El niñoque más te necesita
*Graciela González de Tapia.




E        n una escuela donde lo esencial esprocurar satisfacer las necesidades de los

niñosy fundamentar el trabajo escolar en sus propiosintereses, no deberían existir
problemas; sinembargo, existen.
Ahí están: uno reparte patadas, otrorompe el dibujo del compañero o escupe en su
refresco.El niño que se perfila como problemano es el que saca bajas calificaciones, ni el
queno hace la tarea, ni el que reprueba el examen.Para nosotros, el niño problema es
aquel queempuja, pellizca, muerde, pega, arrebata,esconde, roba, insulta… y al final
terminallorando, y peor si acaso ni siquiera puedellorar.

¡Y cómo se comporta en el salón! Nadale atrae, nada constructivo le interesa, sedispersa a
la menor provocación, no sigue elritmo de la clase, la participación esprácticamente nula, la
relación con los otros esobviamente conflictiva.

En algunos casos es difícil aceptar quealgunos niños manejan tan altos niveles deagresión.
Son niños que sufren mucho, más delo que hacen sufrir a los otros, y nosotros sufrimos
con ellos al parejo. Y es que, aunque nos interesa mucho eldesenvolvimiento académico
de los alumnos,más nos interesa su seguridad emocional. “Elniño que te cuesta más
trabajo, es el que máste necesita”.

Tal vez exagero al pensar que algunosniños puedan ser agresivos, porque en generallos
chiquitos se llevan bien, hacen un recreotranquilo, se apoyan unos a otros, se
echanporras, y al correr de los muchos años siguensiendo amigos.

Los niños problema, para nosotros, sonlos que tienen muchos problemas. Y siqueremos
solucionarlos, lo primero esconocerlos.

Punto número uno, citar a los padres.

Las entrevistas con los padres son de muydiferentes tonos. Nos interesa saber cómo es
elniño en la casa, qué sucede con los hermanos,con la comida, con su propia habitación.
Esuna plática larga en la que lo más importantees lo que no se dice expresamente, sino lo
quesale sin querer.

No se trata de acusar al niño con suspadres para que lo castiguen, sino al contrario,de
tomar la defensa del chico y proponernuevas formas en la relación familiar. Por logeneral
los conflictos surgen de la repetición dearquetipos educativos que irreflexivamente
seheredan por generaciones y que sonevidentemente caducos.

Los niños se tranquilizan notablementecuando las condiciones que los enfadan
oexacerban se aminoran o desaparecen. Paraque esto suceda algo ha de cambiar
tambiéncon los padres: una jerarquización diferente devalores, una toma de conciencia,
unareafirmación de ideas nuevas pero tibias.
Cuando la mamá de un pequeño deprimer año me preguntaba: Dime ¿cuándo vaa cambiar
  este hijo mío? – Si nos ponemos deacuerdo, puede ser que en quinto año sea unchico
  esplendido. ¿Hasta quinto? – Si acaso…

  Pasaron cuatro años y aquel chiquitoque hacía volar los lápices y plumones en elsalón
  durante la clase, que rayaba la chamarradel compañero de adelante, que le
  encantabarepartir pisotones y moquetes, que hacíaberrinches sensacionales, que
  deambulaba porel salón todo el tiempo, que mordía las manosde la maestra cuando lo
  detenía, que a lamenor provocación soltaba un rosario depalabrotas, de repente empezó a
  comunicarsecon la madre, y fue más o menos escuchado, yse atrevió a hacerle una serie
  de reproches y nofue abofeteado como antaño, etcétera,etcétera, y poco a poco se calmó,
  y empezó aser productivo; en quinto año (qué rápido sepasa el tiempo) era un chico
  encantador.

  Es difícil aceptar, si se piensa cómo esuna relación entre adultos, que los niños,aquellos
  que tanto se lastimaron, se insultaron,se golpearon, sean en un par de años (o en unpar de
  semanas) tan buenos amigos. Cuandohay cambios de conducta y la agresión cesa,
  laaceptación de los compañeros no se haceesperar.¿Conocen la famosa frase de “mi
  hijono quiere venir a la escuela porque nadie loestima”, “porque no tiene amigos”, “porque
  lomolestan mucho”, etcétera? Qué difícil eshacer entender a los padres que el rechazo
  noes una causa, sino un efecto. Al cambio deconducta se elimina ese rechazo; entre
  niñosesto se da con facilidad.

  Durante el tiempo de transformacióndel comportamiento, hay que enfrentar lasituación en
  la escuela. El manejo de estoschicos se vuelve un estira y afloja. Por un ladose les
  escucha, siempre se les escucha; es muyimportante para un niño hablar, explicar, decirlo
  que le aqueja. Por otro lado, hay que reprimircontinuamente, en el momento preciso,
  laconducta antisocial.
  Cuando surge el conflicto, basta aveces con escuchar a los involucrados. Cadauno cuenta
  su versión, sin que los otros lointerrumpan, los ánimos se calman, y essuficiente. Si un niño
  con muchos problemasaprende a hablarlos, está en mejor camino queaquel que no puede
  expresarse, que no sueltaprenda, que todo se lo traga.
  Es difícil, y se necesita una pacienciainfinita, profundizar en los problemas de losniños,
  concientizar a los padres, y esperar, eneste estira y afloja, los buenos resultados.

