Las antiguas civilizaciones usaban el sol, la luna y las estrellas para medir el tiempo, pero los días nublados hacía difícil saber la hora. Más tarde, se inventaron relojes de agua y velas que marcaban el paso de las horas, y luego relojes de arena y péndulo que fueron mejorando la precisión con el tiempo. Finalmente, en el siglo XX se creó el reloj de pulsera moderno.