La pasteurización de la leche es un proceso para destruir bacterias patógenas a través del calor. Se realiza a temperaturas entre 63-95°C por períodos cortos de tiempo para matar microbios sin alterar significativamente la leche. La pasteurización prolonga la vida útil de la leche al eliminar bacterias pero no la esteriliza, por lo que debe enfriarse rápidamente y mantenerse refrigerada.