    Recuerdo a una maestra que decía aun alumno muy inteligente y terriblementeagresivo,
    que boicoteaba la clase de lo lindo:
    “Hijito, a ver dime, ¿por qué si eres tan lindome tratas de engañar?”. Y con esa
    políticaterminó por tranquilizarlo.
    En algunos contados casos, cuando nose encuentra el apoyo en los padres, nada selogra.
    No bastan las críticas frente a otros, nilas reflexiones del grupo, ni la buenadisposición de
    los maestros.
Pero, en general, preocuparseseriamente por el bienestar emocional de losniños, permitirles
expresarse, alentarloscontinuamente, estimularlos positivamente enel momento preciso,
comunicarse con lospadres y convencerlos de las necesidades ycarencias que tienen sus
hijos, alivia lastensiones y resuelve positivamente losproblemas de los niños.

  *Titulo: Cero en Conducta
  Editorial: Otro año sin proyecto
  Apoyo de la fundación FRIEDRICH EBERT
  Año-4/Número

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  • 2. Cuando la mamá de un pequeño deprimer año me preguntaba: Dime ¿cuándo vaa cambiar este hijo mío? – Si nos ponemos deacuerdo, puede ser que en quinto año sea unchico esplendido. ¿Hasta quinto? – Si acaso… Pasaron cuatro años y aquel chiquitoque hacía volar los lápices y plumones en elsalón durante la clase, que rayaba la chamarradel compañero de adelante, que le encantabarepartir pisotones y moquetes, que hacíaberrinches sensacionales, que deambulaba porel salón todo el tiempo, que mordía las manosde la maestra cuando lo detenía, que a lamenor provocación soltaba un rosario depalabrotas, de repente empezó a comunicarsecon la madre, y fue más o menos escuchado, yse atrevió a hacerle una serie de reproches y nofue abofeteado como antaño, etcétera,etcétera, y poco a poco se calmó, y empezó aser productivo; en quinto año (qué rápido sepasa el tiempo) era un chico encantador. Es difícil aceptar, si se piensa cómo esuna relación entre adultos, que los niños,aquellos que tanto se lastimaron, se insultaron,se golpearon, sean en un par de años (o en unpar de semanas) tan buenos amigos. Cuandohay cambios de conducta y la agresión cesa, laaceptación de los compañeros no se haceesperar.¿Conocen la famosa frase de “mi hijono quiere venir a la escuela porque nadie loestima”, “porque no tiene amigos”, “porque lomolestan mucho”, etcétera? Qué difícil eshacer entender a los padres que el rechazo noes una causa, sino un efecto. Al cambio deconducta se elimina ese rechazo; entre niñosesto se da con facilidad. Durante el tiempo de transformacióndel comportamiento, hay que enfrentar lasituación en la escuela. El manejo de estoschicos se vuelve un estira y afloja. Por un ladose les escucha, siempre se les escucha; es muyimportante para un niño hablar, explicar, decirlo que le aqueja. Por otro lado, hay que reprimircontinuamente, en el momento preciso, laconducta antisocial. Cuando surge el conflicto, basta aveces con escuchar a los involucrados. Cadauno cuenta su versión, sin que los otros lointerrumpan, los ánimos se calman, y essuficiente. Si un niño con muchos problemasaprende a hablarlos, está en mejor camino queaquel que no puede expresarse, que no sueltaprenda, que todo se lo traga. Es difícil, y se necesita una pacienciainfinita, profundizar en los problemas de losniños, concientizar a los padres, y esperar, eneste estira y afloja, los buenos resultados. Recuerdo a una maestra que decía aun alumno muy inteligente y terriblementeagresivo, que boicoteaba la clase de lo lindo: “Hijito, a ver dime, ¿por qué si eres tan lindome tratas de engañar?”. Y con esa políticaterminó por tranquilizarlo. En algunos contados casos, cuando nose encuentra el apoyo en los padres, nada selogra. No bastan las críticas frente a otros, nilas reflexiones del grupo, ni la buenadisposición de los maestros. Pero, en general, preocuparseseriamente por el bienestar emocional de losniños, permitirles expresarse, alentarloscontinuamente, estimularlos positivamente enel momento preciso, comunicarse con lospadres y convencerlos de las necesidades ycarencias que tienen sus hijos, alivia lastensiones y resuelve positivamente losproblemas de los niños. *Titulo: Cero en Conducta Editorial: Otro año sin proyecto Apoyo de la fundación FRIEDRICH EBERT Año-4/Número