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Año 12, nº 596 - 10 de abril de 2016
“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”
EL PÚLPITO
PARROQUIA DE NTRA. SRA. DE LA MEDALLA MILAGROSA
EL PUERTO DE SANTA MARÍA (CÁDIZ)
Domingo 3º de Pascua
San Miguel de los Santos
El domingo pasado aquellos
q u e e r a n a m i g o s y
apóstoles estaban con las
puertas cerradas a cal y
canto; hoy tímidamente y
al aire libre. Aquel día
paralizados y petrificados
por el miedo; hoy más
sueltos aunque sin tener
demasiado claras las ideas.
Entonces asustadizos por
los acontecimientos que se
habían dado en Jerusalén;
en este instante vueltos a la
normalidad en su ser
pescadores pero con las
redes vacías. Estaban tan
acostumbrados a vivir al
calor y al amparo del
Maestro que se habían
olvidado hasta de trabajar
p a r a v i v i r y, c u a n d o
regresan a lo de siempre, la
suerte les da la espalda: ¡no
hemos pescado nada!
¡Cuántos momentos y
sucesos entrañables les
vendrían a la memoria de
a q u e l l o s h o m b r e s ! ;
tormentas calmadas; Pedro
sobre las aguas; curaciones;
resurrecciones; idas y
venidas; ¡todo! (pensaría
alguno para sus adentros)
fueron horas felices que
quedaron para siempre en
el pasado.
Allá en el mar de Galilea
Jesús los constituyó en el
grupo de los “doce”. En la
arena sus ojos se cruzaron
con los de Jesús, oyeron su
voz y, dejándolo todo, lo
siguieron. Al murmullo de
las aguas, tranquilas pero
l l e n a s d e v i d a ,
contemplaron absortos la
multiplicación de los panes
y de los peces. Uno a uno,
¡ay, si hablase Tiberíades!,
r e p e t i r í a l a m i s m a
propuesta con la misma
respuesta: ¡Seguidme!
¡Contigo iremos Señor!
Y, en el amanecer, cuando
a q u e l l o s a m i g o s q u e
parecían vencidos por una
pesca estéril e infructuosa,
cuando el silencio era tenso
por la ausencia de Aquel
que en el corazón estaba
presente de nuevo suena la
misma voz con llamada al
ánimo y a la esperanza, a la
insistencia y al desafío:
¡echad de nuevo las redes!
Lo desconocido se hace
amigo. Los ojos cansados se
transforman en asombro.
El ayer, de repente, se
actualiza, se retoma...
¡amanece con el Señor!
Y se rompen y saltan por
los aires, una vez más,
esquemas y redes, sayales
y o l a s , t r i s t e z a s y
sufrimientos, dudas y
noches oscuras.
¡Al amanecer, una vez más,
Jesús lo hace todo nuevo!
En el amanecer de aquel
día, el intuitivo Juan, supo
reconocer al que en una
mesa de Jueves Santo le
dejó que reclinase en su
pecho. ¡Es el Señor!
Los gestos se repetían con
la complicidad de los que
nunca jamás olvidaron.
Después de “cortarse el
fuego” amanece. Jesús,
como una luz frente a la
oscuridad. Sin su presencia
todo esfuerzo habría sido
en balde. Con su aparición
toda expectativa se queda
corta. ¡Es el Señor!
A p i e d e t i e r r a , e l
Resucitado (que habla,
bendice, indica y comparte)
que tiene mucho de Señor y
otro tanto de “siervo
mayor” se sienta y los hace
sentar a los que un día
llamó en ese mismo lugar
para que descubran en la
a m a b i l i d a d y e n l a
afabilidad, en la sencillez y
en el servicio, en la amistad
y en el compartir... Sigue
tan vivo como aquella
primera vez, como la
primera vez de aquel
encuentro inolvidable en el
lago. ¡Es el Señor!
Y la noche, que infundía
temor y cólera, abatimiento
y d e s e s p e r a n z a , s e
transforma en una jornada
r e s p l a n d e c i e n t e e
iluminada por la presencia
de Aquel que, una vez más,
les sorprende, les llena y
les habla con palabras y
gestos de amigo. ¡Es el
Señor! Y con el Señor las
cosas toman un cariz
totalmente distinto. El
trabajo se convierte en
misión y la iglesia, a pesar
del cansancio, retoma el
impulso perdido sabiendo
que, cuando Cristo está en
el centro, nada es imposible
para Aquel que la sostiene.
