciudad. Ahora, de pronto, aparecen bajo la especie de aglomeración, y nuestros ojos ven dondequiera muchedumbres. ¿Dondequiera? No, no; precisamente en los lugares mejores, creación relativamente refinada de la cultura humana, reservados antes a grupos menores, en definitiva, a minorías. La muchedumbre, de pronto, se ha hecho visible, se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad. Antes, si existía, pasaba inadvertida, ocupaba el fondo del escenario social; ahora se ha adelantado a las baterías, es ella el personaje principal. Ya no hay protagonistas: sólo hay coro. El concepto de muchedumbre es cuantitativo y visual. Traduzcámoslo, sin alterarlo, a la terminología sociológica. Entonces hallamos la idea de masa social. La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente cualificados. La masa es el conjunto de personas no especialmente cualificadas. No se entienda, pues, por masas, sólo ni principalmente "las masas obreras". Masa es el "hombre medio". De este modo se convierte lo que era meramente cantidad — la muchedumbre — en una determinación cualitativa: es la cualidad común, es lo mostrenco social, es el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico. Extracto de La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset.
  • 3. ANEXO 3: IDENTIFICANDO LAS PARTES DEL ENSAYO “Mi raza”. Esa de racista está siendo una palabra confusa y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre; peca por redundante el blanco que dice: "Mi raza"; peca por redundante el negro que dice: "Mi raza". Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad. ¿A qué blanco sensato le ocurre envanecerse de ser blanco, y qué piensan los negros del blanco que se envanece de serlo y cree que tiene derechos especiales por serlo ¿Qué han de pensar los blancos del negro que se envanece de su color? Insistir en las divisiones de raza, en las diferencias de raza, de un pueblo naturalmente dividido, es dificultar la ventura pública y la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de vivir en común. Si se dice que en el negro no hay culpa aborigen ni virus que lo inhabilite para desenvolver toda su alma de hombre, se dice la verdad, y ha de decirse y demostrarse, porque la injusticia de este mundo es mucha, y es mucha la ignorancia que pasa por sabiduría, y aún hay quien crea de buena fe al negro incapaz de la inteligencia y corazón del blanco; y si a esa defensa de la naturaleza se la llama racismo, no importa que se la llame así, porque no es más que decoro natural y voz que clama del pecho del hombre por la paz y la vida del país. Si se aleja de la condición de esclavitud, no acusa inferioridad la raza esclava, puesto que los galos blancos, de ojos azules y cabellos de oro, se vendieron como siervos, con la argolla al cuello, en los mercados de Roma; eso es racismo bueno, porque es pura justicia y ayuda a quitar prejuicios al blanco ignorante. Pero ahí acaba el racismo justo, que es el derecho del negro a mantener y a probar que su color no le priva de ninguna de las capacidades y derechos de la especie humana. El racista blanco, que le cree a su raza derechos superiores, ¿qué derechos tiene para quejarse del racista negro que también le vea especialidad a su raza El racista negro, que ve en la raza un carácter especial, ¿qué derecho tiene para quejarse del racista blanco El hombre blanco que, por razón de su raza, se cree superior al hombre negro, admite la idea de la raza y autoriza y provoca al racista negro. El hombre negro que proclama su raza, cuando lo que acaso proclama únicamente en esta forma errónea es la identidad espiritual de todas las razas, autoriza y provoca al racista blanco. La paz pide los derechos comunes de la naturaleza; los derechos diferenciales, contrarios a la naturaleza, son enemigos de la paz. El blanco que se aísla, aísla al negro. El negro que se aísla, provoca a aislarse al blanco. En Cuba no hay temor a la guerra de razas. Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. En los campos de batalla murieron por Cuba, han subido juntas por los aires, las almas de los blancos y de los negros. En la vida diaria de defensa, de lealtad, de hermandad, de astucia, al lado de cada blanco hubo siempre un negro. Los negros, como los blancos, se dividen por sus caracteres, tímidos o valerosos, abnegados o egoístas, en los partidos diversos en que se agrupan los hombres. Los partidos políticos son agregados de preocupaciones, de aspiraciones, de intereses y de caracteres. Lo semejante esencial se busca y halla por sobre las diferencias de detalle; y lo fundamental de los caracteres análogos se funde en los partidos, aunque en lo incidental o en lo postergable al móvil común difieran. Pero en suma, la semejanza de los caracteres, superior como factor de unión a las relaciones internas de un color de hombres graduado y en su grado a veces opuesto, decide e impera en la formación de los partidos. La afinidad de los caracteres es más poderosa entre los hombres que la afinidad del color. Los negros, distribuidos en las especialidades diversas u hostiles del espíritu humano, jamás se podrán ligar, ni desearán ligarse, contra el blanco, distribuido en las mismas especialidades. Los negros están demasiado cansados de la esclavitud para entrar voluntariamente en la esclavitud del color. Los hombres de pompa e interés se irán de un lado, blancos o negros; y los hombres generosos y desinteresados se irán de otro. Los hombres verdaderos, negros o blancos, se tratarán con lealtad y ternura, por el gusto del mérito y el orgullo de todo lo que honre la tierra en que nacimos, negro o blanco. La palabra racista caerá de los labios de los negros que la usan hoy de buena fe, cuando entiendan que ella es el único argumento de apariencia válida y de validez en
  • 4. hombres sinceros y asustadizos, para negar al negro la plenitud de sus derechos de hombre. Dos racistas serían igualmente culpables: el racista blanco y el racista negro. Muchos blancos se han olvidado ya de su color, y muchos negros. Juntos trabajan, blancos y negros, por el cultivo de la mente, por la propagación de la virtud, por el triunfo del trabajo creador y de la caridad sublime. En Cuba no hay nunca guerra de razas. La República no se puede volver atrás; y la República, desde el día único de redención del negro en Cuba, desde la primera constitución de la independencia el 10 de abril en Guáimaro, no habló nunca de blancos ni de negros. Los derechos públicos, concedidos ya de pura astucia por el Gobierno español e iniciados en las costumbres antes de la independencia de la Isla, no podrán ya ser negados, ni por el español que los mantendrá mientras aliente en Cuba para seguir dividiendo al cubano negro del cubano blanco, ni por la independencia. que no podría negar en la libertad los derechos que el español reconoció en la servidumbre. Y en lo demás, cada cual será libre en lo sagrado de la casa. El mérito, la prueba patente y continua de cultura y el comercio inexorable acabarán de unir a los hombres. En Cuba hay mucha grandeza en negros y blancos. José Martí. Aprendiendo las partes de un ensayo. Análisis de "Mi raza", de José Martí. Introducción En las primeras líneas Martí nos presenta el tema del racismo, expresando que ninguna persona es superior a otra en función de su "raza" o color. Desarrollo A lo largo del ensayo, el escritor cubano expone una serie de razones para rechazar todo racismo entre sus connacionales. Alega que tanto el hombre "blanco" como el "negro" no tienen realmente ningún motivo para creerse superiores. Una aptitud absurda de superioridad solo causa enemistad. Conclusión En la parte final, Martí rememora un pasado heroico de Cuba, habla de la Constitución y de que en ella no se habla de distinciones en cuanto a la raza. Hace hincapié en la igualdad de los derechos públicos y finaliza afirmando que la grandeza de su país reside en todos sus hombres, sin importar su raza o color. http://reglasespanol.about.com/od/comohacerunensayo/a/partes-ensayo.htm