Jesús perdona a una mujer acusada de adulterio y desafía a sus acusadores a condenarla sin pecado propio. Al verse descubiertos en su hipocresía, los acusadores se marchan uno a uno, dejando a Jesús a solas con la mujer. Jesús le dice que tampoco él la condena y la invita a no pecar más. El perdón y la misericordia de Jesús ofrecen una nueva oportunidad de conversión y cambio de vida a la mujer.