¡Es el Señor!
¿Con qué signos se acerca
hoy el Resucitado hasta
nosotros? No con redes o
seminarios rebosantes de
p e c e s o l l a m a d o s a l
sacerdocio y sí con rostros
cargados de tristezas y de
miserias. Con rostros
doloridos por fracasos e
incomprensiones, luchas y
d e s a t i n o s , d e j a d e z o
desencanto. No con brasas
o dinámicas de trabajo en
l a s q u e a v e c e s n o s
m a l g a s t a m o s y n o s
empeñamos en una agenda
interminable y sí con una
llamada responsable a ser
iglesia, mejor iglesia, con
menos círculos cerrados y
alejándonos de la imagen
de un simple cortijo donde
unos pocos dirigen, y los
demás bregan y dejan la
piel en la pesca (cada día
más difícil) de ese mar
inmenso que es el mundo
que nos rodea.
No en lagos, barcas o
reuniones que ponen al
descubierto diferencias y
discrepancias y siempre
con más de lo mismo y sí
con una lectura reposada
de su Palabra, con una
vuelta a su Evangelio, con
una sinceridad de vida, con
un trabajar más y más
horas en favor de su Reino,
con un bajar a la realidad y
a la vida de tantos que
s i g u e n r e m a n d o m a r
adentro pero necesitados
de palabras de aliento y de
consuelo. ¡Es el Señor!
Malo será que, por estar
t a n p e n d i e n t e s d e l
micrófono y de las luces, de
l a s fl o r e s y d e l a s
convocatorias, de los
departamentos y de tanto
montaje olvidemos que el
Señor nos exige y nos
invita echar las redes en
otras direcciones y, a veces,
hasta con otras personas.
Cuando los responsables de
l a e v a n g e l i z a c i ó n s e
empeñan en mantener, al
frente de sus estructuras, a
a g e n t e s d e p a s t o r a l
gastados e indefinidamente
perpetuados en los cargos,
en vez de aparecer el Señor
suele surgir el desencanto y
la ralentización, no tanto
por las ideas, cuanto por la
incapacidad limitaciones
naturales de llevarlas a
cabo.
Javier	Leoz,	sacerdote	
Aparece el Señor y todo amanece
Envíe sus aportaciones a
hojaparroquialmilagrosa@yahoo.es
PRIMERA LECTURA
(Hch 5, 27b-32.40b-41)
“Hay que obedecer a Dios
antes que a los hombres”
En aquellos días, el sumo sacerdote
interrogó a los apóstoles y les dijo:
“¿No os habíamos prohibido
formalmente enseñar en nombre de
ése? En cambio, habéis llenado
Jerusalén con vuestra enseñanza y
queréis hacernos responsables de la
sangre de ese hombre”. Pedro y los
apóstoles replicaron: “Hay que
obedecer a Dios antes que a los
hombres. El Dios de nuestros padres
resucitó a Jesús, a quien vosotros
matasteis, colgándolo de un madero.
la diestra de Dios lo exaltó,
haciéndolo jefe y salvador, para
otorgarle a Israel la conversión con
el perdón de los pecados. Testigos de
esto somos nosotros y el Espíritu
Santo, que Dios da a los que le
obedecen”. Prohibieron a los
apóstoles hablar en nombre de Jesús
y los soltaron. Los apóstoles salieron
del Sanedrín contentos de haber
merecido aquel ultraje por el nombre
de Jesús
SALMO RESPONSORIAL
(Sal 29, 2-6.11-13)
R: Te ensalzaré, Señor,
porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor,
porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos
se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir
cuando bajaba a la fosa. R.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias
por siempre. R.
SEGUNDA LECTURA
(Ap 5, 11-14)
“Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder”
Yo, Juan, en la visión escuché la voz
de muchos ángeles: eran millares y
millones alrededor del trono y de los
vivientes y de los ancianos, y decían
con voz potente: “Digno es el Cordero
degollado de recibir el poder, la
riqueza, la sabiduría, la fuerza, el
honor, la gloria y la alabanza”. Y oí a
todas las criaturas que hay en el
cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el
mar -todo lo que hay en ellos-, que
decían: “Al que se sienta en el trono y
al Cordero la alabanza, el honor, la
gloria y el poder por los siglos de los
siglos”. Y los cuatro vivientes
respondían: “Amén”. Y los ancianos
se postraron rindiendo homenaje.
