Los satélites geoestacionarios se mantienen fijos en el cielo para un observador terrestre debido a que orbitan la Tierra a una altura de 36,000 kilómetros y a una velocidad de 10,900 kilómetros por hora que iguala la rotación de la Tierra de 24 horas, creando la ilusión de estar fijos. Para lograr esta órbita geoestacionaria, los satélites deben lanzarse a una altura específica donde la fuerza centrífuga y de gravedad se equilibran.