SANTO EVANGELIO
(Jn 21, 3-19)
“Dicho esto, añadió: “Sígueme””
En aquel tiempo, Jesús se apareció
otra vez a los discípulos junto al lago
de Tiberíades. Y se apareció de esta
manera: Estaban juntos Simón
Pedro, Tomás apodado el Mellizo,
Natanael el de Caná de Galilea, los
Zebedeos y otros dos discípulos
suyos. Simón Pedro les dice: “Me voy
a pescar”. Ellos contestan: “Vamos
también nosotros contigo”. Salieron
y se embarcaron; y aquella noche no
c o g i e r o n n a d a . E s t a b a y a
amaneciendo, cuando Jesús se
presentó en la orilla; pero los
discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: “Muchachos, ¿tenéis
pescado?” Ellos contestaron: “No”. Él
les dice: “Echad la red a la derecha
de la barca y encontraréis”. La
echaron, y no tenían fuerzas para
sacarla, por la multitud de peces. Y
aquel discípulo que Jesús tanto
quería le dice a Pedro: “Es el Señor”.
Al oír que era el Señor, Simón Pedro,
que estaba desnudo, se ató la túnica
y se echó al agua. Los demás
discípulos se acercaron en la barca,
porque no distaban de tierra más
que unos cien metros, remolcando la
red con los peces. Al saltar a tierra,
ven unas brasas con un pescado
puesto encima y pan. Jesús les dice:
“Traed de los peces que acabáis de
coger”. Simón Pedro subió a la barca
y arrastró hasta la orilla la red
repleta de peces grandes: ciento
cincuenta y tres. Y aunque eran
tantos, no se rompió la red. Jesús les
dice: “Vamos, almorzad”. Ninguno de
l o s d i s c í p u l o s s e a t r e v í a a
preguntarle quién era, porque sabían
bien que era el Señor. Jesús se
acerca, toma el pan y se lo da, y lo
mismo el pescado. Ésta fue la tercera
vez que Jesús se apareció a los
discípulos, después de resucitar de
entre los muertos. Después de
comer, dice Jesús a Simón Pedro:
“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más
que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor,
tú sabes que te quiero”. Jesús le dice:
“Apacienta mis corderos”. Por
segunda vez le pregunta: “Simón,
hijo de Juan, ¿me amas?” Él le
contesta: “Sí, Señor, tú sabes que te
quiero”. Él le dice: “Pastorea mis
ovejas”. Por tercera vez le pregunta:
“Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”
Se entristeció Pedro de que le
preguntara por tercera vez si lo
quería y le contestó: “Señor, tú
conoces todo, tú sabes que te quiero”.
Jesús le dice: “Apacienta mis ovejas.
Te lo aseguro: cuando eras joven, tú
mismo te ceñías e ibas adonde
querías; pero, cuando seas viejo,
extenderás las manos, otro te ceñirá
y te llevará adonde no quieras”. Esto
dijo aludiendo a la muerte con que
iba a dar gloria a Dios. Dicho esto,
añadió: “Sígueme”.
“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”
Parroquia de Ntra. Sra. de la Medalla Milagrosa. C/Federico García Lorca, s/n. Apdo. de correos, 164. 11.500 El Puerto de Santa María. Tlfno: 956 85 65 61.
¿Aún no conoces el blog de la Parroquia? No dejes de visitarlo:
http://www.parroquiadelamedallamilagrosa.blogspot.com.es
Tiempo de oración
Lecturas de la próxima semana
(3ª semana del salterio)
Lunes 11: San Estanislao
Hch 6, 8-15; Sal 118, 23-30; Jn 6, 22-29
Martes 12: San Julio I
Hch 7, 51 - 8, 1a; Sal 30, 3-8.17.21; Jn 6, 30-35
Miércoles 13: San Martín I
Hch 8, 1b-8; Sal 65, 1-7; Jn 6, 35–40
Jueves 14: San Lamberto
Hch 8, 26–40; Sal 65, 8-9.16-17.20; Jn 6, 44-51
Viernes 15: San Damián de Molokai
Hch 9, 1-20; Sal 116, 1-2; Jn 6, 52-59
Sábado 16: Santa Engracia
Hch 9, 31-42; Sal 115, 12-17; Jn 6, 60-69
Domingo 17: San Elías
JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN
POR LAS VOCACIONES
Hch 13, 14.43–52; Sal 99, 2-5; Ap 7, 9.14b-17;
Jn 10, 27-30

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10-04-2016

  • 1. Año 12, nº 596 - 10 de abril de 2016 “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” EL PÚLPITO PARROQUIA DE NTRA. SRA. DE LA MEDALLA MILAGROSA EL PUERTO DE SANTA MARÍA (CÁDIZ) Domingo 3º de Pascua San Miguel de los Santos El domingo pasado aquellos q u e e r a n a m i g o s y apóstoles estaban con las puertas cerradas a cal y canto; hoy tímidamente y al aire libre. Aquel día paralizados y petrificados por el miedo; hoy más sueltos aunque sin tener demasiado claras las ideas. Entonces asustadizos por los acontecimientos que se habían dado en Jerusalén; en este instante vueltos a la normalidad en su ser pescadores pero con las redes vacías. Estaban tan acostumbrados a vivir al calor y al amparo del Maestro que se habían olvidado hasta de trabajar p a r a v i v i r y, c u a n d o regresan a lo de siempre, la suerte les da la espalda: ¡no hemos pescado nada! ¡Cuántos momentos y sucesos entrañables les vendrían a la memoria de a q u e l l o s h o m b r e s ! ; tormentas calmadas; Pedro sobre las aguas; curaciones; resurrecciones; idas y venidas; ¡todo! (pensaría alguno para sus adentros) fueron horas felices que quedaron para siempre en el pasado. Allá en el mar de Galilea Jesús los constituyó en el grupo de los “doce”. En la arena sus ojos se cruzaron con los de Jesús, oyeron su voz y, dejándolo todo, lo siguieron. Al murmullo de las aguas, tranquilas pero l l e n a s d e v i d a , contemplaron absortos la multiplicación de los panes y de los peces. Uno a uno, ¡ay, si hablase Tiberíades!, r e p e t i r í a l a m i s m a propuesta con la misma respuesta: ¡Seguidme! ¡Contigo iremos Señor! Y, en el amanecer, cuando a q u e l l o s a m i g o s q u e parecían vencidos por una pesca estéril e infructuosa, cuando el silencio era tenso por la ausencia de Aquel que en el corazón estaba presente de nuevo suena la misma voz con llamada al ánimo y a la esperanza, a la insistencia y al desafío: ¡echad de nuevo las redes! Lo desconocido se hace amigo. Los ojos cansados se transforman en asombro. El ayer, de repente, se actualiza, se retoma... ¡amanece con el Señor! Y se rompen y saltan por los aires, una vez más, esquemas y redes, sayales y o l a s , t r i s t e z a s y sufrimientos, dudas y noches oscuras. ¡Al amanecer, una vez más, Jesús lo hace todo nuevo! En el amanecer de aquel día, el intuitivo Juan, supo reconocer al que en una mesa de Jueves Santo le dejó que reclinase en su pecho. ¡Es el Señor! Los gestos se repetían con la complicidad de los que nunca jamás olvidaron. Después de “cortarse el fuego” amanece. Jesús, como una luz frente a la oscuridad. Sin su presencia todo esfuerzo habría sido en balde. Con su aparición toda expectativa se queda corta. ¡Es el Señor! A p i e d e t i e r r a , e l Resucitado (que habla, bendice, indica y comparte) que tiene mucho de Señor y otro tanto de “siervo mayor” se sienta y los hace sentar a los que un día llamó en ese mismo lugar para que descubran en la a m a b i l i d a d y e n l a afabilidad, en la sencillez y en el servicio, en la amistad y en el compartir... Sigue tan vivo como aquella primera vez, como la primera vez de aquel encuentro inolvidable en el lago. ¡Es el Señor! Y la noche, que infundía temor y cólera, abatimiento y d e s e s p e r a n z a , s e transforma en una jornada r e s p l a n d e c i e n t e e iluminada por la presencia de Aquel que, una vez más, les sorprende, les llena y les habla con palabras y gestos de amigo. ¡Es el Señor! Y con el Señor las cosas toman un cariz totalmente distinto. El trabajo se convierte en misión y la iglesia, a pesar del cansancio, retoma el impulso perdido sabiendo que, cuando Cristo está en el centro, nada es imposible para Aquel que la sostiene. ¡Es el Señor! ¿Con qué signos se acerca hoy el Resucitado hasta nosotros? No con redes o seminarios rebosantes de p e c e s o l l a m a d o s a l sacerdocio y sí con rostros cargados de tristezas y de miserias. Con rostros doloridos por fracasos e incomprensiones, luchas y d e s a t i n o s , d e j a d e z o desencanto. No con brasas o dinámicas de trabajo en l a s q u e a v e c e s n o s m a l g a s t a m o s y n o s empeñamos en una agenda interminable y sí con una llamada responsable a ser iglesia, mejor iglesia, con menos círculos cerrados y alejándonos de la imagen de un simple cortijo donde unos pocos dirigen, y los demás bregan y dejan la piel en la pesca (cada día más difícil) de ese mar inmenso que es el mundo que nos rodea. No en lagos, barcas o reuniones que ponen al descubierto diferencias y discrepancias y siempre con más de lo mismo y sí con una lectura reposada de su Palabra, con una vuelta a su Evangelio, con una sinceridad de vida, con un trabajar más y más horas en favor de su Reino, con un bajar a la realidad y a la vida de tantos que s i g u e n r e m a n d o m a r adentro pero necesitados de palabras de aliento y de consuelo. ¡Es el Señor! Malo será que, por estar t a n p e n d i e n t e s d e l micrófono y de las luces, de l a s fl o r e s y d e l a s convocatorias, de los departamentos y de tanto montaje olvidemos que el Señor nos exige y nos invita echar las redes en otras direcciones y, a veces, hasta con otras personas. Cuando los responsables de l a e v a n g e l i z a c i ó n s e empeñan en mantener, al frente de sus estructuras, a a g e n t e s d e p a s t o r a l gastados e indefinidamente perpetuados en los cargos, en vez de aparecer el Señor suele surgir el desencanto y la ralentización, no tanto por las ideas, cuanto por la incapacidad limitaciones naturales de llevarlas a cabo. Javier Leoz, sacerdote Aparece el Señor y todo amanece Envíe sus aportaciones a hojaparroquialmilagrosa@yahoo.es
  • 2. PRIMERA LECTURA (Hch 5, 27b-32.40b-41) “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo: “¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre”. Pedro y los apóstoles replicaron: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. la diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen”. Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús SALMO RESPONSORIAL (Sal 29, 2-6.11-13) R: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R. Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante, su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo. R. Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R. SEGUNDA LECTURA (Ap 5, 11-14) “Digno es el Cordero degollado de recibir el poder” Yo, Juan, en la visión escuché la voz de muchos ángeles: eran millares y millones alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente: “Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza”. Y oí a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar -todo lo que hay en ellos-, que decían: “Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos”. Y los cuatro vivientes respondían: “Amén”. Y los ancianos se postraron rindiendo homenaje. SANTO EVANGELIO (Jn 21, 3-19) “Dicho esto, añadió: “Sígueme”” En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: “Me voy a pescar”. Ellos contestan: “Vamos también nosotros contigo”. Salieron y se embarcaron; y aquella noche no c o g i e r o n n a d a . E s t a b a y a amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: “Muchachos, ¿tenéis pescado?” Ellos contestaron: “No”. Él les dice: “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”. La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: “Es el Señor”. Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: “Traed de los peces que acabáis de coger”. Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: “Vamos, almorzad”. Ninguno de l o s d i s c í p u l o s s e a t r e v í a a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: “Apacienta mis corderos”. Por segunda vez le pregunta: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le contesta: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Él le dice: “Pastorea mis ovejas”. Por tercera vez le pregunta: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: “Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras”. Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: “Sígueme”. “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Parroquia de Ntra. Sra. de la Medalla Milagrosa. C/Federico García Lorca, s/n. Apdo. de correos, 164. 11.500 El Puerto de Santa María. Tlfno: 956 85 65 61. ¿Aún no conoces el blog de la Parroquia? 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